LA BELLA Y LA BESTIA
Erase una vez un joven llamado Kurt Hummel. Era un chico muy guapo, con unos ojos azules que según la luz cambiaban de color, un pelo castaño siempre perfectamente peinado y una piel pálida cuidada y suave. Pero era muy solitario. Le apasionaba la música, la moda y la literatura, algo muy alejado de lo que le gustaban al resto de chicos de su edad. Vivía con su padre, Burt. Para el joven, su progenitor era la persona más importante de su vida. Lo amaba por encima de todo.
Salió a realizar unas compras, desde la muerte de su madre él se había encargado de las tareas del hogar, ya que su padre era un desastre para ellas. Mientras paseaba por las calles de su ciudad, se encontró con Sebastian Smythe, un joven muy presuntuoso que tenía enamorados a todos los chicos gays y todas las chicas heterosexuales de Lima.
– Hola Porcelana. Hoy estás muy sexy... ¿Quieres que te invite a un café?
– No, gracias. Tengo cosas que hacer.
– Perdona querido, pero no puedes resistirte a mis encantos siempre. Algún día sucumbirás... ¿Por qué retrasar lo inevitable?
– Ni en tus mejores sueños probarás mis labios.
– Créeme, en mis sueños pruebo más cosas que tus labios...
Salió de allí intentando evitar que el ojiverde le siguiera. Por suerte, tres de los fans del chico se acercaron y comenzaron a entretenerlo, ayudando al menor en su huida. Luego fue a casa a preparar la comida mientras su padre terminaba de trabajar en el taller.
Por la tarde, el joven fue a pasear al bosque. Allí encontró una casa un tanto extraña. Tenía las ventanas tapadas con madera y todo parecía misterioso. El lugar le llamó la atención así que decidió acercarse. Allí vio a dos personas pelearse en el jardín. Se acercó a ellos, lleno de curiosidad.
– Nick, recoge los tomates. Yo me encargo de las patatas... Como no tengamos la comida lista en una hora el amo nos castigará y créeme, no me gustaría verlo enfadado. – Dijo el chico rubio.
– Voy... – El moreno se levantó y vio a Kurt. – ¿Qué haces aquí?
– Perdón... Estaba paseando por el bosque y vi la casa... – Respondió el castaño.
– Lárgate, antes de que venga el amo... – Dijo Jeff.
– Duval, Sterling... ¿Puedo saber por qué no estáis trabajando? – Preguntó una voz grave.
– E-Esto... Amo... El chico se había perdido... solo le indicaba como volver a la villa. – Dijo el rubio.
– Que pase dentro... Veremos lo que hacemos con él... – Dijo el monstruo. Tenía pelo negro por el cuerpo. Su cara era parecida a la humana, pero con colmillos. Tenía garras en vez de manos y pies.
Una vez dentro el ojiazul pudo percibir que la casa estaba muy bien cuidada, sólo que algo vacía. Apenas unos muebles adornaban la sala que daba la bienvenida a los visitantes. Todo estaba oscuro y la poca luz que había provenía de unas velas encendidas.
– Creo que lo mejor será que te quedes, al fin y al cabo me has visto y no me interesa que alguien se entere de mi existencia. Seguro que todos querrán cazar a la bestia... Así que lo dicho, tienes prohibido salir de la casa. Los chicos se encargarán de alimentarte y proporcionarte lo que necesites. Sobre todo no me molestes o conocerás mi ira... Si intentas escapar te encontraré y pagarás por lo que hayas hecho... Al igual que estos dos inútiles... ¿Os ha quedado claro a los tres? – Ellos asintieron. – Adiós.
Cuando la Bestia salió Kurt comenzó a llorar...
– Te dijimos que te fueras... – Comentó Jeff.
– Un poco tarde... – Añadió Nick. – Será mejor que te asignemos una habitación... En esta casa hay varias, puedes moverte libremente salvo en la habitación del amo... Esa está prohibida.
– Cuanto menos lo molestes, mejor será para ti. – Terminó el rubio.
– ¿A vosotros también os retiene aquí? – Preguntó el castaño.
– No exactamente. – Dijo el moreno. – Cuando él era una persona éramos amigos... Supongo que aun tenemos esperanzas de que en el fondo siga teniendo esos sentimientos humanos...
– Creo que os hacéis falsas esperanzas... – Comentó el ojiazul.
– No juzgues tan pronto al amo... – Pidió Duval.
No habló más con los chicos porque pensó que estaban un tanto afectados por el encierro... ¿Cómo podían aceptar el trato que recibían de esa bestia? Sólo le quedaba esperar que su padre lo buscara y denunciara su desaparición pronto para que se pusieran en su busca. Esperaba que no lo encontraran tarde y poder salir pronto de allí, porque no había nada que lo retuviera. Sólo eran un par de chiflados y un monstruo... Vamos, el tipo de gente que prefieres tener lejos...
Por primera vez, el capricho de Sebastian Smythe hacia él se le hacía beneficioso. Si el ojiverde se enteraba de su desaparición se pondría a buscarlo con la esperanza de ser él quien lo encontrara como método de conquistarlo... Esa podría ser su salvación... Aunque ni loco dejaría conquistarse por la persona que lo rescatase... ¿O sí?
Kurt odiaba todo de la mansión. No le gustaban Nick y Jeff, quienes no dudaban en demostrarse su amor, aunque a veces peleaban y se comportaban como dos chiquillos. Blaine, que así se llamaba la bestia, no pasaba mucho tiempo con ellos. Se pasaba casi todo el día en su habitación. La melancolía que tenía se veía a distancia, aunque no le importaba al castaño. No era su problema el motivo que tenía así a ese monstruo. Él sólo quería salir de allí.
– Será mejor que cambies esa actitud. Para tristeza tenemos de sobra con la del amo. – Le dijo el rubio.
– Me da igual. Aquí no puedo ser feliz. Esa bestia me ha encerrado y no puedo ver a mi padre o a mis amigos. – Dijo el ojiazul.
– No te preocupes por eso, aquí estarás bien. Puede que incluso tu... – Comenzó a decir el moreno, pero fue interrumpido por Sterling que gritó para que no hablara más.
– No se lo digas.
– Tiene que saberlo, así puede que ayude al amo.
– Precisamente porque quiero que ayude al amo no le dirás nada.
La pareja volvió a discutir. El otro joven salió de allí a investigar la casa. Era su segundo día allí pero el lugar era tan grande que apenas conocía nada. Entró en una sala y se quedó maravillado por lo que había. Un gran piano de cola se situaba en medio de la sala. En las paredes había varias guitarras, acústicas, eléctricas y españolas. La funda de un violín se situaba en un estante, Hummel supuso que el instrumento estaría en su interior. Todo eso se acompañaba por todo el material necesario para grabar y componer, ordenadores, mezcladores, micrófonos... Se acercó a una pared que estaba llena de libros de partituras. La colección contemplaba desde música clásica hasta Rock y Heavy, autores tan diferentes como Johannes Brahms, Frederic Chopin, Rolling Stones o Pink compartía estante. No había un orden allí aparente. Sin embargo, un libro más gordo llamó su atención. Lo sacó y allí vio muchas canciones y composiciones que no conocía. Todas firmadas con las iniciales B.D.A. ¿Quién sería el alma tan sensible que componía eso? Se sentó al piano. Cuando lo abrió notó que no había sido tocado en mucho tiempo. Después de afinarlo, empezó a tocar una de esas canciones.
Cuando acabó se dio la vuelta para ver a Blaine. Él miraba curioso al chico. No se percibía enfado ni resentimiento en su mirada. Parecía que la melodía había ejercido alguna influencia en él... ¿Será verdad que la música amansa a las fieras?
– ¿Dónde has encontrado eso? – Preguntó la bestia.
– En un libro que había en un estante. No conocía la canción, así que me animé a tocarla. Es muy bonita. – Dijo el castaño. No sabía por qué, pero tenía la sensación de que había hecho algo mal.
– Gracias... Pero creo que deberías pedirme permiso antes de tocar mis canciones...
– ¿Son tuyas?
– Sí... ¿No te has fijado en la firma?
– Sí, pero todo lo que pone es B.D.A.
– Blaine Devon Anderson.
– No sabía... ¿Tu segundo nombre es Devon?
– Sí... ¿Algún problema con él?
– No, por supuesto que no... Simple curiosidad.
– Sé que piensas que soy un monstruo, pero no siempre fui así.
– Claro... Una persona capaz de escribir ésto tiene alma. ¿Por qué la escondes entre gritos y malos actos?
– No lo entenderías...
– ¿Por qué no me pruebas?
– No te lo voy a contar.
– Está bien. ¿Al menos puedes tocar algo para mí?
– No.
– ¿Por qué no?
Blaine no respondió, salió de allí. A Kurt le costó unos segundos darse cuenta de que no puede tocar por sus garras. En ese momento se preguntó cuando dejó de ser humano y pasó a ser una bestia. Quería saber como era antes de su transformación. Se dio cuenta de que sólo dos personas tenían la respuesta. Los fue a buscar y les contó lo que había pasado.
– El amo siempre fue un alma sensible. Sus canciones lo demuestran, pero eso se torció cuando dejó de ser humano. – Dijo Jeff.
– Ya te dijimos que no sacaras conclusiones precipitadas. – Añadió Nick.
– ¿Qué podemos hacer para que vuelva a ser el mismo? – Preguntó el castaño.
– Tendría que enamorarse y que le correspondieran. – Informó el rubio.
– Difícil lo veo si no sale de su habitación. – Comentó el ojiazul.
– Necesitamos a una persona que sepa ver más allá de su aspecto. No vale cualquiera. Debe ser alguien especial. – Dijo el moreno.
– Encontraremos a ese alguien especial, lo prometo. – Dijo Hummel.
Un mes había pasado desde que Kurt vivía en la mansión. Si bien es cierto que al principio fue un infierno para él, poco a poco se había acostumbrado al lugar. Nick y Jeff ya no le parecían tan molestos, simplemente estaban enamorados y eso no era nada malo, al contrario, los envidiaba porque él pensaba que nunca conseguiría algo así. Por otro lado, el castaño se dio cuenta de que era capaz de sacar la humanidad que había en la bestia. Ésta parecía hacer un gran esfuerzo por agradarle ya que pasaba menos tiempo en su habitación, intentaba entablar conversaciones con él e, incluso a veces, le dedicaba cumplidos que hacían enrojecer a sus mejillas. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que estaba secuestrado. Eso le dolía y seguía rezando cada noche para que alguien llegara y lo sacara de allí para poder volver a ver a su padre, al que echaba muchísimo de menos.
Desesperado y totalmente enamorado, Blaine intentaba por todos los medios conquistar al ojiazul. Para ello ordenó a sus criados que averiguaran lo que le gustaba. Tenía pensado tener una cita especial con él. Así que esa noche Kurt entró al comedor y se encontró que todo había sido arreglado para una cena íntima para dos. Había velas, una rosa en el centro de la mesa dentro de un jarrón de cristal. Duval y Sterling estaban de pie, indicándole que se sentara. Cuando lo hizo, Anderson entró y se sentó enfrente. Los sirvientes pusieron sobre la mesa el primer plato y dejaron a los dos solos para que tuvieran algo de intimidad.
– ¿A qué viene todo esto? – Preguntó el castaño.
– Quería sorprenderte. – Respondió el moreno.
– ¿Por qué?
– Me gustas...
– No me digas que estás enamorado de mí porque eso no es verdad. Si fuera así me dejarías libre.
– Si te dejo libre no volverás.
– ¿Quieres que esté contigo porque me obligas o porque yo quiero?
– Quiero que estés conmigo porque me amas.
– Si me obligas a quedarme nunca sabrás si te amo...
El ojimiel se quedó pensativo y no volvieron a hablar en toda la cena. Después de eso habían preparado algo de música para que la pareja pudiera bailar, pero la bestia cambió de planes y decidió marcharse a su habitación. Sentía que había estropeado las cosas y quería pensar en una manera de solucionarlas. Amaba al chico y lucharía por ser el hombre que el merece. Mientras le deseaba buenas noches al ojiazul, un grupo de guardias entraron allí y detuvieron al monstruo para liberar al castaño.
El juicio llegó y Nick, Jeff y Kurt testificaron en él. A pesar de los intentos de los criados por suavizar lo ocurrido, Hummel acabó confesando todo lo ocurrido. Como era de esperar, Blaine fue declarado culpable y lo condenaron a siete años en prisión. El castaño estaba aliviado, si bien parte de él quería ayudar a la bestia, era consciente de que le había secuestrado y debía pagar por lo que había hecho. Tal vez cuando haya afrontado las consecuencias de sus actos y haya aprendido a amar de verdad, sea capaz de encontrar a alguien que lo quiera. La bestia se había arrepentido en el juicio y había pedido perdón sinceramente. Algo que ayudaba a su recuperación.
Después de todo, Kurt volvió a vivir con su padre y Sebastian volvió a intentar ligar con él. Cada vez era más insistente y lo peor de todo era que había convencido a Burt de que era la mejor opción. Según él, nadie querría casarse con el ojiazul porque había estado secuestrado y eso significaba que lo habían violado y todo el mundo lo sabía, por mucho que el joven lo negara. En ese caso, sólo el "Gran Sebastian Smythe" podía estar lo suficientemente enamorado como para pasar de ese hecho y casarse con él. Por supuesto, el menor no quería pero pronto descubrió a su padre planeando esa boda, algo que le hacía sentirse decepcionado y entristecido. Sin embargo, por mucho que quisiera, no podía negarse.
El día de la boda llegó y Kurt estaba preparado esperando su turno para entrar. No quería casarse, pero era algo que parecía que no dependía de él. Su padre y su futuro marido habían planeado todo y ningún otro chico se acercaría a él por miedo. Miedo a Sebastian y miedo a la bestia. Después de la ceremonia, se dedicó a recibir las felicitaciones de todos los invitados y se fueron de luna de miel. El ojiazul estaba aterrorizado por la noche de bodas, era virgen y sabía que su esposo no lo era. El ojiverde tumbó al joven en la cama de manera agresiva y comenzó a desvestirlo. Cada vez que el menor intentaba resistirse recibía un golpe por parte del más alto.
– ¿Acaso te resististe cuando fue esa bestia la que te desvistió y te hizo suyo? … ¿Crees que él es mejor que yo? … ¿A él le dejaste que lo hiciera y por eso en el juicio no lo contaste? – Esas frases eran escupidas por la boca de Sebastian, llenas de odio. Para él, Kurt le pertenecía, a él y a nadie más.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Hummel por culpa de la rabia, el dolor y la humillación que sentía en ese momento. Mientras se dejaba amar por su pareja, recordó los tímidos intentos de Blaine por seducirlo y entonces surgió una pregunta. ¿Cuál de los dos era realmente la bestia, Anderson o Smythe?
Siete años pasaron, Blaine cumplió su condena y por fin pudo volver a su casa. Allí le esperaban Nick y Jeff. Estaban preparados para sus gritos y sus manías, pero en vez de eso se encontraron a la bestia deprimida y triste. No comía, no salía de su habitación y estaba sumida en la desesperación.
Por su parte, Kurt pensó que lo mejor sería intentar olvidar a Anderson. Estaba atrapado en un matrimonio sin amor en el que era maltratado habitualmente. No amaba a su marido, lo temía. Nunca había tenido un buen detalle con él, ni siquiera había sido amable.
Estaba lavando la ropa en el río cuando se encontró a Sterling. Se acercó a él pero no lo saludó.
– Hola... ¿Por qué no me saludas?
– Mandaste al amo a la cárcel y te casaste con otro... ¿De verdad crees que me caes bien?
– No quería hacer daño a nadie. Entiende que Blaine me secuestró.
– Blaine te amó, ¿Sabes? Peor aun, te ama. La cárcel y tu rechazo lo están consumiendo. ¿Te crees mejor que él?
– No me creo nada... Simplemente creo que debía pagar por lo que hizo.
– No te preocupes, ha pagado su delito... Con creces. Mejor vuelvo luego.
El rubio se fue de allí sin decir nada más. El castaño comenzó a sentir culpa. Cuando volvió a su casa, se dio cuenta de que su vida no podía ser peor, por lo que no tenía nada que perder. Preparó su maleta y se adentró en el bosque, buscando la casa de Blaine. Llegó allí y se extrañó que nadie estaba fuera. Entró y tampoco encontró a nadie. Nunca había entrado a la habitación de la bestia, pero se decidió a hacerlo. Empujó la puerta y vio al ojimiel tumbado en la cama y a sus dos criados a su lado, llorando.
– ¿Qué pasa? – Preguntó el ojiazul extrañado.
– Se ha descuidado tanto que está muriendo. No ha comido casi nada, no bebe y no se mueve... No va a morir de amor porque de eso nadie muere... Pero casi. – Dijo el moreno.
Hummel salió de allí y se dirigió a la cocina. Preparó un caldo y subió para dárselo. Con mucho esfuerzo, consiguió que despertara y comenzó a darle de comer. La bestia no se terminó todo el plato y le costó mucho tiempo y esfuerzo tragar lo poco que aceptó.
– Descansa, yo estaré aquí cuando despiertes, no me iré a ningún lado. – Tras estas palabras del mayor, Anderson cerró los ojos y se dejó llevar por los brazos de Morfeo.
Sebastian llegó a casa y se enfureció al ver que Kurt no estaba. Lo buscó por el pueblo y no lo encontró. Se sentía humillado, nadie le dejaba y menos un chico tan poca cosa como el castaño.
Pasaron cinco días en los que Kurt vivía en la mansión y se encargaba personalmente de que Blaine comiera, por lo que, poco a poco, la bestia recuperaba las fuerzas. No había hablado de nada, pero no lo necesitaban. Una sola mirada les decía el amor que sentía el otro. Sin embargo, ese día no fue nada tranquilo. A media tarde, Smythe entró en la mansión buscando a los dos chicos.
– ¿Dónde están? – Preguntó el ojiverde sobresaltado.
– No sé de quien me hablas. – Dijo Nick.
En ese momento, vio a su marido ayudando a la bestia a caminar. Sacó un cuchillo de su cinturón y se dirigió hacia ellos dispuesto a matarlos a los dos. El moreno se movió lo suficiente para proteger al ojiazul con su cuerpo. Forcejeó con Sebastian y ambos llegaron a resultar heridos. Las heridas y la debilidad del ojimiel hacía de sus movimientos algo lento y descompasado. En ese momento, el castaño intentó clavar el cuchillo en el corazón del monstruo. Sin embargo, el moreno consiguió detener el ataque. Los dos luchaban por mover el arma y el ojiverde tropezó. Al tambalearse, cayó sobre el cuchillo clavándoselo en el pecho. Murió en el acto. Blaine se arrodilló y comprobó el pulso.
– Está muerto. Lo he matado. – La bestia comenzó a llorar.
– No lo has matado, nos has salvado la vida. – Lo tranquilizó Kurt.
En ese momento, el castaño lo besó. En el momento que sus labios entraron en contacto, una corriente recorrió su cuerpo. No pasó mucho tiempo para que el moreno le devolviera el beso, pasando de algo casto a algo más pasional. Sin embargo, un dolor hizo que la bestia se separara.
– Blaine... ¿Qué te ocurre? – Hummel se sentía asustado al ver las caras de dolor de su amor. En ese momento, Anderson cayó sobre el suelo, desmayado.
– Nick, Jeff... – No sabía que otra cosa hacer salvo pedir ayuda. La pareja llegó.
– ¿Qué ha pasado? – Preguntó el rubio.
– Estábamos besándonos y de repente... – Kurt era incapaz de seguir narrando lo ocurrido. El moreno pasó el brazo sobre los hombros del castaño.
– Tranquilo, está pasando. Vuelve a ser humano.
Y así fue, poco a poco, las garras y colmillos desaparecían. El pelo del cuerpo se esfumaba y dejaba ver una piel suave. Sus rasgos se suavizaban para volverse más humano. El chico era guapísimo y muy atractivo. Abrió los ojos aturdido y en ese momento el ojiazul sonrió. Todo en la bestia había cambiado excepto sus ojos... Se levantó y Jeff le llevó un espejo. Al ver su reflejo una lágrima salió de sus ojos. Volvía a ser humano...
Llamaron a la policía e informaron de lo ocurrido. Hubo un juicio, pero al final la sentencia estableció que había sido un accidente y que lo único que hicieron los chicos fue defenderse. Como el castaño estaba viudo, pudo casarse sin problemas con Blaine... Y fueron felices y... ¿Comieron perdices?
