La noche había caído sobre Baltimore y las luces de la cocina de Hannibal estaban encendidas. Cocinaba un pastel de carne con salsa de cerezas y puré de patata. Sus movimientos eran precisos y dominaba la carne a la perfección. Sujetó la carne con un hilos y cuando terminó lo metió en el horno mientras confitaba las cerezas. Cocinar para él era como un ritual, era su religión y su vida giraba en torno a la comida. Estaba tan concentrado que no escuchó el timbre las dos primeras veces que sonó hasta que Chaikovski se silenció y pudo acercarse a la puerta para recibir a los invitados.
En el exterior nevaba y William Graham temblaba del frío. Hannibal lo observó, tan indefenso como siempre. Como un perrito abandonado.
-Pasa, te estás helando. -dijo el anfitrión-.
Will pasó por debajo del brazo apoyado en la pared de Hannibal y se deshizo del abrigo colgándolo en un perchero hecho con cuernos de ciervo.
-Tranquilo, no son reales.
-Oh, -titubeó- mientras aguante el peso de mi abrigo me es suficiente.
Los dos sonrieron y Hannibal le mostró el camino hacia la cocina.
-¿Qué me tienes preparado hoy? -dijo Will mientras se sacudía las manos para entrar en calor-.
Mientras le explicaba el plato, Graham se fijó en que de la puerta del congelador brotada un reguero de sangre que llegaba hasta donde Hannibal se situaba.
-Espero que te guste.
¿Qué había dicho? Will había obviado totalmente el plato de Hannibal y ahora la sangre le palpitaba en los oídos y el corazón le iba a mil por hora.
-Puedes ir sentándote en la mesa, ahora mismo voy yo con el vino.
Graham camino con paso detenido hasta la mesa de madera oscura. En esa ocasión, Hannibal se había decantado por mantel blanco y unos platos rojos a conjunto con las servilletas. El mismo rojo que la sangre que había visto hace unos segundos. Justo cuando se iba a levantar dispuesto a plantarle cara a Hannibal, este apareció con una lustrosa botella de vino en la mano.
-Vino tinto francés del siglo pasado.
-Tiene buena pinta -contestó Will con una sonrisa forzada en la boca que le delataba-.
Cuando Hannibal se retiró para traer el primer plato Will aprovechó para revisar todas las salidas posibles: la puerta por donde había entrado, una ventana en la cocina, dos en...
-Pastel de carne con salsa confitada de cerezas y puré de patata.
Después de deleitarse con tal plato, Hannibal se levantó a recoger los platos. Cuando llegó al de Will, este le agarró de la muñeca y se levantó. Apenas estaban a unos centímetros cuando Will presionó sus labios contra los de Hannibal. No quería pensar en lo que creía haber visto en la cocina así que rodeó con sus brazos al Dr. Lecter y subieron al dormitorio entre besos y ropa tirada en el suelo.
