Disclaimer: Los personajes aquí usados no me pertenecen.
Resumen: AU. Connie es un poco desastre y hasta él lo sabe. También sabe que cuando aquel trabajador rubio de físico y ojos espectaculares de la tienda de videojuegos lo saludó con un ''buenas tardes'' y una sonrisa amable al atenderlo, debería haber contestado algo para no demostrar que era tonto, pero es que se quedó sin fuelle. Y la culpa NO era suya, y es que ser tan guapo debería ser ilegal.
Historia subida aquí y en Wattpad bajo el nombre de ChicaSinAlas.
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Un poco desastre
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Connie se descolgó del hombro su bandolera y la colocó en el respaldo de la silla anexa a la suya dentro de su Starbucks preferido. Se le escapó una sonrisilla al tomar asiento y ver la expresión de exagerado fastidio en el rostro de su mejor amiga cuando se sentó frente a él, enfadada con la vida, pero sobretodo, con él.
Sería porque llevaba muchos años conociéndola, porque las palabras que Sasha estaba por decir no pudieron parecerle más predecibles:
— Te odio.
La sonrisa de Connie fue burlona.
— Me tocaba a mí elegir el lugar. — Para evitar peleas, hacía tres meses los dos amigos hicieron un trato: cuando quedaran para merendar o cenar juntos, una semana elegiría Connie y la otra, Sasha. Esta semana él tenía el honor de decidir.
— El Starbucks cuesta un ojo de la cara. Te maldigo Connie. Yo y el agujero de mi cartera. — Se lamentó la castaña arrugando la nariz. Y es que eran los mejores amigos, se conocían desde los cinco años y podían compartir mil y un cosas en común, pero el amor que Connie profesaba por Starbucks no era una de ellas.
— Nadie te obliga a llenar tu bandeja de muffins cada vez que te traigo. — Tuvo que defenderse Connie. No era su culpa que Sasha se dejara todo su dinero en comida cada vez que venían.
— ¡Necesito mi merienda!
—¿No te basta con uno o dos muffins como a todo el mundo?
— No. — Fue su escueta y rápida respuesta.
— Mira que eres...
Connie tenía que reírse. Sasha apoyó las manos en la mesa y se levantó de su sitio en un movimiento ostentoso, dispuesta a sumarse a las cinco personas que hacían cola para hacer su pedido. Antes de moverse del sitio, miró al chico y se cruzó de brazos.
— Eres la peor persona. No me extraña que no hayas tenido nunca novia. — Dijo y sus crueles palabras sonaron más afectuosas de lo que deberían por el tono que usó con ellas. Su amigo estuvo lejos de ofenderse.
— ¡Oye! ¿Quién dijo que el celibato es malo? Tiene muchísimas ventajas. — Bromeó.
— Excusas, excusas.
La chica le sacó la lengua antes de empezar a caminar, extrajo su cartera y tomó el último lugar en la cola, dejándolo solo a la espera de su regreso con su predecible bandeja repleta de Muffins y el café de vainilla de Connie.
« No me extraña que no tengas novia. »
Por un motivo muy diferente al que cualquier persona pensaría, a Connie se le pusieron las puntas de las orejas rojas. No, a él no le molestaba no haber tenido novia, ciertamente. Nunca había tenido la necesidad. El motivo por el que había enrojecido y sus pulsaciones se habían incrementado considerablemente era porque desde hacía un par de meses el chico se había estado cuestionando seriamente su orientación sexual.
No era como Jean que se quedaba embobado de toda mujer atractiva que veía y le decía por lo bajo « Oh, tío, creo que me he vuelto a enamorar. » Cosa a lo cual Connie contestaría después con un «Sí, por nonagésima vez» y se sentiría orgulloso porque una palabra como "nonagésima" constara en su diccionario. La culpa de eso la tenía un videojuego con su ranking de mejores jugadores, para qué mentir, pero no iba a decirlo, era mejor que los demás pensaran que tenía un vocabulario ''culto''.
No. A sus diecisiete años las hormonas de Connie no se revolucionaban como las de la mayoría de adolescentes ante la imagen de una figura femenina y una voz aguda y dulce. De hecho, una o dos veces (eran todas las que él iba a admitir) le había ocurrido -sorpresa- con un hombre. Y un par de noches tuvo sueños explícitos con un tío buenorro con el que se había cruzado por la calle.
¿Viendo porno? Se fijaba más en los cuerpos masculinos.
— Connie, ¿estás bien? — La pregunta de Sasha lo sacó de sus cavilaciones y su sonrojo se acentuó. Parpadeó reiteradamente y se aclaró la garganta.
— S-sí, sí. Me he quedado empanado otra vez.
— Ya veo. Si es que eres idiota. — Repuso su amiga aunque no muy convencida, y como cada vez que lo llamaba idiota, tuvo que quejarse.
— ¡Oye!
XXX
Sasha no lo presionaba en pos de respuestas cuando sospechaba que algo no estaba bien, que mantenía preocupado a Connie y más distraído de lo normal a ser posible. Sin embargo, era muy obvia en la forma en la que lo miraba para demostrar sus claras sospechas. Parecía que dijera con sus grandes ojos marrones « Sé que algo me escondes, a mi no me engañas.» y la verdad es que Connie no sabía si agradecía que se ahorrara las preguntas o no.
Debería salir de él pronunciar un «creo que soy gay» y no esperar que sus amigos se dieran cuenta por sí solos para afirmarlo. Pero es que diablos, Connie era muy cortado en ese aspecto.
Terminaron de merendar, cogieron sus pertenencias y salieron de la cafetería. No serían más de las cinco y media pero estaban en octubre y en aquellas fechas el frío era recurrente casi a todas horas. Por suerte tenía su llamativa bufanda multicolor y abigarrada que no pegaba para nada con la sudadera verde que llevaba puesta pero que era de lo más calentita.
— Que hortera. — Comentó su amiga por sexta vez desde que el chico se había comprado la bufanda hacía tres días.
— Cállate. — Masculló y rodó los ojos. — ¿Quedamos con Jean en el centro comercial a las cinco y veinte, no? — Cuestionó porque se estaban dirigiendo a pasos rápidos justo hacia allí.
— Cinco y media. — Matizó su amiga y Connie asintió.
— Oye, Connie.
— ¿Mm?
— Estás muy raro. — Fue entonces cuando miró a Sasha mientras caminaban, con una ceja arqueada.
— ¿Raro cómo?
— No sé. Raro.
Reprimió una sonrisa. Sasha no sería Sherlock Holmes ni de lejos, pero es que él tampoco lo era cuando la situación era inversa. Eran los dos un poco desastres. Se lo contaría más adelante, pero hoy quería disfrutar de un poquito de tranquilidad. Ya se comería la cabeza otro día.
— Tú me ocultas algo.
— A saber de donde sacas eso. Ah, mira. Si Jean ya está ahí.
— No creas que te vas a escapar. — Anunció Sasha con una voz que sinceramente, le dio un poquito de miedo. Antes de poder mirarla y hacérselo saber, Jean que había estado apoyado en la pared cerca de las puertas del centro comercial se acercó a ellos. Levantó el puño y Connie lo chocó primero antes que la fémina.
— Connie, Sasha. — Los saludó.
— Súper Jean. — Contestó el más bajo al ver la sudadera negra de Jean con el logo de la S de Superman.
— Súper Idiota.
Sasha emitió una risa nasal.
Ugh. Doble ugh. ¿Pero por qué todo el mundo se empeñaba en llamarlo idiota? Encima iba Sasha y le reía la gracia.
— Anda, tirad para adentro — Dijo Jean y rodó los ojos. — Con vaya dos críos me junto.
— Somos los mejores amigos que podrías tener; el trío dorado, y lo sabes.
— Mmh.
Sasha río con la respuesta y tuvo que señalar lo siguiente:
— Que gruñón estás hoy, Jean.
— Habrá vuelto a ver a Mikasa hablarle a Eren en vez de a él.
Connie se lo pasaba tan bien picándole.
— A la próxima te quedas sin esa bufanda tan fea. — Ladró finalmente el más alto.
— ¡Pero que no es fea!
— Es definitivamente fea. — Corroboró Sasha con una sonrisita. La miró mal.
— Muy fea. — Estuvo de acuerdo Jean y esbozó una sonrisa burlona cuando Connie rodó los ojos, exasperado.
— No todo el mundo tiene buen gusto. tsk... Y hablando de buen gusto, voy a darme una vuelta por la tienda de videojuegos. Me apetece comprarme uno nuevo pero ni idea de cual. ¿Venís?
— Yo tenía que mirar una nueva chaqueta. — Jean rechazó su sugerencia.
La cara de Connie se cayó.
— Oh, no. Ropa no. — Soltó como si fuera una gran ofensa hacer eso en un centro comercial. Odiaba, realmente odiaba ir de compras cuando se trataba de ropa, menuda tortura. Jean exhaló aire por la nariz en una risa silenciosa.
— Que payaso. ¿Por qué no vais tú y Sasha a mirar videojuegos y yo mientras me doy una vuelta por aquí cerca buscando alguna chaqueta chula?
Connie asintió con rapidez. Que buena idea.
— Valep, te espero frente a la tienda de videojuegos cuando acabe. O te enviaré un mensaje avisando donde estoy. Ya veré. — Bien feliz ya se estaba girando para irse a toda prisa cuando la voz de Sasha lo detuvo.
— Eh... Yo también he de mirar ropa. — Sasha frunció los labios. No estaba nada contenta con su deber, ir de compras la aburría casi tanto como a Connie—. Necesito una nueva sudadera así que voy con Jean.
Jean asintió.
— Bueno. Connie, parece que te quedas solo.
El bajito estiró los labios haciendo un mohín.
— Ugh. Bueno... Ahí os quedáis. — Murmuró descontento. Sin Sasha no era tan divertido. —Nos vemos después.
Se despidieron y el grupo de tres se redujo a uno de dos. Connie descendió por las escaleras mecánicas fijándose en sus alrededores. Era jueves y no había demasiada gente en el centro comercial. Aunque quizá era la sensación que le daba a él, puesto que estaba acostumbrado a venir en fines de semana cuando había gente con bolsas de la compra por doquier. Llegó a la última planta, donde estaba situada la tienda de videojuegos cerca de un puesto de chucherías y otra tienda de una compañía telefónica y entró en la de videojuegos. Era pequeña y en ella había más gente de la que le hubiera gustado, de modo que no podía moverse con mucha libertad ni ojear tantos videojuegos como quisiera. Por fortuna, a los diez minutos de estar mirando encontró un juego del que Eren le había hablado bastante bien.
Until Dawn.
Giró la portada para ver las imágenes de la parte trasera y leyó el resumen. No acostumbraba a jugar a juegos de terror pero por alguno debía de empezar, ¿no? Y siendo de segunda mano, el precio era barato. Estaba tirado. Lo tenía que comprar sí o sí, decidió, así que con una sonrisa satisfecha buscó con la mirada la cola para comprobar cuanta gente había por delante de él. Cuatro personas. Antes habían más. No perdió el tiempo y corrió a ocupar el último puesto. Se entretuvo mientras releyendo el resumen de su videojuego y fijándose en los detalles de los dibujos. Los gráficos eran muy buenos, sin duda alguna.
Una vez llegó su turno, alzó la mirada, y cuando el increíblemente sexy trabajador rubio frente a él lo saludó con una amable sonrisa y un ''buenas tardes'', Connie estaba muy seguro de que debería haber respondido algo, pero se quedó sin fuelle.
Y Connie sería un poco desastre, pero juraría una y mil veces que la culpa de la perdida de su voz era solo de aquel chico porque demonios, debía ser ilegal ser tan malditamente guapo.
Tragó saliva y estaba muy seguro de que no era normal que un simple «Buenos días» lo redujera a un manojo de nervios. Quería responder de igual forma pero tenía las palabras atoradas en su garganta y no salían.
La sonrisa del rubio se borró un poco y alzó una ceja interrogante al ver que no se movía. Connie enseguida dejó el videojuego encima del mostrador. El rubio lo miró una ultima vez, cogió el videojuego y lo pasó por la maquina para calcular el precio.
— ¿Until Dawn, eh? Ya me gustaría a mi poder jugarlo. — Connie parpadeó y como un tonto, murmuró:
— ¿Huh?
El más alto sonrió sin observarlo, entretenido con su tarea y abrió la boca para aclarar que había querido decir con eso cuando alguien pasó un brazo por los hombros de Connie y lo hizo sobresaltar y proferir un gritito.
Jean soltó una carcajada.
— ¿Te has asustado, eh? — Su sonrisa era maliciosa. Connie se sonrojó violentamente con la mirada puesta en el rubio. Ese grito que se le había escapado... mierdísima. ¿Podía quedar más en ridículo?
Se estaba haciendo varias preguntas, entre esas, como debía asesinar a Jean de forma dolorosa pero rápida para que nadie pudiera oír sus gritos y pillarlo en mitad del crimen. Ya se le habían ocurrido dos y una demasiado retorcida cuando de pronto, lo más sorprendente ocurrió en forma de dos palabras saliendo de la boca de Jean.
— ¡Hola, Reiner!
Se podría haber caído de culo.
— Hombre, Jean. — Sonrió de vuelta el rubio, no, Reiner. — ¿Tú en una tienda de videojuegos? Mira que es raro. — Comentó, y al parecer eran lo suficientemente cercanos como para que Reiner supiera de los alardes de Jean sobre su ''ya madurez para jugar a videojuegos''. Luego, miró a Connie. — Trece con noventa. — Lo informó y Connie tardó tres segundos de más en darse cuenta de que tenía que pagar. Con rapidez buscó la cartera en su bandolera con manos temblorosas y dio gracias a que los dos chicos volvieron a hablar, porque si se le hubieran quedado mirando en ese momento, se hubiera muerto de vergüenza.
— No estaba del todo seguro de que trabajabas aquí. No sé por qué pero me sonaba que trabajabas en el Game de en frente de la plaza. — Decía Jean.
— Ese es el caso que me haces cuando te cuento las cosas.
— Muy bien, tú déjame mal delante de la gente. — Jean parecía divertido. Connie dejó el dinero encima de la mesa.
— ¡Boo! — Sasha apareció por detrás pasándole las manos por el cuello y empezó a reír como una descosida cuando Connie pegó un nuevo respingo. Esta vez el rubio sexy lo estaba mirando y se sumó a las risas del resto.
Dio gracias a un Dios en el que no creía de que no hubiera nadie más en la cola detrás de él observándolos.
— ¡Sasha, voy a matarte!
— Pobre chaval, ¿lo tenéis como punching bag del grupo? — Quiso saber Reiner con tono bromista.
— Eso parece. — Respondió Connie bajito y ocultó los labios en la bufanda que portaba, esperando que cubriera parte del sonrojo de sus mejillas.
Reiner le estaba sonriendo con una pizca de ternura y sentía su cuerpo como si fuera un flan.
— Es que meterse con Connie es demasiado divertido. — Contestó Sasha y ahora lo abrazó por la cintura. Soltó un suspiro de exasperación.
— Como me meta yo contigo vas a ver.
— Le hacemos un poco de bullying de vez en cuando pero es bullying cariñoso, ¿verdad, pelón? — Ese fue Jean justo antes de darle unas palmaditas en su cabeza rapada.
Connie quería morirse.
Reiner aún lo estaba observando. Connie apartó la mirada del precioso mar de sus ojos avellana con rapidez, porque le daba miedo hundirse en él.
El rubio extendió la mano con el cambio del billete con el que había pagado y Connie con la suya temblorosa rozó sus dedos sin querer al recoger el dinero. Lo guardó en el bolsillo, cogió su videojuego en la bolsa y retrocedió un paso. No creyó que se hubieran dado cuenta; Jean y Reiner seguían hablando.
Por suerte, se sumó un chico más a la cola y tuvieron que separarse para dejarle a Reiner hacer su trabajo. Un grupo de chavales también llegó poco después y fue la señal que necesitaban para irse.
Fue Jean el que habló.
— Bueno, mejor nos vamos yendo que veo que tienes trabajo. Oye, ¿A qué hora acabas?
— A las nueve y media. Aún me quedan unas horitas por delante. — Lo informó Reiner sin perder la amable sonrisa al atender a los demás clientes. Connie podría perderse mil veces en esa sonrisa.
— Vaya... Si salieras antes podrías unirte a nosotros y dar una vuelta por ahí.
— Otro día podríamos. — Para sorpresa de todos, habló Sasha. — Soy Sasha por cierto. — Sonrió.
Jean pareció avergonzado.
— Mierda, que no os he presentado. Esta es Sasha y el pelón Connie.
— Encantada.
— Encantado. — Prácticamente hablaron a la vez Connie y Sasha. A Reiner pareció divertirle y los miró por un breve instante para responder.
— Igualmente. Un placer. Y claro, salgo de lunes a viernes a las nueve y media. No es un horario muy favorable para vosotros porque supongo que tendréis clases, pero si un viernes os pasáis por aquí podría sumarme e invitar a unas copas.
— Serás borrachín. Somos menores de edad, ¿sabes? — Le recordó Jean.
— Habla por ti y Con. — Sasha le sacó la lengua y rieron. Ella les sacaba un año. Connie estaba más callado de lo normal, nervioso.
Un minuto después, se despidieron de nuevo y esta fue la definitiva. El trío salió de la tienda y el más bajito trató exitosamente de no girarse una última vez para mirar a Reiner.
No sabría con certeza si Until Dawn le gustaría, o por qué Reiner le había dicho que él no podía jugarlo, pero en cuanto al interrogante de si era gay o no... ahí parecía tener su respuesta, en forma de un rubio alto y musculoso y una sonrisa de infarto en su nueva tienda favorita de videojuegos de segunda mano.
