Este fic participa en el minireto de febrero para "La Copa de las Casas 2015-2016" del foro La noble y ancestral casa de los Black.
Palabras: 400.
Personaje: Percy Weasley.
Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece a JK Rowling.
Rivalidad fraternal.
Me conocía lo suficientemente bien para saber que no lo admitiría nunca. Sin embargo, sabía perfectamente que, con lo que respectaba a mis sentimientos, no podía engañarlo a él. Tal vez fuera fácil disimular delante de cualquier otra persona, pero no delante de Ron. No, porque ambos compartíamos afición por la misma chica, y lo sabía sin necesidad de preguntar.
—¿Qué estáis haciendo fuera de la cama a estas horas? —pregunté, acercándome a ellos con paso ligero mientras terminaba de amarrarme la bata heredada de mi hermano Charlie.
Mi hermano apartó rápidamente la mano que tenía apoyada en la pierna de Hermione, y yo fingí no haber visto aquello. Entonces, Ron se giró en el mullido sofá, y cuando descubrió que había sido yo el que les había interrumpido la velada, no dudó en dedicarme una mirada asesina cargada de odio.
Hermione se escondió detrás de un libro de pociones al revés.
—A la cama —ordené, haciendo uso del poder que me otorgaba el ser prefecto.
Ella se levantó de un salto.
—Buenas noches —susurró, mientras se dirigía hacia las escaleras que daban al dormitorio de las chicas, con las mejillas tan coloradas como el característico color de cabello de nuestra familia.
—Que descanses, Hermione —respondí, consciente del cambio en el tono de mi voz, mientras la miraba subir las escaleras.
Cuando desapareció de mi vista, me giré para enfrentar a mi hermano.
—¿Todavía sigues aquí? —pregunté, altivo.
—¿A qué estás jugando? —espetó él.
—¿Desde cuándo, tú y yo, jugamos a algo juntos? —apunté, irónico.
—Desde que Hermione es el premio —respondió, pillándome con la guardia baja. Obviamente, se dio cuenta de mi repentina rigidez—. ¿Acaso crees que no me doy cuenta de cómo la miras?
—No sé de qué hablas —dije duramente.
—No te hagas el tonto, Percy, que de eso no tienes un pelo.
—Tienes razón, para eso ya estás tú —tercié, cruzándome de brazos.
—Seré tonto, pero no pienso perder la partida —bramó, apretando los puños a sus costados.
—Es complicado tomar en serio las palabras de un perdedor por excelencia.
—Sólo espero que te mantengas con vida en los próximos años —añadió—, para poder ver la cara que pongas cuando Hermione pase por tu lado para dirigirse al altar, donde, el que la estará esperando, seré yo.
Y dicho aquello, se dirigió a los dormitorios, no sin antes darme un codazo en las costillas.
