Nuestro amor estaba escrito
Capitulo 1
Por Anabel G.
En la cima de una bella colina cubierta de las flores de la primavera, se encontraba una pequeña niña que había subido hábilmente a la cima de un árbol para así ver el momento exacto de la llegada del cartero.
Llevaba días esperando una carta de su querida amiga, Annie. Ella había tenido la suerte de ser adoptada por una familia muy buena hacía unas semanas y desde entonces no había recibido más que una carta, por lo que estaba segura de que no tardaría una nueva, ella le había prometido escribirle a menudo.
A lo lejos pudo divisar la robusta figura del viejo cartero, su corazón se llenó de esperanza y bajo rápidamente del árbol, para correr a su encuentro.
Buen día Sr. Thomas ¿trae carta para mí? – preguntó agitada por la carrera cuando ya llegaba a su encuentro
Si Candy hoy sí traigo una carta para ti- respondió con una sonrisa, quería mucho a esa bella niña de ojos verdes.
¡Hoy sr. Thomas! ¡que feliz soy!, pero démela ya, quiero leerla lo antes posible.
El cartero le dio la carta y ella corrió colina arriba para leerla en ese sitio que tanto le gustaba. Abrió con delicadeza el sobre, quería guardar cada carta que le enviara su amiga, desdobló la carta y comenzó a leer. De pronto sus bellos ojos esmeralda se llenaron de lágrimas, no podía creer lo que estaba leyendo su amiga no le escribiría más porque su madre no quería que se supiera de dónde provenía ¿Por qué? ¿Por qué tenía que perder a la niña que era su hermana? ¿Por qué le pedía eso su madre?. Ella estaba segura que su padre no estaría de acuerdo, era un hombre muy bondadoso que jamás le pediría eso a Annie.
Lloró amargamente sobre el pasto, a sus escasos 6 años estaba pasando una experiencia horrible, la pérdida de la persona más cercana a ella.
A lo lejos escuchó un ruido muy raro que se aproximaba cada vez más, cuando alzó su rostro vio a un jovencito como de 12 años vestido de forma muy graciosa, se frotó los ojos no creyendo lo que veía y una sonrisa curvo sus labios cuando lo pudo ver con claridad.
¿Quién eres? –preguntó extrañada por su ropa
¿Quién crees que soy?
Pareces un astronauta
¿Astronauta?
Eres varón pero usas falda y tienes una pipa con un estómago.
No es una falda es un kilt, vestimenta típica de Escocia y esto es una gaita un instrumento musical- la hizo sonar para mostrarle a la bella niña su sonido. Ella disfrutó la música y no pudo evitar moverse un poco a su ritmo.
Jajaja suenan como caracoles arrastrándose jajaja
Jajaja Caracoles has dicho carac… jajaja. Sabes eres mucho más bonita cuando ríes que cuando lloras
Me estabas observando mientras lloraba ¡oh mi carta! – en ese momento la carta que la niña leía hacía unos momentos salió volando por un ráfaga de aire. Corrió tras ella y cuando volvió - quiero oír de nuevo el sonido de los caracoles ¡OH se ha ido!- exclamó desilusionada, en el pasto vio brillar algo, se agachó y encontró un bello prendedor con una "A" tallada , debía ser de él
Se le ha caído. Parecía un príncipe. Sí el príncipe de la colina - dijo la niña olvidando por completo su tristeza anterior.
Después de ese encuentro cada día subía a la colina con la esperanza de encontrar al príncipe. Ese chico había despertado una gran curiosidad en ella, además era muy guapo. Ni si quiera había vuelto a entristecerse por el alejamiento de su amiga desde que lo había conocido.
Pasaron así los meses, el invierno había llegado. Estaba cayendo muchísima nieve pero ella no quería dejar de subir como todos los días a la colina así que se escapó de la señorita Pony y la Hermana María, las personas que se encargaban de ellos en el hogar.
Llegó a la cima y esperó unos minutos. La desilusión poco a poco fue llenando su cuerpo, otra vez no vendría. Cuando estaba pensando en irse volvió a escuchar ese sonido que le había llamado la atención la otra vez, volteo a ver hacia la dirección de donde provenía.
A lo lejos venía un chico muy apuesto aún a su corta edad. Caminaba seguro, enfundado en su traje de montar y tocaba la gaita. Él había deseado volver a esa colina desde aquel día que había visto a esa pequeña, no sabía por qué pero no podía borrar sus ojos y su sonrisa de su mente, algo que no le pasaba con ninguna niña, es más le disgustaba tenerlas alrededor. A las chicas no les gustaban los animales y él no podía vivir lejos de ellos. Ese día por fin pudo escapar de George, la persona que lo cuidaba, para regresar a la colina. No le importaba el frío o la nieve pero quizá ella no estuviera ahí. Tocó esperanzado la melodía de aquel día en su gaita. A lo lejos pudo ver unos cabellos rubios agitándose por el viento. Era ella.
¡Pero si es él! ¡mi príncipe ha venido! - pensaba emocionada
Por fin podré volver a verla.
Hola – lo saludó la niña cuando estuvieron frente a frente
Él dejó de tocar el instrumento y la saludó también.
Hola, me llamo Albert y ¿tú? – no quería perder la oportunidad de conocer su nombre
Candice White pero me puedes llamar Candy – respondió con esa permanente sonrisa en sus labios y su corazón palpitando a mil.
El chico no sabía qué decir. El tenerla delante le estaba robando las palabras, tomó aire y preguntó
¿Hoy no te reirás de mi?
No, hoy si estás vestido como un chico- rió de buena gana
Así comenzaron una larga conversación. E l tiempo se les pasó volando y cuando miraron a su alrededor se dieron cuenta de que la tormenta de nieve era cada vez más fuerte. El no podría volver así a su casa y ella se percató de eso.
Está cayendo una tormenta muy fuerte ¿por qué no vienes conmigo al hogar en lo que pasa? - dijo señalando la humilde casa – ahí estarás seguro y sin frío.
No quiero dar molestias además se preocuparán por mi.
Así no puedes volver, cada vez es más fuerte – lo tomó de la mano y lo jaló hasta el hogar.
Srita Pony, Hermana María traje a un amigo – anunció gritando al entrar en la casa
Un amigo ¿Quién es Candy?- preguntó la monja acercándose a la puerta.
Él es Albert- lo presentó.
Albert Benett – saludó él con una reverencia a la hermana.
Mucho gusto jovencito.
Lo traje porque hay una tormenta muy fuerte afuera.
Espero que tus padres no se preocupen –deseó la monja.
Yo no tengo padres- explicó- pero seguro George se preocupara por mi aunque se imaginará dónde estoy -Cada día le pedía que lo llevara a ese lugar.
¿Eres huérfano como yo? – exclamó sorprendida la pequeña pecosa.
Sí, lo soy.
Bueno chicos no se queden ahí, pasen a la sala y pónganse cerca de la chimenea, hace mucho frío - sugirió la hermana
Pasaban las horas y no podían salir, la tormenta cada vez arreciaba más aunque a los chicos eso parecía no importarles, estaban muy entretenidos compartiendo sus hazañas y aventuras. Habían descubierto que compartían el gusto por los animales, la naturaleza, trepar árboles, ambos amaban romper las reglas y un sin fín de cosas más. Se sentían muy bien hablando el uno con el otro.
El jovencito tuvo que pasar la noche ahí porque la tormenta no cesaba.
A la mañana siguiente un coche muy elegante se estacionó frente al hogar.
¡oh, pero que coche tan caro!- exclamó uno de los niños sorprendido.
No se peguen así en la ventana niños- los reprendió la srita Pony.
El hombre que conducía el auto con gesto preocupado tocó a la puerta.
Hola buenos días no quería molestar, pero necesito saber si no han visto a un chico como de 12 años, rubio y de ojos azules.
¿Es usted su padre?- Preguntó la srita Pony.
No, soy su tutor. Él es huérfano – aclaró el hombre de cabello negro y bigote.
Pase por favor – lo invitó- está aquí. La tormenta lo sorprendió y no pudo volver así que se quedó con nosotras, iré a buscarlo.
Instantes después el niño entraba en la sala.
Pero Srito. ¿por qué se escapó? – lo reprendió el hombre.
Tú sabías que yo quería venir a la colina y como ni tú ni la tía me dejaban … me escapé.
Srito será mejor que nos vayamos, su tía está desesperada y muy angustiada.
De acuerdo George, pero antes … ¿podría despedirme de alguien?
Sí Srito. esperaré afuera.
Se dirigióo a la cocina. Ahí estaba Candy colocando los platos que había lavado.
Candy ya me voy – dijo un poco triste
¿Tan pronto?
Sí, ya han venido por mi.
¿Volveré a verte?- preguntó esperanzada, le gustaba mucho la compañía de ese jovencito.
No lo creo mañana parto a Londres, me mandan a estudiar allí por un tiempo. Pero podemos escribirnos ¿te gustaría?
Claro que sí – aseguró ella
Bueno yo ya se dónde vives y que te llamas Candice White, te escribiré yo primero y así tu sabrás mi dirección para contestarme – no sabía por qué pero le gustaba mucho su compañía y sabría que escribiéndole no se sentiría tan solo.
Esperaré tu carta - en un arrebato propio de las niñas soñadoras le dio un beso en la mejilla que los ruborizó a ambos.
Hasta pronto. - Dijo el chico nervioso por las sensaciones que habían despertado ese beso
Hasta pronto -lo vio salir del hogar y luego entrar en el coche. Mientras se alejaba sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero ¿por qué se ponía así? Si lo conocía de poco tiempo…
CONTINUARA….
