Disclaimer: Los personajes de Final Fantasy pertenecen a Squaresoft. No escribo con ánimos de lucro sino por pura diversión.

Nota del autor: Después de leer varios fics de FFVIII, me han entrado ganas de escribir algo con unos personajes a los que se les ha sacado poco partido (mataría por una película del estilo de Advent Children). Este va a ser un fic corto, de tres capítulos como mucho, si los personajes no se desmelenan y deciden actuar por su cuenta, como tienen tendencia a hacer cuando empiezas a escribir sobre ellos. He tratado de respetar el canon lo más posible, pero vosotros juzgaréis. Espero que os guste. Lo coloco en la categoría T por alusiones a asuntos que no son para niños, pero en general es un fic "light".

Capítulo 1

Irvine se dejó caer en la silla junto a Selphie y dio un largo sorbo a su taza de café sin contener una mueca de disgusto. El café del Jardín no era precisamente famoso por exquisito. Quistis le miró con sus penetrantes ojos azules y esbozó una sonrisa.

-¿Mala noche?

-Mal despertar -respondió Irvine, calándose su sombrero. -La noche fue... bueno -el joven se detuvo un instante. -En realidad, no recuerdo muy bien como fue la noche.

Quistis bebió su propio café, dejando que las palabras de Irvine se suspendieran en el aire. Ni siquiera Selphie se encontraba en condiciones de llevar el peso de una conversación. Más bien al contrario, la cabeza del seed más hiperactivo de Balamb estaba apoyada en su mano izquierda y sólo el hecho de que su codo se resbalaba de vez en cuando impedía que se durmiera en plena cafetería.

De todas formas, la sala estaba casi desierta.

La mayoría de los Seed y cadetes del Jardín dormían aún o esperaban turno en la puerta de la enfermería. Malestar, apatía, dolor de cabeza, nauseas, hipersensibilidad a la luz y al ruido... casi todos los miembros de la institución compartían los mismos síntomas aquella mañana.

En términos coloquiales, el Jardín en pleno sufría una tremenda resaca, consecuencia de la fiesta de la victoria de la noche anterior, en la que los vencedores habían celebrado que el mundo estaba libre de brujas.

Técnicamente, quedaba Rinoa, pero ninguna persona en el mundo la hubiera catalogado como una amenaza. En ese momento, la joven dormía abrazada a su caballero, levemente acariciada por la luz de la mañana, y ninguno de los dos se levantaría hasta el mediodía.

Quistis había sido la primera en despertarse, en un estado no mucho mejor que el del resto de sus compañeros. Se había aplicado una Cura para tratar de aliviar la resaca y comprobó, sin éxito, que ni siquiera la magia podía solucionar las consecuencias de una noche de alcohol por la vía rápida. Todo su cuerpo protestaba a gritos, reclamando unas horas más de sueño, pero Quistis no estaba dispuesta a admitir semejante debilidad y, a primera hora, había arrastrado a Selphie (con quien compartía habitación dada la precariedad de las instalaciones del Jardín después de la Guerra) a la cafetería. Cuando Irvine hizo acto de presencia, la rubia iba por su cuarto café y la castaña por el quinto sueño.

El joven estaba sirviéndose otra taza del mejunje marrón que se hacía pasar por café cuando otro de sus compañeros entró en el recinto.

-Buenos días, Zell.

El interpelado tenía los ojos entreabiertas y legañosos, la ropa mal colocada y las zapatillas puestas. Todo él aparentaba lo que realmente era: un hombre recién levantado de la cama. Pero su característico cabello en punta seguía misteriosamente derecho, sin un sólo mechón fuera de su sitio.

A la cabeza de Irvine llegaron ciertos flashes de la noche anterior. Sonrió abiertamente y su mirada se tornó gatuna. Se acercó a su amigo, que estaba pidiendo media docena de perritos calientes y un vaso de zumo, y su estómago se revolvió de asco.

-¿Qué tal anoche? ¿dónde acabaste?-preguntó.

Zell le miró con el desconcierto pintado en la cara.

-¿Anoche? Compartimos dormitorio, Irvine, y me tiraste una almohada cuando llegué.

-Claro que sí, tropezaste con todos y cada uno de los muebles del cuarto antes de llegar a la cama.

La llegada de la cocinera con el pedido cortó la conversación. Mientras Zell suplicaba un poco más de ketchup y mayonesa, Irvine se dirigió a la mesa, sobre la cual Selphie se había dormido con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados. Quistis bostezaba discretamente cuando captó la sonrisa traviesa del joven.

Irvine captó la mirada azul de la ex-instructora y su ceja derecha levantada, interrogante. Torció un poco su sonrisa y le guiñó un ojo, mientras Zell se acercaba y se sentaba junto a la rubia.

-¿Sabes, Quistis, que Zell no llegó al dormitorio hasta las cinco de la mañana? -preguntó Irvine.

Los ojos de la chica chispearon, divertidos. No había que ser adivino para comprender las intenciones de Irvine.

-Ajá -se limitó a decir, si es que tal interjección podía tomarse por una palabra.

Zell dio un enorme mordisco al segundo de los perritos (el primero lo había engullido de camino hacia la mesa) y trató de hacerse el desinteresado, aunque su rostro se ruborizó un poco.

-A esa hora ya hacía mucho que la fiesta se había terminado para todos los demás -continuó Irvine

-¿Ah, sí? -preguntó Quistis, con expresión inocente.

El rubio continuó sin darse por aludido, aunque el color de su rostro se tornó un poco más rojizo. Mentalmente, achacó el temblor de sus manos al coger el vaso de zumo a la resaca.

-Y yo me pregunto... -continuó el de la coleta -¿qué estaría haciendo nuestro pequeño luchador durante todo ese rato?

Quistis se mordió las mejillas, tratando de contener la risa aante la cara de Zell, completamente colorada. El Seed se atragantó y comenzó a toser ruidosamente. Selphie levantó la cabeza.

-No estaba durmiendo -murmuró antes de volver a cerrar los ojos.

Quistis dio unos golpecitos en la espalda a Zell. Envalentonado, Irvine continuó.

-A lo mejor nuestro pequeño Zell se ha hecho mayor. O quizá -añadió, -es que su cama es muy incómoda y prefirió dormir parte de la noche en otro lado.

Fue la gota que colmó el vaso.

-¡No he dormido con ella! -gritó Zell.

La sonrisa de Irvine se estiró tanto que amenazaba con salirse de su cara.

-Eso ha sido un error, Zell.

El joven le miró, entre furioso y desconcertado.

-¿Qué?

Irvine empezó a reirse a carcajadas, hasta que su cabeza y sus músculos protestaron por el movimiento. Gimió levemente y, después de suspirar, dio un enorme trago a su café mientras Selphie gruñía, molesta por el ruido.

-Irvine no ha dicho nada de ninguna "ella" -explicó Quistis, en un tono que oscilaba entre la burla y el magisterio.

Zell abrió la boca pero no dijo nada. Se quedó boqueando como un pez fuera del agua. Irvine dejó escapar una risita y su amigo bufó.

En su duermevela, Selphie por fin se decidió a hablar.

-Vamos, Zell, todos sabemos lo de la chica de la biblioteca.

- - - - - - -

Media hora después, Zell se paseaba nervioso por el patio, incapaz de quedarse quieto. Las palabras de sus amigos durante el desayuno le habían quitado el apetito y había sido incapaz de terminarse el sexto perrito.

Recordaba vagamente, como si fuera un sueño, lo que había pasado en la fiesta. Se había terminado una bandeja entera de su comida favorita, acompañada de cuatro o cinco copas. Después se había sentido lleno de confianza y especialmente hablador, pero era incapaz de recordar de qué había hablado exactamente con su acompañante.

Habían pasado casi toda la noche juntos, con ocasionales interrupciones de Selphie, Irvine e incluso Cid. Habían charlado, reído, bailado y, en un momento y de una manera que Zell no era capaz de determinar, habían acabado besándose detrás de una columna hasta perder la noción del tiempo.

El seed dio unos golpes de boxeo al aire para liberar la tensión. ¿Qué debía hacer ahora? Esa pregunta le había rondado la cabeza desde que se despertó, pero no tenía una respuesta clara. ¿Qué esperaba ella ahora?

Con el rabillo del ojo captó una figura alta y confiada que caminaba hacia él. Trató de aparentar que estaba enfadado, pero en realidad estaba deseando hablar con el recién llegado.

-Irvine -musitó, con su mejor tono de "me debes una disculpa"

-Zell -respondió el aludido, que colocó su mano derecha a modo de pantalla para evitar la luz solar. -¿No estarás enfadado, verdad?

Zell resopló. Irvine, Quistis, Squall, Selphie, Rinoa y él no habían pasado por todo lo que habían pasado sin llegar a conocerse muy bien. Su amistad tenía unas bases resistentes, más allá de que hubieran sido casi como hermanos en una infancia que él no era capaz de recordar. Y por eso, porque se conocían perfectamente, el vaquero sabía que Zell era incapaz de enfadarse con nadie durante más de cinco minutos. Iba con su carácter sincero y explosivo.

-¿Por qué tenías que burlarte de mí? -se lamentó.

-Era una broma, Zell. Sabes que me alegro por ti -contestó Irvine dandole una palmada en la espalda.

Zell no contestó ni se volvió a hacia su amigo, pero Irvine notó como sus hombros se destensaban y supo que el rubio no estaba enfadado con él.

-Y, ¿qué tal? -preguntó suavemente.

-Bien.. creo -respondió él -en realidad no me acuerdo de mucho.

Se volvió hacia Irvine y clavó sus ojos en él con una mirada tan seria que Irvine se preocupó.

-Hay un problema, uno muy gordo -dijo el rubio.

-¿Cuál?

-No me acuerdo de su nombre.