Título: El sabor de su voz
Rating: T
Sinopsis: Tetsuro nunca se había enamorado. Al menos no hasta que se encontró deseando conocer al chico de cabello plateado cuya voz tenía un placentero sabor.
Personajes/Parejas: Kuroo Tetsuro/Sugawara Koshi, Kageyama Tobio/Hinata Shoyo. Mención y aparición de varios personajes.
Disclaimer: Haikyuu! y sus personajes no me pertenecen y, por ende, lo único que gano con esto es entretenerme a mí y a cualquier lector que le guste esta crack!pair.
Advertencias: Out of Character (OoC), errores gramaticales, cambio de estilo, narración en presente y tercera persona, múltiples puntos de vista. UA universitario. Referencias a juegos de vídeo. Relación KageHina establecida.
Comentarios: Tal vez haya un poco de confusión en este primer capítulo, sin embargo, se aclarará un poco sobre la condición de Kuroo en el siguiente. Debo decir que lo que él experimenta —en esta historia— no es algo por lo que yo pase pero es algo que ha llamado mi atención durante el último año y, después de investigar algunas cosas, decidí escribir esto.
Capítulo 1
Revelación de color plateado con un dulce sabor
...
«Cuando alguien te importa, comienzas a notarle de manera frecuente.»
— Tan Jiu, Their Story
Comienza en una tarde de otoño, al ver a su compañero de dormitorio con otra persona. Deduce que es un amigo del cual el otro ha hablado en muy escasas ocasiones. Tetsuro espera a la distancia a que Sawamura —un chico de cabello negro y ojos cálidos pero severos— termine su conversación y, cuando finalmente se despide, es cuando obtiene una vista del otro muchacho.
Plateado. Un color plateado que los rayos del sol se encargan de iluminar de una forma que Tetsuro jamás ha visto.
Lo ve desaparecer hasta que Sawamura llega a su lado y se retiran. En el camino a su dormitorio, sabe que el pelinegro está diciendo algo por el sabor a avellana que se presenta en su boca pero, por esta vez, prefiere no pensar en cuáles son las palabras de Sawamura o en el sabor, sino en el color plateado que ha visto momentos antes y que ahora desea plasmar en un lienzo.
La segunda vez que le ve, el muchacho está solo en la parada de autobús contraria a la suya. Se pregunta a dónde irá pero el pensamiento se retira de su mente de forma casi inmediata cuando ve que el autobús que está esperando llega. Se sube en él y termina por sentarse en uno de los asientos junto a la ventana de forma que pueda ver al chico con el color plateado mientras el autobús avanza hacia su destino.
A partir de ese momento comienza a verle frecuentemente. Algunas veces está solo en la parada del autobús, otras está en compañía de, Tetsuro supone, un amigo o un kohai. No se ha dado cuenta de que cada vez que atraviesa el campus universitario, su mirada café deambula para encontrarse con la silueta que tanto ha llegado a ansiar, con el mismo color que inútilmente ha intentado grabar en cada una de las hojas de sus cuadernos de dibujo.
Es en una de esas ocasiones, cuando el chico de plateado está con un kohai, que decide acercarse lo suficiente, con el pretexto de sólo querer verle un poco para saber qué tonalidades va a utilizar en su dibujo. Pero cuando le ve sonreír tranquilamente, cerrar sus párpados y encoger ligeramente sus hombros, continúa sin mirar hacia atrás, encaminándose hacia su dormitorio… no sin antes haber notado el lunar que el chico no tan desconocido posee debajo de su ojo derecho y el sonrojo que se había instalado en sus propias mejillas y en la punta de sus orejas.
Durante todo el camino Tetsuro no deja de preguntarse cuál es el sabor de ese muchacho y ruega para que sea uno bueno.
Sabe que algo va mal —tal vez bien— cuando al fin se da cuenta de que sus ojos cafés comienzan a buscar entre la multitud universitaria a aquella figura ya conocida, al cabello plateado que le ha gustado, al lunar bajo la iris avellana izquierda que se ha imaginado acariciando con la yema de sus propios dedos. Y es por ello que ahora se encuentra en una de las bancas del parque con el que cuenta su universidad, preguntándose cómo deberá abordar el tema con la persona que se encuentra a su lado, jugando en su consola portátil.
Decide ser directo, como siempre.
—Oye, Kenma.
Kenma siempre ha estado ahí para escucharle y sabe que, esta vez, también lo hará, no importando lo que tenga que decirle. El muchacho con mechones rubios sigue jugando, pero inclina ligeramente la cabeza como una clara señal de que está escuchando. Tetsuro continúa.
—Creo… —el nerviosismo se filtra ligeramente en el tono de su voz— creo que me gusta un chico.
La reacción es inmediata. Los sonidos provenientes de la consola se interrumpen y la cabeza rubia se torna en dirección a la suya. Ojos color ámbar le miran atentos y Tetsuro espera a que su amigo diga algo.
—¿Perdón?
Si debe ser honesto, es la respuesta que espera. Suelta un suspiro cansino mientras se recuerda que sus palabras no eran lo que el rubio se imaginaba… probablemente. No, era lo más seguro. Sin embargo, cada vez que Kenma habla, Tetsuro se siente como si fuera un niño nuevamente, sonriendo en su habitación mientras come helado de vainilla en una tarde soleada.
—Creo que me gusta un chico —dice más convencido esta vez, concentrándose un poco en el sabor del helado de vainilla que no ha abandonado su boca.
Nota que Kenma ahora tiene puesta su entera atención en él, el brillo en sus pupilas delata su curiosidad.
—¿Quién es? —pregunta en una voz tan queda y tranquila que se hubiese perdido entre las voces de los compañeros a su alrededor si Tetsuro no hubiese estado demasiado acostumbrado a él.
—No tengo idea —responde honestamente.
El rubio toma nuevamente su consola y deshace la pausa, continúa jugando como si no se hubiese detenido en primer lugar. Decide analizar al enemigo que tiene en la pantalla y así encontrar alguna debilidad; no hay dato alguno.
—¿No le has preguntado su nombre? —cuestiona y, al mismo tiempo, escoge el comando de fuego. No funciona del todo.
Tetsuro ve pasar a otros estudiantes mientras ríen, conversan, gritan, se divierten. La mezcla de sabores en su boca es tan extraña que decide concentrarse en el sabor a helado de vainilla que ha estado presente en muchos momentos de su vida desde que era un niño.
—No —su mirada no se encuentra con la ambarina de Kenma—, creo que no podría hacerlo. Mis emociones se alteran demasiado—añade con un suspiro.
—Ya están alteradas —añade tranquilamente mientras frunce el ceño al ver en la pantalla la habitación azul que tanto había querido evitar.
—No tengo ese tipo, lo sabes —replica—. Además, es amigo de Sawamura.
—Pensé que habías dicho que no tenías idea de quién era.
Tetsuro al fin voltea a ver a Kenma y nota que este aún está con el ceño fruncido, una vez más fallando en su estrategia de ataque. Eso era extraño. Aún más que su confesión y toda la conversación que han tenido recién. Echa un vistazo al enemigo que se muestra en la pantalla y decide ayudar un poco.
—¿Ya probaste con el de viento? ¿El que debilita un poco a todos los enemigos?
—¿Magaru? —Kenma busca en la lista de ataques disponibles y encuentra el mencionado. Realiza unos cambios y ataca. Sonríe ligeramente cuando observa que en la pantalla han puesto Critical y encima de cada uno de los enemigos ahora hay un Down escrito.
No hablan pero no hay silencio, los sonidos del juego de vídeo y las voces de sus compañeros en el campus se encargan de alejarle.
—Deberías intentar hablarle —continúa el rubio, abordando una vez más el tema principal—. Sólo hazlo de una forma en la que no parezcas un acosador.
Tetsuro aparta la cabeza de la consola de Kenma y frunce un poco el ceño. El menor suspira.
—Le estabas buscando con la mirada mientras pretendías ver el juego.
Kenma sigue avanzando por los pasillos del extraño laberinto mientras la música cambia; Tetsuro cubre su rostro con una mano, escondiendo el ligero sonrojo que se ha impuesto en sus mejillas al haber sido descubierto.
Un día, exactamente dos semanas después de su conversación con Kenma, cuando el sol de invierno ilumina aquel cabello plateado de forma diferente, cuando parece que el amigo de Sawamura está ayudando a un kohai, cuando el chico de ojos cafés ríe abiertamente, es cuando Tetsuro averigua el sabor que tiene su voz.
Dulce. Es lo primero que piensa antes de, nuevamente, seguir su rumbo sin mirar atrás.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro.
