Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. La historia a continuación es de mi autoría realizada para fines de entretenimiento y no de lucro.
Aviso: Habrán algunas escenas con contenido sexual explícito, pero NO vulgar, así como también algunas palabras altisonantes en momentos requeridos durante la trama, pero NO serán frecuentes, si entiendes que esto es un inconveniente para ti, tienes la libertad de abandonar la lectura cuando gustes.
Inocente
Por: Wendy Grandchester
Capítulo 1
A sus veinticinco años, Terrence Grandchester lo tenía todo, los mejores padres, la mejor educación, titulado Summa Cum Laude en administración de empresas y contabilidad con su maestría completada. Gozaba de una vida social envidiable y además, tenía una hermosa prometida, Susana Marlowe, ¿se podía pedir más?
Ahí radicaba el detalle. Su padre, Richard Grandchester y su socio, William Andrew lo querían como presidente de la empresa Back to Life, compañía que diseñaba y fabricaba prótesis y equipos ortopédicos que fue fundada al terminar la Segunda Guerra Mundial por el abuelo de Terrence, de quien heredó el nombre y el amigo de su abuelo cuyo nombre también ha marcado generaciones. Sus gloriosos inventos le habían devuelto la vida a miles de discapacitados ofreciéndole la esperanza de una vida casi normal.
—Yo debería ser el presidente, tengo más experiencia y en los últimos dos años los números han aumentado considerablemente, como nunca en la historia de esta compañía gracias a mi campaña publicitaria y...
—Y tus arriesgadas inversiones.— Completó Terry sentado en el último extremo de la mesa de juntas de la directiva, ganándose la mirada asesina de su rival, Albert Andrew.
—¿Y a caso te afectó el porciento de esa arriesgada inversión que se depositó en tu bolsa?
—Lo que afecta es que sigas jugando al monopolio con el patrimonio de todos nosotros.— Terry golpeó la mesa, la paciencia no era una virtud que lo caracterizara.
—Bien. Esto no es un debate, si ya terminaron, me gustaría que todos hagan sus votaciones por el nuevo presidente. Piensen bien su elección, luego no habrá marcha atrás.
Los miembros de la directiva eran William A. Andrew II, actual presidente, Richard Grandchester, vice-presidente, Eliza Leagan, publicista, Neil Andrew, administrador y hermano de Albert, Stear y Archie Cornwell, ingenieros y Anthony Andrew, el hermano menor de Albert, a quien le importaba un comino todo.
—Los votos se dieron en un total de cuatro a tres a favor de Terrence, felicidades.— Lo felicitó William Andrew de todo corazón, aunque le dolía reconocerlo, confiaba más en el juicio de Terry que en el de su propio hijo.
—Votaste por él... yo juego contra un enemigo y un traidor...— Le dijo Albert a su padre con reclamo.
—Ahí está el problema, Willy, tú juegas y esto no es un juego.
Todos se retiraron, pero Albert se quedó frustrado, le propinó un puñetazo a la mesa que le hizo más daño a él.
...
—¿Por qué estamos brindando?— La sensual Susana Marlowe alzaba su copa de champagne mientras miraba a su prometido con abierta curiosidad.
—Por el éxito, preciosa. Por nuestro futuro...— La fue conduciendo a la cama.
—¿Y eso de bebe a...?— Lo instó.
—Soy el nuevo presidente de la empresa.
—¿Es... es en serio?— Se sorprendió y emocionó la rubia de ojos azules, alta, esbelta y sofisticada.
—Claro que es en serio, sabes que yo no juego jamás.
El castaño, alto y endemoniadamente guapo, con una extrema seguridad en sí mismo, demasiada incluso para su edad relativamente corta, devoró los labios de su novia con pasión.
—Me casaría contigo esta misma noche...— le decía enamorado y ahogado en pasión, sus ojos azules como el mar profundo estaban nublados de deseo.
—¡Ahh! Cariño, ten cuidado... recién me las hice...— Se frotó uno de los senos de silicona.
—Lo siento.— Se disculpó mientras la seguía embistiendo hasta que el celular de ella comenzó a sonar, ella lo apartó sin importarle que no hubieran terminado.
—Susana, ¿qué es tan importante que no pueda esperar?— Reclamó molesto y frustrado.
—Eh...
—¿Quién es?— Como ella no contestaba, le quitó el celular.
—Terry, por favor...
—¿Albert? ¿Desde cuándo recibes llamadas suyas?— Estaba prendido en ira... y en celos.
—Cielo... Albert y yo sólo somos amigos... nada más...— Estaba nerviosa.
—¿Sólo amigos?
—¿Por quién me tomas, Sussy?— La sujetó fuerte por la nuca, sus ojos estaban en llamas.
—¡Somos amigos! Lo conocí mucho antes que a ti y lo sabes...
—Sabes muy bien que él me odia, es mi rival... ¿por qué quieres ser amiga de mis enemigos?
—Yo no tengo nada que ver con sus negocios, mi amistad con él está muy lejos de toda su maldita guerra de poder.— Él la liberó de su agarre.
—Albert no da nada sin esperar algo a cambio, Susana, no te dejes engañar...
—Siempre tienes esa persecusión absurda contra todo el que te rodea, ¿qué beneficio podría obtener Albert de mí?
—¿De verdad quieres que te lo diga?
Pasó de la rabia a la melosidad, besando su cuello, acariciando su cuerpo, seduciéndola con su aliento cálido.
—Albert siempre ha querido lo que es mío...
—Yo no soy de tu propiedad...
—No, pero eres mía... y eso es suficiente para que él quiera tenerte...— Se volvió a adentrar en ella, excitado otra vez.
El celular de Susana volvió a sonar y Terry lo manoteó hasta que cayó al suelo muy lejos.
...
—Veo que arrazaste con todo, princesa.
—Tenía que renovar mi guardarropa, todo era infantil.
—Jummm... mientras no andes por ahí semidesnuda y con un tornillo atravesándote el ombligo, todo está bien...
—Papá, no es un tornillo, se llama piercing y todas mis amigas tienen uno...
—A mí no me interesan tus amigas, Candy, me interesas tú, tus valores, tu educación...
—Pero eso no tiene nada que ver con...
La chica de trece años, rubia, preciosa, de ojazos verdes, figura graciosa y pequeña estaba molesta.
—Cariño, tal vez tengas razón, pero debes entender a tu viejo padre, no pertenezco a estos tiempos, tal vez... cuando seas mayor y puedas hacer lo que quieras...
—Neil y Anthony tenían piercing a mi edad... fumaban y toda la cosa y tú no les decías nada...
—Candy... eso es diferente...
—¿Por qué? ¿Porque ellos son hombres?
—No, cielo...
—Tú y Albert son dos anticuados...
—Ponte en mi lugar. Eres mi única hija, mi tesoro, este viejo sólo quiere lo mejor para ti...
—Buenas noches... ¿pasa algo?— Llegó Albert y notó la tensión en el ambiente.
—Buenas noches, Willy.— Saludó William a su hijo mayor, Candy no tenía intención de hacerlo.
—Buenas noches, Candy, ¿a caso amanecimos juntos tú y yo?— El rubio le besó la mejilla a su hermanita.
—Buenas noches, William.
—¿William?— Preguntó Albert levantando una ceja.
—Insiste con eso del perkin...
—¡Piercing!— Lo corrigió Candy desesperada y más que molesta.
—Bueno... papá, ya está todo arreglado, Candy comenzará sus clases en Septiembre de este año en el San Pablo...
—¿El San Pablo? ¿De qué hablan?
—Tu nuevo colegio.— Respondió su padre.
—¿Nuevo colegio? Yo no quiero irme a ningún nuevo colegio...
—Candy, eso hace años que había estado decidido, toda nuestra generación ha asistido a ese colegio...
—Ni siquiera me han preguntado si quiero... ¡Nunca me toman en cuenta!
—Candice...— Su padre la retó.
—No se trata de lo que quieras, Candy, es una tradición de familia...
—Pues odio a esta familia y sus rancias tradiciones...
—¡Candice! Ya ha sido suficiente. Partes a Londres en dos semanas y no se habla más del asunto.
—¡Te odio! ¡Los odio a los dos!— Les gritó con llanto a su padre y a su hermano, luego se encerró en su cuarto con un portazo.
Recogió el marco de la fotografía de su fallecida madre que se había caído de su buró tras el impacto de la puerta.
—¿Cómo pudiste casarte con mi papá? Es tan amargado, tan... viejo y tan... ¡Grrr!— Tiró la fotografía y se lanzó a su cama, se cubrió la cara con la almohada y comenzó a llorar desconsoladamente.
...
—Neil.
—¿Sí?
—Quiero un informe con todas las transacciones de los últimos seis meses.
—¿Todas? Pero Terrence, eso...
—¿Hay algún problema por el cual no puedas cumplir con tu trabajo?
—Claro que no... sólo que demoraré...
—Tomáte el tiempo que necesites, pero hoy, quiero ese informe sobre mi escritorio.
—Como tú digas...
—Gracias, puedes retirarte.— Terry ni siquiera quitó la vista de su computadora, donde revisaba otros asuntos referentes a la empresa.
Se fijó en la hora, eran las doce y media, almorzaría con Susana. Apagó la computadora, aseguró su oficina y salió.
—¿Qué es lo que pretende ese imbécil?
—No lo sé, Albert... pero esto no me está gustando nada...— Neil siempre había sido el más cobarde cuando las cosas se complicaban.
—No es más que un engreído, un niñato de papá con aires de sabelotodo...
—Al, si le damos esos informes... no tardará nada en comprobar que la mitad de esos pacientes no existen... que muchos de ellos ya han fallecido y hemos seguido cobrando servicios a sus aseguradoras...
—Tranquilo, Neil, ya algo se nos ocurrirá...
...
—Estás preciosa...— En el estacionamiento, Terry tomaba las manos de Susana y se las besaba, mirándola fascinado.
—Estoy hambrienta, Terry...
—Claro, vámonos...
Se la llevó a un restaurante argentino de New York City, tratándola siempre como a una reina.
—¿Qué van a desear los señores?
Tras consultar la carta varias veces, Susana se decidió, ordenaron primero un vino y compartían miradas.
—No veo la hora en que seas mi espo... ¿dónde está tu anillo?— Soltó al fijarse bien en su mano, con la que sostenía la copa.
—Yo... siempre me lo quito para bañarme... por el apuro debí olvidarlo...— Terry la miró con ojos inquisitivos, la mandíbula apretada y ese gesto fiero tan suyo.
—No quiero que se te vuelva a olvidar.
—No, claro que no...
Seis meses después
—¿Terrence Grandchester?
—¿Sí?— Terry miró con extrañeza a los agentes de policía que invadían su oficina repentinamente.
—Queda arrestado por fraude y evasión de impuestos...
—¿Qué?— Juró haber escuchado mal.
—Tiene derecho a guardar silencio...
—¡Esperen! ¿ Qué pasa aquí? Yo...
—Todo lo que diga podrá ser usado en su contre ante...
—¡Yo no hice nada!
Ante la mirada atónita de todos los empleados, se lo llevaron esposado. Permanecía bajo custodia en la cárcel federal, esperando por un juicio. Su padre fue a verlo.
—Terry...
—Papá... ¡yo soy inocente! No tengo nada que ver con...
—Lo sé. Voy a sacarte de aquí así sea lo último que haga...— Juró Richard.
—¿Cómo está mamá?
—Tu madre... cuando se enteró se puso muy mal...— Terry respiró profundo.
—¡Fueron esos malditos Andrew! Siempre dije que había algo turbio... ¡nunca me quisieron escuchar!
—Terry... el problema es que... todas esas transacciones fueron firmadas y aprobadas por ti...
—¿Qué opción tuve? Todos me dieron la espalda ante mis sospechas, no tenía pruebas suficiente... esos desgraciados jugaron muy bien sus cartas...— Expresó con rabia.
—Todo saldrá bien. Robert Hathaway es el mejor abogado...
Un mes después llegó la fecha del juicio, en ese tiempo relativamente corto, Terry había quedado destruído moralmente. La prensa lo había hecho añicos, sobretodo los aportes de los comentarios de Albert y Neil ante la situación que había puesto su integridad por el suelo.
—Encontramos al acusado culpable...
—¡No! ¡Yo soy inocente! ¡Están cometiendo una injusticia!
—Se le condena a cinco años de prisión...
El corazón de Richard Grandchester no pudo soportar el cruel destino de su hijo, se detuvo en ese mismo momento, falleciendo en los brazos de su esposa de toda la vida.
—¡Noooo! ¡Papá!— Terry elevó un grito desgarrador. Trató de safarse de los dos policías que lo sujetaban, lo único que quería era correr hacia su padre y su madre.
...
Dos semanas después Susana, su esposa, lo visitaba en la cárcel. Ella seguía igual de hermosa y frívola, no parecía que sufriera por la desgracia ocurrida a su esposo, mucho más delgado, ojeroso y deprimido.
—Sussy...— La abrazó fuerte, la besó y se aferró a ella, pero no pudo sentir su calor.
—Terry... ¿cómo estás?— No se le ocurrió algo más inteligente.
—Comienzo a creer que los muertos pueden caminar...— Contestó y por primera vez a ella se le hizo un nudo en la garganta.
—Lamento mucho todo esto...
—¿Cómo estás tú?— La guió a que se sentara en el área de visitas.
—Estoy bien...
—¿Cómo está el bebé? ¿Te estás cuidando bien?— Le preguntó con una sonrisa esperanzada y dolorosa.
Esa misma mañana de su arresto, tras a penas tres meses de casado se había enterado que sería padre.
—Terry... yo...
—¿Qué pasa?— Se desesperó, no le gustaba que se andaran con rodeos.
—Ya no hay bebé...— Le soltó.
—¿Cómo que no hay? Pero si tú...
—Comprenderás que yo no podría tener un hijo tuyo... en estas condiciones...
—¿Qué hiciste con mi hijo, Susana?— Le tomó el brazo con fuerza y le reclamaba con un dolor insoportable.
—Lo siento, Terry... yo no estaba preparada para tener un hijo en estas circunstancias...— ella ensayaba lágrimas de cocodrilo.
—¿Qué te impedía criar al niño? ¿A caso eres tú la que está presa?— Se alteró y la sujetó más fuerte.
—Terry, me estás haciendo daño...
—Mataste a mi hijo...— Pronunció cada palabra pausadas entre llanto y rabia, mirándola con rencor.
—Terry...
—Dime una cosa, Susana, ¿para qué viniste? ¿Por qué no te fuiste al diablo y me dejaste a mi suerte como hicieron todos?
—Terry, yo... vine a pedirte que... firmes los papeles del divorcio...
—Jajajaja. Claro...
Cinco años después
—Ahora todos ustedes acaban de culminar una etapa en sus vidas, se abrirán paso hacia el futuro y encontrarán su camino, les deseamos éxito y bendiciones y... ¡Feliz graduación!
—¡Sí!
—¡Wujuuu!
Candy, de diecisiete años, más hermosa que nunca disfrutaba de ese día tan especial en su vida. Le costó adaptarse e hizo lo imposible por impedir ese viaje a Londres, pero al final pudo acoplarse y... enamorarse.
—Mis padres me reservaron una habitación en el hotel... ¿me acompañarás?— Le preguntó Henry, su novio mientras bailaban.
—Pues... no lo sé, no creo que mi hermano me de permiso...
—Dile que te quedarás con Annie y Patty...
—Pero es que ellas...
—Siempre tienes un pero, Candy... ¿cuánto más debo esperarte?
—Está bien.— Le sonrió y dejó que él la envolviera con un beso.
—Henry...— Respiraba a penas, el chico le besaba el cuello y sólo con eso ella sentía que se le doblaban las piernas.
—No tengas miedo. No te haré daño...— Le bajaba el cierre a su vestido.
—No, no es eso...
—Déjamelo a mí, sé lo que hago...
—Henry... lo que quiero saber es si tú... si tienes cómo no quedarme embarazada...
—¿Embarazada en tu primera vez? Jajajaja. ¡Candy por Dios!
Patty y Annie, aburridas, habían decidido seguir recorriendo el hotel, ahí se estaban hospedando todos, incluyendo Albert, quien tras la muerte de su padre hace un año había pasado a ser el tutor legal de Candy.
—Hola, chicas. ¿Y Candy?— Preguntó al encontrárselas Albert.
—Hola, Albert...— Annie se puso nerviosa.
—Candy... ella... ella...— Patty no sabía ni qué decir.
—¿Dónde está?— Exigió el rubio de ojos celestes, tan fríos y temibles como su corazón.
—Se sentía mal y...
—¡No me mientan!
Muerta de nervios, Candy aún conservaba su ropa interior, Henry la cubría de besos y le tocaba todo el cuerpo, ella estaba más asustada que excitada.
—Henry... ¿me... me va a doler?
—Nada más un poquito... cálmate, ¿sí?
—¿Se puede saber qué haces, imbécil?— Albert había entrado en la habitación y le había arrancado al chico de encima a Candy como si no fuera más que una marioneta.
—¡Albert! ¿Qué haces aquí?— Candy se cubría con la sábana.
—¿Qué hago aquí? Más bien empieza por explicarme qué diablos haces tú aquí, eh, ¡mentirosa!
—Señor... no hicimos nada... no le llegué a hacer nada...— comenzó a explicar el chico asustado.
—Eso es lo único que te salva de que no te mate ahora mismo...
—¡Albert, basta! ¡Deja de meterte en mi vida!
—¡Tú cállate y vístete! Nos vamos a Nueva York mañana mismo.
...
Hombre libre. El mundo, el aire libre parecían un regalo para él después de todo. Lo recibió su madre, llorando de alegría.
—¡Terry! Al fin estás en casa, ¡por fin!— No paraba de besarlo y abrazarlo.
Su madre había envejecido demasiado, no alcanzaba a imaginar todo lo que había llorado. Recordó el funeral de su padre, al que por fortuna le dieron el permiso de asistir. Su madre llorando, devastada... y él no pudo quedarse con ella, consolarla.
—Le diré a Dorothy que te sirva, supongo que tienes hambre, ¿verdad?
—Mamá, Dorothy no trabaja aquí desde hace más de diez años...
—¡Oh! Verdad es...
El sufrimiento había trastornado un poco a su pobre madre. Una razón más por las que destruiría a los Andrew, no descansaría hasta lograrlo...
Continuará...
¡Hola!
Bienvenidas a otra de mis locuras, espero que les guste.
Wendy
