Tres semanas habían pasado desde la invasión de Voldemort y los mortífagos a Hogwarts, tres semanas de mucha tristeza por los seres amados, perdidos; pero a la vez de una inmensa alegría por la ilusión del futuro, que ahora, sin ningún impedimento se veía muy prometedor para todos, pero especialmente para un chico de ojos verdes y cabello indomable. Harry Potter, el niño que vivió, se había enfrentado una vez más al Señor Tenebroso, saliendo victorioso. El muchacho se había convertido en una leyenda y un símbolo de esperanza para el mundo mágico.

Aunque la pérdida de Dumbledore había afectado a todos, especialmente a Harry, la familia Weasley y algunos miembros de la Orden del Fénix organizaron un viaje de vacaciones a las islas griegas para disfrutar el final del verano.

—Esto es increíble —dijo Hermione contenta a Ron y Harry mientras caminaban en un vecindario brujo de Atenas llamado Orfeos. Hermione estaba realmente impresionada con el lugar; las edificaciones y los caminos que a pesar de ser antiguos se conservaban perfectamente haciéndoles creer que habían retrocedido en el tiempo hasta la Grecia de los dioses olímpicos y las batallas épicas.

—Sí, nos merecemos este viaje— corroboró Ron mirando a la castaña de reojo mientras ella caminaba admirando todo lo que veía a su paso.

Era una hermosa y soleada tarde de Agosto, pero las sombras que proyectaban las viejas construcciones y enormes árboles, disminuían el paso de la luz dándole a las estrechas callejuelas de piedra de Orfeos un toque de romanticismo y tranquilidad. La gente de Atenas era realmente amable y hospitalaria, a cada paso alguien les sonreía con gentileza o les saludaba aún sin conocerlos.

—Mmm… Nunca creí que diría esto, pero la historia de Grecia es fascinante —comentó Harry distraídamente mirando a un grupo de hermosas griegas que le sonreían mientras charlaban animadamente, sentadas bajo un árbol.

—Me sorprende, pero me hubiera sorprendido aún más si eso me lo hubiera dicho Ron —comentó Hermione riendo mientras se abría paso entre unos cuantos niños que jugaban fútbol en mitad de la calle. Harry no pudo contener una carcajada ante el comentario de su mejor amiga. Repentinamente sintió un fuerte impacto en la nuca, uno de los pequeños lo había golpeado con la pelota de fútbol, dejándole un gran dolor.

—Pues eso te pasa por burlarte de mí— le dijo Ron mientras le daba una palmada en el hombro con una sonrisa en los labios—. Hasta ellas se burlan de ti —añadió el pelirrojo señalando con la cabeza al grupo de chicas que Harry había visto hace un momento a la sombra de aquel árbol.

Harry se sonrojó y horrorizado se pasó la mano por el cabello, despeinándolo más de lo usual.

Hermione puso los ojos en blanco y siguió caminando; Ron se apresuró a seguirla; Harry los observó exasperado, suspiró resignado y corrió para alcanzarlos.

—Creo que deberíamos visitar la Acrópolis —propuso la castaña con los ojos brillantes de emoción justo cuando Harry llegaba junto a Ron.

Los dos muchachos intercambiaron miradas. Harry no pudo evitar sonreír recordando la semana previa al viaje, todos estaban muy ocupados. En la Madriguera, el alboroto general reinaba y el caos era evidente. La señora Weasley se había puesto insoportable con los preparativos para el viaje. Dos días antes, estaba al borde de un ataque de nervios ya que Fred y George habían pasado la semana entera, haciéndoles bromas a todos y habían olvidado completamente la reservación del hotel. Para suerte de los gemelos, Bill había pensado en eso y anticipándose a lo que ocurriría, había llamado al hotel. Harry, por su parte, estaba bastante feliz de poder marcharse, pues con los acontecimientos de las últimas semanas; reporteros, liderados por la insoportable Rita Skeeter, lo perseguían a todas partes atormentándolo con estúpidas preguntas. Aunque nada se podía comparar con la emoción de Hermione, quien no había parado de hablar de la comunidad mágica griega desde que Tonks anunció el viaje; de manera que Harry y Ron trataron de evitarla en lo posible pues cada vez que se encontraban, ella empezaba a darles un aburrido discurso de todo lo que la sociedad griega había hecho a lo largo de la historia.

A pesar de que Harry estaba aún un poco afectado por la muerte del anciano director de Hogwarts, se había prometido esa mañana, que trataría de disfrutar del viaje, después de todo, la vida continuaba y él sin lugar a dudas, también debía hacerlo. De repente, sintió una inmensa paz que lo llenaba y tranquilizaba. Harry sonrió para sí mismo y Hermione que pareció notarlo le preguntó hábilmente.

— ¿Estás contento, Harry?

— ¿Y cómo no estarlo? —contestó el muchacho. — Es decir, todo esto es genial, no tenemos que preocuparnos más por Voldemort. Además podremos regresar a Hogwarts y…—Harry les sonrió a Ron y Hermione —… estoy con las personas que más quiero en Grecia.

—Harry, qué tierno —dijo Hermione abrazándolo repentinamente.

—Sí Harry, qué tierno —dijo Ron mordazmente fulminando con la mirada a su amiga. Hermione soltó rápidamente al muchacho avergonzada.

Harry rió para sus adentros. Ron no podía ser más obvio y ridículo. Tener celos de él ya era mucho, pero si ese era un motivo para que al fin el pelirrojo confesara su amor hacia Hermione, no desaprovecharía aquella excelente oportunidad así que decidido dijo:

— ¿Por qué no me abrazas, Hermy? —mientras tomaba a la castaña por la cintura. Ron casi se cayó de la impresión. Miró enojadísimo a su mejor amigo y comenzó a caminar dando zancadas, dejándoles atrás.

—Harry, ¿por qué hiciste eso? —inquirió Hermione quien aún seguía abrazada de Harry.

Harry miró a su amiga y le sonrió sin contestarle; la soltó y le susurró al oído:

—Ve con él y pregúntale por qué reacciona así. —le dio un empujoncito a la muchacha y le dijo en voz alta—. Nos vemos en el hotel.

Hermione caminó torpemente tratando de alcanzar al pelirrojo que estaba bastante alejado.

Harry dio media vuelta y caminó de regreso por la misma calle, sin saber a dónde ir. La verdad era que no quería volver al hotel, pues la ciudad ofrecía diferentes y hermosos sitios dignos de ser visitados, pero tampoco le apetecía caminar solo por Atenas. Sin darse cuenta pasó junto a las muchachas que había estado observando hace un momento, mientras seguía planteándose qué hacer.

—Ojalá tuviera alguien que me acompañe —pensó Harry en voz alta.

— ¿Y entonces por qué no le pides a alguien que lo haga? —preguntó una dulce voz tras él. Harry se giró ligeramente y se quedó perplejo al ver a quién le había hablado. Una joven le sonreía tímidamente, no era sorprendentemente hermosa, pero tenía unos rosados labios que dibujaban una sonrisa encantadora en su rostro, unos grandes ojos verdes, un cabello negro que caía graciosamente sobre su pecho formando unas suaves ondas y un rubor natural en sus mejillas. No era muy alta, ni muy delgada, pero el ceñido vestido lila que llevaba la hacía lucir perfecta y sus sandalias con un delgado cordón cruzado hasta las rodillas disimulaban bien su estatura.

—¿Alguna sugerencia? —inquirió Harry sonriéndole con galantería.

La muchacha le sonrió y miró a sus amigas que seguían sentadas bajo el árbol y la contemplaban expectantes.

—Mmm… pues no lo sé… quizá yo… pueda…

—Acompáñame…. —soltó Harry no tan convencido —… si quieres, obviamente—aclaró.

—Pero antes —abordó la muchacha extendiéndole la mano—, mucho gusto soy Daphne.

—Harry —contestó el joven tomándole la mano suavemente—, Harry Potter.

—¡Wow! —dejó escapar Daphne—. ¿Harry Potter?

—Sí, el mismo —dijo Harry un poco asustado por la reacción de Daphne.

—Eres famoso en todo el mundo mágico, El Elegido de Inglaterra —se excusó ella tímidamente cayendo en cuanta de su impertinencia.

Harry la miró, se había sonrojado, pero aún así se veía bastante bonita.

—Bueno, entonces ¿a dónde llevarás al Elegido? —le dijo Harry con una enorme sonrisa.

—mmm… Daphne… —dijo una voz tras ellos.

Los dos muchachos giraron. Una de las amigas de Daphne se había acercado. Era una rubia bastante guapa de ojos azules y sonrisa desvergonzada; llevaba un corto vestido blanco que mostraba claramente su esbelto cuerpo y a pesar de que calzaba unos zapatos bajos, indudablemente era bastante alta.

—¿Qué pasa? —inquirió Daphne con un dejo de exasperación.

—Daf… ¿qué son esos modales? —empezó la rubia haciendo un ademán de impaciencia— ¿no me vas a presentar a tu amigo?

La morena puso los ojos en blanco y con una mueca dijo.

—Claro. Harry ella es Pandora —le dijo al chico, no tan contenta, señalando con la mano a su amiga…

—Pero mis amigos me dicen Pam—interrumpió nuevamente la importuna amiga de Daphne.

Harry le sonrió amablemente.

—Mucho gusto. Harry Potter— le dijo él extendiéndole la mano.

Pandora tomó su mano y atrevidamente se acercó y le plantó un beso en la mejilla. Harry se sonrojó y miró a Daphne quien observaba a su amiga con odio.

—¿Y el pelirrojo? —preguntó de repente Pandora a ninguno de los dos en especial.

—Se fue —dijo Harry confundido.

—¿Con la castaña? —preguntó nuevamente la rubia, preocupada.

—Sí

—¿Son novios? —inquirió Pandora una vez más. Harry abrió la boca para responderle pero Daphne lo interrumpió, completamente enojada y casi gritando le dijo a su amiga.

—Cálmate, no tienes porque hablarle así a Harry.

Harry sonrió divertido con la reacción de Pandora, que se había sonrojado de una manera que le recordó a su mejor amigo cuando se avergonzaba.

—Lo siento, de seguro te parecí una tonta —se disculpó la muchacha cayendo en cuenta de su horrenda actitud.

—Normalmente Pam es una muchacha muy agradable —corroboró Daphne dirigiéndole una dura mirada a su amiga.

—Bueno, disculpas aceptadas —dijo Harry sonriente —. ¿Puedo saber por qué tanto interés por Ron?

Las dos griegas rieron mirándose una a la otra con complicidad.

—Bueno, la verdad es que a Pam...

—¿Cómo dices que se llama? —adujo Pandora muy interesada.

—Ron… Ronald Weasley.

—Bueno… como te decía a mi amiga le gustó Ron —dijo Daphne con una sonrisa de satisfacción. La rubia miró sorprendida a su amiga que la miraba con cara de "te lo mereces" mientras Harry las miraba atónito.

—Sí, es verdad —empezó la rubia con una mirada vengativa—. A mí me gustó tu amigo como a Daphne le gustaste tú.

Harry se sintió completamente incómodo, Daphne había borrado la sonrisa de su rostro y ahora miraba desafiante a Pandora, mientras ella sonreía radiante.

—¿Qué hay de nuestro paseo? —le preguntó Harry a Daphne para aligerar la tensión del momento y pensando en que tal vez esas vacaciones iban a ser bastante interesantes.

Los dos muchachos se despidieron de la rubia, pero quedaron de acuerdo para encontrarse en una cafetería más tarde. Daphne y Harry se dirigieron por un pequeño callejón con árboles en las aceras. Harry no podía creer todo lo que había pasado esa tarde pero decidió que aquel no era el momento para meditarlo, sino para disfrutarlo. Daphne lo llevó a varios sitios importantes de aquel vecindario mientras reían y hablaban de ellos mismos. A medida que Harry conocía más de la vida en Orfeos, la tarde iba dando paso a la noche y una amistad empezaba a surgir entre las risas y miradas de dos jóvenes muy diferentes y parecidos al mismo tiempo.