Noche 1: El principio del fin
Pueblo a las afueras de Alemania, siglo XIX
El coche frenó justo en las puertas del pueblo sin llegar a entrar en él. Trisha Gottlieb bajó junto con su padre y su madre llevando su maleta en la mano. Miró hacia el pueblo que se iba a convertir en su nuevo hogar y arrugó las cejas. No le gustaba nada. Era el típico pueblo de obreros con calles apenas pavimentadas y niños harapientos jugando por las calles. Al fondo podía verse una gran fábrica que rodeaba gran parte de la ciudad, emitiendo vapores no muy beneficiosos para la salud. Un poco alejadas de la ciudad Trisha pudo distinguir las casas de la gente adinerada. Se mordió el labio. Detestaba ese pueblo porque era exactamente igual que la ciudad donde había estado. Pero tendría que acostumbrarse. Su padre por fin había encontrado trabajo en la fábrica e incluso ella misma iba a empezar a trabajar allí. Siguió a sus padres hasta que llegaron a su nueva casa. Se trataba más bien de una casa grande cuya propietaria alquilaba los pisos a los trabajadores. Trisha dejó las maletas en la habitación que tenía y decidió salir a conocer el pueblo. Se puso una goma en el pelo para recoger su pelo rubio ondulado para que así no le tapase sus ojos azules. No le fue difícil llegar a la plaza central dónde vio a un grupo de chicas sentadas en una fuente. Las tres chicas giraron la cabeza y sonrieron al verle. Trisha trató de devolverles el saludo cuando una de ellas señaló su vestido y se rio por lo bajo. Sus compañeras le siguieron y Trisha vio avergonzada el parche que tenía su vestido. Dando media vuelta se dispuso a marcharse incluso aunque en el fondo sabía que aquellas chicas no estaban en una situación diferente a la suya. Fue entonces cuando notó un brazo agarrándose al suyo
- ¡Vaya así que aquí estabas! – dijo una voz a su lado – Trisha Gottlieb. Me envían de la fábrica para hacerte un tour de bienvenida
Trisha se giró sorprendida para ver unos profundos ojos castaños mirándola fijamente. Se trataba de una chica de pelo negro como la noche cortado sobre los hombros, pero con dos extraños mechos más largos a cada lado de la cara. Vestía con unos pantalones marrones y una camisa de hombre blanca.
- Mi nombre es Wanda Nacht – le tendió una mano sonriendo levemente – ¿Eso es un parche lo que llevas en tu vestido?
- Sí – Trisha se sonrojó - ¿Tienes algún problema con ello? – dijo un tanto amenazante
- Una chica con agallas, me gusta – soltó una potente carcajada – Y no, no me molesta lo más mínimo. De hecho, yo también llevo varios – señaló sus pantalones y Trisha notó que también tenía varios parches pero ocultos con hilo del mismo color – Hoy en día la ropa es demasiado cara como para comprarla solo porque se te rompa un poco.
La chicas que antes se había reído de ella empezaron a murmurar por lo bajo pero cuando se dieron cuenta de que las miraba, sonrieron de oreja a oreja y la saludaron como si nada. Trisha se giró hacia Wanda y descubrió que esta se iba andando por una calle. Wanda se detuvo y se giró extrañada al ver que Trisha no la seguía. Movió la mano exageradamente para indicarle que la siguiera. Sin saber muy bien que hacer, Trisha decidió ir tras ella. Anduvieron silenciosamente hasta llegar a las puertas de la fábrica, donde un señor anciano les abrió las puertas.
- Buenos días Wanda, esta debe ser la nueva trabajadora, su padre también está en la otra nave – comentó – Por cierto, me encantó la función del festival, espero que te superes en el del año que viene
- Acaso no lo hago todos los años – gruñó Wanda pasando por la puerta – Soy la encargada de organizar el festival de Walpurgis – le comentó una vez que hubieron pasado la puerta con un tono aburrido - Cada mañana me dice exactamente lo mismo. Maldita sea el festival fue hace casi ocho meses.
Trisha no supo muy bien como contestar, aparte aquella chica la tenía un poco confundida. Ella misma había notado en la plaza como todos se habían girado para mirar a Wanda pero sin atreverse a entablar contacto visual con ella. A pesar de haberle ayudado con aquellas chicas, Trisha no terminaba de fiarse de Wanda. Llegaron hasta una habitación con varias máquinas textiles. Wanda le fue explicando sus turnos y demás mientras paseaban por la habitación con un tono monótono. No parecía que nada de eso le importase a Wanda. En realidad, no parecía que nada le importase. La campana de la fábrica sonó y varias chicas y mujeres empezaron a entrar en la sala. Trisha se sentó en un sitio cuando un hombre apareció apresurado
- ¡Señorita Nacht! – Wanda maldijo por lo bajo cuando apareció el hombre – La caldera ha vuelto a romperse, tienes que arreglarla
- Maldita sea como demonios se ha vuelto a romper si la arregle ayer – hizo una mueca y comenzó a alejarse en una dirección
Trisha decidió ignorar aquello y comenzó a trabajar en la máquina. Lo cierto es que tenía mucha suerte de trabajar en aquella fábrica. El dueño al menos no era un hombre cruel que les obligaba a trabajar horas y horas. Trisha trabajó toda la mañana duramente para cumplir las expectativas de su primer trabajo. Su familia siempre había tenido problemas económicos pero ella estaba segura de que con su trabajo y el de su padre conseguiría salir adelante. Apenas se dio cuenta del pitido que marcaba el descanso de la comida. Oyó una tos detrás de ella y se giró para ver a las tres chicas de la plaza
- Hola tú debes ser la chica nueva, Trisha si mal no recuerdo – una chica pelirroja de ojos azules con un peinado cardado se adelantó ofreciéndole la mano – Me llamo Viveka, y estás son Bluma y Dama – señaló a una chica con un extraño pelo azul y a otra de pelo castaño claro.
- Sentimos mucho habernos reído de tu vestido en la plaza – comenzó a decir Dama muy educada
- Sí, es que nos pensamos que quien venía era otra señorita de la ciudad – rio Bluma – Nunca pensamos que serías una chica normal
- ¿Quieres comer con nosotras? – Trisha estaba a punto de decirle a Viveka que no tenía comida cuando vio un paquete debajo de su silla – Eso lo ha traído la señorita Wanda, es tan amable
- Ya empieza – Bluma puso los ojos en blanco
- Has tenido tanta suerte de que sea ella quien te haya enseñado la fábrica – sonrió Viveka – La señorita Wanda es mi ejemplo a seguir, es totalmente independiente y es el pilar de este pueblo. No solo se encarga de organizar el festival sino que también es la mecánica de toda la fábrica ¿Te lo imaginas? Ella sola está para arreglar todo lo que se rompe en la fábrica.
- Sí pero ya sabes lo que dicen también sobre ella – dijo Dama – Se dice que fue Wanda quien prendió fuego al edificio oeste cuando aquella banda de mafiosos estaba dentro
- También dicen que se dedica a robar en las casas por la noche
- Eso son solo rumores – dijo Viveka
No pudieron hablar mucho más ya que el pitido sonó de nuevo y tuvieron que volver al trabajo. Ya era media tarde cuando el turno termino y Trisha estaba agotada. Viveka y las demás se marcharon proponiéndole ir con ellas la próxima vez. Movida por su infinita curiosidad, Trisha decidió echar un vistazo a la fábrica. Anduvo por varios pasillos que daban a más talleres hasta que observó una puerta al fondo. Tenía grabado un engranaje negro con un cartel que ponía "Vete a la porra". Extrañada, apoyó la mano en la puerta y esta se abrió con un chirrido. La puerta daba a una pequeña habitación llena de engranajes y alambres por todos lados. Sentada en una mesa leyendo un libro mientras arreglaba un reloj estaba Wanda. La chica ni siquiera se giró hacia Trisha, sino que cogió una pequeña bolsa y se la tiró
- Sujeta eso – le dijo mientras pasaba la hoja del libro – Enseguida termino
Dio un par de ajustes más y comprobó que el reloj funcionaba dándole cuerda. Las manecillas empezaron a moverse y Wanda sonrió guardando el libro en su bolsillo. Sin decir una palabra, pasó junto a Trisha e hizo un gesto para que la siguiera. Trisha trató de protestar pero se calló al pensar en los rumores que había oído sobre Wanda. Cuando ambas empezaron a alejarse de la fábrica, Trisha empezó a tener miedo. Llegaron hasta la mansión más grande que Trisha había visto en su vida. De un blanco impoluto y con enormes jardines. Wanda rodeó la mansión hasta llegar hasta la parte posterior y comenzó a trepar la valla. Cuando saltó al otro lado Trisha estuvo segura de que Wanda tramaba algo ilegal. Quizás fuese a robar a aquella casa o algo incluso peor. Antes de darse cuenta, Wanda agarró la bolsa que llevaba y tiró para colarla por los barrotes. Sin decir ni una palabra, empezó a encaminarse por el jardín hacia la casa. Aterrorizada, Trisha escaló también la valla para detener a Wanda. La chica en ese momento tocaba la ventana como si fuese una puerta. Trisha llego a su lado justo en el momento en el que la ventana se abría
- ¡Wanda! – una chica pálida de pelo negro como Wanda y ojos azules apareció tras la ventana - ¡Cuantas veces tengo que decirte que entres por la puerta!
- Eso sería muy aburrido Bianca – sonrió Wanda entrando en la habitación
- ¿Y quién es esta chica? – se extrañó Bianca
- Soy Trisha, acabo de llegar nueva la ciudad
- Me ha seguido porque pensaba que iba hacer algo ilegal – rio Wanda
Trisha se sonrojó pero Bianca tan solo rio amablemente y ayudó a Trisha a entrar en la habitación. Esta era muy amplia con una gran cama en el centro rodeada de varias decoraciones y, algo que a Trisha le pareció muy curioso, instrumentos de metal.
- Te ruego que disculpes a Wanda – Bianca se tumbó en la cama con apariencia cansada – Me llamo Bianca Engel, es un placer conocerte
- ¿Engel?... ¡Eres la hija del propietario de la fábrica! – se dio cuenta Trisha
- Toma Bianca – Wanda se sentó en la cama y le tendió la bolsa a la chica
Esta la abrió para sacar unas pequeñas mariposas de metal y al darle cuerda movían las alas. La cara de Bianca se iluminó de felicidad
- Muchas gracias Wanda, no tenías por qué hacerlas tan rápido – Bianca se giró hacia Trisha – Wanda suele hacer estas criaturitas siguiendo mis planos – La chica iba añadir algo más pero comenzó a toser violentamente
- ¡Bianca! – Wanda corrió hacia la mesilla para coger una botella con líquido y se la acercó a su amiga, pero esta la rechazo – Si no tomas la medicina no te pondrás mejor
- No podría ponerme mejor de todas formas – sonrió débilmente entrecerrando los ojos
- Será mejor que nos vayamos, estás muy cansada – Bianca no tenía fuerzas para llevarle la contraria y las despidió con la mano
Trisha y Wanda salieron de la casa por la valla de nuevo. Wanda entonces comenzó a caminar en silencio con la mirada baja. Llegaron entonces a una especie de estación de tren abandonada y Wanda se sentó en el andén
- Está enferma – respondió Wanda a la pregunta no formulada de Trisha – Su padre ya ha traído a mil médicos, pero ninguno sabe curarla. Dicen que no le queda mucho – Trisha notó entonces que Wanda estaba llorando – No sé ni siquiera porque te cuento esto. Supongo que porque eres la chica nueva, todavía no me tienes miedo. – Wanda suspiró – Será mejor que vuelvas a casa, va a hacerse tarde
- ¿Y tú?
- No te preocupes por mí, no hay nadie esperándome
- Wanda – Trisha empezó a marcharse pero se volvió – Sé que acabo de llegar nueva y no nos conocemos bien pero… si algún día necesitas algo, dímelo
- Gracias Trisha – la chica se marchó dejando a Wanda sola – Pero no hay nada que tú puedas hacer. Ni siquiera yo puedo hacer nada – lanzó una piedra a los raíles - ¡Maldita sea! Bianca es la única persona que me queda y no puedo hacer nada para salvarla. Hemos estado juntas desde pequeñas, es como mi propia hermana, y lo único que puedo hacer es construir esas estúpidas criaturas metálicas
- ¿De verdad deseas salvarla? – dijo una voz a su espalda
- Por supuesto
- En este caso, haz un contrato conmigo – Wanda se quedó extraña y se giró para ver una extraña criatura blanca – Soy Kyubey, haz un contrato conmigo y conviértete en una puella magi
