El encanto de la empatía y telepatía.
¿Cómo inició ese destello mágico que enlazó la vida de una pequeña bruja con la de dos vampiros?
Cómo con el paso del tiempo y aquellos vampiros deseaban con fervor que aquella niña se hiciera mujer, y deleitarse, incluso enorgullecerse con los logros de la vida de la niña.
¿Qué era lo que aquella niña los hizo competir por su atención sin ella saberlo?
¿Estarían dispuestos en enfrentarse para ganar el amor, y afecto de aquella niña?
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Hermione era chiquilla de 9 años cuando conoció a un joven rubio de unos 18 años o más. Aquella tarde era un día nublado en la temporada del verano. La primera vez que se vieron hubo esa chispa y el dichoso amor a primera vista.
El por ser un monstro se alejó de aquella chiquilla que le regalo una sonrisa al verlo. A pesar que se encontraron en la estación de Londres, él se alejó cuando un tumulto de personas pasó por donde estaba la niña agarrada de la mano de su madre. Sonrió al sentir la emoción de aquella chiquilla.
Hermione ese día no dejó de sonreír porque había visto a un chico muy hermoso y le dio una sonrisa cálida que la hizo sentir que no era fea como lo habían dicho sus compañeros de salón. Sentía curiosidad porque el chico se veía frustrado y sufriendo, aun así le regaló una sonrisa.
El chico se desapareció en un instante a pesar que lo buscó con la mirada no lo encontró. Se había enamorado por primera vez era como esas novelas que había leído alguna vez. No entendía que significaba "sentir felicidad al verlo" ahora se sentía feliz al recordar aquella sonrisa.
Su madre la llevó hacia la línea de la costa este; iban a Cambridge. En el tren sentada en su lugar correspondiente ella vio a un chico de piel pálida como aquel rubio que había visto hace una hora. Él también tenía los ojos dorados pero no el color del oro era un color que no podía describirlo. El chico la vio por unos instantes después se tapó la nariz como si ella oliera asqueroso. Hermione se sonrojó y bajó la mirada en su libro; de nuevo se sentía humillada. Los niños a veces le hacían eso se burlaban de sus dientes, también de su cabello y para rematar hacia ese gesto que estaba haciendo el chico de pelo cobrizo. Le hacían una mueca de asco. No pudo evitar que las lágrimas se acumularan en sus ojos para después ponerse a sollozar y abrazar a su madre que le preguntaba porque lloraba. La sonrisa se le había borrado.
El chico de pelo cobrizo no quería provocar aquella reacción. Aquella niña venia feliz con una autoconfianza elevada por una sonrisa que le dio un chico, pero ahora ella se refugiaba en los brazos de su madre. Se sintió culpable y al leer los pensamientos de aquella niña lo hicieron sentir el peor monstro de la historia, hacer de llorar a una niña no se sentía bien. Sacó un libro de su bolsa y esperó a que la niña se quedara dormida, y la madre se distrajera.
Anotó unas palabras que decían:
Lo siento, no fue mi intención hacerte llorar. Eres una niña hermosa. Acepta este humilde regalo por compensación de mi comportamiento. Discúlpame
Dejó el libro en la bolsa de la niña y se alejó del lugar ya que no soportaba el olor que desprendía aquella niña. Su sangre le cantaba y quería saciarse de aquel suculento manjar.
