¡Hola! Bueno, principalmente esta historia es Eruri completamente, aunque se hará mención de otras posibles parejas, incluyendo a las oc's que mencionaré. Evan Smith y Keith Smith son personajes completamente creados por mi partner y yo.
Este fanfic principalmente está basado en los roles que mantengo con mi partner, así que todas las posibles cosas que vivirán Erwin y Levi, es gracias a lo que mi Levi y yo roleamos. Por ende, esto va dedicado un 100% a mi partner.
¡Larga vida al Eruri!
— ¡Erwin! Carajo… —.
El grito proveniente de la garganta del pelinegro atravesó el silencio del castillo en esa tarde silenciosa, alertando a las personas que se encontraban en el lugar.
Dentro de la gran habitación donde dormían Erwin y Levi, éste último se encontraba doblado de dolor entre las mantas, mientras intentaba regularizar su respiración. Sabía que esto sería así, el médico se lo había dicho, e incluso los síntomas de los meses anteriores se lo demostraban paulatinamente.
A sus ocho meses y medio y una enorme pancita adornando su delgado cuerpo, Levi supo que ya era hora. El estremecimiento que recorría su cuerpo no era solo por el dolor que experimentaba, sino la emoción y los nervios lo azotaban por completo, haciéndole temer.
¿Nacería bien? ¿Por qué carajos dolía tanto? ¿Dónde estaba el condenado Erwin en esos momentos, en los que él más lo necesitaba? Iban a ser padres y el rubio brillaba por su ausencia.
Que lo jodieran, lo necesitaba de inmediato.
—Puto Erwin, ven pronto… ¡Joder! Tranquilo, mocosito, patearemos el trasero de tu padre si no entra por la puta puerta en este mismo instante —.
El bebé en el vientre de Levi tenía nombre, pero su mami cariñosamente lo llamaba por apelativos que denotaban con mayor claridad su pequeñez. Quizás por el hecho de que para alguien menudo como el sargento, sentirse casi enorme lo era todo.
Y dolía. Dolía tanto que le estaba costando su orgullo no ponerse a gritar como una chica primeriza, aunque las diferencias fueran claras. Partiendo del punto que las mujeres sí tenían por donde dar a luz a los engendros. No como él, que se vería obligado a sufrir una cesárea.
Fue en el momento en el que el instinto criminal de Levi estaba en su máximo apogeo, que el rubio comandante entró a la habitación seguido de un doctor y un par de enfermeras.
Desde que su esposo cumplió los siete meses y medio que por precaución había llevado al castillo a vivir a un séquito privado de médicos que monitoreaban constantemente al menor dentro de lo que podían, pues la mayoría de las veces eran insultados y sacados de la habitación de la motita negra de odios que había desposado algún tiempo atrás.
Si no supiera que el chico Ackerman estaba por dar a luz, hubiera pensado que estaba dentro de la habitación de la chica del exorcista. O así le habría puesto a una película con tal ambiente pesado, sofocante y peligroso. El rubio conocía de sobra el carácter del pelinegro, pero eso no impidió que incluso él sintiera algo de miedo.
Si Levi solía estar de malas pulgas, un Levi adolorido era mucho peor. Y si a eso le sumaban el hecho de que estaba embarazado, cosa que aún mantenía su masculino orgullo herido, los resultados eran poco alentadores.
—Evan Ackerman Smith. Así se llamará porque tardaste mucho, imbécil… Bien que no tardaste en embarazarme, pero ahora que tu hijo nacerá, ¡Tardas mucho! Infeliz y desgraciado Erwin —. Y de seguro el pelinegro hubiera continuado con sus quejas si no fuera que se dejó caer de espaldas en la cama mientras el médico y las enfermeras lo acomodaban, sumamente afectado.
Con paso inseguro y los ojos azules bañados en preocupación, Erwin se adelantó hasta la cama para poder sujetar una de las pequeñas manos de su esposo, apretándola con suavidad y sumo cariño. No tenía mucho por hacer más que procurar que el menor encontrara calma mientas los doctores preparaban todo para el alumbramiento.
—Te amo, Levi. Nunca pensé que estaríamos en una situación así, pero me agrada… Veré con mis propios ojos como el soldado más fuerte de la humanidad se convierte en mami —. La sonrisa galante propiedad de Smith no tardó en aparecer, sabiendo que aquello era cavar su propia tumba. Aunque todo lo proveniente del menor le gustaba. Doliera o no.
El fino ceño fruncido casi en su totalidad le hizo saber que estaba en lo cierto. A penas Levi estuviera bien, lo haría pagar por esa falta de respeto. —Hijo de tu puta mad… —.
Los doctores vieron con algo de incomodidad el beso entre ambos esposos, pese a que no era nada que ellos desconocieran. Además solo habían sido contratados para atender a Levi Ackerman, no para juzgar sus gustos y su vida privada. Bien por ellos, ya que al parecer se amaban más de lo que cualquier persona externa en la legión o dentro de los muros pudiera ver.
Los labios del rubio sobre la boca del pelinegro lograron de alguna forma relajar al futuro madre e incluso estimularlo. Siempre había sido sumamente sensible en cuanto a las demostraciones de amor y pasión que tenía con su esposo, así que esta no era la excepción.
Un gemidito ahogado entre ambas bocas lujuriosas inundó la estancia, aunque aquello no hizo más que alentar en Levi las contracciones.
—Señor Smith debe abandonar la habitación… Usted no puede permanecer aquí mientras ayudamos a su esposo. Por favor, salga —.
Apenas los ojos azules se abrieron, enfrentó la asustada y transparente mirada que le dedicaba su Levi, en un silencioso ruego que no podía acatar. Por el bien de la higiene y los procedimientos médicos, dio un par de besos más al menor antes de retirarse del lugar, con un nudo enorme en su estómago.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero cada sonido proveniente de la habitación alteraba sus nervios.
No podía ni siquiera compararlo a la adrenalina que sentía cuando salían a una misión de exploración. Esto era distinto. Era abrumador, preocupante y tremendamente estresante para el comandante.
Lo preocupaba su esposo, el bebé, las habilidades bien recomendadas de los médicos y todo en general. Era esposo, amante y futuro padre, simplemente calmarse era algo que no podía hacer en ese preciso instante.
Y a pesar de saber lo fuerte que era el pelinegro, no podía evitar que su mente se llenara de miedos casi infundados.
— ¡¿C-Cómo que no respira?! ¡Es mi hijo! Malditos ineptos… Ayúdenlo o los mataré de la forma más dolorosa que puedan imaginar…—.
La voz rota y cansada de Levi le heló la sangre por completo, avivando los miedos que apenas podía contener. La desagradable sensación de vértigo lo inundó por completo.
No tardó en abrir la puerta y entrar al lugar, viendo cómo mientras una enfermera cargaba lo que era un pequeñísimo bebé en brazos, el doctor atendía la cesárea, tal vez para finalizar todo.
Elevó la mirada y notó los ojos aguados del menor, el cual era sujetado por dos chicas que apenas podían con él, aun cuando estaba bajo los efectos de la anestesia.
A grandes zancadas estuvo al lado de la enfermera que tenía al bebé en brazos, su primogénito. Su cabello era rubio como el propio, aunque no podía decir que sus ojitos fueran también como los de él. Con cuidado y sin siquiera preguntar cargó al delicado bebito, acunándolo en sus fuertes brazos.
—Lo lamento… No pudimos hacerlo respirar, señor Smith… Hicimos lo que pudimos, pero nada resultó —.
El jadeo desesperado que escapó de la boca de Levi le removió hasta el último grado de dolor que guardaba en su pecho, esperando algo que gatillara su explosión destructora.
No podía dejar de mirar al pequeño entre sus brazos, tan delicado, tan blanquito y de piel suave. Incluso su calor corporal era algo que Erwin sentía casi en el alma. No era otra cosa sino el amor entre él y su amado esposo materializado en una nueva vida. Una que apenas pudo sobrevivir un par de segundos en el mundo cruel en el que ellos vivían. Y sin duda lo lamentaba. Lamentaba tener que hacer pasar a Levi por una situación como ésta, teniendo que ver como nuevamente perdía a alguien más, una personita que ésta vez estaba mucho más arraigada a su ser.
—Quiero verlo… Erwin, quiero conocer a Evan —. Nunca antes la voz de su esposo le había sonado tan suave y frágil, casi a nada de romperse como si del material más delicado se tratara. Era lógico, pues era una madre cuyo bebé no había alcanzado a disfrutar.
Con lentitud comenzó a acercarse al menor sobre la cama, negándose a soltar a la criaturita que cubría con tanto amor y dolor. Era extasiante ver su bonito rostro tan tranquilo y apacible, como si solo durmiera.
Apenas estuvo a un costado de Levi se inclinó y le enseñó al pequeñito rubio, aunque la voz agitada del médico robó nuevamente su atención.
— ¡Esperen! Hay otro… Hay otro bebé —.
Fue cosa de un momento en el que las acciones del doctor y las enfermeras le robaron el aliento.
Un par de segundos más y lo que llenó la habitación fue un estridente y algo rabioso llanto de bebé que hizo saltar a su corazón. A diferencia del bebé rubio entre sus brazos, el cabello del recién nacido era de un tono tan negro como el de Levi mismo, siendo el vivo retrato de éste.
—Un polizón… Teníamos un polizón en la nave, Erwin… De haber sabido que eran dos, habríamos pensado ambos en un nuevo nombre… Ve con él, quiero a mi otro bebé —. Un sollozo dentro de la habitación por parte de una de las enfermeras lo hizo sonreír con dolor y calma. No preguntó nada, ni tampoco quiso decir algo más antes de entregarle a su esposo el bebito muerto. Por otra parte, su recién nacido pelinegro no dejaba de llorar con estruendo, teniendo sus manitas empuñadas.
—Evan y Keith Smith Ackerman, Erwin… Esos son sus nombres… Mis bebés son los más bonitos del mundo, ¿No crees? Solo que Evan no quiere despertar, es un perezoso como tú —.
A pesar de que el bebé recién nacido entre sus brazos lo llenaba de calor, parte de su alma estaba sumida en un frío poco dichoso.
La ternura con la que su esposo acunaba al rubiecito le estrujaba el alma. Besó su frentecita, le tomó las manitos y le dio todo aquel amor que el soldado más fuerte de la humanidad era capaz de dar. Ese que no muchos conocían, pero que era tan latente como el deseo que éste tenía de vivir. Era su bebito después de todo, estuviera en la situación que estuviera.
Se sentó a su lado mientras aún el doctor limpiaba y cerraba la herida en el vientre de Levi, teniendo al efusivo bebé polizón a un costado de Evan. No fue sino hasta que ambas manitas de los bebés se tocaron que el llanto cesó. Gracias a eso pudo notar que los ojos de Keith eran grises como los de su esposo.
Y no fue solo eso lo que sucedió, sino que fue el hecho de que el rubiecito abriera los ojos en brazos de Levi, lo que provocó asombro en general.
No hubo llanto, solo dos pares de ojos de bebé sobre cada esposo del matrimonio Smith-Ackerman.
Mientras los ojos de Keith se posaban sobre los azules de su padre, los azules ojos de Evan miraban los grises de Levi. Un cuadro perfecto, lleno de amor y sensaciones variadas por montones.
Aquel que se creía perdido, volvió a la vida…
Levi y Erwin por fin eran padres…
Y para los médicos, no era más que otro enigma el que se sumaba a la lista de cosas sin explicación, aunque para Levi todo era claro…
Eran sus hijos y de Erwin, sangre de su sangre y fortaleza de su alma... Hijos de la maltratada humanidad.
—Notas Finales:
Asdf espero que no hayan sufrido tanto como yo. Amo a Levi, pero eso fue necesario en honor a lo difícil que debe ser dar a luz niños /3.
Y bueno, cualquier comentario, duda o sugerencia, no duden en expresarla.
Ya pronto verán que Levi, si bien es mal hablado, es una de las mamis más lindas de todo el fandom de Shingeki no kyojin.
