Ok. eso sí es nuevo. Y, debo decir, que no se me hace muy fácil D: Estudiar el tema y describir cada uno de los movimientos es bastante complejo. Sin embargo, lo principal sigue siendo la relación entre los personajes :) Un desafío, nada más.

La verdad es que nosé como vaya a ser la recepción de este fic, puesto que el tema es bastante... no sé como explicarlo. Pero en fin u.u Ahí les va.

Disc: Los personajes no me pertenecen. Axel, Roxas y Xion son personajes propiedad de Testsuya Nomura, Square Enix y Kingdom Hearts.

Pues, Behind the waterfall es una música, una melodía de David Lanz. Muy bonita y tranquila, relajante e inspiradora. Si hay alguna cosa que no se entienda (giro, salto, etc) les recmiendo buscar en youtube xD ahí salen profesionales enseñandolo.

Y bueno, me tiro al pozo: espero les guste.


Behind the Waterfall

-¿Estás listo?

-Siempre lo estoy. –dijo con una sonrisa traviesa en la cara.

-Lo sé. Sólo quería asegurarme. –añadió una mirada cómplice. –Es nuestro turno, debemos salir.

La pista estaba reluciente, limpia y completamente lisa. El público aclamaba con ánimo a los participantes. Gritaban y los llamaban para que el espectáculo comenzara. Todos estaban de pie, agitando carteles de apoyo o peluches y flores.

En una esquina, una pequeña puerta de acceso a la pista se abrió. Todos sabían lo que estaba por comenzar. La emoción se sentía correr por las venas. La adrenalina subía por la sangre hasta la cabeza. Un pequeño cosquilleo en el estómago, como mariposas revoloteando ahí dentro. Y, de pronto, la cortina roja se abrió, dejando el paso libre a la pareja.

Se deslizaron por la pista saludando al público, sonriendo con alegría. Giraban por el borde interno de los patines, hasta juntarse en el centro y adquirir la postura inicial de la coreografía: Ella con la pierna derecha extendida y la izquierda flectada, su cuerpo ligeramente arqueado hacia atrás y su cabeza mirando hacia arriba, dejando sus brazos sobre el pecho. Él con el cuerpo impulsado hacia arriba. Su brazo izquierdo extendido hacía atrás, mientras que el derecho lo mantenía en ángulo recto por el codo frente a su pecho. Piernas ligeramente abiertas, como si estuviera dando un paso lento, y su cabeza con una leve inclinación hacia arriba. Ambos vestidos de suave tela brillante de color azul con escote en V y un borde en el cuello de color verde.

De pronto, la música comienza: "Behind the Waterfall" de David Lanz y Paul Seeper. Junto con la melodía, los suaves movimientos de brazos en conjunto de la pareja siguen el compás de lo que se logra escuchar.

Un suave deslice sobre el hielo y comienzan a avanzar por el borde. Ella por delante y el por detrás. Moviendo los brazos ligeramente, casi como si estuviesen nadando. Realizando al mismo tiempo un Doble Loop en el aire, cayendo al mismo tiempo con el pie derecho de apoyo y el izquierdo extendido hacia atrás.

Toda una coreografía bien realizada y coordinada. Hermosa en los movimientos de las manos que acompañan a la melodía y una excelente ejecución por parte de ambos concursantes. Terminando con un giro Scratch y una nueva postura final, inmóviles los dos, dando fin a su rutina.

El público emocionado guardó un minuto de silencio luego de que la pareja hubiese acabado. Las lágrimas corrían por las mejillas de muchos espectadores. Las ovaciones, los suspiros, los gritos de emoción. Todos con gran fuerza. Los que tenían flores o peluches los lanzaron a la pista de hielo. Los patinadores recogieron algunos mientras se despedían. Luego, un grupo de periodista se les acercan mientras se acercan al escenario donde se sientan junto a su entrenador para esperar la puntuación final: 268.9 como marca, lo que alegra bastante a todos por ser una de las mejores en los últimos tiempos en la categoría de parejas.

Y así, después de una larga espera, luego de ver el resto de las rutinas y de esperar la decisión de los jueces, se proclaman ganadores de la medalla de Oro la inigualable pareja Inglesa: Xion y Axel.

La alegría era abrumadora y ambos patinadores se abrazaban con fuerza por lo que habían logrado juntos. El la tomaba en brazos y giraba con una alegre sonrisa en su rostro. Ella, con un ramo de flores en mano, se dejaba llevar por las locuras de Axel y lloraba de felicidad.

-Eres la mejor pareja que he tenido. Axel. –dijo Xion con una dulce voz mirando al alto pelirrojo.

-Lo dices porque ganamos. –respondió el otro con una sonrisa. –Pero sé que, de todas formas, es verdad. –Rió y luego abrazó a la niña con ternura. – ¡Volvamos a Londres con la frente en alto, que esta noche hemos ganado!

-Oh, que cosa más aburrida. ¡Así no se patina! –alegó Roxas frente al televisor. –Ese tipo no hace más que caerse todo el rato.

En Londres, todos los días, de ocho a nueve de la noches, transmitían por el canal deportivo un espacio exclusivo para aquellas prácticas callejeras como el patinaje sobre ruedas, el skate o el BMX.

Roxas, en casa, disfrutaba de aquel horario para aprender nuevas técnicas y así aplicarlas al día siguiente. También le gustaba ver a los profesionales para compararse con ellos y descubrir sus errores para mejorar. Pero siempre que se acercaban los campeonatos nacionales de patinaje artístico sobre hielo, el rubio se enojaba y evitaba ver la tele, ya que el canal se concentraba más en ello, ocupando justo el horario de las ocho para transmitir a los competidores nacionales.

-Estupideces. Si quieren bailar, háganlo en un salón y sin patines, que son para hacer deportes extremos, no para girar como idiota… -repetía cada vez que le cortaban la transmisión, seguido de un golpe con su puño en el sillón y de proceder a apagar la tele. Nunca se detuvo a ver un solo competidor. Nada más los juzgaba con ver la abertura. Era como si rechazara rotundamente una nueva posibilidad de deporte, un nuevo arte. Pero jamás se detuvo a pensarlo o a evaluarlo, sino que lo ignoraba y lo rechazaba, calificando a todos los que practican aquella "desgracia" –como lo llamaba- idiotas con mallita.

Y, entonces, para liberarse un momento de ese tormentoso pensamiento, salía con su patineta y recorría algunas de los rincones de la ciudad por la noche. No le gustaba la compañía. Tan solo él, su patineta y lo que se le cruzara en el camino. Y rara vez llevaba su celular, ya que pensaba que sólo lo distraería en caso de que deseara practicar algunas piruetas. Para ser un sujeto con estilo y atractivo, era bastante solitario.

Tomaba impulso con su pie Izquierdo, mientras que con el derecho se mantenía sobre el skate. Esquivaba algunas piedras que se le cruzaban en su trayecto y, de vez en cuando, saltaba y se subía a una baranda para hacer equilibrio. Pero, gracias a un pequeño descuido suyo, tropezó y calló sobre unos arbustos.

Su patineta continuó avanzando con el impulso que le dio Roxas antes de caer. Y, en cuanto al rubio, logró pararse después de difíciles maniobras para apoyar sus manos en las ramas de los arbustos, hiriéndoselas con algunos rasguños. Cuando ya estuvo de pie, se sacudió la ropa y la cabeza y buscó su patineta por los alrededores, pero no encontró nada. Las calles estaban muy oscuras, especialmente por donde él transitaba. ¿A quién se le ocurriría pasear por un parque a esas horas de la noche, cuando ya todo está cerrado y apagado?

-¡Maldición! Perdí mi patineta… -alegó Roxas con rabia. –Tendré que volver a casa caminando… -El rubio agachó la cabeza -bastante amurrado- y retomó su camino, ahora en dirección contraria.

-¿Esto es tuyo? –dijo la voz de un hombre justo detrás de Roxas.

El de ojos azules se volteó con curiosidad para ver de qué se trataba. Logró ver la silueta oscura de un hombre muy alto y delgado caminando hacia él. Algo tenía en la mano, la cual fue extendiendo lentamente hacia adelante.

Una extraña sensación invadió la mente de Roxas. ¿Quién es ese tipo tan extraño? Parece un anciano, pero cuando se acercó más, un pequeño destello de luz lunar le reflejó el rostro. Un rostro de piel tersa y blanca, alargada y de terminaciones finas. ¿De verdad este tipo es un hombre? O es una mujer con serios problemas vocales, o es un hombre muy bello. Tan bello, que parecía una verdadera muñeca de porcelana fina. Los ojos azules de Roxas se abrieron de par en par. Su cuerpo no logró reaccionar de inmediato. Pero pudo retomar su carácter grotesco y medio bruto para tomar la patineta que se le había perdido.

-Me chocó de repente en los pies… -añadió el extraño con una sonrisa en el rostro.

-Lo siento. –respondió Roxas con una voz seca. Tomó su patineta y la dejó bajo su axila izquierda. Luego dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso a casa.

-¡Espera!- dijo de pronto el sujeto. –Se que sonará extraño, pero ¿deseas dar una vuelta por el parque? Aún es relativamente temprano. –extendió su brazo izquierdo para estirar la manga de su chaqueta y así ver su reloj. Se acercó la muñeca a los ojos y notó que el aparato marcaba las once con cinco minutos. Luego rió. –Bueno, no es tan temprano.

Roxas se detuvo luego de dar unos pocos pasos. Vaciló un instante y luego se volteó, intentando encontrar los ojos del tipo.

-Lo tomaré como un si… -dijo el sujeto con una voz suave y alegre. Volvió a acercarse a Roxas y le miró. –Mi nombre es Axel, un gusto. –le mostró su mano derecha, la cual tenía extendida frente al rubio.

-Roxas… -respondió el otro con un poco de vergüenza, devolviéndole el gesto por educación.

Ambos comenzaron a caminar por el parque a pasos muy lentos. No se hablaban, solo caminaban. Axel suspiraba de vez en cuando, mirando al cielo con un rostro pleno, tranquilo, libre de estrés. Mientras que Roxas mantenía su cabeza gacha, temeroso de que algo fuese a sucederle. Quería subirse a su patineta y no podía porque ese sujeto tendría que ir corriendo junto a él. Además, así no podía disfrutar de un tranquilo paseo, así que tuvo que olvidar esa idea y adaptarse a la de dar pasos a un ritmo lento, muy pausado.

-¿Qué hacías por acá tan tarde? –Axel rompió el hielo. Mantuvo su rostro en alto mirando hacia el frente.

-Sólo quería dar un paseo en patineta… -respondió el otro sin mucho interés.

-¿Tú solo? Podrías salir con amigos –sugirió el otro. –así es más entretenido y menos peligroso.

-No tengo. –añadió el rubio cortantemente. Por un instante se preguntó: ¿Qué se cree éste para andar entrometiéndose en mi vida?, pero luego reflexionó un instante y si, tenía razón. Comprendía a donde quería llegar con eso, pero ¿cómo le iba a decir que es mejor estar solo cuando sabe que no es cierto? Quizás este encuentro fue una jugada del destino para hacerle más compañía.

Continuaron con su recorrido sin hablar. Axel prefirió no seguir preguntando para no meterse en la vida de ese niño y en temas personales que, seguramente, le molestarían proviniendo de un extraño. Pero luego se detuvo y cambió su dirección hacia una pequeña banca. Se sentó y luego llamó a Roxas para que le acompañase, a lo que éste reaccionó e hizo exactamente lo que el extraño le pidió. Y volvieron a quedarse en silencio, uno al lado del otro.

-¿y tú que hacías? –preguntó Roxas repentinamente.

-¿Yo? –Axel le miró con disimulado asombro y luego sonrió. –Sólo tenía deseos de pasear un momento, de descansar, de tomar un respiro.

-¿Eres un tipo estresado? –continuó Roxas con la entrevista.

-Mas o menos. El trabajo es muy tedioso.

-¿A qué te dedicas?

-He he –Axel comenzó a reír. –A penas nos conocemos y ya quieres saber a qué me dedico. Eres un tipo muy curioso, ¿sabes? –volvió a reír con gracia.

-Tienes razón. No me lo digas. –Roxas rió por primera vez.

-¿Vas a la escuela, niño? –comenzó ahora Axel con su entrevista.

-No me digas niño, que dejé de serlo hace mucho tiempo. –respondió el rubio con travesura. –Y si, aún voy a al escuela. Me queda un año más para salir. –Roxas miró al sujeto a la cara, olvidando la anterior vergüenza que había sentido en un principio. -¿Qué hay de ti? Te ves muy viejo para estar en la escuela y muy joven para tener una profesión.

Axel volvió a reír, ahora a carcajadas. -¿Viejo? Pues tienes algo de razón. Tengo veinte años, pero no soy viejo.

Y así el tiempo pasó volando para ambos. Nada más conversando sobre la vida, temas comunes, política y religión, cada uno dando su punto de vista sin pelos en la lengua. Hablaron como si siempre se hubiesen conocido, manteniendo un momento agradable y entretenido. Sentados en un parque de Londres bajo la cándida luz de aquel astro de cristal redondo.

-¿Logras verle la cara a la Luna? –dijo Axel con ternura.

-Jamás había pensado en eso. ¿Tiene cara?

-No lo sé. Depende de tu imaginación. –añadió buscando el reloj en su muñeca. Vio la hora y se sorprendió. –Ya son las tres de la madrugada. ¿Qué dirán tus padres? –Axel se imaginó a los padres de Roxas golpeándole o acusándole a la policía de pervertido. Su rostro de preocupación fue bastante notorio, por lo que Roxas se levantó, le puso una mano en el hombro y le sonrió.

-No le diré a nadie que te encontré. Diré que fui a una fiesta y punto. De todas formas me castigarán.

Aquel tipo alto lo miró confundido, pero no quiso preguntar más para no retrasarlo en su regreso a casa que, además, tendría que hacerlo en una simple patineta. Así que se levantó y se puso frente a Roxas. Le sonrió y le puso una mano en la cabeza. Le dijo Adiós y se perdió en la oscuridad de la noche.

El rubio permaneció inmóvil. Aún escuchaba los pasos de aquel extraño, pero cuando ya se habían perdido completamente con el viento, dejó su patineta en el suelo, se subió en ella y comenzó a impulsarse para avanzar.

Volvió a casa casi a las cuatro, pero sus padres no se dieron por enterado de esto. Así que se escabulló por los pasillos con sigilo, hasta poder entrar a su habitación. Y, una vez ahí, el sueño y el cansancio abrumador lo condenaron a quedarse dormido inmediatamente, a penas se dejó caer sobre su cama.

Con un fuerte dolor de cabeza y un extraño dolor en los brazos y en las manos, Roxas despertó a la mañana siguiente con muy mal humor. Había olvidado completamente que debía ir a la escuela y le quedaban unos pocos minutos para desayunar y arreglarse antes de irse. Pero temía que sus padres lo retuviesen un tiempo para regañarle, ya que si llegaba a una hora poco prudente a su escuela, lo regañarían nuevamente. "No soy un mal sujeto, pero todos me regañan y me creen un patán. No es que sea rebelde ni nada por el estilo, solo vivo la vida como se me presenta y aprovecho cada minuto de ella…" pensaba cada vez que se imaginaba los rostros amargados y enfurecidos de a quienes llama adultos. Escuchan y ven lo que sucede con la juventud de ahora, los juzgan y los clasifican según sus logros, o los logros que los padres quieran ver. Pero no oyen y no observan. Como si una cascada de agua cristalina los mantuviese al margen. Así se sentía. Ese molesto cosquilleo en el estómago por sentir la adrenalina, la emoción para decirlo todo. Pero, a la vez, el temor de causar un mal momento, temor a equivocarse, como alguna vez sucedió en su vida. Y, cerrando aquel capítulo, optó por nuevas alternativas con las que está más a gusto, pero ellos no entienden.

Se vistió rápidamente y corrió a la cocina para buscar algún bocadillo para llevárselo y comérselo en el camino. Salió antes de que sus padres se le acercaran para pedirle una explicación. Suspiró de alivio y cerró la puerta de entrada de la casa. Sacó su bicicleta de la bodega y se fue pedaleando en ella por la calle hasta su institución. Logró llegar antes de que sonaran las campanas y pudo descansar en su puesto minutos previos a que la profesora ingresara al salón de clases. No se salvaría de muchos mal entendidos el día de hoy, pero mientras no le den castigos en el colegio, todo estaría bien en el resto de su día.

-Vamos a patinar al frente de la Biblioteca. He escuchado que es un buen lugar para practicar. –dijo uno de los compañeros de Roxas a un grupo de chicos que estaba sentados a su alrededor. Por fin era hora de recreo. Un respiro para los jóvenes estudiantes. -¿Qué dices, Roxas? ¡Anímate!

-Hoy paso. No tengo deseos. –respondió el rubio con una fingida sonrisa en su cara. Sus ojos se veían tristes, mas su boca, arqueada hacia arriba, transmitía otra cosa. –Mañana me cuentan cómo les fue.

-¿Te pasa algo? Estás como muerto. –añadió el otro chico acercando su rostro al de Roxas. –Si, ¡estás pálido amigo! Mejor descansa. Ya es suficiente con este infierno. –Sonrió y luego miró al resto, buscando la aprobación a lo que había dicho, y luego se rió.

-Que superficialidad –pensó Roxas. –Si a alguien tengo que agradecerle la mala fama que tengo, es a él y a su tropa de perros entrenados. –Se acomodó en su asiento, refregó sus ojos con ambas manos y luego escondió su rostro entre sus brazos sobre la mesa, hasta que sonó la campana para volver a clases.

Cada vez que caminaba por los pasillos, algún murmullo se escuchaba en sus espaldas. Si eran las chicas, estaban hablando de lo guapo que era. Si eran chicos, o lo admiraban o lo detestaban. Y si se trataba de los profesores, lástima que ya no tenía arreglo su conducta. ¿Cuándo estaría junto a alguien que no lo juzgara? Hasta los viejos que conviven con él lo juzgan antes de sentarse a escuchar lo que tiene que decir. Sin embargo, para él ya era un juego perdido, a menos que se alejara de los sujetos con los que ahora compartía la mayor parte de su tiempo. Sin embargo, temía quedarse solo, ya que ellos eran los únicos que le acompañaban.

Suspiraba y mantenía sus ojos cerrados, pero escuchaba cada palabra, casa sonido que se emitía en su entorno. Y todas esas palabras pasaban por sus oídos, fluían por su mente, y luego se desvanecían. Aún no encontraba una motivación más fuerte, más grande que su gusto por las patinetas.

Siempre que las clases acababan, Roxas era el primero en estar afuera. Pero, por el día de hoy, decidió tomarse con más calma el regreso y salió junto a un grupo de compañeros. Tomó su bicicleta y volvió a casa con lentitud, casi como si estuviese dando un paseo turístico por la ciudad. Sin embargo, un incontrolable impulso lo llevó a pedalear hacia el mismo parque en el que estuvo la noche anterior. Y lo recorrió completo, moviendo su cabeza de un lado a otro, sin explicación alguna, como si a alguien o algo estuviese buscando. Y no pareció encontrarlo en ningún momento.

Y se detuvo a pensar en lo que estaba haciendo, y recordó al sujeto con el que conversó. -¿Cómo se llamaba? Creo que era Axel. –Pensó mirando al cielo, claro celeste iluminado por los rayos del sol. -¿Pero qué estoy haciendo? ¿Buscando a un extraño? ¡Era de noche, Roxas! ¿Cómo vas a reconocerlo? –cerró sus ojos y agitó su cabeza para dispersar sus ideas. Inhaló y exhaló con fuerza y volvió a pedalear de regreso a casa.

Pasó junto a un supermercado y ahí también investigó. Luego pasó junto a gimnasios, oficinas y algunas tiendas, pero en ninguna estaba. Y, finalmente, se encontró frente a ese enorme centro de patinaje. –El peor invento del hombre. –dijo Roxas mientras seguía pedaleando. No quiso detenerse a perder más el tiempo, así que pasó de largo e ignoró completamente aquel recinto.

A los pocos minutos, dos jóvenes salieron de las puertas de aquel lugar. Una niña de cabello corto y negro, ojos de un profundo azul oscuro y un rostro redondo y hermoso. Tenía una buena estatura para su edad, pero junto al chico que la acompañaba se veía muy pequeña. Aquel tipo debe de medir entre un metro ochenta o un metro noventa. Sus ojos verdes y pequeños, nariz alargada y recta. Rostro fino y blanco. Y un cabello rojo a la luz del sol, casi como si fuese a quedar en llamas, largo y peinado hacia atrás.

-¿Vendrás más tarde a entrenar? –la niña tenía una voz muy dulce y cariñosa. –Ya ganamos las nacionales, ahora debemos prepararnos para las internacionales.

-Lo sé, Xion. Pero también podemos darnos un descanso. No te sobre-exijas demasiado, que puedes caer rendida en cualquier momento y perder la posibilidad de competir por pasarte unos días en cama rehabilitándote. –respondió el pelirrojo con calma. Tenía que mirar hacia abajo para hablarle a ella, o simplemente agacharse un poco. –Descansa, que aún eres muy pequeña para estresarte por cosas como éstas.

-No bromees. Y está bien, descansaré en lo que llegue a casa.

Ambos sonrieron y se abrazaron cariñosamente. Luego, cada uno tomó un rumbo distinto.

A penas había llegado el rubio y ya lo estaban regañando. Su madre, bastante molesta, tenía al pobre chico sentado en el comedor, serio, escuchando el sermón de siempre: te puede pasar algo, debes avisar, por algo tienes celular, y blah blah blah.

Esperó a que la mujer terminara, le pidió perdón y luego se encerró en su habitación. Tenía cosas que hacer para la escuela, pero como nunca las hacía, las dejó en un rincón de su habitación. Sin embargo, tampoco tenía nada que hacer, ya que no saldría con sus "amigos". Así que volvió a tomar las cosas del colegio y se puso a estudiar. Leyó y leyó, escribió y escribió, ejercitó un poco de matemáticas y también investigó algunas cosas de Biología y luego memorizó algunas partes de su libro de historia para la prueba que se aproximaba. Pasaron dos horas de intenso estudio y su cabeza ya no daba más. Nunca había hecho algo como eso y, para ser primera vez, se excedió demasiado en sus capacidades. Sin embargo, la satisfacción que sintió por haber hecho algo "bueno" y por haber adelantado en sus materias le dio la suficiente energía como para salir un momento para despejarse. Odiaba quedarse en casa y solo lo hacía para comer, dormir, ver televisión y, si es que sucedía, conversar con sus padres de temas más importantes o de más contenido.

Como era costumbre, tomó su patineta y se fue a gran velocidad por las calles de la ciudad. Y, nuevamente sin conciencia, se fue en dirección al parque. A pesar de haber estado ahí hace unas horas, volvió por simple inercia, y ahí se quedó maniobrando algunos saltos, haciendo equilibrio en barandas y practicando algunas curvas.

-¡Eres muy bueno, Roxas! –se escuchó una voz familiar.

-¿Eres tú, Axel? –preguntó Roxas sorprendido. Su corazón latió con fuerza, pero no pudo darse una explicación coherente de por qué. Se volteó para descubrir al dueño de esa voz y se encontró con el mismo sujeto de la noche anterior, sólo que ahora podía verlo con más claridad, ya que aún quedaba luz solar. -¿Paseando nuevamente a solas?

-Algo así. ¿Qué hay de ti? –Axel se acercó al rubio y le extendió su mano derecha para saludarlo. En su rostro, al igual que ayer, tenía una cálida sonrisa y una alegre expresión en sus ojos.

-Pues, nada más practicando un poco con esta cosa. –Roxas devolvió el gesto y también le sonrió. Tomó su patineta y se quedó frente al pelirrojo, mirándolo con asombro y admiración, y una inexplicable emoción.

-¿Damos un paseo? Intentaré no excederme demasiado en la hora. ¿Te han regañado en casa? –arqueó sus cejas hacia arriba, con una ligera expresión de preocupación. Miró al rubio con sus verdes ojos y realizó una mueca con los labios, cargándolos hacia la izquierda.

-Si, pero fue lo mismo de siempre. No tiene mayor importancia, nada más los escucho y así quedan tranquilos…

-Sin embargo, sigues haciendo lo mismo, a pesar de las advertencias.

-Lástima que así es. –Roxas se encogió de hombros y se avergonzó por las palabras que dijo Axel. A pesar de haberlo conocido la noche anterior, parecía ser más empático y más abierto con él que sus propios padres. Y le fue cogiendo cariño mientras hablaban.

Tan solo caminaron una hora. El sol ya se estaba poniendo y las primeras estrellas estaban saliendo. Un viento frío y ligero acarició el cuello del rubio y le hizo tener un escalofrío. Axel le miró y le sonrió como siempre hacía, y el rostro de Roxas comenzó a ruborizarse.

-Se hace tarde ya… -interrumpió Axel.

-Ah, si… Claro. –dijo Roxas algo confundido. Sentía sus mejillas muy calientes, pero no podía comprenderlo, especialmente después de haber sentido algo de frío.

-¿Nos vemos mañana a la misma hora? Es entretenido hablar con alguien de cosas fuera de lo cotidiano, no sé si me entiendes. –Axel volvió a sonreír. Se agachó para poder mirar de frente a Roxas y luego le dio una palmada en la espalda. –No pienses mal de mí, es solo que necesito un poco de libertad y no es muy entretenido disfrutarla solo. ¿Estás de acuerdo?

-Si, te entiendo perfectamente. –Roxas intentaba desviar la mirada para no toparse con esos hermosos ojos verdes. Pero tampoco podía ser tan notorio al evadirlo. -¿Te encontraré aquí? –su voz era más delicada, un tanto avergonzada.

-Pues si. –sonrió y posó sus ojos en las escabullidas perlas de Roxas. –A la misma hora, o quizás antes.

-¿Y cómo sabré que no es mentira? –ahora el rubio parecía un niño menor. Sus movimientos eran los de un pequeño niño insistente y desconfiado, su rostro la de un caprichoso y travieso. Sus ojos, un hombre serio.

-Estaré. Lo prometo. –continuaba con su amable sonrisa en el rostro.

-¿Qué ocultas? –Roxas cambió el tema. Ahora le miraba con curiosidad.

-¿A qué te refieres con ocultar? –Axel se extrañó con la pregunta. De inmediato reaccionó a la defensiva.

-No lo sé. Tu sonrisa es demasiado amable y feliz como para estar así siempre. ¿Sabes? La felicidad no es una emoción, es un estado. Y, en mi opinión, es bastante corto.

-Quizás tengas razón. –nuevamente mostró su sonrisa. –Quizás si oculto algo. Incluso cuando yo me considero un tipo transparente. ¿Puedes ver a través de las aguas de una cascada?

-Supongo… -dijo el rubio con desentendimiento.

-Y ¿puedes observas bien a través de ella?

Roxas abrió sus ojos y no supo que responder. Axel volvió a recuperar su postura, alto y delicado, y se dio media vuelta. Se despidió de Roxas con un simple movimiento de mano y se perdió entre las multitudes, las sombras de los árboles y los sonidos de la ciudad, la risa y gritos de los niños y la melodía de los grillos. El rubio volvió a quedarse inmóvil esperando a que el pelirrojo desapareciera. Y, una vez perdido de vista, dejó su patineta en el suelo y se fue en ella hacia su casa. Un latido, dos latidos, tres latidos. Cada uno más rápido que el anterior. ¿Qué era lo que le estaba emocionando tanto? Ya quería que fuera mañana.