Saludos x3
Bien. Como prometí hace tiempo en mi tumblr "desafío OS", cuando tuviera suficientes cuentos comenzaría a subirlos en mi FF. No me han llegado nuevos retos, pero en la actividad que propuse en base a mi tumblr conseguí tres retos más, así que ahora me dispongo a subirlos.
-Sepan que todos estos OS no tienen la menor relación los unos con los otros.
-Algunos están ligados a mis personajes, la mayoría no.
-Algunos pueden contener material +18, yuri o yaoi. Se pondrá una advertencia en el caso necesario.
-Hay de cualquier digimon, también se dará el nombre de los protagonistas por si es que les interesa leer.
Si desean dejarme un reto, vayan a mi perfil aqui en Fanfiction, allí está el enlace a mi tumblr. Sin más, dejo uno de los retos que me llegó.
Reto por: Kiminuria. ToyAgumon. Angustia.
A él no le gustaba el chocolate…
Y fue por eso que alcanzó a ver todo antes del final. En los últimos segundos, se preguntaba si eso había sido favorable o no.
ToyAgumon siempre había sido un chico amable y simpático. Le gustaba divertir a sus amigos haciendo gala de sus habilidades para convertirse casi en cualquier cosa, desde una simple mesa, hasta un camión de bomberos con escalerilla y hasta perro dálmata. Tenía una gran colección de accesorios que favorecían sus actos y eran el detalle perfecto para que todos sonrieran y aplaudieran al pequeño digimon por sus hazañas.
"— ¡Conviértete en tren!
— ¡Conviértete en un rascacielos!
— ¡En un barco pesquero!"
Las posibilidades eran infinitas, y muy raras veces a ToyAgumon se le acababan las piezas para no convertirse en lo que sus amigos pedían. Sin embargo y mientras fue creciendo, sus amigos también maduraron y dejaron de pedirle que se convirtiera en cosas grandes y coloridas. Podían pasar días antes de que alguien, por aburrimiento o lástima, le dijera al pequeño digimon sentado en la plaza que se transformara en algún autito o cofre del tesoro. El chico accedía, pero ya no recibía los aplausos y la atención de antes, solo un cumplido y una pequeña sonrisa. Los días de ToyAgumon comenzaron a volverse vacíos y aburridos.
Sin embargo y sin que se lo hubiera esperado, un día cualquiera un extraño y pequeño camión multicolor recorrió la ciudad de cabo a rabo, atiborrando las calles de papeles y llenando las casas de su música alegre y divertida. Todos miraron con curiosidad el extraño espectáculo y recogieron los papeles para saber de qué se trataba, ToyAgumon incluido. A nadie más que a él llamó la atención lo que allí ponía:
El gran circo de la ciudad de los juguetes recluta miembros para entrenamiento en sus futuros actos. Todas las marionetas son bienvenidas a unirse.
¡Trabajo, dinero y diversión asegurada por muchos años!
Abajo ponía la dirección y la hora en que el circo estaba recibiendo nuevos trabajadores. ¡Era la oportunidad perfecta para alguien como él! siempre deseoso de divertir a los otros. Empacó hasta el último de sus accesorios en una maleta de cartón llena de estampitas y se marchó corriendo al lugar escrito en el papel.
Cuando llegó se encontró con una agradable sorpresa. La carpa era grande y estaba fabricada con bandas de distintos colores y banderillas en las puntas que ondeaban al viento. En la entrada había una cola de tal vez veintitantas marionetas cargando maletas y accesorios, ansiosas como él de participar en el proyecto. Se unió al grupo y allí conoció a los hermanos Chessmon, uno blanco y uno negro. Ambos estaban seguros de que conseguirían algún número de demostración de sus técnicas con la lanza: eran precisos y jamás se equivocaban. También se hizo amigo de un Omekamon muy hábil con el pincel y que podía modificar la cara de las personas con su marcador mágico en un abrir y cerrar de ojos. Había allí otros seis ToyAgumon que nuestro personaje no conocía, pues eran de los lados más alejados de la ciudad. Conversaban entre ellos como si fueran hermanos o amigos de toda la vida. Al preguntarles sobre qué querían o esperaban hacer en el circo, uno de ellos respondió:
—Es seguro que haremos un número muy divertido e impresionante—dijo sin disimular su orgullo—, ¡mis amigos y yo podemos desensamblarnos y reconstruirnos entre todos para crear figuras colosales!
— ¿De verdad?—exclamó ToyAgumon junto a sus nuevos compañeros, muy sorprendidos todos y sin imaginar aquello.
— ¡Por supuesto! Miren esto.
Los pequeños juguetes multicolores atendieron a un simple gesto de su amigo, y todos se deshicieron en cientas de pequeñas piezas que cayeron al suelo. Luego y en pocos segundos, comenzaron a rearmarse y a crecer, formando una figura imponente y que dejó a todos con la boca abierta: se trataba de un BreakDramon gigante de muchos colores que podía mover todas sus articulaciones y no perder ni una sola pieza. Todos alabaron la hazaña con grandes vítores y aplausos.
— ¿Quieres unírtenos?—preguntaron a nuestro amigo, quien accedió al instante, emocionado de la oferta y prometiendo trabajar muy duro para estar al nivel de sus nuevos compañeros.
—Ese será un numero en verdad interesante—escucharon todos una voz ronca y rasposa.
Al volverse a ver, un Monzaemon acompañado de un Ex-Tyrannmon aparecieron por la entrada de la carpa y se acercaron al grupo. El oso amarillo era muy viejo y estaba gastado, con varios parches en su cuerpo rechoncho y algo de algodón escapando por las costuras. El otro en cambio se veía bastante joven y su tela era brillante y nueva.
—Soy el director del circo de las marionetas—anunció a todos el Monzaemon agachando un poco la cabeza—. Mi hermano Monzaemon inició este proyecto en la ciudad de los juguetes hace mucho tiempo, pero con los años las marionetas emigraron a distintas partes del digimundo, y ahora quedan muy pocas en nuestra ciudad. Es por eso que decidimos entre los dos crear este circo ambulante y volver a reunir a nuestras queridas marionetas de todos lados para llevar diversión y risa hasta los confines del planeta.
Los digimon allí reunidos aplaudieron, felices de poder ser parte de aquello. En sus almas, hacer felices a los demás era algo innato y que incluso a las marionetas del tipo virus afectaba en alguna ocasión. Todos siguieron al director al interior de la carpa para conocer su nuevo hogar.
El circo esperó aquel día y el siguiente antes de empacar todo y marcharse. Durante ese lapso de tiempo, ToyAgumon hizo aún más amigos y estrechó más sus lazos con los digimon que había conocido en un principio. Monzaemon se veía raras veces, pero su hijo Ex-Tyrannomon era quien se encargaba de todo: organizaba a los trabajadores, enseñaba a los nuevos, hacía las pruebas necesarias para determinar en qué grupo quedaría cada digimon, y distribuía los trabajos y los números. Llegaron pocas marionetas durante el tiempo que el circo se quedó en la ciudad, fuera de los que habían aparecido el primer día, y cuando se cumplió el plazo, todos abandonaron la carpa y quitaron los enseres. Con unos simples comandos en el panel que Ex-Tyrannomon manejaba en su cinturón, la carpa se desarmó y comenzó a inflarse, convirtiéndose en un gigantesco dirigible al que todos subieron cargando nuevamente los objetos que habían sacado. El dirigible se elevó en el cielo despidiendo a la ciudad con su música ruidosa y alegre, y todas las marionetas que ahora se dirigían a la ciudad de los juguetes para preparar sus números y salir convertidos en verdaderos profesionales de la diversión.
—Nunca he ido a la ciudad de los juguetes—confesó ToyAgumon a sus amigos.
—Tampoco yo—le siguió Omekamon, quien decoraba sus piezas de cartón con marcador fosforescente para simular su estado "x".
—Dicen que está alto en las nubes, y todas las casas y construcciones allí son grandes juegos y parques de atracciones—contó Panchessmon Blanco.
— ¿Puede uno caerse de ahí?—preguntó ToyAgumon con cierto nerviosismo. No le gustaban mucho las alturas, por eso había entrado a ojos cerrados al dirigible, y se negaba de lleno a mirar por sus ventanas.
Sus amigos se encogieron de hombros.
—Sí que puedes caerte, ToyAgumon—dijo Ex-Tyrannomon apareciendo en la conversación y reuniéndose con los demás—. Pero no te preocupes; mi tío inventó un sistema para evitar que las marionetas se caigan de la ciudad y se estrellen abajo.
— ¿Cuál es ese sistema?—preguntó el pequeño, un poco aliviado de escucharle.
—A todas las marionetas se les ponen hilos en sus brazos y piernas, delgados e invisibles, pero hechos de un material duro como el Chrome Digizoid.
— ¡Qué ironía!—exclamó Cho-Hakkaimon, una de las digimon que se había unido al grupo. Los demás rieron de aquello.
—Pero habrá problemas para amarrarte a ti y a los demás ToyAgumon—comentó el subdirector con un gesto malicioso—, tienen tantas piezas…
ToyAgumon y sus amigos de lego entraron en pánico mientras que todos los demás reían divertidos.
— ¿Cuándo llegaremos a la ciudad de los juguetes?—preguntó Pawnchessmon Negro; estaba impaciente como casi todos.
—Mañana ya estaremos en el lugar—respondió el dinosaurio—. El viaje es un poco aburrido así que les recomiendo que encuentren algo divertido que hacer. Dentro de un rato vamos a servir una ronda de chocolate; espero que les guste.
Los digimon celebraron la noticia. A todos les gustaba el chocolate, y los minutos se volvieron largos antes de que los Guilmon y Gotsumon que trabajaban como ayudantes del circo comenzaran a repartir tazones grandes de chocolate dulce y caliente, que dejó todo el aire del globo impregnado con su delicioso aroma. ToyAgumon recibió su tazón en las manos, pero lo aceptó por no ser descortés. Se sentía extraño siendo el único al que no le gustara el chocolate, y en cuanto el Guilmon se marchó a buscar más tazones, le regaló el suyo a Omekamon, quien agradecido, se lo terminó de un largo trago.
Después del chocolate, los digimons se entretuvieron en distintos juegos y actividades. Algunos prefirieron ensayar sus números, como fue el caso de ToyAgumon y sus amigos hechos de lego. Mientras ellos se entusiasmaban creando distintos digimon, edificios, tanques, barcos y naves espaciales, los digimon a su alrededor iban cayendo uno a uno dormidos en sus lugares. Al poco, le tocó el turno a sus compañeros de número, y en menos de una hora ToyAgumon era el único digimon despierto en el dirigible.
Bostezó, pero solo de aburrimiento, y pasada otra larga hora sin que nadie despertara, se atrevió a asomarse por una de las ventanas.
"No veas abajo, solo al frente"—se dijo para darse valor.
Le extrañó ver las montañas tan cerca. Desde detrás de una de ellas se elevaban grandes y espesas columnas de humo negro. El pequeño esperó que no fuera algún incendio ni nadie estuviera en peligro. Luego retrocedió un poco: a las marionetas, ya fueran de madera o plástico, les aterraba el fuego.
Poco a poco el dirigible comenzó a tomar dirección precisamente hacia esa montaña. ToyAgumon se asustó bastante, pero imaginó que el piloto iría a echar un vistazo para ver que no fuera el incendio de algún poblado o casa. Ojalá el fuego no los alcanzara, pensó. Volvió a acercarse a la ventana y vio con asombro que en realidad no había fuego ni incendio en ninguna parte. Se trataba del humo producido por una gran fábrica que estaba ubicada en ese desolado lugar. Muy raro por cierto.
A ToyAgumon le extrañó que el dirigible se acercara al lugar y comenzara a aterrizar. Empezó a ponerse nervioso y no pudo encontrar la explicación a su creciente temor.
—Omekamon—llamó a su amigo, sacudiéndolo para que despertara, mientras el dirigible tocaba suelo y todo se sacudía adentro—, Omekamon, despierta por favor.
El digimon no respondió, y si lo hizo, solo fue con un ronquido. ToyAgumon probó a despertar a cualquiera de sus otros compañeros, pero ninguno reaccionó. La puerta se abrió de golpe y los Gotsumon y Guilmon entraron al lugar. Pronto, comenzaron a cargar uno a uno a los digimon que estaban dormidos y regados por doquier. ¿Qué estaba ocurriendo?
—Hey—escuchó de pronto y se volvió a ver. Era un Guilmon— ¡ese todavía está despierto!
ToyAgumon se desesperó. Intentó correr hacia la salida, pero era inútil; estaba bloqueada por los otros Guilmon y Gotsumon. Retrocedió buscando otra salida y chillando para intentar despertar a sus compañeros, pero nada dio resultado.
— ¿Qué ocurre?—preguntó alguien desde afuera. Reconoció al instante la voz de Ex-Tyrannomon.
—Una de las marionetas no se bebió su chocolate, señor—respondió el Guilmon de antes, apuntando a ToyAgumon.
El pequeño digimon esperó a ver la imagen rosada y grande del dinosaurio aparecer, pero en su lugar entró un Mechanorimon. El robot no dijo nada, solo estiró su brazo flexible y noqueó de un movimiento al pequeño juguete. Este se golpeó contra el suelo y perdió rápidamente la consciencia, mientras escuchaba un último:
—Tsk. Malditas marionetas.
ToyAgumon despertó luego, mareado por el golpe y el calor sofocante. Abrió con esfuerzo los ojos y tuvo problemas para reconocer en dónde se encontraba. Nunca había visto un lugar así antes, por lo que tuvo que inspeccionar primero para comprender donde podía estar. Solo pudo mover sus ojos mirando en rededor, porque su cuello no respondió. De hecho, ninguna parte de su cuerpo respondía, porque no las tenía.
— ¿Qué…?—alcanzó a soltar.
Solo poseía las dos piezas que conformaban su cabeza. De no haberlas tenido, simplemente hubiera muerto, pues al interior de ambas se encontraba sellado su digi núcleo. Una horrible sensación de pánico y desesperación le invadió, y sintió deseos de llorar y gritar, pero no pudo. El horror que había a su alrededor le había dejado mudo: todos sus demás compañeros ToyAgumon, Omekamon, incluso ToyAgumon negros que había conocido estaban allí, en contenedores de acero y desarmados hasta en la más pequeña de sus piezas. El contenedor donde se encontraba él solo almacenaba las cabezas.
Un ruido extraño pero incesante le hizo volver un poco los ojos hacia arriba. Una máquina grande rugía despacio, exhalando calor por grandes respiraderos, mientras una cinta transportadora que ingresaba a ella introducía montones de piezas de juguete. Por el otro extremo salían lo que parecían hojas de papel. ToyAgumon no lo sabía, pero se trataba de bolsas de plástico. La máquina derretía el plástico de los digimon armables y por cada pequeña pieza podía fabricar hasta cien bolsas. Únicamente no destruían las cabezas, pues teniendo el digi núcleo dentro, podían arrojarlas por ahí para que los digimon murieran luego y regresaran al pueblo del inicio, y así algún día, podrían ser atrapados otra vez para ser convertidos nuevamente en bolsas, en un ciclo infinito que venía repitiéndose desde hacía años sin que nadie tuviera consciencia de ello.
—Malditas marionetas—escuchó murmurar a alguien.
Giró un poco los ojos hacia la izquierda y vio un panel muy grande con una pared repleta de pantallas. Un Andromon estaba a cargo de aquel gigantesco panel, y observaba uno de los monitores específicamente, en donde Cho-Hakkaimon, la misma que ToyAgumon conociera días antes, luchaba a puño limpio contra sus captores, siendo aparentemente la única que había despertado del efecto somnífero del chocolate. Andromon accionó unos comandos en sus teclados y luego se ocupó de otras cosas. ToyAgumon quiso gritar pidiendo ayuda, pero tenía la voz congelada por el pánico; apenas unos gemidos salieron de su boca, los que para su desgracia, alcanzaron a alertar al Andromon.
El digimon volvió la cabeza y se acercó al contenedor lleno de cabezas plásticas. Observó con desprecio al único digimon que yacía despierto y soltó un chasquido con la lengua; su gesto era igual al del Mechanorimon. Levantó ambos brazos, y cuando ToyAgumon creía que todo se acabaría y le harían pedazos, algo aún más horrible ocurrió. Andromon le cubrió con más cabezas cercenadas, y cuando el pequeño digimon sentía las lágrimas bajando por su cara, el androide levantó la tapa del suelo y cubrió con ella el contenedor, volviendo todo una absoluta y espantosa oscuridad.
