Disclaimer: Bleach es de Tite Kubo. Los personajes originales y la trama son míos.
"El mono y la lluvia han deseado a la luna blanca y al sol negro respectivamente. Si algún día se llega a cumplir este simple capricho de amor, los destinos se sumirán en la oscuridad, ya que nunca surgirá el eclipse que acabe con el martillo, el cual oprimirá a los mundos mortales y espirituales en las sombras, borrando toda esperanza de libertad y luz"
Lentizzio Nostárdamos
Una figura solitaria caminaba por unas escaleras de piedra, las cuales subían en forma de caracol en medio de sólidas paredes sin ventanas. Las escaleras estaban alfombradas de rojo, y escasamente iluminadas por antorchas, las cuales estaban colocadas a espacios de cinco metros entre ellas. La figura subía y subía escalones, hasta que, después de diez minutos, paró ante un pasillo muy corto, el cual estaba lleno de luz gracias a dos antorchas.
Dio un par de pasos y se detuvo ante unas puertas de quince metros de alto, hechas de obsidiana y tan lisas y pulidas que parecían espejos. A la luz de las antorchas, se podía apreciar que la figura era la de un hombre joven, de no más de diecinueve años, bajo, delgado, de piel bronceada, de pelo negro, lacio y un poco largo, además de estar vestido con una camisa a rayas blancas y moradas y unos jeans azules. En su rostro podía verse que le inquietaba algo.
Unos segundos después de que el muchacho llegara, la inmensa puerta se abrió y por ella salió un hombre. Éste era alto, como de un metro y ochenta centímetros, delgado, de piel pálida como una vela y de pelo negro, corto y un poco erizado. Su rostro estaba demacrado, y se notaban unas ojeras debajo de unos atrayentes ojos amarillos, y vestía con un elegante smoking negro, camisa blanca y una corbata verde esmeralda, complementado por unos lustrosos zapatos negros. A diferencia del otro, él reflejaba una despreocupación total.
— ¿Pasa algo, capitán Desmodov? —preguntó el joven, un poco preocupado.
Desmodov, sonrió marcadamente, dejando ver unos prominentes caninos: — No Doru. No pasa nada —respondió, con alegría—. Este es un maravilloso día, no tienes por qué tener esa cara. Habrá un banquete para celebrarlo.
— ¿Y a qué se debe el banquete, capitán? —cuestionó Doru, arreglándose el flequillo.
— Mi estimado Doru —contestó Desmodov, colocando su mano derecha en el hombro del otro—. El destino para nosotros nos sonríe. Nuestra raza jamás verá el crepúsculo, pues Kyuke le ha comunicado a la Reina que su rival nunca saldrá a la luz, y ella lo ha confirmado con sus visiones. Ella me dijo que los corazones caprichosos han destrozado la única oportunidad de borrarnos del mapa —pausó un poco—. Y ahora la Reina va a dar un banquete en dos días, en frente de las planicies del castillo. Invitará a los Yugos, reunirá al ejército y a la armada, y pronto arrasaremos las naciones e invadiremos los mundos espirituales. Pero antes me pidió un pequeño favor.
— ¿Y cuál es ese favor? —inquirió Doru.
— Acompáñame a Japón —contestó el capitán—. Tenemos que hacerle una visita a Kyuke, y asegurarme de seguir cumpliendo el destino para nosotros. Además —volvió a sonreír, sólo que ahora con un gesto maligno—, hay que traer el platillo principal del banquete, el cual se encuentra en esas tierras —y echó a andar escaleras abajo.
Doru siguió al capitán Desmodov, con el presentimiento de que ya no tenía que preocuparse por nada en la vida que le restaba por recorrer.
Y mientras ambos hombres desaparecían por las escaleras, detrás de la imponente puerta un órgano comenzó a sonar [Fuga en sol menor, BWV 542], acompañado de carcajadas, unas frías y espeluznantes carcajadas proferidas por una mujer.
A una considerable distancia de allí, en medio de un bosque de encinas y robles se encontraba una pared blanca, de treinta metros de alto y hecha de ladrillos recubiertos por cemento, y un enorme zaguán negro, de metal y deslizable, empotrado a ésta, contrastando con el cielo amoratado, gracias a las nubes de lluvia. La puerta se abrió y por ella salieron dos figuras.
Era un hombre, acompañado de un enorme individuo de tres metros y medio de altura, clavo, fornido, de rostro un poco chato y de piel azul pizarra. Ambos vestían ropa casual, lo cual les daba un aire un poco extraño.
— ¿No sientes algo raro, Juan? —le preguntó el hombre, quien curiosamente tenía orejas terminadas en punta y ojos ligeramente más grandes, al troll.
— La verdad, un poco Toño —respondió Juan—. Estos diez años como que algo ha cambiado en el mundo. No sé que sea, pero siento que algo desapareció, algo muy importante se ha ido para siempre.
— Me parece sentir lo mismo —respondió el elfo—. Aunque estemos en agosto, las lluvias se han hecho más fuertes los últimos diez años, como si el tiempo llorara algo.
Un fuerte trueno se escuchó y ambos dirigieron su vista al cielo.
— Mejor vámonos. No será que llueva de verdad —comentó Toño, y ambos se alejaron por la derecha, perdiéndose en los senderos del bosque.
Unos minutos más tarde, el zaguán se abrió de nuevo, y esta vez salieron cuatro personas, tres mujeres y un monstruo. Una, de mediana altura y piel trigueña, era de pronunciadas curvas, pelo rosa brillante, ojos grandes y marrones, además de poseer aspecto vaquero, con camisa a cuadros blancos y negros, acompañado de su respectivo sombrero. Otra era de menuda estatura y piel pálida, de cuerpo discreto, pelo lila peinado como un ave de papel, ojos anaranjados y estaba vestida con un kimono marrón de bordes negros. La restante era alguien un poco más alta que las otras dos, de piel tostada y pelo negro recogido en un apretado moño, y estaba ataviada con un vestido victoriano color guinda, con holanes en el cuello y las muñecas.
El monstruo era un enorme reptil que se erguía más de cuatro metros de alto, muy semejante a los dragones que pueblan muchas fantasías. Tenía la cabeza un poco ovalada, coronada con dos enormes cuernos de color marfil y puntas negras, además de otros más chicos rodeando su testa y alas de piel que salían de su espalda. Sus ojos eran de un amarillo fosforescente, su piel estaba cubierta de finas escamas como de lagartija, a excepción del cráneo donde eran más gruesas, y estaba vestido con una enorme y holgada toga negra, semejante a la que usan los egresados universitarios en sus ceremonias.
— Se acabó un día más de chamba —comentó la mujer del sombrero, estirándose.
— Un día más, otro mango a la bolsa —habló la fémina del kimono.
— ¿Qué te ocurre tío? ¿Por qué la seriedad? —preguntó la mujer del vestido, al notar que el dragón tenía un semblante muy apagado.
El reptil soltó un suspiro: — No, es que en estos días ha caído mucha lluvia —respondió—. Pero no es una lluvia normal, no es la lluvia que espera la tierra. Es algo triste, como si el mundo hubiera perdido un poco de luz.
La del vestido victoriano se quedó pensando, pero las otras dos se echaron a reír con estruendosas carcajadas.
— No digas mamadas, güey —le recriminó la mujer de aspecto vaquero—. Yo no siento nada, nada. Todo sigue igual de miserable desde hace milenios.
— Che, tenés que dejar de leer tanta poesía y fantasía —comentó la fémina de pelo lila—. Esto es el mundo real, donde lo bonito sólo está plasmado en la ficción.
El dragón les dedicó una mirada reprobatoria, pero la mujer del moño razonó los argumentos, y dedujo que el dragón tenía razón. Diez años habían pasado desde que ella había sentido algo diferente en el ambiente, y ella había recorrido tantas eras junto con las otras dos. Y en esos viajes, ese algo siempre estaba presente, escondido en alguna parte, pero de alguna manera lo sentía latir en el mundo. Pero ahora no lo percibía, y negros panoramas futuros se formaban en su cabeza.
Y sin esperar más, el cielo se partió. Era una tormenta feroz, con gruesas gotas que impactaban de manera ruidosa a los árboles de alrededor, y tal cantidad de agua que en cuestión de segundos aparecieron charcos.
— Bueno, será mejor irnos —comentó el monstruo—. Nos vemos mañana.
— Hasta mañana, Lajos —dijo la fémina del vestido, tendiéndole la mano derecha. El dragón se la estrechó, y de igual manera se despidió de las otras.
Lajos abrió sus alas, de diez metros de envergadura, dio una ligera carrera y emprendió el vuelo hacia la tormenta. Las mujeres simplemente se esfumaron en medio de la lluvia, sin dejar huella alguna en la tierra empapada.
Y a miles de kilómetros de donde los monstruos y criaturas se preocupaban por el futuro, un par de niños de no más de trece años se encontraban platicando enfrente de una casa, la cual tenía un letrero que decía "Clínica Kurosaki". Él tenía el pelo naranja alborotado y ojos marrones con aire inocente. Ella era pelirroja, peinada con una coleta alta, y de ojos violetas. Ambos tenían el típico uniforme de los segadores, junto con sus respectivas espadas. Los dos parecían tranquilos, conversando con las últimas luces del crepúsculo.
—…y entonces me estoy alistando para el instituto —comentó el niño—. Será bueno poder estudiar, además me gustaría ser doctor como mi papá.
— Eso suena muy aburrido, ¿no crees Kazui? —opinó la niña, enarcando la ceja derecha—. Papá dice que cuando acompañaba a tu papá se aburría mucho en ese lugar.
Kazui sonrió nervioso: — Mi papá me dijo que tu papá era un poco tonto para la escuela, Ichika —habló.
Ichika le dio un ligero golpe: — No digas eso de mi papá. Él es muy bueno siendo segador —rebatió—. Él no necesita esas cosas básicas de humanos.
Un ligero ruido provino del techo, haciendo que ambos chicos miraran en esa dirección.
— ¿Y si pasamos adentro? —propuso Kazui—. Mi madrina Tatsuki me ha regalado un videojuego muy bueno.
Ichika sonrió: — Claro —aceptó—. Ya verás como morderás el polvo.
Kazui le dedicó una sonrisa, y ambos pasaron adentro de la casa, donde seguramente la señora Kurosaki los recibiría con la cena.
En el techo de la clínica Kurosaki se hallaba una persona en posición pecho-tierra, quien había mirado fijamente a los dos niños. Era delgado y vestía de playera amarilla y unos pantalones deportivos marrones. Su rostro era tapado por una tupida y lacia melena verde oscuro, que en esos momentos estaba un poco corrida para dejar ver un ojo de un intenso color magenta.
— Así que el tipo de pelo naranja y la segadora de ojos morados no terminaron juntos —habló a la nada—. Por una parte que malo, se complementaban tan bien entre sí. Pero por otra que bueno, así mi raza vivirá más para atormentar este mundo. Muchas gracias, Ichigo y Rukia —dio un par de aplausos, mientras se incorporaba—, por sumir a toda la existencia en la oscuridad. Toda mi especie está en deuda con ustedes —y soltó una risa, una inhumana risa que reflejaba una macabra alegría.
De su espalda surgieron un par de alas de piel, semejantes a las de los murciélagos, sólo que de color blanco con manchas negras. Las abrió y echó a volar a la noche joven, feliz por la situación que le deparaba el futuro.
Notas del autor:
*Hola. Aquí me reporto con una nueva historia, inspirada en el final de esta serie (y en el clima que ha predominado en el centro de México, donde vivo). Quitando de lado quien se quedó con quien, para mí, el final fue algo mediocre. Una magnífica saga que acaba de esta forma, pues es algo triste en sí. Es como si te esforzaras en un trabajo y a la mera hora lo terminas a la carrera, dejándote con un sentimiento de "Pude haberlo hecho mejor".
*Hay muchos personajes que seguro no reconocen, y la trama les parecerá algo ilógico. Bueno, ellos forman parte de un conjunto de historias que formé hace tiempo, especificando "1. L'invasion des destinations" y "2. Die arbeit der drachen", aquí se especifica mejor qué son estos personajes, a que se dedican y cuáles son sus intenciones. Estas historias tienen a Ichigo y a Rukia como protagonistas, pero también tomo en cuenta a muchos personajes de Bleach que me agradan, además de otros personajes originales que seguro les agradarán (o desagradarán, no hay problema). Espero puedan leerlas, sobre todo aquellos fans que no se les pudo hacer que su pareja favorita quedara, y que mis historias al menos les hagan sentir un poco mejor.
*Por el momento dejaré esta historia como completa, ya que necesito forzosamente terminar las otras antes de seguir con este drama. Ya que este fic sería la reformulación de cinco historias que tengo en mente, dos de las cuales están escritas y en mi perfil.
Gracias por leer.
