Nueva historia que espero que os guste :) Creo que será un poco diferente a lo que hay por aquí.
[Spoiler alert: Si no has visto el 3x07 no sigas leyendo ] Aprovecho para expresar mi opinión sobre el capítulo de la semana pasada, pues estoy muy decepcionada y dolida con todo lo que ha ocurrido en la serie. Cómo nos han arrebatado a Lexa de la forma más ruin posible y cómo se van pasando la pelota unos a otros, porque no son capaces de aceptar que la han cagado. Quizá no se esperaban la repercusión tan grande que ha tenido, pero es que no todos los días se ha visto en pantalla a una mujer como Lexa. Se merecía algo más que una bala perdida.
Me da igual que haya pasado casi una semana. A mi me sigue doliendo igual y creo que pasará mucho tiempo antes de que nos recuperemos.
Capítulo 1
Las puertas del módulo de urgencias se abrieron con un fuerte estruendo, dejando pasar una camilla rodeada por el equipo de emergencias. Hablaban a gritos mientras corrían para llegar a uno de los boxes.
- ¿Qué ha ocurrido? - Preguntó la doctora acercándose deprisa a la camilla.
- Accidente de coche – Dijo uno de los hombres que la acompañaban.
- A la de tres la pasamos a la cama... Un, dos... ¡Tres! - Dijo la doctora a los tres hombres que había con ella. Tiraron hacia arriba de la sábana que sostenía el pequeño cuerpo ensangrentado que había en la camilla, dejándolo con cuidado sobre el mullido colchón. – Ponedle una vía... ¡Pero ya! - Gritó y automáticamente una enfermera apareció para colocársela - ¿Sabemos algo de los padres?
- Iban con ella en el vehículo. No han podido hacer nada... Sólo certificar su muerte – Contestó uno de los hombres que la acompañaba.
- Aguanta, pequeña... No te nos vayas tú también... - Entonces observó el pantalón de la niña, estaba completamente empapado en sangre. Con unas tijeras cortó la tela y observó una gran herida - ¡Necesito que alguien haga presión aquí! ¡Tiene perforada la femoral! - Dijo mientras le hacía un torniquete con una goma que encontró en una de las bandejas con material quirúrgico.
- Doctora, la saturación de oxígeno está cayendo en picado – Dijo una voz de mujer.
- Ha debido perder mucha sangre ¡Necesitamos una transfusión!
A los pocos segundos, uno de los médicos apareció con una bolsa, la enganchó al gotero y la conectó a la vía que llevaba puesta la niña en su brazo.
El pitido que hacía una de las máquinas era ensordecedor, y cada vez era más y más rápido - Está entrando en parada... - Añadió la enfermera. Entonces, de repente, el sonido se volvió monótono y lineal, haciendo que todos se detuvieran para mirar aquel monitor.
- ¡Epinefrina! ¡Vamos! - Gritó la doctora incansable. Alguien le pasó una jeringuilla que en su interior llevaba un líquido transparente y la mujer la inyectó en el cuerpo de la pequeña, esperando ver algún tipo de reacción - ¡Desfibrilador! Joder... ¡No te me vayas ahora! - Dijo comenzando a apretar su pecho con ambas manos, realizándole una RCP.
El mismo médico que realizaba la transfusión cogió las tijeras, momento en el que la doctora se apartó para que éste pudiera abrir la camiseta que llevaba la pequeña. El hombre encendió el aparato y colocó un par de parches sobre su magullada piel – Un... Dos... Tres... ¡Descarga! - El cuerpo de la pequeña se movió en la camilla. Inerte.
- ¡Otra vez! - Gritó la doctora y el médico procedió a realizar otra descarga, pero todo era en vano.
La doctora continuó apretando su pecho. No podía dejarla morir.
- Hey... Lexa, despierta - La pequeña se retorció en su cama, tapándose la cara con la sábana y haciéndose un ovillo. La joven se acercó a ella y tocó su hombro, moviéndola - Osir don kom train [Tenemos que entrenar].
Lexa pasó sus pequeñas manos por los ojos, intentando quitarse el sueño - ¿Qué hora es? - Preguntó adormilada.
- El gallo hace rato que ha cantado. Vamos, vístete y recoge tus cosas.
- ¿El gallo? - Lexa abrió los ojos y se incorporó levemente en el catre en el que yacía, mirando a su alrededor extrañada. Estaba algo oscuro, pero por lo que podía intuir era una especie de tienda de campaña.
- Ai hod op gon yu in the biga tri [Te espero en el gran árbol]– Dijo la joven antes de salir de allí.
- Espera ¿Qué has... Dicho? - Para cuando quiso terminar la pregunta aquella mujer había desaparecido. Trató de repetir las palabras en su mente "Ai hod op... biga tri"... ¿Qué significaba? - La niña se levantó y fue hacia una silla de madera. Sobre ella habían unos pantalones y una camiseta oscuros. Los alzó en el aire examinándolos. Parecían estar hechos de retales de otras prendas, e incluso piezas que no pertenecían a la ropa, pero aún así se lo puso. Después se calzó las botas y cogió del suelo algo que parecía ser la vaina de una espada - ¡Vaya! ¡Que guay! - Dijo con emoción al desenfundarla. Volvió a guardarla y la colgó en su espalda. Después salió de la tienda en busca de aquella misteriosa mujer.
Fuera, el sol comenzaba a salir por las montañas del este y podían escucharse el sonido de los pájaros cantar en aquellos árboles que rodeaban la tienda. Estaban en un bosque.
Observó su alrededor. Estaba en una especie de poblado, donde un hombre con varios tatuajes en su rostro, daba vueltas con sus manos a algo que suponía que era un animal, cocinándolo en el fuego. Estaba sentado frente a la fogata y miraba hambriento lo que seguramente sería su desayuno.
Desvió su mirada hacia el bosque y comenzó a caminar a través de aquellos frondosos árboles, respirando el aire puro y pasando sus dedos por alguno de los troncos, sintiéndose parte de aquella naturaleza. Había algo desconocido que la impulsaba.
Sin saber muy bien como, llegó a un río, completamente cristalino. Bajo un gran árbol estaba aquella mujer y Lexa se acercó a ella.
- Has tardado mucho en llegar... - Le dijo con un tono de seriedad en su voz.
- No ha sido tanto... - Alcanzó a decir antes de recibir el primer golpe que la lanzó directamente al rocoso suelo - ¡Eh! ¿Pero qué haces? - Le gritó. De repente sintió dolor en sus manos, las miró y estaban enrojecidas por la caída, con una pequeña herida de la que emanaba su sangre oscura.
- ¡Vamos! ¡Levanta! - Le retó.
- ¿Qué quieres de mi? ¡Ni siquiera sé quien eres!
La mujer comenzó a reír - ¿Pero qué dices? ¿Así es como pretendes llegar a ser comandante? ¡Levanta! - Volvió a gritarle.
La ira le invadió y de repente, todo se volvió oscuro.
Cuando la claridad volvió a su mente, se encontró blandiendo aquella espada con furia. A duras penas su oponente era capaz de hacerle frente y sus estocadas eran cada vez más certeras, hasta que la mujer cayó al suelo. Lexa alzó la espada y cuando estaba a punto de cortar su garganta, se detuvo.
- Jus drein jus daun [La sangre llama a la sangre] – Le dijo a la mujer cuando vio correr la sangre por su cuello.
- Por fin has despertado, Lexa – Dijo con una sonrisa en el rostro, pese a sentir el escozor que le producía la pequeña herida que le había producido su aprendiz – Es hora de ir a Polis – La mujer alzó su brazo y la niña le ayudó a levantarse. - ¿Preparada?
- Siempre lo he estado, Anya.
Montaba a caballo como si lo hubiera hecho desde siempre. Sabía exactamente qué era lo que tenía que hacer para que el animal siguiera sus órdenes, y aquello le resultó extraño. Al igual que le resultaron extrañas aquellas palabras que había dicho horas antes de forma tan natural, en un idioma que ni siquiera era el suyo. O como trotaba al lado de Anya, aquella mujer misteriosa y que al parecer, conocía.
Pero no lo recordaba. Al menos, no claramente. Vagos recuerdos borrosos se agolpaban en su mente, como queriendo salir de allí todos a la vez.
Tenía momentos en los que ni siquiera sabía quien era.
- Yu laik shof op... [Estás callada]
Y entendió cada palabra – Sólo pienso...
- Sé que todo esto de ir a Polis puede darte un poco de miedo... Pero es lo mejor para ti. Serás la mejor comandante que haya habido sobre la Tierra.
Lexa asintió. Ella, de alguna forma, lo sabía. Los libros decían que era la reencarnación del primer comandante, lo que les había llevado a entrenarla desde que tenía dos años, Por eso ahora se dirigían a la ciudad, para continuar con todo aquello, como dictaba la tradición.
Por un momento, su corazón se encogió al tratar de ahondar en sus recuerdos. Buscó en su mente los rostros de sus padres, pero éstos eran difusos, y sus voces, apenas un eco que resonaba en su cabeza.
- No... No puedo recordar a mis padres – La voz se le quebró.
Anya le miró sorprendida. Lexa no solía hablar de aquello – Es normal... Eras demasiado pequeña cuando murieron en la Guerra de los Clanes. Tus padres lucharon contra los Maunon [Hombres de la montaña], pero eran demasiado fuertes...
- Algún día vengaré sus muertes - Dijo convencida.
- Jus drein jus daun...
De pronto, el sonido que hacían los cascos de los caballos cada vez que ponían sus patas sobre el suelo cambió. Pasó de ser un sonido amortiguado por la hierba, a escucharse como si se golpearan un par de piedras, lo que indicaba la cercanía de la ciudad.
Los árboles se acabaron a los pocos minutos y comenzaron a ver tanto a hombres como mujeres, caminando de un sitio a otro. Algunos de ellos se paraban en los distintos puestos que había a su paso. Habían llegado a Polis.
Anya bajó de su caballo y Lexa la imitó. Ambas cogieron las riendas de sus respectivos animales y comenzaron a caminar mezclándose entre la gente, pero la pequeña se sentía observada. Y no. No eran imaginaciones suyas.
A cada paso que daba, todo el mundo la miraba, incluso dejaban lo que estuvieran haciendo con tal de no perder detalle.
- Creo que todos me miran... - Le dijo a Anya en un susurro.
- No todos los días llega a Polis la posible futura Heda.
Una niña, de más o menos su edad, dejó el puesto en el que estaba con una mujer, seguramente su madre. Se acercó a ella tímidamente, ofreciéndole algo de carne a la brasa atravesada por un fino palo de madera.
Lexa la observó. Tenía una bonita sonrisa dibujada en su rostro y unos preciosos ojos de color miel. Le sonrió también aceptando de buen grado su regalo, pero cuando estaba a punto de llevárselo a la boca, una mano se la quitó, sorprendiéndola.
- ¡Eso era mío! - Le gritó al hombre que estaba delante suyo. Tenía una gran barba y el pelo oscuro, largo y con algunas trenzas.
Sin decir nada, el hombre se llevó un trozo de carne a la boca. Después de unos segundos le devolvió el pincho, ante la dura mirada de la niña – Podría haber estado envenenado, tienes que ir con más cuidado.
- Lexa, este es Gustus – Dijo Anya a modo de presentación – A partir de ahora él te acompañará y cuidará para que no te ocurra nada.
- Pero yo prefiero estar contigo, Anya. - Dijo con tristeza en su voz – Por lo menos tú no te comes mi comida – Dijo mirando al hombre con desdén y después dio un bocado a su carne.
El comentario hizo sonreír a los dos adultos aunque trataran de evitarlo - Estaremos juntas durante los entrenamientos, pero el resto del día será él quien esté contigo.
- Titus os está esperando en la torre – Añadió Gustus – Yo me encargaré de vuestros caballos.
Anya asintió, dándole las riendas de su caballo y la pequeña hizo lo propio, pero de mala gana.
Caminaron hasta llegar al edificio que les había indicado el hombre y, quizá fuese el más alto que Lexa había visto en su vida.
Se agradecen muchísimo las opiniones, es sólo un minutito de vuestro tiempo y ayuda a saber si se va bien o no con la historia :D
Porque la muerte no es el final... LONG LIVE HEDA.
