Stepmom's Recipe

By: Vainiella

Summary: La desafortunada suerte deMimi Tachikawa a la hora de encontrar pareja la llevó a decidir a sus 30 años que el matrimonio y las familias felices no eran lo suyo. Sin embargo, tendrá que replantear sus prioridades cuando un guapo y exitoso chef de Manhattan decide darle un giro de 180 grados a su vida. Era jodidamente sexy, varonil, y… Padre soltero con un status de relación parecido al complicado cubo de Rubik. Demonios, era alérgica a los niños, ¿Y ahora debía ser madrastra de dos?

Disclaimer: Bien, ya se sabe que ni Digimon ni sus personajes me pertenecen. Algún día imitaré a Steve Jobs e inventaré un Ipod raro que cocine y haga tus tareas, y entonces compraré Digimon y cambiaré el final que nos dieron. Pero bueno, algún día será.

¡Nos vemos abajo!


Capítulo 1

"La Masserie"

Bien, desde el instante que se despertó, Mimi Tachikawa supo que hoy no iba a ser un buen día.

Le costó un montón sacar un pie de su cama, tan calientita y cómoda, pero era justo y necesario ya que hoy debía presentarle un proyecto a un cliente muy importante… Razón principal por la que pasó hasta altas horas de la madrugada trabajando en su laptop para finiquitar los detalles de la presentación.

Pero no eran las pocas horas de sueño las responsables de su mal genio, no. Al despertar por la mañana encontró esparcido por todo el piso de su habitación los restos del relleno de algún cojín, una clara señal de que hoy sería un día un poco accidentado. Aquello había sido obra de la bestia de cuatro patas que pertenecía a su madre, una jodida Schnauzer de seis años que tenía un problema personal con todos sus cojines, y que debía cuidar por dos semanas hasta que sus padres llegaran de un viaje a Japón.

Así que no, hoy no era un buen día, o al menos hasta ese momento.

Ingresó al edificio un poco apresurada, escuchándose resonar sus tacones hasta el ascensor, mostrando en el espejo del mismo a una guapa mujer que no parece pasar los 30 y quien indudablemente tenía un buen gusto para vestir. Había tenido tiempo para dormir un par de horitas y cargar un poco de energía, pero aún con eso tenía dos ojos de orangután gracias a las ojeras. Maldijo por lo bajo. Solo esperaba que se deshinchen luego o sino tendrá que acudir a un par de hielos.

Al llegar al piso cinco las puertas del ascensor se abrieron para descubrir una pared a dos metros con un enorme "T&Y" en cobre, resaltando elocuentemente con un fondo de piedra oscura.

-Buenos días, señorita Tachikawa.

Pronto la voz de una recepcionista no tardó en hacerse escuchar apenas puso un pie fuera del ascensor, una guapa rubia ojos verdes que se encargaba de recibir a todos las personas apenas ingresaban al piso.

-Buenos días, Jane- respondió con voz ronca -¿Taichi ya está aquí?

-No, señorita, el señor Yagami aún no ha llegado.

Asintió con la cabeza y se adentró a la oficina, guardando en secreto que a veces envidiaba a la recepcionista debido a esa belleza fresca de una chica de 20 años. No obstante, aunque las minifaldas ya no sean una opción en su guardaropa no se consideraba poco atractiva, claro que no. Mimi estaba 100% consciente de su sensualidad. Pero al parecer en el siglo XXI ser una mujer de 30 años, guapa y soltera para los hombres solo puede significar que te hace falta un tornillo. Mínimo.

Al entrar a la oficina su malhumor empezó a esfumarse un poco, ya que se sentía más a gusto en ese lugar que en su propio hogar. Lo había diseñado con mucho amor junto a su mejor amigo y socio. Al abarcar no solamente un piso sino contar con doble altura engañaba visualmente con el tamaño, pareciendo más grande de lo que es, además de la distribución estratégica de escritorios de melamina en la que no había ninguna división que los aislara. Uno al lado del otro, eran ocupados por computadoras Apple y equipos de alta tecnología, controladas por una diversidad racial de empleados que Mimi valoraba mucho, entre ellos japoneses como ella, americanos, latinos e incluso árabes y europeos.

Su padre siempre dice que la única forma de avanzar como empresa era con la incorporación de culturas, sobre todo en un mercado tan demandado como la arquitectura y el diseño.

Ya estaba cerca de su oficina cuando en eso sintió algo tras de ella. Incomoda volteó ligeramente, encontrándose entonces con la cara de su asistente personal demasiado cerca.

-¡Eh!

-Tienes que hacer algo con esas ojeras, mujer.

Miyako Inoue era más su amiga que asistente. De personalidad vivaz, muy simpática y realmente eficiente en lo que sea que hace, y entre todas las cosas que hace su favorita era hacer la vida de Mimi un poco más fácil. Sus cabellos lilas eran un grito a la moda al estilo Kelly Osbourne que llamaban completamente la atención. Le daba una buena imagen a la firma, y por esa razón era la tercera al mando luego del socio de Mimi.

-Invades mi espacio personal.

-Duh, soy tu asistente personal- sonriente, mostrándole entonces un envase de Starbucks -¿Café?

Suspirando, Mimi casi se lo quita de las manos.

-Bendita seas- por fortuna Miyako poseía una intuición consagrada y sabía lo que necesitaba siempre -¿Alguna novedad?

-¿Hasta qué hora te quedaste trabajando aquí?- respondió con una pregunta, ignorando por completo la suya.

-Hasta las… ¿Tres?.

-Mientras mi vecino y yo follábamos como un par de conejos tú trabajabas. Ay, Mimi, ¿En serio tenemos que tener de nuevo esta conversación?

Para su suerte ya estaban dentro de la impresionante oficina de Tachikawa, por lo que cualquier cochinada que pueda decir su amiga -quien suele decir muchas- no podrían escucharlas. Era un espacio que contaba con un inmenso ventanal que daba a la calle Broadway.

La pelimorada cerró la puerta tras de sí, viendo como su jefa se sentaba tras su escritorio mientras le daba otro sorbo a su café. Los planos a mano del proyecto en el que estaba trabajando estaban regados por el escritorio.

Odiaba tener esa conversación con su amiga, así que antes de iniciarla intentó desviarla.

-Miyako, ¿Puedes llamar a Lisa? Necesito que…

-Todavía es muy temprano para atormentar a tus esclavos. Cinco minutos- Mimi puso los ojos en blanco –Y nada de poner los ojos como el exorcista. Madura.

-¡Intento trabajar!

-Y yo estoy evitando que a mi jefa-amiga le dé un ACV por exceso de trabajo. No perderé este empleo por tu descuido- cruzándose de brazos -Voy a tener que llamar a tu madre para hacerte una intervención.

Mimi casi escupe el café que estaba bebiendo en ese instante.

-¿Cuándo fue la última vez que salimos?- continuó.

-¿La semana antepasada no fuimos a Mojitos?

-Eso fue hace más de un mes.

-¡Fue hace…!- lo pensó un momento, pero tuvo que morderse la lengua al recordar que fue hace dos meses para ser precisos –Bueno, un mes o semana, no tengo tiempo, Miya. Tengo la oficina de Rokowsky, el restaurant Balú, la sede de…

-Soy tu asistente, ¿Recuerdas? Es mi deber saber todo eso antes que tú- la interrumpió –Pero la vida se te está yendo mientras trabajas. Tienes cuanto, ¿40 años?- Mimi le mostró el dedo del medio mientras hojeaba los planos –Bueno, 30 años. Mírate, eres hermosa y exitosa, ¿Qué rayos haces soltera? No te he conocido un novio decente en años y…

-Eso ha sido por tu culpa.

-¡Serás bruja…! No es mi culpa que seas una condenada perfeccionista a la hora de elegir un hombre. Es decir, ¡Ni que fueras a comprar un jodido auto!

Bien, aquello era verdad. Es cierto que Miyako era siempre la que estaba detrás de las citas a ciegas de Mimi. Y su madre, la buena de Satoe, se aseguraba de emparejar a su hija con todos los hijos de sus amigas de sociedad. Ambas mujeres podrían graduarse como casamenteras, concertándole citas en contra de su voluntad.

-De seguir así serás la próxima Carrie Bradshaw, casándote a los 40.

Viendo que no había forma de evitar la conversación, le dedicó toda su atención.

-Ok, está bien, conozco al chico perfecto, ¿Y luego qué? Novios, compromiso, boda, casa, hijos… ¡Ugh! No soy esa clase de mujer, Miyako, lo sabes.

-Pero tampoco eres de las mujeres que prefieren estar solas, Mimi…- aquello lo había dicho de forma condescendiente, haciendo sentir de pronto a la castaña como una niña –No digo que te cases, está bien, ni que tengas hijos, pero al menos sal, vive, ¡Enamórate! Piénsalo, ¿De verdad quieres pasar el resto de tu vida sola?

No, no quiero.

Pero la única relación formal que había tenido había terminado en desastre, cuando su ex decidió serle infiel luego de seis años de relación. Pero eso sucede, ¿No? Son hombres, después de todo. Y fue tan estúpida como para perdonarlo, ¿Para luego qué?

¡Dejarla por una chica 8 años menor que ella!

Desde entonces no volvió a intentarlo, por supuesto.

-Escucha- insistió Miyako –Salgamos esta noche, ¿Sí? Así te distraes un poco.

-Miya…

-¿Por favor?

-Ya, bueno, vale, ¿Podemos trabajar?

-Tú mandas- suspiró –Tu madre llamó. Dice que dejes de ignorar sus llamadas, que lo siente mucho.

-Ya la llamo luego- dijo Mimi cansada, recordando la discusión que había tenido el día anterior con su madre sobre el hecho de que debía congelar algunos óvulos, dado que cada día se estaba poniendo vieja y pronto sus ovarios quedarán más secos que el Sahara -¿Qué sabes de Taichi? Ya debería estar aquí.

-Se atrasó un poco, pero dijo que ya viene en camino con la maqueta del restaurante Balú- dijo chequeando el Ipad que tenía en sus manos –Por cierto, a las 10 viene un cliente que necesita remodelar un restaurant que está a cinco cuadras de acá. En el correo está toda la información del proyecto.

-Todavía tengo que terminar unas cosas con la oficina de Mark Rokowsky. Mejor dile a Max que lo reciba.

-Es un cliente pesado, Mimi. Según investigué es un reconocido chef de Manhattan.

-¿Dónde dijiste que sería la remodelación?

-En La Masserie.

Mimi abrió los ojos sorprendida.

-¡La Masserie!- dijo aplicando un poco de acento francés en la palabra, prendiendo la computadora –Me encantaba ir a ese sitio de chica, iba siempre con mi abuelo- una expresión de cansancio se dibujó en su rostro -Vale, lo atenderé yo, pero retenlo unos minutos mientras termino con Taichi. Ahora, ¿Puedes encargarte de llamar a Franco?

-Claro.

Unos minutos después, mientras dibujaba en la soledad de su oficina, dos golpecitos en la puerta de vidrio atrajeron su atención. Al subir la mirada encontró a su sexy mejor amigo, como solía llamarlo Miyako, a la espera de permiso para entrar. Como si lo necesitara, claro. Mimi sonrió brevemente al moreno de un metro ochenta, que con sus ajustados pantalones mandados a hacer a la medida estaban haciendo que todas las mujeres de su oficina hiperventilaran.

-Señorita Tachikawa, que radiante se ve esta mañana.

Mimi rodeó los ojos, sin parar de dibujar.

-Encantador.

El moreno se aproximó a ella y estiró la mano para tomar la de ella y depositarle un beso, a lo que Mimi respondió con un bufido burlón. Ay, ese Taichi, tan galante como siempre. Decir que su madre había soñado que se casaran y tuvieran unos preciosos hijos morenos como él. No obstante, Taichi fue siempre sólo un amigo…

Uno bastante guapo, por supuesto, pero lastimosamente Mimi nunca había sido su tipo.

-¿Cómo te trata la vida?

-¿Qué las ojeras no hablan por mí?- respondió hosca.

-Vale, es evidente que te hacen falta unas horitas de sueño.

-Gracias por notarlo.

-Y me parece que tampoco te vendrían mal unas horitas de sexo.

-Ajá.

-¿Quieres que te ayude con eso?

-¿Con qué?

-Con el sexo, por supuesto.

-¡Taichi!- Mimi no pudo evitar sonrojarse, deteniéndose en seco con lo que estaba haciendo para recriminar al moreno con la mirada.

-¿Qué? ¿Acaso te metiste a monja y no me enteré?- rodeó los ojos –No sabes de lo que te pierdes, pequeña.

-No cariño, si sé, el asunto es que ya tuve suficiente de ti.

-Oh, vamos, esa noche en Cancún no cuenta – rio –Lo que hacen unos cuantos shots de tequila, ¿No?

Sí, de chicos habían tenido sexo, o al menos la evidencia de ello fue el condón usado junto a la cama. Una gran idiotez, claro está, pero al menos una idiotez responsable.

Y había sido una idiotez porque tener sexo en estado de embriaguez con tu mejor amigo no era bueno.

-Tienes razón, no cuenta si luego de ello te diste cuenta que no te gustan las mujeres.

…Y más si es tu mejor amigo gay.

-Eres una idiota. Era gay antes de eso.

-Pero igual tuvimos sexo.

-Estábamos borrachos, Mimi, y yo estaba muy frustrado en ese entonces. Pensé que al acostarme contigo quizás me gustaría esa… Tú sabes, esa cosa peluda que tienes entre las piernas.

-¡No estaba peluda!- explotó sintiendo las orejas calientes de la vergüenza.

-Cierto, no lo estaba, pero ahora debe estar como Chewbacca… ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con un hombre?

Mimi se levantó de su escritorio, sintiendo que se le había colmado la paciencia.

-No pienso continuar esta conversación.

–Vale, vale, disculpa. Solo bromeaba un poco contigo.

-Bueno, me estás exasperando- bufó –Tú, Miyako y mi mamá, ¡Todos se pusieron de acuerdo para atormentarme con que me falta sexo o un esposo…O un hijo!

-Cuidado, te estás poniendo un poco verde.

-Yagami, ¿Dónde está la maqueta? Tengo trabajo que hacer.

El moreno puso los ojos en blanco, sabiendo que su amiga ya estaba llegando al límite y que si seguía probablemente terminaría con un tacón metido por el culo.

-Está afuera, en la sala de conferencias.

Ambos se encaminaron juntos a ver la maqueta, no sin antes que Tai recibiera un buen golpe en el brazo por parte de la castaña.

Al llegar a la sala de conferencias una preciosa maqueta aguardaba sobre la mesa circular. Era completamente blanca, de un material excelente y prolijo, perfecta para mostrar al cliente la distribución de mobiliario y áreas del restaurant.

Miró su reloj. Rayos, en cualquier momento llegaría el cliente de la Masserie, pero el restaurante Balú era sumamente importante dado que en la tarde tienen que verse con el cliente, y debían corregir cuanto antes cualquier detalle.

Mimi la miró con ojo crítico primero, moviéndola de vez en cuando para no pasar nada por alto.

-¿Qué te parece?

Mimi se acercó más para detallarla, sonriendo satisfecha.

-Aceptable- dijo finalmente.

-Y el Diablo viste de Prada- se burló haciendo referencia a la película favorita de la castaña.

-¿Qué te parece si le incorporamos elementos decorativos de un color intenso?

-¿Cómo rojo?

-No, prueba con naranja. Nada grande, solo detalles.

Ambos se dedicaron a hablar para mejorar la exposición del proyecto, asegurándose de tener todo en orden para la tarde. Pasaron unos 15 minutos cuando la voz un poco chillona de Miyako empezó a resonar por el pasillo. Mimi, curiosa, salió de la sala para notar como su asistente caminaba de forma torpe tras un hombre que iba hacia ellos.

-¡Señor, espere!

-No voy a seguir esperando, tengo cosas que hacer.

Atenta, esperó a que ambas personas llegaran a ella, o al menos eso parecía, hasta que dicho hombre pasó por enfrente de la castaña ignorándola por completo.

Mimi enarcó una ceja, ¿A dónde cree que va?

-¡Oiga!- le llamó, haciendo que el hombre se detuviera y permitiéndole a Miyako tomar un respiro dado que caminar rápido con esos tacones era como formar parte de las olimpiadas –A ver, señor, que esto no es una pista, ¿Vale?- alegó notando como su amiga casi tropezaba segundos antes tratando de alcanzarlo.

Y fue cuando el hombre volteó a verlos que Mimi pudo verlo mejor.

Caramba.

Era alto, de espalda ancha y contextura fornida pero sospechaba más por genética que por gimnasio. Probablemente tendría unos cuarenta y algo, pero su vestimenta le daba un aspecto juvenil con esos simples blue jeans y una franela gris que se adhería a su cuerpo, dándole estilo a su vestuario el blazer color negro que resaltaba sus descuidados cabellos rubios, ¿Y aquel corte tipo Bon Jovi? Mmm, le daba un aspecto… Interesante.

-Sexy- susurró Yagami en el oído de la castaña, lo cual hizo que se tensara y le diera una breve mirada recriminatoria a su amigo, para luego enfrentar al recién llegado.

Bien, indudablemente era sexy. El típico chico malo que hace que te mojes las bragas.

Intentando no mirar demasiado un par de ojos azules que la observaban expectante, carraspeó para serenarse.

-¿Qué desea?

-Me urge que me atienda el Sr. Tachikawa.

-Señor, ella es…- se adelantó Miyako, pero Mimi elevó la mano pidiéndole silencio.

-Es evidente que le urge, señor…- aguardó por un nombre con que llamarlo.

-Yamato Ishida.

-…Señor Ishida. Lamento que haya tenido que esperar, pero le pido por favor que espere un minuto más y será atendido con mucho gusto.

El tal Ishida elevó las cejas, incrédulo.

-A ver- el hombre suspiró, agarrándose el puente de la nariz –Mire, señorita. Tengo esperando alrededor de unos quince minutos, y al igual que su jefe también tengo una agenda ajetreada y para serle honesto no puedo esperar más.

-Entiendo, pero…

-Así que, si no le cuesta mucho caminar con esos tacones, busque al Sr. Tachikawa lo antes posible para que me atienda y me iré. Soy el nuevo dueño del restaurant La Masserie y necesito que me atienda él y no su colección de secretarias cuyo único trabajo es hacerme perder el tiempo, ¿Comprende?

Mimi abrió los ojos sorprendida.

¿Quién demonios se cree?

Pronto arrugó el ceño sintiendo como la paciencia se le acababa. Vale, era el nuevo dueño, pero no iba a tolerar la falta de respeto de nadie, ni siquiera del presidente. Fue entonces que Mimi se preocupó un montón, ya que el restaurant favorito de su abuelo había quedado en manos de un hombre insoportable.

Taichi ya estaba a punto de salir a su rescate para defenderla, sin embargo Mimi no necesitaba que lo hiciera. Nunca lo necesitó.

-Esta colección de empleados que usted ve aquí es lo que ha hecho que quiera venir a nosotros, señor Ishida. Está pisando la oficina de dos personas que pasaron muchísimo tiempo trabajando duro para lograr todo esto. Por lo que, me presento, soy Mimi Tachikawa, fundadora de T&Y Interiors. Le pido por favor un poco de respeto hacia mi equipo de trabajo si pretende volver a pisar este sitio.

-Usted…

-¿Comprende?- finalizó Mimi con la misma palabra y el mismo tono que había usado el hombre con ella hace momentos.

El rubio había quedado sin habla. Obviamente no había esperado semejante discurso. Y Mimi, en cambio, saboreó las palabras una por una, siendo aplaudida por las miradas de Taichi y empleados que no pudieron evitar notar la pequeña discusión.

Ambas personas se miraron fijamente a la expectativa de todos. La tensión era evidente, y si no fuera por un fingido carraspeo por parte del moreno hubiesen seguido así.

-Bueno, bueno, señor Ishida, bienvenido entonces- intervino Yagami, sonriente –Soy Taichi Yagami, co-fundador de T&Y, ¿Qué podemos hacer por usted?

El rubio finalmente dejó de mirar a la castaña, para luego notar a Taichi, asintiéndole.

-Gracias, pero será mejor que me vaya.

Y sin más ni más, el hombre se fue, siendo observado al caminar por el largo pasillo hasta salir de la oficina. Fue entonces cuando Mimi se permitió suspirar profundamente.

¿Qué demonios había sido eso?

-Caray- dijo Miyako, boquiabierta -¿Ese es uno de los mejores chefs de Manhattan?

-¿Será familia de Gordon Ramsay?- aportó Taichi –Ya saben, el de Hell's Kitchen.

-Espero que no vuelva- dijo cansada Mimi –Odio los clientes así, ¿Qué se cree?

-¿Qué hay de La Masserie?

-Pues, espero que mi abuelo me perdone si lo vuelven un Mc Donald, pero no pienso trabajar con ese idiota.

-Al menos está como quiere, ¿No?- soltó Taichi, como sopesándolo.

Mimi lo miró con mala cara, para luego darle la espalda y regresar a su oficina.

-¡Vamos, que seguro le darías una probadita a ese trasero!


Que día de mierda.

Y como todo día de mierda debía tener alguna chica que lo hiciera sentir más mierda.

Salió del edificio con el dolor de cabeza retumbándole las sienes.

Se sintió estúpido, y es que aquella mujer, con su actitud sofisticada, prácticamente le dijo que era un grosero y un desconsiderado, ¡Qué se iba a imaginar él que la dueña de esa estúpida firma era una veinteañera! Al verla pensó que era una simple asistente, dada a la típica vestimenta con tacones y ropa ajustada, y quizás lo joven que se veía, pero resultó ser nada más ni nada menos que uno de los dueños de la firma.

Vale, eso había sido únicamente su culpa, pero su orgullo le impedía regresar y dar una apropiada disculpa. Joder, ya había tenido un día bastante malo, y necesitaba urgente que le atendieran ya que justamente hubo un cambio de planes y tenía el tiempo contado. Y ahora debía pensar en una excusa para decirle a su hermano, ya que fue insistencia de éste que fuera a esta firma, vaya a saber quién se la recomendó, pero no volvería al menos que sea para disculparse.

Y Yamato era terrible para pedir disculpas.

Se montó en su BMW X5, una preciosa camioneta negra que se ajustaba perfectamente a sus necesidades, y suspiró tratando de agarrar mínimo.

-Maldición, Ishida, haz algo bien, ¿De acuerdo?

Haber comprado un restaurant fue el paso que siempre quiso dar desde que se inició en su carrera de chef. Finalmente, a los 36 años, lo había logrado, aunque le haya costado mucho tiempo entre sartenes. No por nada era el mejor chef de Manhattan. Y tras trabajar en restaurants de una a dos estrellas Michelin ya era hora de dar el paso.

Pero jamás imaginó que ese restaurant sería La Masserie, tras que su hermano insistiera en comprarlo.

Nota mental: No volver a hacerle caso a su hermano.

¡Y ahora tendría que encontrar a otro estúpido arquitecto de interiores que se encargue de la remodelación!

Manejó por las calles de New York, mirando constantemente la hora. Se encargó de algún que otro asunto respecto a La Masserie, bien sea reuniéndose con el publicista o comprando cosas que hacen falta. Se reunió con el abogado para finiquitar unos últimos detalles con la compra del restaurant y se reunió con unos distribuidores. Ni siquiera le dio tiempo de almorzar, por centésima vez desde que compró el local, y eso que a las cinco debía marcar presencia en el restaurant que trabajaba como chef ejecutivo… O al menos hasta que pueda trabajar en el suyo.

-Buenas tardes- saludó secamente al entrar a la cocina del restaurant en el que trabajaba, siendo respondido por todos al instante.

No tardó mucho en acercársele una chica, quien parecía cohibida con la presencia del hombre.

-Ehm, disculpa Yama… Digo, chef- se corrigió. Era bastante guapa, quizás de unos 25 años. El rubio la saludó con un gesto de cabeza.

-¿Qué necesitas, Irina?

Siempre había sido una mala idea salir con colegas u empleados, y más todavía si eran tan jóvenes.

Irina es el ejemplo de ello.

Salieron hace un par de meses y las cosas no terminaron muy bien. Yamato había disfrutado de su compañía y momentos de intimidad hasta el día en que ella pidió ser algo más. De pronto Matt se había dado cuenta de las verdaderas e inocentes intenciones de la aspirante a sous chef, que solo quería formar parte de su vida y no pasar el rato como bien había creído al principio.

Pero era una vida que Yamato consideraba lo suficientemente complicada como para agregarle más drama. Y por supuesto aquello le cayó como un balde de agua fría a la pobre mujer. Desde ese momento todo se había vuelto demasiado incómodo, teniendo que asistir no solamente a tu superior, sino al hombre que te rechazó de una forma tan frívola solo porque no está listo para algo serio.

Yamato no sabía que era peor, meterla en su vida o sacarla de ella.

-La salsa, chef- le dijo la joven señalando el sartén con un contenido rojizo. El rubio asintió, tomando una cucharilla limpia para probar dicha salsa. Unos segundos después frunció el ceño.

-Está amargo- dijo entonces Yamato tras probar de la reducción de vino y naranja para un mero empanizado con coco, un plato que el mismo había creado para el menú. Miró a Irina con mala cara, quien acomodó su bandana rosada tratando de disimular su malestar –Por Dios, Irina, arruinaste la salsa.

-Yo… Lo siento.

-A mí no me digas nada, ya sabes lo que tienes que hacer.

-S-Sí, chef.

El rubio la miró alejarse. Sabía que destrozaba las ilusiones de esa chica con sus tratos hostiles y poca paciencia, pero era mejor así.

Cuando volvió a mirar su reloj ya se habían hecho las diez.

Salió como un rayo del restaurant, algo que casi le provoca un accidente por culpa de un idiota que cruzó abruptamente en la avenida sin poner luz de cruce. Cuando pudo, miró en su celular por si había alguna llamada perdida, pero por supuesto todo era en relación al trabajo, ¿Por qué demonios Tk no contesta sus llamadas?

Se estacionó un poco mal frente a la clásica pero preciosa casa neoyorquina de dos pisos que daba a la calle, rodeada de muchas casas similares. La fachada de ladrillos y ventanas enmarcadas le daban un aspecto antiguo, pero por esta zona las casas así eran un lujo. Subió los escalones del porche hasta llegar a la puerta. Justo cuando iba a introducir la llave en la cerradura ésta se alejó de sus manos, abriéndose.

Al reconocer a quien estaba detrás de la puerta el rubio arrugó la frente.

-Tk, ¿Por qué no contestas el celular?

Un joven de unos 28 años con rasgos muy similares a Yamato le sonrió desde el umbral. A primera vista cae simpático, y parecía divertido con la actitud malhumorada de su hermano mayor.

Se apartó tan pronto como el otro entró.

-Hola para ti también- dijo riéndose –Cálmate, estaba haciéndoles algo de comer, y una vez más me descargaron la batería de mi celular. Ya sabes cómo se vuelven locos por Pokemon Go.

-Sí, bueno, podrías llamar al menos del teléfono de la casa. No sabía nada de ustedes.

Yamato no suspiró hasta llegar a la sala y encontrar a la causa de sus preocupaciones. Sentados en el suelo con un plato de comida en manos, estaban un par de niños con rasgos muy similares a él y que habían estado viendo la TV entretenidos hasta escuchar que alguien había entrado a casa.

-¡Papá!

Una niña corrió a abrazarlo, estrellándose contra el cuerpo del hombre para apretarlo fuertemente. Tendría quizás unos 12 años, con cabellos dorados y que le llegaban hasta los hombros y con puntas que señalaban hacia muchas direcciones. Miró a su padre con real cariño mientras éste sonreía con una expresión difícil de descifrar. Puede que sea por el amor profundo que brillaban en sus ojos, tan azules como los de ella.

-Hola, preciosa.

Como costumbre, buscó con la mirada a la otra razón por la que se levanta todos los días. En el suelo, entre los cojines donde estaba acurrucada su hija hace segundos, se encontraba su reservado hijo de ocho años que seguía concentrado viendo la TV, mientras no paraba de comer de la cena que les había hecho su tío Tk.

-Hola, Jude.

El niño miró por un instante a su padre, asintiendo, para luego volver a mirar la televisión. A diferencia de la niña, poseía cabellos rojizos y tez ligeramente bronceada, no como la de su padre ni la de su hermana. Sus ojos eran redondos y color avellana, con rasgos infantiles, pero que sin duda en unos años serían rasgos que romperían muchos corazones.

-¿Cómo te fue, papá?- preguntó la niña, animada.

-Bien, cielo, bien… ¿Qué tal tus primeras clases de pintura?

-¡Fue increíble! Gracias por inscribirnos, eres lo máximo- dijo animada, abrazándolo más fuerte todavía.

Yamato acarició sus cabellos, satisfecho.

Cualquier día de mierda dejaba de serlo cuando tu hija te dice algo como eso.

-No para de hablar de eso- contó sonriente Tk, que se había unido a ellos en la sala –Tenemos a una futura Dalí.

-Mientras no hagas las locuras que hacía él…

-Papá, entonces no sería Dalí.

Regresó con su hermano para seguir comiendo y viendo TV, dejando a ambos adultos. Yamato miró fijamente a su hijo menor.

-¿Cómo le fue a Jude?

-Bueno… Solo se sentó junto a Lucy a ver como ella dibujaba. O al menos eso fue lo que me dijo la profesora.

Matt miró a su hijo con atención, imaginándoselo sentado junto a su hermana mayor en silencio, introvertido, ¿Analizando lo que pintaría Lucy? No estaba seguro, pero siempre era así. En las clases de piano, de natación, siempre se retraía y se resguardaba con su hermana como si fuera un pollito bajo el ala de su madre.

Su madre…

Desde lo que ocurrido Jude se volvió muy retraído, expresándose en silencio la mayor parte del tiempo, no obstante, su hermano Tk y la pequeña Lucy eran los únicos que podían comunicarse un poco mejor con él. Solo ellos dos. Aquello era una preocupación constante y dolorosa en la vida de Yamato, ya que si contaba con suerte solo recibía monosílabos por parte de su hijo.

La renuencia del pequeño Jude de estar cerca de su padre o al menos relacionarse con él era algo que nunca dejaría de dolerle.

La psicóloga, que lleva su caso desde hace un año, alega que todo es debido al suceso con su madre, como si inconscientemente lo culpara a él. Querer abrazar y tener una relación normal con su hijo y no ser posible era una espina en su corazón, y todo porque, según la psicóloga, veía a Yamato como el culpable de lo ocurrido con su madre.

A veces sentía que sí lo era.

-¿Y tú?

Matt salió de sus pensamientos, notando que Tk lo miraba desconcertado a la espera de su respuesta.

-¿Yo qué?

-¿Qué tal tu día?

Ah, claro, ¿Cómo olvidar dicho suceso? Yamato le hizo una seña a su hermano para que lo acompañara a la cocina sin decirle más nada, no sin antes verificar que los niños seguían entretenidos con la TV.

La cocina era tan bonita y elegante como el resto de la casa. Poseía un ambiente realmente familiar. El rubio sacó del refrigerador una botella de agua gasificada y bebió de ella, Tk solo se apoyó de la isla mirando desconcertado a su hermano, a la espera.

-¿Qué ha pasado?

Yamato suspiró.

–Casi choco con un imbécil y el publicista se tomó la libertad de cambiar el logo. Y con respecto al arquitecto, bueno, resultó ser un ella.

-No veo el problema.

-Bueno, como me urgía salir de ese asunto fui un poco atorrante y… Joder, pensé que era una simple asistente y resultó ser la fundadora de la firma.

-Mierda.

-Sí, mierda.

Volvió a tomar agua.

-¿Entonces?

-Nada, me fui de ahí apenas me dejaron en ridículo. No los culpo, fui un poco grosero- suspiró –Pero me habían atendido dos secretarias antes y me urgía hablar con alguien que no tuviera tacones y me pudiera sacar un problema de encima.

-Venga, hermano, eres un histérico. Necesitas relajarte.

-¿Cómo puedo relajarme teniendo un restaurant a mi cuestas, una cocina que dirigir y dos hijos que criar? Tk, no tengo tiempo para relajarme.

-Me parece que necesitas distraerte un poco, te matará el stress... Matt, ¡Eres dueño de un restaurant! Deberías tomártelo mejor- el rubio menor se levantó animado –Es más, ¿Qué te parece si salimos a celebrar? Ahora que me doy cuenta no lo hemos hecho, ¡Es justo y necesario! Vayamos a tomar un trago, como los viejos tiempos.

-Hermano, ¿Qué parte de tengo dos hijos que criar no entendiste?

-Vamos, Lucy ya es grandecita, puede quedarse con Jude sin problemas por un par de horas.

-¡Tiene 12 años, Takeru!

-Y me sé de memoria tu número telefónico, el del tío Tk, el de los abuelos, el de la vecina…

Ambos hombres miraron con sorpresa a la hija de Yamato, quien se encogió de hombros como si nada en el umbral de la entrada de la cocina. Llevaba su bandeja con los platos vacíos de ella y de su hermano, y como niña buena los dejó en el lavaplatos, ignorando a los hombres.

-¿Qué haces escuchando conversaciones de adultos, jovencita?

-Papá, no dijeron nada inapropiado para mis oídos. Además, te comento que sé lo que significa ir a tomar tragos. Estamos en el siglo XXI.

-Lucy.

-Ah, no- lo interrumpió -No me vayas con el mismo cuento de que me trajo una cigüeña, papá. Te comento que ya vimos en el colegio lo que tienen que hacer dos adultos para que nueve meses después aparezcan las "cigüeñas".

-¡Lucy!- Yamato contuvo las ganas de reírse de las ocurrencias de su hija, que eran muchas, pero debía poner orden ya que son cosas que no debería decir una señorita.

Cierto, es el siglo XXI, pero era un padre anticuado.

-Es la ultima vez que te escucho decir algo así, ¿Vale?- entre broma y serio, notando como su hermano tomaba su celular de la encimera cual seguía conectado al cargador -Eres una dama.

-Vale, ya después discutiremos sobre mi libertad de expresión, ¿Por qué no puedo quedarme con Jude? ¡Nos portaremos bien!

-Porque no.

-Anda, papá.

-Que no se van a quedar solos, Lucy. Fin del asunto.

-No hay problema, no estarán solos.

Tanto Matt como hija miraron a Tk que de pronto estaba sonriente, sin parar de escribir por el celular.

-La señora Elizabeth viene en camino.

-¡¿Nana Eli vendrá?!- preguntó entusiasmada Lucy, mirando con ilusión a Tk.

-Acabo de enviarle un mensaje por Whastapp. Justamente estaba cerca así que no hay problema.

-¡Woohoo!

-Hey, nada de woohoo, ¿Para qué demonios hiciste eso, TK? Ya sabes que no le toca los viernes.

-Porque hoy, hermano, tú y yo saldremos a tomarnos una cerveza.

El rubio lo miró con una ceja enarcada.

-¿Qué?

–¿En serio necesito el Play Doh de Jude para explicártelo?- Tk miró a su sobrina con diversión –Eh, Lu, ¿Puedes traerme la plastilina de tu hermano para explicarle a tu padre que…?

-A ver, a ver, eso lo entendí- le bufó el rubio, para luego mirar a su hija –Lu, vayan tú y Jude a cepillarse los dientes, ¿Vale?

-¿Tío Tk está en problemas?

-Tío Tk no está en problemas, pero tú lo estarás si no te cepillas los dientes en cinco, cuatro, tres...

-¡No!- empezando a correr hacia la sala -¡Jude, rápido, tenemos que cepillarnos los dientes!

Un segundo después se escucharon los pasos de los niños corriendo piso arriba.

-¡Sin correr!- gritó Tk, para luego mirar a su hermano -Que severo.

-¿Por qué demonios molestas a una señora de 65 años para que venga a mi casa a las nueve de la noche sin previo aviso?

-Mira, que tampoco es que lo haga totalmente por ti- poniendo los ojos en blanco -Lucy tiene días pidiéndomelo.

-Me encanta cuando mi hermano y mi hija forman un complot para menospreciar mi autoridad.

-No seas idiota. Lucy y Jude están planeando tu regalo de cumpleaños,y me toca a mí despejar el área sonsacándote- Matt lo miró con curiosidad -No, no, a mí no me mires. No pienso abrir la boca.

Tras varios segundos meditando si golpeaba a su hermano o llamaba a la señora Elizabeth para disculparse, terminó por suspirar profundamente, vencido. Irse de tragos obviamente no mejoraría las cosas, ni con el restaurant ni con la relación con su hijo, pero sí es cierto que estaba aprensivo la mayor parte del tiempo. Y eso no era bueno, por supuesto.

-Bueno, vale, está bien. Tú ganas- Tk hizo un gesto de victoria con la mano, sacándolo de las casillas -Pero con una condición… Dos horas, nada más. A las 12 en punto estamos de regreso.

-Válgame, Cenicienta, vas a perder la zapatilla de cristal.

Nadie esperaba que dos horas eran más que suficientes para cambiar la vida de dos personas.


-¡Mimi, deja eso!

-No has soltado el maldito celular desde que llegamos.

Mimi ignoró los regaños de Miyako y Tai, quienes luego de acompañarla a su casa para cambiarse y pasear a Antonniette la habían traído en contra de su voluntad al pub más chic del momento y que con sus aires bohemios hacía de aquel lugar un sitio bastante agradable.

Vale, tienen razón. Debería salir a distraerse más a menudo, sin embargo, en ese instante Mimi se sentía incómoda a pesar de que sus amigos más cercanos intentaban animarla. O intentaban arrebatarle la única cosa que sobrellevaba aquella incomodidad; su celular.

El moreno no toleró más a su amiga en estado vegetal a causa del estúpido aparato, por lo que con un solo movimiento ninja se lo arrebató de las manos, sorprendiéndola.

-¡O-Oye!

-Ya me tienes harto con la baratija esta. Desearía que estuvieras metida en el estúpido Instagram stalkeando a tu ex, pero no, prefieres trabajar- bufó, guardándoselo en el bolsillo del pantalón –Si lo quieres tendrás que quitármelo.

-Por Dios, Tai…- se quejó la castaña -¡Que me lo des!

Mimi intentó sacárselo, pero para su tormento Taichi sabía cómo contratacar.

-¡Eh, calma mujer, que si quieres podemos ir al baño!- dijo con toda la intención de ser escuchados, haciendo que las personas que estaban más cerca de ellos en el bar voltearan a verlos, entre risas.

Mimi se detuvo al instante soltando un chillido de derrota, avergonzada, casi cruzándose los brazos como una niña malcriada.

-Eres un imbécil.

-Y tú una trabajólica, ¿Qué no puedes disfrutar de unos tragos con tus amigos y ya?

-Te lo digo, Tai,- suspiró Miyako –Así nunca va a casarse.

-Y vamos otra vez con lo mismo- la castaña agarró su cerveza con mala gana.

-La pobre Satoe va a tener de nietos puros gatos porque la frustrada de su hija es asexual- le soltó –Apuesto a que, como siempre que salimos, no le darás tu número a ningún chico.

-¿Por qué demonios le daría mi número a un desconocido?- bufó -¿Y si es un asesino en serie?

-¿Y si dejas de ser tan paranoica y tienes un poco de sexo de vez en cuando? Cielos, estás insoportable- le gruñó Taichi –Yo le he dado mi número a un desconocido en un bar, Miyako también, ¡Pareces una mojigata!

Mimi le dio un trago con cautela a su cerveza, sintiendo que ya la estaba pateando un poco el alcohol. Pensó en las palabras hirientes de sus amigos. Era una adicta al trabajo, cierto, y una quisquillosa, ¡Pero no una mojigata! Era una mujer coqueta, sin duda alguna, solo que no era su culpa que ningún chico valía la pena para ella.

Y mucho menos lo valdrá cualquier tío en un bar. Ella no era esa clase de chica. No había venido con esas intenciones.

Pero… Eso sí, había olvidado lo que era estar con un hombre, al menos en el aspecto físico. Y cuando hablaba de estas cosas sentía algo extraño allá abajo. Por supuesto, sus amigos no tenían que enterarse de cómo sus hormonas la habían llevado a comprar un juguete con que divertirse.

-Tengo una idea- dijo de pronto Miyako, ya evidenciando el alcohol en su forma de hablar –Esta noche no te irás de aquí sin conquistar a un hombre, ¿De acuerdo? Entre los tres vamos a elegir a tu afortunada victima para una desenfrenada noche de sexo.

-He dicho que no.

-Y prometemos no volver a meternos contigo.

-Chicos…

-Vamos, Mimi, estoy segura de que en el fondo debes tener a una gatita traviesa, por lo que esta es tu oportunidad de demostrarlo.

-Miau- dijo divertido Taichi, dándole otro sorbo a su trago.

Dubitativa, miró a su alrededor mientras consideraba la propuesta de su amiga. Había un montón de hombres, feos y guapos, altos y bajos, gordos y flacos, ¿Sería capaz de acostarse con cualquiera de ellos? ¿Con un completo desconocido? Por supuesto que era una idea estúpida, por no decir una clara muestra de desespero por liberar un poco de stress, pero estamos en el siglo XXI, y aquello era más común de lo que creía. Cualquier mujer soltera en New York lo hace.

Cualquier mujer que quiera ser un poquito zorra y darse un gusto de vez en cuando lo hace.

Tengo la ligera sospecha que me voy a arrepentir de esto, pensó la castaña, preocupada.

-Hecho.

-¡Genial!- celebró la pelimorada, haciendo una seña a la camarera del sitio para que les trajeran unos shots de tequila, uno para cada uno –Esto será emocionante.

-¿Tequila? ¿Acaso piensas que seguimos en la universidad?- le soltó Taichi enarcando una ceja.

-Es solo para darle coraje.

-Vale, ¿Me ayudarán a elegir o qué?

Entre los tres empezaron a estudiar a todos los involuntarios concursantes, mientras se acurrucaban un poco para tratar de tener la misma visual. Mientras sus amigos consideraban seriamente todas las posibilidades Mimi intentaba escuchar su instinto, esperando que de esa forma pudiera evitar cualquier enfermo mental.

-El de la camisa verde con jeans.

-¿El que tiene la manzana de adán más grande que la misma fruta?- se asustó la castaña -¿Qué rayos te pasa, Miya?

-Concuerdo con Mimi- aportó Taichi -¿Y el del saco marrón?

-¡Es un viejo!- se quejó Miyako –Ni yo me acostaría con él.

-Tú porque tienes una mentalidad de niña. Míralo, tiene clase.

-Los dos son pésimos en esto- la castaña los ignoró, mirando con atención algún que otro hombre que no tenga una garganta rara o muchas canas -¿Qué tal ese? El del sweater azul y camisa por debajo. Es guapo.

-¿Acaso no me viste usar exactamente lo mismo hace una semana? Tienes tu homoradar deteriorado.

-No puede ser gay.

-¡Sus zapatos son color turquesa!

-¡Nos tomará toda la jodida noche esto! Elijan de una puta vez.

-¡Aquel!

Mimi buscó con la mirada al que señalaba Taichi. En la barra, solo y vistiendo ropas que no estaban del todo combinadas pero que había indicios de un leve conocimiento en la moda, estaba un hombre joven que les daba la espalda, pero que al voltear a un lado hizo que los tres amigos elevaran las cejas, ¡Que perfil! Parecía un modelo, sin duda, con sus cabellos rubios, cortos y revueltos, nariz perfilada y un tono de piel perfecto. Era más joven que Mimi, eso sí, pero parecía una persona con la que se podría tomar café y hablar de trivialidades.

O tener sexo. Mucho sexo.

-Aprobado- aceptó Miyako –Al ataque, tigresa.

-Pero, ¿Cómo hago?

-Puedes empezar pidiéndole un trago. Con eso sabrás automáticamente si está disponible o no.

-Mírale la mano, por si tiene anillo.

-Cierto, hombres casados no valen.

-Pero si es un crío...

-¡Solo es sexo, Mimi! Mejor así, son insaciables.

-¡Mañana vas a llegar caminando como un pingüino!- se burló la pelimorada.

-Cállense- gruñó tras levantarse, tomándose lo que quedaba de su cerveza de un golpe más su respectivo shot de tequila junto con la sal y el limón. Se arregló un poco el vestido y se dijo a sí misma que esto sería pan comido, sí, sí.

-Espera.

De pronto, con uno de sus particulares movimientos ninjas –Que aparentemente eran muchos- Taichi Yagami le introdujo descaradamente la mano bajo el vestido mientras nadie los veía y le bajó su ropa interior de un solo jalón. Mimi chilló y se puso roja como un tomate, sintiendo que moriría ahí mismo, volviéndose a sentar.

Nunca antes había deseado tanto que se la tragara la tierra.

¡El muy cabrón le había quitado las bragas!

-¡Taichi!

El moreno le terminó de quitar la prenda elevándole un poco la pierna de forma brusca, casi tumbándola. Avergonzada se acurrucó en la silla, sin poder creer lo que su amigo había hecho.

-Viejos tiempos- se rio el Yagami, guardándose la prenda en el bolsillo de su pantalón, para luego darle de vuelta el celular –Un intercambio justo. Llámanos solo si es necesario, ¿Vale? Nos iremos apenas le des charla, promise.

-Estás loco si crees que voy a hacer esto en estas condiciones.

-Créeme, gatita, lo volverás loco.

-Eres un grandísimo hijo de…

De un empujón Mimi fue exiliada de la mesa, casi perdiendo el equilibrio gracias a los tacones y a los tragos. Se quedó helada, parada junto a su silla, sintiendo un raro frío entre las piernas ahora que la habían liberado de su ropa interior.

¿En serio debía caminar hasta la barra? ¿Así?

Incomoda, empezó a caminar con pasos un poco robóticos hasta su objetivo, escuchando las desconsideradas risas de sus amigos que la veían alejarse. Malditos, los odiaba tanto esta noche.

Siguió caminando hasta estar a dos pasos del chico. Entonces suspiró, y luego se armó de valor para apoyarse en la barra justo en el espacio vacío que había junto a él. Como bien había notado antes, era apuesto, y sus ojos azules solo había mejorado la expectativa.

Vamos, Mimi, puedes hacerlo.

-Hola.

Su saludo sonó un poco incómodo, pero el chico al notarla sonrió, mirándola de arriba abajo por un instante.

-Hola.

-¿Me invitas un trago?

¡Caray!

El chico, sorprendido, sonrió más ampliamente, esta vez detallándola un poco más.

-¿Qué estas tomando?

-Miller Lite- Y tequila, pero creo que un shot será suficiente, pensó.

Llamó al bartender apenas pasó por enfrente de ellos, en la barra, ordenándole dos. Mimi volteó de reojo a ver a sus amigos, que estaban casi sufriendo una crisis de la emoción. Para su tormento, el desvergonzado de Taichi había sacado su ropa interior del bolsillo, mostrándosela con burla, como si disfrutara del sufrimiento de la castaña.

¡Será cabrón!

-Salud.

Sacándola de su enojo, el chico esperó a que Mimi brindara con su cerveza, y sonriéndole con un poco de pena estrellaron suavemente sus botellas, brindando.

Sin embargo, no podía hacerlo.

-Ok, necesito que no pares de sonreír y me escuches atentamente, ¿Vale?- el rubio asintió –Tengo dos amigos que me están vigilando ahora, esperando a que coqueteé contigo para que luego nos vayamos de aquí a tener sexo. No obstante, no puedo hacerlo, lo siento. Y créeme que lo intenté, después de todo eres bien guapo. Pero no puedo, y de verdad necesito que me ayudes en esto o sino me van a decir mojigata por el resto de mi vida.

El chico, que había escuchado atentamente cada palabra, asintió sorprendido.

-¿Te dirán mojigata por no tener sexo con un desconocido de un bar? Que par de idiotas.

Mimi sonrió.

-¡Exacto!- animada -¿Cómo te llamas?

-Takeru, pero puedes llamarme Tk, si prefieres, ¿Y tú?

-Mimi. Entonces, ¿Cuento contigo?

-Me anoto- le guiñó un ojo. La chica, por su parte, podría besarlo nada más por eso –Sin embargo, no vine solo.

-¡Oh!- se puso roja al instante. Por supuesto que no vino solo, idiota, solo míralo. Alguien como él seguro está acompañado, a pesar de no tener anillo en ningún dedo anular -¡Válgame, disculpa! No sabía que estabas con una chica, lo siento.

-No, no, tranquila- rio –Vine aquí con mi hermano. Está al teléfono.

-Ah, pero… ¿No tendrá problema que me ayudes por unos minutos?

-Para nada.

Mimi miró de reojo la mesa de sus amigos, notando que se habían levantado para irse.

-Son ellos- dijo la castaña, señalándolos disimuladamente.

-Lo mejor será a que esperes hasta que se vayan, ¿No?- sonrió –Mientras tanto conversemos, ¿A qué te dedicas, Mimi?

-Bueno, soy arquitecto de interiores- más cómoda, se apoya en la barra junto al chico, mirando disimuladamente como sus amigos le hacían una seña de despedida, ¡Ya se van! –¿Y tú?

-Soy escritor.

-¿En serio?- sonriendo -¿Qué escribes?

-Libros infantiles- encogiéndose de hombros –Te sorprenderías con el potencial que tiene la imaginación de un niño.

La castaña le sonrió.

-¿Tienes hijos?

-No, pero tengo dos sobrinos que rockean mi mundo.

En eso Mimi miró de reojo como sus amigos salían por la puerta del pub. Tk también lo notó.

-Creo que estás libre.

Mimi asintió con gesto de victoria, ¡Por fin podrá irse a su casa y ponerse un par de pantaletas!

–Te debo una.

-No te preocupes- sonriendo.

Conversaron por un minuto más, esta vez sobre la carrera de la castaña quien gustosa habló de lo apasionada que era con su trabajo.

-Me gustaría que conocieras a mi hermano- dijo de pronto el chico, enderezándose -Está como loco buscando un diseñador de interiores y… Bueno, creo que el destino hizo que tus amigos te hicieran bullying hoy para ser salvada por mí y de esa forma puedas salvar a mi hermano.

Mimi rio un poco por aquello. Era un chico agradable.

-Que oportuno, ¿Qué necesita tu hermano?

-Mejor que te lo diga él, ahí viene.

La castaña volteó a su derecha en dirección a la mirada de Tk, buscando al supuesto hermano del buen samaritano que se dispuso a ayudarla. Sin embargo, para su tormento, al tenerlo a un par de metros de distancia Mimi casi se atraganta con su cerveza, pues fue muy fácil reconocer al idiota que empeoró su día con presentarse en su oficina.

Y que aparentemente sigue empeorándolo.

Caminando galantemente hacia ellos, Mimi notó que seguía siendo tan guapo como lo había visto esta mañana. Ese porte de hombre seguro de sí mismo, aquel estilo Jhonny Depp en los 90 versión rubia, ¡Taichi tenía razón, es un bombazo! Pero aquello había durado segundos hasta notar que el hombre también la había reconocido, mirándola de una forma que a Mimi le desagradó por completo.

-¿Los niños están bien?- le preguntó Tk apenas llegó a ellos. El rubio asintió como toda respuesta para luego mirar de nuevo a la castaña -Hey, te presento a Mimi. Mimi, este es mi hermano Yamato.

-No hace falta, Tk- dijo Tachikawa incómoda, sin dejar de mirar al recién llegado –Ya nos conocemos.

-¿En serio?

-Lamentándolo mucho tuvimos un encuentro poco agradable esta mañana- se adelantó Yamato, observándola de mala gana –Señorita Tachikawa- la saludó.

Tk seguía sin entender, ¿Esta mañana?

-Es la fundadora de T&Y Interiors.

-¡Rayos!- cuestionando con la mirada a la castaña, la cual asintió, incómoda -¡Que pequeño es el mundo!

Pequeño una mierda…

¿Cómo de querer buscar sexo terminó enfrentando al idiota sexy que fue grosero con ella esta mañana?

Espera, ¿Había dicho sexy de nuevo?

Basta, eliminada dicha palabra de su vocabulario mientras esté cerca de este hombre. Mimi bebió de golpe la cerveza que le quedaba para poder irse. Ya sentía el alcohol haciendo mella en ella. Siendo su séptima cerveza en lo que va de la noche y más el tequila, bueno, era evidente que no podía seguir bebiendo. Necesitaba irse ya.

-Yo… Mejor me voy. Gracias por tu ayuda, Tk.

-¡No, espera! Mi hermano de verdad está sumamente apenado por lo que ocurrió esta mañana, es un amargado y no mide su temperamento.

-Takeru…- el tono ronco del hombre hizo que a Mimi se le erizara la piel.

-Oye, sabes que le debes una disculpa, Matt.

-Basta- insistió el hombre -No tengo tiempo para esto, Takeru. Me largo.

Listo, esa fue la gota que rebasó el vaso.

-¿Qué? ¿No tiene tiempo para disculparse, señor Ishida?- dijo impulsada por el enojo y por el alcohol. Los ojos azules del hombre le dedicaron una penetrante mirada, casi como si pudiera atravesarla realmente -¿O está acostumbrado a que los demás sean los que le piden disculpas?

El hombre enarcó una ceja, para luego mirarla de arriba hacia abajo descaradamente como si mirara una pequeña cucaracha.

-No, señorita. Simplemente no doy disculpas a personas que no respetan el tiempo de los demás.

-¡Matt!

-Entonces diseñe usted mismo su estúpido restaurant.

Tras esto la chica tomó su celular y salió del sitio, caminando lo más dignamente posible mientras escuchaba como el rubio menor recriminaba al ogro. No le importaba. Se podía ir a la real mierda.

Cuando estuvo en la acera buscó meter su celular en la cartera, para descubrir entonces que no tenía cartera.

Y no tenía cartera porque el imbécil de Taichi se la había llevado.

¡Lo había hecho a posta para tener que pedir un aventón!

-¡Taichi, te voy a matar!- gruñó buscando su número telefónico desesperadamente, cuando en eso la pantalla se puso en negro, con un circulo de puntitos dando vueltas en el medio –No, no, ¡No!

¡La batería murió!

Se llevó las manos al rostro, gimiendo de la frustración. No tenía dinero, no tenía celular, ¡Y no podía caminar con estos tacones hasta su casa! En bus eran como 20 minutos. Era imposible.

Ni un jodido Uber podía llamar.

-¡Maldición!

-¿Mimi, estás bien?

La voz de Tk la exaltó, y con las lágrimas de la frustración acumulándose en sus ojos tragó en seco. No, no frente de ellos, pensó. Pero estaba en problemas, y por más dignidad que tuviera necesitaba ayuda, y si Tk la había ayudado una vez seguro lo podría hacer de nuevo…

-Tk, siento que tenga que pedirte esto pero… ¿Crees que puedas prestarme dinero para un taxi? No tengo cartera ni teléfono y vivo en la avenida 118. Anota mi número telefónico y contáctame mañana, te pagaré.

Mimi notó como Tk había volteado a ver a su hermano, seguro dedicándole cierta mirada. Vale, esto era incómodo. Sintiendo como el silencio se volvía en respuesta, dio un paso hacia atrás.

-No pasa nada, caminaré. Gracias- empezó a caminar en dirección a su casa, cuando en eso la voz del Ishida la detuvo.

-Espera.

La castaña volteó a verlo, cautelosa.

El rubio hizo un gesto con la cabeza hacia la otra calle.

-Mi carro está allá. Te llevaré a casa.

Mimi pensó que había escuchado mal.

-¿Hablas en serio?

-Es lo menos que puedo hacer después de cómo me he portado. Permíteme, por favor.

¿Este hombre sufre de trastorno de personalidad múltiple o qué?

-¡Genial! – dijo Tk con una sonrisa divertida –Estarás en buenas manos, tranquila.

-Espera, ¿Tú a dónde vas?- preguntó desesperada la castaña.

-Vivo a dos cuadras- encogiéndose de hombros -¿A la misma hora?- esto había sido con su hermano, quien respondió con un simple asentimiento de cabeza -Vale, hasta mañana entonces, ¡Fue un placer, Mimi!

Mimi quiso gritarle que no se fuera, que no la dejara sola con él, pero Tk simplemente cruzó la calle y unos segundos después cruzó en la siguiente cuadra, desapareciendo de su vista. Se mordió los labios con frustración sin poder creer lo que le estaba ocurriendo.

Solo a ella y al pato Lucas.

Al mirar de reojo al hombre notó que éste la observaba fijamente con esos penetrantes ojos azules.

-¿Qué?- preguntó Mimi desconfiada.

-Nada- se encogió de hombros –Será mejor que nos vayamos.

-E-Espera un momento- el hombre la miró –Has sido desagradable conmigo desde que te conocí y ahora te ofreces en llevarme, ¿Piensas secuestrarme para matarme con una pala y luego lanzar mi cuerpo en algún basurero municipal?

El Ishida enarcó una ceja.

-¿Por qué rayos te mataría con una pala?

-¡Ajá! Piensas matarme entonces, ¿Preferirías hacerlo con una pistola? ¿Un cuchillo?

-Bueno, igual puedes caminar a casa, si prefieres. O simplemente confiar en que no pienso matarte con una pala o lo que sea.

Lo observó caminar hacia el auto, todavía sin poder salir de su asombro. Tuvo que sacudir la cabeza para reaccionar y empezar a seguirlo insegura. No es que realmente pensara que podría ser un asesino en serie, pero sin lugar a dudas era un hombre raro… A pesar de que ahora estaba dispuesto a manejar 15 minutos para llevarla a su casa.

Hace minutos habían estado en territorio hostil, ¿Qué pudo haberle dicho Tk para que cambiara de actitud para con ella?

Al descubrir su auto notó que era uno bastante grande para un hombre soltero. Y al montar sus dudas fueron aclaradas, con un rápido vistazo en el asiento trasero descubrió algunos juguetes esparcidos en el suelo. Claro, los sobrinos de Tk deben ser los hijos de este hombre.

El alcohol la estaba volviendo entrometida.

Al ponerse el cinturón ambos seguían en silencio. Yamato encendió el auto y el aire acondicionado. No tuvo la sensatez de prender la radio y así aligerar el ambiente al menos, por lo que Mimi se cruzó de brazos y se arrinconó lo más posible hacia la puerta del copiloto, intentando ignorar con todas sus fuerzas al hombre junto a ella.

Serán los 15 minutos más largos de su vida.

Pero en eso la voz de él volvió a interrumpir el silencio.

-Lamento mi actitud de esta mañana… Y la de hace unos minutos- Mimi lo miró de reojo con ligera sorpresa, ¿Se estaba disculpando? -Fui bastante descortés. Estoy pasando por un momento de mucho stress y no mido mi temperamento.

Silencio de nuevo.

Vale, tiene hijos, y es un hombre de pocas palabras.

Y guapo.

-Yo también tengo mucho trabajo, pero no por ello la voy a pagar con la primera persona que se me cruce. Debes manejar mejor ese stress- atajó cortante, más molesta consigo misma por aquel ultimo pensamiento.

-Vale, ya te he pedido disculpas, ¿Puedes aceptarlas?

-Las acepto.

-Bien.

Yamato suspiró profundamente, por su parte ella cerró los ojos, sintiendo que la cabeza le daba vueltas.

-¿En dónde vives exactamente?

Mimi le dio la dirección exacta con los ojos todavía cerrados, un detalle que el hombre no pasó por alto.

-¿Te encuentras bien?- la castaña asintió de mala gana –No tienes buena cara.

-Vale, honestamente no me siento bien. Creo que tomé mucho.

-No vomites dentro del auto.

-No lo haré- gruñó ella.

El rubio frunció el ceño, analizando.

-¿Cuánto tomaste?

-Siete u ocho cervezas, no lo sé. Y un shot de tequila.

Aquello hizo que elevara las cejas, para luego mirarle con gesto reprobatorio.

-¿Y tus amigos te dejaron sola?- Mimi asintió –Eso fue irresponsable.

-No lo son, simplemente viven la vida como cualquier veinteañero en el siglo XXI, señor Ishida.

El señor lo hizo sentir tan viejo.

La miró de reojo, tenía los ojos cerrados y se abrazaba a sí misma con frío. Puso la calefacción un momento mientras llegaban a la avenida. Fueron en total 18 minutos, en los cuales conversaron –Si es que eso puede llamarse conversación- los primeros minutos, ya que luego ninguno de los dos se animó por hablar de nuevo.

Aparcó delante del edificio en el único puesto disponible.

-Bien, sana y salva.

Pero no hubo respuesta.

Notó que se había dormido profundamente, y que respiraba con la boca abierta. Un pequeño ronquido salió de los labios de la chica cuando intentó despertarla delicadamente con un leve empujón. Genial, la bella durmiente en acción.

Fue en ese momento que no pudo evitar detallar la finura de sus rasgos. Es decir, estaba dormida, lo que le permitió observarla mejor y darse cuenta que efectivamente era una chica guapa. Tenía una nariz infantil, pero labios sensuales, ni muy finos ni muy gruesos, y sus pestañas tenían una capa de rímel que había manchado ligeramente alrededor de sus ojos.

No obstante, era hombre al fin y acabo, y no pudo evitar bajar su mirada por la figura de la chica.

Era… sensual.

Al descubrirse embobado contemplándola frunció el ceño, regañándose internamente. Pareces un jodido asaltante sexual, se dijo.

Volvió a sacudirla un poco más que la vez anterior, logrando que despertara.

-Señorita Tachikawa- volvió a insistir –Oye.

-¿Q-Qué pasa?

-Ya llegamos.

La castaña miró su alrededor, confundida, pero pronto se ubicó y suspiró.

-Eso fue rápido- dijo alargando las vocales un poco.

-¿Cómo harás para entrar si no tienes cartera?- pensó de pronto Matt.

-Tengo una llave de repuesto escondida en la planta junto a mi puerta- se calló –Vaya, creo que tendré que cambiarla de lugar después de decírtelo.

Yamato negó ligeramente divertido con la castaña. Bien, ahora sí se le trababa la lengua. Las siete cervezas hicieron su efecto.

-No hará falta, no tengo intenciones de irrumpir en tu humilde morada.

-¿No?- Mimi intentaba desabrocharse el cinturón, sin éxito –Estoy soltera y vivo sola- Yamato enarcó una ceja –Y por culpa de Taichi no cargo ropa interior.

El rubio tragó en seco.

¿Qué dijo?

-¿Taichi?- fue lo único que pudo decir.

-Sí. Lo conociste esta mañana, y con Miyako, que también la conociste, se pusieron de acuerdo en buscarme un chico para follarme salvajemente esta noche- diciendo lo último con un bostezo –Se suponía que iba a ser Tk.

Matt no pudo evitar alzar ambas cejas, con real sorpresa, ¿Será mejor detenerla antes de que siga diciendo más estupideces? Como dicen por ahí, borracho no miente, y temía que todo lo que decía la castaña tuviera cierta verdad.

¿Pensaba follarse a su hermano?

¿Y en serio no cargaba ropa interior?

Contrólate, Yamato, se dijo a sí mismo.

-Pero me acobardé- vencida, dejo de intentar quitarse el cinturón, acurrucándose de nuevo en el asiento con intenciones de seguir durmiendo –Voy a tener ocho gatos y nunca me casaré.

Vale, estaba ebria.

Yamato la ayudó a desabrocharse el cinturón, evitando a toda costa poner una mano sobre ella. Era hombre, sí, pero también era un caballero, y que haya confesado aquello en esas etílicas condiciones era como lidiar con una bomba de tiempo.

-Vamos, te acompañaré.

-Y-Yo puedo sola, señor Ishida- alargando de nuevo las vocales.

-Temo que termines escarbando en alguna planta de otro piso buscando tus llaves. Vamos.

Apagó el vehículo y le dio la vuelta para ayudar a la castaña a bajarse, sacándose el blazer para ponérselo sobre los hombros y así abrigarla un poco. Subieron las escaleras y pasaron la vigilancia sin problemas, dado que de pronto Mimi se había comportado sobria y amigable para que el vigilante no se preocupara, quien solo miró al rubio con sorpresa.

Ambos pasaron sin problema hasta el ascensor. Una vez dentro Mimi iba a marcar el piso pero gruñendo dijo que los números no se quedaban quietos. Matt suspiró cansado y lo hizo por ella tras preguntarle cual piso era. Esto es raro, de la mujer bocazas y dueña de una firma de arquitectura que había conocido en la mañana ahora se había convertido en una inofensiva y vulnerable adolescente que no aguanta un par de cervezas… y que anda sin ropa interior esperando follarse a su hermano menor.

Esto era tan extraño.

¿Y se supone que esta es la mujer que diseñará su restaurant?

Tú también tienes tus mierdas, Matt.

Ya en el piso nueve salieron del ascensor, y se aproximaron a la única puerta que tenía una maceta con un gran helecho. Mimi se dedicó a buscar la llave, que para tranquilidad del rubio había sido rápido.

-Te dije que podía sola.

Yamato rodeó los ojos.

Mientras Mimi intentaba abrir la puerta él evaluaba cada movimiento de la chica, entretenido. Para su fortuna la puerta fue abierta, sin embargo, Mimi se apoyó demasiado y por consecuencia ésta cediera rápidamente llevándose a la castaña al suelo.

-¡Hey!

Matt reaccionó rápido alargando el brazo hacia ella en el momento justo, rodeándola por su cintura para sostenerla y evitarle la caída. Ella rio por su torpeza, aferrándose a la camisa del hombre.

Pero de pronto dejó de reír.

No se apartó de él como esperó que hiciera. Al contrario, pudo notar como apretó un poco su camisa con aquellas uñas femeninas de un color rosa pálido. Con aquella cercanía Matt no pudo evitar oler su cabello, cual tenía un agradable aroma floral.

-¿Te encuentras bien?

Hubiese preferido mil veces una respuesta, en serio, pero aquel silencio había sido la llave para abrir la caja de Pandora.

Con un movimiento sigiloso, seductor y lleno de electricidad Yamato sintió como las manos de la castaña dejaron de apretar su camisa para escalar hasta su cuello en una sensual acaricia y pasar sus uñas con suavidad por su nuca. La miró a los ojos, de un color miel tan dulce como lo aparentaban ser sus labios.

¿Qué estás haciendo? Se preguntó a sí mismo, pero no podía evitarlo, ya había sido hipnotizado.

De pronto la cercanía se esfumó, ya que en cuestión de segundos Mimi se había acortado las distancias lo suficiente como para rozar sus labios en su mentón, en su quijada, en la esquina de su boca. Matt la apretó involuntariamente haciendo que la mujer respirara sobre su piel.

-Espera…- intentó detenerla, pero ella se había aferrado a su cuello.

Enterró sus uñas en el cabello del hombre provocándole un escalofrío muy placentero, pero en el momento en que los dientes de la castaña mordieron su labio inferior con coquetería no pudo contenerse más. En su vida había sentido tanta atracción hacia alguien. Tanto fuego que casi podía sentir como le quemaba los dedos.

Así que soltando un gruñido que nació desde las profundidades de su ser, acabó con el juego previo y tomó los labios de la mujer como si fuera una bebida tras un largo trayecto en un desierto hostil y seco. La besó como nunca había besado a nadie, sacando de ella un gemido que hizo que Yamato deseara algo más que besarla.

No estaba seguro si eran las cervezas que él se había tomado o por la falta de contacto con las mujeres lo que estaba provocando derribar el poco autocontrol que poseía. Por supuesto que pensó en apartarla, pero no podía. Estuvo a punto de pegarla contra la pared con violencia, con sed de más, cargarla por los muslos y llevarla adentro para arrebatarle ese vestido del demonio y hacerla suya. Se imaginó todo lo que le podría hacer en ese momento, y de verdad que estuvo a punto de devorarla ahí mismo sino hubiese sido por un jodido ladrido que los hizo separar de golpe, con el corazón a tres mil.

-¿Qué demonios…?- buscando por todos lados aquel ruido, Matt descubrió entonces a un perro delante de ellos, justo dentro del apartamento de la castaña. Claro, de ahí vino el jodido ladrido.

El animal volvió a ladrar, haciendo que Mimi lo silenciará entre susurros.

-¡Antoinnette!- le regañó Mimi, suspirando y agarrándose la cabeza –Joder.

Y de pronto el calor de la tensión sexual se enfrío notoriamente. Mimi le sonrió con torpeza e incomodidad al rubio. Aquello fue suficiente para entender que todo lo que había planeado hacerle hace unos segundos será imposible.

-G-Gracias por el aventón, señor Ishida. Buenas noches.

Y sin más ni más, entró cerrando la puerta tras de sí, dejando a un rubio muy frustrado sexualmente mirando con tormento la puerta.

Era su imaginación, ¿O aquello había sido el appetizer de algo en particular?


Continuará


Notas de la autora:

I'm back.

Señores, esto que acaban de leer fue un antojo de una noche sin oficio del año 2017, y que no había tenido valor de publicar hasta ahora, ¿Por qué no lo había hecho antes? No lo sé, temía que fuera un fallido intento de Stepmom con Julia Roberts, y puede que lo sea, pero de pronto fue desarrollándose demasiado en mi cabeza y necesitaba escribirla, así que aquí estamos.

Tengo varios capítulos listos, pero falta por pulirlos un poco antes de subirlos. A medida que vaya saliendo voy publicando, pero aviso a los nuevos lectores que hola, hi, mucho gusto, soy un desastre actualizando, y a mis fieles sé que me aceptan con mis defectos, espero no defraudarlos con esta nueva historia.

Estoy super emocionada por saber sus opiniones, y como en mis historias anteriores espero poder responder sus reviews en este mismo rinconcito.

Por cierto, sorry si quedó un poco largo el capítulo, son como 49 páginas, me volví loca.

Les mando un beso gigante, ¡Nos vemos prontoooo!

Segundo por cierto, no me extiendo con las notas porque siempre me pongo a hablar pistoladas y termino haciendo una historia nada más con las notas, así que no es que me la quiero dar de misteriosa, es por su propio bien, seriously.

Bye.

Atte.

Vai