¡Ya ha llegado el verano y con ello la segunda parte de La Verdad De Nuestra Historia! Qué ganas tenía de volverme a sentar frente al ordenar y volver a escribir la historia de amor tan bonita entre Regina y Emma.

Antes de que empecéis a leer, he de decir que los personajes no me pertenecen, sino que son de OUAT ABC, así como alguna de las historias.

Como siempre podéis dejar vuestra opinión del comienzo de esta segunda parte en los reviews. Estaré encantada de volver a leeros.

Sin más dilación, podéis empezar a leer.


Se había roto el hechizo. Lo habitantes de Storybrooke que tiempo atrás pensaron que eran simples humanos, recordaron con claridad sus historias vividas en otros mundos. Se abrazaban entusiasmados, alegres, al haber recordado por fin quiénes eran.

-Alteza –los siete enanos se inclinaron ante Blancanieves. Ella corrió a abrazarles con lágrimas en los ojos- El hechizo se ha roto.

-Eso parece –contestó sonriente.

-¿Y qué hacemos ahora? –preguntó Caperucita Roja.

-Ahora voy a buscar a mi hija –miró al Príncipe Charming y éste asintió con seguridad.

-Así que es cierto –una voz habló detrás de ella. Se giró para encontrarse a una joven rubia con una cazadora de cuero rojo. Su hija.

Blanca se acercó insegura pero con paso firme. Cogió su cara con extremo cariño y la abrazó fuertemente, intentando llenar tantos años separadas. Por primera vez, se abrazaron como madre e hija.

-Nos has encontrado –susurró entre sollozos.

La rubia se dejó abrazar dubitativa. Sentía un gran mareo y como si un año de su vida se hubiera esfumado de sus recuerdos. Había momentos que aún recordaba, pero sabía que había vivido algo que su mente insistía en olvidar.

-¿Abuelo?

-Supongo que sí, Henry –Charming le abrazó y Blanca rió ante la idea de ser ya abuela. Todo era una locura.

-Lo ha conseguido, ella te ha salvado –dijo el niño.

-Nos ha salvado a todos –apuntó Blanca.

-Mmm… Yo… no… -Emma se intentó explicar.

-¿Qué era ese humo? ¿y por qué estamos aquí? ¿Quién ha sido? –preguntaron los enanitos inquietos.

-La magia está aquí, la percibo. –comentó el Hada Azul.

-Hablemos con la responsable de todo, la Reina –dijo uno de los enanitos.

Emma sintió que su corazón se aceleraba. Se referían a Regina. Todo seguía demasiado confuso. ¿Por qué su corazón se había acelerado de repente? ¿qué había pasado? Demasiadas preguntas sin respuesta que aumentaban su confusión.

Tenía la sensación de que iban a hacerla daño. Su boca habló por su corazón.

-No, alto. Yo sé quién fue.


-¿Quieres preguntarnos algo? Imagino que tendrás muchas preguntas –le dijo Blanca a Emma.

-Mmmm… no. Solo tengo preguntas para el Sr. Gold.

-¿Y no deberíamos hablar primero de lo otro?

-¿De qué?

-De nosotros, de tu vida, de Reg… -se cortó antes de continuar.

-Ya charlaremos más adelante. –Obviamente, Emma no había escuchado lo último.

-Esto nos alegra demasiado –se disculpó David.

-Y llevamos tiempo deseando esto.

-Yo también he deseado esto. He imaginado este momento toda mi vida, y de todas las hipótesis, jamás habría esperado esto. No imaginé que mis padres serían Blancanieves y el Príncipe Az…

No logró terminar la frase. De pronto una muchedumbre enfurecida salió a la calle, gritando y corriendo en dirección a la Mansión de Regina. Emma temió que la pudieran hacer daño y salió disparada, dispuesta a evitarlo. Blancanieves y los demás se quedaron paralizados sin saber que pasaba ni por qué Emma había empezado a correr. El Dr. Whale llegó corriendo avisándoles de que la muchedumbre se dirigía la casa de Regina.

-Si la magia ha vuelto, entonces Regina ha recuperado sus poderes y esa gente va directa al matadero –comentó David.

-Debemos impedirlo.

Y corrieron tras Emma, que corría lo más rápido que sus piernas le permitían.


Cientos de personas se reunieron en el 108 de la calle Mifflin. Llamaron fuertemente a la puerta. La multitud gritaba "¡Abre, maldita bruja!" "¡Muerte a la Reina!" "¡Entraremos por la fuerza!"

Una sonriente pero amenazante morena abrió la puerta. Miró desafiante al hombre que se había atrevido a llamar a su puerta, el cual se congeló ante su mirada. La llamaban Reina Malvada, por algo.

-¿Puedo ayudaros?

-Esa sonrisa no durará para siempre, Regina, nos lo quitaste todo y ahora…

-¿Qué? –le interrumpió- ¿Ahora vais a matarme?

-Por supuesto, pero antes vas a sufrir.

-Escucharte a ti ha sido suficiente sufrimiento para todos –le dijo mientras le empujaba con una mano, haciendo que caminara lejos de su puerta- Así es, ¿queríais ver a vuestra reina? Pues bien –se echó hacia atrás su chaqueta- aquí la tenéis –colocó sus manos con intención de lanzar un hechizo pero no hizo efecto. Aterrada, observó sus manos, que seguían igual que hace unos minutos. No lo entendía. Se suponía que había vuelto la magia.

-¡No tiene poderes! –la multitud que se había encogido, esperando un hechizo doloroso, suspiró al no notar tal hechizo. -¡A por ella!

El hombre de antes la cogió por los hombros y la empujó contra la columna. Regina emitió un quejido por el fuerte golpe.

-Bien, por dónde estábamos –colocó sus manos alrededor de su cuello y presionó con fuerza su nuez. La morena luchó por respirar, pero notaba cómo su visión iba volviéndose cada vez más borrosa y su cuerpo dejaba de funcionar.

-¡SUÉLTALA! ¡SUÉLTALA! ¡SUÉLTALA! –gritó Emma abriéndose paso entre la gente. Empujó a aquel hombre y Regina sintió el aire entrando en su cuerpo. Emma la había salvado.

-¡¿Por qué?!

-Porque soy la sheriff y esto es un delito. Así que si no quieres pasar la noche en una celda oscura y fría, déjala en paz –el hombre sabía que no iba de farol, por la forma en que le miraba, así que la soltó. Regina comenzó a toser y Emma fue a comprobar cómo se encontraba. Colocó una mano en su espalda y otra en su brazo.

-¿Estás bien?

-No tenías por qué haberlo hecho –le dijo cuando dejó de toser.

-Un simple "gracias" habría bastado, Regina –la morena la miró y observó su preocupación en sus ojos. Sintió la necesidad de besarla, pero rechazó la idea. Por Dios, era Emma. ¿Por qué quería besarla? Solo le había salvado… aunque no parecía la primera vez que lo hacía. La mirada de la rubia se dulcificó al observar esos ojos marrones.

-Matar a Regina no es la solución –habló Blanca. Ambas mujeres dejaron de mirarse para escucharla- Hay que meterla en la cárcel, por nuestra seguridad, pero sobre todo por la suya.

Regina levantó una ceja. Ahora iba a estar más tiempo con Emma.


-¿Soy una prisionera ahora?

-Si ya no hay hechizo, ¿por qué no hemos vuelto? –David cerró la puerta de su celda.

-No hay lugar al que volver. Ese reino ya no existe –explicó tras las rejas.

-Busquemos a Gold –todos se marcharon. Todos excepto Emma, que se volvió a quedar mirándola. Había algo en Regina que la incitaba a quedarse a su lado, un deseo de besarla la incitaba y sentía cómo se volvía a encender un fuego interno. Inconscientemente se había acercado a su celda. Regina también se acercó. Únicamente las separaban las barras de la celda. La morena separó sus labios y los ojos de la rubia bailaron hasta su boca. El deseo de besarla envolvía todo su ser, quemaba su piel y ardía su interior.

-¿Qué estamos haciendo? –susurró Regina, devolviéndolas a la realidad. Emma la observó asustada y se alejó como a un niño que le pillan haciendo lo que no debía.


-¿En qué puedo ayudarles? –preguntó Gold tras el mostrador de su tienda.

-Perdone, tendrá que ser más precisa.

-Sabe perfectamente a lo que me refiero –Emma apoyó ambas manos sobre el mostrador y le miró fijamente.

-Usted traicionó a Emma –dijo Blanca.

-y a la ciudad –completó David.

-Y puso la vida de Henry y de Regina en peligro –finalizó Emma.

-Vaya, eso es una lista de agravios, ¿no están de acuerdo?

-Más que respuestas lo que necesito es darle un puñetazo.

-Oh, ¿en serio? Permítanme contestar a sus preguntas con varias mías. Bien, veamos –se tomó unos segundos para pensar- ¿Se ha roto la maldición? ¿Se ha encontrado con sus padres? ¿No era esto lo que más deseaba? Me da que mejor que un puñetazo, lo que merezco es un agradecimiento.

-Tergiversa mis palabras. ¿Qué era esa nube morada que nos envolvió?

-Ya sabe, magia.

-¿Por qué tengo un vacío en mi memoria y todos han recuperado la suya?

-Por culpa de la maldición. Verá, antes de que se rompiera el hechizo, les conté a Regina y a usted lo que ocurriría.

-¿Por qué a Regina y a mí, especialmente?

-Eso no importa ahora. Verá, señorita Swan, todo lo que usted vivió durante el hechizo, como ya le expliqué y usted no recuerda, ha quedado olvidado con él. Esa es la razón por la que posee lagunas en sus recuerdos. Prácticamente, ha perdido un año de su vida. -Emma se quedó paralizada ante las palabras del Sr. Gold. Debía averiguar qué le había pasado en ese año.

De pronto un fuerte terremoto sacudió la tienda. Las farolas de la calle parpadeaban, impidiendo ver con propiedad lo que ocurría fuera.

-¡¿Qué ha sido eso?! –preguntó Mary Margaret aterrada.

-Eso es lo que voy a regalarles –miró a Emma fríamente cuando dijo la siguiente frase- Eso, se encargará de Regina.

El corazón de Emma se volvió a encoger. ¿Por qué todo el mundo quiere hacer daño a Regina?

-No hemos acabado –le dijo a Gold antes de marcharse corriendo para volver a salvar a Regina.


-¡¿Hola?! ¿Hay alguien? –grita Regina desde su celda. Tenía la impresión de que lo que estaba pasando fuera no era nada bueno y necesitaba salir de ahí.

Entonces todo se volvió frío y una oscuridad la envolvió. Vio una sombra, un cuerpo etéreo, sobrevolar su cubículo y, de repente, lo miró a los ojos. Los ojos más rojos y temibles que jamás había visto. Estaba aterrada y su cuerpo no reaccionaba. Paralizada, observaba aquel ser que le absorbía el alma.

-¡EH! –una silla chocó contra la criatura, que dejó de absorber a Regina. Era Emma. Sin embargo, el ser se recobró del golpe y continuó con su tarea. Emma volvió a golpearle, intentando que dejara a Regina, pero este la empujó y Emma chocó contra la pared tan fuertemente que quedó en el suelo inconsciente.

-¡Emma! –gritó Regina, pero no le dio tiempo a decir nada más, ya que el ser continuó.

A la morena le quedaban pocas energías y la idea de dejarse llevar, de dejarse absorber por aquella criatura y acabar con tanto sufrimiento, la estaba convenciendo. Pero entonces, Mary Margaret cogió un spray y un mechero y roció al ser con fuego, quemándole y provocando que huyera entre gritos de agonía.

Regina cayó de rodillas al suelo, aagotada. Emma recobró el conocimiento justo a tiempo de ver cómo Regina caía y corrió a ayudarla. Casi se vuelve a desmayar, por levantarse con tanto ímpetu, pero corrió igualmente para ayudarla.

-¿Estás bien? –le susurró tras ayudarla a ponerse de pie.

-Sí, ¿y tú? Vi cómo te dabas un fuerte golpe contra esa pared.

-Ah, sí, no es nada –Emma podía oler el perfume de Regina. Un recuerdo llegó a su mente. Recordó una explosión. Recordó haber salvado a Regina de entre las llamas, cargando su cuerpo en sus brazos. Habían puesto una bomba en la Alcaldía.

El recuerdo se fue y Emma volvió a la realidad. Regina seguía mirándola.

-¿Qué era eso? –preguntó Mary Margaret

-Un espectro absorbe almas –contestó Regina.

-¿Lo he…?

-¿Matado? No, se regenerará y volverá. No se detendrá hasta que no devore a su presa. –Emma la miró preocupada- a MÍ.

-¿Cómo se acaba con él? –le preguntó la rubia.

-No hay manera. No se puede matar lo que ya está muerto.

-Tenemos un problema.

-Nosotros, no. Regina lo tiene –dijo David.

-¿Qué?

-¿La dejarías morir? –le preguntó Emma.

-¿Por qué no? Si se larga, estaremos a salvo.

-Vaya un ejemplo que le estás dando a tu hija –comentó Regina.

-Le prometí a Henry que… -miró a Regina, quien la miró de vuelta- ella no moriría.

Ambas se miraron intensamente, olvidando que los padres de la rubia los observaban preguntándose qué estaba pasando entre ellas dos.


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