Soy un desastre, ya sé. Tengo fics que terminar y no puedo evitar publicar otro. dasdjkasdjkas. En fin, no pude evitarlo.
Este es un AU, completamente AU. Siempre tuve ganas de transportar a estas queridas guerreras al presente y enloquecerlas un poco, y acá está el resultado.
Advierto que no es el típico fic amoroso entre Xena y Gabrielle, por el contrario, trata sobre Xena, Gabrielle y Callisto. Sí, además de la típica shippeada entre las protagonistas, siempre resonó en mi cabeza el intenso vínculo entre Gabrielle y Callisto. Y digo intenso porque en la serie pasaron por varias etapas. No sé porqué en algún momento terminé shipeandolas. Así que podría decirse que esto va a ser un enredado trio amoroso.
Otras advertencias es que el contenido va a ser fuerte; temas delicados, drogas, alcohol, sexo, etc.
Tenía ganas de escribir algo así, y bue... dicho esto, solo me queda decir que:
Estos magníficos personajes no me pertenecen. Reverencias a sus respectivos creadores.
Con todo explicado, ¡Ojalá disfruten de la lectura!
PD: prometo terminar los otros fics de Xena prontito.
Madness
Primer día
Agarré la copa frente a mí y la llevé directo a mis labios. Le di un largo sorbo; furioso, impotente. Esa noche solo quería olvidarme de todo, de toda la mierda que pasé durante el día. La situación con mí ahora ex marido, me había llevado a esto.
No era mi intención terminar de esta manera, es más... lo medité mucho antes de salir de mi casa. Al final terminé escapando a altas horas de la noche. Por ende, el único bar que encontré abierto resultó ser un antro... un tanto extraño.
Sí, lo sé, en sí los antros son extraños; diferentes... un ambiente especial. Pero éste se destacaba por dos cosas:
La primera; las bailarinas exóticas que adornaban todos los caños de ese lugar. Danzaban sobre ellos sin una pizca de pudor, mientras sus desnudos torsos rebotaban en frente de un público mayoritariamente femenino.
La segunda; quizás esté siendo repetitiva, pero tengo que resaltar otra vez el inmenso público femenino que se encontraba en este sitio. Mujeres tomadas de las manos, abrazándose, bailando entre sí, y otras... haciendo cosas que reconocía a la perfección, en los oscuros pasajes de ese bar o en sillones que no se encontraban tan alejados de la barra dónde estaba sentada. También había hombres, pero la historia era la misma. Pocos bailaban con alguien del sexo opuesto.
En resumen, me encontraba en un bar gay. Muy gay... a todo esto.
Poco me importaba. Tengo muchos amigos homosexuales debido a mi condición artística y a mi trabajo. Estaba acostumbrada a verlos entre sí, todos melosos.
Pero éste lugar... nunca había entrado sola a un antro casi invadido por mujeres. Me sentía un poco... observada. Y eso no tenía sentido para mí. Habiendo tantas chicas preciosas a mí alrededor, ¿qué tenía yo de especial para merecer tal lujuriosas miradas?
Me detallé la ropa. Solo vestía un jean común y una musculosa verde que me llegaba hasta el inicio del ombligo. Estaba vestida completamente normal, no comprendía por qué era presa de tantos vistazos. Era como si olfatearan que yo era... bueno, diferente.
Sujeté la copa y le di otro sorbo. Me encontraba dentro de todo cerca de la puerta, así que no pude evitar que el ruido de esta abriéndose llamara mi atención. La observé de reojo, solo para hallar a la criatura más hermosa que había visto en mi vida.
Una morena alta de cabello oscuro y potentes ojos celestes ingresaba por ella. Vestía con un jean negro ajustado, y su parte delantera la cubría una camisa blanca. Capté como dos de los botones superiores estaban desabrochados, revelando el inicio de sus... bueno, importantes pechos. Era un hecho que esa chica hoy quería ganar a toda costa.
Saludó al guardia de seguridad, para luego toparse con otra gente que si no me equivoco también le era conocida.
Parece que mi penetrante mirada dio un resultado indeseado, ya que ahora sus ojos estaban clavados en los míos. Noté un cierto destello de curiosidad de su parte, así que de inmediato me volteé y regresé los labios a la copa.
No quería llamar mucho la atención en ese lugar. Por... obvias razones.
Mi plan no funcionó muy bien. ¿Por qué? Porque luego de unos minutos alguien se sentó a mi lado.
Contemplé de soslayo que se trataba ni más ni menos que la muchacha que había entrado hacía unos instantes. El trago terminó atragantado en mi garganta. ¿Por qué mierda tuve que mirarla así? Ahora tenía que cargar con las consecuencias.
—¿Bebiendo sola?
La escuché por primera vez. Su voz era grave y susurrante... suave, tanto, que inundó todos mis sentidos.
De acuerdo, esto me está pegando mal.
Pensé, detallando con desconfianza el trago en mis manos.
Me atreví a ladear la cabeza y tropecé con unos profundos ojos celestes que me paralizaron.
—¿Mala noche? —Continuó ante mi extensivo silencio.
—Mal día. —Atiné a contestar finalmente, dibujando una media sonrisa. Le di otro sorbo al trago, de esa forma no tendría que hablar; era la excusa perfecta. Solo tenía que hacerme la indiferente.
Indiferencia que no estaba funcionando.
Alzó la mano y llamó al barman —Tráele lo mismo que a mí.
Posé la visión, curiosa, en su bebida. Tenía un color entre verdoso y oscuro. De verdad parecía... intimidante.
—Oye, no es necesario —empecé a decir, mirándola con cierto rechazo.
En serio, no era necesario. ¿Por qué me invitaría un trago? Que yo sepa, y si no estoy demasiado fuera de moda por haber estado casada tres años, eso solo se hace cuando alguien quiere algo más de tu persona... y no me refiero solo a una inocente conversación.
—Aún tengo el mío... —agregué, pero de inmediato sellé el habla al notar que la copa estaba vacía. Estaba bebiendo demasiado rápido.
Y no es que fuera inocente. Sabía a la perfección lo que pasaba al hacerlo. Pero la depresión que sentía esa noche me justificaba. Iba a tomar cuarenta tragos si fuera necesario con tal de no percibir más este pesar.
—¿Tu nombre?
—¿Huh? —Me agarró por completo desprevenida.
Elevó una graciosa ceja —¿Cuál es tu nombre?
—Oh... Gabrielle.
—Lindo nombre, Gabrielle.
Le mantuve la visión unos segundos. Sí, trataba de analizarla; de predecir su próximo movimiento, de ver en sus ojos qué tramaba. Pero no podía hacerlo. La oscuridad de ese lugar, que solo era contrarrestada por rojizas y azuladas luces que emanaban del suelo y de los techos en diagonales movimientos, me lo impedían.
—¿El tuyo? —Me animé a cuestionar.
—Xena.
—Woah, un nombre griego.
—¿Cómo lo sabes? —Parecía de verdad asombrada.
Apoyé el codo en la mesa y reposé el mentón en mi palma con desinterés —Me gusta la literatura griega. Juré haber visto tu nombre escrito en algún libro. Es muy antiguo.
—Que interesante... ¿Borracha pero lectora?
—Esa combinación no parece encajar, ¿cierto? —Reí por lo bajo, mientras el mesero me entregaba aquel misterioso trago que pidió—. Gracias por esto, te lo pagaré. ¿Cuánto te salió?
Me contempló con un grado de disgusto —Es una invitación, no tienes que pagarlo.
—Pero...
—Nop, ni se te ocurra —Ascendió la mano hacia mí en una clara negación—. Mejor, disfrútalo. Ese será mi pago.
Fruncí los labios, indecisa. No sabía si era correcto aceptarlo, ya que intuía a qué derivaría aquello. Pero si manejaba bien la situación... tal vez podría transformar el ambiente en algo más ameno, en algo sin dobles intenciones.
—De acuerdo, lo tomaré como un regalo, y tu próximo trago lo pagaré yo. —Elevé la copa y la choqué contra la suya. Su rostro volvió a alumbrarse.
—¿Eso fue un brindis?
—Un intento de brindis —contesté y la llevé a mis labios. Le di un extenso sorbo—. Vaya, es delicioso, pero fuerte...
Me sonrió de oreja a oreja —¿Lo es, verdad? Es mi trago favorito, pero cuidado... sube lentamente, hasta que en un momento parpadeas y ¡boom! —Hizo un exagerado gesto con las manos—, ya no sabes ni quién eres.
Casi escupo el contenido al escucharla —¿Por qué me pedirías algo así?
—¿No es obvio?
Solo peligrosas respuestas me invadieron. ¿Acaso estaba enfrente de una posible violadora?
Antes de poder putearla, habló:
—Ya te lo dije, para que lo disfrutes —Desechó mis ideas como si nada— ¿No es placentera la sensación de ni siquiera saber dónde estás o quién eres? A mí me encanta, me relaja —Finalizó, estirándose hacia atrás contra el respaldo de la silla. Me dedicó una traviesa mirada en el acto.
Alcé ambas cejas, confusa —¿Huh?
Primera impresión; mala influencia. No hay duda.
Aunque... no quería admitirlo, pero tenía que reconocer que amaba ese estado. En mi adolescencia vivía los días así, saliendo con mis amigas de la universidad, divirtiéndome a lo grande; asistiendo a fiestas que darían de qué hablar en el futuro. Era casi nostálgico encontrarme de nuevo con esas perdidas sensaciones. Ahora, a mis veintiséis años, sentía aquello demasiado lejos. Pero esta chica me estaba recordando lo divertido que podía ser, y el hecho de que todavía era joven.
Cada día reforzaba más la idea de que me casé muy pronto.
—Al menos por esta noche deberías dejar de lamentarte —Dio un sorbo a su copa— ¿No crees?
La miré de reojo, para luego sonreír de soslayo. No parecía una mala persona... es decir, sí, tenía todo el porte de chica mala, sin embargo... no sé cómo explicarlo. Me sentía cómoda a su lado, a pesar de recién conocerla.
Solté un leve suspiro, sonriente —Tienes razón. Para eso he venido, después de todo.
Asintió varias veces, divertida —¿Y qué te trae por aquí?
—Tú lo has dicho, una mala noche. Oh, y una ruptura. Una odiosa ruptura.
—¿Él terminó contigo? —Asumió que era hombre, lo cual me sorprendió.
¿Tan heterosexual parezco? De alguna forma no lo tomé como un halago, no estando allí.
Esa mujer parecía ser bien consciente de dónde estaba parada y aún así estaba jugando una peligrosa partida.
—Algo así... lo descubrí engañándome.
Su frente se arrugó —¿Qué idiota haría eso?
—Perdicas, ese idiota.
—Oh, otro griego...
—Sep —Un sorbo más y un ligero mareó me irrumpió. Controlable, pero mareo al fin.
—No vale la pena, menos mal que terminaron.
—¿Por qué lo dices? —inquirí, contemplándola. Mis dedos ya estaban rodeando el borde de la copa con nerviosismo. Su presencia era un poco... avasallante, y que su cercanía aumentara no ayudaba a sosegarme.
Arqueó una picarona ceja —Porque ahora estás libre para conocer a más... personas —dijo en un sugerente susurro y atajó mi mano, que se encontraba sobre la barra. Me dio un suave apretón.
Una electricidad no bienvenida me recorrió. Mi plan no estaba resultando para nada bien. Me solté lo más delicada que pude, mientras un impredecible calor empezaba a subir por mi cuerpo.
Confirmado, mi estrategia no funcionó. Era tiempo del plan B, de ese que traté de evitar para no hacerla sentir mal.
—H-Hey, lo siento, pero no estoy interesada en...
—¿Mujeres?
Asentí, desviando la mirada. Ya no podía mantenérsela, me intimidaba en demasía.
—¿Y entonces por qué estás tan nerviosa?
La regresé a ella, con el ceño fruncido —No lo estoy.
—¿Ah, no? No lo veo de esa manera —Deslizó los dedos por mi dorso, estremeciéndome—. Me pregunto... ¿Acaso estaré doblegando tu voluntad?
Creo que es el licor... pero realmente pienso que lo está haciendo. Su perfecta figura, aquella penetrante mirada, sus precisas palabras; todo... estaba doblegándome. Nunca me gustó una mujer, lo cual sumaba a mi desconcierto. Pero por supuesto, lo oculté. No era mi idea terminar encamada con alguien desconocido, o en este caso desconocida, el primer día de mi soltería. Necesitaba procesar las cosas, ¿saben? La vida no es tan simple.
Derivé la vista a ella y ese pensamiento perdió fuerza.
Aunque pareciera ser que con alguien como tú... todo sería fácil de olvidar.
—Tonterías, sé bien lo que quiero —respondí por fin, ignorando las pecadoras ideas que se asomaban por mi mente.
Elevó su comisura, juguetona —Eso suena aburrido, ¿sabes lo que pienso al respecto?
—¿Qué?
—Que si crees que eres alguien que sabe lo que quiere, en la vida no se te presentarán cosas nuevas... experiencias por vivir.
Centré más la atención en ella. Como escritora, debía hacerlo. Sus frases eran inevitablemente atrayentes, despertaban a mi dormida inspiración.
Le dio un corto sorbo a su copa —La vida siempre te presenta sorpresas, pero no podrás verlas hasta que te despegues de tu cuadrada mentalidad.
—¿Cuadrada? —repetí con una disgustada tonada. Nunca nadie se atrevió a denominarme así. Pero sé que me molestaba porque en parte... tenía razón.
En algún momento del camino me volví monótona, aburrida... cuadrada, como quieran decirle. Perdí la chispa.
—De eso está hecha, después de todo; de sorpresas —prosiguió, apacible —. Así que, ¿por qué no cosecharlas y disfrutarlas?
Emití una tentada risita —Estás sonando como una desesperada, ¿lo sabías?
Dejó caer los hombros con una arrogante mueca —Soy consciente, pero solo digo la verdad. Además... —Me señaló con el dedo, mientras con su mano libre apoyaba el mentón en la palma—. La única desesperada aquí eres tú. Bebiendo sola a altas horas de la noche... cayendo en este lugar tan especial.
Mierda... no podía negárselo. Me sentía acorralada por sus certeras palabras. Y creo que lo notó... claramente, lo notó.
Me sonrió con gentileza, como si pudiera ver a través del caos que invadía a mi mente —Tranquila, Gabrielle. No pretendo abusar de tu amabilidad. Me caes bien, eso es todo. Me gustaría que pasáramos más tiempo juntas, como buenas amigas.
La observé, desconfiada —¿Amigas? Te conozco hace menos de media hora...
—¡Pero mira de todo lo que hablamos en menos de quince minutos! ¿No es eso un buen indicio?
Tenía razón, lo era. Jamás me había soltado tan rápido con alguien, lo cual resonaba, molesto, en mi interior. Para ser sincera, no tengo muchas amigas verdaderas. Las pocas que conservaba eran las que conocía hacía bastante tiempo, pero los demás... solo trataban de aprovecharse de mi importante puesto como escritora; solo querían usarme para sus propios beneficios. Esa situación me agotaba mucho. Eso, y sumando la crisis por la que pasaba mi matrimonio, me estaba bloqueando.
Últimamente me costaba demasiado escribir. Me sentía frustrada.
Posé la atención en ella, curiosa. Tal vez no era un mal plan conservarla. Era una persona bastante interesante.
—Bien, amiga. Entonces... ¿qué hay de ti? ¿qué te trae por aquí?
Fui incapaz de no quedar hipnotizada por su radiante gesto cuando le hablé. Ella sabía que había aceptado su propuesta "amistosa", y no se contuvo de deslumbrar por ello.
—Vengo seguido. Hablando de amistades, tengo muchas aquí.
Contemplé de reojo el lugar y le dediqué una traviesa mueca —¿Amistades, eh? ¿acaso no son todas esas mujeres amantes tuyas? Te están mirando de una forma... un tanto peculiar.
Rió un poco ante mi descaro —Algunas lo fueron, no lo voy a negar. Pero ninguna logró conquistar a mi corazón.
Le di otro buen sorbo al verdoso trago, mientras ella me imitaba —Así que te haces la difícil.
—No, soy difícil —Resaltó con orgullo, provocando que emitiera una carcajada—. Que linda te ves cuando ríes... —acotó con un seductor gesto.
Por mi parte, arqueé una divertida ceja y chasqueé los dedos frente a su rostro —Hey, solo amistad, ¿recuerdas?
Ella levantó ambas manos haciendo una graciosa y exagerada mueca —Recuerdo. Solo fue un comentario adulador, ¿por qué tendría que pretender algo más?
Porque es más que obvio... mierda.
-/-
Dos horas después; tercera copa, risas, habladurías y casi pérdida de consciencia. Sip, no estaba en mi mejor momento y al mismo tiempo lo estaba. Porque ella lograba que emanara carcajadas que nunca nadie logró despertar en mí, y las conversaciones que teníamos eran tan interesantes que no podía evitar quedar absolutamente prendida con su discurso.
—Oye, ¿no te estás pasando? —preguntó, detallando como trataba de llevar la copa a mis labios, temblorosa.
Traté de enfocarla, pero me resultó más dificultoso de lo que pensé —¿No habías dicho que este era el mejor estado del universo?
—Sí, pero...
—Bien, lo estoy disfrutando, así que deja de actuar como una abuela —La señalé, desafiante.
—¿Abuela, yo? —cuestionó, descendiendo mi copa en la acción, que aún se encontraba sobre mis labios—. Tú eres la abuela por estar derrumbándote tan rápido.
Resoplé y clavé mi difusa mirada en ella —¡De acuerdo! Hace mucho que no bebía así, y menos esta... esta cosa —Detallé el verdoso líquido en la copa.
—Nadie te obligó a tomarte tres de esos.
Me achiqué en el lugar —Es que... es rico, pero creo que me pegó duro.
—Eso veo, apenas puedes enfocarme. Tus ojitos están bastantes perdidos, querida.
—¡Deja de molestarme! —exclamé con una ebria tonada, y me dejé caer de frente sobre la barra— ¿No tienes mujeres que conquistar o algo así?
—Eso estoy haciendo.
Me incorporé de golpe. Solo ella podía sacarme del estado tan rápido —¿Disculpa?
Rió por mi desesperación —Estoy bromeando. Mierda, de verdad que no sales mucho.
—¿Tanto se me nota lo primeriza?
—Eso es un hecho —Sonrió de lado y con solo ese gesto mi atención se clavó directo en sus carnosos labios.
Negué velozmente con la cabeza. ¿Qué demonios me estaba pasando? ¿qué estaba pensando?
El alcohol, sí... eso tenía que ser. No había otra razón... no podía haberla.
Alcohol, perdida de sensatez... si, así es, ¡compro! Es solo eso.
—Creo que es hora de cambiar de ambiente —dijo, sujetando mi espalda—. Ven, vamos a bailar.
—¿Ja? ¿esa es tu gran forma de seducirme?
—No —Tomó mi mano y de inmediato un estremecimiento me recorrió—. Es mi forma para que dejes de beber al menos por un rato. Sígueme.
—Olvídalo —Me resistí al agarre que trataba de recomponerme—. No me puedo ni mover.
Ella alzó una divertida ceja —¿Es en serio? ¿caes en una fiesta que dura dos días, y luego de unas horas ya ni te puedes mover?
Abrí los ojos de par en par y en un impulso me puse de pie —¡¿Dos días?!
Me contempló, sorprendida —¿No lo sabías? Es un evento especial... una prueba de resistencia, podría decirse.
Bajé la mirada, estupefacta —No lo sabía...
—¡Ja, ja! ¡Eres todo un caso, Gabrielle! —Me dio unas palmaditas en la espalda, socarrona.
Volví la vista a ella, que se había clavado en el suelo de la impresión, inflando los cachetes —¡Bien! ¡Lamento no estar al tanto del cronograma! Escapé de mi casa porque quería olvidar todo, y este bar fue el único que encontré abierto.
—Oh, así que por eso terminaste en un antro gay —Mis palabras parecieron opacar sus dudas respecto a mi—. De verdad... —Se cubrió la boca en un intento de tapar su próxima carcajada— ¡Eres tan graciosa!
Me equivoqué de la peor forma. Su mirada solo se volvió más provocativa ante mi devolución. Como si yo me tratara de un desafío.
Solo pude bufar —No me jodas, no ahora.
—¡Vamos, no te pongas así! —exclamó— ¿Qué dices? ¿te atreves a pasar dos días aquí, o eres demasiado vieja para este tipo de gira?
Creo que no me equivoco al pensar que sabía cómo manipularme a esta altura. En las horas previas había soltado demasiada información para que pudiese hacerlo. Sí, era un hecho. Había cavado mi propia tumba, y el alcohol que recorría mis venas no ayudaba a serenarme.
Solo quería enloquecer, olvidarme de todo; dejar de llorar por estupideces... y esta era la excusa perfecta para hacerlo.
Sonreí de una arrogante manera —Por supuesto que puedo tolerarlo.
Complacida, aferró el agarre en mi mano —Entonces, serás toda mía por dos días enteros.
—La idea no suena mal —No debería ni mencionar que eso huyó de mis labios sin mi permiso, porque es más que obvio.
Su visión mutó en una incitante. La cagué, confirmado.
Se inclinó un poco hacia mí —¿Tienes algo que hacer mañana, o puede posponerse?
Elevé los ojos con una notable dificultad —¿Hoy es... sábado, cierto? Y dado que terminé con mi relación, ya no tengo que aguantar a mi suegra los domingos. Así que no, no tengo nada que hacer —Delineé una leve sonrisa. Cosa que correspondió.
Tironeó de mi mano y empezó a guiarme a la pista de baile —Entonces, mejor mantente un poco sobria para lo que vendrá después.
Observé su espalda con el entusiasmo navegando por mis venas. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan libre, tan joven…
—Esto es toda una aventura —Abrí los ojos, exaltada—. Nunca estuve en una fiesta de dos días seguidos, creo que moriré.
—Esa es la idea —Volteó el rostro hacia mí, sonriente—. Pero al menos morirás satisfecha.
—Eso espero —Continué con su broma—. Pero te advierto que si vomito por todo lo que tomé y tomaré, tendrás que sostener mi cabello.
—Con gusto lo haré.
De alguna forma habíamos llegado al centro de la pista, y digo de alguna forma porque la cantidad de gente era abrumadora. Una muy psicodélica y electrónica música resonaba, acrecentando mi perdido estado.
Sin darme cuenta, mi cuerpo comenzó a moverse de un lado a otro al compás de esta. Xena no tardó mucho en apegarse a mí, sostenerme por la cintura y convertirse en mi compañera de baile. Sus sensuales movimientos se acoplaban a los míos. Aquellas voluptuosas caderas rozaban las mías, y su rostro, adornado de una picarona sonrisa, cada vez se acercaba más. Veo que no estaba perdiendo el tiempo.
Amiga mi culo. Mierda.
Maldije en mis pensamientos, al percatarme de que su baile estaba tentándome.
Sus manos bajaron hasta mis caderas y me apretaron de una indecorosa forma contra su cuerpo, tanto, que pude sentir sus perfectas curvas sobre mí. Ahora nuestros movimientos eran tan sincronizados que juré que iba a fusionarme con ella. Y para empeorar la situación, la ebriedad no me abandonaba; no me permitía pensar con claridad.
En un intento de recobrar la consciencia, apreté los ojos varias veces. Solo conseguí que su figura se volviese más nítida, por ende, más atractiva.
Carajo.
Parece que notó mi incómodo estado. Supongo que era más que visible. Acortó la distancia con cautela, y susurró en mi oído:
—No pienses... solo déjate llevar, ¿a eso viniste, no?
Penetré la visión en ella, y solo me encontré con mi propio reflejo inmerso de confusión y deseo.
Si de dejarme llevar se trata... esto terminará en algo de lo que posiblemente me arrepentiré.
Su tacto se deslizó hasta la parte baja de mi espalda. En ese mismo instante, me apagué. Todos los pensamientos cuerdos se opacaron, mientras observaba con detenimiento como ella iba reduciendo la distancia entre nuestros labios.
Mierda... realmente anhelaba tomarlos con desesperación. Su afrodisíaco aroma me estaba desarmando.
Entrecerré los ojos dispuesta a dejarme llevar, como bien dijo ella. En respuesta obtuve un sofocado respingo de su parte; uno que demostraba cierta satisfacción y al mismo tiempo sorpresa. No se esperaba que cayera tan rápido.
Que mas da... estoy soltera, en una fiesta que dura dos días y muy ebria. Que pase lo que tenga que pasar.
No obstante, como si el universo me estuviese alertando, recalcándome que lo que estaba haciendo era inapropiado, una figura masculina apareció detrás de ella y se colgó de sus hombros, interrumpiéndonos.
—¡Xena, que sorpresa encontrarte aquí!
Su voz detonaba que no estaba en sus cabales para nada. Aunque no soy quién para juzgarlo.
Ella se dio vuelta con un innegable disgusto plasmado en el rostro —Joxer, ¿qué haces aquí?
—¿De qué carajo hablas? Sabes que frecuento este lugar. La pregunta es qué haces tú aquí, hace mucho que no te veía en el bar. ¿Ya te recuperaste? —Rió, ocasionando que tanto yo como Xena centráramos más la atención en él.
En un acto que me desorbitó, ella atajó el cuello de su ropa y lo aproximó hacia sí —Cállate o te golpearé.
Me crucé de brazos, curiosa. ¿Recuperarse? ¿a qué se refería? ¿acaso... mi querida nueva "amiga" tenía una historia que contar y no estaba enterada?
Si lo pienso bien, en las últimas horas solo me dediqué a hablar yo, y ella me escuchó con una paciencia infinita. Eso significaba que no sabía nada de su persona. Siquiera qué hace, de qué trabaja, si estuvo en una relación, y menos si su estancia en esta fiesta tan duradera significaba que trataba de olvidar algo de su pasado.
No sé porqué pero me molestó... me jodió bastante el pensar que tenía a alguien más en mente y que yo era una mera distracción.
—¿Y ella? —Oí de fondo a ese joven, que tenía una cara bastante peculiar. Hasta diría que algo graciosa.
Poco me importó que me estaba señalando a las carcajadas. Estaba muy ocupada carcomiéndome por dentro con un tema que me parecía mucho más importante.
¿Cuál era la historia de Xena?
Y… ¿Quién era yo para juzgarla si se encontraba aquí para aliviar penas? ¿no estaba haciendo yo lo mismo? Intentando olvidar algo que no quería recordar...
—¡Gabrielle! ¡Así que ese es tu nombre! —Se aproximó con una radiante sonrisa—. Me sorprendió verte. Xena no suele durar más de dos minutos con una chica.
—¿Disculpa? —Lo miré, desorbitada. La música no me permitía escucharlo bien— ¿Qué dijiste?
—¡Digo que eres muy bonita! ¿Qué tal si... —
Xena no le permitió continuar. Así de rápido como se acercó a mí, ella lo alejó de un empujón.
—¡Hey, chico bisexual, encuéntrate a tu propia presa! —Escuché, y solo esa frase bastó para que mi ceño se frunciera tanto que pensé que iba a desfigurarme.
Me dolió. En esas horas en las que hablamos le tomé un inesperado aprecio, por eso... me dolió. Parece que resulté ser un juguete para ella, y no me malinterpreten, no es que me molestara serlo. Mucha gente viene a estos lugares para encontrar algo de diversión... quién sabe, hasta yo quizás inconscientemente vine a eso. Pero ella me había vendido una imagen diferente. Dijo que quería ser mi amiga... que no tenía dobles intenciones; se mostró de verdad interesada por mi vida. Eso es lo que me molestó. De algún modo me sentí traicionada.
En conclusión, me mintió. Todo fue para conquistarme.
Si tan solo me hubiera dicho la verdad desde el principio, sin dar tantas vueltas, haciéndome perder el tiempo... probablemente y guiándome por mi estado, ya estaríamos sobre uno de esos sillones consagrando nuestra pasión.
Si quieres cogerme dímelo de frente. Y si no quieres solo aléjate, no me confundas con sentimentalismos; no a esta altura de mi vida. Así pienso, así soy. Odio a la gente falsa.
Mis pasos, ahora iracundos, se desprendieron del suelo y se dirigieron hacia ella —¡Xena, no soy ninguna presa! ¿de qué mierda estás hablando?
Me miró, pasmada. Por el asombro que inundaba a su rostro, pude deducir que creyó que no la había escuchado por la ruidosa música de fondo. Gran error.
—Gabrielle, no quise decir eso... solo fue una forma de decir.
—¿Una forma de decir, eh? —Delineé una irónica sonrisa, cruzándome de brazos—. No me pareció así.
Los nervios no se estaban apiadando de su persona. Era notorio —Escucha, yo...
—¡Primita! —Otros inesperados brazos se colgaron de sus hombros, esta vez unos más llamativos.
Por qué se preguntarán... Bueno, el solo decir que era una mujer rubia con una esbelta figura y una traviesa mirada que brillaba con una pizca de locura, cubierta por un atrevido vestido rojo innecesariamente corto, sería suficiente para contestar esa cuestión. Llamó mi atención.
Su visión me poseyó por encima de su moreno hombro —¿Y esta lindura? —Se apartó de ella y caminó hacia mi— ¿Qué tal? ¿disfrutando de la fiesta?
Apegué los hombros a mi cuello. De alguna forma... me intimidó. Era tan hermosa como Xena... No, su belleza era diferente; igual de atrapante pero diferente. Locamente diferente. Ella sí parecía saber bien lo que quería. Emanaba un aura de fiestera y seductora, como si fuera de esas personas que van directo al grano, sin rodeos.
—Si... —Apenas pude contestar luego de varios silencios.
—¡Callisto! —Xena atrapó su brazo con firmeza— ¿Qué haces aquí?
Se giró hacia ella, sin quitar aquel seguro semblante —Vine con Joxer, ¿algún problema, primita? —Le mantuvo la mirada, para luego posarla en mí de soslayo— ¿Interrumpo algo?
¿Primita? Esta noche se está transformando en una incógnita.
La morena frunció el ceño, y se aproximó hacia mí. Traté de apartarme, pero un ferviente aferre en mi cintura no me dejó.
—Sí, interrumpes —La encaró conmigo en brazos con una fría expresión.
No entendía qué le sucedía. Desde la aparición de su amigo y ahora esta mujer, se mostraba notablemente a la defensiva; diría que casi posesiva.
—Oh, lo siento. No lo sabía —Rió en un murmullo, mientras yo trataba de zafarme del agarre de mi supuesta nueva amiga.
Parecía un animal marcando su territorio, y yo no era territorio de nadie. Ya lo fui y no pensaba serlo otra vez. No iba a permitir que hiciese de la suyas, mucho menos cuando me llamó "su presa".
El solo recordarlo provocó que me alejara con brusquedad —No interrumpes nada. —Me atreví a modular.
Xena me observó, atónita. ¿Por qué tanta sorpresa? Ni que nos conocieramos de toda la vida…
Callisto por su parte, sonrió con una clara satisfacción al observar el espectáculo que nos rodeaba.
—Creo que tu acompañante no quiere saber nada de ti... tsk, tsk, eso no se hace, Xena. Disgustar a tan linda criatura...
—¿Qué haces aquí, Call? —preguntó, evitando mi enfadado rostro. Mi acto la desconcertó, por no decir que la entristeció.
¡Pero qué carajo! ¡Aquí la única desilusionada soy yo!
Y respecto a su prima... ¿Qué pasa con su vocabulario para conmigo?
—Ya sabes… —Hizo un desinteresado ademán con la mano—. Vine a la ciudad por trabajo. Y de paso a divertirme, y vaya que encontré al objeto de mi diversión —Me guiñó un ojo, y al instante percibí como unos inesperados escalofríos me recorrían— ¿Y cuál es tu historia, princesa? —Volvió a reducir la distancia y aprovechó para deslizar los dedos por mi largo y rubio cabello. Acción que no pasó desapercibida por Xena, que la fulminó con la mirada.
—Una ruptura... —musité. Solo por decirlo el pesar me atacó.
Ella me miró, algo asombrada —¿Vienes a desquitarte a este lugar? Pero qué buena elección has hecho.
—¿Por qué lo dices?
Su tacto se dirigió a mi mejilla —Porque gracias a tu ruptura pude conocerte.
Fui incapaz de evitar posar la visión en Xena, desesperada. En un mudo silencio, cuestioné el porqué su prima me estaba dando... tal especial trato. Y por supuesto, también rogué porque me la quitara de encima. No obstante, la única respuesta que conseguí fue un pesado suspiro de su parte.
Arrugué la frente, decepcionada. ¿Así que ahora no le preocupaba que fuera "presa" de alguien más? Bien, entendí su punto.
Su maldito punto.
Lo que no comprendía es porqué terminé enredada en todo este desastre y porqué me importaba tanto su indiferencia. Todo estaba pasando... demasiado rápido.
Impotente, derivé la atención al vaso que traía consigo Callisto y se lo arrebaté —¿Y esto? ¿qué es?
Me contempló con unos curiosos ojos —¿Quieres? Siéntete en libertad de beberlo, linda. Aunque creo que esa libertad ya te la has tomado, y nunca mejor dicho —Sonrió, detallando como lo bebía con fervor—. Puedo ofrecerte algo mejor si tanto ansías perder la cabeza.
La miré, expectante —¿Cómo qué?
Delineó una picarona mueca y me hizo un gesto con la mano para que esperara en el lugar —Ya regreso, ni se te ocurra escapar.
Xena, que contemplaba todo de reojo, bufó de nuevo y con cautela aprovechó la ida de su prima para volver a acercarse.
—¿Qué crees que haces?
—Socializo —atiné a decir, ignorando su penetrante visión— ¿Algún problema?
—Sí, Callisto no es la mejor persona para socializar.
¿Y ahora me lo dices? ¿no viste cómo te supliqué con la mirada que me la quitaras de encima?
Grité en mis pensamientos, pero mis palabras solo quedaron estancados en ellos. No debía decirle eso... solo parecería que dependo de ella, y no deseaba darle tan importante lugar.
—¿Por qué? Parece agradable.
—No sabes lo que dices...
—Al menos no me llamó "su presa".
—Gabrielle, eso fue... perdóname, a veces puedo ser... un poco posesiva. —Se rascó la nuca con timidez.
Timidez que no me movió un pelo.
—No hace falta que me expliques, Xena —contesté, paralizándola—. Debí haberme avivado hace varias horas atrás.
Me contempló, confundida —¿Qué quieres decir?
—Que tú solo quieres... ya sabes, conmigo.
—¡Claro que no! ¡No quiero solo eso! —Atrapó mis manos de golpe, sobresaltándome—. Gabrielle, perdóname. Jamás quise que pensaras de esa forma, solo... me salió decir eso. No soporté ver cuando Joxer se acercó a ti.
—¿Por qué?
Y a todo esto, ¿dónde estaba él? Había desaparecido. No me asombró; supongo que vino a este lugar para encontrar alguna víctima y divertirse un rato.
Xena se mordió el labio y desvió la vista. Pude notar como sus mejillas, a pesar de la oscuridad, se teñían de un tenue carmesí.
Oh, mierda. Era tan hermosa... estaba cayendo de nuevo. No podía permitírmelo.
Me solté de su agarre en un intento de escapar —No te disculpes, está todo bien. Pero deja de hacerte ilusiones, Xena.
Regresó la mirada a mí con cierta dolencia —¿Qué?
—Con lo que me acabas de decir terminé por confirmar que quieres algo de mí que no puedo darte.
Sus ojos decayeron, destruyéndome. No tenía sentido el poder que tenía sobre mi persona. No podía sentirme más culpable y no comprendía el porqué. Aún así, continué.
—Lo siento, no soy la chica que buscas... pero puedo ofrecerte mi amistad.
Su visión volvió a elevarse, pero ahora había un destello de decepción en ella —Tu amistad...
—Sí.
Resopló, para luego dibujar una leve sonrisa, que de alegre no tenía nada —Está bien, Gabrielle. Para serte sincera... nunca esperé más que eso.
Arqueé una ceja. Casi tomé ese comentario como un insulto —Ya veo.
—Perdóname... no quise hacerte sentir incómoda —agregó, rozando mi mejilla con los dedos; y en ese mismo momento supe que estaba dejando pasar una importante oportunidad.
Es decir... su tacto lograba generarme intensas sensaciones que no debía tener. Que no estaba preparada para tener. Menos por una persona que recién conocía. Nunca me había sucedido algo así; estaba conmocionada.
No obstante, mi orgullo no me permitía devolver su cariño. Si sabré bien que esta actitud mía me llevó a perder varias oportunidades en la vida... pero qué podía hacer. La gente no cambia tan fácil, y menos cuando te llaman "presa" y te venden una imagen falsa.
Pensé que no me merecía, y algo dentro de mí me impedía creer en su disculpa. Me pregunto por qué seré tan arrogante a veces...
—¡Weeeh! —Oímos de repente un hilarante sonido.
Posamos la visión en la rubia que se aproximaba a los saltitos y al ritmo de la música. Fui incapaz de no sonreír de lado cuando la vi. Era tan infantil y al mismo tiempo atrayente.
De inmediato me odié por ese pensamiento. ¿Acaso... ahora me encontraba en una encrucijada? Lo que me faltaba...
—¡Lo prometido es deuda! —Se detuvo frente a mí, radiante. Centré la atención en su mano, que sostenía una porción de lo que parecía ser un apetitoso brownie.
Sin perder un segundo, se lo robé. Decir que tenía hambre era poco. Y decir que mi comportamiento muy lejos estaba de lo que yo era, ya era una realidad.
Ella se quedó perpleja observando cómo lo devoraba.
—Hey, linda, mejor tómalo con calma.
—¿Phor quhé? —Traté de pronunciar con la boca notablemente llena.
—¿Cómo qué por qué? —Rió, mientras llevaba una porción a sus labios—. Porque tiene hierba, por eso.
El chocolate terminó atascado en mi garganta —¡¿Q-Qué?!
Me miró con una falsa inocencia —¿No me pediste que te trajera algo fuerte?
—¡Pero no tan fuerte! ¡Y no te lo pedí, lo asumiste sola!
—Fue muy fácil de asumir, hermosa.
—¡Callisto! —La retó Xena— ¡¿Qué mierda haces?!
—Oh, vamos primita. Te traje una porción a ti también, así que no hagas escándalo —Se la entregó y yo, pasmada, trataba de procesar lo que iba a ocurrir con mi cuerpo y mente en breve.
Sí, no soy ninguna inocente. Sé bien lo que esta sustancia provoca. En mi juventud solía fumarla con mis amigos, sin embargo cuando crecí dejé bastante el consumo. Pero volver a probarla, y además ingiriéndola de esta forma...
Lo sabía bien. Iba a tardar más en hacer efecto, pero el efecto justamente iba a ser mucho más fuerte y duradero.
Choqué la palma contra mi frente, frustrada por terminar así —Puta madre.
—Gabrielle...
Derivé la visión a la morena y luego a su tacto, que se estacionó en mi hombro con preocupación. Lo detallé, pensante.
Si lo medito bien… ¿No terminé en este lugar porque buscaba esto, enloquecer un rato? No era momento de arrepentirme. Vine aquí para olvidar todo, para divertirme... así lo haría.
No buscaba ninguna relación y menos un inesperado amor. Claro que no. Bastante tuve que sufrir éste último tiempo.
Quité su mano de mi hombro —Tranquila, no es la primera vez que consumo esto.
Mi verdad la sorprendió, pero intuyo que más mi asquerosa acción —¿En serio?
Le dediqué una vaga sonrisa —¿No parezco ese tipo de persona?
—La verdad... no.
—Bien, lo soy. Acostúmbrate —dije con seguridad. Pero por dentro, de segura no tenía nada.
Xena descendió los ojos. No comprendía qué estaba pasando por su mente. Pero una cosa era segura, algo la estaba agobiando.
No tenía mucho tiempo para analizarla; estaba ensimismada en un futuro incierto. Desconocía cómo iba a afectarme esta sustancia, y eso me aterrorizaba. Todos saben que los efectos tienen mucho que ver con tu estado anímico del momento, y no está de más decir que el mío dejaba mucho que desear.
Solo sabía una cosa; que por lo embrollada y ebria que ya estaba, esta definitivamente iba a ser una larga noche.
Sí, una larga y confusa noche.
¡Primer capítulo entregado! Gracias por leer esta locura, ¡y los leo en el próximo!
Saludines.
