Bleach y sus personajes no me pertenecen.
LITTLE
—Ichigo —el aludido se removió en su cama y sólo contestó con un leve gruñido—. Ichigo —la voz del armario empezaba a cansarle—. Ichi…
—¡Quieres hacer el favor de callarte! —Su voz sonó más alta de lo que esperaba.
—¡No chilles! —Susurró Rukia desde el armario—, van a oírte y son las tres de la madrugada.
Ese era exactamente el problema. ¿Qué diablos quería la Shinigami a esas horas? Y mañana tenían que madrugar. Ignorando la mirada de duda que Rukia tenía dibujada en su rostro, Ichigo decidió darse a vuelta sobre la cama y volver a dormir.
A esas horas sus sentidos estaban del todo desactivados y, justamente por ese motivo, no se percató de cómo Rukia abandonó el armario y se acercó a su cama. Y no contenta con eso, se subió a la cama y, cruzando las piernas, se sentó a espaldas del Shinigami sustituto.
—Ichigo —bajó la voz—, sé que estás despierto.
Ante el silencio del chico, Rukia apoyó una de sus diminutas manos en el costado de Ichigo y lo meció de manera calmada, insólito en ella.
—Qué diablos quieres, Rukia —finalmente, se dio cuenta de la cercanía de su acompañante—. ¿No podemos hablarlo mañana?
La Shinigami desistió. Sin pronunciar palabra se levantó de la cama y se dirigió de nuevo hacia el armario donde, una vez acomodada, cerró la puerta. Había sido una tontería la idea de comentarle lo ocurrido hoy a Ichigo y más a esas horas de la noche.
Las palabras de Tatsuki Arisawa no la dejaban dormir. ¿Por qué se preocupaba tanto? Cerró los ojos con fuerzas y golpeó sus sienes a modo de castigo. A ella, como Shinigami, no deberían importarle esas banalidades, no debería preocuparse por los acontecimientos del mundo humano y, sobretodo, no debería dejarse llevar por los sentimientos. Y eso era exactamente lo que estaba pasando.
—Orihime es el tipo de chica que todo chico desea —había concluido Tatsuki—. Por eso siempre tengo que estar pendiente, con lo despistada que es…
El tipo de chica que todo chico desea.
Rukia suspiró abatida. No sabía de que se sorprendía, en la Sociedad de las Almas pasaba exactamente lo mismo. Las chicas guapas, altas, de cabello claro y con pechos grandes eran las que siempre se llevaban a todos los Shinigamis, como Ranjiku.
Tumbada como se encontraba acercó sus pequeñas manos hacia sus pechos para cogerlos. Sus manos eran pequeñas, pero suficientemente grandes para abarcarlos.
La puerta del armario se abrió de golpe y un Ichigo de pelo revuelto y mirada atónita la observó.
—¿Qué diablos…? —Un leve sonrojo se instaló en sus mejillas.
—Ichigo —Rukia observaba sus manos sujetando sus pechos— ¿crees que son pequeñas?
El Shinigami sustituto no pudo evitar bajar la mirada y volver a contemplar como las manos de Rukia sujetaban sus pechos, que sí, eran pequeños, pero, ¿qué más daba? El sonrojo del chico fue a más y, sacudiendo la cabeza, dirigió la mirada a los ojos de Rukia, que ahora le miraban en busca de una respuesta.
—Los de Orihime son mucho más grandes —por suerte Rukia no le había dejado contestar—. Y lo de Ranjiku aun lo son más. En cambio los míos…
—¿Qué más dará el tamaño de tus pechos? —Ichigo no pudo sostenerle más la mirada y, nervioso como se encontraba, dirigió la mirada hacia otro lado, mientras se pasaba la mano por el cabello intentando tranquilizarse.
¡Claro que importaba! Y mucho más de lo que él podría llegar a pensar. Porque Ichigo era un chico realmente alto, demasiado, y, en cambio, ella no alcanzaba ni el metro cincuenta.
—¿Desde cuándo le das importancia a esas cosas? —Ichigo volvió a mirar a Rukia, que seguía sujetándose los pechos—. Eres una Shinigami enana y estúpida.
Esas palabras tendrían que haber desatado la ira de Rukia, pero no sucedió nada. La chica finalmente dejó libres sus pechos y cruzó las manos sobre su regazo, a la vez que desviaba la mirada y perdía de vista los ojos del Shinigami sustituto.
—Tú eres grande —su voz tembló— y yo pequeña.
Ichigo observó detenidamente la diminuta figura femenina que se encontraba delante suyo. ¿Qué diablos importaba el tamaño de ellos dos? Sólo eran Shinigami y aprendiz de Shinigami, no tenía ninguna importancia ese tipo de banalidades.
¿O sí?
Quizá para Rukia él no era sólo un simple humano que había conseguido poderes de Shinigami y, por algún motivo que no llegaría a comprender hasta más adelante, aquel pensamiento le hizo sentirse bien.
Ichigo acercó una mano al rostro de Rukia y, posando la palma en su mejilla, la obligó a mirarle de nuevo. Extendiendo el pulgar rozó el labio inferior de la Shinigami, que resultó cálido y tembloroso. Sabía que ella se empezaría a quejar en cualquier momento, así que adentró su cuerpo en el armario y selló los labios de Rukia con los suyos propios.
Fue una sensación extraña, cálida y fría a la vez. ¿Sería culpa de la Zampakuto de Rukia?
—Tus pechos son perfectos —dijo al separarse— y tú también lo eres.
Dicho esto se alejó de ella y articulando un buenas noches cerró la puerta del armario y se dirigió hacia su cama.
Más tarde, notaría como una diminuta figura femenina se escabullía entre sus sábanas y, con demasiada cautela, le abrazaba por la espalda.
Gracias, Ichigo.
Y a vosotros también, gracias por leer.
Espero que alguien me regale un poquito más de tiempo y me deje un pequeño comentario.
¡Os lo agradeceré toda la vida!
Sé que FanFiction está lleno de Fics de esta pareja, pero quería aportar mi granito de arena. Estos malditos Shinigamis son demasiado adorables cuando están juntos.
HanaHana
