¡Hola a todos! Estoy feliz de saludarlos esta vez y presentarles el primer capítulo de la continuación de una historia que me han estado pidiendo y se trata de "Te Perdí". Debo decir que planeaba subir la secuela mucho tiempo después, pero veo que a los lectores les interesa saber si habrá continuación y aquí la tienen. Aunque debo aclarar que ahora carezco de tiempo por causas externas de la universidad y mi empleo (además de que debo actualizaciones de más fics), por lo que no podrá actualizar al ritmo que yo quisiera, pero aún así haré mi mejor esfuerzo, pido comprensión por favor.
Y bien, dicho lo anterior, les presento el primer capítulo de esta secuela titulada "Vivir por ella" que espero y sea de su total agrado.
¡Gracias a todos de antemano por su apoyo!
Sin más preámbulo, ¡Disfruten!
DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: RESIDENT EVIL Y SUS PERSONAJES PERTENECEN A CAPCOM, SÓLO LAS IDEAS Y TRAMA ORIGINALES DE ESTA HISTORIA ME PERTENECEN.
"VIVIR POR ELLA"
"That I should have bought you flowers
and held your hand.
Should have gave you all my hours,
when I had the chance.
Take you to every party
because all you wanted to do was dance,
now my baby's dancing,
but she's dancing with another man.
My pride, my ego, my needs, and my selfish ways
caused the good strong woman like you
To walk out my life
Now I never, never get to clean up the mess I made
And it haunts me every time I close my eyes
It all just sounds like oh
Too young, too dumb to realize…"
—Bruno Mars, When I was your man.
CAPÍTULO 1: RESACA EMOCIONAL
—No sabía que supieras bailar.
—Hay un sinfín número de cosas que aún no sabes de mí. —Respondí con una sonrisa seductora, mientras atraía hacía mí un poco más a Claire, sosteniéndola con cuidado por la cintura.
— ¿Por ejemplo…? —Preguntó divertida la chiquilla pelirroja.
—Mmm… Sé calentar agua sin quemarla, era la estrella del equipo de futbol soccer en la secundaria, puedo lamer mi codo sin hacer ningún esfuerzo…
— ¿Eso en serio? — Dijo ella enarcando una ceja.
—Lo de mi codo, no estoy muy seguro… Pero hay otra cosa que sí sé… — Respondí acercándome más a ella.
— ¿Qué es?
—Que me fascinas como nadie en este mundo.
E inclinándome hacia su rostro, besé con delicadeza sus labios, comprobándole con hechos, lo que mis palabras le habían dicho.
Después de unos instantes de besarnos dulcemente, la pelirroja tomó una respiración profunda y se abrazó a mi cuello, sintiendo su respiración tranquila en mi pecho.
Entonces las letras de "Can't take my eyes of you" comenzaron a sonar
—You're just too good to be true
Can't keep my eyes off of you
You feel like heaven to touch
I wanna hold you so much. —Susurré suavemente cantando en su oído.
— ¿También cantas? — Volvió a preguntar con una sonrisa en el rostro.
— Sólo para ti, nena. Sólo para ti…
Seguimos moviéndonos con el suave vaivén de la música, mientras yo cantaba en el oído de mi pareja la letra de la canción en curso.
— ¿Quieres saber un secreto? —Dijo la chiquilla sonriendo de manera traviesa.
—Dime. —Respondí siguiéndole el juego.
— Al principio creí que nuestra relación no iba a funcionar.
Esa confesión me tomó por sorpresa.
— ¿Por qué creíste que no podría funcionar? —Cuestioné a la vez que la hacía girar en una vuelta completa en medio de la pieza musical.
Claire bajó la mirada y noté que dudó por unos instantes antes de contestar:
—Es muy tonto en realidad… Porque tú eres un hombre experimentado y especialista en las relaciones amorosas, conoces muchas cosas y yo… Bueno, creí que te terminarías aburriendo de mí. —Admitió la niña de ojos azules.
Me enterneció. Redfield, Claire Redfield, ¿qué tenía esa chica que hasta sus inseguridades me parecían tremendamente dulces y adorables?
Sonreí ante las dudas infantiles de mi pequeña mujercita y le di un beso cálido en la frente.
—Todo lo que yo había estado esperando en la vida, lo encontré contigo. Yo tampoco creí que un alguien tan linda, tan inocente, tan bonita… —Hablé mirándola directamente a los ojos dándole un beso en la punta de la nariz, — me enseñara un mundo tan distinto al que yo conocía.
La Redfield se sonrojó coloreando sus mejillas de porcelana de ese color rosado que tanto me gustaba y se abrazó más a mí mientras nos seguíamos desplazando en la pista de baile.
Moviéndonos al ritmo suave de la música, seguimos deslizándonos hasta que nos movimos a un pequeño escalón que estaba a unos pasos de nuestro lugar. La pelirroja me tomó de la mano y subió hasta al escalón para ganar más estatura y así quedar a la par de mi tamaño.
— No te apartes de mí, Leon. Nunca. — Pidió ella tomándome por el cuello y acariciándome el cabello con sus manos pequeñas.
La tomé por la cintura y la estreché entre mis brazos, correspondiendo enteramente a su dulce gesto.
— Nunca, Claire. Siempre estaré contigo, pase lo que pase… Siempre…
Desperté de golpe cuando escuché sonar la alarma incesante en la mesita de noche. La apagué estrellándola en el suelo, aún bajo los efectos de estar recién levantado.
Tenía la respiración agitada y poco a poco fui regresando a la realidad. Todo había sido un sueño, el sueño de un recuerdo. Había vuelto a soñar con ella.
Un año. Habían pasado ya 365 días desde aquella noche de octubre de 2011 en que mi vida oficialmente se había ido al carajo.
Jamás creí que llegaría el día en que mi mundo se quebraría a pedazos y yo tuviera que tocar fondo para poder notar muchas cosas. Por ejemplo, de que estaba enamorado. Aunque eso ya no servía de mucho, o mejor dicho, no servía de nada.
La mujer de mi vida se había casado con otro, me volví un borracho agresivo, y no tenía claro mi futuro y porvenir. Pero por suerte, muy a tiempo me di cuenta que no resolvería nada hundiéndome en el alcohol, pelearme a golpes con el primer sujeto que se cruzaba en mi camino, ni llorar a ríos mi estupidez de haber dejado ir al amor de mi vida. Ya tenía bastante de sentir lástima por mí mismo y sabía que era momento de reaccionar y volver a poner todo en su lugar.
Después de haber contemplado sin querer el enlace de matrimonial de Claire Redfield y Piers Nivans, lloré como una niñata una semana más, bebiendo como nunca lo había hecho y lamentándome a grito abierto todos mis errores. Esa fue mi manera de expiación. Cuando ya no hubo nada más dentro de mí, ni llanto, ni reproches, ni botellas en mi departamento, decidí que era momento de ponerle fin a esto. Era hora de aceptar la derrota.
En este juego, Nivans me había ganado la partida y el perdedor fui yo. No era un hombre que se daba por vencido, pero en esta ocasión tenía que aprender a perder. Y lo hice.
Una semana después de lo ocurrido, me presenté de nuevo a trabajar en la D.S.O. y arranqué de un solo golpe mi vicio por el alcohol y la mala costumbre de fumar. Debido a mis malos hábitos alimenticios y manera desmedida de beber había perdido mucho peso, así que volví a mi dieta balanceada y también al gimnasio. Mi único objetivo era superar aquél trago amargo de mi vida y con esfuerzo, pude conseguirlo.
A los tres meses ya había recuperado mi buena condición física y me fui de misión a Indonesia. Detener a unos peligrosos traficantes de armas fue mi nuevo trabajo, y aunque no fue sencillo, salí victorioso. Al igual que cuando era joven, no había perdido el toque para las situaciones de riesgo.
Gracias a esa hazaña exitosa y a mi respetable currículum, el presidente Adam Benford tenía una muy buena impresión sobre mí por lo cual, me convertí en el rápidamente en algo más que un miembro fundador de la D.S.O., sino también en su hombre de confianza. Y también un amigo cercano.
¡Quién lo diría! De ser el amigo, —borracho molesto,— del cantinero Joey, en menos de un año me convertiría en el amigo y hombre de confianza del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. ¡Vaya salto!
A pesar de que en este año había evitado a toda costa todo tipo de fiestas y eventos sociales por mi continua apatía, —así es, también me volví un apático aburrido, — hoy estaba comprometido a asistir a un evento.
De haber estado en mis manos hubiese inventado cualquier pretexto para justificar mi ausencia, pero al ser una petición de Adam el sugerirme que asistiera a esa reunión, significaba que no sólo era el favor para un amigo, sino era también una orden del señor Presidente. Y las órdenes no se discuten, se acatan.
Hacía tanto tiempo que no asistía a una fiesta que mirando mi ropa no encontré nada adecuado para asistir a un evento de tal calibre; una cena de beneficencia en favor de las víctimas del bioterrorismo en Beverly Hills no era cualquier cosa, — sin contar con la presencia de gente de las más altas esferas sociales— era también una especie de tregua para el partido demócrata con el partido republicano. En efecto, era una ocasión especial.
Saqué las llaves de mi Mustang y me dirigí directamente a la cochera, había que hacer una visita al centro comercial.
Mientras conducía hacia el centro comercial encendí la radio para poner un poco de música y sintonicé una estación de rock clásico. Subí un poco el volumen cuando escuché la voz de Brian Johnson cantar la letra de "Shoot to Thrill" amenizando mi corto viaje. AC DC era mi banda favorita desde que era un adolescente y había tenido la oportunidad de ir a sus conciertos en más de tres ocasiones. Su música siempre mejoraba mi humor.
Luego que el éxito de AC DC terminara, continuó la lista de reproducción con "Black Dog" de Led Zeppelin. Al parecer, había encontrado una muy buena estación radiofónica. Todo iba bien hasta que una melodía me puso los nervios de punta. La canción era un hit sin duda, pero yo no podía escuchar esas notas musicales sin que un espasmo me revolviera los intestinos; "Bohemian Rhapsody".
Cualquiera que tuviera la mínima idea del buen gusto musical me hubiese golpeado por el hecho de sentir aversión hacia ese himno, pero lo que no sabían, es que me dolía escucharla por lo mucho que significaba. Queen era la banda favorita de Claire y "Bohemian Rhapsody" su melodía predilecta. Sin duda, hoy la vida me estaba dando una mala jugada. Primero, me hacía soñar con uno de los momentos que había vivido al lado de la pelirroja y ahora sintonizaban en la radio su canción favorita. Como si no tuviera lo suficientemente presente en mi mente el recuerdo de Claire Redfield como una herida punzante en el pecho. Nunca dejaba de pensar en ella debo admitirlo, simplemente ya había aprendido a vivir con la pérdida.
Cambié rápidamente de estación moviendo el cursor de mi estéreo del auto y sintonicé una estación inofensiva en la cual solo transmitían noticias la mayoría del tiempo.
Después de escuchar que hoy el clima permanecería a 27° Celsius y que un tal Justin Bieber había protagonizado un zafarrancho con sus guaruras y unas fanáticas, — ¿quién carajo era ese cabrón?—, informaron una noticia que parecía importante.
"La tensión entre los grupos guerrilleros y el gobierno de Edonia es cada vez más incontrolable. Es sólo cuestión de tiempo para el estallido de una guerra civil."
Al parecer las cosas no estaban bien en los países nórdicos europeos. Me pregunto cuál será la verdadera razón del posible conflicto bélico… Supongo que lo sabré en su momento.
Apagué la radio cuando estacioné el auto en un aparcamiento cercano a la entrada del establecimiento. Accioné los seguros del Mustang y enseguida me adentré en el lugar.
Para mi fortuna, no había mucha gente en el centro comercial, lo cual significaba que me evitaba la molestia de andar entre las multitudes y realizar de manera rápida las compras que necesitaba. Creí que nunca pasaría por ese problema que suponía era exclusivamente del género femenino, pero hoy estaba en ese apuro: ¿Qué ropa iba a ponerme?
Una reunión con el Presidente de los Estados Unidos era sinónimo de etiqueta y elegancia, por lo que verme bien hoy era prioridad.
Caminando unos cuantos pasos más, miré en un aparador de cristal varios maniquíes modelando varios modelos de ropa para hombre que parecía muy fina y mirando el nombre de la tienda "Only for men", supe que entrar en ese negocio de prendas para caballero prometía.
Cuando estuve adentro, enseguida me atendió un hombre que vestía de manera elegante e inmediatamente se puso a mi disposición. Dejé que él me sugiriera una lista de sus mejores trajes de etiqueta y en poco tiempo salí del establecimiento con un traje Hugo Boss en color azul oscuro a juego con una camisa color blanco, zapatos finos, un par de mancuernillas plateadas… Y un gran desfalco en mi tarjeta de crédito. Aunque debo decir que el dinero no era un problema ya que desde que trabajaba directamente para el Presidente Adam, mis ingresos se habían incrementado generosamente, además de que raramente invertía dinero en cosas que no fueran absolutamente necesarias. Darme un lujo de vez en cuanto no sería un duro golpe a mi billetera.
Para no perder más tiempo decidí comer dentro del centro comercial y así llegar temprano a mi departamento.
Estando en casa, tomé una ducha rápida y saqué de de la ostentosa caja el traje que había adquirido para la dichosa reunión. Me lo puse con cuidado de no arrugarlo y en pocos minutos estuve listo. Efectivamente, el vendedor tenía razón; el traje se veía de maravilla. Se ajustaba perfectamente a mis hombros anchos y a la cintura delgada lo cual me daba un buen aspecto, además de que mi figura se había vuelto ligeramente más corpulenta como efecto secundario del gimnasio. En un santiamén estaba listo. Estuve acomodando mi corbata pretendiendo hacer un nudo sofisticado, pero después de varios intentos fallidos lancé lejos ese pedazo de tela y decidí llevar mi camisa sin ningún otro tipo de adorno, simplemente dejando el primer botón superior sin abrochar.
Después de revisar en el espejo que todo estuviera bien en mi apariencia, me di cuenta de un pequeño detalle; no me había afeitado. ¡Demonios!
No es que llevará en la cara una fea mancha de vello facial en la cara como si fuese la de un borracho de tres días, sino que apenas era la marca de una barba incipiente que se asomaba ligeramente de entre la piel de la mandíbula. No se veía mal, al contrario me daba cierto toque de madurez a mi expresión… Está bien, lo admito, me daba una pereza inmensa afeitarme. Además de que ya no había razón para hacerlo. Claire se quejaba de que cuando la abrazaba y no me afeitaba, sus hebras pelirrojas se enredaban en mi barba y es por ello que prefería mantener mi cutis lo más liso posible. Pero ahora que no había nadie a quién más abrazar—sólo a mis almohadas, —no había razón para preocuparse por ello.
¡Maldita sea! ¿Ya la estaba recordando otra vez?
Dejé mi nostalgia para otro día y mirando el reloj me di cuenta que tenía el tiempo justo para conducir hasta Beverly Hills para llegar a tiempo a la cena.
Había visitado ya en algunas ocasiones ese barrio de súper lujo y ostentosidad antes, pero uno nunca deja de sorprenderse de la opulencia y confort con la que pueden vivir algunas personas, cuando hay mucha más gente en el mundo que tienen que vender su alma para apenas conseguir algo de comer. Grandes residencias e inmuebles eran los componentes de la ciudad, acompañados de grandes palmeras que adornaban los camellones. Siempre estuve en contra de las desigualdades sociales por lo cual no me hacía gracia estar de visita en este lugar.
Finalmente llegué a la mansión donde se llevaría a cabo dicho evento y uno de los agentes de seguridad me pidió mi identificación. Me dejaron pasar sin problema al verificar que yo era uno de los agentes de seguridad del Presidente y en menos de lo que canta un gallo me encontraba ya en la recepción.
Los enormes arcos dorados junto con la vistosa decoración floral eran sólo una pequeña parte de lo muchos adornos que embellecían aquella mansión hecha de mármol brillante.
Me di cuenta que fui de los primeros invitados en llegar, pero sólo fue cuestión de poco tiempo para que el lugar se fuera llenando hasta el tope. Políticos, estrellas de Hollywood, filántropos, magnates, señoras encopetadas con sus hijas de sonrisas ladinas, fueron poco a poco los invitados que llegaban a la recepción del evento.
Esperaba pacientemente la llegada del Presidente que era el invitado de honor al evento cuando me di cuenta de que unas jovencitas que estaban a unos metros de mí me miraban de pies a cabeza. Se trataba de tres chicas rubias que vestían costosos vestidos en colores pasteles y me veían con descarada coquetería. Eran hermosas no lo negaba y no dudaba ni un segundo que fuesen millonarias, pero nunca fui del tipo que gustara de aventuras con jovencitas mimadas, ni siquiera en mis mejores tiempos de galantería, y actualmente menos me apetecía ser el capricho de alguna chiquilla malcriada. De ser así me hubiese quedado con Ashley Graham cuando se me presentó a oportunidad. Pero ninguna de las jovencitas de ese estilo era de mi agrado. Quizás si tuvieran un poco más de edad, fueran pelirrojas, se llamasen Claire… Tal vez así tendrían alguna oportunidad. ¡Qué difícil era seguir enamorado de un imposible!
De repente escuché aplausos y rechiflas inundar la sala, entonces confirmé que Adam había llegado. Un sinnúmero de personas se amotinaban a su alrededor intentando saludar a uno de los hombres más poderosos del mundo, mientras su personal de seguridad trataban de que nadie se le acercara demasiado. Reconocí a todos sus guaruras a la distancia, pero me sorprendió ver en su equipo a una cara nueva. Se trataba de una mujer castaña, delgada, piel blanca y ojos oscuros. Era bastante guapa pero para mi gusto demasiado joven para formar parte del cuerpo de seguridad del Presidente. Pero si Adam decidió elegirla como parte de sus agentes de élite, era porque seguramente algo bueno vio en ella.
Esperé unos minutos hasta que toda la multitud se apartara de mi jefe directo y después de que la muchedumbre se alejó me acerqué a él para hacer acto de presencia.
— ¡Leon! ¡Me alegro tanto de que pudieras venir!—Dijo Adam Benford dándome un abrazo y unas palmaditas en la espalda.
—Una orden del Presidente no puede ser desobedecida. —Respondí con humor.
— ¡Vamos, hombre! ¡Es una fiesta! Esta noche no eres el agente Kennedy. Quita esa seriedad. —Me animó mi superior dándome nuevamente una palmada en el hombro.
Detrás del Presidente, venía su consejero de seguridad Dereck C. Simmons, al que también muy a regañadientes, tuve que saludar. Ese sujeto tan prepotente y engreído jamás me había dado buena espina. Se veía a leguas que era un cabrón pero Adam confía en él. Espero y al final no se equivoque.
Enseguida Adam se disculpó cuando un par de políticos fueron a saludarlo, argumentando que volvería enseguida.
Me sentía fuera de lugar en ese sitio. Hubiese preferido mil veces quedarme solo en mi departamento viendo alguna mala película mientras ordenaba una pizza de peperoni.
Lo siguiente que miré fue a un hombre subir a una especie de escenario que estaba en el salón para dar el discurso inicial de bienvenida y haciendo notable la distinción del invitado de honor el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica; Adam Benford. Momentos después llegó la hora de que los magnates comenzaran a desembolsar billetes de su cartera, en efecto de los donativos de caridad para las víctimas del bioterrorismo. Lejos de parecer aportaciones por mera generosidad, pareciera que aquellos "desinteresados" empresarios aprovechaban la presencia de la prensa para agregarle ceros a las cantidades. Seguramente había algunos intereses políticos de fondo, muy seguramente. Odiaba esa maldita hipocresía disfrazada de altruismo.
Estuve así por un buen rato, observando y bebiendo coñac costoso, hasta que esperé por un tiempo prudente para poder inventar una excusa y retirarme a mi casa.
Pasó más de una hora y media desde que llegué a esa mansión de Beverly Hills y consideré que ya era tiempo suficiente para poder retirarme con la consciencia tranquila. Así que me dirigí hacia donde Adam se encontraba. Y fue entonces que la vi.
Sentí como si una corriente eléctrica se descargara en todo mi cuerpo y me dejara estático en mi sitio sin poder quitarle la mirada de encima. Después de un año sin verla, sin tenerla cerca, sin hablarle, ahora aquí estaba, a unos cuantos pasos de mí. Se engalanaba con un elegante vestido largo en color negro con una abertura en el muslo que dejaba ver sus lustrosas pantorrillas bien formadas. El escote era cruzado que se amarraba en su cuello fino y dejaba al descubierto parte de la clavícula y sus brazos delgados. Estaba peinada con un recogido sencillo que dejaba unos cuantos mechones caer por su frente. En su rostro el maquillaje era bastante intenso, con sombras oscuras resaltando el azul de sus ojos y sus labios provocativamente rojos. En conclusión, no podía verse más hermosa. Su cabellera pelirroja ahora estaba más larga y sus curvas juveniles parecían estar más definidas, acentuándose con el vestido ceñido. Ninguna otra dama podía llamar más la atención en esa noche que ella; Claire Redfield. Pero para mi desgracia, ahora era la señora Nivans. Como todo matrimonio joven, miré a la Redfield acompañada de su esposo, tomada firmemente de su brazo. Se notaba a leguas que el sujeto estaba orgulloso de que él y Claire tuviesen en sus manos las mismas sortijas de bodas que era el símbolo de su unión y una notable advertencia que la mujer más hermosa de esa noche ya tenía dueño.
Noté como algunos invitados del género masculino miraban con poca educación a la pelirroja, y no los culpaba, la menor de los Redfield esa noche se veía preciosa, pero aún así no pude evitar sentirme mal. Yo también estaba mirando con envidia a Piers Nivans.
Vi como el matrimonio Nivans-Redfield se acercaba para saludar al Presidente que era la dirección en donde justamente yo estaba y sentí la repentina necesidad de huir de allí. No iba a alejarme por cobardía, pero era mejor que yo no me encontrara con los recién casados por el bien de todos. Mi último encuentro con Claire no fue del todo agradable en el estacionamiento de aquél restaurante cuando me habló de su compromiso con Nivans, y respecto a su esposo… Todo siempre terminaba en golpes. Hoy no haría una escenita delante de la prensa, con mi jefe directo y gente de las más altas esferas sociales, hoy iba a controlarme, pero no quería probar mi resistencia. Mucho me había costado salir de esa fase agresiva y problemática de mi vida para volver a recaer.
En cuanto se quedaron charlando con Adam, me di la vuelta lo más rápido posible para escabullirme entre las demás personas, pero al parecer la suerte no estaba de mi lado. Antes de que pudiera alejarme, el mandatario ya me había visto y me llamó alegremente a su lado.
—Quiero presentarles a un amigo. —Dijo Benford animosamente mientras me hacía señas con su mano para que me acercara.
Durante todo un año trate de permanecer alejado de todo lo que me hacía daño. El alcohol, las riñas callejeras y ella. Todo lo que me recordaba a Claire me dolía como un carajo y me afectaba pensar en ella, pero sobre todo imaginarla en brazos de otro. No puedo decir que logré superarlo, pero aprendí a vivir con eso y trataba de pensar en los recuerdos lo menos posible, construyendo así mis propias murallas internas que me protegían del dolor pero también, me hacían olvidar el amor, todo el amor que todavía sentía. Y ahora mi jefe directo se encargaba de destruir de un porrazo mis muros y reabrir de nuevo la herida. Mierda, mierda, mierda.
Di un suspiro hondo y me di la vuelta a regañadientes. Traté de reunir todo mi autocontrol acumulado con todos mis años de experiencia y caminé con paso seguro en dirección al Presidente, disimulando toda la tranquilidad que me era posible fingir.
Conforme me iba acercando a la pequeña reunión, pude notar que mi presencia también afecto la atmósfera tranquila de ese matrimonio. El primero en reaccionar fue ese patético soldado de la BSAA. En cuanto me miró su expresión seria se endureció y frunció el ceño, mientras noté como apretaba uno de sus puños y trató de disimularlo escondiendo su mano dentro del bolsillo de su traje gris. Enseguida fue el turno de la pelirroja. Cuando mi mirada se cruzó con los ojos azul eléctrico de la Redfield, sentí como mi sangre comenzó a correr con velocidad por todo mi cuerpo. Esos bellos ojos celestes seguían siendo los mismos que desprendían esa chispa de inocencia y alegría pero al mirarlos sobre mí, pude notar la incertidumbre dibujada en sus orbes.
Y fue así como se formaba el cuarteto; mi jefe, la mujer de mi vida, su esposo y yo.
—Quiero presentarles al agente más experimentado de mi equipo y también gran amigo de mi entera confianza, Leon S. Kennedy. —Me presentó el Presidente Benford como si fuese una madre orgullosa que presume las buenas notas de su hijo ante los demás y continuó: —Leon te presento a la nueva dirigente de Terra Save en Norteamérica, la señora Claire Redfield y su esposo teniente de la BSAA Piers Nivans.
Las muecas de todos en ese momento eran dignas de fotografía. Claire disimulaba una sonrisa, Nivans no ocultaba su expresión de disgusto, Adam sonreía como siempre y yo no podía estar más incómodo.
La primera en estirar su mano en un gesto fingidamente amistoso fue la pelirroja, ocultando su nerviosismo saludándome con amabilidad. Cuando mi mano tomó con firmeza la suya, mi cuerpo temblaba de pies a cabeza, debido a que volví a tener cerca su tacto cálido, y mi mente volátil me traicionó al recordar a esas mismas manos finas arañándome la espalda.
—Ya nos conocíamos, señor Presidente. —Dijo la Redfield forzando una sonrisa, y desviando la mirada hacia Benford para evitarme.
— ¿Es en serio, Leon? —Dijo el Presidente sonriendo jocosamente.
"Por supuesto que sí Adam. De hecho, la señora Nivans y yo mantuvimos una larga y hermosa relación, que por cabrón arruiné y el teniente de la BSAA no dudó en desaprovechar la oportunidad para llevarse a la mujer de mi vida. Y es por eso que ahora permanezco soltero y jodido." Respondí mentalmente a mi superior, pensando en lo cómico que sería contestarle con la verdad.
—Sí… —Afirmé mientras sostenía la mano de Claire sobre la mía.
—Fuimos compañeros en Raccoon City. Leon y yo somos uno de los sobrevivientes. —Se apresuró a responder la Redfield, pensando que probablemente iba a comentar algo incómodo.
—Ya veo, Raccoon City… Una verdadera desgracia que se pudo evitar. —Comentó el mandatario bajando la mirada como si estuviese reflexionando consigo mismo.
La ojiazul se soltó de mi agarre en cuanto tuvo la oportunidad y enseguida otra mano ocupó su lugar.
—Buenas noches, agente Kennedy. —Saludó con aspereza el militar mostrando una cara de evidente disgusto.
—Buenas noches, teniente Nivans. —Respondí reacio apretando su palma contra la mía.
En el apretón de manos, noté que Nivans ejerció más fuerza en su agarre que la normal, así que yo no me quedé atrás y también estrujé mi puño, que en lugar de mostrar cordialidad, demostraba una advertencia.
—Me alegro que ya se conozcan. —Comentó Adam que parecía ignorar la tensión que había entre todos nosotros. —La señora Nivans me comentaba acerca de uno de los proyectos de Terra Save sobre la creación de centros de atención para las víctimas del bioterrorismo en los países más vulnerables. Creo que es viable para el gobierno de los Estados Unidos el apoyar una causa tan noble, ¿o no lo crees, Leon?
Tuve que pensar unos segundos para poder darle una respuesta al presidente, me había quedado como idiota mirando a Claire y no presté mucha atención al eco de la voz que me hablaba. Había dicho algo de financiar un proyecto, creo.
—Es…Una gran idea. —Pronuncié con dificultad tratando de no parecer un imbécil balbuceando.
—A mí también me lo parece. Por lo que aprovechando su cercanía me parece oportuno que trabajes en conjunto con la señora Redfield para este proyecto. Si no hay inconvenientes, claro.
No sé a quién le dolió más la patada en las bolas, si a mí o a Piers Nivans. Seguro y sería una gran idea trabajar con mi ex todos los días. Eso significaba muy probablemente compartir la oficina, estar cerca, hablar con ella, tener sexo salvaje encima del escritorio… Está bien, me estoy dejando llevar muy rápido.
—Señor Presidente, creo que nos estamos precipitando. —Interrumpió Claire evidentemente nerviosa antes de que Adam continuara dando ideas. —Primero necesito organizar y ajustar algunos detalles con Terra Save para presentar una propuesta concreta.
—Por supuesto, no hay ninguna prisa. —Contestó el mandatario contento, como siempre de buen humor.
Noté como Piers Nivans se ponía rojo de cólera al escuchar la posibilidad de que su esposa, —odiaba referirme a Claire de esa manera, — y yo tuviésemos que trabajar hombro a hombro. Debo decir que esa situación me incomodaba un poco, pero para qué negarlo, en el fondo me entusiasmaba. Así de miserable era mi vida que me conformaba con tan poco.
—Señor Presidente, ha sido un honor estar en su compañía, si no le molesta mi esposa y yo iremos a saludar al General O'Conner y en seguida regresamos con usted. —Habló educadamente el soquete de la BSAA, recalcando la palabra "mi esposa". Era claro que quería llevarse a la pelirroja de mi presencia.
—De ninguna manera, teniente Nivans. De hecho, iré a saludarlo yo también. ¿Vienes, Leon?
Adam Benford, varón de paz y de justicia, uno de los mejores gobernantes de los Estados Unidos, pero también un hombre extremadamente inoportuno.
—Esta vez no, señor Presidente. De hecho, venía a informarle que ya debo retirarme. —Respondí en afán de zafarme de aquella incómoda situación.
— ¿Tan pronto? Apenas va a empezando la velada, Kennedy.
—Tengo asuntos pendientes que resolver, señor. —Me excusé en afán de que mi jefe directo no tomara a mal mi desplante.
—Ya veo. —Respondió Benford y añadió: —Espero que se trate de alguna novia Leon, ya que de lo contrario me sentiré muy decepcionado.
Ahora fue mi turno de sentir la bofetada. Sentí oleadas de calor correr por todo mi cuerpo, y en especial en mi rostro ¿¡Por qué carajos insinuaba que yo podría tener una relación delante de Claire?! Sí, estaba consciente de que ella ya estaba casada y probablemente mi vida le importaba un carajo, pero no por ello dejaba de afectarme lo que mi ex pensara de mí.
—Seguro… Buenas noches. —Dije despidiéndome de todos, no sin antes retratar en mi mente la bella imagen de la Redfield.
Trastabillé hasta el estacionamiento, chocando con toda la gente que parecía no abrirse paso, hasta que finalmente llegué a mi auto. Me esperaba una grandiosa resaca emocional en cuanto estuviera a solas con mis pensamientos.
Esa noche no logré dormir. No pude dejar de pensar en ella ni un solo momento; de imaginarla, de desearla, de amarla… Todo mi esfuerzo de un año por sobrevivir se había ido a la mierda y la memoria estaba tan fresca que dolían los recuerdos como una herida sangrante que jamás se regeneraba. Pero ahora ya no me lamentaba por haberla perdido, no por el hecho de haberlo superado, sino porque no ganaba nada con eso, además de que ya había asimilado la idea de que ya no me pertenecía. Ahora mi cuestión era si algún día podría volver a ser feliz. Mirar a Claire sin dolor y que el pasado dejara de torturarme por las noches. En este tiempo me había acostumbrado a no sentir, pero ahora, todas esas emociones me golpeaban y me arrasaban de un solo golpe.
Si tan sólo tuviese una segunda oportunidad… Sabía que nunca la tendría, pero soñar con la posibilidad, me hacía mucho bien.
A/N: Bien, ese fue el inicio de este nueva historia, ¿qué les ha parecido? Parece que Leon aún está resintiendo el peso de sus acciones sobre sus hombros y es una carga muy pesada para él, está enamorado de Claire sin duda, pero ¿ella aún corresponderá a esos sentimientos? Nuestro querido agente de la D.S.O. la tiene complicada ya que su pelirroja ahora está felizmente casada con Piers Nivans... ¿Podrán estar juntos otra vez?
Recomendaciones musicales para este capítulo:
*When I was your man/Bruno Mars (Se podría decir que esta canción es el soundtrack oficial de todo el fic)
*No te apartes de mí/Vicentico
Su opinión como siempre es importante para mí así que cualquier cosa que deseen expresar, son libres de comentarlo en los reviews!
Como ya lo dije antes, adelanté el estreno de esta secuela gracias a las peticiones que ustedes amablemente me hicieron llegar, trato de escribir lo mejor posible, pido su comprensión nuevamente si demoro un poco más de lo acostumbrado con las actualizaciones, nunca abandono las historias y menos ésta a la que le he tomado mucho cariño, además de que es mi primer secuela en cuanto a términos de historias de mediana duración. Si por aquí hay lectores del Creva "Waiting for you" esta semana actualizo, lo prometo, debo tres one shots y prometo ponerme al corriente con mis demás historias. Con "Mala Sangre" pido un poco más de paciencia ya que las cosas están llegando a su clímax y me requiere de más tiempo y elaboración en los capítulos, no he olvidado que en esa historia les debo Cleon y Weskerfield, estoy en eso, sólo pido un poco más de tiempo de tolerancia. Siempre cumplo mis promesas chicos, pero ahorita estoy saturada.
Aprovechando su atención, quiero aprovechar este espacio comercial para promocionar una historia Weskerfield que estoy escribiendo en colaboración con mi amiga y grandiosa escritora AdrianaSnapeHouse, se titula Crystal Eyes. Si a alguien le interesa leer a Claire Redfield y Albert Wesker estaría feliz de que le dieran un vistazo.
Bueno eso es todo por hoy, consideren este estreno como un huevo de pascua. ¡Felices Pascuas chicos! ¡Muchas gracias por leer!
Con cariño, su amiga Ana. Light of Moon 12
