Volví, después de una net rota y una enfermedad de estómago, estoy acá para seguir escribiendo, en este caso la segunda parte de lo que es "Agua de rio mezclada con mar, espero les guste y la verdad es que sigo usando los mismos nombre que use para el otro fic, es decir que el que está del otro lado del portal es Stanford.

Es un universo alterno por eso.

Prometo publicar bastante seguido, no como la ambulancia que nunca llegó a mi casa, la próxima vez saldré de mi casa para descomponerme en el subte y que me manden la ambulancia rápido.

Después de esa pataleta, el capítulo

Una visita en la tienda de regalos

Los chicos Pines habían tenido buenas intenciones cuando lo llevaran al último lugar del que recordaba algo, eso no se podía negar pero mientras que lo estaban llevando a su choza fue que se diera cuenta de lo peligroso que todo había sido y se sorprendía de que no se hubiera dado cuenta antes de ella.

Pareciera ser que el haber visto sus recuerdos le estaba ayudando a repensar algunas cosas, entre ellas no solo la bendita que tenía en la barda sino la venda que tenía en el brazo. Era algo que ya carecía de sentido dado a que ese brazo llevaba muchos años de que se curara.

Por eso fue que después de rebuscar en su choza, encontró un cuchillo y con este se cortó las vendas para después sacársela y poder admirar su brazo en todo su pálido esplendor, bueno es algo que tardaría en ponerse normal como el otro pero no era algo irreparable.

Una vez que hizo eso se fue a tirar al colchón que usaba como cama y sin mucho esfuerzo se quedó dormido.

Esa fue una de las noches más agitadas de su vida, toda la noche estuvo soñando viéndose caminando en el bosque con otras dos personas, personas que no podía identificar pero que aparentemente lo querían, en especial una a la que sentía que le tenía un apreció demasiado grande.

Se despertó alarmado y bastante cansado, cosa que le molestó bastante pero no tanto como el notar el estado del lugar donde vivía, aparentemente con su recién ganada cordura estaba la sensación de que él se merecía algo mejor.

Por eso fue que agarro un par de sus cosas y fue a la casa de su hijo esperando que este le dejara quedarse a vivir con él, hasta podrían reconciliarse y tratar de tener una relación mejor.

Con toda ilusión fue a donde vivía y trabajaba su hijo pero este no lo recibió muy alegremente.

— ¿Qué quieres papá? — dijo viendo el bolso con algo de desconfianza.

— Solamente que me dejes quedarme en tu casa, por lo menos hasta que pueda volver recuperar todo lo que perdí — sintiéndose mal por tener que pedirle eso a su hijo pero no sabía a quién más recurrir en busca de ayuda, no se le ocurría nadie más que lo quisiera ayudar, estaban los chicos Pines pero estaba seguro de que Stanley no le ayudaría, por lo menos no gratis y ya se había gastado casi toda su jubilación de ese mes en idioteces, como muchos litros de café.

— Papá, ya pasamos por esto, no tengo un cuarto en el que te puedas quedar, creo que lo mejor es que te vayas a tu casa porque la única otra opción es que te interne y eso no es lo que quiere ¿O si? — la idea no le gustaba para nada, menos con la razón por la que se había vuelto loco, de contar eso a alguien no saldría del manicomio en lo que le quedaba de vida.

— Creo que lo mejor será que me vaya, perdón por haberte molestado hijo — lo llamaba así porque la verdad es que no se acordaba de su nombre y no quería admitirlo, sería demasiado que un padre no se acordara de cómo se llama su hijo.

De esa forma fue que se tuvo que volver a su choza y soportar dormir otra noche en ese lugar, lugar que una parte de él odiaba con todo su corazón.

Para su suerte esa noche sus sueños le dieron pistas de quien había sido antes, por lo menos pudo ver a las personas que lo acompañaban mejor.

Uno se llamaba Stanford demasiado parecido al señor misterio y después de estar soñando bastante recordó que era porque este era su hermano gemelo.

Por alguna razón que no entendía, el pensar en Stanford lo ponía de alguna forma triste, era algo que no podía entender y estaba seguro que la única persona que podría llegar a saber algo de él era Stanley pero la verdad es que nunca se había llevado bien con él, por mucho que dijeran sus sueños de que había habido una época en la que se llevaran bastante bien.

Así fue como empezó a ir a ver lo que pasaba en la cabaña, nunca acercándose a la casa la cual veía como las personas se movían dentro de ella y dentro de la tienda de recuerdos y el que le parecía más intrigante era Stanley, era demasiado parecido en actitudes a la persona de sus sueños pero al mismo tiempo estaba bastante cambiado.

Tardó mucho tiempo en animarse en entrar a la tienda y cuando Stanley lo vio no tuvo más ganas de estar ahí, tenía ganas de irse corriendo tan rápido como pudiera.

— No tengo nada para ti y la tienda está por cerrar — dijo de mala gana no prestándole particular atención.

— ¿Dónde está Stanford? — preguntó y la pregunta pareció asustar bastante a Stanley, quién lo más rápido que pudo fue a poner el cartel de cerrado, cerrar con llave, agarrar al viejo McGucket y llevárselo a la oficina, donde planeaba tener una charla en privado.

Que lo agarran como una bolsa de papas fue algo que asusto al pobre Fiddleford, quien no supo que más decir, temiendo a volver a decir algo que no debía.

— ¿Cómo es que sabes de Stanford y qué sabes de él? — bastante nervioso y hasta Fidds notaba un poco de miedo en su voz.

— Solo sé que es tu hermano gemelo y no mucho más que eso — eso no le gustó mucho pero era mejor que nada.

— ¿Qué recuerdas de mi? — preguntó esperando bastante de lo que respondiera.

— No mucho, solo que eres el hermano de Stanford y que los tres buscábamos cosas raras en los bosques — no entendió porque se había puesto triste pero aparentemente se recuperó unos segundos después.

— Eso ahora no importa, lo que importa es que te vas a quedar en esta casa, así no vas hablando cosas que no debes, como que no le debes hablar a nadie sobre Lee, no es un tema que se hable en esta familia — eso a Fiddleford le pareció demasiado raro pero no estaba como para ponerse a exigir cosas, ya estaba teniendo suerte de que lo dejaran quedarse.

Fue en ese momento que su estómago se quiso hacer notar, haciendo un ruido para que los dos supieran lo hambriento que estaba el pobre campesino.

— Antes que nada te voy a alimentar, no quiero que te me mueras tan rápido — dicho eso fue a la cocina, siendo seguido por McGucket a quién todo lo que estaba pasando le estaba pareciendo demasiado raro pero que había decidido seguir la corriente, solo porque lo que estaba pasando aparentemente le estaba beneficiando en más de una forma. Ya iba a quedarse en una casa, cosa que le hacía sentir un poco mal pero estaba seguro de que se iba a poder ofrecer a hacer algo a cambio, cualquier cosa para no sentirse como que se estaba imponiendo.

Mientras que él pensaba en todo eso Stanley estaba revisando la heladera en busca de algo que fuera comestible para su nuevo invitado, por suerte había ido a comprar ese día y había cosas suficientes como para hacerle a McGucket un Sándwich que le gustaría, jamón queso y tomate, esas eran las cosas que le gustaban, por lo menos recordaba haberle visto comerlas antes.

Le había dicho que le iba a dejar quedarse porque lo quería tener vigilado pero la verdad era que quería estar al tanto de cuanto recordaba, de esa forma en cuanto recordara lo suficiente le podría ayudar con el portal, la maldita máquina que serviría para traer a su hermano de vuelta, podría que con su ayuda pudiera hacer que la máquina funcionara mejor y traer a su hermano aún más rápido, porque no quería perder más tiempo, treinta años ya era demasiado, pero para eso faltaba mucho dado a que el viejo loco solo recordaba lo más básico de esa época.

— No me dijiste que fue lo que paso con Stanford — volvió a decir a lo que este le dejo el plato con la comida con más fuerza de la planeada antes de responder con un tono algo cortante.

— Ese nerd se metió con cosas que no debía, ya recordaras si tienes suerte pero te vuelvo a advertir que no hables más de él o no podré dejar que te quedes, por mucho que quiera — eso fue todo lo que le tuvo que decir para que Fiddleford no quisiera hablar más del tema y se pusiera a comer.

La comida por poca que fuera fue bien recibida, tanto como la lata de gaseosa que le diera para acompañar y estaba comiendo lo más tranquilo cuando los gemelos Pines hicieron su entrada en la cocina volviendo de lo que seguramente había sido una entretenida aventura y se notaba porque ella llevaba la cámara filmadora.

Se quedaron totalmente quietos cuando vieran quien estaba comiendo en la mesa de la cocina.

Los dos se fueron a sentar cerca de él, Mabel fue corriendo mientras que Dipper fue caminado y cuando Mabel estuvo sentada hizo la primera pregunta.

— ¿Tío Stan, qué es lo que hace el señor McGucket aquí? — lo dijo mirando a Fiddleford pero hablándole a su tío y por eso el antiguo ingeniero no respondió.

— Parece ser que está recordando algunas cosas y como nos conocíamos antes no quiero que vaya por el pueblo diciendo cosas sobre mi —como eso tenía bastante de verdad fue que Fiddleford no dijo nada para contradecirle.

— No quiero ser una carga, por eso haré cualquier cosa que quieras que pueda ayudar y así poder pagar mi estadía — odiaba ser una carga, era algo del antiguo Fiddleford que se estaba manifestando de vuelta, porque el viejo loco no le habría importado, con tal de tener un techo y comida, nada más le importaba.

— Eso ya lo veremos después, ahora lo que importa es que termines de comer eso y que después te bañes, no quiero que me apestes toda la casa — trataba de sonar rudo pero Fiddleford agradecía lo que estaba haciendo por él de todos modos, era lo más que nadie había hecho por él en años y eso incluía a su propio hijo.

Sin avisarle, Stan se llevó la ropa de Fiddleford y le dejó algo de ropa suya, sabía que le iba a quedar enorme y por eso le dejó un cinturón esperando que de esa forma se pudiera sujetar los pantalones, cosa que no ayudaba en nada a que la playera le quedara como si fuera un vestido, las pantuflas no le entraron. Aparentemente Stan Pines tiene pies pequeños a pesar de ser más alto que él.

Fue de mala gana que les avisara a los gemelos de lo que estaba pasando y ellos se pusieron felices de que McGucket estuviera en la casa, por distintas razones claro pero estaban igualmente felices, Dipper porque iba a poder tenerlo cerca para poder ver las cosas que fuera recordando y estar presente si recordaba algo importante sobre el autor y Mabel simplemente porque le caía bien y estaba feliz de que hubiera otra persona de la edad de su tío para que este no se sintiera solo, cosa que seguramente pasaba cuando ellos se iban a explorar, tanto el pueblo como el bosque.


Después del baño, Fiddleford fue a la cocina donde estaba Stan limpiando las pocas cosas que se habían usado para el almuerzo, cuando lo vio hizo que se sentara, por suerte le faltaba poco y después de que terminara fue a hablar con él.

— Te vas a quedar en esta casa con la única condición de que no les cuentes lo que sabes a los niños, no quiero que tengan nada que ver con ese tipo de cosas, ¿Entendido? — estaba tratando de ser amable pero al mismo tiempo dejar en claro que no le iba a perdonar que se olvidara de lo que le estaba pidiendo.

— Es lo menos que puedo hacer por alguien que está haciendo tanto por mi y si hay algo en lo que pueda ayudar, hare cualquier cosa — queriendo no quedar como un desagradecido que era lo que menos quería y menos con una persona que le estaba ayudando tanto como Stan Pines.

— Tu solo trata de mejorar, cuanto mejor estés menos me voy a tener que preocupar — no le estaba pidiendo, cosa rara pero nadie quería que cambiara de opinión, por su parte Mabel estaba orgullosa, le parecía raro pero estaba orgullosa de su tío.

Espero les haya gustado, como siempre las críticas no me molestan.