El hipocampo de oro
El aliento de la muerte
YO
Es noche de luna llena y los pescadores se sientan alrededor de una fogata en Playa Atenas.
Uno de los más jóvenes se pone de pie.
-Hoy es noche de luna llena. Un momento perfecto para contar…
-¡…historias de terror!- dice uno de los hijos de los pescadores, que se divertía arrojando ramas al fuego.
-Exacto. Pero ya no nos queda muchas historias. Hemos contado la de las sirenas fantasmas de Ica, la de los piratas de Huanchaco, la de la enorme serpiente marina. ¿Alguien se sabe otra?
Igunza, el viejo, está sentado también. Es un hombre que apenas habla y suele quedarse contemplando el mar durante horas.
Nadie ha podido entablar una conversación con él.
Se dice que sobrevivió al terremoto de 1940 mientras pescaba en el Callao. Que vio morir a toda su familia y por eso su silencio. Otros dicen que de niño fue traído de Lima a Pisco, y al ser abandonado por sus padres de niño quedo traumado de por vida. Por eso más de uno está sorprendido ahora que se a puesto de pie y empieza a hablar:
-Tengo una historia que contar y necesito contarla hoy porque no tengo mucho tiempo- dice Igunza.
Todos se quedan sorprendidos. En verdad, solo habían escuchado del viejo palabras como hola, adiós, buenos días, un ceviche, por favor, nunca una frase larga. El silencio se apodera de todos y lo único que se oye es el crepitar de la leña.
-Es algo que ocurrió hace muchos años, y durante un tiempo yo mismo no me lo creía. Pero ahora sí- dice el viejo con voz temblorosa. Eleva sus manos por encima del fuego, buscando calor. Las sombras escurridizas de la luz dan a sus arrugas un aire tétrico-. Es hora de contarles la historia del hipocampo de oro.
