Canícula

.

.

I. Fatídico

A Izuku se le estruja el pecho tan pronto nota que en el ambiente hay un aroma pronunciado; es a causa de la canícula, cuyo calor húmedo acentúa los olores. Siempre es difícil esta época del año, porque la transpiración no sólo realza el aroma natural de cada individuo, sino que también favorece la producción de feromonas. No hay manera de controlarlas a voluntad como usualmente sucede y los efectos de los supresores disminuyen de manera importante. Izuku no halla forma de resistirse a las feromonas inquietas que revuelan en el ambiente; pertenecen a un alfa impaciente que no deja de mirar por donde se supone que debe llegar el tren.

Las oleadas de irritación del susodicho lo golpean como el aire caliente que sopla en la estación. Izuku contiene la respiración, no por miedo al alfa, sino por miedo a reconocerlo. En la primera olisqueada, el aroma le llegó borroso y con reminiscencias de tabaco, aspecto que lo desconcierta porque no concuerda con ninguno de sus conocidos, pero su cuerpo ha reaccionado antes de que él pueda procesarlo. Es un estado de alerta, uno sólo ha experimentado con una única persona en su vida.

Traga saliva. Decide contener la respiración. Se acerca sólo un poco y, cuando siente el vacío de la falta de aire, inspira profundamente. Es cuestión de milisegundos antes de que su cuerpo se paralice y la sangre empiece a moverse con tal velocidad que un buen oído podría oír el rugido de su pulso. Un sudor frío se instala en su nuca y espalda baja y la fuerza de sus piernas no es suficiente para soportar su carne y alma. Tiene ganas de sollozar porque su cuerpo, ya maduro, no le responde; es físicamente imposible para él no sentir placer al reconocer el aroma, como si acabara de descubrir el perfume de la persona amada en medio de una multitud. Quisiera escabullirse, tomar el próximo tren, pero no puede. Conforme los años pasaron, Izuku logró un gran control en su lado animal, mas ahora veía que no era posible cantar victoria del todo. Es un instinto, alojado en lo más primitivo de su cerebro, que es puramente sexual. Para los alfas y omegas, en comparación de los envidiables betas, no es una cuestión de amor, de erotismo. Es un llamado ineludible a la conservación de la especie, así que cuando la Naturaleza decide que hay ciertos pares de humanos predilectos, lo mejor que puedes hacer, si no quieres estar con la persona decidida para ti, es huir antes de que sea inevitable.

Eso había hecho Izuku. O más bien, lo había hecho después de que la persona con la que estaba destinada a formar un vínculo dejara en claro que no tenía intenciones de marcarlo nunca en la vida. Izuku pensó que era lógico, si tomaba en cuenta su ruda convivencia, no obstante, le costó muchos años adecuarse a la idea de que la persona que, biológicamente, estaba hecha para él, no era con la que iba a ser feliz, que, en realidad, esa felicidad quizás siempre estuvo destinada para alguien más. Hubiese sido más sencillo si la separación se hubiere hecho en la tierna infancia, cuando la memoria es imprecisa, mas la vida es cruel e Izuku seguía observándolo día tras día al abordar el mismo tren de sus idas y venidas hasta que cumplieron dieciocho. Quisiera olvidar, pero hay una parte de él que permanece vacía, obligándolo a recordar que no importa si ahora se siente amado, si su pareja actual ha logrado calmar sus arrebatos, nunca, nunca, sentirá la plenitud de un omega que ha encontrado y estado con quien le corresponde.

El alfa deja de observar los rieles para volverse hacia Izuku, porque la canícula también permite reconocer los aromas en un radio extenso de medio kilómetro, a comparación de los cinco, seis o hasta ocho metros de cercanía que se necesitan usualmente. Su expresión se endurece.

―Hola, Kacchan ―atina a decir Izuku con el corazón en la garganta, temblando ante el aroma de Bakugou, el cual se espesa como reacción ante su presencia.

Bakugou Katsuki tiene un aroma particular, casi indescriptible; muchos alfas y omegas tienen aromas específicos, como él mismo, porque, según le han dicho, tiene un aroma que recuerda a las gardenias en pleno apogeo. Pero Kacchan no. Cuando Izuku lo piensa, diría que el rubio es como el estío, una combinación tórrida de frutas y diversas flores, las cuales, inmediatamente, recuerdan a la abundancia y a las pequeñas victorias de la infancia en las vacaciones de verano; al placentero rumor del agua fresca y a la humedad asfixiante que durante las noches no deja dormir.

Izuku reconoce la sensación de alivio en Kacchan. Han pasado diez años desde la última vez que lo vio. Desde la boca del estómago hasta el paladar lo recorre una nostalgia inevitable; es porque el tiempo y la distancia han reducido todo a un mero cariño por la historia compartida. Pero sus reacciones corporales son más fuertes que sus sentimientos. Ninguno de los dos puede reprimir el aroma dulzón que flota entre ellos, producto de su reencuentro. Más bien pareciera, aunque ninguno de los dos lo deseara, que durante noches y días añoraron ese instante y que, en la fatalidad del mismo, separase de nuevo se les antoja inadmisible.

Durante largos minutos se sostienen la mirada. Ya melosa, ya irascible. A momentos parecieran cortejarse y a otros, disputarse territorio. Bakugou, un alfa que está acostumbrado a imponerse a otros alfas, se halla desconcertado. No tiene una idea sobre cómo poner fin a todas las sensaciones que escapan de su control. El tren no llega y los minutos se alargan.

―¿Qué haces aquí, Deku?

Bakugou intenta usar el tono bravucón que tanto solía atemorizar a Izuku cuando apenas sabían escribir. Sin embargo, y como esperaba, no tiene efecto. No lo ha tenido desde que entraron a la escuela media. Midoriya esboza una sonrisa tímida.

―Es mi escala. Voy hacia Nagoya para transbordar a Matsumoto.

―¿Escala? Pudiste tomar un shinkansen en Tokio a Nagoya. ¿Por qué diablos tendrías una escala aquí?

―Estuve tomando trenes locales para conocer la prefectura, pero anoche decidí pasar la noche en una hostería para dormir un poco. No pensé que me tomaría más de un día llegar a Nagoya ―se sonroja Izuku.

―Sigues siendo el mismo imbécil.

Hay un silencio incómodo. Cuando decidió bajar en la estación de Shinkisogawa, Izuku no imaginó que tendría que caminar cincuenta minutos para encontrar hospedaje dentro de su presupuesto. Estaba exhausto por las horas extra que habían supuesto rechazar el viaje directo y optar por aventurarse en pequeñas estaciones. No tenía ánimos suficientes para intentar la conversación pacífica que nunca logró tener con Katsuki.

Izuku siente que la ansiedad le trepa desde el vientre hasta la punta de la lengua. A media tarde hay un momento donde el calor arrecia a causa del bochorno acumulado durante todo el día. Si bien es cierto que a mediodía el sol está en su punto más fuerte, a media tarde la sensación térmica se dispara por efecto de la humedad; una o dos horas después llega el remanso de la brisa nocturna, pero, mientras eso sucede, hay que soportar con aplomo. Así, por más que Katsuki quiera evitarlo, el sudor lo recorre y las feromonas siguen escapándose. Izuku intenta concentrarse en cualquier otra cosa que no sea la esencia pura del alfa a su lado.

Debe regresar, tomar el próximo tren. Empieza a marearse debido a la fuerza con que lo golpea la naturaleza de Kacchan. Sin embargo, su carne, irremediablemente atraída hacia su alfa, se opone. La tensión sexual entre ellos empieza como apenas un cosquilleo en su vientre bajo. Si no llega el tren en ese instante, ninguno de los dos tiene idea de cómo terminará la situación en la que se encuentran.

―Y tú, Kacchan, ¿qué haces aquí? ―dice Izuku. Aunque no pretendía volver a una conversación muerta antes de empezar, si no se distrae, él mismo empezará a seducirlo.

―Nada que te importe.

―No hagas esto, Kacchan. No ahora ―ruega Izuku. Deben seguir hablando, no importa qué.

Katsuki observa a Deku. El rubio pretende una mirada neutral, pero Izuku reconoce perfectamente el brillo concupiscente de sus pupilas dilatadas. Aún pueden controlarse, pero el tiempo los apremia.

Kacchan se enjuga el sudor de la quijada. Izuku se siente morir. Kacchan ya no tiene los rasgos pueriles que él recuerda: su mandíbula fuerte está hecha para marcarlo; los músculos definidos de sus brazos, para inmovilizarlo; su abdomen, para tentarlo. La manzana de Adán que se contornea en la garganta de Katsuki palpita cuando éste gruñe, como lo haría si tuviese a Izuku retorciéndose debajo de él. Bakugou Katsuki es un hombre impresionante cuya sola desnudez basta para intimidar. Nadie puede poner en duda la pertenencia de los alfa al principio de la jerarquía. Las actitudes, los gestos, la virilidad, todo está hecho para dominar, para desgarrar de placer con dos zarpazos.

―Ahí viene el tren ―anuncia Kacchan con un tono casual.

Izuku exhala con alivio.

Tras un par de minutos, el tren se detiene frente a ellos, con un chirrido férreo que logra disipar la tensión que empezaba a encajárseles en las costillas. Afortunadamente, el vagón tiene aire acondicionado. Si bien es tenue, es suficiente para templar sus cuerpos, evitando ese aroma tan concentrado; así podrán separarse en la próxima estación, aunque tengan que arrancarse un brazo para hacerlo.

Con el paso de los minutos, el bamboleo del tren logra apaciguarlos, aunque no lo suficiente. Es una sensación incómoda, similar al miedo, que los hace querer saltarse encima para devorarse a besos. Pareciera que su cuerpo teme separarse del otro y pugna con el raciocinio por liberar más feromonas. ¿Quién iba a imaginar que semejantes reacciones se desatarían con sólo volver a oler el aroma del otro?

―Voy a Tokio. También tengo que llegar a Nagoya ―comenta Katsuki. Su enfado es visiblemente menor, pero continúa alerta. Acomoda la mochila que traía en la espalda en uno de sus hombros.

Izuku asiente. Sonríe. El calor excesivo no es el ambiente idóneo para ningún alfa u omega. Si ya iban a viajar juntos hasta Nagoya, lo ideal sería mantenerse distraídos del inminente llamado de su naturaleza. Si no se tranquilizan, realmente será imposible separarse en Nagoya. Está bien, pueden tener una conversación normal. Han pasado diez años.

―Te he visto en la televisión, en las peleas de la UFC―empieza Izuku, suavizando la preocupación que pudiera colarse en su aroma ―. Pensé que estabas viviendo en Estados Unidos.

Katsuki parece renuente a seguir el juego de vamos a charlar como si no tuviésemos unas putas ganas de follarnos. No obstante, unos minutos después bufa, quizás comprendiendo que no tiene opción si quiere continuar el viaje en santa paz. En Nagoya se separarían, y, con suerte, pasarían una vida entera sin volverse a ver. En el mejor de los casos, alguno de los dos se moverá al otro extremo del vagón.

―Tuve una estúpida lesión y tengo que cumplir el mes obligatorio de reposo―replica, seco―. Vine porque mi madre me dijo que había alguien aquí, cerca del río Kiso, que podría ayudarme a recuperarme más rápido.

Bakugou Katsuki es toda una sensación en el mundo del MMA. Tanto así, que las compañías estadounidenses no duraron un segundo en pagar grandes cantidades para patrocinarlo y llevarlo a las grandes ligas de la UFC. A Izuku no le gustan los encuentros de MMA, pero ha visto algunos donde participa Bakugou. Lo cierto es que a Midoriya le alegra que Kacchan consiguiera el estrellato en lo que siempre lo apasionó.

―¿Y funcionó?

―Mejor de lo que esperaba.

―Me alegra.

Un pequeño silencio. Izuku repasa todos los tópicos de conversación que podría sacar a colación. Hay uno en particular que le cosquillea en la punta de la lengua, pero tras unos segundos rápidamente lo descarta, porque preguntar por aquel compañero de clasessimplemente no es de su incumbencia. Katsuki nota que el joven omega empieza con su hábito de murmurar sus ensimismamientos.

―Supongo que trabajas en algo ―interrumpe el alfa antes de perder su volátil paciencia.

―Soy pediatra. Trabajo en un hospital general en Ikebukuro.

A Izuku, su condición de omega le permite ganarse fácilmente la confianza infantil. Algunas décadas atrás hubiese sido imposible, porque existía la creencia de que los omegas debían quedarse en el ámbito doméstico o en el área de puericultura; no obstante, gracias a las leyes en contra la discriminación de los omegas y a los supresores de nueva generación, un omega puede tener las mismas oportunidades que un beta e incluso un alfa (a pesar de que los casos son excepcionales). El avance es lento, pero el que Izuku tuviese el trabajo que siempre soñó, es significativo.

―Al final lograste que te pagaran por desvivirte por los demás.

Izuku sonríe, conmovido. Cuando tenían seis, Izuku le prometió a Katsuki que algún día hallaría la forma de ayudar a todos.

La luz ambarina de las seis de la tarde siluetea las figuras de los árboles en el rostro de Bakugou. Le recuerda mucho cuando tomaban el mismo tren. Nunca se sentaron juntos, pero Izuku solía admirar el resplandor grana que de los ojos de Katsuki se desprendía cuando el crepúsculo estaba en sincronía con su mirada. Miraba directamente el sol vespertino, sin miedo a quemarse, y era ahí cuando Izuku sabía que no habría manera de arrancarlo de su vida con la facilidad con la que Kacchan pretendía hacerlo.

―¿Y qué demonios haces aquí?, ¿no tienes pacientes que atender o algo así?

Izuku quiere sonreír porque nunca había visto a Katsuki interesado en continuar una conversación. Clava la mirada en el pequeño neceser que lleva entre manos antes de responder.

―Estoy en mi ausencia. Este es mi segundo día.

―Al menos la ley te puede hacer entrar en razón.

Los omegas son muy susceptibles al estrés. No es una cuestión de debilidad, sino que su naturaleza prefiere evitar los trastornos que conlleva una constante tensión, ya que lo primordial es el bienestar de las posibles crías; los omegas emergieron como respuesta a la falta de nacimientos, por lo que su función reproductiva siempre será lo que su cuerpo anteponga. Cuando un omega se estresa, por más que desee controlarlo, existe un nivel que su constitución no puede soportar, por lo que emiten una señal de emergencia que perturba a todos los alfas y, en ocasiones, a los betas. El instinto de protección en los alfas se activa de tal manera que requiere de grandes esfuerzos para ignorarlo, cosa que pocas veces se logra.

Una vez que el gobierno comprendió que era una causa biológica, tan vital como la alimentación, decidió emitir ausencias especiales para todo omega cuyo estrés fuese detectable. El omega al que se le autoriza una ausencia está obligado por ley a tomar una semana libre. En casos especiales, se permiten hasta dos semanas.

Izuku fue obligado a tomar una semana de vacaciones después de varios reportes sobre su estado. No le sorprendió tanto; llevaba semanas trabajando sin dormir apropiadamente. Era cuestión de tiempo antes de que alguien lo notara.

Así fue que terminó en ese tren. Con suerte, Todoroki regresaría de su viaje el viernes, el quinto día de su ausencia, y pasarían un agradable fin de semana en Matsumoto, lugar famoso por su soba.

Llega un breve momento de comodidad, la que se supone que debería existir entre ellos desde el momento en que se vieron por primera vez. Izuku le pregunta a Katsuki cómo están sus padres y si viene seguido a Japón, cosas que él responde con una serenidad que entró a su carácter a fuerza de malas experiencias que pudieron haberle costado su carrera. No ha dejado atrás esa actitud intimidante, mas intenta regular lo mejor que puede la rudeza que alguna vez lo caracterizó. Midoriya atreve varias sonrisas. Nota que la presencia de feromonas ha disminuido.

―Estás marcado.

No es una pregunta, es una afirmación que congela la sonrisa de Izuku. Parpadea varias veces. Sabe que Katsuki no es alguien que se ande con rodeos, pero el tono usado tiene una pizca de incredulidad y curiosidad que no pasa desapercibida.

Cuando un omega es marcado, queda una reminiscencia del aroma del alfa que lo marcó. De esa manera es evidente para alfas y omegas saber cuándo están marcados. Es tenue y sólo se percibe en ese punto específico del cuello, por lo que a Izuku no le extraña que hasta ese instante Bakugou lo notara. En realidad, el rubio ya lo había notado, pero fue hasta ese momento, cuando el aroma floral de Izuku aminoró, que tuvo la certeza de que era un olor a vínculo.

Izuku ladea el rostro, evitando los ojos inquisidores de Bakugou. Se acomoda el cuello de su camisa, pretendiendo esconder las sutiles e intermitentes líneas rojizas que se dibujan en la curvatura de su cuello. Su aroma pronto evidencia su incomodidad, pero Katsuki parece interesado en su respuesta.

―Sí, desde hace algunos años ―Izuku dice, reticente. Es de mala educación preguntar algo que es así de obvio e íntimo.

¿Por qué Kacchan suena sorprendido? Izuku no pretendía quedarse en su ciudad, compadeciéndose de sí mismo. Aprendió a sobrellevar el dolor del abandono, una dolencia física que tienen todos los omegas viudos o rechazados por sus alfas. Se mudó, estudió la universidad y un día sin pensarlo, halló Shouto. Las cosas no tuvieron las complicaciones que Izuku imaginaba; en realidad, se dieron con tal naturalidad, que si no fuera por el detalle de la carencia de plenitud, los dos definitivamente serían una pareja destinada. Hay días en que Izuku olvida y hay otros en que el recuerdo de Bakugou es insufrible. Pero soporta lo mejor que puede. Ha podido construir una relación en la cual se siente amado y feliz.

Hmph.

El joven alfa empieza a exhalar los celos que reclaman a Izuku como posesión suya. Como sucede con muchas acciones de los alfas u omegas, son reacciones naturales, las cuales no suelen ser conscientes. En este caso, Bakugou rechaza el hecho de que su omega pertenece a alguien que no es él. Izuku, quien ya se lo temía, empieza a contrarrestar el aroma, que se torna ácido, con su propia esencia.

―Fuiste tú quien me abandonó, Kacchan.

―Ya lo sé, maldita sea. No te quiero en mi vida, pero no puedo evitarlo.

Midoriya está fatigado. Ha tenido una montaña de emociones en un lapso muy breve de tiempo y ahora debe controlar a Bakugou, quien se debate entre lo que su cuerpo exige y lo que él quiere. Un alfa en conflicto consigo mismo es un problema para todos los que lo rodean. Hubiese preferido quedarse trabajando de haber sabido que en su ausencia estaría pasando por esta situación.

Entre su frustración, Izuku coloca el pequeño neceser que lleva en una rejilla que se ubica arriba de ellos y procura hablarle a Kacchan para que no empiece a pelear con los pocos pasajeros del vagón: es la necesidad de mostrar que es el mejor candidato para su omega. Le cuenta sobre asuntos sin importancia, relacionados sobre su trabajo, mientras su propio aroma va concentrándose, impregnado a Katsuki. Izuku calcula que deben faltar unos tres minutos para la próxima estación; el revuelo del abordaje debería distraer al rubio lo suficiente para que su aroma haga total efecto en él. Su mente empieza a entretejer planes de reserva para cualquier improvisto.

Y, sin embargo, el anuncio metálico que resuena en los altoparlantes no es algo que Izuku pudiera prever:

Se informa a nuestros pasajeros que se ha detectado un desperfecto en las vías ferroviarias y, por precaución, haremos una parada de emergencia en la estación de Okucho. Lamentamos las molestias causadas. Para más informes, la línea de trenes estará complacida de atenderlos en la taquilla de información.

Izuku tiene las manos frías y pánico en la mirada. ¿Qué tan extenso será el lapso que deban esperar en la estación? No quiere prolongar sus horas al lado de Bakugou. La probabilidad de catástrofe crece vertiginosamente.

Ligeramente atontado por las continuas advertencias que desprende Katsuki, intenta disimular las mismas con su esencia para salir con el pequeño grupo que se reúne en la puerta de vagón, en un murmullo de molestia que resulta poco idóneo para un alfa de mal humor. Tan pronto se abren las puertas, Izuku sujeta su equipaje, a Kacchan y se precipitan a la taquilla, donde una amable muchacha explica que no será posible reanudar el servicio hasta el día de mañana debido a una falla, que, a modo de disculpa, ofrecen hospedaje gratis a quien guste tomarlo.

Es que usted no me entiende, señorita, estamos en plena canícula y yo a un día de que empiece mi ciclo. No me puede dejar así, a merced de un alfa irascible en una ciudad que desconozco, piensa Izuku, al borde de la desesperación.

La joven, ajena al derrumbe emocional de su interlocutor, con modales ensayados le extiende un papel con la dirección de la única posada cercana que puede recibirlos.

Un manotazo en el tablero asusta a la señorita. Bakugou, erguido, con el pecho sobresaliente y la actitud demandante, exclama:

―¿Me estás jodiendo?

La muchacha casi se encoge en su asiento. Es una beta que sólo quiere hacer bien su trabajo. Balbucea la misma explicación: nuestra intención es ofrecerles un mejor servicio y evitar, a toda costa, infortunios. Estamos trabajando lo más rápido que podemos para arreglar el desperfecto. Katsuki no quiere escuchar. Él quiere un estúpido tren en los próximos treinta minutos. Está a punto de gritarle imprudencias a la señorita cuando advierte que Izuku está otra vez seduciéndolo con su aroma para calmarlo.

―No juegues con fuego, Deku ―amenaza, harto de que Izuku pretenda mantener las cosas bajo control cuando es innegable que todo está predispuesto al desastre.

―¿Y qué esperas que ella haga, eh, Kacchan?, ¿que abra otra vía alterna sólo para ti? ―replica Midoriya, enfadado. El único en desventaja es él mismo ¿y Kacchan se siente con derecho a molestarse?

Katsuki gruñe. Desiste de sus intenciones sanguinarias. De mala gana toma el papel que la señorita le hubo ofrecido a Izuku y se dirige la salida de la estación. Si el calor no fuese tan agobiante, dormiría sin problemas en la pequeña salita de espera, pero todo mundo sabe que sólo un idiota se expondría a dichas circunstancias. Izuku, quien tampoco tiene intenciones de pasar el resto de la tarde y toda la noche a la intemperie, lo sigue.

―Me cago en el puto universo ―sonríe Bakugou con obvio sarcasmo.

.

.


continuará...


Notas:

¡Hola, hola! Zeus bendito redentor del Olimpo. Esta historia estuvo a punto de irse al oscuro rincón de historias que nunca voy a publicar. Surgió en respuesta a la inspiración que Bouquet de Flores de Roquel me provocó (corran a leerlo, está en mis favoritos, les juro que no se arrepienten), pero la verdad es que no tenía pies ni cabeza. Después leí un bellísimo doujinshi omegaverse de Gusari y, bueno, aquí está esta historia que, calculo, tendrá unos tres o cuatro episodios (¿de verdad estoy a punto de publicar una historia de más de un capítulo?). En fin, prometo tener toda la perseverancia del mundo y continuar esta historia hasta su fin, aunque nadie me siga, jajaja.

Aquí van las verdaderas notas del capítulo:

En la creencia popular, el sudor contiene feromonas. Sin embargo, lo cierto es aún no está comprobada la existencia de éstas en los humanos, pero en este universo donde los humanos sí las producen, se vuelve cierta e irrebatible su existencia en el sudor. Por eso, el calor excesivo que favorece una transpiración abundante es el peor enemigo para alfas y omegas, porque los olores (y por ende, las feromonas) se potencian a tal grado que incluso los betas son capaces de captarlos. Ejercen una mayor fuerza que la usual y se vuelve problemático resistirse. Siendo este caso y tomando en cuenta que Bakugou y Midoriya son una pareja destinada (espero que haya quedado claro) el aroma fortalecido los atrae irremediablemente.

Si a alguien le queda la duda, se conoce como canícula a la temporada más calurosa del año, por ende, resulta un elemento importante en todo el fic. Ellos se encuentran en una locación que está cerca de un río y permítanme comentarles que no hay nada más horrible que estar en una ciudad cercana a un río en temporada de calor, porque la constante humedad hace que la sensación térmica (es decir, lo que nosotros percibimos) sea mucho mayor que la verdadera temperatura. Por ejemplo, si la temperatura que indica el termostato es de 30°, la sensación térmica puede ser de 35° por efecto de la humedad. Ya se imaginarán qué tan catastrófico es.

Todas las estaciones son reales; se encuentran en la prefectura de Aichi, cercana al río Kiso.

Y ahora, redoble de tambores por favor, ¡el omegaverse de Bonnie!

Como saben, el omegaverse es vastísimo. No hay ninguna convención establecida, excepto por los conceptos básicos, así que el mundo que cada autor cree es diferente. En mi caso, no le di importancia a los "aromas limpios" (esos que tientan después de bañarse) porque creo que lo importante son las feromonas y por eso la transpiración es importante.

Sobre las almas gemelas. Aquí es algo biológico, que no obedece a razones sentimentales. De la misma forma en que los animales eligen a su pareja, así sucede con las personas que forman un vínculo. Hay alfas y omegas cuyos aromas están codificados para ser más atractivos con una persona en específico y así asegurar la creación de una cría fuerte para la especie. Si bien parece difícil que se encuentre a tu persona destinada en medio de millones que pueblan la tierra, la Naturaleza es inteligente y se guía por los patrones de genes para asegurarse que se formen vínculos en las mismas comunidades. Por supuesto, es posible que no siempre se halle a la pareja destinada y por eso es posible que un alfa y un omega no destinado formen vínculos o que haya otras combinaciones. Cuando esto sucede, puede que no haya plenitud sexual; no obstante, esto sólo es apreciable si, de una u otra manera, el alfa o el omega ya han conocido y estado de cualquier forma sexual con su pareja destinada. En simples palabras: si no lo conoces, no lo extrañas. La ventaja es que escoges una pareja no sólo en un aspecto biológico, sino también emocional. Ahora bien, ¿qué pasa si formas un vínculo con otra persona y te encuentras con tu pareja destinada? Bueno, eso es lo que pretendo desarrollar en esta historia. ¿Qué va a suceder con Izuku, quien ya tiene su vida armada, ahora que se tope de nuevo con su alfa con quien ya ha estado y ,por si fuera poco, ya lo rechazó?

Y aquí acabo mis terribles notar kilométricas. En serio, qué mal hábito el mío, pero pues ya las escribí, jajaja. Espero haber cubierto todo lo que pudiera generar duda, y, si no es así o ven alguna inconsistencia o error de cualquier tipo, no duden en dejarme un comentario. Más adelante haré más aclaraciones. Para no alargar más de la cuenta esto, me callo un mes y de verdad espero que disfruten esta historia y me sigan acompañando. Probablemente en semana y media esté listo el próximo capítulo. ¡Muchas gracias por llegar hasta aquí, disculpen el tiempo robado!

Besitos.

P.D. Sí, es un TodoDeku/KatsuDeku aunque no lo parezca, jajaja. Quizás es más lo segundo que lo primero, pero la intervención de Todoroki es importante.