Sword Art Online: I am sorry

Note: all of this is dedicated to you, Sumi, for I once said I would do this, and even if it is late, I keep my promises... I just hope you enjoy this more than enough :laughs: No, really. Sorry for keeping you waiting, though you probably forgot about this due to my delay. Alright, in short, I am sorry and I hope you enjoy this.

Parte 1: I understand now

Lisbeth no pudo soportarlo. Enfureciéndose viendo al muchacho de pelo negro reírse tanto, apretó el puño y, con una fuerza descomunal que ni sabía que poseía, le propinó un puñetazo muy bien dirigido, en el estómago, levantando a aquella persona tan amada y a la vez tan odiada, al menos, medio centímetro del suelo.

Kazuto hizo lo que pudo por agarrarse el estómago mientras luchaba por respirar.

-¿Por... Qué... Hiciste eso?-se las arregló para decir a lo largo de diez segundos, mientras forcejeaba por respirar.

La gente de alrededor estaba mirando anonadada. En breve podrían intervenir, o bien echarse a reír.

La chica estiró el mismo brazo con el que le había pegado y lo agarró del cuello, sin importarle lo más mínimo las demás personas que los miraban más y más.

Lo arrastró por el parque hasta un puesto de comida y lo sentó a la fuerza entre la gente.

-Ahora, tú y yo vamos a tener una breve charla sobre este tipo de cosas, ¿entendiste?-intentó usar un tono lo más hostil posible, pero sabía que él no se lo creía.

Sin embargo, como si estuviera dentro del juego y a punto de enfrentar a un súper boss o algo por el estilo, abandonó todo intento de hacer algo que no fuera ponerse serio. Era imponente cuando hacía esa cara. Incluso podía llegar a darte un miedo increíble si intentabas mantenerle la mirada. Pero Liz aguantó. Tenía que hacerlo.

-¡No puedes decir semejante cosa sobre ella!-

-No entiendo qué tiene de malo, Liz.-

La muchacha alzó excesivamente las cejas. ¿Qué tiene de malo? ¿Era tan lento o se estaba haciendo el idiota? O quizá... No, no podía ser. Asuna no podía estar acertada en esto, Lisbeth había oído, de la boca de Suguha, sobre la locura con la que cargaba Kirito en ALO mientras buscaba a Asuna, pero... ¿Y después? A fin de cuentas, la mayoría de los hombres son así... Dicen que te aman y luego, puf, nada.

-A ver...-suspiró, apoyándose en la mesa.- No hagas que te pegue con mi mazo la próxima vez, ¿está bien?-

-De acuerdo, de acuerdo, pero explícame, por favor.-

-Pero hombre, es muy fácil, ponte en su lugar, hazte una idea de lo que sentirías si ella entra por la puerta con un chico al que estuvo ayudando y te presenta como su "amigo", no como su "novio".-

-Fácil.-dijo al instante.- Después, cuando estemos a solas, le preguntaría qué quiso... Oh.-lo meditó menos de un segundo.- ¿Y por qué ella no me lo preguntó?-

-Eso no lo sé.-admitió Lisbeth.- Pero puedo suponer que es el mismo motivo por el que tú no aclaraste nada.-pensó un momento, y cuando iba a decir algo, él se le adelantó.

-Es que me parece una estupidez total, quiero decir, miremos hacia atrás.-dijo Kazuto abriendo su mano y contando con los dedos.-Me enfrenté a Kayaba Akihiko para liberar a todos de Aincrad, pero también lo hice por ella.-contó uno.- Entré a ALO a buscarla, para nada más. Luego, como todos siguieron jugando, yo también.- contó dos.- Me enfrenté a Sugo mano a mano, por ella.-contó tres.- Y estoy seguro que la cuenta no se acabará ahí.-captó la mirada de su amiga y en seguida aclaró.- No voy a decirlo esto a Asuna. No voy a decirle de ninguna manera que hice cosas por ella y que espero algo a cambio, porque de ser así no sentiría por ella lo que siento.-cerró la mano y la dejó caer sobre la mesa.

-Bueno, no es como si ella no haya hecho nada por ti.-se quejó Lisbeth.

-Eso es obvio.-replicó el muchacho.- Ya sé eso. No le digo esto a nadie, Lisbeth, pero le debo a Asuna mi vida. Lo único que hacía antes era jugar videojuegos y alcanzar la cima para luego dejar de jugar y empezar con otro, nada me importaba.-apretó los ojos un momento, parecía que quería llorar, pero se negó la necesidad.- No pretendo dar lástima, no te contaré eso.-respiró hondo y recuperó la compostura.- El punto es que las cosas no son como ella cree.-finalizó.

-Pero Kirito…-Lisbeth suspiró, de pronto recordó lo que había dicho él antes y preguntó.- Dime algo.-hizo una cara pícara.- ¿Qué sientes por ella?-

Kazuto parpadeó y bufó.

-De verdad, ¿tengo que responder eso?-

-¿Es una pregunta retórica?-inquirió ella.

-No.-jugó el muchacho.

-Ey…-

-Sin embargo…-

-Kirito…-

-Puede que…-

-¡Oye!-se levantó de pronto, se abalanzó sobre él, lo agarró de la campera y aplastó su frente contra la de él, clavándole los ojos directo en las pupilas.- Tú vas a ir, y te vas a disculpar.-

-¿Por algo que no significa nada?-

-Oh, venga ya.-lo soltó y él se golpeó la espalda contra el respaldar.- Típico. ¿Sabes? Pensaba que eras otra clase de hombre. Creía que eras directo, sincero, bueno… Parece que estaba errada. Sólo miras por tus propios intereses. Hasta otra, Kirito. No me preguntes nada más. Y si al final, Asuna y tú terminan separados…-le dio una última mirada de soslayo.- Supongo que no tendré nada más que ver contigo.-

Y con esas últimas hirientes palabras que acuchillaron el pecho del chico como puñales hechos del hielo del noveno círculo del infierno, Lisbeth se marchó sin mirar atrás.

-¡Liz!-lo oyó gritar, pero se fue.

No lo miró.

Kirito se quedó allí sentado, solo, impotente. Pero más que nada, enojado. ¿Con Asuna por ser tan tonta? ¿Con Lisbeth por darle una lección errada? ¿Con quién? No lo sabía.

Miró la hora en su celular. Era temprano todavía. No quería volver a su casa, le preguntarían si había pasado algo y no quería responder a esa pregunta.

'Quizá sería bueno hablar con Agil y Klein…' pensó, mirando hacia la mesa inexpresivamente.

Por un momento, se dio cuenta de que su cara se veía como cuando Sachi había muerto. Tan inexpresiva que daba miedo. Tan inexpresiva que la gente alrededor se alejaba. Tan... Se veía tan…

'Muerto.'

Empujó la puerta del bar llamado "Dicey Cafe" y dentro encontró a tres de sus amigos. Klein, Agil y… Sinon.

-Viejo, ¿qué te sucede?-Klein se levantó y caminó hacia él con su típico carácter comprensivo y protector de líder de clan, pero Kirito no le respondió.

Lo alcanzó y puso una mano en su hombro mientras Agil y Sinon lo miraban desde la mesa, el primero preocupado y la segunda con duda.

Klein entonces procedió a llevarlo con lentitud hasta la mesa, donde lo sentó a su lado, frente a Sinon, con Agil en diagonal.

El tanque empezó la charla.

-¿Qué es lo que pasó?-preguntó con su tono grueso usual.- Me enteré de que algo pasaba porque Asuna estuvo aquí hace un rato hablando conmigo. Me llamó la atención que viniera sola, así que le pregunté por ti, pero…-

Fue segundos más tarde de escuchar el nombre, que Kirito reaccionó, casi sin vida en su voz.

-¿Asuna estuvo aquí?-

El tono con el que habló. Los otros tres sintieron como si todo el bar de repente se sintiera helado.

Klein y Agil se miraron antes de dedicarle una mirada a la francotiradora, que se encogió de hombros.

-Hombre, de veras que estás destruido.-observó el usuario de katana.- ¿Quieres contarnos?-puso una mano en su hombro y se lo apretó, como queriéndole darle confianza.

-No.-se negó rotundamente el otro.

-Bueno, no hace falta.-intervino Agil, Sinon y Klein lo miraron de reojo, Kirito seguía con la cabeza gacha, muerto en vida, vacío, destruido… No había un número suficiente de palabras negativas que atribuirle.- Estás en confianza con nosotros, Kuro no Kenshi.-le dijo.

-No soy ningún Espadachín Negro.-volvió a negar.- No soy nada. Ni nadie. Sólo un montón de células apiladas una sobre otra sin un propósito.-

De nuevo, los otros tres se miraron sorprendidos. Nunca lo habían visto tan deprimido. Esta vez, Sinon rompió el silencio.

-Nos damos cuenta a la legua que te sucede algo, amigo. Queremos saber.-lo dijo con su usual tono helado, lo cual, aunque muy poco, no lo suficiente para hacerlo reaccionar, reconfortó a Kirito.

-No diré que no pasa nada.-dijo.- Nos les pedí que vengan para nada. Sólo… Sólo necesito que estén conmigo y… Me hagan olvidar, ¿de acuerdo? Nada más.-no movió ninguna parte del cuerpo, sólo los labios.

Así fue como pasaron las horas hasta que llegó el fin de la tarde. De vez en cuando, Agil se levantaba para ayudar a su esposa con el bar. Klein, como siempre, se emborrachó, y Sinon tomó un té cada dos horas, tres en total, lo cual le salió bastante barato si se comparaba su gasto con el de Klein.

Kirito, sin embargo… No comió ni bebió nada. Tampoco habló más que para decir "Sí", "No" o "Por favor". Al final de la tarde, Agil se ofreció a llevarlo en su coche, pero el muchacho volvió a negarse, como la mayor parte del día.

Al llegar a su casa, se encontró a Suguha y su madre cenando. Le preguntaron por su cita, y respondió "Todo bien", le preguntaron si quería sentarse con ellas a comer, pero también refutó la oferta y pasó de largo a su habitación, sin molestarse en esconder o cambiar su cara. Mientras subía, vio que Sugu escribía algo en su teléfono, pero no preguntó.

Alcanzó su cuarto, abrió la puerta y se dejó caer en la cama.

-Maldita existencia…-dijo, mirando por la ventana a su lado. El cielo, ahora oscuro, mostraba un reflejo de su alma. Oscura, corrompida por algún tipo de pensamiento deprimente que poco tenía que ver con Asuna, en realidad.

Muchos años atrás, prácticamente desde que tenía uso de razón, no había sido nunca capaz de entender a la gente. Intentó hacerlo, pero simplemente no tenía sentido. La gente era demasiado complicada de entender. Primero decían una cosa, pero luego decían la contraria, y ambas eran válidas. Según la lógica que él manejaba, las cosas eran de una forma, o eran de otra. Es decir, en lógica básica, existen principios que no cambian jamás. Por ejemplo, si algo es cierto, no puede ser falso, y si es falso, no puede ser cierto. Sin embargo, la gente sostenía que ambas cosas eran posibles.

¿Cómo?

Se los había preguntado muchas veces, pero nadie supo darle una respuesta. Siempre pensó que debería preguntarle a un filósofo, pero nunca conoció a uno, ni tampoco, después de un tiempo, quiso hacerlo ya. Los filósofos a veces daban discursos interesantes, pero se quedaban mucho con los grises de los asuntos, mientras que él prefería blancos o negros. No tonos grises.

'No sé qué hacer con los grises.'

Así, para relacionarse con la gente, había decidido comportarse como un programa de computadora. Si la gente preguntaba tal cosa, él respondía lo que hacía falta. Ni más, ni menos. A secas. Directo.

Eso le causó muchos problemas en la escuela. A raíz de esto, se distanció de la gente aún más. Y luego, la tecnología FullDive saltó al mercado con el NerveGear.

Era su sueño hecho realidad. No tendría más necesidad de relacionarse con nadie. Sería el mejor jugador solo del mundo, patearía los traseros de todos y sería feliz.

O eso creyó, pues no estaba en lo cierto.

Apenas entró el día del lanzamiento del juego tras la beta, resultó atrapado en una mar de pesadillas que terminó poco más de dos años más tarde.

Y sólo cayó en otro. La chica de la que se había enamorado seguía presa de su más amado sueño: el mundo virtual.

'Asuna' pensó.

Los ojos deberían haberle picado. Sus lagrimales deberían haber expulsado lágrimas hasta dejar su cuerpo deshidratado. Él debería haberse roto los nudillos pegándole a la pared.

Si tan solo hubiera estado vivo.

'No puedo soportarlo' sus pensamientos iban a mil por segundo, su cerebro terriblemente acelerado, pero su cuerpo tan inmóvil. 'Algo… Necesito… Sí, definitivamente, eso será suficiente'

Manoteó al lado de la cama y agarró su casco. El último NerveGear que quedaba. Kikuoka había dejado que lo conservara.

-Link Start.-dijo en voz monótona, pero tan baja que ni el artefacto la reconoció.- Link Start.-repitió más alto.

Esta vez, logró entrar.

Apareció en la Ciudad de los Comienzos. Caminó silenciosamente bajo el cielo azul. En ALO era la mañana justo ahora, ya que los días pasaban más rápido. Se sentó en una banca de la plaza inicial y miró la ventana de "Amigos". Por supuesto, nadie estaba conectado, aunque a esta hora Agil solía entrar y Asuna siempre estaba online.

La cerró.

-Yui.-susurró. Si me escuchas, por favor, ven.

Poco después, oyó un ¡Pop! en el bolsillo de su gabardina negra y una pequeña hada salió volando hasta su hombro.

-¡Hola papa!-lo saludó entusiasmada, saltó de su hombro, estalló haciéndose de su tamaño normal y cayó sentada a su lado. Lo abrazó con fuerza, luego miró alrededor.- ¿Dónde está mama?-

-Ella…-empezó a decir.- No creo que aparezca.-

-Oh…-Yui miró afligida el suelo por un momento y luego levantó la cabeza.- Bueno, pero tú estás aquí, al menos.-le sonrió ampliamente.- ¿Desafiamos algún jefe mano a mano?-insistió.

Kirito sonrió por una milésima de segundo.

-No lo creo, Yui, no lo creo.-respiró el aire "puro" y luego lo dejó salir por su boca.- La verdad, yo… No he sido sincero contigo.-

La niña lo miró sin entender.

-¿Qué quieres decir?-

-Me refiero a que… No es que mama no vaya a venir porque no puede. Es porque no quiere.-

-¿No quiere verme a mí?-preguntó haciendo un puchero.

-¡No, no, no!-le dijo poniendo sus manos en sus mejillas y mirándola a los ojos.- No llores.-le dio una sonrisa melancólica, luego recordó los sucesos y apartó las manos.- Si mama no viene, no es culpa mía, es… Supongo que sí es mi culpa.-Yui parpadeó, aún sin entender, pero lo abrazó de nuevo más fuerte.- ¿Qué…?-

Pero ella le chistó suavemente.

-No, papa. Sólo… Arregla las cosas, ¿sí?-lo miró suplicante.- No alegaré por mí, sino por mama. Ella realmente te ama. Y sé que tú también a ella.-se le enjuagaron los ojos.- Somos una familia, no quiero perder a ninguno de los dos.-se le escapó una lágrima y Kirito la juntó con un dedo.

-Yo… Prometo que seré fuerte por ti. Lo prometo.-la abrazó también y, por un momento, casi pudo sentir el calor de Asuna sobre sí, pero lo rechazó, pensando que no era digno de recibirlo.- Yui, yo… Este… ¿Podrías acompañarme toda la noche?-

Su "hija" parpardeó unas cuantas veces, sorprendida, pues él no solía pedir eso, pero aceptó sin dudarlo y sonriente.

-¡Por supuesto que sí, papa!-

Así fue como pasó la noche logeado junto a lo único que le quedaba. Ni madre, ni padre, ni hermana, ni amigos. Ni Asuna. Toda la noche la pasó pensando. ¿Dormir?

No podía. Simplemente, no podía.

Las posibilidades de resolver esto… No podía calcularlas. Había empezado con una estupidez, pero al no aclarar él nada, había pasado de ser un copo de nieve a ser una avalancha. ¿Era demasiado tarde para darse cuenta?

Pero, ¿cómo podía disculparse con Asuna sin antes arreglar las cosas con los demás? Quizá, sólo quizá, resultara mejor si fuera con ella al final.

'No… Creerá que es quien menos me importa, y no es así.'

Ya era la mañana. En el mundo real eran las seis a.m. Asuna ya estaría despierta, era Lunes después de todo. Abrió una pantalla y envió un mensaje a su celular desde dentro del juego.

Asuna… Sé que no quieres verme. Ni hablarme.

Pero, por favor, quiero hablar contigo a la hora del almuerzo, donde siempre.

Me he dado cuenta de todo, y quiero arreglar esta situación.

No soporto estar así contigo. Quiero explicarte cómo me siento respecto a ti.

Tocó el botón de enviar y se mordió todas y cada una de las uñas mientras esperaba, desesperado, en el mayor silencio posible, sin despertar a Yui, que dormía apaciblemente con la cabeza sobre su pecho. En el fondo, no esperaba que le respondiera, pero, para su sorpresa, llegó una respuesta. Tuvo miedo de abrirla, pero justo en ese momento su "hija" afianzó su agarre sobre él y ese pequeño e inconsciente acto le dio el empujón que necesitaba.

Ok.

Era todo lo que decía.

Suspiró. Al menos no se había negado.

'Se ve que las cosas no están tan mal como creía' pensó. Cerró los ojos un momento, luego decidió que dedicaría el día a arreglar las cosas con los demás. Empezaría fácil, con Klein y Agil. Con delicadeza, apartó a Yui y la dejó dormida en la cama, sacó papel y una pluma y tinta de su inventario y escribió "Perdona que no esté aquí cuando despiertes, Yui. Me diste el valor necesario para enfrentar a mis fantasmas y he decidido hablar con mama. Es mi culpa que no hubiera entrado ayer. Lo siento mucho, de veras. Casi arruino tus sentimientos. Espero puedas perdonarme. Te quiere, tu papa."

Dejó la nota en la mesita de noche tras doblarla cuidadosamente junto con otro papel donde le pedía a Yui que recopilara cierta información. Se deslogeó y al volver a la realidad se sentía mareado. No había dormido, no había comido en todo el día anterior ni bebido. Pero tampoco quería hacerlo ahora.

Se levantó a la fuerza y caminó por el pasillo. Su madre ya se había ido al trabajo, como siempre. Suguha estaba desayunando lo más silenciosamente posible, pero, en cuanto lo vi, abandonó todo intento de no hacer ruido.

-Onii-chan.-saludó.- ¿Puedes explicarme qué te pasa?-

Kazuto no respondió al instante. Fue hasta la heladera y la abrió. Tomó un trago de agua y la dejó dentro. Cerró la puerta y se encaminó hacia la puerta, tomando antes su mochila.

-Nada importante, Sugu. No tienes que preocuparte. Estoy bien.-Era una de las mentiras más grandes de su vida, por supuesto. Se detuvo en la puerta.- En realidad, estoy muy mal. Pero, por favor, no te preocupes. Solucionaré esto. Como siempre.-le dedico una leve sonrisa de medio lado.

-Ánimo.-le dijo ella desde la silla.- Yo te apoyo.-

-Gracias.-meditó un momento.- Me sirve.-

Suguha lo observó salir.

'Je. Cupido al ataque. No debí haberme entrometido, pero supongo que si sirve para que sean felices… Entonces está bien.'

Tipeó en su teléfono:

Todo va según lo planeado.

Aguardó unos momentos y recibió la respuesta. Simple, como siempre.

¡Qué alegría, tía Leafa!

Y una Yui feliz al final.

Sonrió. Qué buena era su niña.

A la hora del almuerzo, Kazuto estaba esperando bajo el árbol de la escuela donde siempre almorzaba con Asuna. Ella no había aparecido todavía, pero no era de las que faltaba a su palabra. Iría.

Diez minutos más tarde, la vio aparecer por la puerta de la cafetería, con Lisbeth y Sílica, aunque estas dos se quedaron en la puerta, mientras que Asuna avanzó hacia él.

Como si fuera la primera vez que se reunían, ambos se quedaron a cuatro o cinco metros uno del otro, mirándose, ella a él con dolor, y él a ella con desesperación.

-Ahora entiendo (I understand now).-

Parte 2 Forgiveness

-¿Sí?-preguntó ella débilmente, se dio cuenta de su tono y habló más agresiva.- ¿Y qué?-

-Te pedí reunirnos para disculparme.-ella abrió la boca para decir algo, pero él fue más rápido.- Espera, espera, déjame hablar, por favor.-alargó el brazo y también le pidió con la mano que espere, a lo que Asuna cerró la boca y aguardó.- Mira, en ese momento no pensé que una palabra pudiera hacerte tanto daño.-empezó.- Pero no miento al decir que no pensé que esto fuera a pasar. Aparte de eso, yo de verdad no siento por Shino nada más que amistad, así como la que siento por Lisbeth o Sílica.-tragó saliva.- Y no es amistad lo que me une a ti, Asuna.-

-¿No? Eso no es lo que dijiste, si no me falla la memoria.-

Kirito dio un paso al frente, Asuna retrocedió dos.

-Lo diré de nuevo, no siento amistad por ti.-afirmó, la miró a los ojos.- Yo…-

-¿Tú qué?-dijo cortante.- Kirito, si vas a hacerme perder el tiempo…-

-Yo te… Quiero.-deseó poder pegarse a sí mismo.

Asuna alzó las cejas y bufó decepcionada.

-Sí, Kirito, yo también te quiero, y también quiero a Agil y a Klein, pero no por eso voy por ahí besándolos, incluso si esa es la moda de hoy.-le reprochó alzando cada vez más la voz, aunque Liz y Sílica no la podían escuchar.

-¿Qué? ¿Estás… Diciendo que me aproveché de ti?-dijo sorprendido.

Asuna entonces abrió los ojos como platos, como si se diera cuenta de que había revelado el problema en lugar de dejar que él lo descubriera todo solo. Pero ya lo dicho estaba dicho.

-Sí. Eso pienso.-

-¡No!-chilló en seguida en respuesta.- ¡No es así!-

-Oh, con que no. ¿Por qué le dijiste a Shino que era tu "amiga" entonces? Yo creía que éramos algo más que simples amigos.-

-¡Porque se nota a la legua, Asuna!-dijo.- ¡Todos mis compañeros de clase se pasan el día haciendo chistes sobre eso, y se supone que en Aincrad sólo Agil, Klein, Sílica y Lisbeth sabían que teníamos una relación! A eso, agrégale que el día que nos despedimos en el bar de Agil, cuando llevaba a Shino a su casa…-

-Así que la llevaste.-

-¿Estás…?-estuvo a punto de decir celosa, pero por suerte no llegó a decirlo. En su lugar dijo.- ¿Estás enojada por eso también? Vive al otro lado de la ciudad, yo la traje, yo la llevo, además fue MI decisión.-se apuntó con el dedo refiriéndose a sí mismo.- ¿Se supone que otros deben solucionar mis problemas y/o acompañarme en mis decisiones solo porque sí?-

-Algunas veces.-sentenció Asuna sin cambiar su cara.

-¿Qué significa eso?-

-¡SIGNIFICA QUE DEBÍAS CONTAR CONMIGO, IMBÉCIL!-lo gritó a pleno pulmón sin darse cuenta.

Kirito se quedó mudo. ¿Que no contaba con ella?

-¡Eso no es cierto, Asuna, lo sabes!-

-¡¿QUE NO ES CIERTO?!-le gritó en la cara, acercándose velozmente como si tuviera realmente el estoque en la cintura y fuera a apuñarlo, sólo que en lugar de eso le pegó con el dedo en el pecho varias veces.- ¡NO ME DEJASTE PELEAR CON KAYABA! ¡NO ME DEJASTE ENTABLAR RELACIONES CON TU FAMILIA ¡NO DEJASTE QUE TE AYUDE CON DEATH GUN!-para este momento estaba llorando y Liz y Sílica habían cerrado las puertas para que no escuche la gente de dentro, aunque muchos miraban por la ventana.

Kazuto tenía razón. Había empezado como un copo de nieve tonto, pero al mezclarse con tantos otros copos de nieve, hoy era una avalancha. Solo que… El primer copo era de hacía bastante tiempo.

-¿Entiendes a dónde voy, idiota?-dijo temblorosamente.- ¡Juré protegerte!-chilló en voz baja.- Pero nunca dejaste que cumpliera mi palabra. Siempre me apartaste. Por el motivo que sea, da igual.-se adelantó.- Pero siempre me apartaste. Me sentía… Falsa.-giró la cara y caminó un poco alrededor tapándose la cara hasta detenerse delante del árbol, de espaldas a él.- Falsa por haber hecho una promesa que no me dejabas cumplir.-sollozó desconsolada.

No estaba seguro de acercarse, pero pensó que ella necesitaba alguien que la consolara. Se acercó despacio y puso una mano en su hombro.

-No espero que lo hagas, pero… Ojalá me perdones. Cuando llevaba a Shino de vuelta a su casa, me preguntó si había algo entre tú y yo. Y le dije que sí. Que no te cambiaría por nada. No sé cómo se sintió, pero tampoco me importa. Yo quiero estar solamente contigo. Las demás… Que busquen a otro.-

Asuna temblaba bajo su mano, pero de a poco se calmó. Cuando lo hubo hecho, se giró para enfrentarlo, con las lágrimas corriendo aún por su cara.

-Eso… Eso era lo que quería oír. Solo que…-aspiró con fuerza por la nariz y se secó los ojos.- Está bien.-aceptó.- Yo…-

-No.-la frenó.- Espera. De verdad, yo creía que estaba implícito. Que no importaba lo que le dijera a los demás, sino lo que te dijera a ti. No… Queríamos que nadie se entere, ¿te acuerdas? Es cierto que nunca hablamos de esto, pero di por hecho que esa regla era para este mundo también. Lo… Lo siento. Mucho.-

La chica aún sentía rabia en su interior, pero la ignoró como pudo. Él la miraba fijamente, y después de unos segundos abrió un poco los brazos y le dio una sonrisa tímida. Le recordó brevemente a Aincrad. Le recordó al Kirito que enfrentaba sus problemas sin importar lo grandes que fueran.

Se dejó caer contra su pecho y ser envuelta por sus brazos una vez más. Muy despacio, estiró sus brazos y lo rodeó también, mientras sentía que él bajaba la cabeza y la dejaba descansar contra la de ella.

Respiró tranquila por primera vez en semanas.

Ninguno de los dos supo cuánto tiempo estuvieron así, tan sólo descansando el uno sobre el otro y disfrutando del simple contacto y la sensación protectora.

En el momento en que tocó la campana, él se despegó primero. La agarró de ambos brazos, la miró a los ojos con firmeza y le dijo:

-Esta noche… Por favor… Entra a ALO. Ve a la copa del Yggdrasil, a casa. Ahí es a donde perteneces.-

Asuna sonrió por un momento y luego preguntó con tristeza.

-¿Y Yui? Seguro me…-

-No.-le dijo acariciándole la mejilla.- No te odia ni nada. Solo estaba preocupada por ti. Anoche entré a verla.

-Soy una mala madre.-se lamentó.

Kazuto dejó un pequeño beso en su frente.

-Nuestra hija no cree eso.-

Al momento de salir de la escuela, no se encontraron.

Por lo visto, Asuna creía que la cuestión terminaba allí. Pero Kazuto no pensaba lo mismo. Él haría algo para ella en la noche, y le llevaría bastante tiempo… Pero también tenía que hablar con los demás, así que matando dos pájaros de un tiro, escapó de la escuela después de hablar con ella. Todos los demás ya estarían en sus casas, excepto Lisbeth y Sílica. Corrió hasta su casa, trepó por la pared lateral hasta su habitación como si fuera un ladrón y entró a su habitación. La trabó con llave, cerró las cortinas y la ventana y logeó en ALO después de enviar unos mensajes.

Poco después, Agil, Klein y Sinon aparecieron y menos de cinco segundos más tarde aparecieron por el portal de Yggdrasil.

-¡Kirito! ¿Sucedió algo?-preguntó el pelirrojo preocupado.

El Espadachín sonrió confiado y respondió.

-Todo arreglado. Chicos, los llamé porque… Primero, porque quería disculparme con ustedes. Ese día estaba destruido por… Algunas cosas de las que seguramente ya saben o se enterarán… Y segundo porque quiero…-tragó saliva y se sonrojó un poco.- Necesito su ayuda para buscar algunos ingredientes legendarios para una cena que quiero darle… a Asuna…-

-Vaya, eres todo un romántico.-bromeó Agil.- ¿Seguro que no "renaciste" como los artistas?-echó a reír.

-No te tenía como uno de esos.-admitió Klein sonriendo pícaro y con astucia.- Vaya, vaya, nuestro Kirito está creciendo.-

-Buena elección de palabras.-dijo Shino mirando al muchacho de pelo negro.- Me parece bien. Te ayudaremos.-dijo poniéndose una mano en la cintura.

-Oh, sí, esto no me lo pierdo.-rió el samurái.

-No seas malo.-se quejó Agil, miró a Kirito.- Por supuesto que cuentas con nosotros.-

-Muchas gracias, chicos.-dijo de verdad.- Sólo… Hay un problema.-echó una risita nerviosa.- Los ingredientes los dropea (significa "deja caer", es un término gamer) el Boss de la Abyssal Dungeon… En la punta este de Alfheim.-

Los dos chicos restantes abrieron la boca como estúpidos, mientras que Shino simplemente asintió.

-Un desafío interesante.-dijo.

-Tú eres arquera con ojo de gato, no estás al frente.-susurró Klein como queja.

-Me parece que aquí el que más sufrirá seré yo.-dejó caer Agil.- No te quejes tanto… Eso va contra tu camino del bushido.-

-¡Oh, no!-chilló el pelirrojo agarrándose la cabeza.- ¡No! ¡He faltado a mi palabra! ¡Ya no soy digno!-

Kirito, Agil y Sinon echaron a reír despiadadamente.

Por el camino a la mazmorra, se cruzaron al General Eugene, que iba en la misma dirección con un regimiento entero de Salamanders. Accedió a unirlos a la party puesto que faltaban siete miembros para llegar al límite, y además le debía un par de favores a Kirito y Klein era uno de los suyos.

Matar al Boss con cuarenta y cinco miembros resultó difícil, pero Eugene reconoció que aunque sin ellos tres hubieran podido, habría sido a costa de varias vidas, quizá la suya incluída.

De vuelta en la copa de Yggdrasil tras despedirse de Klein y Sinon, que debían salir, Kirito y Agil caminaban por las calles buscando un chef con skill de cocina al máximo.

Lo encontraron bastante cerca de donde la casa de Kirito estaba ubicada, así que éste le dio los ingredientes y tras pagar una barbaridad, que hizo que hasta Agil se emocionara como comerciante, y esperar cinco minutos a que todo estuviera listo, el chico se guardó todo en el inventario y corrió a casa después de despedirse de su amigo, que deslogeó en ese momento.

Mientras corría vio que la tienda de Herrería de Lisbeth estaba abierta. Decidió entrar, así que llamó a la puerta. La pelirrosa abrió rápido, saludando.

-¡Bienvenido a...! Ah. Eres tú. Dime, ¿lograste algo al mediodía? Se pusieron a gritar, así que cerré la puerta. Asuna no quiso decirnos nada.-

-De a poco, supongo.-ella alzó una ceja.- Me refiero a que vamos mejorando. Quiero darle una sorpresa en un rato, le pedí que entre. No creo que estemos como antes justo ahora, pero… Planeo recuperarla, y… Liz. Lo siento mucho.-

Lisbeth bufó divertida.

-No sabes lo genial que es verte disculparte. Te ves tan patético.-

-No sabía que fueras sádica.-

-No lo soy.-

-Entonces, ¿por qué…?-

-Ya perdiste cinco minutos de tu vida conmigo.-

-Pero…-

-No tienes que pedirme disculpas. En todo caso, me disculpo yo por pegarte. No tenía ningún derecho.-

-Bueno, yo creo que sí.-Lisbeth sonrió.

-Ese es el Kirito que me agrada.- El que reconoce las cosas y se las arregla para sobrevivir siempre.-lo dijo en un tono cálido, como de hermana.

-Liz… Gracias. Muchas gracias. Si no hubieras hablado conmigo…-

-Ya. Vete.-

Le sonrió.

-Sí. Adiós.-

-¡Buenas tardes, Yui! ¡Siento haberme ido así esta mañana!-gritó, su "hija" apareció doblando la esquina corriendo hacia él.

Frenó cerca y le dijo.

-Apúrate, mama ya está por llegar.-

-¿Qué?-preguntó.- ¡¿Qué?! ¡Pero le dije a las siete! ¡Son las seis!-

-Dijo que mis abus (abuelos, abreviado) no estaban en casa… Me envió un mensaje desde su teléfono.-

-¡Maldición!-le pegó a la pared, el típico cartel lila que ponía "Immortal Object" saltó a la vida y se apagó poco después.

-¡La tía Leafa me pidió que la ayude con unas quests! ¡Volveré tarde, no me esperen despiertos!-Yui estalló y salió volando como hada por la ventana abierta.

-¿Qué dijo? ¿Que no la esperemos despiertos?-entrecerró los ojos, repentinamente enfadado.- Esta niña… Cómo crecen.-se quejó, gruñón, luego reaccionó.- ¡Qué estoy haciendo, no tengo tiempo!-

Corrió al comedor y colocó dos platos velas aromáticas, cubiertos, vasos y el mejor vino que había encontrado. También una botella de medio litro de agua mineral para cada uno…

Cuando terminó de acomodar la casa, fue cuando se dio cuenta de que Yui le había mentido. Asuna no había entrado aún. Quizá estaba teniendo problemas en casa. Calentó de nuevo la comida mientras esperaba.

Así pasó una hora… Dos… Tres… Y cuando por fin vio que su icono se ponía verde, eran las once p.m.

Escondió la irritación y apagó todas las luces de la casa. Las velas debían dar un buen ambiente. Ignoró la decoración que él mismo creía estúpida, pero que había puesto por una ocasión especial como esta.

Abrió la puerta y la esperó afuera.

En la calle, la gente caminaba de aquí para allá, haciendo compras de último momento como si realmente vivieran allí. Kirito pensó por unos minutos que le gustaría vivir ahí permanentemente, pero tenía un motivo para volver al mundo real.

La chica a la que estaba esperando.

Bajó las escaleras y se sentó en un banco para dos personas que había a un costado del último escalón. Siguió mirando la gente con entusiasmo, escuchando risas y viendo riñas de enamorados cuando de pronto alguien se detuvo a su lado. Se volvió para ver y vio a Asuna de pie allí, pero no llevaba su equipo usual de batalla. Tenía puesto su suéter amarillo y su falda marrón claro.

No se veía exactamente hermosa, pero era la Asuna a la que tanto anhelaba ver. Justamente con esa ropa. Muy en el fondo, extrañaba esos días. Cuando se miró, se dio cuenta de que él estaba vestido así también.

-Hola.-le dijo, poniéndose de pie.

Se preguntó si debía recibirla con un beso, pero decidió que no. No sería bueno apresurar las cosas.

-Buenas noches.-respondió ella con tranquilidad.- Siento llegar tarde. No era mi intención. Mi madre…-

-No pasa nada.-le aseguró.- ¿Cómo estás?-le preguntó, sin saber muy bien qué decirle.

Como si fuera la primera vez que salían.

-Mejor, supongo.-dejó caer.- Al menos ya… Ya no ando llorando, je.-

Kirito le sonrió de lado amablemente.

-Bueno, pasemos. Pero, antes… Necesito que me permitas taparte los ojos.-

Asuna frunció el ceño en preocupación.

-¿Por qué?-

-Porque si lo vieras apenas entras, se arruinaría la sorpresa.-dijo, haciendo lo posible por que su cara no se coloreara.

-Oh.-la chica se sonrojó un poco.- No tenías que…-

-Sí tenía que hacerlo. Pero más que eso, quería hacerlo.-declaró.

-Muchas gracias.-le dijo.

Se miraron durante unos momentos de tensión y luego él habló.

-Vamos, voltéate. Deja que te guíe adentro.-pidió despacio.

Ella asintió y se giró. Cuando las manos de Kazuto le bloquearon la vista, tuvo el impulso de salirse, peor reprimió el impulso. Estaban haciendo el intento de reconciliarse. Y él no había hecho nada que la molestara hasta ahora. Así que se dejó llevar.

Aunque no veía nada, todavía podía olfatear y oír, se dijo, pero al entrar a la casa se dio cuenta. Kirito traía en sus manos un hechizo anti sentidos. Sólo podía usarse si la otra persona accedía al tacto, sin saber, necesariamente, que el hechizo estaba allí. Esto le infundió miedo, pero si algo sabía bastante bien, era que Kirito no era Sugo. No le temía en ese aspecto. En realidad, no le temía. Ni siquiera sentía los cambios de dirección. No sabía en qué lugar de la casa estaba.

Hasta que Kirito la hizo sentarse en una silla y le quitó las manos de los ojos.

Todos sus sentidos volvieron al instante. Un aroma dulce y apaciguador inundó su nariz, la luz tenue y romántica de las velas que iluminaban el ambiente le enjuagaron los ojos, y el suave sonido a arpas como las de los ángeles en las películas, le infundían tal cantidad de emociones que quería llorar de alegría y tristeza al mismo tiempo.

Llevó sus ojos hasta él, que se había sentado frente a ella y se llevó ambas manos a la boca mientras luchaba por no derrumbarse de la emoción.

Puede que todo estuviera pasando en un juego, pero él era real, ella era real, y, ya no tenía dudas, sus sentimientos también. Como los suyos.

-¿Todo esto…?-preguntó atontada.- ¿Por mí?-

-Bueno…-dijo él sonriendo.- Creo que debí haber hecho esto hace mucho…-bajó la cabeza.- Pero…-volvió a mirarla.- No es tarde, ¿verdad?-preguntó angustiado.

-No.-susurró Asuna entre pequeños sollozos.- No, para nada.-dijo en un hilo de voz, pero él entendió.

-Esto no es todo lo que hice para ti, Asuna.-ella entonces siguió la dirección de los ojos de él y vio que aparecían sobre la mesa tres fuentes tapadas.- Sé que probablemente ya cenaste, pero…-destapó la primera.- De entrada, hay Omelette de Hierbas. Es francés.-quitó la segunda.- Aquí, de cena, hay Lomo de Cerdo a la Francesa. Su nombre lo delata, ¿no?-rió brevemente y quitó la tercera tapa.- Y en último lugar, como postre… Uno del que me hablaste una vez… Crème brulee de naranja con madalenas de limón.-

Una lágrima se escapó de los ojos de Asuna y ella se pasó la manga del suéter por ellos.

-No sé… Qué decir…-declaró.

-No tienes que decir nada.-respondió él.- Ahora, ¿quieres comer? Si no tienes hambre, de verdad que no importa.-

-Si te soy sincera, no he cenado nada. Peleé con mi madre al llegar. Y… Me encerré en mi cuarto. Si no hubiera cerrado la puerta con llave, probablemente no estaría aquí ahora.-

-Entonces, cena conmigo.-le pidió.- Con tu esposo.-

'Mi esposo' pensó Asuna 'Sí… Suena bien'

La cena transcurrió con tranquilidad. Hablaron un poco sobre el día que ambos habían tenido, y cuando ella preguntó de dónde había sacado los ingredientes y por qué se llamaban como los del mundo real, Kirito dijo que Klein, Agil, Eugene y los Salamanders lo habían ayudado, y aclaró que no tenían el nombre que él había usado, pero que de verdad eran esas comidas. El paladar de Asuna lo confirmó. Había comido esas tres cosas cuando estuvo de vacaciones en Francia una vez, no sólo el postre.

En cuanto terminaron de comer, él se puso de pie, fue hasta su lado y le ofreció la mano. La chica sonrió tímidamente y la tomó para ponerse de pie. En cuanto lo hubo hecho, en el más absoluto de los silencios, si no tenemos en cuanto las arpas, se abrazaron y ella puso sus manos en el pecho de él, mientras las manos de Kirito descansaban en la espalda de Asuna.

-Siento haber sido tan terca.-dijo ella.

-Y yo tan tonto.-le respondió.- Que quede claro, Asuna.-añadió.- Tú eres la única para la que tengo ojos.

Ella lo apretó un poco más y levantó los ojos, cruzándolos con los de él. Aquellos ojos oscuros que la enloquecían en secreto, que alzaban su ánimo sólo de entrar en su campo de visión, que le recordaban que tenía un corazón latiendo.

Lo vio acercarse y no hizo nada por evitarlo. Dejó que sus labios se encontraran y una lágrima salía de los ojos de Kirito, deslizándose por su mejilla y muriendo en los labios de Asuna. A esa, pronto se le unieron más de parte de ambos.

Aquel beso húmedo, entre lágrimas, tan lento que parecía de película y tan pasional que era absolutamente privado.

Sintió sus manos acariciarle la espalda e hizo que las suyas subieran por el pecho de él hasta su cuello, donde se detuvieron un momento a recordar el tacto antes de llevarlas hasta sus mejillas acaloradas que tanto extrañaba tocar.

Pero, sin duda alguna, lo que más extrañaba eran sus labios.

Sus narices se tocaban una y otra vez, ya no sabía cuánto tiempo llevaban besándose, pero tampoco le importaba.

Sus frentes se tocaron y él se separó apenas lo suficiente para respirar, pero ella no lo dejó. Volvió a besarlo, y fue aquí cuando se dio cuenta. Este beso se parecía mucho al primero que tuvieron, tras la muerte de Kuradeel… Y también al que compartieron al final del SAO, mientras observaban a Aincrad perderse en el cielo infinito.

-Asuna.-le oyó decir.

-¿Mmm?-

-Aún tengo una sorpresa más.-susurró mirándola a los ojos, aunque ella los tenía cerrados.

Se rió y Kirito disfritó de ella por primera vez en mucho tiempo.

-No necesitas hacer nada. No necesitabas hacer esto tampoco.-

Sus frentes no se despegaban.

-De nuevo, quiero hacerlo.-dijo él frotando su nariz con la de ella, le robó un beso fugaz.- Deja que te tape los ojos de nuevo.-

Asuna fue la que lo besó velozmente esta vez.

-Está bien.-decidió.

Esta vez, sus sentidos no se fueron mientras la guiaba por la casa. Sabía a dónde la llevaba, pero no se lo impediría… Además decía tener otra sorpresa, y no creía que fuera una mentira.

Entraron en la habitación, ella a ciegas y su percepción notó algo diferente respecto a los objetos allí. Algo era diferente. Varias cosas, en realidad.

-Bueno.-le oyó decir.- Aquí estamos.-sintió que se le acercaba por la espalda y la abrazaba, pero ella aún no abría los ojos.- No intentes usar tu percepción, puse magia negra para bloquearte.-le susurró.- Sino, no sería sorpresa.

Asuna abrió los ojos y, de nuevo, tuvo ganas de llorar de alegría.

Kirito había redecorado una de las paredes del dormitorio cubriéndola de imágenes de Aincrad donde ambos estaban de caza o en alguna pose ridícula, en otras estaban con Yui, en otras estaban con el resto de sus amigos… Pero la que le llamó la atención a Asuna era la única que resaltaba.

La de su boda.

Había sido algo súper secreto, sólo habían estado ellos dos, nadie más. Tenían una sola foto. La que ahora estaba en la pared.

-Para recordar toda nuestra vida juntos.-le dijo apoyando la cabeza en su hombro, Asuna giró la cabeza para mirarlo, pero él admiraba la pared.- Ahora, quiero preguntarte algo, Asuna.-la soltó, caminó y se detuvo frente a ella.- Frente a frente, como siempre debí haberlo hecho.-

Y ella supo de antemano lo que quería él saber. Pero dejó que hablara. Quería escuchar las palabras salir de su boca, quería que fueran música para sus oídos, que le dieran color a su vida de nuevo tal y como una vez lo hicieron en Aincrad hacía tiempo.

Leafa y Yui observaban desde afuera. Su tarea estaba cumplida.

-Deberíamos irnos, Yui.-carraspeó Sugu.- Definitivamente NO podemos ver lo que sigue.-se rió.

-¿Y qué sigue?-preguntó la pixie desde la cima de su cabeza.

-Eh… No, nada, sólo… Vayámonos, ¿sí?-

-¿Te casarías conmigo?-

Por segunda vez en toda su vida, Kirito pudo ver esa sonrisa perfecta en la cara de su pareja. La sonrisa más hermosa del mundo. La única sonrisa que podría hacer que el mundo brille, incluso en la oscuridad más absoluta.

-Por supuesto que sí, tonto.-susurró emocionada.

Y literalmente saltó a sus labios, enrendando sus piernas alrededor de su cintura, antes de que pudiera reaccionar. Por la sorpresa, Kirito no llegó a atraparla apropiadamente y giraron, cayendo Asuna de espaldas en la cama con él sobre ella. Ambos se quedaron petrificados unos instantes, mirándose, con deseo pero también con cautela. Al final, Asuna fue la primera en sonreír y tirar apenas de él hacia ella, a lo que Kazuto, ya convencido de que estaban de acuerdo de nuevo, avanzó, subiéndose a la cama también.

Alcanzó sus labios y los tocó, dando gracias por que todo saliera bien. Acerco su cuerpo y manipulando el menú con una mano, con una maestría sólo propia de alguien que ha tenido pareja en un juego mucho tiempo, accedió a su inventario sin mirar y se deshizo de su camiseta.

El repentino cambio de textura en lo que sus manos tocaban hizo que Asuna se detuviera, pero sólo fue un momento. Estaba más enamorada que nunca de este chico, y esto no la detendría. Con la misma maestría que él, se quitó el suéter.

Kirito, que tenía ambas manos en el cuello de su amada, deslizó un dedo por el medio de su pecho y alcanzó su abdomen, donde volvió a usar su mano para acariciarla. La sintió moverse un poco bajo su tacto, pero en seguida se tranquilizó y él movió sus dedos hacia el costado.

Era como aquella vez. En Selmburg. Aquella noche que desembocó en matrimonio… Sólo que esta vez las cosas sucedieron en el orden inverso… Y estaban haciendo las cosas en la cama con más calma que esa vez.

Como si ambos pensaran lo mismo, sonrieron uno en la boca del otro y se miraron directo a los ojos un segundo antes de besarse otra vez y ahogar, uno por culpa del otro, lo que ambos dijeron casi al mismo tiempo.

-Te amo, Yuuki Asuna.-

-Te amo, Kirigaya Kazuto.-

En ese momento, los dos, cada uno por su lado, sin para de besarse y tocarse, se quitaron lo que les quedaba de equipo. Kirito, los pantalones, y Asuna, la falda.

Faltaba la parte más incómoda… El Código de Éticas, que también estaba presente en ALO.

'No tan pronto' decidió él. No quería echar todo a perder.

Su habilidad de percepción le permitió notar que Asuna temerosamente intentaba hacerlo, así que alargó la mano y entrelazó sus dedos con lo de ella para apartarlos del menú e hizo que se relajara.

Se apartó de su boca y comenzó a besarla en la mejilla con la lentitud de alguien que busca más que nada el placer de la otra persona en este caso.

Trazó un camino con sus labios desde las mejillas coloradas de Asuna hasta su hombro, acercó la mano de ella y siguió el camino de besos desde su hombro hasta su mano, donde se detuvo y la miró, sólo para encontrarse con aquellos ojos que lo hacían perder la razón. Aquellos ojos que le provocaban pensamientos que nunca antes había tenido y que mucho tenían que ver con el vínculo que los unía: amor. Aquellos ojos de la primera y única mujer que amaría en toda su vida.

-Aquí, somos marido y mujer.-le dijo en voz baja, mientras sentía la mano de ella moverse de su cuello a su pecho y luego a su mejilla.- En la vida real…-la chica se detuvo por un momento, aterrada.- Somos novios.-le dijo sonriente, y ella volvió a darle aquella sonrisa perfecta.- Lo juro de nuevo: te protegeré con mi vida. Y de aquí en más, dejaré que me protejas también. Una vez cada uno, ¿de acuerdo?-propuso.

-Eso… Me parece genial.-aceptó Asuna atrayéndolo a un beso más.

No hubo más conversaciones.

Ambos desactivaron silenciosamente y sin temblores el Código de Ética y ella lo aceptó con aquel suave gemido que lo volvía loco.

-Asuna…-susurró contra su cuello recorriendo su cuerpo con las manos, mareándose con su aroma y con los ojos cerrados, olvidándose de dónde estaba, qué hora era, el tiempo que hacía que estaba despierto… Todo.

Eran únicamente él y ella.

Sintió que la cabeza de Asuna se reclinaba, dándole más espacio para besarla, y él llevó una de sus manos a una de sus piernas y la otra a su pecho, acariciándola en ambos lugares con meticulosa delicadeza, sin dejar de moverse, recibiendo más pequeños gemidos de parte de ella en su oído.

-Kazuto…-la escuchó susurrar en un momento en que no sabía cuánto llevaban así.- Mmm… Quiero…-

Él no llegó a preguntar, simplemente sintió la respuesta.

Asuna puso ambas manos en su pecho y lo empujó hasta que se encontró sentada sobre él, sin haberse separado.

Rodeó el cuello de su novio con ambas manos y sin que él le dijera nada inició el movimiento de vaivén de su cintura, sumergiéndolos a ambos en un universo donde todo era bueno, donde muchas cosas negativas simplemente… No habían sucedido.

-Asuna…-susurró en su oído, un poco mareado, al igual que ella.- No… Tienes que…-

Pero ella no se detuvo. Lo silenció con un beso y acarició sus brazos. Lo empujó más hasta recostarlo en el colchón y apoyándose con las manos en su pecho, quedándose en posición vertical, dejó que él explorara su cuerpo y la tocara tranquilamente.

Los niveles que estaban alcanzando para este momento eran totalmente insoportables, incluso para jóvenes como ellos con mucho aguante, incluso para los parámetros del juego.

Asuna pudo darse cuenta de que él estaba más desesperado que antes en sus caricias y que ella misma había añadido velocidad a su vaivén, pero no es como si hubiera que tener cuidado en este mundo, así que poco importaba.

Se arqueó más hacia atrás y quitó sus manos del pecho de él para ponerlas en sus rodillas. Así, arqueada hacia atrás, él podía verla en todo su esplendor.

No lo resistió.

Kazuto usó sus brazos para sentarse y rodeo la cintura de su esposa con un brazo mientras usaba la mano libre para recorrer primero su espalda, luego su costado y finalmente su abdomen, donde comenzó a darle varios besos muy lentos, subiendo lentamente hacia su pecho, el cual alcanzó poco después. La mano, sin embargo, fue en sentido opuesto a acariciar el punto donde se fundían en uno.

Ella entonces, por el calor, el deseo desenfrenado que estaba sintiendo, y las ganas de que el momento no acabara todavía, se detuvo con su pelvis pegada a la de él y se besaron con pasión unos momentos.

Cuidadosamente, ambos se fueron moviendo hasta estar arrodillados sobre la cama, abrazados, las manos de ambos ocupadas en el cuerpo del otro, recorriendo aquellos lugares por los que usualmente no irían.

Ella recordó en ese momento, mientras sentía sus manos en la parte alta de sus piernas, que una vez, de manera accidental, se había enterado de que a él le gustaba cierta posición al momento en este tipo de momentos.

Internet puede ser de mucha ayuda.

No sabía a ciencia cierta si él merecía que ella le diera el gusto, pero se lo dio de todos modos. Había hecho varias cosas lindas esta noche, así que podía darle una.

Torció su tórax hacia un lado y lo dejó con las ganas de seguir besándola, con los dedos de su mano en el bordo del mentón del chico. Giró luego su cadera y acomodó las piernas, dándole la espalda completamente, acomodando su cabello para que no quede entre ellos.

Podía sentirlo contra su privacidad, firme. Intentó evitar que eso la abochorne y se enderezó, pegando su espalda al abdomen y al pecho de él.

-¿Cómo es que…?-

Asuna chistó suavemente para indicarle que guarde silencio y no se detenga.

Estiró sus manos hacia atrás y tocó las piernas de Kazuto, quien se tensó levemente al tacto, aunque pronto se dejó llevar y comenzó a besar la clavícula de su esposa con decisión, paseando sus manos de los hombros de ella hasta su cintura pasando por su espalda para luego pasarlas a su abdomen e ir hacia arriba a su pecho y extasiarse con su cuerpo, a lo que Asuna se mordió el labio inferior intentando no arrepentirse de lo que hacía y movió sus brazos. Puso sus manos en los antebrazos de su pareja y las pasó por ellos hasta sus manos. Supo a ciencia cierta que a él le gustó este gesto, y se sonrojó demasiado. Alejó sus manos y fue más arriba, hasta agarrarlo de los pelos. Agarrándose de él así, dejó que la tocara a su antojo. Posiblemente se arrepentiría de esto más tarde, pero ahora mismo quería que pasara así.

Kirito, mientras tanto, seguía con ambas manos en su pecho, proporcionándole un masaje marcado, firme, pero decidió sólo una de sus manos haciendo esto mientras la otra bajaba. Quería ser uno con ella de nuevo. Lo logró con ayuda de su mano y ahora fue él el que comenzó a mover la cintura con lentitud y no ella.

-Asuna…-le susurró al oído.- Te amo tanto.-

La chica no respondió, sólo gimió una vez, y luego otra en respuesta al movimiento de él, que muy despacio iba añadiendo fuerza al acto, intentando encontrar un ritmo ágil y fuerte que les gustara a ambos por igual.Y su mano traviesa no quedó sin hacer nada. Se sumó a los acontecimientos en los barrios bajos.

Esto fue demasiado para Asuna, que poco a poco, con cada beso a su abdomen, con cada beso a su pecho y cada caricia hecha a su cuerpo, en el lugar que fuera, se volvía más y más loca y finalmente no pudo evitar derrumbarse en los brazos de su amado tras dar a conocer su estado.

En medio de esto, Kirito tampoco pudo resistir más y llegó a su punto máximo, para luego recibir a Asuna en un abrazo y recostarse despacio en la cama con ella sobre él, sin despegarse lo más mínimo.

Ella se acomodó en su pecho y puso sus manos en los hombros de él, mientras sentía que la acomodaba entre sus brazos.

-Asuna… De verdad… Lo siento mucho…-dijo jadeando.

-No te preocupes…-contestó de igual manera.- Ya está.-

-No volverá a pasar.-depositó un beso en su cabello y le acarició la nuca.

Ninguno de los dos volvió a hablar. Sólo hubo silencio.