UNA HISTORIA PARA DORMIR

Capítulo 1: RAPUNZEL

Hace mucho tiempo, en algún lugar de tierras lejanas, vivía una pareja de enamorados muy pobres. Ambos eran campesinos: Souji y Hana. El hogar donde vivían se caía a pedazos pero ellos eran muy felices con el amor que se tenían y trabajaban día a día para salir adelante. Sólo había una cosa que lograba entristecer sus corazones, y es qué, en el tiempo en que estuvieron casados no habían podido concebir un fruto de su amor. Ellos anhelaban más que cualquier otra cosa en el mundo un bebé con el que pudieran compartir su cariño. La espera fue larga pero el momento llegó. Los futuros padres estaban sumamente felices e impacientes por la llegada de su primer hijo o hija. El esposo puso mucho más empeño en la huerta que tenían; sembró, cosechó y vendió tantos frutos como pudo. Decidieron sacrificar algo del dinero ahorrado que tenían sólo para que su bebé pudiera vestir ropas nuevas y no algo de segunda mano. Ambos vivían fascinados y dentro de un sueño.

Conforme el tiempo fue avanzando y la barriga de la mujer creciendo, ella tuvo que dejar de realizar labores pesadas para no poner en peligro a su bebé, así que pasaba buen tiempo observando el paisaje por la ventana. Pasaba horas viendo con sumo deseo las lechugas del huerto vecino. Deseaba poder probar dicho manjar pero sabía que eso era imposible pues el huerto pertenecía a una poderosa bruja. Nadie se atrevía entrar en él ya que se rumoraba que nadie salía con vida. - ¿Ha escuchado lo que dice la gente en estos días?... al parecer la bruja cobró la vida de un inocente más. Siempre que se trataba de desapariciones la bruja era la primera es hacer acto de presencia en la conversación.

La mujer cayó enferma y su esposo no sabía qué hacer. Ella no pensaba en otra cosa que no fueran las lechugas y estaba renuente a comer algo distinto a eso. En un acto de valentía, una noche, el hombre entró a hurtadillas al huerto de la bruja, tomó un par de lechugas y salió corriendo del lugar. Pensó que con eso su mujer calmaría su antojo pero resultó en algo mucho peor. A pesar de haber comido todas las lechugas ella no estaba satisfecha, así que su esposo decidió ir por más la noche siguiente. En esta ocasión no resultó tan afortunado.

- "¿¡Cómo te atreves a robar mis lechugas!?" La bruja estaba sumamente furiosa luego de descubrirlo.

- Oh Poderosa bruja, le ruego que me perdoné pero mi mujer ha caído enferma y parece que sus lechugas son lo único que la puede aliviar. Explicó muy asustado Souji-san.

- ¡Esto es algo imperdonable! Esas no eran lechugas cualquieras, eran para preservar la belleza y la juventud y su mujer se ha comido la mayor parte de la cosecha.

Mucho se decía sobre la longeva vida de la bruja. Había teorías sobre ungüentos especiales que elaboraba, hasta ideas más crueles en donde niños resultaban sacrificados para beber sangre pura y joven. Ahora Souji conocía su secreto.

- Por favor le suplico que nos perdone. Sé que tiene un buen corazón y podrá encontrar una manera en que podamos pagar por esto. Souji tenía la esperanza de que el corazón se le ablandara y le permitiera pagarle con trabajo o dinero pero no contaba con la ambición de la bruja.

- Claro que hay una manera. Mencionó maliciosamente la bruja mientras intentaba controlar su risa.

- ¿C-cuál es?

- "Puedes llevarte las lechugas que quieras, pero… a cambio tendrás que darme al bebé cuando nazca".

Souji estuvo al punto del desmayo, el bebé que tanto habían esperado y atesorado tendría que parar a manos de esa mujer. No hubo más opción y rendido aceptó. Pasó muchas noches llorando junto a su esposa por la desgracia que caería sobre ellos al momento del nacimiento de su primogénito. Le hablaban y cantaban con anhelo por verlo. En esa pequeña casa el bebé se desarrolló rodeado de amor, cariño y una chispa de esperanza. - Bebé, tienes que ser fuerte y no llorar por nosotros. Ojala puedas ser feliz con la vida que te condenamos a vivir pero descuida nosotros pagaremos con un castigo mayor al no tenerte en brazos. Tú contarás con la dicha de no conocernos.

La dieta de Hana durante su embarazo se centró sólo en platillos preparados con esa lechuga mágica. Los resultados se observaron el día en que su hijo nació. Era un lindo bebé varón de piel porcelana y hermosos orbes miel. Los padres quedaron enamorados con el precioso niño pero la bruja ya esperaba afuera por el pago de su trato. Con impotencia y pese a los gritos de su mujer, Souji le arrebató a Hana el bebé que con recelo cuidaba junto a su pecho.

- ¡No te lo lleves, Souji te lo ruego! ¡Sé que prometí dejarlo ir pero ahora que lo vi no me puedes pedir que lo regale! ¡Regrésame a mi bebé!

Hana trató de levantarse de la cama aun sabiendo el peligro que implicaba. Por suerte o desgracia el sueño terminó por vencerla y cayó en una profunda pesadilla que no terminaría al despertar. La mujer no podía reconocer a su amado, ¿Acaso no quería al bebé tanto como ella?

- Souichi… hijo. Se escuchó el último lamento de la mujer.

Frunciendo su ceño después de escuchar a su mujer y odiándose por su crueldad, Souji salió a entregar a su hijo a quien esperaba afuera. El niño estaba envuelto en una fina cobija que probablemente era la prenda más cara que habían podido costear en todos estos años. Con unas manos temblorosas entregó a su bebé suplicando, a tal punto de humillarse, por tres únicas cosas.

1.- No lo lastimes,

2.- Deja que conserve su nombre, y

3.- Permite que esa cobija sea la que lo arrope.

La bruja accedió a cumplir sus últimos deseos como padre y se marchó. Esa pareja de enamorados que ahora tenían el corazón roto no volvieron a saber de la bruja. En esa casa llena de dicha llegó la tormenta reflejada a sus ojos.

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La bruja se dedicó a criar a ese bebé invirtiendo muchas de sus horas velando por él pero siempre con un propósito incierto. La belleza del niño aumentaba con el pasar de cada día y la bruja temió lo peor, así que decidió someterlo a un encierro en una torre muy alta, sin puertas y con una única ventana en la parte más elevada. El niño no podría escapar y nadie podría llegar a él, ese fue su pensar. Pero no sólo fue su belleza, su inteligencia y curiosidad también aumentaban. Aquel niño, que creció para convertirse en un apuesto joven de 25 años, disfrutaba tanto de la lectura que vivía rodeado por centenar de libros. Al tener como única vista el bosque y los atardeceres que veía desde su ventana, gustaba de leer lugares con una diferente flora, fauna o climas. En secreto se divertía imaginando lo agradable que sería palpar eso que los libros llamaban "nieve" y que sus pies tocaran la arena de los lugares que se mencionaban como "playas".

- Pero tengo que estar encerrado en esta porquería de lugar.

Podía ser una persona muy apuesta, inteligente y "sensible" pero su carácter y personalidad siempre dejaban mucho que desear. Incluso la misma bruja llegaba a temer por los arranques de ira que su "hijito" solía tener. Para ella podía ser tan sencillo como usar su magia en él pero había prometido no lastimarlo y como bruja que era no podía romper sus promesas.

- Un día me largaré de aquí y dejaré de depender de la vieja bruja.

Souichi no tenía conocimiento de la grandeza de esa mujer pero su actitud siempre le hacía recordar los libros que alguna vez leyó cuando era un infante; aquellos de dragones, princesas y un extraño poder que el antagonista ejercía sobre los inocentes. Siempre hubo un rechazo hacia esa mujer que lo educaba y cuidaba, por una razón u otra, nunca pudo llamarla "mamá". Sin aquella mujer su vida no resultaría tan diferente a la de estar siempre solo. La única razón por la que se presentaba ante él era para darle de comer, ropa u ocasionalmente le obsequiaba un libro.

- "Souichi, deja caer tus cabellos". Era lo que siempre gritaba para anunciarse.

En la torre, al no contar con puertas o escaleras, fue la única manera que la bruja encontró para subir sin tener que utilizar su poder. Fue una sorpresa la velocidad con la que su cabello comenzó a crecer empezado su quinto año de vida, para este momento su larga trenza medía varios metros de longitud. Quizá la larga cabellera era un visible signo de vitalidad en el joven. Los cabellos también eran bastante fuertes y era fácil cargar el peso de la bruja y un poco más. Aunque era hermoso a la vista y sedoso al tacto, para él era una reverenda molestia. Si bien, a él no le gustaba cortárselo, odiaba aún más tener que cepillar esa inmensidad de metros de puro cabello y más cabello. - "¡Maldita sea, otra vez se enredó esta mierda!" era su típica pelea por las mañanas mientras se armaba con un cepillo. Podía pasar un día entero resolviendo los problemas que encontraba en algunos libros de matemáticas o ciencia, pero no representaban el esfuerzo tan colosal que era tratar con esos nudos que misteriosamente aparecían; era vergonzoso pero en ocasiones él era capturado por su propio pelo.

- ¿Qué quieres esta vez abuela? Preguntaba con desgano mientras tiraba de la trenza y la dejaba subir. - Todavía no es hora de la comida y no hay razón para que vengas a molestar en este momento. En verdad era un mal hablado.

- Que ingrato, ¿No puedes ser un poco más respetuoso con la mujer que lleva cuidándote desde que naciste? Otra vez le echaba en cara al rubio algo que ni siquiera le había pedido.

- Ese es tu problema, yo nunca te pedí que me cuidaras y ya sabes la manera en que puedes deshacerte de mí. Souichi llevaba años renegando por su libertad. Tal vez si la hartaba lo suficiente terminaría por explotar y lo dejaría irse de una buena vez.

- No. Sabes perfectamente que eso no puede ser. Sentenció aquel ogro que tenía por guardián.

Souichi se molestó, le dio la espalda y no le dirigió la palabra en todo el día. Ella tenía que retirarse en algún momento así que sólo le prestó sus cabellos para que pudiera marcharse. La bruja se había equivocado al momento del trato si pensaba que iba a tener a un muchachito obediente a su servicio, Souichi representaba un reto en todos los sentidos.

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En una de tantas ocasiones que la bruja fue a visitar a Souichi un príncipe que había resultado perdido en el bosque dio con la torre. Vio a la mujer escalar, quedarse unos momentos y luego volver a bajar, esto le resultó peculiar pues no es algo que se veía todos los días.

- ¿Qué es ese lugar? Se preguntó el príncipe.

Se acercó para inspeccionarlo y se paró en donde hace unos minutos lo hacía la bruja. De pronto escuchó una bella voz contar el hermoso relato sobre un día de primavera. Podía imaginar el colorido de las flores que se mencionaban y los olores que se describían con mucho detalle.

- ¿De quién es esa voz tan clara?

¿Amor a primer oído? Ahora era algo posible. El príncipe Morinaga buscó con la mirada a quien leía esa historia pero no alcanzaba a observar más que a una figura sentada en el filo del ventanal.

- Piensa Tetsuhiro ¿Qué fue lo que dijo esa mujer?

Estaba forzando sus memorias sólo para poder subir y averiguar si la persona que yacía en la cima era la misma que escuchaba contar las historias con esa característica pasión. Quería conocerla y conocer su historia.

- "S-souichi, deja caer tus cabellos". Titubeó un poco pero en seguida vio como la trenza descendía y se aferró a ella mientras sus mejillas se tornaban rojizas.

El joven no volteó a ver quién subía ya que pensó que se trataba de la bruja olvidando alguna pertenencia. "¿Por qué esta tan pesado?" fue lo que se preguntó extrañado. Siempre subía a la mujer con facilidad pero ahora tenía que hacer una especie de contra peso para poder subir a esta persona.

- Esa anciana debería dejar de comer tantos pastelillos, en unos años no podré cargarla.

Morinaga, al llegar a su destino, se sostuvo de la piedra con la que estaba hecho el borde la ventana y escaló el resto por su cuenta. Souichi cayó hacia atrás al seguir tirando y ya no tener un peso que soportar. Se sobó la cabeza por el impacto y reaccionó impresionado cuando escuchó las palabras del príncipe.

- Eres muy lindo.

Se sonrojó de golpe por el repentino cumplido. Nunca había visto en su vida a otra persona además de la bruja y él parecía ser de su mismo sexo. Era algo completamente diferente a lo que sus ojos acostumbraban. Llevaba el cabello corto, su figura era esbelta pero fornida y las prendas que vestía eran claramente pulcras a la vista.

- N-no digas que soy lindo, no lo soy y no es manera de dirigirte a un extraño.

Souichi se mostró como alguien muy molesto pero la verdad es que estaba curioso por encontrar a alguien como él. Sabía que tenía que permanecer a la defensiva pues estaba bien informado que en el mundo había personas con buenas y malas intenciones. No sería fácil confiar en alguien luego del prolongado aislamiento al que fue condenado.

- ¿Qué demonios es lo que quieres aquí?... ¿Y cómo sabes mi nombre?

- ¿Tú nombre?

- ¡Sí, me llamaste por mi nombre!

El príncipe se quedó analizando sus palabras en conjunto con la situación en la que se encontraba. Lo que no podía sacarse de la cabeza era la belleza que estaba frente a él, mientras más lo veía quedaba más atrapado en las redes de amor que se formaban una a una. Pronto él también sería prisionero.

- ¿S-souichi?Pronunció con timidez. El otro se sonrojo y replicó con molestia.

- ¡Te dije que no me llamaras así! Acaso no tienes modales.

Souichi estaba prácticamente echando fuego por la boca, le molestaba que un extraño lo llamara por su nombre.

- ¿Entonces cómo debería llamarte? ¿Me dirías tu nombre para poder llamarte por tu apellido?

- ¿Eh? ¿Mi nombre?

¿Cómo lo olvidó y fue a ponerse en una situación tan incómoda? Él no tenía padre así que no tenía un apellido. La abuela que siempre lo visitaba nunca le dio la impresión de ser su madre aunque tampoco se lo preguntó. Comenzó a ponerse nervioso y algo triste por su desgracia, así que bajo la mirada tapando su rostro con su flequillo. El príncipe Morinaga al ver tal acto se preocupó por haber preguntado algo inapropiado.

- L-lo siento, creo que yo debería de presentarme primero. Mi nombre es Morinaga Tetsuhiro, soy un noble y el segundo hijo del rey Morinaga. Hizo una reverencia ante Souichi luego de presentarse. - Es un gusto conocerlo.

Souichi se había quedado anonadado y sólo alcanzó a pronunciar: - ¿Un príncipe… cómo en los cuentos?

Su corazón latió con rapidez al estar frente a un personaje que pensaba que existía únicamente en sus libros de fantasía pero en cuanto escuchó sus palabras tapó su boca con sus manos y se congeló.

- ¿Cómo en los cuentos? Miró con ternura a Souichi. - S-sí, supongo que es parecido… pero no hay un final feliz. Murmuró.

- ¿Eh? Souichi no lo escuchó.

- Ah… nada, discúlpame.

La conversación entre ambos prosiguió. Morinaga insistió en conocer su nombre pero Souichi le permitió llamarlo como quisiera, era mucho más fácil a tener que admitir que no conocía a su padre. Souichi bajó un poco su guardia pero seguía observando los movimientos que realizaba. Invitó al príncipe a sentarse en donde pudiera y él observó con detenimiento el lugar. Por la manera en que hablaba y el aspecto del lugar podía estar casi seguro que él nunca había abandonado esa torre.

- ¿Siempre has estado en este lugar?

- Sí, desde que tengo memoria. Hizo una mueca de disgusto. - No entiendo por qué la maldita vieja no me deja salir.

- ¿¡Alguien te tiene encerrado!? ¿Acaso el príncipe se encontraba frente a un crimen? - ¿Por qué no has intentado escapar?

- B-bueno, no es que no lo haya i-intentado pero…

Souichi se puso muy nervioso con la pregunta. Cómo decir que el aterraban las aturas, o más bien una posible caída, y para colmo, las veces que lo había intentado su cabello se atoraba en sus manos sin dejarlo escapar.

- Esta mierda de cabello también parece una maldición.

- ¡Yo podría ayudarte! Lo sacó de sus pensamientos pero, ¿En verdad podía confiar en un extraño?

Souichi se negó rotundamente. Él deseaba dejar ese horrendo lugar pero también era cierto que no conocía nada del mundo exterior, no tenía manera de defenderse ante lo desconocido y ese era otro de sus temores. No se podía permitir confiar en un cualquiera con buen nombre y menos si no sabía las verdaderas intenciones de éste.

El príncipe tenía que marcharse pero prometió volver. Souichi pensaba que mentía, nadie regresaría a un lugar tan desolado sólo para visitarlo pero Morinaga le demostró lo erróneo de sus pensamientos. Ese príncipe de buen porte regresó todas las noches durante un mes, sin falta se presentaba siempre a la misma hora. Souichi desconfió al principio pero pasado el tiempo se acostumbró a su presencia. Aún conserva el recuerdo de las primeras noches donde no lo dejó subir y el príncipe tuvo que mantenerse esperando en el frío hasta que amanecía. En ese tiempo se logró construir una buena amistad pero esas no eran las intenciones de Morinaga, él quería mucho más.

- "Deseo tu corazón"

Una serie de desafortunados eventos llevaron al príncipe a escapar de su reino. Un intento de asesinato contra su persona no era un juego y tampoco era la primera vez que sucedía, tras descubrir que se enfrentaba contra el mayor peso de la ley en ese lugar sabía que la única salida era abandonar todo, incluso el lugar que llamaba hogar. Cabalgó el largo camino hasta la torre y pasó mayor parte del día junto a Souichi. Él lo notó decaído pero no preguntó nada y cuando Morinaga le solicitó por un espacio para dormir él aceptó a que se quedara en su piso.

- ¿Por qué actúa tan extraño?

Era imposible que después de convivir con él por un tiempo no notara su comportamiento inusual, no conocía de problemas pero al pasar tanto tiempo en soledad se volvió bastante observador con ciertos detalles. Este sujeto era como un espécimen de prueba y se la pasaba analizándolo. Luego de ver todos los días su sonrisa y que de la nada desapareciera era en cierto grado preocupante. Algo malo había sucedido y podía presentirlo, su pecho golpeteaba fuertemente indicándole que no estaba equivocado.

Desde su cama, Souichi visualizó con compasión una dolorosa escena, hizo que su corazón también se lamentara. El príncipe lloraba en silencio sobre su tendido y con los ojos cerrados aparentaba estar dormido. Lo notó bastante inquieto al girar varias veces sin poder conciliar el sueño y cuando se hartó, vio cómo se sentó con desgano. Se paró junto a la ventana a observar la luz de luna que caía a través de la ventana y que iluminaba las lágrimas que no se detenían. Souichi dejó atrás cualquier temor que todavía se alojara en su cabeza y se acercó con lentitud esperando que no se alarmara. Luego de chocar con una pila de libros su presencia fue notoria para su acompañante así que decidió aproximarse sin más titubeos. Secó con delicadeza la fina agua y logró detenerla. Sus rostros estaban demasiado cerca y sus ojos se perdieron en los del contrario. Ambos se observaron con detenimiento, analizando cada detalle de sus caras y volviéndose a conocer. El príncipe Morinaga se enamoró por segunda ocasión y ahora fue conquistado desde la vista. Vio con desespero un jugoso manjar y al no poder resistirse plantó un pequeño beso en los vírgenes labios de Souichi.

- ¡Oye! ¿¡Qué estás…!?

A pesar de haber leído todos los libros de la gran biblioteca en donde vivía Souichi no logró entender lo que sucedió. ¿Qué significaba este beso para el príncipe? De nada le servían sus conocimientos en una situación como ésta. No podía comparar las variables porque él no era una princesa, ni siquiera era una mujer. ¿Qué hacer ante tal acto? Su corazón podía latir con rapidez y sus mejillas sonrojarse pero algo no cuadraba en su cabeza, su interior le gritaba que eso no estaba bien. De alguna forma este caprichoso arrebato lo hizo sentir utilizado e inferior. Que fuera más alto no le daba derecho de humillarlo haciendo lo que quisiera con él, tampoco de producir en su cuerpo reacciones tan extrañas y desconocidas.

El príncipe detuvo sus gritos acercando un dedo, provocando que cerrara su boca y hubiera quietud. Souichi fue visto con ojos melancólicos y encerrado por unos fuertes brazos. Una frente descansó en su hombro y fue sujetado con más posesión. Parecía que Morinaga temía que Souichi desapareciera. Sólo deseaba amar y ser amado, ser aceptado por alguien foráneo aunque fuera odiado por los suyos.

- ¿Cómo debería expresarte lo que siento? Perdóname por no encontrar otra manera.

Había preocupación en las acciones del príncipe pero no remordimiento. Estaba temeroso de asustarlo y que eventualmente él también lo rechazara. Con cuidado recorrió el camino de sus hombros hasta su mano y la sujetó con ternura. La estrujó y vio duda en los ojos miel. Beso el dorso mientras lo provocaba con la mirada y posteriormente lo encaminó a su cama. Souichi no tenía intención de compartir algo tan íntimo pero no tuvo escapatoria. Morinaga lo abrazó y se acurrucó a él. Souichi sintió una calidez diferente que lo embriagaba y cedió al ver una última gota viajar por la mejilla de alguien tan noble.

La noche fue una lenta tortura y un fugaz bienestar.

Souichi jamás pensó ser despertado con otro beso a la mañana siguiente. Lo empujó tan pronto se dio cuenta y pudo reaccionar. Hubo una discusión, se escucharon fuertes gritos y se dijeron palabras que no expresaban en realidad su sentir.

- ¡Porque te amo! Reveló con respiración acelerada y evidente molestia. Al darse cuenta que los nervios lo habían traicionado terminó por hacer su propuesta. - E-estoy profundamente enamorado de ti ¿Te casarías conmigo? El príncipe estaba inclinándose para quedar a sus pies y tomó su mano.

Se quedó estático por un momento hasta que se decidió por soltarse de su agarre. ¿Qué se suponía que significaba esto? ¿Por qué alguien como un príncipe se inclinaba por un "don nadie" como él?

- N-no sé lo que busques pero no creo que puedas encontrarlo conmigo. Sintió tristeza pronunciando ese enunciado.

Antes de que Morinaga pudiera seguir insistiendo se escuchó el peculiar cantar de la bruja pidiendo que Souichi dejara caer sus cabellos. Se miraron uno al otro y sin pensarlo demasiado Souichi le susurró que se escondiera tras una repisa. No había escapatoria, no había donde huir o esconderse.

- ¿Por qué tardaste tanto? Cuestionó en un tono de sospecha.

- E-es tu culpa por llegar tan temprano… v-vieja bruja. Trataba de sonar como de costumbre pero era pésimo mintiendo y se podía notar en el temblor de su voz.

- ¿Entonces puedo asumir que estas durmiendo?

- ¿Q-qué más podría estar haciendo? Este estúpido lugar es muy aburrido últimamente.

- ¿Es tan aburrido? Río con maldad. - ¿Por qué sería aburrido si veo que tienes un invitado?

Por primera vez la bruja mostraba su poder frente al joven que cuidó por tantos años. Ella había olfateado la presencia de Morinaga desde que estaba en la planta baja, como planeaba esa mujer, Souichi no podría escaparse pues se daría cuenta apenas lo intentara. Su cabello casualmente siempre cobraba vida cuando intentaba bajar de la torre, el mundo no podía estar tan lleno de coincidencias. Elevó su mano y con un movimiento brusco provocó que una fuerza invisible sacudiera la repisa y mostrara al príncipe. Souichi cayó sentado y sus ojos se abrieron con sorpresa, los talló pero no estaba dormido así que entró en pánico.

- No puedo creer la forma en que me pagas luego de procurarte por tanto tiempo. Alardeó hipócritamente.

- ¡Estás loca! ¡Eres un monstruo! Dijo lleno de rencor por todas las mentiras.

- ¡No se mueva! Morinaga sacó una daga que guardaba por protección y que estaba dispuesto a utilizar para defender a Souichi.

Un objeto tan insignificante causó una gran carcajada a la bruja. Ella tenía el control de la situación pero aquella promesa le impedía lastimar a Souichi. ¿Cómo es que era detenida por algo tan simple? No se arriesgaría, toda bruja sabía que romper su palabra sólo traía desgracias y no necesitaba arruinar su vida sino la de ellos.

- Es una lástima que nuestra visita tenga que irse tan rápido, ¿no lo crees hijo?

Una idea lo suficientemente cruel para herirlos llegó a sus pensamientos y una sonrisa llena de malicia se posó en sus delgados labios rojos. Planeó la perdición del príncipe sin salida del bosque, lo sometería a vagar por los alrededores sin poder ver al chico de larga trenza y para él, un encierro de cuatro paredes donde esperaría a morir de hambre.

Chasqueó sus dedos y a la orden un cuervo invadió la torre. No fue tomado en serio hasta que Morinaga fue inmovilizado por una energía invisible y el ave atacó sus ojos. Souichi tembló al escuchar los gritos de horror mientras esas cristalinas esferas esmeradas eran devoradas por el animal. Sangre brotó de las cuencas vacías del príncipe y evocaban el recuerdo de las lágrimas entre la oscuridad. El ser despojado de su vista lo agotó, cerró sus parpados y colapsó sobre sus rodillas tratando de respirar entre el sofoco.

- ¡Ahhh! ¡Anngh! ¡Ahhh! Trataba de reducir sus gritos a unos meramente internos.

Souichi frunció su ceño y la bruja le advirtió que ni siquiera lo intentara. Él no sabía de la promesa así bastaba con asustarlo para que fuera inmovilizado por el miedo. Entre una cortina de humo que ahora impedía su vista, el príncipe se calmó para tratar de escuchar lo que sucedía, escuchó el sollozo de Souichi y se angustió por no saber lo que pasaba.

Mientras tanto, la bruja se regocijó riendo y disfrutando de contar su plan mientras observaba la expresión de terror en la cara de su hijo adoptivo. Souichi quería hacer algo al respecto pero su cabeza no cooperaba con él y no encontraba buenas ideas. Recordó la daga que aún sostenía Morinaga y pensó que podía funcionar, alguna parte de ella seguía siendo humana ¿No es así?

Yacía en el suelo temblando pero concentrando su oído en el dialogo de la mujer. Cuando pudo ubicarse en el plano dentro de su cabeza y localizarla se dio cuenta que tras ella estaba el ventanal. ¿Una caída la mataría? No tenía conocimiento de la capacidad de sus poderes así que sujetó fuertemente la daga. El príncipe se paró tambaleante y algo inestable pero veloz con sus decisiones. Después de que la bruja perdió interés en él se levantó con la voluntad de apostar todo o nada. Disimuló acertadamente sus intenciones al chocar contra ella y morder su cuello, ella se concentró en eso mientras él la apuñalaba tan fuerte como podía. El golpe dio en el blanco y la herida era suficiente para debilitarla y arrojarla por la ventana. La mujer con venganza tomó la camisa del joven y si ella caía, él caería con ella.

- ¡Morinaga, detente!

Los vio alejarse. Obligó a sus piernas a moverse, alcanzó a sostener su mano y volteó la vista para no observar el estrepitoso final de la bruja.

- ¡No vayas a soltarte! Te subiré en un momento.

- No me queda nada o alguien que me espere. Hui de mi reino así que a nadie le hago falta. Estoy demasiado cansado, sólo me gustaría dormir.

- ¿¡Eres idiota o qué…!?

Morinaga se desmayó dejando el peso de su vida sobre los hombros de Souichi. Casi enloqueció cuando ya no escuchó una respuesta pero todavía sentía los latidos de su corazón a través de su mano. Lo subió y revisó su estado. "No me gusta el ritmo de su respiración", debía enfrentarse al mayor temor si quería una oportunidad para salvarlo. Vio la daga ensangrentada casi a punto de caer también y la utilizó para cortar su cabello. Lo ató a una pieza de fierro que era parte de la estructura, sujetó a Morinaga a su cintura con la sabana de su cama para tener más seguridad y se aventuró a bajar de la torre.

- ¿¡A dónde debo ir!? Se preguntó con desespero.

Alguna vez el príncipe le contó del mundo exterior y habló acerca de un pueblo no tan lejos de ahí. Eran un lugar maravilloso según dijo. Estaba lejos de sus tierras y la gente que habitaba la aldea era mayormente amigable. Sin duda soñaba con una vida tranquila como esa, lejos de las responsabilidades que trajo su nacimiento.

Souichi corrió por el bosque, agotado y únicamente guiándose por la posición del sol. Cargar a Morinaga era cansado y luego de varios descansos alcanzó a ver el humo de una fogata, eso significaba que estaba cerca de un sitio donde habitaban otras personas. Corrió derecho y sin hacer otra escala.

- ¡A-ayuda! ¡Ne… secito, ayuda!

Tocó fuertemente la puerta de la primera casa humilde que encontró. Un hombre amable recibió el llamado y lo asistió. Él y su esposa ayudaron como pudieron. El príncipe tuvo fiebre por varios días pero Souichi estuvo velando cada uno de sus sueños, estaba al pendiente de cualquier cambio y no separaba su mano de la de él. Souichi estaba descuidando de su salud sin darse cuenta pero la gentil pareja se encargó que ambos pasaran una buena estadía. La mujer preparó guisos exquisitos y nutritivos para que recuperaran fuerzas. Ese matrimonio conocía perfectamente la mirada del rubio, jamás la olvidarían, más temprano que tarde encontraron lo que hace más de dos décadas perdieron. Lloraron a espaldas de sus invitados pero acordaron no mencionar nada innecesario, su hijo ya era un adulto y no tenían derecho a regresar a una vida que decidieron abandonar. Cuidarían de él en silencio por lo que restara de sus vidas. El destino les dio una segunda oportunidad para conocer a su hijo pero no podían regresar al pasado.

La casa vecina, en la que alguna vez vivió la bruja, estaba vacía desde hace años así que lo comentaron con su hijo. Cuando Morinaga se repuso de los largos días de dolor ambos decidieron vivir en esa casa.

- No creo que sea necesario. Yo puedo cuidarme solo. Renegó el príncipe.

- ¡No! A-ahora no puedes hacerlo… y todo por mi culpa. Si no te hubiera dejado subir la primera vez nada de esto…

- No me malinterpretes. Estoy agradecido de haberte conocido y si este precio tuve que pagar para que estuvieras a salvo entonces no tengo nada de que arrepentirme. Regaló una cálida sonrisa pero Souichi seguía culpándose al ver sus ojos vendados.

Igual que su vecino, Souichi aprendió a trabajar la tierra y sembró varios frutos y vegetales en el pequeño huerto. Hacía lo que podía para mantenerse productivo y disfrutar de una vida estable. Siempre trataba de producir más con el fin de vender un poco y conseguir dinero. Seguía disfrutando de la lectura así que cuando compraba un nuevo libro, se sentaba junto a Morinaga y leía en voz alta para ambos. El príncipe le explicaba a Souichi sobre cosas que no llegaba a comprender en sus lecturas y de vez en cuando comentaba sobre recuerdos de lugares que visitó y permanecían en sus memorias aun visibles.

Nadie se esperó lo que aquel día sucedió. La huerta siempre producía buenas cosechas y el producto era fácil de vender pues a todos encantaba. Nadie sabía que esas tierras guardaban un secreto. Las famosas lechugas de la bruja no eran tan especiales por ser aquel vegetal sino por la tierra de donde provenían. Estaban encantadas con un hechizo especial y todo fruto que creciera en él tendría las mismas propiedades: Regenerativas. La fuente de la juventud se localizaba en su patio y ellos sólo se alimentaban de sus cosechas. El milagro ocurrió durante un despertar al amanecer. Morinaga notó algo molesto que lo desertó. Abrió sus parpados con pesadez y observó la brillante luz de la mañana filtrarse por su ventana. Petrificado observó también sus manos y las lágrimas empezaron a brotar.

- ¡Souichi, Souichi, dime que no es un sueño!

Corrió sin reparó hasta donde recordaba que se encontraba el huerto. La prisa lo hizo tropezar y alarmar al rubio.

- ¿¡Qué te sucede!? Sabes que no puedes correr porque es peligroso y…

Estaba sacudiendo las ropas de Morinaga hasta que al levantar su rostro vio esos ojos esmeraldas que recordaba durante la luz de luna.

- T-tus ojos…

- Regresaron. E-esto es un milagro.Su llanto quebraba su voz y la felicidad igualmente entorpecía sus palabras.

Se quedaron viendo como aquella noche y repitieron sus acciones con nostalgia. Souichi secó el agua que brotaba y Morinaga posterior a eso le robó un beso. Lo abrazó y susurró unas palabras en su oído.

- Es la tercera vez que me enamoró de ti. Sintió como enterraba las uñas en su espalda, posiblemente por timidez. - ¿Recuerdas lo que te propuse?

- ¿C-cómo pretendes que me olvide de algo así? ¿¡Qué tan desconsiderado crees que soy!?

- ¿Todavía no estás listo para darme una respuesta? Ahora era él quien temblaba. Temía por la respuesta y posible rechazo.

- C-creí que lo había hecho… c-cuando decidí hacerme cargo de ti. Estaba apenado por las cursilerías que decía. Las personas no solían decir eso con regularidad y ahora entendía porque.

- Souichi, eso es… gracias. Lo abrazó fuertemente y ocultó la vergüenza de su cara en su hombro. Estaba muy emocionado, el llanto de alegría no pararía pronto.

- ¡D-deja de llorar! No se supone que llores cuando estás feliz.

Souichi quería que sonriera tal cual lo hacía todos los días, porque todos los días a su lado parecían especiales. ¿Qué pasaría de ahora en adelante? Nadie podía saberlo. Ahora se encontraban en el presente y esa alegría era la que debían de disfrutar. Ver esas orbes analizándolo lo llenó de un sentimiento que ningún libro había conseguido describir hasta ahora, ningún autor había redactado con precisión la razón de su acelerado corazón y la estúpida sonrisa que no se borraba de su cara.

"Amor" le decían a ese sentimiento tan misterioso.

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Espero que hayan disfrutado de este intento de adaptación de que hice de "Rapunzel", tenía tiempo que lo empecé pero no encontraba un final apropiado. ¿Ustedes que piensan? ¿Les gustó? Me gustaría hacer adaptaciones de un par de cuentos más pero eso dependerá mucho de mi estado de ánimo e inspiración. Ya tengo en mente algunos cuentos que podrían participar para algo como esto :o

Nos leemos ;)