-¿Lo tienes todo?-Preguntó el padre de Call mientras este subía a su lobo, Estrago, encima de la maleta para poder cerrarla.

-Sí, creo que sí.-Masculló Call entre dientes mientras ponía toda su fuerza en correr la estúpida cremallera de su equipaje, a la que no le daba la gana de moverse.-Ya está.-Suspiró cuando al fin logró cerrar el maletón.-Baja de ahí, Estrago.-Ordenó, y el lobo caotizado, obediente, saltó de la cama al suelo y empezó a lamerle la cara a Call.-¡Estrago, para!-Exclamó el chico riendo.

Alastair Hunt, apostado con los brazos cruzados en el marco de la puerta de la habitación de su hijo, levantó el mentón ligeramente y esbozó una mueca de preocupación. Ahora sabía que Estrago no era peligroso, Call se lo había demostrado durante todo el verano, pero aún tenía un ligero rencor hacia él.

-"¡Vamos, papá! Es solo un gran perro negro con... ojos caleidoscópicos y... la fuerza de dos toros."-Se había justificado su hijo cuando había aparecido con él en la puerta de casa, cada vez bajando más el tono de voz.-"¡Pero no es peligroso!"-Había espetado al final.-"¡Es solo un cachorro!"

Alastair no tuvo otro remedio que aceptarlo, el lobo no tenía otro lugar donde quedarse. Pero, por más que quisiera Call, seguía siendo un hijo del Caos, una creación del Enemigo de la muerte.

-"En realidad, tengo otra teoría."-Había dicho Call cuando Alastair intentaba explicárselo. Su padre se había quedado patidifuso.-"Creo que, al contrario que los primeros caotizados que creó el Enemigo de la Muerte, este lobo nació con el Caos dentro, como un parte de él. No es una marioneta de Constantine Madden, y no lo va a ser nunca."

Esa fue la frase que más asustó a Alastair en todo el verano, justo al contrario de las intenciones de Call.

Durante los tres meses de calor y juegos, ninguno de los dos había mencionado nada de magia ni del Magisterium (excepto, por supuesto, lo relacionado con Estrago), así que, tras las dos primeras e incómodas semanas, todo había transcurrido con la tranquilidad propia de un verano normal.

Hasta que se acercó el momento de partir.

Tres días antes del comienzo de curso, fue precisamente Call quien tomó la iniciativa. Se acercó a su padre, que estaba sentado leyendo en el sillón de la salita, y le espetó, con el semblante más serio que pudo poner:

-Papá, ¿puedo hablar contigo un minuto?

Tras una larga pausa, Alastair suspiró y separó la vista del libro.

-No, Call.-Dijo, y al chico le dio un vuelco al corazón.-Escúchame tú a mi.-Los músculos de Call se tensaron aún más, y empezó a dolerle la pantorrilla, intentando que no se le notara lo asustado que estaba.-Siéntate.-Le indicó, y Call se sentó en un sillón de cuero, idéntico al de su padre, que estaba justo enfrente de él.-He decidido confiar en ti.-Comenzó Alastair, y Call no pudo aguantar más, abrió mucho los ojos.

-¿Cómo has dicho?

-El maestro Rufus me llamó el curso pasado, mientras tú estabas inconsciente en la enfermería, y no solo me explicó lo del incidente. Me dijo, -Esto le estaba siendo muy difícil.- que eras el más prometedor alumno que había tenido jamás, mágicamente hablando.-Alastair hizo una pausa, para observar la reacción de su hijo, que lo miraba, expectante y asombrado, con la boca medio abierta.

-¿El maestro Rufus realmente dijo eso?-Preguntó, atónito.

-Sí.-Alastair clavó sus ojos en los del chico, que eran grises, con vetas más claras en algunas partes, y desprovistos de toda emoción. Se dio cuenta de que era mejor no mirarlos, por que cada vez que lo hacía veía a su antiguo compañero, Constantine Madden, y eso no le inspiraba un buen sentimiento.-Así es, eso fue lo que dijo. Me explicó que ningún otro alumno había logrado elevarse tan alto en la primera clase, ni mover tantos granos de arena a la vez como tú lo hiciste.

-¿Ningún otro?-Preguntó Call, bastante sorprendido. Sentía una punzada de satisfacción y felicidad en el estómago, aprisionada por una ardiente sensación de arrepentimiento. Sabiendo quién en realidad era, eso no era nada bueno.

-Déjame terminar, Call.-Ordenó su padre, y este volvió a prestarle atención.-Pero no es por eso por lo que voy a confiar en ti, enviándote de vuelta al Magisterium...

"Enviándote al Magisterium," repitió Call mentalmente."junto a Aaron, Tamara y Celia." Eso era lo que quería, esa era la decisión que había tomado, dominar aquello que dormía en él y ayudar a Aaron a derrotar al hombre que se escondía bajo la máscara de plata. Pero, al ver sus ideales hechos realidad en las palabras de su padre, dudó. ¿Realmente podría hacerlo? ¿Y si recuperaba los recuerdos perdidos?

-Voy a confiar en que puedas manejarlo tú solo y que nunca olvides quien eres o a donde perteneces, ¿me estás entendiendo?-Call, que había escuchado sus palabras a medias, asintió con la cabeza. Su padre se extrañó.-¿Realmente me has entendido?

Call tuvo que improvisar rápido.

-Sí, sí, por supuesto. Quieres decir que no me deje llevar por los motivos egoístas de los magos, que no busque peleas y que evite la guerra pero, papá, las cosas ya no son así, me divierto mucho con mis compañeros.

Alastair sonrió divertido y, a la vez, aliviado. Call aún no sabía nada, lo que era una gran ventaja. Con un poco de suerte, no se enteraría nunca, se dijo, ignorando la pequeña parte de su subconsciencia que le decía que eso era imposible. Iba a confiar en su hijo, en que jamás sucumbiría de nuevo al Caos, y que jamás dejaría renacer al Enemigo de la Muerte.

-Tranquilízate, papá.-Dijo Call, compadeciéndose de su padre. Se le rompía el corazón al comprender cómo debía de estar sintiéndose, amándole y odíandole al mismo tiempo, y deseó aliviar su dolor más que nada en el mundo. -Te prometo que siempre Callum Hunt, tu hijo, y que nunca me dejaré llevar por los ideales caóticos y equivocados. Quiero decir, que mantendré la mente clara y no sucumbiré a las guerras ni al egocentrísmo.-Añadió, para que Alastair no descubriera lo que realmente quería decir.

Su padre volvió a sonreir y soltó, para la sorpresa de Call:

-Hijo mío, no cambies nunca.-Y se estiró para cogerle las manos. Las apretó fuertemente dentro de sus palmas y, tras un cruce fugaz de miradas, se las soltó a sumirse en la lectura.

Call se levantó, extremadamente contento, y se dirigió a su habitación, donde Estrago le estaba esperando. Antes de abandoar la salita, escuchó la voz de su padre decirle:

-Vete haciendo el equipaje, este curso no lo voy a hacer por ti.

Y así llegó Estrago encima de la maleta de Call.