Ver la lluvia en la ventana era de las pocas cosas terrícolas que podía llamar"sus favoritas". La relajaba, le recordaba a su hogar natal, y a su vez, lo lejos que estaba de él; le recordaba a Freezer, y a la forma en que la manipuló por tantos años, y recordó a Vegeta, y todo lo que hizo por ella.
Vegeta... ¿qué tuvo que haber visto en ell para que decidiera to!ar la responsabilidad de cuidarla y entrenarla?.
-¡ja!- se mofó de la sola idea, "ella algo especial", como no. Miró el nublado cielo buscando alguna estrella, pero era totalmente imposible ver una por los nubarrones, solo uno que otro rayo.
se rindió al cabo de un par de minutos levantándose del pequeño sofá en el que reposaba al lado de su ventana y se acercó al escritorio, leería un poco antes de dormir como era su costumbre. En la búsqueda de una buena lectura, sus ojos se desviaron a una fotografía enmarcada que adornaba las paredes de su cuarto, era de los primeros años en que Vegeta y ella llegaron a la Tierra buscando la protección de una pequeña Ps de seis años.
Su mente desvarío de nuevo, y es que no podía evitarlo, ese hombre le había robado el corazón sin siquiera proponérselo desde que ella era solo una niña. Le enseñó que sabía, le había tenido paciencia, y es que ella era un desastre cuando se trataban de técnicas, sean estas de vuelo o de combate, eso al menos sin Vegeta, por que él supo arreglarlo, encontró la manera de hacerla útil para el escuadrón de Freezer y para ella misma.
¿Podría agradecerle lo suficiente a los Dioses por haberlo puesto en su camino?, tal vez no, nunca podría terminar de agradecerle lo que había hecho por ella, por no rendirse, por protegerla y apoyarla.
Una vaga sonrisa adornó su brillante rostro, pequeñas lágrimas llenas de amor que tal vez nunca podría terminar de profesar hacia aquél que fue su mentor por completo.
Sintió una enguantada mano limpiar un pequeño y húmedo rastro de su mejilla, se giró ya sabiendo a quien le pertenecían esos dedos llenos de sangre, producto de las heridas de su entrenamiento.
-¿Por qué estás llorando ahora, enana?- su voz ronca trataba de mostrarse calmada ante el estado de ánimo de su mujer, quien solo sonrió y negó con la cabeza a la vez que acariciaba su abultado estómago -tu hijo patea fuerte- fu su respuesta. Vegeta esbozó una sonrisa orgullosa ante esa respuesta tan satisfactoria, tal vez su bastago no sería tan inútil como lo pensó en un principio-.
-Si sigues así, pescaras un resfriado- la mujer secó el rostro de sayan y lo mandó a bañar, agradeciendo internamente que no la obligara a entrenar durante el entrenamiento como lo hacía la mayoría de mujeres sayans, y él no opuso resistencia, necesitaba relajarse, y un baño sonaba apropiado para ello. La lluvia paró unos segundos después, y con ella los pensamientos de la princesa semi sayan, pequeña, infantil, caprichosa... Y a pesar de todo... Lo tenía a él... Él se quedó... Y era todo lo que podría querer.
