Hola! Bueno esta vez os vengo con una serie de viñetas que van a girar en torno a la festividad de Halloween, una de mis preferidas, esa vez me voy a centrar en Draco y Harry como protagonistas, aunque cada viñeta (espero no salirme de las 1.000 palabras en cada una) será con un género diferente. Va a haber de todo un poco y dependiendo mucho de mi tiempo para escribir y de mi beta para repasar, de ahí que empiece ya, cuando aún faltan quince días. No tengo un número fijo pero espero poder tocar algunas ideas que tengo por ahi, ojalá pueda completarlas.

Como siempre, gracias por leer y ya sabeis que comentar es amar, así que, mucho amor! Un saludo y vamos a leer.


Disclaimer: Harry Potter y su mundo pertenecen a J.K. Rowling y Warner Brothers. No se infligen los derechos de copyright de forma intencionada.

Título: All Hallows' Eve (Noche de todos los Santos)

Pairing: Harry Potter & Draco Malfoy

Rating: NC-17.

Palabras: ~1000~

Resumen: En la noche de brujas, Harry acude una vez más a una cita con la persona a la que más ama: Draco Malfoy

Notas y Advertencias: Este fic trata de la relación entre dos hombres, si no te sientes cómodo con este tema, por favor, no leas.

Beta: HermioneDrake


Halloween con Draco y Harry

All Hallows' Eve


La nieve crujió bajo mis botas mientras subía despacio la cuesta. La había recorrido tantas veces a lo largo de los años que creía que podría sortear cada guijarro, cada bache, cada hondonada, cada grieta, con los ojos cerrados. La galerna hacía que me tambalease, notaba cómo revocaba en la cumbre, arrumbándose sobre las copas de los cipreses, que parecían retorcerse, acosados por plutónicos tormentos. Olía a salitre, a mar embravecido, a gélida roca descarnada, a tierra ultrajada, a azufre, a algas putrefactas, hedía a muerte. Me miré las manos desnudas, las venas se marcaban, abultadas por el esfuerzo. Estaba jadeando, roncos resuellos que percutían en mis pulmones, la grava me hizo resbalar mientras contemplaba agotado la bóveda celeste, manchada de niebla y estrellas. Cirros deshilvanados se arrastraban como sudarios, enroscándose en torno a los túmulos que erguían entre la descuidada vegetación. Dedos helados, translúcidos, heridos por los fuegos fatuos, esquivos resplandores que se habían vuelto mis compañeros.

Recordé que aquella primera noche en que fui a acompañarte, creí que el corazón se me pararía de puro terror. La verja chirrió mientras las bocanadas barrían y hacían cantar las ramas preñadas de hojas, meciéndome, como los brazos de la madre que nunca tuve, más los únicos que ahora anhelaba eran los que no tenía, los tuyos. A lo lejos, resonó el tañido lúgubre de la campana; la marejada al fondo del risco pareció arreciar, rizándose en oleadas de espuma blanca, el intenso verdor oceánico se confundió con el lejano horizonte. Me incliné y repasé con ternura la fría piedra, el nombre tallado, las fechas.

Ese no eras tú, sólo yo parecía saberlo. Tú no eras ese que se llevaron de mi lado una madrugada, mientras dormíamos. Tu aliento se heló, casi podía decir el momento exacto, estábamos tan unidos que pude sentirlo como si hubiese sido mi sangre la que se detuvo en las venas. Siempre fuimos tú y yo, primero como enemigos, luego como amantes, nadie fue capaz de hacerme sentir lo que tú. Eras todo, Draco, todo. Creí que no habría poder humano, divino o mágico que pudiese separarnos.

Acaricié el mármol cremoso, desvaído por la intemperie, había llovido tanto, me dolían las rodillas mientras el viento giraba y aullaba, las ráfagas trayendo escarcha, como mil punzadas hiriéndome. El fulgor de la luna iba y venía, arrastrando retazos de un réquiem, ecos, los árboles entonaron un sordo cántico que hablaba de pena y angustia. Me esperabas, casi pude oírte; arañé el suelo, que se resquebrajó bajo mis dedos. Gruesas gotas me azotaron, tenía tanto frío que casi me parecieron tibias. Los nimbos se arremolinaron, húmedos sudarios en torno a mí, lágrimas derramadas desde el cielo que parecía romperse sobre mi cabeza.

Tras mis párpados, las imágenes se sucedían en una cadencia electrizante; trémulo, aparté la varita, perdida en el lodo negro como la brea. Me buscabas, el susurro del viento gritaba mi nombre: tú, Draco, tú llamándome, como cada noche desde esa noche, como cada segundo desde aquel segundo, con cada uno de los latidos de mi corazón, tú guiándome, tú, eternamente tú. No habría nada que nos separase, ni magia, ni conjuros, ni maldiciones, ni la muerte, esa burla del destino. Nada.

De pronto el camposanto pareció serenarse, lejos quedaron el frío, la congoja, el llanto: tu mano, apartando los cabellos que oscurecían mi mirada. Extenuado, alcé el rostro y te miré, no sabía si era un sueño u otra de aquellas crueles pesadillas, verte y no poder tocar la seda de tu pelo, rozar tus labios, beberme tu aliento. De rodillas, me alcé en medio del fango, no pareció importarte; tus ojos, ópalos sin fondo en la fría medianoche. Acunándome, con una lejana tonada, arrullado por el amor, una vez más, la última, noté las lágrimas deslizarse por mis mejillas, hirvientes regueros limpiando el tajo en medio de mi pecho, ese que alguien que te llevó dejó allí, sangrando lentamente mi pena porque de nuevo me habían arrancado lo único que tenía.

—Harry. —Tu voz, oh, tu voz, había añorado tanto tu cadencia, ese tono único, íntimo, sólo tuyo, sólo mío—. Al fin has llegado.

La lluvia arreció, empapándonos, me levanté a trompicones, rotos lamentos fruto del más dulce de los alivios me inundaron el pecho. Eras tú, reseguí con la punta de los dedos tus facciones, los pulgares recorriendo la línea de la mandíbula, la curva de la boca, la nariz, las pestañas doradas, eras tú, mi amado, mi amante, mi amigo, el que había dado sentido a toda mi existencia. Tú, era tu perfume, intoxicándome de dicha, tremolando en mi alma.

—Draco... —sollocé, tu perenne abrazo turbándome; a nuestro alrededor la medianoche cantaba, mientras el agua y la escarcha nos empapaba, una suerte de gélida purificación, arrastrando lo roto, lo sucio, lo corrupto. Ya nada importaba, porque tenía tu presencia a mi lado y eso era lo que necesitaba. Lo que siempre había buscado, nunca quise más que eso: tenerte cerca, poder amarte. Draco.

—Vámonos, Harry, ya se acabó la espera —susurraste, un beso lento, ya no habría prisas para nosotros y me sentí ebrio de dicha, tu boca en mí—. Es la hora.

Entrelazamos los dedos, como siempre fue, como tenía que ser. Nos perdimos caminando por aquel sendero vestido de desquebrajados hilachos, el aroma de los cipreses y el salitre, la esencia de la vida alejándose. Ya nada importaba, porque te tenía a ti, Draco. Y eso era lo que había ansiado toda mi vida. Al fin podría descansar.

La mañana pálida iluminó con frialdad el camposanto situado sobre el acantilado. Un pequeño grupo de lápidas se apretujaban unas contra otras, como buscando el consuelo frente a los temporales que blanqueaban la madera de los cipreses y pintaban de escarcha salada el granito y el mármol desgastado por el transcurso ineludible del tiempo. Sobre una de las tumbas, la más alejada, la última en llegar, descansaba una varita de madera rota. Nadie volvió a ver jamás a Harry Potter.

nox...


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