Beckett le vuelve loco.
Es algo que ya tiene asumido, algo que ni siquiera hace falta explicar, Richard Castle está completa y absolutamente enamorado de Kate Beckett pero, lo que no entiende es como media comisaría —Incluso apostaría que hasta Gates lo ha hecho— se ha dado cuenta y ella parece seguir en la inopia.
Todas las mañanas le lleva un café para ver una sonrisa en su cara, porque aunque, la primera vez que lo hizo fue algo espontáneo cuando ella curvó sus labios hacia arriba y tomó entre sus manos lo que él considera un regalo de Dios Castle supo que no podía y no quería vivir una mañana más sin que ella le sonriese.
Y eso le bastaba hasta ahora, pero ya, ya no puede seguir viendo como otros hombres despiertan con ella cada mañana o besan sus labios. Esos labios que tanto añora besar pues, lo hizo una vez—literalmente dos— Y sabe que se volverá loco si no lo vuelve a hacer.
Pero, ella ha vuelto con Josh, y Castle sabe que no puede competir con eso, es más, ella no le ama, antes conservaba esperanzas pero cuando descubrió lo que ella había estado ocultando durante este último año todas ellas se desvanecieron, quedándose en un simple... ¿Y si hubiera...?
¿Y si hubiera sido más rápido, o directo?, Quizá solo si hubiese luchado más por ella...
—¿En qué piensas, Castle?— Su nombre, apellido, dicho o interpretado por ella es su canción favorita, pero volviendo a la pregunta no sabe qué responder podía delegarla con un simple nada pero, ¿De qué serviría eso?, no puede seguir guardándoselo más, si lo hace, acabará reventando y ya nada podrá arreglar el lío que el escritor tiene en su cabeza.
—Kate...yo...hay algo que tengo que decirte— Más bien son dos cosas que tiene que confesarle, una a parte del interés personal que tiene con ella. Pero, aunque rebuscase entre todo su ser no encontraría más valentía para hacerlo, a si que, siendo algo egoísta decide optar por la que más o menos podría beneficiarle a él o, mejor dicho, ser menos venenosa.
—Bien, Tú dirás — Beckett le anima, sonriendo y su corazón, si es que es posible, empieza a latir a más de trescientos por hora. Castle coge aire, y justo cuando se dispone a abrir la boca ni mucho menos su panacea les interrumpe;
—Kate, ¿estás lista?— Josh. Castle suspira frustrado.
—Sí, enseguida voy, Castle, ¿Qué era lo que ibas a decirme?
—Nada...Nada importante—Miente, tratando de forzar una sonrisa que se queda en una simple mueca, claro que es importante, demasiado importante pero siempre tiene esa suerte y le pasa lo mismo, juraría que, si hace un repaso mental de todas las oportunidades que ha tenido con Beckett el 99 o 98 % de las veces no habrían sido interrumpidas por él o por la detective.
—Oh, bueno vale...esto...entonces, ¿Hasta mañana?— La detective le mira a los ojos, ambos se funden en sus miradas casi olvidándose del doctor que aguarda a Kate tomándola por la cintura.
—Hasta mañana —Responde secamente, como si eso fuese a darle alguna esperanza a la noche de que va a volverla a ver al día siguiente pero, ya no hay frase ni convicción que amaine el destrozo o masacre que ocurre en su corazón.
Richard Castle podría decir, y asegurar con certeza que tiene el corazón roto en mil pedazos.
Y recuerda que una vez le preguntaron, ¿Por qué no te rindes?, y el contestó: Porque no es lo que me pide el corazón.
Lo que me pide el corazón, Y este es uno de los momentos en los que su corazón y su cerebro mantienen una de esas disputas entre fingir, la negativa y lo que verdaderamente quiere y necesita.
