¡Hola! Otra vez estoy yo, pero con una nueva pareja. A pesar de que Severus Snape es el personaje con el que más emparejo a Hermione Granger, tengo también una pequeña predilección por Remus Lupin, a quien siempre vi con una rara ternura por ser el hombre lobo, el excluido de la sociedad. Y aunque Tonks no me cae realmente mal, en esta historia sale bastante del personaje creado por Rowling, así que si eso no te gusta, pues no lo leas.


Un regreso indeseado...

Fudge asume nuevamente como Ministro de Magia e influenciado por antiguos conocidos, vuelve a tomar malas decisiones que afectarán a todo el mundo mágico, especialmente a Hermione Granger.

Un hombre lobo trastornado...

Si haberse casado con Tonks había sido un error, casarse con Hermione era una completa locura. Pero alguien tendría que hacerlo y Albus Dumblendore no pudo elegir a otra mejor persona que él.

Un amor no correspondido...

Casarse con el hombre al que amaba no debía resultar tan doloroso, pero lo era cuando el matrimonio fue concretado para salvar su vida y no terminar unida a Lucius Malfoy por una estúpida ley.


Ninguno de los personajes de Harry Potter me pertenece.


CAPÍTULO UNO

Hermione intentó contener sus risas lo más que pudo mientras se llevaba ambas manos al rostro y se lo tapaba, en un intento de evitar que sus amigas vieran lo roja que estaba a causa de la vergüenza. Ginny y Luna, al verla, no pudieron hacer más que comenzar a reír con fuerza, casi estruendosamente, cayendo de espaldas en la cama donde las tres estaban sentadas.

—¡Shh! Chicas, intenten bajar el volumen, sino vamos a despertarlos… —las reprendió sin mucho efecto dado que ella aún no dejaba de reír.

—¡Deberías verte!—exclamó Ginny—¡Estás más roja que un tomate!

Hermione tomó una almohada y golpeó suavemente a su amiga, quién no hizo nada para apartarse.

—Ginny tiene razón, Hermione—comentó Luna—Estás muy ruborizada…

—¿Cómo no estarlo? Ustedes son un par de… de… ¡Desesperadas sexuales!

—¿Desesperadas?—preguntó ofendida Luna—Yo no estoy desesperada. Neville me complace perfectamente.

Las mejillas de Hermione se volvieron más rojas aún y eso era algo que todas creían imposibles.

—¡Basta! No quiero oírlo. Neville y Harry son mis amigos. No deseo saber sus proezas en la cama. Quiero poder verlos a la cara el resto de mi vida.

—Hermione, tienes que relajarte. Sólo bromeaba. ¿Realmente crees que sería capaz de pedirle a Harry que intentara hacer algunas de las posiciones extrañas de ese libro que me prestaste?—preguntó Ginny.

—¡Yo no te lo presté! Ya te dije que ese libro no es mío.

—¿Entonces de quién?—quiso saber—¿Ron? No lo creo, mi hermano ni siquiera con esa clase de libros puede lograr que una chica se le acerque. ¿Harry? Lo digo, él es mi novio, pero nosotras sabemos muy bien que la lectura no es su fuerte.

—Podría ser de Sirius—comentó—Esta casa le pertenecía y el libro estaba en la biblioteca. Lo habré sacado junto con otros sin darme cuenta. Recién lo vi en el momento en que me lo mostraste.

—Tal vez es de Remus—comentó Luna.

Ginny y Hermione la miraron con cierta duda. Ésta última haciendo un gran esfuerzo para no parecer demasiado alterada.

—A él le gusta leer—explicó como si aquello fuera de suma importancia—Y no hay que olvidar que él antes fue un merodeador. Tal vez incluso fue alguna clase de obsequio del padre de Harry o de Sirius.

—O se lo compró él—intervino la pelirroja, de repente.

—¡Ginny!—exclamó Hermione—Realmente me cuesta creer que una persona como Remus tenga un libro como ese.

Su amiga rodó los ojos.

—¿Qué piensas? ¿Qué aún es virgen? Si es así, no sé de dónde sacó a Ted.

—Sabes muy bien que no quise decir eso—indicó molesta—Sé que Remus se tuvo que acostar con Tonks para que Ted naciera. A lo que me refiero es que él parece ser una persona seria y responsable. ¿Por qué querría un libro como ese?

—Porque quiere volver a empezar con su vida y encontrar una mujer ahora que todo mejoró. No tiene más problemas con Tonks desde el divorcio, la guerra terminó y desde que salió esa ley de protección a los licántropos ya pudo conseguir trabajo. También me ha comentado Harry que él le ha contado que piensa mudarse… Tener algo más de privacidad, ya sabes…

—¿En serio?—inquirió Hermione abatida—¿Se piensa ir?

—Creo que ya tiene el dinero necesario y sólo le queda encontrar la casa adecuada a la que mudarse—contestó sin prestar demasiada atención.

Luna, por su parte, sólo la miró con los ojos fijamente por unos momentos, poniéndola verdaderamente incómoda, hasta que los abrió inmensamente dejando a la vista esos inmensos iris grises.

—¡Estás enamorada de él!

—¿¡Qué?!—saltó Ginny viendo a Hermione con estupefacción.

—¡N…no!

—¡Acabas de tartamudear! ¡No puedo creerlo! ¡Estás enamorada de Remus!—gritaba cada vez más fuerte Ginny.

—¡Shhh! Habla más despacio. Recuerda que los demás están durmiendo.

Su amiga pelirroja hizo un gesto para restarle importancia.

—Harry duerme como un tronco, al igual que Ronald. Y Remus seguro está en la planta de abajo hablando con Albus. El anciano se queda hasta muy tarde cada vez que viene a cenar. Nadie nos escuchará…

—Pero eso no quiere decir…

—No. No lo hagas, Hermione, no cambies de tema. Ahora, explícame cómo es que estás enamorada de Lupin.

—Yo jamás dije eso.

—¿Entonces por qué pareces tan triste ante la idea de que él se vaya de la casa?—preguntó Luna.

Hermione quiso mirar hacia otro lado pero pensó que eso no haría más de delatarla así que se obligó a mantener la vista al frente.

—No es que esté… triste… Es sólo que… yo… voy a extrañar a Teddy. Él siempre pasaba conmigo los días que se quedaba con Remus. Es un niño muy adorable.

—Al igual que su padre, ¿no?—preguntó Ginny con una sonrisa pícara.

Hermione gruñó, molesta consigo misma por ser tan idiota.

—Sí, puede ser que Remus me parezca alguien adorable—comenzó en un nuevo intento de desmentir la idea de sus amigas—Y… puede que sea atractivo—se ruborizó— más aún cuando va a la biblioteca por la noche, después darse un baño, y su cabello queda aún húmedo y algunas pequeñas gotitas de agua quedan en él—sonrió mientras recordaba, ajena a que sus amigas la miraban fijamente—Y se las aparta con la mano, distraído, para que no caigan sobre las hojas del libro que lee… O cuando sonríe y dos pequeñas arruguitas se forman a los costados de sus ojos…—se mordió el labio conteniendo un suspiro—Es un hombre muy inteligente y es adorable cuando se ruboriza. Como aquella vez que sin querer rozó mi cintura al alzar a Ted que se había quedado dormido en mis brazos…

Bajó la mirada al suelo y cerró los ojos unos segundos. Cuando los volvió a abrir y alzó la vista, se dio cuenta, horrorizada, de lo que acababa de hacer.

—P…pero eso… eso no quiere decir que…que yo sienta algo por él—tartamudeó.

—¿Ah, no?—rió Ginny.

—No.

—Hermione, no tiene más sentido que lo niegues—indicó Luna—Lo que acabas de decir es suficiente para dejarnos en claro que estás enamorada de él.

Ella sintió deseos de golpearse a sí misma. ¡Detestaba aquellos sentimientos que ya por dos años llevaba ocultando! Dos condenados años que habían sido su placer y su agonía al mismo tiempo. Desde que había ido a vivir allí a pedido de Harry, en el antiguo cuartel general de la orden, ella había tenido la oportunidad asombrosa de conocer un poco más a su antiguo profesor, descubriendo en él un hombre gentil y bondadoso del cual le costó muy poco enamorarse.

Incluso, creía que lo conocía más que nadie. Lo había visto pasar por varias etapas este tiempo: su desesperación por ser quién era, un hombre lobo, la tristeza por la pérdida de Sirius en su quinto, su intento de conseguir algo "normal" con Tonks, la felicidad el nacimiento de su hijo, la ferocidad de la guerra, la rabia al saber que su esposa iba poco a poco separándose de él hasta perderla por completo, la agonía de los días en que cientos de papeles del divorcio lo trastornaban, las noches de insomnio y, finalmente, la ridícula y casi irracional paz de los últimos tiempos en que sólo parecía querer disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

No es que hablaran mucho, ni mucho menos eran amigos confidentes. Las palabras que intercambiaban usualmente eran de cordialidad, dejándose llevar, muy de vez en cuando, en conversaciones sobre diversos temas interesantes. Muchas noches coincidieron en la biblioteca pero él sólo le daba una sonrisa antes de colocarse en su sitio favorito a leer en silencio. Y ella jamás había tenido el valor de interrumpirlo, temerosa de que le molestase si intentaba empezar una conversación. Era ridículo, lo sabía, Remus jamás la reprendería por querer hablar con él. Tal vez, la razón por la que nunca había intentado acercársele de más, era porque, sencillamente, Remus jamás había demostrado ningún interés en ella y la idea que descubriera que estaba interesada de una manera mucho más íntima en él, la aterraba. Lo sabía, no sólo se sentiría rechazada sino que también la vergüenza no le permitiría hablarle nunca más.

Pero allí estaba, sintiendo como su corazón dejaba de latir al saber que su secreto había sido descubierto.

— No es tan malo—dijo Luna al ver su expresión de tristeza—Creo que harían una bonita pareja.

—No, Luna, él jamás se fijó en Hermione de esa manera—dijo Ginny.

Y por más que ella siempre supo que aquello era verdad, oído de la boca de una de sus amigas se sentía como una estaca en su corazón.

—Eso ya lo sé—comentó Luna haciendo que la agonía de Hermione sólo aumentara—Pero eso no quita que podamos hacerle cambiar de opinión.

—¡Esa es una excelente idea!—exclamó Ginny.

Hermione las miró a ambas con estupefacción.

—No sé qué estén pensando pero ya mismo les digo que no.

—¿Por qué no? ¿A caso no quieres ver si tienes una posibilidad de estar con él?

—Sé que no la tengo, Ginny.

—Tal vez ahora no, pero es porque aún te ve como a la alumna de trece años que tuvo y no a la mujer de veintitrés que eres. Tienes que demostrárselo y estoy segura que no te rechazará.

—¡¿Y qué se supone que debo hacer?!—gritó con evidente molestia. Ginny comenzó a hacerle muecas con la cara pero ella no le hizo caso—¡Pararme desnuda delante de él para hacerle ver que estoy dispuesta a…!

—¿Hermione? ¿De qué estás hablando?

Al oír aquella voz que tan bien conocía empalideció y enrojeció casi al mismo instante. Giró muy lentamente la cabeza hacia la puerta que estaba abierta, y allí vio a Remus que la contemplaba con curiosidad y cierta molestia.

—Hermione, espero que no sea lo que yo estoy pensando—dijo mientras daba unos pasos al interior de la habitación y negaba suavemente con la cabeza—Si te interesa un chico no tienes que entregarte a él libremente, porque si no, lo único que hará, es pensar en tomarte para diversión y no en serio como debería serlo con una joven como tú.

Hermione boqueó como un pez sin saber qué decir.

—¿Pero si él no la ve como una verdadera mujer?—intervino Ginny en su auxilio.

Remus frunció el ceño.

—Cualquiera podría ver a Hermione como una chica—dijo un tanto confuso.

—Sí, pero…—continuó diciendo su amiga—¿Qué sucede si él la ve como una chica, casi una niña? No me refiero por ser infantil—añadió rápidamente al ver que Remus estaba por replicar—Si no como una… mujer… en todo el sentido de la palabra.

Hermione en ese instante quiso colocar sus manos alrededor del casi blanco cuello de su amiga y… apretar y apretar…

—¿Quieres decir… sexualmente?—preguntó notablemente incómodo.

—Sí—dijo Ginny, asintiendo.

—¡No!—exclamó Hermione, recuperando el habla. Se volteó a Remus—Esta conversación nunca debió llevarse a cabo. Lo siento.

—No debes disculparte—indicó él un poco más relajado, otorgándole una pequeña sonrisa casi de alivio—Me preocupo por ti, Hermione, por todas ustedes—añadió mirando a las otras dos chicas—Fueron mis alumnas pero ahora los veo mucho más seguido que antes, en clases, y las quiero como si fueran mis hijas. No permitiré que cometan una idiotez, mucho menos por un muchacho que no vale la pena…—les sonrió— Así que cuando quieran conversar, ya saben dónde encontrarme.

Todas asintieron y a los pocos momentos estaban de nuevo solas en la habitación.

—Esto será mucho más difícil de lo que pensaba—comentó Ginny—¡Nos cree sus hijas!

—Exacto—dijo Hermione comiéndose la tristeza que la invadía—Así que no hay nada que podamos hacer.

—¿Cómo que nada?—inquirió Luna—Hay mucho que hacer. Prepárate, Hermione, porque dentro de unos años serás la nueva señora Lupin.

Y lo había dicho con tal convicción que Hermione sintió miedo. Sin embargo, no era completamente consciente que las palabras de su amiga se harían realidad mucho más rápidamente de lo que cualquiera podría esperar.

Remus escuchó como el pico de la lechuza que todas las mañanas le llevaba el periódico tocaba incansablemente el vidrio en un intento de llamar su atención y hacerle levantar de la cama. Pero era demasiado temprano aún. O al menos eso decía el reloj que tenía al lado de su cama, en su mesita de noche: las seis de la mañana. ¿Desde cuándo El Profeta entregaba sus ejemplares a tales horas?

Se estiró con pereza y se sentó en el borde de su cama, colocando sus pies en el frío suelo. Un estremecimiento lo recorrió pero no prestó demasiada atención. Se levantó y se encaminó hacia la ventana para abrirla. Pero se sorprendió al descubrir que no se trataba del periódico sino de una carta. Desató el sobre de la pata del animal y éste, sin perder el tiempo, se lanzó al aire para volar de regreso. Remus cerró la ventana mientras leía con prolijas letras rojas el nombre del destinatario.

Albus Dumbledore

—¿Qué querrá ahora?—se preguntó con curiosidad ya que la noche anterior había hablado con el director y no le había mencionado ningún asunto de suma importancia.

Lo abrió y sacó un pequeño pergamino cuidadosamente doblado a la mitad.

Remus:

Lamento mucho haberte despertado a estas horas pero me era imposible esperar ya que me es de suma urgencia contactarme contigo. Ven a mi oficina lo más rápido posible.

Saludos cordiales,

Albus Dumbledore.

P.D: El limón es riquísimo, pero los caramelos más.

Ese toque de humor que ponía al final de la cara para darle a entender cuál era la contraseña (como si él no la supiera) rivalizaba absurdamente con la seriedad y la urgencia del resto. Se vistió con prisa sin prestar demasiada atención a la ropa que buscaba y tras salir de la casa se apareció fuera de los terrenos del castillo. Le sorprendió ver que en las rejas de entrada se encontraba el inconfundible Albus esperándolo.

Se acercó a él con prisa.

—¿Albus? Pensé que te encontraría en tu despacho. ¿Por qué, si no, me has dado la contraseña?

—Estoy esperando a alguien más, Remus. Adelántate tú, por favor, que en unos segundos estaré contigo.

—¿Quieres que me quede?

—No, no es necesario—dijo otorgándole una sonrisa.

A Remus no le hizo falta ser un adivino para comprender que aquella expresión no llegaba a sus ojos. Era una sonrisa cordial pero fría y distante. Casi podía palparse la preocupación que lo invadía.

—Albus… ¿Está todo bien? ¿Qué es lo que sucedió?

—Me temo que este no es el lugar indicado para hablar, Remus. Será mejor que entres a mi despacho y me esperes allí. Pero no, no está todo bien. Me temo que…

—¡Profesor Dumbledore!—dijo una voz masculina a su lado con jovialidad.

Remus giró el rostro para comprobar la sonrisa bobalicona de Fudge.

—¡Ah, señor Lupin! Qué bien que lo encuentro aquí. ¿También se va a unir a nuestra celebración?—preguntó con una alegría que parecía nublarle la vista y así impedir ver que los dos hombres que tenía en frente no estaban precisamente felices.

—¿Celebración?—.inquirió confuso Remus—¿De qué habla?

—¿No le has dado la buena nueva, Albus?—inquirió el hombre viendo al director como si fuera un chiquillo que había cometido una travesura—¡No tiene importancia, yo se lo diré! ¡Soy el nuevo Ministro de Magia… de nuevo!

Remus tardó más de lo usual en superar el asombro inicial después de semejante noticia. No podía creer que hubiera tantos ineptos en el Ministerio que pudieran creer que aquel imbécil podía volver a ser Ministro y que pudiera, especialmente, gobernar con eficacia. Mucho menos aún cuando se trataba de una sociedad que, a pesar del tiempo pasado, aún estaba recomponiéndose de la cruenta guerra que había padecido.

—Has quedado sin habla, ¿eh?—inquirió Fudge sin borrar su sonrisa—Sí, usualmente causa ese efecto en las personas las noticias sumamente buenas. Fue todo tan sorpresivo que aún a mí me cuesta creerlo. Pero no quiero perder tiempo y por eso me he puesto inmediatamente en contacto con mi amigo Albus para pedirle algunos consejos sobre unas ideas que tengo rondando en mi cabeza. Todos sabemos que la comunidad mágica necesita nuevas leyes para ayudarnos a superar la… el incidente.

Remus estaba completamente seguro que "incidente" no era la palabra apropiada para describir la ferocidad de la guerra que había acontecido donde cientos de personas perecieron y por las cuales aún se derramaban lágrimas.

—Será mejor que entremos—dijo Albus con tono resignado— Definitivamente tengo consejos que darte, Fudge.