Hermione siempre supo que Harry logaría escapar de los suburbios londinenses y que encontraría aquello que tanto había buscado a lo largo de sus años como estudiante de teatro, incluso cuando ni siquiera él mismo era capaz de ver el inmenso talento que guardaba dentro de sí. Y, de todos modos, no se merecía menos, ¡claro que no! De entre todas las personas que conocía, Harry Potter era la que más merecía el éxito, el reconocimiento, y, por sobre todo, la felicidad. Y no importaba cuántas veces él le hubiese dicho que ella también lo merecía, que ambos debían ser felices –felices juntos, solía decir-… él era quien merecía todo y tal vez más (y ella también, pero siempre se excluyó a sí misma de su propio universo). Por eso, cuando aterrizó en suelos americanos, llegó a Nueva York y atravesó Time Square, no le sorprendió tanto como creyó ver en letras grandes y brillantes el nombre 'Harry Potter' como protagonista masculino de una de las obras más exitosas de Broadway de los últimos tiempos. Estaba destinado al éxito, era así de simple. Ella, por su parte, se abría camino en el mundo de la música a pasitos de bebé, puesto que no le interesaba ser una cantante famosa que llenase estadios con fanáticos –y realmente le habían ofrecido un par de contratos para serlo-, sino más bien una compositora y productora reconocida en la industria con quien todos quisieran trabajar, motivo por el que, dicho sea de paso, había decidido mudarse a Nueva York. Así que ahí estaba, en medio de Time Square, admirando el nombre de quien había sido su mejor amigo hasta hacía poco más de dos años, cuando él había marchado a Norte América y se había olvidado de todos esos ingleses que habían estado con él en las buenas y en las malas, y preguntándose si acaso era prudente acudir a alguna de las presentaciones que aparecían en el enorme cartel del teatro frente a ella. Quizás no dolería tanto verlo después de todo ese tiempo. Quizás, si tenía suerte suficiente –aunque no estaba segura de si era eso lo que quería realmente- jamás encontraría entradas disponibles para ver el espectáculo y podría quedarse en la comodidad de su apartamento viendo Gone with the wind sin tener que recordar la voz de Harry cantando de esa manera tan suya, y sus ojos esmeralda observando intensamente a su co-estrella, tal como en ese momento imaginaba al examinar detenidamente el afiche promocional.
Sacudió la cabeza con brusquedad y continuó caminando por la Quinta Avenida, convencida de que si sus pies seguían caminando sin un destino fijo todo lo que había pensado al ver ese nombre en letras gigantes se esfumaría de su mente y podría continuar con la vida medianamente apacible que pretendía llevar en la Gran Manzana. Las calles de NYC no se parecían en absoluto a las de Londres. En Londres siempre estaba nublado, la arquitectura colonial asomaba a cada esquina y los buses de dos pisos relucían de escarlata entre las multitudes; allí, sin embargo, hacía un calor de los mil demonios, la tecnología se apoderaba de cada uno de los edificios y los taxis amarillos formaban un mar infinito que se fundía y perdía con el pavimento de la Quinta Avenida. Hermione no pudo evitar sentirse como una especie de pueblerina cuando la multitud la arrastró a cruzar con el semáforo en rojo, llevándola de un lado a otro de la calle cuando su intención ni siquiera era cruzar. Se refugió en una cafetería de aspecto victoriano –sorprendiéndose por su decoración-, y se dejó caer en el asiento más cercano al tiempo que sacaba del bolso los cigarrillos que se había traído desde Inglaterra; pidió al mesero un café de vainilla y no pudo sentirse más que agradecida cuando éste, con una sonrisa sugerente que prefirió ignorar, puso frente a ella un vaso de agua fría para pasar el rato de la espera de su pedido. Quizás las cosas no serían tan malas como ella suponía.
En la televisión del local transmitían un programa de celebridades que alguna vez había visto, pero no le prestó atención hasta que un nombre que le resultó tremendamente familiar apareció en los titulares: "Ginny Weasley se casó este fin de semana con estrella de Broadway". Perpleja, con el vaso en una mano y el cigarrillo en otra, se acercó al televisor medio deseando que 'aquel' nombre no saliera de la boca de la conductora, y que no fuera él quien aparecía en la foto junto a la pelirroja, vistiendo traje de gala y charlando con un par de reporteros.
-La bailarina británica y actual jurado de "So you think you can dance?", hasta la semana pasada prometida con el actual protagonista de El fantasma de la ópera, Harry Potter, quien por cierto se encuentra preparando un musical de su propia producción, dio el sí este sábado en una ceremonia privada en su residencia de los Hamptons. La actual señora Potter declaró estar profundamente enamorada y que, por supuesto, espera formar una familia algún día. ¡Felicidades a la radiante pareja de parte de todo nuestro equipo! En otras noticias…
-Señorita, ¿se encuentra bien?
Hermione miró confundida al camarero a su lado, asintió y volvió a su mesa, dando una calada a su cigarrillo mientras dejaba en su sitio el vaso de agua. Conocía a Ginny Weasley, claro que sí. Su hermano Ronald había sido uno de sus mejores amigos y había estudiado danza en la misma universidad donde había conocido a Harry y a él, pero pertenecía a la generación inmediatamente posterior. Al igual que el moreno, Ginny había emigrado a Norte América al graduarse y –al parecer- le había ido magistralmente bien. La pelirroja siempre había admirado a Harry, pero él había estado demasiado ocupado con los estudios durante esos cinco años como para prestarle atención a algo que no fuera su carrera, aunque, claro, en más de una ocasión había dicho que ella era una de las chicas más bonitas de la facultad, pero hasta ese momento Hermione nunca supo si lo decía en serio o lo hacía para fastidiar a Ron.
-Su café –escuchó la voz lejana del mesero mientras observaba la taza del café encima de la mesa.
Ya no quería tomar nada. De alguna manera, esa parte de adolescente enamorada e ilusa aún parecía creer que al llegar a Nueva York Harry estaría solo, casi esperándola, listo para recomenzar eso que había quedado tremendamente inconcluso dos años atrás, una semana antes de la graduación. Pero estaba claro que Harry había hecho su vida, que había conseguido todo lo que siempre había querido y que ella, con su bajo perfil, su afán por centrarse en la parte underground de la industria musical y sus canciones folk de crítica social, ya no encajaba en su mundo. Ahora, quien había sido su mejor amigo y había estado con ella en todo momento, era un actor famoso que interpretaba al Fantasma en una de las obras más exitosas de Broadway, mientras que ella, la eterna mejor amiga de, aún esperaba su gran oportunidad. No es que se lamentara de su situación, pero el enterarse de que Harry había acabado casándose con una 'celebridad' y que, de hecho, de cierta forma él mismo era una, era como ser aplastada por una enorme bola de nieve.
Cuando llegó a su apartamento se recostó en la cama, exhausta. Quería desconectarse, dormir, irse muy lejos de todo, y la única manera de hacerlo era entregándose a los sueños. Sin embargo, sus planes se vieron frustrados cuando su teléfono móvil sonó y escuchó al otro lado de la línea la voz del productor que le había recomendado mudarse a Nueva York.
-Tengo la mejor noticia del mundo.
-Dímelo de una vez, Tyler. He tenido un pésimo día y necesito dormir…
-No querrás dormir después de esto –dijo el hombre, emocionado-. Escucha bien. Hoy tuve que ir al teatro y me enteré de que los creadores de un musical nuevo están buscando algún productor musical fresco, con ideas innovadoras, que ayude con la composición, y yo les di tu nombre. Hermione, en serio, ese musical nuevo tiene tu nombre escrito encima, me sorprende que no hayas escrito un guión así ya…
-¿Estás diciendo que acabas de conseguirme un trabajo?
-Bueno, mañana tienes programada una reunión con el director y el productor… quizás los conoces, son reconocidos en el rubro…
-¡Dios mío! –exclamó Hermione, poniéndose de pie de un salto mientras daba brincos alrededor de su cama- ¡Dios mío, Tyler! ¡Eres el mejor! ¿Dónde, a qué hora…?
-Mañana, en el teatro que visitamos el año pasado, ¿recuerdas? A las cuatro en punto. Lleva lo último que produjiste, y si es posible lleva ese cuaderno viejo donde escribes esas canciones tipo Bob Dylan.
Hermione sonrió ante el comentario ácido y pensó en responderle de misma manera, pero estaba demasiado ocupada sintiéndose eufórica por la noticia que Tyler le había dado. Tal vez no había tenido el mejor día, tal vez Harry se había casado con Ginny Weasley y no tendría su encuentro tan esperado –y definitivamente no compraría entradas para su obra en Broadway-; quizás su apartamento no era tan maravilloso como había visto en la fotografía del anuncio, y quizás, por lo que había visto en cuanto a precios, el dinero que había ahorrado el año anterior no alcanzaría para vivir durante tanto tiempo allí, pero Tyler acababa de decirle que probablemente tendría su primer trabajo como productora musical seria, hecha y derecha, y esa noticia era capaz de opacar a todas las demás. Hermione Granger tendría su gran debut y nadie lo podría arruinar.
