Bueno este es mi primer fanfic, no estoy acostumbrada a escribir algo así, de hecho tengo casi dos años de que no escribo, pero espero que les guste!
Prólogo
Aquella noche no podía pensar en algo más que el terrible dolor de estómago que tenía, la joven se encontraba hecha un ovillo en su cama, con sus manos apretando su delgado abdomen.
- Kari, ¿te encuentras bien?.- preguntó Susumu, su madre, se encontraba de pie frente al cuarto de su hija.
- Sí, estoy bien.- respondió ella sin mucho convencimiento.
- Mmm de acuerdo, estaré en mi cuarto.- dijo.
Ella la escuchó alejarse; con mucho esfuerzo se levantó de la cama y entró al baño, que se encontraba dentro de su habitación, se inclinó en el inodoro y vomitó. Se levantó para enjugarse la boca y lavarse el rostro, se miró por un momento en el espejo, se encontraba pálida, tenía los ojos rojos y aún sentía la acidez en su garganta. Un sentimiento de culpa, de desprecio e incluso de asco se apoderó de ella, se veía terrible y se sentía peor. Regresó a su cama y volvió a acomodarse en la posición anterior, comenzó a llorar mientras recordaba cómo había comenzado todo...
Verano de 2003
Era, sin duda alguna, un verano más caluroso que en años anteriores, las carreteras estaban abarrotadas de personas que acaloradamente esperaban con ansia llegar a su destino.
- Hemos llegado.- dijo el señor Yuuko Yagami, aparcando la camioneta, que la compañía para la que trabajaba le había provisto, cuidadosamente.
- ¡Es enorme!- comentó Kari, su hija, asombrada. Se bajó rápidamente tomando consigo su mochila.
- Sin duda alguna uno de los mejores hoteles por aquí, o al menos eso me dijeron.- dijo su padre.
- ¿Mamá, puedo ir a dar una vuelta?- preguntó Tai, tomando su mochila y una maleta de la cajuela.
- Primero ayuda a bajar las maletas y a que nos instalemos en la habitación; luego puedes ir ver lo que quieras.- dijo en un dulce tono de voz su madre.
El moreno obedeció sin poner objeción, sacaron todo de la camioneta, en la entrada del hotel, un empleado los recibió, trayendo un carrito para que desplazaran en él las maletas.
- Se lo agradezco.- comentó el señor Yagami.
- Estamos para servirles, espero que su estancia en el Best western sea de su agrado.- dijo amablemente el joven, dándose media vuelta se alejó.
La familia Yagami se acercó a la recepción y tras confirmar el registro ahí, lo que les tomó menos de 10 minutos, fueron conducidos por otro joven hacia su habitación. Era amplia, contaba con tres camas, una matrimonial y una litera, había un pequeño sillón, una mesa con cuatro sillas y una pequeña nevera, sin olvidar mencionar que tenía un amplio cuarto de baño.
- Tai, tú dormirás arriba de la litera.- dijo Susumu.- Kari, tú vas abajo, querida. Los jóvenes se dispusieron a dejar su equipaje en sus respectivas camas.
- El mar está precioso.- comentó el señor Yagami, quien se encontraba en el balcón. Kari y Tai se acercaron.
- ¿Puedo ir?- preguntó el joven moreno, algo impaciente.- ¡Por favor!
- Claro, ponte tu traje de baño, tú también cariño.- dijo Yuuko sonriendo a su pequeña princesa.
Luego de unos 20 minutos ya se encontraban metidos en el precioso océano, no había muchas olas, la arena era casi blanca y muy suave. La pareja Yagami se encontraba sentada en la playa mientras veían a sus hijos divertirse. Yuuko había sido premiado en su trabajo por ser reconocido como el empleado del mes tres veces consecutivas, esto debido a su facilidad de venta en el campo de bienes raíces, como premio la compañía de bienes raíces le había regalado un viaje con todo pagado a Miami Florida, para él y su familia, la estancia sería de una semana.
Cerca de media hora estuvieron mojándose y divirtiéndose cuando la señora Susumu los llamó para ir a comer, ambos chicos se envolvieron en sus toallas y caminaron rumbo al hotel. El restaurant estaba precioso, había una barra para buffet, del techo colgaban lámparas en forma de araña, había pinturas abstractas en las paredes, todo el lugar estaba colorido y la música de fondo era de los años 80. La familia Yagami se sentó cerca de la barra de menú, en una mesa para cuatro.
- Bueno chicos, vayan pero sirvanse sólo lo que van a comer.- dijo Susumu.- Ve con ellos cariño, yo cuido la mesa.- dijo ella brindándole a su esposo una cálida sonrisa. Los tres se fueron, Tai tomó un plato y comenzó a servirse pasta, mientras que Kari se servía verduras y pizza.
- ¿Ya viste? Es una vergüenza.- le susurró una niña rubia, que se encontraba en frente de Kari, a una castaña, ambas rieron mientras veían a Kari.
- Lo sé, ¿cómo puede vestirse así?.- comentó la castaña con algo de preocupación. Kari volteó a donde ellas y sonrió.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó la rubia a Kari, quien se acercó a ellas, con el plato en las manos.
- Kari.- dijo despreocupadamente.
- ¿Vas a comer todo eso?- preguntó la castaña apuntando al plato de Kari, en éste había brocoli, lechuga, tomate, spaguetti blanco, tres rebanadas de pizza con peperoni, dos piezas de pollo y una rebanada de pastel de chocolate.
- Sí, ¿por qué?
- ¿No te da vergüenza? ¿Andar en un lugar público vestida así y que te vean comer todo eso?- preguntó la rubia. Kari llevaba un short color crema, unas sandalias y una blusa de tirantes celeste, que le quedaba algo apretada.
- Pues no en realidad, ¿debería darme?- preguntó sin entender. La castaña dio un largo suspiro y finalmente dijo.
- Kari, deberías verte en un espejo, estaś gorda y te ves mal, ¿de qué planeta se supone que eres? Las niñas de nuestra edad debemos estar delgadas, si comes todo eso poco te faltará para bajar rodando las escaleras.- La rubia rió ante tal comentario, Kari sintió de pronto mucha pena y al mismo tiempo mucho enojo, ¿quién se creía ella que era para decirle semejante cosa? Los ojos se le pusieron rojos.
- ¿Disculpa? ¿A ti qué te importa cómo me vea o qué hago?.- dijo Kari con la voz algo ronca, las miró con coraje y se alejó dirigiéndose a la mesa, las chicas rieron en voz alta.
- Si sigues así, cerdita, nadie te va a querer.- gritó la rubia riendo, Kari se limitó a seguir caminando pese que había escuchado aquél comentario.
- ¿Pasa algo, cariño?- preguntó su madre al verla enojada y llorando.
- No, nada.- dijo ella respirando profundamente y comenzó a comer, sintiendo cómo en cada vocado que probaba la vergüenza disminuía y el coraje se iba.
Tras haber comido todos, regresaron a su habitación.
- Vayamos a dar un paseo.- dijo el señor Yuuko.- Sirve que bajamos los alimentos.- rió.
- Podemos ir al acuario.- dijo Tai. La señora Susumu tomó su bolso y salieron de la habitación, todos excepto Kari.
- ¿Vienes, cariño?- preguntó su madre.
- En un momento, los alcanzo en el lobbie.- dijo Kari y se metió al baño cerrando con llave la puerta. Su familia salió de la habitación.
¿Gorda? Se miró en el espejo y comenzó a sollozar, ¿acaso ellas habían dicho que estaba gorda? Miró cómo el short le apretaba y la blusa también, haciendo que se saltara un poco la barriga, con apenas 14 años de edad, Kari pesaba 63 kilos, nunca se había sentido mal por ello y sus padres no le decían nada al respecto. Se miró y se sintió terrible, por primera vez sintió ganas de golpearse.
- ¡Ridícula, estúpida, fea!- se gritó frente al espejo, tenía el rostro rojo y las lágrimas no cesaban de salir. De reojo vio al inodoro y sin pensarlo dos veces fue allí y se inclinó en éste, No iba a permitir que algo tan insignificante como la comida arruinara su vida, la aparatara del mundo, la hiciera sentirse desdichada, marginada… se dejó caer de rodillas y puso las manos sobre la tapa, al mismo tiempo que inclinaba la cabeza, armándose de valor. Finalmente, introdujo dos dedos en su boca y los llevó lo más profundo que pudo, hasta que empezó a sentir las arcadas. Vomitó todo lo que había comido y quizás más. Vomitó hasta que sintió que el dolor se purgaba, la abandonaba. Vomitó acercándose, inconscientemente, al principio de su autodestrucción.
