A Myrtle nadie la entiende. Y no cree que realmente alguien quiera hacerlo, es que todos parecen pasar de ella. Era así cuando estaba viva y seguía así ahora que era un fantasma. Nunca tuvo amigos, a pesar de que trató de caerle bien a todo el mundo, la gente parecía verla más como un objeto de burla. Algún payaso de circo del cual reírse. Myrtle recuerda muy bien el día en que llegó su carta de Hogwarts., porque fue el día más feliz de su vida. Porque sus padres la abrazaron cariñosamente, felicitándola, sorprendidos, si, pero orgullosos.
Sabe que eso quedó en el pasado, sabe que sus padres ya no están. Jamás supo, ni sabrá como se sintieron ellos al saber de su muerte. Le gusta imaginar que quedaron devastados, porque la amaban, eran los únicos que lo hacían, y eso le da fuerzas para soportar los días de martirio, interminables, que durarán toda la eternidad, porque los fantasmas no pueden morir.
Pasa sus días llorando, hace el tiempo más corto, cuando la angustia es grande, todo pasa desapercibido. Nadie se acerca a su baño, nadie viene jamás a visitarla. Harry Potter lo hizo una vez. Y prometió que volvería. Pero no lo hizo. Pero ella todavía está esperando, porque le gusta creer, y le gusta tener fe.
Hace tiempo que ha quedado sola. Ni los murmullos de los alumnos se oyen por los pasillos, ni las risas. No hay más canciones que el viejo sombrero pueda cantar, tampoco quedan recuerdos, porque todo se lo llevo el tiempo, así como el viento barrió las ruinas de Hogwarts. Porque han pasado doscientos años y ella sigue esperando, y sigue llorando, su existencia, su vida, su muerte. Porque sabe que si no lo hace, nadie lo hará por ella.
Bueno, esta es la primer historia de Harry Potter que escribo. Disculpen si me ha salido con OoC y Myrtle no parece Myrtle.
Espero que os haya gustado.
Criticas (destructivas o constructivas) son bienvenidas.
Little Red
