Adagio en el corazón
Ocho años antes
-¿Cuándo aprenderás que la música no se trata solamente de leer partituras y tocarlas?
La jovencita sentada tras el piano aprieta los dedos y sus manos se tornan rojas. El muchacho que está parado a su lado continúa reprendiéndola.
–No puedes tocar por tocar, tienes que sentir, si no sientes la música, entonces será mejor que te levantes de esa banqueta y vayas a ocupar tu tiempo en otra cosa.
A la niña se le llenan los ojos de lágrimas, más que por la vergüenza, por la rabia que está sintiendo de que sea precisamente él quien le diga todo eso.
-No te metas en lo que nadie te ha llamado, idiota. –Responde con toda la intención de molestar a su interlocutor.
-Deberías darte cuenta que tienes talento, pero de nada te sirve tener el talento si no tienes el genio, y el genio debe tener sentimientos en lo que hace. Realmente no me muestras nada con esa música, solo la estás matando.
Eso último la ha lastimado. Se levanta de la banqueta, tirando con la mano las partituras, que salen volando por la habitación. Toma sus cosas, y sale de ahí para correr a la casa del frente. El muchacho, tras verla entrar a la casa, se agacha a recoger las partituras y ponerlas en el folder.
No se imaginaba que esa actitud iba a cambiar las cosas desde ese momento.
Tres años después
Sentada en los columpios, mirando el cielo tan estrellado de esa noche, una adolescente aguarda a que sus padres regresen de un concierto de música al que han ido y al que ella se ha negado a acompañarlos alegando las tareas de la escuela. No ha querido ni llamar a su amiga, porque sabe que ella se encuentra en ese momento en la presentación. No está para preguntarse siquiera qué le ha estado pasando en los últimos meses, pero le gustaría poder conversar con alguien, que le dijeran el porqué de esa pesadumbre que lleva consigo a todas partes y a la que no le encuentra ninguna razón.
No es de llorar, detesta hacerlo, pero ahora, hasta la mosca que vuela, le arranca lágrimas.
¿Por qué?
Se siente tan vulnerable y más ahora, cuando está próxima a cumplir sus dieciséis años. Sus amigas le dicen que son las hormonas que van cambiando, pero para ella, eso es una explicación estúpida. ¡Hormonas! Lo que pasa en realidad es que está hecha toda una idiota, porque seguramente las cosas no le salen como quiere, y aunque sus notas son buenas en la escuela, no se siente satisfecha con ella misma.
Si ella tiene un cerebro, ¿por qué conformarse con tan poco?
No, y aparte nada la satisface, nada la llena como antes, y solo cuando escucha la música que él toca, es que se logra sentir mejor. Si bien muchas cosas no son como antes, aún sigue acercándose a él y sabe que nunca la dejará sola cuando ella necesite algo, es como un acuerdo común entre ellos...
Sentada así, con los ojos cerrados, una mano toca la suya en el columpio. Sin necesidad de abrirlos sabe quién es la persona que se ha situado a su lado.
-¿Qué haces aquí, Robert? ¿No deberías estar en tu presentación?
Si el joven se sorprende ante la sagacidad de la chica, que adivina su presencia sin abrir los ojos, no da ninguna muestra de ello y simplemente responde a su pregunta.
-Ya terminé, pero escapé porque hasta que no terminen los demás, pues, me iba a aburrir, y como no te vi…
Ella abre los ojos ahora. Tiene una pregunta que hacer y quiere ver el rostro de él cuando la formule, quiere mirarle a los ojos cuando lo haga.
-¿Fue ella?
-Sí, claro, no iba a faltar, no como otra personita que tengo delante de mí.-a pesar del tono de reproche, le sonríe.
-Yo no soy indispensable. –La muchacha se pone de pie y camina con un andar lento hasta la puerta de la casa. Pero el joven la toma de la mano y la observa de un modo extraño. -¿Qué?
-No digas eso nunca más.
-Yo sé que lo soy, no necesitas tenerme en esa presentación cuando tienes a las personas que de verdad deberían importarte. –Él la empuja hasta la pared de la casa y ella lo mira retándolo.
-No sabes nada, no tienes idea de lo que realmente importas para mí, Rei… -La muchacha parpadea, pero no hace nada más que mirarlo. –Si tan solo supiera decirte de qué modo…
Y Reindert ve como el rostro de Robert comienza a bajar lentamente hacia el suyo. Algo poderoso dentro de ella no la deja moverse. ¿Quiere moverse? Pero ya no puede darse una respuesta, porque él atrapa sus labios de un modo tan intenso y posesivo, que hasta siente que le falta la respiración.
Ella no sabe bien qué hacer en esa situación, se le ocurre que poner una mano como barrera entre los dos, pero Robert parece leerle el pensamiento, y pega su cuerpo al de ella, y con sus manos, lleva las de ella a la pared y no la deja moverse. Rei cierra los ojos, siente un palpitar extraño en su corazón, acelerado, y no sabe bien qué hacer.
Robert la besa más profundamente, mordiendo por momentos sus labios, y poco a poco suelta las manos de la chica para guiarlas a su cuello, sin dejar de besarla, y ella, cruza sus manos instintivamente en el cuello de él y comienza a corresponder el beso, explorando también en su boca. Cuando el muchacho siente que Reindert responde, la toma por el cuello y con suavidad acaricia este, bajando lentamente de sus labios, para recorrer su barbilla y llegar a un lado de su cuello. Reindert se sobresalta al darse cuenta de que se le está escapando de las manos, así que lo detiene, agachándose.
-No, no, Robert, no…
Pero entonces él, ahora agachado, vuelve a los labios Rei, y de rato en rato, los jala lentamente, mordiéndolos sin fuerza. Tras separarse de ella, y mirarla a los ojos, ve cierta sorpresa, hasta cierto miedo en los ojos de su amiga. Acaricia su mejilla, como calmándola.
-Sabes que siempre voy a lo que quiero, ¿cierto? –Ella respira con cierta agitación.
-Debes irte, ya no deben tardar en dar los resultados y deberías…
-Lo sé. –él se levanta junto con ella, tomándola de las manos. –Hablamos, Rei. -Y antes de salir por la puerta de madera que lo llevó al jardín, la abraza con fuerza. -Eres tan… -Pero deja las palabras en el medio; y sin querer, nuevamente producir un cambio en esa muchacha que no tiene en claro tantas emociones nuevas en ella.
Hay momentos que con el paso del tiempo, estos se vuelven muy claros, y otros, recuerdos oscuros. Y este sería uno de esos recuerdos oscuros…
AHORA
Es un bar como todo los bares, con mesas de maderas largas, una gran barra con las copas colgadas encima del gran mueble de madera principal, música pop rock y ska sale de una de las radios. Muchos jóvenes sentados en grupo en diferentes puntos del local conversan con una lata de cerveza al lado o con copas de tragos.
En una mesa, cuatro chicas hablan entusiastas, con morrales y bolsos a su lado. A veces ríen y otras simplemente parecen conservar la calma.
-¿Dónde se habrá metido Serena? –Pregunta una Rubia, bebiendo de su copa. –Cuando llegue, nosotras estaremos demasiado picadas y ella aburrida.
-Sí, claro, Mina, y seguro le dará pereza alcanzarnos. –Responde una de ellas, la del cabello corto, seguido de las risas del grupo. –Seguro se ha quedado rogando a su madre que la deje salir, después de todo no le fue muy bien en Proyectos de Inversión.
-Eso le pasa a la muy bestia por querer meterse a estudiar Administración de Empresas. –Responde la del cabello largo y negro. –Y eso lo sabes bien, Amy, ella no debió meterse a esa carrera cuando con las justas se le da bien el multiplicar.
-No seas dura con ella, Rei, porque debemos aceptar que tampoco le corre al estudio y porque seriamente deberíamos darle un poco de respaldo.
-Lita, ¡qué respaldo ni qué nada! Lo que ella tiene que hacer es cambiar ya mismo de carrera y dejar de querer ser alguien que no es. –Molesta, responde Rei. –Me preocupa que siga perdiendo el tiempo en algo que, luego de unos años, deba dejar para dedicarse a algo que en verdad la llene.
-¿Qué les parece que pida una ronda de tequilas? Creo que todas nos la merecemos. –comenta Mina levantándose tomando su billetera. –Caeremos rendidas cuando lleguemos a nuestras casas.
-Ni lo digas, no quiero subir las escaleras, sentada. –dice Amy y todas ríen jocosas.
Mina se dirige al bar con ese garbo que solo ella parece manejar, cuando aparece con las mejillas sonrosadas la muchacha que falta en esa mesa. Serena busca y encuentra a sus amigas bebiendo y riendo.
-Disculpen la tardanza, pero no pude salir antes.
-Deja las excusas tontas, Serena, y toma tu lata de cerveza antes que deje de estar helada. –Rei con el ceño fruncido le acerca la lata y con la otra mano palmea el asiento libre al lado de ella. –Y relájate por fin de este último mes.
-¡Por fin vacaciones! –observa la muchacha y se sienta al lado de su amiga. -¿Dónde está Mina?
-Pues en el bar, pidiendo una ronda de tequilas para todas. –contesta Lita bebiendo de su lata de cerveza. –Lo bueno es que estás aquí para empezar como siempre con nuestras rondas.
-Sí, las tradiciones no deben quebrantarse. –Ami choca su lata de cerveza con Lita y ríen de nuevo.
-¿Qué pasó contigo, por qué tan tarde? –Pregunta Rei con media voz mientras da una mirada a Lita y Amy, que cantan animadamente "I will survive". –No me digas que te jalaron en el curso…
-No, ni lo digas, al contrario, aprobé con cinco puntos de más, que no me esperaba, a decir verdad, pero el trabajo final me ayudó.
-¿Entonces? –Serena mira fijamente a su amiga. -¡Habla ya!
-Robert, a quien creo, recuerdas muy bien, llega hoy de Viena.
Un silencio se forma entre ambas, que es roto por Mina que regresa a la mesa tras haber solicitado el pedido de tequila.
-¡Llegaste, Sere! ¡Porque ya vienen las rondas de tequila y en tamaño doble! –Mina se tira a los brazos de su amiga y luego regresa al lado de Amy. –¡Y todo gracias a Mí, Carmina, que todo lo puede y todo lo logra!
-Shhh, ¿no que quieres que no se sepa tu nombre? –Casi a voces Lita, Ami y Serena.
Mina se ríe.
-Lo que el alcohol hace conmigo…
-Serena, acompáñame al tocador. –Rei toma de la mano de su amiga.
-Claro. –Serena no necesita escuchar más para ir con ella, mientras el resto de sus amigas tratan de hacer parar a Mina con alguna cosa a la que ella no ha prestado atención.
Cuando entran al tocador, Rei mira a Serena con esos instigadores ojos que tan bien conoce.
-¿Cómo que hoy llega Robert de Viena? ¡Cómo me lo dices así, tan campante! Aggg, Robert…. ¿Cuánto tiempo se queda? –Serena se acerca al lavabo y se moja un poco la cara.
-Pues… apenas me enteré hoy, Reindert. Mi mamá dice que ya lo debía saber, que hace quince días me lo había dicho, pero te juro que apenas me entero, por eso casi no vengo…
-¡Claro! Otra cosa que iba a joder tú desagradable primo. ¡Nuestra, NUESTRA NOCHE DE TRAGO DE FIN DE MES!
-Rei, él tampoco sabe de mis noches de bar con ustedes… -Serena toma aire. –Mira, ya sé que no lo soportas, pero, por el amor de Dios, necesito que estas vacaciones las cosas estén bien. No puedo simplemente ignorar la presencia de mi único primo hermano en este mundo y tampoco puedo darme el lujo de quedarme sin mi mejor amiga, ¿comprendes? –dice Serena mirando a su amiga por medio del espejo.
-¡NO! Yo no voy a comprender nada, ¡nada! –Rei se apoya en la pared del baño. –Robert siempre ha sido un maldito desgraciado conmigo, siempre haciéndome sentir pequeña…
-Reindert, ¡éramos unas niñas de catorce años! –Serena suspira acercándose. –Él apenas tenía diecisiete, obvio que nos iba a tratar como un par de tontas, porque sabemos que así funcionan las cosas a esa edad. No puedes mantener esa actitud ahora a los veintiún años, no estaría bien.
-No sé, yo creo que dejaré de ir a tu casa mientras él se quede ahí.
-No vas a poder, te gusta mi jardín y te gusta mi dormitorio. –Rei ríe. –Además, no creo que te la pases sin poner un pie en casa durante casi tres meses…
-¡Tres meses! –Rei se lleva las manos a su cabeza. –Tres meses…
-Sí, tres meses. –Serena rolea los ojos. -Creo que debes darle una oportunidad ahora. No se han vuelto a ver desde hace… ¿qué? ¿Cinco años?
-Sí, cinco años, cuando se fue a estudiar piano.
-¿Ves? Además, yo siempre he creído que lo que sucede es que te gusta demasiado y por eso…
-¡Lávate la boca con cloro, Serena! ¡Nunca vuelvas a decir eso jamás! Solo a ti se te ocurriría decir semejante idiotez.
-No me culpes, es solo que tanta antipatía se me hace raro.
-Es que yo soy una resentida, ¿no lo dices siempre? Y como tal me comporto.
-Pero es de niños que lo hagas. Además, dudo que Robert te tome el pelo como antes.
-Sí, sí, seguro hasta me recibe con beso y abrazo, ¿no?
-Hagamos una cosa, salgamos a beber esas rondas, y ya luego, cuando llegue el día en que te encuentres con él ya verás qué actitud tomar. –Serena recuesta de lado su cabeza en el hombro de su amiga.
-Vale, solo porque eres mi mejor amiga es que te paso por alto esto, pero, ¡ay de él, que se meta conmigo como antes! –Rei levanta el puño. –¡No le quedarán ganas de burlarse de mí!
Serena abraza a Rei con cariño.
-Vamos ya, ¿sí? Es nuestra noche, por fin se terminó el maldito ciclo.
Cuando salen del tocador, se encuentran no solo la ronda de tequilas dobles, sino vodka, whisky y una botella de menta, con acompañamiento de trocitos de pollo apanado y salsas.
-¡VENGAN MUCHACHAS, LOS CHICOS DE LA MESA 12 NOS MANDAN REGALITOS! -Mina les grita ahora con su voz a cuello, mientras Rei y Serena observan la escena entre divertidas y sorprendidas, mientras unos muy guapos muchachos alzan sus vasos hacia ellas.
-¿Será una noche loca? –Pregunta Rei a Serena tomando uno de los vasos de tequila.
-¿Y tú crees realmente? Todas están más picadas que conscientes. –Amy, que las escucha, se acerca a ellas.
-Pues al menos puedo vaticinar que esta noche no llegamos de pie. –Bebiendo de un golpe su tequila doble.
Efectivamente, esa noche se torna madrugada en el bar y las palabras de Ami se vuelven literales… Lita regresa a su casa caminando con Mina a un lado, que con las justas puede sostenerse, Ami en un taxi, llega a su piso y sentada sube escalón por escalón. En cambio Serena y Rei se van juntas. Rei canta a pulmón "Don't speak" y Serena ríe divertida, más sonrojada de cuando llegó al local. Y así cada quien retorna a casa, con sus propias preocupaciones.
Rei escucha, esa mañana en la que amanece resacosa, con un peso extra en la cabeza que le hace saltar de la cama como un resorte, una melodía que no logra reconocer sin sus cinco sentidos. Le duele hasta ese haz de luz que se cuela por un rinconcito de la cortina mal cerrada, y cuando pone el primer pie en la alfombra, todo le da vueltas.
Con la indecisión de si volver a apoyar su cabeza en las cómodas almohadas de plumas o si de levantarse con cuidado y ver el movimiento en su hogar, bebe del vaso con agua que nunca falta en su velador. No le hace caso a las aspirinas, si tiene que soportar el dolor de su juerga de fin de ciclo, lo hará con estoicismo. Tras respirar profundamente y oxigenar su cuerpo, se dirige a la ventana, que abre tras descorrer las cortinas, y echa un vistazo rápido a la casa del frente.
-Serena sigue dormida. –comenta tras percatarse que las cortinas de su amiga están completamente cerradas.
Es en ese momento, cuando siente sin ningún miramiento aquello a lo que antes no prestó completamente atención por despabilarse: música de piano inunda su casa, y si tan mal no está reconoce la melodía tocada. Está casi segura de que es Fantasie-Impromptu in C-sharp minor, Op.66 de Chopin.
La música baila en su cabeza y olvidándose de ponerse encima su bata, baja al primer piso de su casa, llegando a la sala de estar, donde el sonido del piano inunda bellamente todos los rincones. No se necesita ser un genio para saber de quién es esa forma de tocar.
Sin dejarse ver, se apoya en el marco de la puerta y observa discretamente al hombre que se haya sentado cómodamente en la banqueta frente al piano. Una maleta deportiva apoyada en una de las patas negras del viejo armatoste, le indica que sigue siendo deportista por excelencia. Viste un pantalón gris deportivo, zapatillas y una camiseta gris.
Se atreve a mover los ojos hacia el rostro del músico. Tiene los ojos cerrados, como disfrutando de la música, los cabellos como siempre, en ese desordenado peinado que le da ese aire travieso y las manos que parecen ni tocar las teclas de su querido piano familiar.
Ella cierra los ojos y piensa que la vida es injusta si cuando te encuentras con tu rival, este parece además haber mejorado con el tiempo.
Recuerda aquellos años en los que no hacía otra cosa que sentarse en las escaleras de su casa y era apenas una enana de seis años, que jugaba a las muñecas con Serena y con Mina, y decapitaba las cabezas de las muñecas de Mina por diversión macabra. Mina lloraba, Serena intentaba ponerlas correctamente otra vez por el cuello y ella reía con ganas, hasta que Robert, que contaba con nueve años, paraba de tocar y les pedía a una que no fuera cruel, a la otra que dejara de querer arreglar las cosas porque esa cabeza no tenía solución y a la llorona que dejara de llorar porque no se podía concentrar en la lección.
No sabe en qué momento para la música, pero cuando abre los ojos, unos ojos verde aceituna la miran con atención, con el rostro muy cercano al de ella. No está segura de si el color se le sube por las mejillas, pero siente un calor en la cara y teme delatarse. Con una mano empuja al muchacho.
-¡Qué tal recibimiento de tu parte! –Comenta él con una sonrisa peligrosamente atractiva. Con un gesto de fastidio, la muchacha responde con toda la intención del momento.
- ¿Realmente crees que tenía ganas de verte? Por Dios, lo que menos esperaba era encontrarte en mi sala de estar, como si los años no hubieran pasado... Así que te pido que cruces esa vereda que nos separa y pienses bien el porqué no me interesa verte...
-¡Vaya! ¡Qué tal discurso! –Robert vuelve a acercarse mirando Rei, como descifrando el cambio que el tiempo ha podido hacerle. –Pero no importa, a mí sí que me da alegría verte.
-¡Eres un pobre payaso! –Rei camina dentro de la sala de estar y se sienta en uno de sus sillones, sin dejar de mirar a Robert. -¿A qué has venido y tan temprano, por cierto?
-Ni tan temprano ya, son un cuarto pasadas las nueve. –responde mirando el reloj de pulsera. –Fui a correr pronto por el parque y me di una ducha en las regaderas, y caminando antes de ir a casa de mis tíos, pasé a saludar; tus padres me invitaron una taza de café y antes de salir a hacer unas compras, me dejaron quedarme para que tocara lo que quisiera.
-¡Qué bien! Entonces ya puedes irte.
Él hasta vuelve a examinarla con la mirada, y Rei se percata tristemente que viste un pijama de pantalón a media pierna y una camiseta suelta de tiritas. ¡Lo que hubiera dado por ponerse la bata! Robert, que se acerca a su maleta, de un bolsillo saca una cajita. Tras abrirla y volverla a cerrar, da unos pasos y se acerca hasta la mesilla de centro, dejando la caja.
-Toma, es un presente que te he traído de Viena. –Rei mira la caja pequeña pero no sabe si estirar la mano o no. –Puedes verlo cuando quieras, es solo un regalo…-y tras acercarle la caja en dirección a ella, y mirarla con la misma mirada de hace un rato, se regresa por su maleta deportiva. –Nos vemos luego, Reindert.
-Serena… ¿Ya despertó? –Es la pregunta de Rei sin atreverse a tomar la caja.
-No, es más, no sé nada de ella desde ayer cuando llegué: no la he oído entrar en casa de madrugada y no la he visto al venir. Debe estar totalmente en coma por su salida de anoche. –Tras caminar hacia la puerta, Robert la mira.
-No has cambiado nada, sí en lo físico, pero sigues siendo la misma desde antes que partiera a Viena. –Una sonrisa atractiva vuelve a pintar su rostro. –Nos vemos, Rei… -Y sale por la puerta para ir a la casa del frente.
Cuando Rei está totalmente convencida de que Robert está fuera de casa. –Tiene que pararse y ver por la ventana si ha cruzado. –vuelve a su puesto, toma la pequeña caja y al abrirla, observa, conteniendo una exclamación de admiración, un dije de un pequeño fénix, hecho de una piedra roja, en una delgadísima cadena de oro. Es una pieza perfectamente trabajada, con un tallado y las curvas en el lugar adecuado de las alas del fénix. Una sonrisa pinta la cara de la muchacha.
-Aún te acuerdas, grandísimo idiota.
Tras colocar el fénix en su sitio y tomar la cajita en sus manos, va al piano. Aún se puede sentir el aroma a hierba y madera de la fragancia del muchacho. Ella intenta inhibir recuerdos que asoman en su cabeza, pero no puede, siempre los ha tenido muy presentes, sobre todo porque Robert fue el causante principal de que ella dejara de lado el querer ser una pianista de jovencita, y se dedicara a la producción musical.
Recuerda las horas en que ella se acercaba al piano y tocaba con sus pequeñas manos tantas piezas musicales, pero Robert, que siempre fue alumno de su mamá y que era casi de la familia porque vivía a unos bloques de la casa de ellos y era sobrino de los padres de Serena, grandes amigos de sus padres, estaba presto para corregirla, para tomar sus dedos y guiarlos por el teclado, dirigiendo con cuidado a la nota musical que correspondía.
Recuerda en especial un día, cuando ella tenía trece años, y Robert, que apenas era un adolescente de dieciséis años, le dijo, al escucharla interpretar a Liszt, que si no podía tocar una pieza tan exquisita como esa, mejor que se dedicara a otra cosa. A una pequeña de esa edad esas palabras pueden sonar muy duras, más si viene de una de las personas que más has admirado siempre.
Otros recuerdos también fluctúan por salir, pero es mejor dejarlos donde están ahora… enterrados en su memoria.
Sentándose con calma en la banqueta, observa, con cierto pesar, que su madre está usando su antiguo libro de lecciones de piano básico para alguno de sus pequeños alumnos. Eso la enfurece un poco, porque ese libro significa tanto para ella, aunque lo disimula bien. Ella en realidad se siente una pianista frustrada. Y todo por culpa de las palabras que alguna vez Robert le dijera.
-¡ASHHH! ¡Cómo me chocas! –Exclama ahora molesta, saliendo escaleras arriba.
Al bajar las escaleras, Serena se encuentra con voces amenas saliendo de su cocina. Está bañada y vestida. Siente una emoción muy grande al saber que estrechará en sus brazos a Robert, al que ella toda la vida lo ha visto como un hermano.
-¿Y cómo está el primo más amoroso del mundo? –Lanza ella en voz alta tras entrar en la cocina y tirarse a los brazos de Robert. Este la recibe cariñoso.
-Muy bien, bueno de verte ya. Mira que es casi la hora de almuerzo, buena juerga que te has metido. –le dice tras soltarla del abrazo.
-Fin de ciclo, todo pasa en fin de ciclo…
-Serena… -Completa el padre de la muchacha.
-Hola papi, mami. –Serena les sonríe. –Ya saben, me refiero a cosas simples como alcohol, baile y sexo. Nada grave. –Es la respuesta en tono de burla, pero tras ver las caras de sus padres rectifica. –Vale, vale, solo alcohol y baile, nada más.
-Eso está mejor. –Termina Isobel, la madre de la muchacha. –Almorzamos en un momento.
-Seee. –es la respuesta de Serena. Luego vuelve a su primo. –Robert, ¿qué te parece si después de comer vamos a la heladería? Es la que está en el centro, venden unos conos buenísimos y así te pongo al día en todo.
-¡Aceptado! Pero vamos como a las cuatro de la tarde, tengo que revisar unos correos antes y eso me va a tomar cierto tiempo.
-¿No que estás de vacaciones? –Pregunta ella sentándose en una de las sillas para esperar el almuerzo.
-Sí… pero tengo que esperar una respuesta de una solicitud que he mandado, por eso prefiero ir a las cuatro, porque antes de esa hora, es cuando el área de la universidad revisa las solicitudes.
-Mmm, ya veo. No te preocupes, igual y no tengo nada que hacer hasta el lunes que es cuando recojo las notas de la universidad.
-¿No quedas en verte con tus amigas?
-Pues tengo planes con Rei siempre, a veces con Mina, aunque con ella las cosas siempre salen a última hora... Amy tiene que ir a trabajar medio tiempo por las mañanas ahora que estamos en vacaciones y Lita viaja a ver a su hermano un mes.
-¡Me alegra saber que en tus planes está Rei! –dice Robert sentándose en una silla al lado de su prima.
-Sabes que casi nunca dejo de hacer planes con ella… puede que tengamos cosas que hacer por separado, pero siempre nos decimos todo. Ya sabes, encontrarnos a medio camino para tomar un café o vernos luego de algo para comentarnos nuestro día.
-Supongo que ha sido duro que ella y tú estén separadas por las carreras. –sirviendo refresco el muchacho en cuatro vasos de la mesa.
-No tienes ni idea. –Responde Isobel con una risa pintada en los labios. –Durante dos ciclos no coincidían siempre en tener los horarios iguales, así que las hubieras visto a ambas, parecían como si se les hubiera cortado el cordón umbilical.
-¡Calla, mamá! –Comenta la muchacha roja. –No es fácil sobre todo cuando llegas al mundo nuevo de la universidad y ninguna de tus amigas está contigo para pasar el trago amargo.
-Pero ahora estás bien, hija, y todos aprendemos al final a enfrentar las cosas nuevas. –interviene el padre de la muchacha, Kenneth, que toma la mano de su hija. –Y lo has logrado bien.
-Lo sé papi, lo sé, pero no dejó de ser difícil. –Responde Serena con un puchero.
-Lo que no es fácil es como llevas la carrera, pensé que llevarías algo de letras, incluso carreras sociales, pero nunca se me ocurrió que fuera Administración de Empresas. –vuelve al ataque Isobel
-¡Basta de hablar de mí o de mi carrera! –Responde Serena con un gesto en la mano. –Robert ¿cómo te ha ido este tiempo? La última vez que te visité fue hace dos años, ¡y ya tocabas como los grandes! –El joven ríe.
-No, exageras. Estos dos años han sido especialmente duros porque he viajado mucho y he tenido que seguir adelante con los estudios. No ha sido fácil, estar lejos de la familia, y los amigos que uno hace en la universidad, pues no tenemos mucho tiempo de ir a celebrar como ustedes, nos dejan muchas horas de prácticas, muchas presentaciones durante la carrera. –Isobel se acerca y abraza a su sobrino.
»Así que es un camino duro, siempre es duro y creo que seguirá siendo duro. Ser músico es maravilloso, pero es al mismo tiempo pesado, con los viajes de un lado para otro, con las orquestas, ensayando seguido; me gusta, pero a veces añoro otras cosas.
-¿Como qué? –Pregunta Serena interesada, mientras ayuda a su madre a poner la cubertería sobre la mesa
-Nada, nada, Sere. Solo digo que a veces quiero un poco más de tiempo para mí, pero es lo que elegí, y no debo quejarme. –Completa él sonriente.
-Es lo normal, sobrino, está bien que quieras comportarte como cualquiera a tu edad. Yo no hubiera resistido tanto, cuando era joven, a veces me iba a las fiestas con Isobel en épocas de exámenes.
-¡Kenneth! –Sorprendida la mujer.
-¡Pero si es la verdad! –Serena y Robert ríen divertidos y la señora comienza a alcanzar los platos del almuerzo.
-¿Y cómo va la venta de autos, tío Ken?
-Vamos bien, muchacho, no siempre podemos hacer grandes ventas, pero nos apoyamos con otros productos, como la venta de autopartes, el taller… así que dentro de todo siempre hay un ingreso. –Empezando todos a comer.
-Eso es bueno, tío, me alegra mucho. Lo mismo contigo, ¿verdad tía?; mamá me contó que te va bien con tu tienda de productos naturales.
-Sí, cada vez más tengo más compradores. Rei y su mamá siempre me están comprando jabones, lociones y velas, y me recomiendan mucho a otras amistades.
-Eso es verdad. Mina igual te compra muchos productos y no nos va mal con la publicidad de la tienda. –Comenta Serena con un dejo de orgullo. –Hemos logrado que muchos de ellos se vendan en pequeñas tiendas de productos naturales fuera de aquí.
-¡Vaya! Y pensar que empezaste hace algunos años antes que me marchara.
-Sí, pero si bien no se gana una fortuna, por lo menos recupero mi inversión y ya estoy viendo ganancias. –Sonriente Isobel. –Y me siento independiente.
-Es es importante. –ataja Kenneth. –El hecho de que te sientas realizada como persona es invaluable, y le das un ejemplo a nuestra hija.
-Para mí ambos son un ejemplo, y quiero llegar a ser tan buena como ustedes y esforzarme igual que Robert. Ya verán que no los voy a defraudar, aunque me cueste lágrimas en el intento. –revira Serena.
La comida transcurre amenamente y tras terminar con todo los trastos, Robert se disculpa para poder revisar su correo antes de salir con Serena, quien ayuda a su madre en la cocina. Luego llama por teléfono a Rei.
-¡Hey! ¿Cómo amaneciste? –Pregunta alegremente Serena.
-Como si un yunque me hubiera dado con todas las fuerzas en mi cabeza y luego al despertar sentir que algo sucedió pero no recuerdas. –Ríe Reindert. –Supongo que ya te reencontraste con tu primo.
-Obviamente y estoy feliz de tenerlo en casa.
-¡Provecho entonces y no nos veremos hasta que tome el avión nuevamente hacia donde sea que sea su destino!
-¡Rei! –Dice Serena reclamándole.
-Ya, ya, lo siento. Prometo comportarme contigo mientras él esté ahí.
-Eso está mejor. Oye, no me digas que no, pero quiero llevar a Robert al centro para tomar un helado, anímate y nos vemos, si quieres le paso la voz a las demás.
-¡No, Sere! No me pidas que me reúna con ustedes, tampoco quiero que ellas se ganen con mis pullas con el idiota ese, así que mejor invítalas a ellas y yo zafo cuerpo.
-Rei, no creo que pase nada porque nos acompañes a tomar un helado, y si es porque no quieres que las chicas se ganen con sus probables peleas, simple, no les digo nada, total, Mina no sabe que él ha venido.
-Serena, estás empeñada en que les joda el día ambos… no creo que mi presencia sea necesaria, no necesitas que esté ahí.
-Es que… Robert parece interesado en saber de ti, no sé, es una corazonada…
-¡Tú y tus estúpidas corazonadas! –Rei suspira. –No, Sere, no, vayan ustedes y ponte al día de todas las cosas que debas conversar con él. A mí, la verdad, no me interesa saber que ha sido de su vida estos últimos tiempos.
-¿De verdad? Porque a mí me parece que él está interesado en saber de ti.
-¿Y eso a qué se debe? –Aunque Rei intenta aparentar desinterés, algo en su voz la delata.
-Quién sabe… Pero eso sí, estaba contento de que estuvieras siempre incluida en mis planes, así que si lo hace es por algo… Creo que deberías darle un chance, aún ni lo has visto como para que te niegues a darle una oportunidad. –Un silencio por parte de Rei. –Vale, no te insistiré más.
-Bueno, Serena, nos estamos viendo el lunes en la universidad. Toma una gran bola de helados de mi parte y goza de la compañía de tu primo. Hablamos luego. –Rei no le da pie a Serena para que ella se despidiera.
-Eres todo un caso, amiga mía, todo un caso. Creo que ni Agatha Christie te usaría de personaje. –Termina Serena colgando el celular. -¡Oh, me olvidaba! Eres toda una Poirot.
Tras un par de horas viendo la tele, Serena trata de encontrar en su mente alguna explicación sobre la actitud de Reindert y su primo. Su mente le juega una mala pasada cuando aterriza a las épocas en que Robert y su mejor amiga se llevaban bien, pero no puede precisar cuándo esto cambia.
-Si tan solo encontrara el motivo…. Quizá entendería mejor por qué es que Rei le tiene tan mala predisposición a Robert. –Señala ella con un pequeño lápiz, garabateando en un block de notas, cuando tocan la puerta de su habitación. -¿Sí?
-¿Aún quieres ese helado? –La voz de Robert al otro lado de la puerta.
-¡Claro! –Tras un salto, abre la puerta sonriente. – ¿Viste lo que tenías que revisar en tu mail?
-Mmm, sí y no, pero no quiero saber de eso ahora, solo quiero que me cuentes qué ha sido de tu vida luego de esos dos últimos años en que me fuiste a visitar. –Bajando las escaleras para dirigirse a la calle.
-Nada interesante, a decir verdad. –Responde con una sonrisa Serena, tomando su bicicleta del estacionamiento. –Usa la de papá. –indica la muchacha a Robert. –y así nos damos un paseo de verdad antes de llegar al parque.
-Buena idea.
Los dos jóvenes salen pedaleando sin mucha velocidad, mientras conversan de cómo Robert encuentra su antiguo barrio y Serena feliz de escucharlo. Tras pasear por la plaza, llegan al parque central donde está la heladería más antigua, con sus helados artesanales.
-¿El sabor de siempre? –Pregunta Serena dejando su bicicleta en uno de los estacionamientos para ellas.
-El mismo que conoces. ¿Pagas tú?
-Hoy, sí. –Tras sonreír y dejar a Robert en una de las mesitas de afuera, Serena se acerca a pagar los conos y elegir los sabores. –Chocolate bitter y uno de cappuccino, por favor. –Tras regresar con dos sendos conos y darle el de chocolate a Robert, se sienta en la silla de al lado.
-Bien, prima, comenzamos. Tenías dieciocho años cuando viajaste a verme con esa adorable amiga tuya y estuviste quince días en Viena, pero recuerdo de tu mal de amores y todo eso, ¿repuesta? –Serena ríe.
-Nunca una herida sangra para siempre, y además, cuanto más joven se es uno, más rápido sanan. –Serena toma su helado con gusto. –Pero sí, me dediqué a mí, me preparé para el ingreso de la universidad, ahí estoy, me apuré en demostrarme que yo puedo todo lo que me propongo, y que aunque esté soltera, no significa estar sola.
-¡Vaya con la señorita Serena! Así que tienes conquistas. –Burlón, el muchacho, disfrutando de su helado como un niño.
-¡No seas tonto! Bueno, puedo salir de vez en cuando con alguien pero no es que tenga a alguien, y cuando me refiero a no estar sola… ya sabes, tengo amigas con las que me acompaño siempre, tengo a mis padres que siempre están a mi lado y muchas cosas que me mantienen ocupada y relacionándome con otros.
-Sí, sé a lo que te refieres. Pero entonces, ¿no debo preocuparme por ti? Mira que todos dices que has elegido mal la carrera.
-¡Basta con el tema! –Indica Serena palmeando con fuerza en el brazo a Robert. –Es mi decisión haber entrado a Administración, y si me equivoco, será solo mi error y de nadie más. –Con decisión ella. –Y no lo estoy haciendo mal, puede que sufra con los cursos de números, pero creo que todo depende de cómo enfrente esa situación, porque quiera o no, en esta vida siempre hay números que responder.
-Ya, dejemos el tema que es incómodo para ti. Lo único que te diré es que hasta en música se lleva matemáticas, así que no te estreses, creo que todo depende del cristal con el que mires las cosas.
-Yo no me estreso, en realidad es el resto quien parece estresarse sobre lo que he elegido. –Tras seguir con su helado, la muchacha mira a su primo. -¿Puedo preguntar una cosa?
-La que quieras.
-¿Qué onda con Rei?
-¿Con Rei? –Dice el muchacho comiendo de su helado como si nada. -¿Qué con ella?
-Eso mismo quiero saber, porque esa manera de Rei de evitarte todo el tiempo, de no querer saber de ti, de cuando le pedí que viajara conmigo a Viena, me negara tan de malas maneras ir… Quiero entenderlo porque siendo mi mejor amiga, no me dice nada.
-Serena, será que en realidad no pasa nada y no tiene nada que decir. –Responde el muchacho con seriedad, si es que se puede ser serio si se come el helado con tanto placer como él lo estaba comiendo.
-Es que no es normal que se la pase queriendo evitarte, insultándote y muchas cosas más.
-¿Con que me insulta, ah? –tratando de contener la risa.
-Sí, lo hace y no es divertido escuchar a mi mejor amiga diciendo esas cosas de ti sin que no haya un porqué. –Serena coloca su mano encima de la de Robert. –De verdad, si tienes alguna cosa que decir, yo…
-Tú, nada, y no hay de qué preocuparse, puede que ahora que estaré este tiempo de vacaciones, volvamos a ser los de antes. –Su prima observa y se ríe.
-Lo siento, no debería ni siquiera perder el tiempo en esas cosas. Tienes razón, quizá se le pase.
Mientras ambos conversan sobre los estudios de Robert, sus viajes a otros centros de música a los que visitó durante los últimos años, un muchacho se acerca a la mesa. No saluda desde un inicio, pero se queda parado a una corta distancia, aunque los muchachos siguen conversando y compartiendo anécdotas. Tras un suspiro del muchacho, este se acerca.
-Buenas tardes. –Saluda el joven. –Hola, Serena. –La joven mira al muchacho y no hace ningún gesto.
-¡Hola! –Indica la muchacha.
-¿Has visto a Rei? –Pregunta algo tímidamente el muchacho.
-No, no la he visto desde la madrugada para ser exacta, ¿alguna cosa que necesites?
-Pues… vengo de la universidad y me han pedido que le diga a Rei que si puede acercarse el lunes a las nueve de la mañana al despacho del rector, que quieren hablar con ella.
-No te preocupes, yo le aviso. –Serena despide al muchacho y este, sin poder decirle nada más, se da media vuelta y sale del área de las banquitas.
-¿Quién es? –Pregunta interesado Robert.
-Me dirás que soy de lo peor, pero la verdad es que no recuerdo su nombre y es por eso que no los presenté mutuamente, pero es un compañero de la facultad de Rei, aunque él estudia música ahora, no recuerdo bien. –Comenta despreocupada.
-Así que el lunes irán a recoger sus notas. –Confirma más que preguntar Robert.
-Sí, y de ahí a almorzar juntas, porque Lita se va el miércoles a ver al hermano y ya será hasta dentro de un mes o un poco más que no nos veamos todas mis amigas juntas, espero no demorar.
-No te preocupes, tengo un plan trazado para el lunes. –Con una enorme sonrisa el muchacho se levanta de la mesa. -¿Vamos a pasear un poco más?
-Sí, vamos.
Rei está en su cama, observando el regalo que Robert le ha hecho. Una duda enorme se le ha estado apareciendo y desapareciendo en el lapso de tiempo desde que recibió el regalo hasta ese momento. Le molesta terriblemente no tener el control de sus emociones, de no cuestionarse en ese momento, cuando por lo general, ella misma se impuso la regla de que las situaciones que no tenían una explicación lógica, mejor dejarlas de lado y no hacerse tanta mala sangre.
Ya había pasado antes por situaciones en las que algunas personas la habían trastornado momentáneamente, la habían desarmado, pero siempre se reponía, porque nadie tenía derecho de desarmarla, y ella no se iba a atentar contra sí misma.
Recuerdos van y vienen en ese lapso, algunos que la hacen sonreír y otros... Querer destrozar su almohada de plumas.
De uno de sus cajones de la mesa de noche, en un rincón, guarda ella celosamente una calcomanía de un fénix. Robert había comprado algunos para una visita a un orfanato que hizo con su clase, y entre los que le quedaron, uno fue un fénix. Ese, tras terminar sus clases de piano como siempre, se lo obsequió con una enorme sonrisa.
"-Supe por tu mamá que te gusta mucho esta ave mitológica, y era la única que vi. Te la he guardado, toma.
-¿Se quedó alguien sin recibir alguno? –Pregunta Rei con esa inocencia encantadora a los diez años.
-No, todos los niños recibieron. Sobraron varios, pero este de aquí no se repitió, así que lo vi y pensé en ti.
-Gracias. –Rei lo toma de la mano del jovencito y le sonríe. –Yo colecciono muchos fénix, tengo miles en un álbum.
-Cada vez que pueda te regalaré alguno. –Él entonces le sonríe y regresa al piano."
Rei se da cuenta que son muchas las situaciones que ha pasado al lado de Robert. Lo tiene más presente que antes y la verdad es que le jode. Le jode más que sean justo recuerdos de cuando era una niña, porque de grande… esos son los que prefiere inhibir. Mientras saca la calcomanía y observa su medalla nueva, una llamada entra al celular. Es Mina.
-¡Rei, Rei!, ¿a qué no sabes a quién vi pasear por el parque?
-Hola, Mina, muy buenas tardes. ¿Has descansado? Porque yo sí, fíjate. –Es la respuesta de Rei, algo seria.
-¡Ya! Lo siento, pero es que no tengo con quién compartir la alegría… ¡Robert ha regresado!
Rei no podía decir que ya lo sabía, ahora que lo recordaba, Serena no lo había comentado a las demás y fue clara en la última llamada "Mina no sabe que él ha venido" así que mejor no meter la pata.
-No sabía que ese idiota había regresado. ¿Y qué con ello? ¿Estás con Robert ahora?
-No, no, no, lo que sucede es que yo caminaba saliendo de la tienda y lo vi paseando en bicicleta con Serena. Pero me he molestado porque Serena no nos dijo nada, ¡por lo menos a nosotras que conocemos a Robert de prácticamente toda la vida!
-Sus motivos habrá tenido. –Responde incómoda Rei.
-Igual y me hubiera gustado saludarlo. Mira que cuando fui a Viena acompañando a Serena, pasé un tiempo lindísimo. Robert se portó súper amable, nos llevaba a cenar todas las noches, nos llevaba a conciertos clásicos y bueno… fue todo un amor, Rei. Por eso me hubiera gustado que Serena me dijera que estaría en la ciudad. –Rei rola los ojos al otro lado de la línea.
-Pues no sabría qué más decirte. Pero en tal caso habla con Serena antes, no vaya a ser que incomodes por querer visitarlo, no sabes cómo es la situación.
-Tienes razón, siempre tan razonable, Rei. –Un suspiro de parte de Mina. –Estaba tan guapo… Mira que en dos años las personas no cambian mucho, pero lo poco que lo vi ahora, ¡wow! Todo un adonis. –Rei se torna roja al escuchar eso, porque en verdad, ella, que lo había visto de cerca, reconoció lo guapo que estaba. –Bueno, Rei, te dejó, haré la llamada a Serena en un momento.
Tras colgar el teléfono, la muchacha siente un hondo pesar, decidiendo bajar al jardín trasero de su casa. Se coloca la cadena con el fénix y la esconde dentro de su blusa. Baja las escaleras sin saber bien por qué, teniendo recuerdos tan tristes en su cabeza, quiere precisamente estar en ese lugar.
Tras llegar y ver el cielo que está oscureciendo, se sienta en aquel columpio olvidado por años. Se mece tranquila con el viento. No sabe cuánto tiempo ha pasado con los ojos cerrados, recordando y pensando, cuando siente una mano sobre la suya. Esa calidez hace que reconozca inmediatamente de quién se trata.
-¿Qué haces acá? –Pregunta cansada más que molesta ahora.
-Te vi caminar aquí y mecerte, así fue que decidí pasar un momento; aparte de que Serena me dijo que si te veía te diera un recado.
-¿Serena? Pudo llamar y dármelo.
-Está haciendo pasteles con mi tía. Pero un muchacho de tu universidad dice que el rector, si no me equivoco, quiere que pases mañana por su oficina. Eso fue todo el recado, que a las nueve de mañana te espera. –Rei asiente con la cabeza. –Estaba recordando las veces que venía aquí y nos quedábamos en silencio meciéndonos con el aire. ¿Lo recuerdas tú también?
-¿Crees que pierdo el tiempo recordando tonterías? –Responde con los ojos cerrados Rei, pero sin esa dureza de antes. –Mi cabeza tiene mejores cosas en qué pensar.
-¿No recuerdas esto? –Dice él deteniendo el columpio y colocándose delante de la joven cuyos cabellos se mueven con el viento del anochecer. –¿Ni esto? –Acariciando la mejilla de Rei ahora.
-Lárgate, Robert. Ya no me vas a mover el piso como hace años. –Es la respuesta más sincera que le ha dado desde que se han visto esa mañana, pero Rei parece no importarle. –Ya no soy la de antes, tú me cambiaste.
-Y tú me cambiaste la vida igual, Reindert. Cada uno de estos malditos años me he preguntado cuánto de ese cambio que tuviste realmente te lo produje yo. –Inicia hincándose en el pasto tomando sus manos.
Rei abre los ojos sorprendida tras sentir el tacto de las manos del muchacho en las suyas. Siente que por más que quiera impedir ese solo tacto, si lo hace se va a arrepentir. A veces preferimos llorar por el dolor que produce un sentimiento, pero que al menos se está gozando; sin embargo, cuando elegimos contenernos y evitar una situación por el mero hecho de no llorar, solemos renegar por la tontería de haber pasado una oportunidad. Rei prefirió la elección primera.
-Nunca podré creerte. Jugaste con mis sentimientos, no una vez, sino muchas. Me lastimaste con tu actitud constante y me hice insegura para la música, y luego de que superé eso, tuviste que llevarme a la locura para largarte a Viena y nunca decirme nada, todo porque según tú, solo había sido un beso…
-¿Y qué podía hacer en ese momento? –Dice en voz baja, con cierto dejo de pena. –Salía con una chica que estaba en la universidad, pero sentía una gran atracción por ti, y por más que me dije que te dejaría porque no me quería meter en una relación con alguien a quien veía como una niña, no lo pude evitar. –Sincero, Robert no suelta las manos de la muchacha.
»Y sé que es tonto, tres años y medio no me iban a hacer un viejo a tu lado, pero en esos momentos sí lo vi así… Y si te besé… fue porque era algo que me nació hacer en ese momento, aunque sé que no pensé en las consecuencias que un beso podía acarrear con nosotros…
-¡Nosotros! ¿Qué nosotros? Para ti eso nunca significó nada. Me besaste como te dio la gana hacerlo, me hiciste creer que por fin las cosas que siempre había alucinado serían realidad, pero no, no, a la semana te estabas largando a Viena, dejándome con más nudos mentales en mi cabeza que antes, haciéndome sentir que fui una tonta por creer en ti…
»Sí, quizá debería superar eso, no es como perder la vida, pero en esos momentos, para la Rei de todavía quince años, eso fue demasiado y lo peor de todo es que ni siquiera tuve la confianza de contárselo a Serena o alguna de mis demás amigas. Me tragué mi dolor de adolescente, mi pena y mi orgullo quedó lastimado… Si crees que fue fácil vivir con la idea de que besarte fue lo mejor que me pudo pasar en ese momento, te equivocas, porque solo quería dejar de sentir pena por haberte permitido que entraras a mi vida de ese modo y te marcharas como si nada hubiera sucedido. –Rei se pone de pie y en automático Robert hace lo mismo.
-¿Vas a huir de mí siempre, Rei?
-Huir no. Voy a evitarte, que es diferente, voy a evitar que te me acerques y vuelvas a poner mariposas en mi cabeza y gusanos en mi panza.
-¿Gusanos en la panza? –Desconcertado él.
-¡Sí, gusanos en la panza! Las mariposas te embrutecen el cerebro pero los gusanos te joden el estómago por la gastritis que producen. –Rei camina empujando a Robert. –Dile a tu prima adorada que la espero mañana a las ocho y media. Si no está aquí en punto, la dejaré y me iré sola.
Robert, de pie, mirando cómo la joven camina dentro de casa, sonríe. No está muy seguro de lo que conseguirá, pero no va a dejar de intentar. Es el momento de demostrarle que las equivocaciones pasadas tienen solución.
¡Feliz Cumpleaños, Amix! Este ha sido un esfuerzo en conjunto con la musa, con mi crítica Amilie Dupin, que pese a todos los casos que investiga y gran papelería que tiene a su alrededor por revisar, estudiar, adjuntar, y todo lo que termina en Ar, y le agradezco mucho, porque se dio el tiempo y me ayudó. Igualmente debo agradecer a mi editora en esta oportunidad: ¡Miss Mina Hastings! Gracias a ella, todos los horrores de tiempo, redundancias y de más fueron vistos por ella, aparte que al igual que Amilie Dupin, Miss Hastings sugirió escenas para esta primera parte, y a ambas les debo mucho, porque las hice y… sólo espero que disfrutes la historia ¡My dear Poirot!
Holas con todos. Hace mucho que no me inspiraba para un one shot o mini fic, pero a veces simplemente la musa llega, resopla y no hay como evitarla… espero igualmente que les guste, no creo que sean más de tres capítulos, pero espero igual sea de su disfrute.
Besos,
J.S. Marple…
