Disclaimer: Lo usual, nada me pertenece. Todo al profesor J.R.R. Tolkien.
Este fic ha sido escrito en respuesta al desafío de Beledien en el foro "El poney Pisador".
En este pequeño fic he querido abordar a los personajes de un modo tal que Finrod no quede como el Gary Stu de los Gary Stu. Por lo tanto, puede contener unas buenas dosis de OoC. Ello dependerá de la perspectiva de cada quien.
Hmm, no se tomen todo demasiado en serio, es un fic relajado, ligerito, o algo. Errores si los hay, discúlpenlos, que aún me es un poco difícil estar a las vivas con todos los detalles, sobre todos esos relacionados con lugares.
1
En voz alta
Findaráto compuso lentamente una mueca de extrañeza. ¿Cómo se supone que se niega una petición de ese tipo sin dejar a la otra persona con la sensación de estar pirada sin remedio, aunque lo esté? Carraspeó, haciéndose tiempo para buscar las palabras adecuadas. Jugueteó tontamente un rato con el dobladillo de su manga izquierda, aun sin saber qué responder. Era un niño todavía (aunque ya casi no), las ocasiones para tratar con elfos así de peculiares a lo largo de su vida se resumían prácticamente a cero. No estaba habituado y no sabía exactamente como reaccionar, tampoco deseaba ser grosero. Si bien era cierto que un par de los hijos de Fëanáro, las pocas ocasiones en que los veía, gozaban al llamarlo extraño, un desentono entre los príncipes de los Noldor, Findaráto estaba seguro de que no tenía nada que ver con la clase de rareza que encarnaba esta niña elfa.
— ¿Qué bicho te picó ahora? —preguntó ella de repente. El largo silencio de Findaráto la intrigaba. Había permanecido concentrada en el conejo que llevaba en el brazo izquierdo, pero Findaráto comenzó a parecerle todo lo interesante que no le había parecido hasta entonces. Alzó la cabeza y lo miró curiosa. Reacomodó al conejo y se inclinó un poco hacia él, para inspeccionarlo, ahora frunciendo el ceño.
Findaráto sacudió la cabeza, sonrió incómodo bajo el escrutinio, y retrocedió un paso. La miró, los ojos le brillaban en expectación y se mordía lo labios como si estuviera intentando adivinar sus pensamientos. Ingoldo se estremeció. No era que a él le molestara, si se ponía a reflexionarlo, pero tan frágil criatura tendría problemas desenvolviéndose eventualmente. Vamos, debía ser sincero. Alguien debía decirle a esta linda chiquilla que estaba más loca que una cabra para evitarle problemas futuros, tal vez así enderezara el camino, quién sabe. Algún día se lo agradecería, tal vez.
—A mí nada. Eres tú. Tú eres un tanto, atípica —declaró grave.
Gravedad. Claro, eso de seguro haría la verdad más soportable. Sí, Findaráto, usa la mirada firma "Fëanáro", como esa siempre tranquiliza a la gente seguro te funciona ahora. Por supuesto.
No obstante, la respuesta de la elfilla distó de lo que él había estado esperando. Amarië sonrió con dulzura al instante y hubo en sus ojos un destello que, si Findaráto no era tonto, fue de pura complicidad. Como si ahora ambos conocieran el secreto arcaico, sublime e hilarante de la felicidad.
Amarië era una larguirucha rubiecita de ojos pequeños e increíblemente azules que recién conocía en la no muy entretenida reunión familiar de los parientes de su abuela Indis. La había visto hablar sola, en un sitio apartado, y experimentó la confusión suficiente como para acercarse a ella a preguntar. Pronto, sin embargo, cayó en cuenta de que no hablaba sola. De algún modo lograba una meticulosa conversación con un escuálido conejo blanco de brillantes ojos rojos que la miraba como si pudiera comprenderle. No conforme con eso, Amarië ahora quería que él le hablara al animal, el cual se resbalaba constantemente de su abrazo.
— ¿Por qué sonríes? —Findaráto inquirió aturdido. No sabía por experiencia propia que 'peculiar' o 'anormal' son todo menos halagos, para que esta chiquilla viniera a sonreír dulce y enigmática frente a tal adjetivo. Seguro si estaba loca. Qué más.
—Todos piensan que lo soy, pero nadie se había atrevido a aceptarlo en voz alta —aclaró con su fina vocecita, alzándose de hombros.
Sin darle tiempo de responder, giró para marcharse rumbo a los jardines. Parecía divertida y satisfecha cuando la falda de su vestido onduló en el aire, e Ingoldo alcanzó a escuchar que murmuraba un: "Findaráto. Findaráto. Findaráto. ¿Qué rima con Findaráto, Conejo?", antes de dejar libre sobre el suelo a su flacucho animalillo.
El conejo comenzó a alejarse rápidamente, y Amarië, riendo alegre, fue tras de él.
El joven Noldo quedó sumido en una especie de aturdimiento por algún tiempo. Porque una parte de él quería darle alcance a la Vanya y explicarle que su vida sería más sencilla, más feliz, si procuraba mantenerse dentro de los márgenes de la "sanidad mental". Y la otra. Oh, la otra quería darles alcance a ella y al conejo y así esclarecer el secreto de la alegría que compartían esas dos criaturas en un mundo que no dejaba de ser éste, pero que definitivamente parecía mucho mejor.
—Es todo un caso —. La voz de Findekáno hizo que el rubio volteara. Se alegró de ver a su primo, pero no entendió la enigmática mirada que se instaló en los ojos de Findekáno cuando éste vio su rostro.
¿Qué era eso que burbujeaba ahora en su pecho? No podría ser admiración, claro que no.
Sí. Puede ser que Finrod parezca un poco gruñón, y que diste mucho de la dulce criatura que conocimos después. ¡Pero es que esa es -en parte- tarea de Amarië! E igual, tampoco tan gruñón como sus guapos primos fëanorianos.
Por otro lado. ¿Sienten que Amarië está muy Mary Sue? Uys, no puedo hacer mucho con eso. Pero tal vez pueda atenuarlo en algún punto.
Críticas, felicitaciones, quejas, sugerencias. Ya saben dónde van ;)
Besazos,
Luna.
PD.: Espero que te esté gustando, Beledien :3
