Queríamos subir esta historia hace mucho, pero nos atrasamos, luego fue la semana EcuPer y luego vino el fin de año y los festejos... ¡y al fin lo hacemos! Es un PeChi virreinal, de la segunda mitad del siglo XVIII. Como siempre, está completo, y le calculamos cuatro o cinco capítulos.
Hetalia pertenece a Hidekaz Himaruya, nosotras sólo fingimos que sabe que el imperio español incluyó colonias americanas que hoy en día son países independientes.
"Un último elemento que tal vez sea una mera casualidad, El Mercurio, nuevamente, publicó una carta sobre los maricones en Lima. En dicha carta se describe una casa en las afueras de la ciudad en las que se reúne un grupo de negros y mulatos disfrazados como nobles y que se tratan entre ellos dándose los nombres de 'la Oydora', 'la Condecita', 'la Marquesita', 'Doña Fulanita'".
—Juan Carlos Estenssoro, La Plebe Ilustrada: El pueblo en las fronteras de la razón.
Estamos en Lima, es 1780 y Chile está visitando a Perú por primera vez desde la creación del Virreinato de la Plata... Y desde que ya no está bajo su tutela comercial, quizás por eso mismo no se negó rotundamente a vestirse así... ¡Qué digo, se negó! Pero no lo suficiente...
Al menos en los últimos años había adelgazado, sería que la provincia de Cuyo ya no le rellenaba las caderas, fuese como fuese al menos le permitía no sufrir con el corsé... Y hablando del Río de la Plata y los cambios que su cuerpo había experimentado (léase el estirón reglamentario de todo adolescente), una de las razones por las que había hecho ese viaje en barco hasta El Callao y desde allí a Lima había sido, justamente, la preocupación (no aceptada del todo) por la salud de Perú... ¿Cómo estaría ahora? ¿Habría cambiado en algo, o perder poder no le había afectado? A primera vista le parecía que no, sólo le veía más alto y hombre (o todo lo hombre que se es a esa edad), podía hasta apostar que ya tenía pelitos allí... No que él no los tuviera, ¡jum! Daba igual si ahora estaban caminando con un vestido, collar y hasta adornos en el cabello por Lima entre todos los olores de la ciudad y la enorme cantidad de gente de casta, de plebe, que había allí.
El bajo pueblo, esa masa asesina, ladrona, sucia, infiel, deshonesta, borracha, lu-lu-lujuriosa que le han dijo que es (y curiosamente, a los de Santiago no les teme tanto porque los conoce mejor, pero de Lima... Lima es grande, es tan grande que Chile se siente un poco más niño de lo que es, y hay tantos mulatos y zambos, tantos coyotes, tanto de todo, y negros esclavos... Le gustaría tener uno, pero en sus tierras son tan caros...) y les han advertido que se cuiden de ellos y que no se acerquen... Y justamente, ahora, están tan prontos a mezclarse con ese gentío, ¿Perú no tiene miedo? ¿Sabrá cómo librarse de los males?
—¿Por qué me tocó el vestido a mí? —se lamenta, y cariño, eso te pasa por dejarte crecer el cabello más de lo que deberías, ¡no hay excusa, que eres castizo, no indígena, niño!
Perú paseaba por los alrededores del Centro, estaba un poco cansado, la verdad... El Virreinato de la Plata empezaba a fastidiarle sin quererlo, se sentía en una competencia a medida que pasaban los días y Argentina ya no le preguntaba por las cosas, lo miraba por encima del hombro porque España le había dado ese poder, no le discutía a su padre, sabe por qué hace las cosas pero, ¿no pensó que se sentiria marginado o algo por el estilo? De todas formas, estaba más delgado, comía lo normal pero quemaba cerebro demasiado. Esta vez, sentado en el borde de una pileta comiendo uvas, mirando como los negros, cabeza gacha, seguían a sus dueños.
Chile carraspea, prueba a poner voz de hombre (que no le sale porque está cambiando la voz y le salen gallitos y la verdad es que de por sí habla bastante chillón, más cuando se emociona).
—Perú... —le extiende una mano para tocarle la frente, con la punta de los dedos, porque aunque no lo va a admitir, se está metiendo en el personaje desde ya.
Es eso o que los descubran y se arme el quilombo.
Perú levanta la mirada porque seguro es alguna señora cocinera o del mercado y sonríe... Pero se queda viendo bien y... frunce el ceño por el color de piel. No le reconoce aunque sigue masticando la uva roja.
—Buenos días, dama, a quién no tengo el gusto de conocer —se levanta a hacer una reverencia *ojos en blanco*
—¡Ya po, Perú! Soy yo —se sonroja, apretando su vestidos entre sus manos, y le sale un gallito—. Y-ya me vestí —mira en otra dirección.
Perú se queda con la cabeza gacha y... suelta una risita, va a seguir con el teatro.
—Permitame saludarla como es debido —estira la mano para que se la dé y besarle el dorso.
Chile traga saliva, le mira de reojo... ¡Cómo pudo haber perdido! Eso le pasa por arriesgarse con un 50/50 por querer ver a Perú de niña y reírse de él (por todas esas veces en que le dijeron niña a él de más pequeño, por el cabello largo). Estira la mano para dársela.
—Encanta... da.
Perú no pensó que en serio iba a ceder, pero le ganó limpiamente en esos juegos bestias e hizo presión que si no cumplía iba a invocar a Viracocha y este iba a tener 0 piedad para sus tierras MUAJAJA.
Se separa sonriendo de lado.
—¿Viene a nuestra cita para pasar la mañana por La Ciudad de Los Reyes? —pompoooooooso oh.
—Mira —se lleva las manos a la cintura—. Si lo pones así... —tuerce la boca como si no estuviera seguro—. Yo no sé... —no quiere decir «sí» por no seguirle el juego, pero la actuación de Perú tiene su algo de gracia—, no sé qué decirte.
Carraspea.
—Podemos pasear sin que sea una cita —propone Perú porque cree que eso es lo que cohíbe a Chile, mientras le suelta la mano suavemente para comerse unas cuantas uvas más (sin pepa porque las odia)—. O que me acompañes a misa... O... —se ríe—. Te has maquillado y no es con barro esta vez —hace notar.
—Claro que me he maquillado... —habla con la boquita chica—. No quiero ir a misa, podría reconocerme alguien —mirada de «no me hagas pasar por eso, por favooooooor, ¡o te ahogo con mis manos!»
—Ah, le estás negando tu vida a Dios —susurra como si Chile le hubiera dicho que ha jugado Ouija o que tomó un helado con Belzebú, algo por el estilo. Con los ojos GRANDES. A propósito.
—N-no se va a molestar por una vez, ¿no? —una, diez, veinte... Te has saltado varias a lo largo de tu viiiidaaaaa, Chiiiileeeeee, Dios las cuenta TODAS y te pedirá cuantas por TODAS—. ¿A misa entonces?
A Perú se le ilumina más la sonrisa y le muestra el brazo para que se lo tome y caminar así.
—Después de misa nos espera el almuerzo en la casa, con postrecito especial —guiña el ojo porque ha aprendido una receta secreta con... Romano que ha estado quedandose regularmente—. Y si demuestras ser una dama decente... Quien sabe si hasta te canto.
Chile duda, pero bueno, si nadie les reconoce, entonces no hay problema. Le toma el brazo, y lo aprisiona con fuerza, como reforzando que sigue siendo un macho muy macho.
—Pensé que... —se imaginaba hacer cosas más prohibidas—. Nos encerraríamos en tu cuarto a beber hasta perder la consciencia o algo.
Chile bestia.
Perú camina sonriente, inclinando la cabeza suavemente a una extranjera (por lo blanca) que se ha quedado mirando a Chile más de lo tácitamente estipulado que se puede ver a alguien.
Se acerca al oído de Chile.
—¿Qué sucede, me queréis dejar sin consciente vestida de esta forma? Sabéis que tengo un demonio andino dentro, ¿no? —le mira los pendientes que tiene por aretes.
—Meestánmirandomeestánmirando —balbucea Chile y le da un empujón BESTIA con el hombro a Perú por decirle esas cosas como si fuera una mujer de verdad.
Perú sonriendo impasible, dios mío.
—La está mirando porque ese diseño de vestido es poco común —se burlaaaaaaaa y con el empujón se muerde el labio porque no se lo esperó.
—Si váis a estar burlándoos no juego —le da vergüenzaaaaaaaaaaaaaaa y el corpiño y todo le da calooooor, debe tener gotitas resbalándole en el cuello.
Perú sigue caminando y lo mira de reojo.
—Estáis muy bella ¿os lo he dicho? Cuando os quitéis la ropa volveréis a ser el Chullachaqui del Continente —molesta solo por molestar porque aún en esta época no existe tensión—. ¿Qué os parece la ciudad ahora?
Le da otro empujón con el hombro, pero menos fuerte porque les quedan mirando sino.
—Grande. Llena de gente —mira alrededor—. Tienes unas iglesias muy lindas —confiesa, volviendo al tuteo.
—No se nota que pasó el terremoto, ¿ah? Aún sigo arreglando la Catedral —lo que pasó hace dos años pero para Lima fue terrible, uno de los más impactantes en la historia. 9.0, nada se le igualó hasta el de Arica, en fin... Mira como un chiquillo vende churros y una negrita unos cuantos dulces a la puerta de una casa—. ¿Y tú cómo vas? ¿Cómo te va sin ayuda?
Perú estas en una escala de densidad y dramaaaaa que i can't ok?
—Bien —miente y sonríe con todos los dientes para que le crea, mirándole, hasta achina los ojos, viste—. Nunca había estado mejor en ni vida, me encanta mandarme solito —sonrisa sonrisa.
Perú traga saliva y sólo le lanza una mirada rápida, pero gélida de ¿rencor? ¿Pena? ¿Falta de poder en Chile?
—Eres un niño aún —por no madrearle y fregar el día.
"Reconchatumadre que chucha vas a saber tú de mandar pe, hace poquito yo te controlaba hasta la respiración ctm ctm, y con chulería ¡malcriado! Quiero darte un coscorrón".
Como si Dios lo castigara por mentir, Chile estornuda, de esos estornudos que les dan cuando se avecinan economías tambaleantes.
—Salud, ¡Jesús!
—Gracias —uy, pero qué educado... mientras se pasa el dorso de la mano por la nariz—. Ya no lo soy —orgullo—. Me dijo mi gobernador que ya soy todo un hombrecito.
Saca pecho.
—Te veo tan hombre ahora, que me siento sodomita —serio.
—¿Eso es una crítica? —a su interpretación de dama, se entiende... Aunque él no busca interpretarla bien, ¡para nada!
—Estoy expresando la verdad, mocoso.
—Tú no lo harías mejor que yo —levanta el mentón y saca un abanico que lleva colgando de la cintura (en serio, Chile, no digas que no te tomaste tu tiempo al vestirte), que abre con un sólo movimiento de mano.
—Argentina te está subiendo los humos, tú no eres así —lo mira los ojos, a pesar del abanico.
—No sé de qué hablas —mira para el suelo—. Podrías decir al menos que no me veo ridículo si no lo hago bien.
—No sabes de lo que te hablo cuando te conviene porque sabes que aún seguiría ahí para ti —uf, que poderoso.
—No pienso volver a depender de ti nunca —creo que lleva diciendo esto desde que median un metro—. Nun. Ca —cierra el abanico y le pincha el costado con él.
—Las palabras se las lleva el viento, los hechos se quedan aquí —se señala la cabeza. Y, ¿por qué MIÉRCOLES estás tan seguro Perú? Sonríe.
—¡Nunca! —esto parece una pataleta... Pero, como bien dice Perú... Podría volver a depender de él si España así lo dice—. Dilo tú.
—¿Me pides que mienta? —draaaamón—. No te deseo el mal pero no escupas al cielo que en la cara te cae —ruuuuuudeeee.
A Chile no le da seguridad que Perú le diga eso... Le hace sentir que no logrará las cosas que se propone cuando él se burla así.
—No me importa lo que digas, ya no me mandas —le saca la lengua.
—Lo ves, eres un niño... Ya no de pecho quizá, pero te comportas como uno —sentencia, con la barbilla en alto.
—¡Tú te portas como un niño si no me escuchas! —voz chillona, por suerte, porque así pasa por mujer. Le pincha con el dedo en el pecho.
—¿Yoooooooooo? —abre los ojitos pardos GRANDE, como si le hubieran acusado de haber escondido la llama que era para la cena—. ¿Si no te escucho a ti? Mira, con Jesús en tu corazón dejarás de hablar de así.
Mueve la cabeza tratando de no reírse porque en el pecho le da cosquillas los pinchazos.
—Deberías escucharme —le pincha más—. Es por eso que nadie te quiere.
—Todos me quieren, ¡a ti no porque eres osado! —se ríe apoyando la frente en su hombro, como alejándose de su dedo.
—Yo no te quiero, porque eres un mandón pesado y... —intenta pincharlo—, y Alto tampoco te quiere, ni Río, ni... —deja de intentar picarle y aleja el rostro para intentar mirarlo bien, ya que está en su hombro.
—Me quiere Quito... Me quiere España —decidido. Lo mira a los ojos—. Vosotros me queréis aunque no lo digáis, yo lo sé, porque yo no he sido malo con vosotros... —JAJAJAJA, oe ya pe no bromees así, Perú, te están hablando con seriedad... Ah, no ¿que no es broma?
Chile, ya detenido en el camino porque sigue a Perú (o sino se pierde) y éste no avanza por las cosquillas, sigue rebatiéndole.
—Eso no es lo que me han diiiiichooooo —lo molesta, pinchándole la mejilla que tenga más cerca.
Perú esta sentimental pls. Sigue mirándole a los ojos a pesar del pinchazo.
—Con el amor no se juega.
—Eso no es amor —deja de pincharlo al ver que no funciona—. ¿Estás cansado, que te me echas encima así? —hay que reconocer que con los años a Chile se le ha calmado el carácter, miren lo bravo y rebelde que era en el siglo XVIII.
—¡Si me quieren! ¡Si yo los conozco desde chiquititos! A ti, sobre todo —levanta la cabeza—. Sí, estoy cansado de muchas cosas y de caminar hablando de ese tema, ¿preferirías oír que tienes las puertas cerradas del Virreinato por más que te estés cayendo a pedazos? ¿Eso es tu libertad y autonomía? —camina unos pasitos para ponersele en frente, en TOOOOODA su altura.
—¡No te queremos! ¡En especial yo! Y si te quise, fue porque era tonto, pero ahora que soy un adulto —ojo, un ADULTO—, ya no lo hago. Y menos te va a querer la gente si te cansas por caminar, así no durarás en ninguna guerra —intenta ponerse tan alto como él, bien derechito—. Tonto —gran respuesta a lo de cerrarle las puertas, pero es que le ha roto un poco el corazón con eso.
—Que adulto vas a ser tú oe —esconde toda la tristeza que le causan sus palabras, son duras. Se suelta de su brazo —no sé ni para que viniste —sigue caminando.
Es que a Perú le han dado ganas de llorar socorro, está sentimental, muchos problemas lo agobian.
—Eh... —Chile no le dice que para saber cómo está—, porque sí. Asunto mío por qué vengo —le sigue, hasta ponerse a la par.
—Voy a buscar a España —"ya no juego contigo".
—¿Está acá? —se le nota una ligera nota de decepción en la voz, porque ni una carta le ha escrito diciéndole que estará en el continente... Aunque sabe que hay pocas posibilidades de que lo visite.
—Sí, ¿no te comentó nada?—extrañadisimo de verdad, porque estaba haciendo algo grande, mira de reojo a Chile—. Estás sudando.
—Lo sé... —la noticia sobre España le ha abatido el ánimo, se echa aire con el abanico sin ninguna gracia femenina—. ¿Vas a ir a verle incluso cuando me vestí así? —le pregunta, vulnerable.
—No... No quiero molestarle ahora, son tonterías además, ya sabrá tu corazón con quién está —vuelve a tomarle del brazo como si no hubiera pasado nada—. Ahora cambiemos de rumbo que no quiero ofender al Señor, vamos a casa.
Bruuuuuuhhhhh, es que le haces caso a Chile pe
—¿A oír misa? —le pregunta, incrédulo de que no vayan a la Iglesia—. Puedo apostar que tienes una capilla y un sacristán sólo para ti —envidia envidia.
—Sí, pero no vamos a oír la misa, me avergonzaría de tener pensamientos impuros... —contigo a mi lado.
Chile se sonroja y carraspea.
—Es que... Las chinas... Y hay tantas niñas bonitas en casa del gobernador —le entiende... O cree entenderle—. ¡Virrey! Digo, en casa del virrey —se sonroja más.
—Tú cara todavía aún es peor, encima te sonrojas —traga saliva. Aprieta el brazo y le sale músculo, y se debe sentir el brazalete de oro, que no se lo quita a escondidas de España—. ¿Virrey Amat? C-C-Con... ¡Oe!
Everybody has a trauma con ese Virrey y La Perricholi.
—¡Sí, esos mismos! —apenas sabe de ellos porque todas las noticias tardan meses en llegar, chismes incluídos, menos aún desde que Amat se puso en su contra—. Y no estoy sonrojado. Es el calor. Y este vestido.
—Quítatelo al llegar entonces, te pones uno ligero de empleada.
—No, me van a confundir con quién sabe qué —él po, el de la clase más alta, el de la alta alcurnia, el que se codea con la aristocracia—. Me niego.
—Entonces estarás hecho una sopa de sudores —amenaza—. Y no pediré que te calienten el agua cuando quieras una ducha, y así vas a dormirte.
—No le tengo miedo al agua fría, ¡ja! —le mira con una sonrisa victoriosa.
—Bien por ti —alienta y llama a un negrito que vende unas manzanas dulces.
—Vas a dejarme sin agua, ¿verdad?
—Nooooo, ¿como crees que voy a actuar de manera tan vil? —el negrito viene corriendo y pregunta cuál de todas las colgadas quiere, codea a Chile suavecito—. ¿Cuál desea, princesa? —el negrito se sonroja mirando de a ratitos a la mujer, sus labios rojitos y brillantes.
—Entonces algo harás... ¡No me vas a dar nada para vestirme después! —se sonroja—. Y no me llames princesa —refunfuña, a pesar de lo cual, le echa una mirada a las manzanas... Se ven ricas.
—Elige una, anda, que mi negrito acá está perdiendo clientes —guiña el ojo para el chico y él le sonríe con algo de temor, pero lo hace porque Perú inspira confianza—. Princesa, no sea tímida, que alguien oiga mis muestras de amor por ti no nos llevará a la horca —siiiiiiiiiigue jodiendo éste. Saca moneditas reales de su bolsillo.
Chile elige la que se encuentra más cercana, incómodo.
—Telapagoluego —le murmura a Perú, sintiéndose... Contento por dentro.
Perú se ríe, estirándole las monedas al negrito... Y con eso puede escaparse ilegalmente si quisiera y volver a África.
—Nada, nada... No me pagues nada, ¡es una salida, mujer!
Al negrito se le ilumina la mirada, no sabiendo que responder porque el español no lo domina demasiado, y ha aprendió solo el "hola" "sí, adelante" y gracias no, pero le hace una reverencia a Perú hasta que las rodillas chocan. Y se va corriendo.
Chile levanta las cejas con eso.
—Si lo pagas tú... Es una cita —contempla la manzana y le da un mordisco—. Mmm... —no le va a dar a Perú.
Se escuchan las campanas de la Catedral llamando al siguiente servicio de misa.
—Invítame —pide, mirándola con los ojos como perrito—. Escucha el llamado de Cristo.
Alrededor muchas mujeres caminan del brazo de sus esposos para llegar a la Catedral, o para comprar en el mercado que pueden ir a misa de seis más tarde.
—No puedo invitarte yo si soy el que lleva vestido —le da otro mordisco para ocultar su boca y LA INSINUACIÓNNNNNN.
Perú se tarda su buen minuto en comprender lo que quiere decir... Si no le puede invitar... Porque lleva vestido... Oh. Su cerebro hace click para alivio de todos y de Chile, sonríe de lado, acercándose muuuuuuuuuucho a su rostro, más por la manzana.
—Entonces me permite... ¿Morderla aquí?
—Si no la llenas de saliva —le acerca la manzana hasta que le toque los labios a Perú, en la parte donde no está mordida, se le aproxima lo que el vestido le permite.
Perú le agarra la mano que sostiene la manzana y se la acerca a la boca y le da una mordida GRANDE. Apenas va a poderla masticar. Se aleja y se limpia la comisura porque le ha chorreado saliva.
—Quhbe eppgsfa —qué rica está. Expresión de "oh, Dios mío, ésta es la manzana de la esperanza".
Chile piensa más bien en el pecado original...
—Tienes... —se señala en la comisura de la boca... La suya—. Un trocito de manzana —pestañea leeeeentooooo.
Perú sigue triturando la manzana entre sus dientes y luego traga todo el bocado, se la relame y se chupa los labios para que no quede dulce en otros sitios, mirando a Chile sin doble intención.
—¿Ya? —se pasa la lengua otra vez por seguridad, un español bastardo toca y canta alguna ópera a lo lejos, o eso pareciera.
Chile muerde la manzana mirándole hacer, salivando más de lo necesario. Lame allí donde mordió.
—Aún me queda —le pone el brazo para que se lo tome (sin darse cuenta)—. Me lo acabo de camino —cambia el peso se pie, nerviosito por algo allí abajo... Que el vestido esconde a la perfección.
—Te preguntaba si aún me queda dulce en la boca pero es seguro que no —se da cuenta del brazo y levanta las cejas, tomándolo bien sujeto, poniendo duro el brazo—. Si ya no quieres me lo dejas, ¿ah?—reanuda la caminata, doblando por una calle llena de casas con balcones barrocos.
—Algo de caramelo, bajo la nariz —ahora agradece llevar vestido—. ¡Oye, es mía, me la regalaste! —aleja lo que queda de manzana de Perú y la muerde—. Mmmmm —le saca pica.
Voltea a mirarle de perfil.
—Está bien rica, ¿no? Pensé en comprar dos... Pero me nublé, hostias —se lamenta como el perro maltrecho que es—. Te la voy a robar si me sacas pica —asu, que malo es este hombre.
—Nooooo —le da otro mordisco rápidamente—, está muy dulce —se queja/aprecia (es difícil saberlo con Chile) y le da otro mordisco pequeño rápido, mirándole de reojo, y sonriéndose por la maldad.
Perú suspira y le suelta el brazo para tomarlo de la cintura, EN UN MOVIMIENTO INTRÉPIDO, SEÑORAS Y SEÑORES, se lo apega mucho.
—Ya me hartaste.
Y a Chile no le da tiempo para nada porque es de improvisto. La manzana se le cae al suelo, casi se atraganta.
—¡¿Qué te hice?! —voz chillona, bajo el vestido llega a dar un respingo el asunto, le pone nervioso que le agarre así de la cintura, es tan... Íntimo allí, porque tiene apretado de por sí por la ropa y puede sentir sus manos.
Lo mira intenso unos segundos, lo aprieta más a sí y le da una lamida a los labios y una mordida entre chupada. Tranquilo.
—Eso te pasa por sacarme cachita, yo quería esa manzana y ahora la has botado al piso —dice bajito, como a regaño.
Chile le sostiene la mirada, queriendo ver allí la respuesta, y cuando le lame, se pone rojo, abre los ojos enormes por la sorpresa, pero no le empuja, hasta que no le muerde, que allí sí lo empuja, pero no bestia, sólo para separarlo, que tonto no es.
—Qué manzana ni que ocho cuartos —resopla, quiere salir corriendo ahora sí.
Perú se separa cuando lo empuja, y se agacha a recoger la manzana. Se la tiende a Chile, toda llena de tierra, seguro.
—Cárgala hasta la casa y ahí la botas a la basura. No ensucies a mi belleza.—lo mira, obviando su sonrojo y lo que pasó.
Chile le pega un manotazo a la mano de Perú, para nada dispuesto a ser humillado así.
—Cárgala tú.
Niega.
—La has botado tú, obedece.
Mirada severa.
Chile sostiene la mirada, mirándole feo.
Perú sigue tendiéndole la manzana.
—Nos vamos a quedar acá todo el rato hasta que no cooperes, hasta la noche ah —Chile a la 1... Chile a las 2...—. Y así dices que eres un adulto, con tremenda rabieta que me haces.
—Estúpido —se toma el vestido para no tropezar, y le da la espalda, y echa a andar. No sé a dónde, pero va bien derechito, sin desviarse.
Perú suspira.
—No te voy a seguir —declara porque cree que le está haciendo una broma de esas cuando era niño, que al ratito se le pasaba y venía. Se queda parado.
—No me sigas —le dice deteniéndose y volteando, sólo para decirle... Pero sin volver. Altivo, esperando que se disculpe o algo.
—Ven para acá, ya la cargo yo—no se le cruza por la mente disculparse.
Chile le mira, sin creerle.
—¿El gran Virreinato del Perú va a cargar una manzana toda mugrienta? —le pregunta desde esa distancia.
Perú se SONROJA.
—¡Sí! Que me vean todos que cargo la manzana que no te comiste, llena de tierra—responde aún más alto, gritando.
—Ahhhhh, así que es porque no me la comí —manos en la cintura, voz chillona... Parecen una pareja discutiendo, la gente empieza a notarlos (el chisme del día)—. Será que son tan malas tus manzanas que sólo se las pueden comer los gusanos.
Perú traga saliva y mira de reojo a la gente.
—Será que rozaron tus labios y se convirtió en veneno —la vas a cagar, oe.
—Ah, ahora tengo veneno —repite—. Y si tanto veneno tengo, por qué andái chupándome los labios, eh —una mulata le cuchichea a otra que mira a la parejita, que el hombre debe estar engañándola, seguro, y manzana debe ser una metáfora, ya que estamos en el barroco y la gente armaba cuento.
—¡Vergüenza debería de darte! Porque es obvio que ese veneno corrompe a los hombres —contesta, rojo, la otra mulata le susurra ¡pero que pasión, negrita! Míralos... pero ¿si quizá ella es la amante? Sigue el cuchicheo.
—¿Entonces de qué te quejas? Porque así no te afecta —mi niña, esto acaba en tragedia, eso ningún hombre lo puede aceptar, se les une un lobo de mediana edad, que mira y niega con la cabeza, si su mujer le hablara así ya le habría pegado.
Perú no está dispuesto a ser MÁS la comidilla del chisme, se acerca hasta Chile, furioso. Lo toma de la muñeca.
—Nos vamos para la casa.
—No —intenta soltarse, le aprieta el brazo para cortarle la circulación—. Contigo no voy ni a la esquina, suéltame.
Perú hace presión en su muñeca jalando, demostrando que no le duele nada de lo que haga.
—¡Nos vamos! Eres mi mujer —saoooooooooo.
—¡Que me sueltes! —tira BRUTO, lo GOLPEA en el hombro con el puño (no con los nudillos)—. ¡Coyote de mierda! —uhhhhhhhhhh, al menos no le dijo zambo o algo peor.
—Anda, yo no lo veo coyote, pero si lo fuera yo tampoco le querría aunque se vista tan lindo —dice por allí una vendedora de flores a quien le oiga.
—¿Porque eres castizo te crees en mejor posición que yo?—aprieta los ojos al golpe y le suelta... Para con la otra mano mandarle una cachetada. Molesto. Y la pobre manzanita rueda a los pies de un negrito.
Y eso que se lo ha dicho no porque Perú lo sea (que no sabemos con exactitud) sino por blasfemarlo.
—Ughhhh, eso es peor que indio, que náuseas —comenta una... extranjera, se han unido al club chismografia
Chile se queda de piedra con la cachetada, se le aguan los ojos, pero no dice nada.
Perú bota aire por la nariz mirándolo con furia aún, porque han protagonizado EL espectáculo.
Calladito, Chile se acerca a la manzana y se agacha a recogerla. El negrito se la levanta y se la pasa. Perú le sigue con la mirada, apretando la mandíbula.
—Ya ves lo que ocasionas.
Chile aprieta los dientes, se siente terriblemente humillado, por el vestido, por la manzana, por el toque de labios, porque después de decirle esas ambigüedades, Perú le trate así y le haga llevar una manzana sucia, cuando todos los demás la dejarían tirada, y encima le cachetea. Un hombre por allí dice que así está bien, que el hombre se haga respetar. Con la cabeza gacha, regresa con Perú, pero dejando una distancia, un colchón de aire, de humillación, de odio allí en medio.
Perú lo mira y aún no se le pasa la cólera, hasta que lo ve caminar con la manzana cochina, y a medida que va bajando la adrenalina se siente mal... Triste. Porque se dejó llevar por su bestialidad y estuvo terrible, lo único que hará será esperar a la casa y disculparse. Voltea a verlo.
—Oye... Chile...
—No —lo corta, sin mirarlo—. Vámonos. Por favor.
—Oye... Ya sé que me he pasado, discúlpame. No seas así conmigo —retrocede para estar a la misma altura—. Por favor... —lo mira RE triste y la casa debe estar a dos cuadras, aunque Chile no sepa llegar solo.
Éste no le responde, dispuesto a no darle ninguna oportunidad por imbécil, y a sí mismo se dice que Perú SIEMPRE ha sido igual y que cuando menos se lo espera le hace daño.
—Chile... Por favor... —sigue rogando, llenándose los ojos de lagrimitas pequeñitas chiquitas y nada machonescas
Nada. Chile está taimado.
Perú se le acerca más como para abrazarlo y de paso, quitarle la manzana.
—Mi... —empieza, temblándole el labio.
Chile no opone resistencia a que le quite la manzana, pero sí le empuja, sin importarle el temblor ni nada.
—Devuélveme. La maldita. Manzana.
—Ya pues... Siento el nudo en la garganta que me da dolor al hablar, discúlpame —agarra la manzana y la tira lejos con todas sus fuerzas, empieza a llorar—. Disculpame... No quise... Por favor...
—Te odio. Coyote de mierda —le espeta con rabia y se va corriendo antes que le vea llorar a él, en cualquier dirección, tan rápido como el vestido le permite (que es más rápido de lo que podrían esperarse). Perú le sigue corriendo con todas las fuerzas que pude.
Los adolescentes no son gente fácil, ni con los adultos ni entre ellos.
Por favor, ¡no olviden comentar! Así empezamos el 2015 con el pie derecho :D
