Hola! con ustedes, un nuevo delirio.

Disclaimer: Arda y todo ese universo le pertenece a Tolkien y sus herederos, yo sólo juego con uno de los personajes que dejó fuera de los Anales de la Tierra Media

Advertencia: Este primer capítulo es introductorio y los que no conozcan el Silmarillion no tendrán referencias sobre varias cosas mencionadas, traté de dejar dentro de la narrativa las explicaciones necesarias para que no se pierdan, pueden preguntar si quieren. Después de este primer capítulo, trataré los acontecimientos de El Señor de los Anillos, teniendo en cuenta los libros y las películas, además de introducir aventuras de mi propia imaginación.

Es un AU en el que le doy protagonismo a la elfa noldo Írimë, hija de Finwë e Indis, nacida en las Tierras Imperecederas, que partió hacia la Tierra Media siguiendo a su hermano Fingolfin quien seguía al medio hermano de ambos Fëanor tras el robo de los Silmarils por Melkor (el canon no dice más que esto sobre ella). Le atribuyo a esta elfa acciones que corresponden a otros personajes, están advertidos, al final de los capítulos aclararé que le atribuí y a quién le corresponde realmente esas acciones. Si no gustan de estas historias, no continúen.

Gracias a YUKI NICKY1 por prestar sus ojos y leer una versión beta de este fic.


El pasado de Írimë y del por qué vuelve a la Tierra Media

Námo, Señor de los Muertos, despertó de su sueño vigilante al oír el eco de unos serenos pasos que parecían multiplicarse en los salones circundantes.

—¿Qué te trae a Mandos, mis dominios?

—Vengo en busca de un sabio consejo— respondió.

El Vala dejó el trono desde el cual juzga a elfos y hombres tras su muerte y fue hacia Nienna, la Suspirante. Le tenía especial afecto a su hermana menor ya que su sabiduría nacía de la compasión, algo que se suele olvidar con rapidez pero que ella conservaba en su esencia misma, siempre vestida de luto.

—Deseo hablar de ella— recalcó la última palabra.

Él sabía muy bien a quién se refería, últimamente su hermana era recurrente con el tema pero prefirió escuchar primero.

—Pocas veces he visto tanta tristeza en uno de los Primeros Hijos de Eru, no he podido serenar su espíritu a pesar del tiempo que ha pasado. Me he acercado a ella, convirtiendo su dolor en sabiduría pero aun así su pena no ha cesado—

—Írimë, hija de Finwë e Indis, hermana de Fingolfin y media hermana de Fëanor... ella está condenada, atada al Hado de los Noldor, hasta el día del Juicio Final— sentenció con dureza.

Námo era, generalmente, intransigente. Los Noldor que abandonaron las Tierras Imperecederas estaban atados a su Profecía, a lo que llamaron el 'Hado de los Noldor', y ésta alcanzaría su culminación el día del Fin de los Tiempos. Sin embargo, Nienna no se rendiría, esta vez lograría persuadirlo o vería la manera de que su profundo deseo se vuelva realidad:

—Tú has visto la imagen de la creación con mayor profundidad y más lejos que todos los ainur pero ¿has sido capaz de detener tus ojos en cada detalle? — el silencio se interrumpía sólo por el paso de los hermanos Valar.

Él no respondió, no podía atribuirse un conocimiento absoluto, eso sólo le pertenecía a Eru y él sólo conocía lo que éste les enseñó antes del principio de los tiempos de Arda. Ambos deambulaban por el Palacio de Mandos hasta que comenzaron a sentir un sollozo, era sutil e incluso armonioso, parecía una tenue melodía que acongojaba el alma, su sonido afligía profundamente. Al girar por una esquina, Námo fue capaz de ver el espíritu gimiente de Írimë junto a una extraña Laguna de Plata que emitía luz propia, luz que le recordaba el reflejo de Telperion, uno de los Dos Árboles de Valinor, sobre las Fuentes de Varda.

—Esa Laguna de Plata no pertenece a mis dominios— expresó con seriedad y asombro.

—No — respondió con sencillez Nienna —porque son las lágrimas penitentes de Írimë.

Entonces Námo rodeó a la noldo y cuando la tuvo frente a él pudo ver el surco brillante de sus lágrimas eran hilos de plata que recorrían sus mejillas y caían al suelo formando ese espejo de angustia y dolor. Ella parecía no percatarse de la observación penetrante del Vala, era como si viera a través de él, en realidad, veía hacia sí misma, su pasado y su pena.

—¿Cómo es posible? — se preguntó a sí mismo pero su hermana lo escuchó.

—Ella ha estado en tu Palacio llorando su destino por casi tres mil años solares, en todo este tiempo las lágrimas brotaron de sus ojos como agua de manantial. He intentado consolarla, al principio parecía ausente, como lo está frente a ti ahora, pero con el tiempo abrió su corazón a mí y su dolor se volvió sabiduría— se arrodilló junto a ella y de manera automática, el espíritu se recostó en el regazo de Nienna—, pero no logro que cese su llanto.

—Triste, sin duda, es la vida de los Noldor que quedaron atados a la furia de Fëanor por el robo de los Silmarils y el asesinato de su padre Finwë— miró la Laguna y agregó —: aun así, estas no son lágrimas normales—

—Tengo mis sospechas, querido hermano, pero no quería llamar a los demás sin antes solicitar tu permiso y tu consejo, después de todo, estos son tus dominios.

Námo simplemente asintió y su voluntad fue que un heraldo convocara a los demás Aratar, los Exaltados. Así llegaron uno a uno: Manwë, Señor del viento y representante de Eru; Varda, Señora de las estrellas; Ulmo, Señor del mar; Yavanna, Señora de la vida; Aulë, Señor de la Tierra y Oromë, Señor de los cazadores.

A medida que arribaban al salón, el silencio los consumía, quedaban admirados por el tenue brillo de la Laguna de Plata que se desplegaba frente a ellos. Fue Yavanna la que habló primero y expresó los pensamientos que Nienna retenía en su mente.

—Al igual que los cabellos de Galadriel atraparon el resplandor de Laurelin, parece que los ojos de Írimë capturaron el de Telperion y sus lágrimas se han vuelto de plata recordando las Fuentes de Varda que fueron consumidas por el hambre insaciable de Ungoliant—

La Señora de las estrellas, Varda, se acercó al rostro de la noldo y tomó una de las gotas que emanaban constantemente de sus ojos y la observó detenidamente:

—Es el eco de un eco pero precioso a fin de cuentas, mis Fuentes reflejaban la luz de los Dos Árboles y ese brillo quedó capturado en los ojos de Írimë quien ahora lo devuelve a través de su dolor.

Námo recordó sus propias palabras, una sentencia expresada tiempo atrás que ahora parecía adquirir sentido:

—Primero volverá el agua y traerá con ella el recuerdo de lo que se perdió y purificará las culpas de quien lamenta— pronunció con su voz profunda.

Los demás lo miraron, recordando que cuando llegue el Día del Juicio y Fëanor sea liberado, los Silmarils volverán y se abrirán devolviendo la luz que en su interior reposa, pero antes de que eso ocurra, la luz de las Fuentes de Varda debía ser restaurada ¿sería posible que eso haya pasado ahora a través del dolor de una Elda de los Noldor? Ellos saben que es lo que pasará, en mayor o menor medida, pero no tienen conocimiento de cómo o cuándo las cosas ocurrirán y por eso se admiraron al entender que las lágrimas de Írimë devolvían parte de lo que antaño se había perdido. Esa Laguna de Plata restauraría las Fuentes de Varda y aguardarían la llegada de la luz de los Silmarils.

—¿Cómo fue posible? — preguntó Ulmo.

Fue Aulë quién le respondió porque de todos, él es el que más admiraba y amaba a los elfos Noldor, sentimiento que era realmente recíproco. Mucho fue el tiempo que pasaron juntos y él, más que todos los demás Valar, conocía a Írimë, cuyo espíritu sollozante estaba frente a él, y sentía que su historia merecía ser recordada.

—Desde que nació se sentaba frente a Telperion, el Árbol Blanco, en los momentos en los que éste más brillaba, parecía capturada por la luz que emitía.

—Lo recuerdo— apuntó Yavanna mientras asentía —Tan risueña era que su madre, Indis, le dio por segundo nombre Lalwendë, aunque todos la llamaron Lalwen, y la niña aceptó su nuevo nombre y prefirió ser llamada así pues su risa era como el canto de las aves y alegraba los corazones de quienes la escuchaban.

—De eso ya hace tanto tiempo…— dijo Varda mirando al espíritu penitente y escuchando el sollozo—, y ahora tanto ha cambiado.

—De todos a quien más amaba era a su hermano Fingolfin…— continuó Aulë—, tan parecidos ambos en sabiduría, fuerza, firmeza y valor…— Se detuvo a contemplarla con tristeza—. Y fue ese amor y lealtad lo que la condenó.

—El juramento de Fingolfin a Fëanor lo llevó a seguirlo hacia la Tierra Media…— recordó Ulmo.

—E Írimë fue tras él, no abandonaría a quién más amaba…— reconoció Yavanna.

Aulë asintió antes de agregar:

—Pero su corazón también deseaba venganza por la muerte de los Dos Árboles gracias a la hoja de Morgoth y el hambre de Ungoliant… y por eso, a pesar de que no pronunció el Juramento de Fëanor y de que no levantó su hoja o sus flechas contra los Teleri en la Primer Matanza de los Hermanos, quedó atada al Hado de los Noldor… y con los suyos fue abandonada en Araman por la desconfianza de Fëanor hacia la casta de su medio hermano Fingolfin, y atravesó el inhóspito Helcaraxë dónde muchos encontraron la muerte hasta que, al fin, llegaron a la Tierra Media, muy menguados y tristes pero con el espíritu fuerte, joven e indemne.

Observó a todos, cada uno tenía muy claro qué es lo que había ocurrido con ella pero Aulë sentía que su historia merecía ser expresada en voz alta:

—Ella fue fiel en todo momento y celebró cuando Fingolfin fue reconocido como Rey de los Noldor en la Tierra Media, no se apartó cuando la corona pasó a Fingon, tampoco cuando la recibió Turgon ni cuando Gil-Galad se convirtió en el siguiente y último.

La voz de Nienna se escuchó pues ella había escuchado el dolor de Írimë, conocía tanto o mejor que Aulë lo que en el corazón de la elfa estaba guardado:

—Creció y aprendió de cada experiencia, su sabiduría siempre fue bien recibida entre los suyos al igual que su destreza en las diversas artes, incluido el Arte de la Guerra .

—Y así pasó la Primera Edad del Sol. Su orgullo aún era grande y se negó a volver y pedir perdón, decidió quedarse junto con otros en la Tierra Media al igual que Galadriel y tantos otros— expresó Námo quien no veía con buenos ojos la dirección que estaba tomando esa reunión.

—Pero también fue por su lealtad, Elros y Elrond decidieron su destino, uno junto a los hombres, el otro junto a los elfos— refutó Nienna —, y ella deseaba brindar lo que había aprendido para que no perezcan como sus antepasados… por eso observó como Elros, aquél que comparte su sangre, se erigió como Rey de Númenor… ella, la Dama Azul de Hitlum se volvió errante, 'la Noldo de los caminos' solían llamarla, recibida en todos los reinos, sea el de los Elfos o de los Hombres—

—Porque deseaba observar y enseñar, brindar su conocimiento, su espada o sus flechas pues su furia no menguaba con el paso del tiempo y aún no perdonaba la muerte de los suyos a manos de Morgoth y sus sirvientes… ella siempre desconfiaba, observaba el posible regreso de la sombras que tanto mal a los suyos había traído— recordó Aulë quien nunca se apartó del todo de los noldor.

Nienna asintió y agregó:

—Esa desconfianza la alertó y aunque no supo que Annatar era en realidad Sauron, el más poderoso de los servidores de Morgoth, tan poderoso que luego asumiría como Señor Oscuro ante la ausencia de su amo. A diferencia de Galadriel y Celeborn decidió quedarse en Ost-in-Edhil junto a Celebrimbor y los Gwaith-i-Mírdain cuando Sauron disfrazado persuadió a los Noldor y fue recibido en su reino— miró a Námo con cierto desafío—, después de todo, Celebrimbor era descendencia de su medio hermano, pues no era otro que hijo de Curufin, uno de los hijos de Fëanor.

Varda, cuyo corazón comenzaba a agitarse con la compasión de Nienna dijo con cierta melancolía:

—Y vio la forja de los Anillos de Poder con recelo, ella conoció el arte de los Noldor que, combinado con las artes de Annatar dieron origen a esas joyas que en este momento asolan la Tierra Media— se abrazó a sí misma y suspiró—, su corazón se llenó de temor y angustia cuando Celebrimbor llamó a su puerta con un joyero en mano a pedir consejo.

—Él ya había descubierto que Annatar no era otro más que Sauron y que había forjado en secreto al Único. Celebrimbor fue testigo del poderoso hechizo que envolvió a ese particular anillo y supo que debía proteger a los otros tres para que no sean corrompidos— apuntó Aulë.

Nienna, quién veía que se acercaba a su objetivo, sonrió con ternura antes de agregar:

—Con sabiduría aconsejó que fueran dispersos, lejos de la región de Eregion dónde Sauron creía que estaban, y con angustia Celebrimbor le rogó que llevara los Tres Anillos más poderosos a los más poderosos de la Tierra Media— mirando a Írimë fijamente continuó—: y partió con premura hasta los dominios de Galadriel y Gil-Galad, pasó por otras ciudades advirtiendo el mal que se alzaba, para luego regresar a Ost-in-Edhil pero ya era demasiado tarde, la ciudad había caído.

—Grande fue su grito de dolor al ver como Sauron avanzaba, para horror de todos, con la cabeza de Celebrimbor en una pica— susurró Yavanna pues ella, como los demás, escuchó ese lamento—, desde entonces, nunca descansó y pasaba su tiempo entre Númenor e Imladris… su pena fue mayor cuando Sauron pudo entrar en el corazón de los hombres de Númenor al punto que los elfos ya no podían ingresar a ese reino, al punto de que decidieran desafiar el Mandato y atreverse a atracar Valinor.

—Así encontró la muerte, por la hoja de los soldados de Sauron cuando ayudó a Elendil, padre de Isildur, a subir al barco en Rómenna antes de que la tempestad se desatara y pudieran escapar hacia la Tierra Media— agregó Nienna.

Tras estas últimas palabras Námo volvió a sentenciar:

—Y no volverá a la vida hasta el Día del Fin, cuando Fingolfin como tantos otros se alcen en el Dagor Dagorath para enfrentarse a Morgoth una vez más.

—¿Pero es su destino llorar hasta que llegue ese día?, nos ha devuelto un atisbo de la luz de la Era de los Dos Árboles y, aun así, ¿debe penar mientras aguarda en los salones de Mandos? — Nienna pasó su mano por el cabello oscuro, lacio y suave de Írimë consolándola—. No lo creo.

Oromë observaba, la risa cantarina de la juventud de la elfa resonaba en su mente y recordaba cómo, luego de las continuas muertes de los suyos, el sentido del nombre que su madre Indis le había dado Lalwendë, 'Doncella Risueña', se perdía para siempre. Todos, a excepción de Galadriel o Glorfindel, desconocen la razón de ese nombre ya que nunca la escucharon reír, nunca se deleitaron con el bello sonido que nace de su alegría y que lleva paz a los corazones. Estos pensamientos lo llevaron a expresarse frente a los demás:

—¿Cómo sería posible devolverle algo de felicidad?

Varda observaba a la noldo con detenimiento, intentaba comprenderla:

—Ella está atada al destino de Sauron y de los hombres porque mientras la maldad del Segundo Señor Oscuro asole la Tierra Media y el Anillo Único exista, mientras el destino de los descendientes de Elros no se defina, ella no encontrará paz porque su corazón desea, aún después de tanto tiempo, proteger a los que considera suyos.

Con cierta molestia en su voz, Nienna agregó:

—Ella sigue existiendo para la casa de sus hermanos, nunca vivió para sí misma.

—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió Oromë, el Señor de los cazadores.

—Significa que no conoció más que el fuego del amor fraternal que le dio más tristezas que alegrías a lo largo de su vida.

Manwë, Señor de los vientos y representante de Eru, escuchó con atención cada palabra pronunciada y su corazón se llenó de la sabiduría de Nienna, sabiduría que nace de la compasión. ¿Sería el momento de perdonarla?, ella había sacrificado todo por amor a los suyos y por amor a la luz de Telperion, el árbol de plata. Tal vez la Tierra Media aún necesite de la fuerza de la hija de Finwë y tal vez allí conozca el fuego que nace de otro tipo de amor, por esa razón se pronunció:

—Debe volver— sus palabras silenciaron a todos que se giraron hacia él con respeto pues su palabra era definitiva—. Regresará a la Tierra Media.

—Pero su dolor es tan grande que no encontrará paz por la bruma de sus recuerdos— dijo Yavanna con cierto pesar, estaba de acuerdo pero temía que el esfuerzo sea en vano.

—Para poder recorrer un nuevo camino deberá olvidar brevemente los viejos pesares— mientras Manwë hablaba, el espíritu de Irimë pareció sucumbir al sueño y su cuerpo se elevó por obra de un viento suave—. Dos caminos recorrerá en esta segunda vida en la Tierra Media, uno de autodescubrimiento de su pasado y el otro de autodescubrimiento de su corazón… uno sanará al otro y al final encontrará paz.

—Pero otros elfos podrán reconocerla— intervino Varda.

—Quedan demasiado pocos y su camino no se cruzará con el de ellos hasta que sus recuerdos vuelvan— respondió Manwë—. Para los que viven en la Tierra Media ella sólo es una leyenda: Lalwen, la Dama Azul de Hitlum o la Dama de la Niebla, la Noldo de los Caminos que murió defendiendo a los Numenoreanos fieles. Olvidan que su primer nombre es Írimë y por éste será conocida en estos tiempos.

—¿Y los Ístari? Olórin, también conocido como Gandalf, o Cúrumo, quién no es otro que Saruman, la reconocerán.

—Sí, pero para cuando lo hagan, ella ya habrá comenzado a sanar.

—Llamará la atención, sin lugar a dudas— expresó Aulë, aquél Vala que había enseñado a los Noldor su arte y que conocía muy bien las habilidades de la elfa al haber sido su discípula durante mucho tiempo—. Ella es demasiado hábil, con la experiencia de cruentas guerras que le otorgaron sabiduría y destreza.

Todos asintieron. Námo, que sólo enjuicia y condena por orden de Manwë, entendió que debía liberar de Mandos el espíritu de Irimë, él simplemente asintió. Por su parte, Nienna estaba más que satisfecha, esto es lo que quería desde el comienzo, ella sentía que así debía ser, que la noldo debía volver y vivir, sólo así podría sanar.

Aulë llevó personalmente a Irimë a la Tierra Media y la alojó cerca del río. Yavanna la cubrió con miles de hojas que fungían de manto. La observaron unos instantes y se retiraron cuando oyeron que unos pasos se acercaban, eran los pasos pequeños y traviesos de dos hobbits llamados Meriadoc Brandigamo y Peregrin Tuk, mejor conocidos como Merry y Pippin, tras ellos venían otros que componían La Comunidad del Anillo.


Comentarios: Bueno, hace tiempo tenía esta idea y de a poco fui moldeándola, espero les haya gustado.

Cambié muchas cosas, lo sé, quise obviamente darle a Irimë más protagonismo y presencia en la historia de la Tierra Media, de ella sólo se sabe que siguió a Fingolfin y nada más. Obvio que ella no repartió los anillos, fue el mismo Celebrimbor y el consejo de hacerlo se lo dio la propia Galadriel. Tampoco ayudó a Elendil a subir al barco en Rómenna, sólo quise atarla al destino de los anillos y a la genealogía de Aragorn. Bueno… he de decir que la Laguna de Plata también es invento, lo mismo que esa predicción de Nádo "Primero volverá el agua y traerá con ella el recuerdo de lo que se perdió y purificará las culpas de quien lamenta".
Pues creo que esas son mis invenciones más graves jejeje.

Si algún lector de mis otros fics llegó a este, sólo me queda decir que no abandoné los demás, de a poco iré actualizando.

¡Muchas gracias!

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