Notas de la autora:

Creo que no es la primera vez que digo que escribir sobre Lovely Complex siempre me deja con muchas más ganas de escribir sobre Lovely Complex xD Y curiosamente, no le presto demasiada atención a este shojo que, si en todo caso no fuese mi preferido, es uno de los grandes títulos en mi humilde aventura en el mundo del manganime.

Así que, cortando por lo sano, me he puesto a procesar como una loca y a escribir impulsivamente. No sé cuánto me extenderé, supongo que eso dependerá de la aceptación que tenga el fic, pero lo que si está claro es que por una vez no se quedará sólo en un one-shot.

Ojalá os guste ^^

Disclaimer: Como ustedes ya saben, Lovely Complex y sus personajes son propiedad de Nakahara Aya, y yo, suponiendo que me los presta, los utilizo sin ánimo de ganar un céntimo (que para eso ya soborno a mi madre... xD).

Advertencias: Spoilers a borbotones, palabras malsonantes (muy soft).

Dedicatoria: ¡Sí, sí, sí, sí! ¡Hoy más que nunca! Quiero dedicarle este primer capítulo a mi amiga Yadi que hoy cumple añitos jojojo. Éste no es realmente su regalo de cumple, pero me parecía un delito no mencionarlo xD ¡Qué cumplas muchos más, amiga! ¡Gracias por siempre apoyarme!


Amor es sólo amar

I

Aún podían escucharse los últimos cantos de los grillos del jardín más cercano, o por lo menos, de aquellos más incansables. La luna se había perdido del firmamento hacía largo rato, pero el sol apenas aparecía por la fina línea morada del horizonte para coronar el que parecía ser un precioso día en plena estación de frío...

La fiesta escolar de Navidad prometía ser un éxito desde el principio.

Todavía quedaban largas horas para tal acontecimiento, pero se había esforzado por dejar los preparativos previamente hechos sin que hubiera una sola cuestión que pudiese quebrantar su creciente emoción.

Sin embargo... ella ya estaba allí. Clavada frente al espejo y puntual como nunca jamás lo había sido.

Se esmeró por hacer un detallado análisis de su propio reflejo. Observó cada minucioso detalle, cuidando de que ni uno solo de los finos hilos de su cabello pudiera rebelarse del precioso recogido que con tanto trabajo había conseguido componerse, sin más ayuda que la de sus torpes manos. Vigiló que las perlas blancas de sus largos pendientes brillasen tanto como el día en que se enamoró de ellos en el escaparate de una modesta joyería. Comprobó una y otra vez que cada uno de los lazos rosados descansaran a la misma altura de sus hombros y escudriñó cautelosamente cada porción de la tela ceñida a su delgado y largo cuerpo. En ese aspecto no pudo evitar lamentarse cuando reparaba en lo recatado de sus atributos. Otro más de sus tantos complejos...

Mucho menos revelador resultaba ser su rostro. Y no es que en aquella especial ocasión no hubiese conseguido adornar sus párpados con el tono pertinente ni teñir sus mejillas con la intensidad adecuada. Francamente, los consejos estéticos que Nobu-chan había sacado de aquella prestigiosa revista acabaron dando tan buen resultado que ni ella misma se reconocía. No obstante, le fallaba la expresión en sus facciones, la naturalidad en la sonrisa; todo aquel encanto permanentemente manifiesto en su rostro por lo que siempre se había caracterizado. No estaba triste ni alegre. No sonreía ni dejaba de hacerlo. La incertidumbre la atosigaba tanto, que era incapaz de sobrellevar cada uno de los minutos que restaban hasta estar en la fiesta, y los segundos que le alejaban de él...

No por nada había estado ahorrando para comprar el vestido más bonito que había visto en la ciudad y posteriormente, atesorando esas telas rosadas con el mismo celo que una novia el mismo día de su boda. Ella sabía de sobra que no había comparación, pero el acontecimiento sería una especia de primera cita oficial con el que sin duda era el hombre que ocupaba su corazón en ese momento, y eso, a fin de cuentas, era lo que importaba.

Koizumi Risa se preguntó si él estaría pensando en ella, al menos, la mitad de intensamente que ella lo hacía en él...

::o::o::o::

Finalmente, irrumpió arrastrando su calzado de inusual piel de charol. Se detenía, miraba con desconfianza el excesivo decorado del edificio que ya no reconocía como su propia escuela, y acto seguido, seguía caminando adelante. Aunque, no por iniciativa propia. De no haber sido por Nakao, quien anticipadamente veía venir las intenciones de su pequeño amigo por escaquearse del evento, el joven Otani continuaría en chándal encestando un par de canastas en el polideportivo mientras aprovechaba los descansos para entretejer cualquier excusa que pudiese convencerles de su ausencia en la no tan adorable para él fiesta de Navidad.

—Vamos... Ya casi llegamos, campeón —insistió el más alto mientras empujaba su espalda.

—Para ya, maldición. ¿Crees que voy a perderme por el camino?

—Oye, no seas así... No sabes lo dura que ha sido la decisión de optar por aparecer aquí contigo en vez de estar acompañando a mi novia —suspiró—. Que malagradecido...

—No te pedí que lo hicieras.

—Bueno, si te digo la verdad, no todo lo he hecho por ti.

El pelirrojo se detuvo para mirarle indiscretamente. No entendía. El joven más alto estuvo a punto de aclarar sus dudas, pero un revelador alboroto a la entrada del edificio distrajo a ambos por un momento.

De repente, la espaciosa entrada por la que instantes antes habían cruzado, pareció demasiado pequeña mientras aquella enorme multitud de muchachas luchaban por obtener las mejores vistas... Descuidando aquellos preciosos vestidos que hacía escasos segundos habían protegido con sus propias vidas para evitar hasta la más simple arruga.

—¿Qué demonios...? —farfulló Otani.

La voz tan familiar que brotó del epicentro de aquella bandada de volantes multicolores, parecía ahogarse mientras alguna que otra damisela caía al suelo tras un apasionado suspiro. Maitake Kuniumi terminaba de saludar al resto de las chicas y sin prestarles atención aparente, desapareció en la sala contigua.

—Lo que yo decía... —insistió el pequeño—, el demonio...

—No cabe duda de que es un desperdicio. Tan apuesto y sin nadie que le acompañe...

No le dio tiempo a volverse cuando aquellas hábiles manos se enzarzaron en torno a su brazo. Otani estuvo deseoso de protestarle, peo Seiko estaba tan deslumbrante aquella noche que prefirió no atentar en contra de su hermosa sonrisa. La rubia escudriñó picajosa su rostro y seguidamente deshizo su abrazo estallando en una de sus tan peculiares carcajadas.

—No pongas esa cara... No tenía pensado molestarte esta noche. Además, sé que tu corazón está enteramente ocupado —susurró en su oído, haciendo a la víctima sonrojarse en el acto—. Pero no estés triste, yo tampoco vine sola. Me moría de ganas por saludar al resto, así que seguiré buscando. ¿Nos vemos luego, Otani-sempai?

—Dalo por hecho —respondió con otra enérgica sonrisa.

La joven palmeó cariñosamente el hombro del otro muchacho, y aceptó el brazo del chico apostado unos metros más hacia adelante, que instantes después la hizo desaparecer de aquella recámara.

—¿Vamos dentro?

El aludido asintió, y seguidamente siguió los pasos de Nakao hasta la sala principal. Allí las parejas se agolparon de un largar a otro, entre una mesa y otra mientras que nadie parecía decidirse en ser el primero en probar el ponche.

Los enormes adornos de colores pasteles llamaban la atención por lo largo y ancho de las paredes, pero ni los enormes altavoces colocados sobre sus cabezas, ni el brillante escenario pendiente de unos músicos para los instrumentos apostados en ellos, parecieron llamar suficientemente su atención. Otani sólo podía pensar en una sola persona y esa persona, no aparecía...

Inmediatamente, hizo mil conjeturas. Dudó en si debía preocuparse, aunque sabía que ella no era precisamente la puntualidad en persona. Pensó en si estaría bien hacerle una llamada o si él se veía demasiado impaciente. Finalmente, sus pensamientos quedaron en nada, porque cuando se decantó por echar un vistazo en el recibidor, su tímida aparición cegó todo en su periferia.

Al fin... Al fin ella estaba allí... Y todo cuanto pudiera desagradarle de aquellas fiestas cursis valía la pena porque él podía verla, aún si cabe, más bonita que nunca.

Repentinamente, sus ojos se cruzaron, y realmente no supo qué hacer. Había estado esperando tanto por aquel momento, que ahora no sabía cuál debería ser su próximo movimiento. Por un instante, creyó oír la vaga voz de su compañero alentándole a dirigirse hacía ella, pero aquellas palabras no tomaron más interés en él que la hermosa sonrisa que había recibido por saludo. Risa sacudió delicadamente su mano en la lejanía, y cuando estuvo seguro de completar un tercer paso casi sin percatarse de que sus piernas habían comenzado a movilizarse, un ligero empujón en su brazo le arrancó de aquella ilusoria realidad en la que sólo estaban él y ella.

Otani buscó molesto al culpable de su interrupción, y otra vez más, su sueño se hizo añicos...

«Aaah... Entonces, ¿era cierto? Casi lo había olvidado», pudo pensar para sí mismo mientras le veía acercarse sin permiso previo a ella. Mientras contemplaba con sus propios ojos como la chica a la que tanto amaba se entregaba sin ningún esfuerzo al abrazo de otro. La muchacha le regaló un beso dulce en la mejilla y éste acarició sus largos bucles pelirrojos al tiempo que susurraba algo cerca de su oído: lo preciosa que estaba, imaginó Otani afligidamente. Y por entonces pensó que, probablemente, nada podría hacerle sentir más dolor.

Aquella imagen le lastimaba tanto y tan fuerte, que creyó que acabaría pulverizándose en cualquier instante. Sus propios sentimientos, lejos de aliviarle, le hicieron más daño...

Se preguntó, si no había sido él mismo quien había dejado claro una y otra vez que no estaba en absoluto interesado en ella. Se preguntó si Risa había sufrido así con cada uno de sus desplantes. Y por último, pensó si realmente no debería alegrarse por la felicidad de ella en vez de compadecerse por la desdicha de él.

Aikawa Kazuki, el chico que ahora entrelazaba sus dedos con los de ella y la alejaba aún más de su persona, no parecía precisamente una mala influencia. Físicamente, disponía de una presencia intachable. Su largo flequillo negro resguardaba unos enormes y elegantes ojos grises. Su piel era pálida y sedosa como la de un príncipe de oriente, lo que hacía resaltar unos labios algo delgados pero profundamente coloridos. Aunque lo que a Otani tanto le molestaba era indudablemente su elevada altura, y... dejando a un lado los encantos de su fuerte personalidad, sus recatados modales y su respetada familia, Otani Atsushi no podía pasar por alto el hecho de que aquel apreciado muchacho resultase ser, además, el mismísimo capitán del equipo de baloncesto de la Tairajūbun Gakuen, una de las más populares escuelas vecinas, y rivales.

Sintió sobre su hombro los firmes dedos de Nakao, y aquel contacto alentador y amigable no le dejó más alternativa que perder a la susodicha pareja de vista.

—¿Estás bien? —musitó con cauteloso detenimiento.

—Claro... —asintió sin más.

—Siento que hayas tenido que presenciar todo esto.

—No es algo que ya no supiera de antes... —respondió deshaciéndose de la mano de su amigo para voltearse.

—Ni siquiera han pasado dos semanas desde que Risa y él...

—Ya, ya... —interrumpió conociendo muy bien lo que proseguía—. No es asunto nuestro. De hecho, ni siquiera es algo que debiera importarme.

—Otani... —se dispuso a continuar.

—Ya sé qué vas a decirme y no quiero oírlo...

—En serio, Otani...

—Y no quiero oírlo por la sencilla razón de que no es verdad...

—Ehm... ¿Otani?

—Entre Risa y yo nunca ha habido nada, y evidentemente —dijo con una sonrisa amarga—, ya nunca lo habrá. ¿Lo entiend-...?

Nakao estuvo a punto de tratar de advertirle una última vez, pero ya fue demasiado tarde... Aquel aparentemente inofensivo bolso engarzado en lentejuelas rojas se había incrustado con tan mala intención en su nuca, que fue inevitable que el asa del mismo saliese disparado hacia un rincón, y Otani, directo hacía el muro del frente...

—Ahí es donde quería llegar —dijo el muchacho más alto.

Seguidamente, la chica de rizos dorados se posicionó frente al maltrecho joven desparramado en el suelo, y sin ni siquiera concederle el deseo de examinar el pequeño chichón que paulatinamente hacía acto de presencia en su frente, Nobu-chan terminó por sujetarle de las solapas de la camisa para zarandearle de un lado a otro mientras perdía la poca feminidad que su llamativo vestido rojo le concedía...

—¿Se puede saber cómo es posible que tantas estupideces salgan una y otra vez de tu boca?

—¿Estás loca? ¿Qué diablos te crees que estás haciendo?

—¡Cállate! —y prosiguió hundiendo su afilado tacón en algún lugar inconcluso, aunque bastante doloroso, de la anatomía del muchacho.

—Ugh... —intervino por fin Nakao, no muy seguro de su integridad por hacerlo, pero demasiado alentado por el grito sofocado que emanó de los labios de su compañero.

—¡Has metido la pata una vez!, ¿cómo tienes la desfachatez de pretender joderlo todo una segunda?

—¿De qué estás hablando?

—¿No acabas de ver a Risa marcharse con ese tipo? —gruñó enfadada, hiperventilando de sobremanera porque sencillamente, no era capaz de soportar que su orgullo le llevase hasta los extremos de hacerse daño a sí mismo—. ¿Acaso eres un cobarde, maldito enano?

—¡No soy ningún enano! Quiero decir... ¡ningún cobarde!

—Entonces, ¿no crees que deberías esforzarte un poquito más a la hora de luchar por ella?

—¿Qué? Esta no es mi guerra... Yo no pinto nada —dijo y ladeó la cabeza.

—Pero tú, ¿no la amas?

El joven redirigió con furia sus ojos hacia ella. Deseó contraatacarla con la primera cosa que le cruzase por la cabeza, pero no tardó en darse cuenta que ni siquiera él podía negar un secreto a voces como ése, y eso le fastidiaba. De otro modo, habría sido más fácil redimirse, aceptar que aquella situación no era más que la consecuencia de su orgullosa conducta y que eso mismo, probablemente, le ayudaría a resignarse a su perdida. Pero entonces, ¿no le convertía en aquello que había negado ser sólo un instante antes?

La mirada del muchacho, aún desparramado en el suelo, conmovió inesperadamente a la alborotadora del navideño evento, cuyos invitados, inmersos en sus propias trivialidades, ignoraron la peculiar situación que cerca de ellos se estaba viviendo.

—Yo... No sé qué pueda hacer... —respondió casi inaudiblemente.

Nobu-chan se agachó a su lado, extendió la mano hacía el rostro del pelirrojo y, cuándo éste estuvo seguro de que se avecinaba una nueva dosis de golpes a diestra y siniestra, se sorprendió al sentir la calidez de la muchacha cuando acarició fraternalmente sus mejillas.

—Bueno, realmente... Para eso me tienes a mí.

De buen agrado, Otani no dudó en aceptar su amistad con una fe ciega. Después de todo, era verdad que no estaba del todo solo, que aún podía confiar en sus amigos... Lástima que un par de metros más atrás, con una sensación no tan tranquilizadora, Nakao se divirtiese al contemplar como su mejor amigo estaba a un paso de descubrir que su novia era mejor de lo que pensaba, y desgraciadamente para el susodicho, mucho peor de lo que temía...

CONTINUARÁ...


Bueno, ¿tal vez esperaban otro reencuentro diferente en la fiesta? XDDD

En fin, aunque este fic sigue siendo un OtanixKoizumi, me gustaría también tener la oportunidad de hacer más participes a otros personajes y por eso han habido tantas apariciones fugaces, pero importantes en el futuro (?)

Gracias por leer y ya saben, estoy abierta a opiniones, sugerencias, peticiones, consejos, etc...

Se despide de ustedes,

Shizenai