Bien, pues aquí estoy con una nueva historia. De verdad que soy todo un caso, pues aun no llego ni a la mitad de "Lo valioso de los recuerdos" y ya estoy con otro. Puff, no importa, daré lo mejor de mi en las dos.
Ahora, este sera un fic SasuHina por supuesto, pero habrá otra pareja que, quizás, le quite un poco de protagonismo. Aun así tratare de que no se presente el caso. También haré un "pequeño" ajuste en las edades de la mayoría de los personajes, aunque sus personalidades seguirán siendo exactamente las mismas. Subiré lo mas pronto posible el primer capítulo.
Y sin mas les dejo disfrutar de este "pequeño" prólogo.
Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son del gran mangaka Masashi Kishimoto-sama. Solo la trama y algunos personajes son míos.
Aclaraciones:
-Hablan-
"Piensan"
Recuerdan
Disfruten...
Intriga y Seducción
Prólogo
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Una sonora cachetada resonó por toda la estancia. La chica tocaba su enrojecida mejilla entre asustada y sorprendida a causa del anterior golpe. Había sido realmente rudo, tanto, que la había mandado al suelo. Llorosa se limpio la comisura de su boca por la que escurría un fino hilillo de sangre. Aun a pesar de la presión de su padre no cambiaría de opinión. Eso jamás.
― ¡Eres una verdadera desgracia! ¡Toda una puta!―gritaba encolerizado― ¡A tus cortos quince años y ya eres toda una furcia!
―Padre, por favor…ya…ya no sigas―su corazón caía a pedazos por culpa de las lastimeras palabras de su padre.
― ¿¡Quien es el padre!? ¿¡Quien!?―se acerco furioso hasta ella y con fuerza la alzó del suelo para tomarla del cuello y asfixiarla con dolo― ¡Maldita sea, contéstame!
―Y-yo…no…no lo s-sé―dijo con dificultad.
― ¡Abórtalo! Eso es lo que tienes que hacer―hizo una pausa mientras le jalaba el cabello y apretaba sus enrojecidas mejillas por el llanto―. Si no lo haces, da por hecho que estarás muerta para mí, ¿escuchaste?
La soltó y se acerco a su escritorio donde tomo su chequera y dio media vuelta hacia atrás, donde se encontraba su hija.
―Toma―le lanzo un cheque en blanco―pon la cantidad que sea necesaria pagar para que se deshagan de ese "engendro"―y esa fue la bomba que detono el coraje de Hinata.
― ¡Estás loco!―le grito furiosa―ninguna cantidad de dinero, podrá pagar este injurio. Jamás haría algo tan bajo.
― ¡A mí no me hablas así, maldita mocosa! Habría sido mejor que Hanabi fuera la mayor; no, mejor aun: no hubieras nacido― a la pelinegra ni siquiera le sorprendió lo que su padre le estaba diciendo, no era ningún secreto que la detestaba y la creía una desgracia.
―Ya no me interesa lo que opines, Hiashi―éste se sorprendió al escuchar cómo le llamaba su hija. Vio como la chica rompía en pequeños pedazos el cheque antes dado y lo lanzaba al aire ―. No me importa si me desconoces, yo no matare a este bebé. Es mi hijo―dijo con convicción.
― ¡Lárgate!―el mayor le lanzo la lámpara de escritorio que estaba a su alcance. Hinata apenas y logro esquivarlo― ¡A partir de hoy, estas muerta para mí y más te vale nunca jamás volverte a parar frente a mí!
― No te preocupes por eso―le dijo su (antes) hija―Jamás volverás a ver mi rostro.
La chica se dio media vuelta y caminó hasta la salida del despacho de su padre. Había tomado una decisión y le pesase a quien le pesase, no cambiaría de opinión. Amaba a esa pequeña criatura que estaba creciendo en su interior y no tenía el valor para matarle: no quería ser una asesina y cargar con una oscura conciencia por siempre. Lo único que la ponía triste era que su hijo o hija, no tendría un padre a su lado. No importaba, ella daría todo de sí para sacar adelante a su bebé. "No te preocupes, pequeño, yo te protegeré". ¿Quién era el padre? Bueno, tenía una vaga idea. Porque si, no sabía a ciencia cierta quién era el padre del pequeño que estaba esperando. Esa noche había sido toda una locura.
Cuando abrió la puerta se encontró de frente con su pequeña hermana y su primo.
―Hermana ―le dijo cabizbaja la pequeña, pues había escuchado todo el escándalo que se produjo dentro del despacho.
―Hanabi-chan―abrazo fuertemente a la castaña, teniendo sobreentendido que no la vería en un muy largo tiempo.
―No me dejes―suplico la pequeña de apenas diez años. Nunca lloraba, pero el dolor de perder a su hermana mayor para siempre, simplemente le había herido sobremanera. Hinata le tomó la cara y la miro directamente a los ojos.
―No es un "adiós", Hanabi-chan, sino un "hasta luego". ¿Recuerdas la promesa que te hice cuando mamá murió?―la pequeña asintió y le contestó: "Que nunca me dejarías"―Exacto. No hay nada que pueda separarnos y si no nos vemos por un tiempo no te pongas triste ¿está bien?
―Sí, hermana.
―No tienes por qué irte―volteo a ver al chico castaño que se encontraba a su lado.
―Lo siento, Neji-kun, pero no puedo quedarme. Tú ya sabes la razón tan bien como yo.
―Pues entonces busquemos a ese malnacido y hagamos que se encargue del bebé―le dijo con impotencia. Hinata le había contado sus sospechas de quien podría ser el padre de su hijo. Jamás debió haberla dejado ir sola a esa fiesta.
―No, creo que lo mejor es que no lo sepa. Además no sé si sea él―le sonrió y se acerco a su primo para depositarle un dulce beso en la mejilla.
Éste la abrazo en un inútil intento por retenerla. Neji era frío por naturaleza, pero Hinata era realmente importante para él y se le hacía injusto que su tío la echara de la casa cuando más necesitaba de su apoyo. No quería dejarla a su suerte.
―Tienes mi apoyo, Hinata. Lo sabes ¿verdad?―le susurro en el oído. La pelinegra asintió y arrugó bajo sus blancas manos la camisa de su primo: quería abrazarlo hasta que le dolieran las articulaciones. La tristeza y soledad eran insoportables y el solo pensar que no lo vería en un largo tiempo hacia que su corazón se encogiera.
―No vayas a hacer nada, Neji-kun. Por favor―le dijo advirtiendo que su primo tenía planeado buscar al culpable, para ponerlo en su lugar.
―Si es lo que quieres, es lo que haré ―dijo triste. Hinata lo vio sorprendida, pues la última vez que lo había visto tan mal, fue cuando sus padres murieron en un accidente junto a su madre.
―Gracias―se separo a regañadientes del protector pecho de su primo y caminó con seguridad hacia la salida de la casa. Ya no había vuelta atrás y no se arrepentía. ¿Le dolía dejar a su primo y hermana? Sí, pero sabía que eso era lo mejor.
Abrió temblorosa la puerta que la llevaría fuera de esa mansión y suspiro aterrada de saber que por primera vez a su corta edad, se enfrentaría sola a las injusticias de la vida. No se llevaría nada, pues lo poco que le quedaba de orgullo se lo impedía: no quería parecer limosnera.
―Si atraviesas esa puerta, jamás podrás volver a entrar por ella―escucho la potente voz de Hiashi.
―No voy a mentirte que tengo miedo, pero ya no puedo más con esta situación―las palabras que ese día la había dirigido Hinata no dejaban de asombrarlo. ¿Dónde había quedado aquel ratoncito asustado? Ahora su hija…corrección, ex-hija, parecía un verdadero león capaz de saltarle a la yugular.
Y sin más, salió de esa casa sintiendo cierta liberación. ¿Así se sentía la libertad? Era una mezcla entre felicidad y soledad. "No estoy sola" pensó recordando al pequeño que crecía dentro de ella. Con duda miro alrededor de la calle y se sintió desprotegida: no tenía a donde ir.
― ¿Hinata?―escucho que le llamaba una cantarina voz. Miro sorprendida a la otra persona.
― ¡Ino!―dijo sorprendida― ¿Qué haces por aquí a esta hora?
― Eso debería preguntártelo yo a ti. ¿Qué tu casa no está en la dirección contraria? ―la oji-luna bajo la cabeza triste― ¿Qué te paso, Hinata?
―Yo…yo―no aguantó más y se echo a los brazos de su amiga. Toda la valentía que había sentido hace unos minutos, se había esfumado completamente. La rubia le preguntaba qué era lo que le pasaba, pero la pelinegra no le contestaba nada y si le decía algo, sus hipidos no le permitían entenderle. Decidió ser paciente y esperar que su pequeña amiga se calmara.
― ¿Qué te pasó?―volvió a insistir, una vez su amiga se había calmado.
―Tengo mucho miedo, Ino. No tengo a donde ir.
― ¿Por qué tienes miedo? ¿Cómo que no tienes a donde ir?―le pregunto alarmada.
―Es que…yo―hizo una pausa―estoy…estoy embarazada.
Esa respuesta había dejado completamente shockeada a la mayor. ¿Había escuchado bien? ¿Cómo que Hinata había quedado embarazada?
― ¿Estás…estás segura? ―quería estar completamente segura de que había oído bien.
―Sí, me hice la prueba hace una semana y la volví a repetir hoy; fue el mismo resultado: positivo.
― Pero…¿no me dijiste que eras virgen?
―Eso fue hace un mes. Pasó el día de la fiesta a la que me llevaste―un balde de agua fría cayó sobre la conciencia de la rubia. Ella había tenido la culpa de que Hinata hubiera caído en esa situación, pues ella la había invitado a esa fiesta de universitarios. Ahora lo menos que podía hacer era ayudarla.
―No te preocupes, yo voy a ayudarte ―la abrazo tratando de reconfortarla. Estaba helada pues no llevaba suéter y era invierno.
La relación que tenían Ino y Hinata era muy especial, pues a pesar de que la rubia le llevaba tres años de diferencia a la pelinegra, eso no impedía que tuvieran una hermosa amistad que incluso había sobrevivido a la distancia y el tiempo; ya que Hinata había estado los últimos cinco años en un internado en Inglaterra.
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El apoyo incondicional de Ino fue un gran impulso para la joven chica, pues la calidez con que la familia de la rubia la había recibido era realmente excepcional. Estuvo a su cuidado y ella no podía estar más agradecida por tener a esas buenas personas a su lado. Había visto solo un par de veces a Neji (a petición de ella, pues no quería que la visitara tanto y se metiera en problemas con Hiashi) y había estado muy atento con ella. Casi hasta podía decir que quería a su, futuro, sobrino o sobrina.
A su tercer mes de gestación, Hinata fue trasladada a Estados Unidos, donde viviría con una tía de la rubia y terminaría sus estudios (los gastos iban por cuenta de los Yamanaka). Claro que ella se había negado, pues ya eran bastantes los problemas que le había causado a la familia de Ino. Pero ellos insistieron diciendo que sería mejor para ella y su bebé si se mantenían alejados de Japón.
Y así fue como llego a Norteamérica y tuvo a su bebé en aquella nación: fue una bella niña. Terminó la preparatoria y estudio Derecho en Harvard. Siempre superándose a sí misma y prometiéndose que les regresaría ese gran favor a los Yamanaka, que ahora eran su familia. También la tía de Ino (de ya avanzada edad) se había convertido como en su madre y amaba con gran intensidad tanto a la pequeña niña como a su joven madre. Eran felices. Hasta que "eso" paso y tuvieron que dejar Norteamérica.
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Y ahora su más grande tesoro estaba en peligro. No había podido defenderla. De ser necesario daría la vida por ella. Por su hermoso ángel.
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Quitaba como podía las estorbosas ramas de los arboles: dañaban su piel. Estaba oscuro; era de noche. Su respiración estaba agitada y su vista se nublaba a falta de oxigeno. Su cuerpo estaba fallando. La ropa que llevaba esta empapada en sudor, pues ya tenía tiempo corriendo como loca tratando de localizar al tonto rubio.
Escucho unos ladridos a su espalda y eso hizo que esforzara a -su ya cansado cuerpo-, correr más rápido. Sentía mucho miedo. El corazón prácticamente lo tenía en la garganta por la preocupación.
Frustración.
Odio.
Ira.
Pero ninguna era tan fuerte al temor que sentía: no quería perderle. Deseaba seguir viendo por siempre esos hermosos ojos verdes, que un principio había odiado y que ahora amaba con todo su corazón. Debía protegerle.
En el pasado había fallado en esa misión pero ahora todo era diferente; daría todo de sí para ser feliz.
Unos disparos se escucharon a la lejanía y eso hizo que su pulso se acelerara aun más. "Que este bien, por favor" suplicaba para sus adentros mientras unas traicioneras lagrimas se derramaban por sus mejillas. Con molestia se las limpio y se recrimino diciéndose que no era momento para estar llorando. Él la necesitaba.
Corría, corría, corría y aun así sentía que iba muy lento, que solo estaba corriendo en círculos. Dio un grito de frustración y se centro en seguir adelante. Su corto cabello se movía al compás del viento y eso era algo que le hubiera agradado sino se encontrara en esa situación.
Alcanzó a escuchar unas voces que se encontraban más adelante. Una carga de adrenalina se disparo por todo sus sistema nervioso y se sintió súper-poderosa; capaz de hacer cualquier cosa y eso era proteger al ser amado.
Se recargo en el tronco de un viejo árbol y logro escuchar lo que esos hombres decían: se encontraban en un claro, dentro del espeso bosque.
― Dime donde está tu compañera, maldito mocoso―por el rabillo del ojo vio como el oji-verde se encontraba tirado en la tierra y el hombre que antes había hablado lo sostenía por la solapa de su camisa.
El chico solo se rió.
― ¿Crees que soy tan cobarde como para decirte donde está y salvar mi pellejo? Estas de broma ¿verdad?― la burla era más que legible en sus palabras. "Este idiota está tratando de protegerme". Escucho un golpe sordo.
El rubio había sido golpeado y se encontraba prácticamente besando el suelo. Su camisa blanca estaba totalmente manchada de sangre ¿Cuánto había sido torturado? Y una más importante, ¿Cómo podía protegerla con tanto ahincó? Se le hizo un nudo en la garganta.
― ¡Estas colmando mi paciencia, estúpido! Mejor habla ahora o calla para siempre―volvió a insistir el delincuente.
―Mátame entonces―las palabras del rubio sonaban tan convincentes que asuntaron a la chica; como si en realidad estuviera dispuesto. Si no hacía nada ahora, sería muy tarde. Tomando valor, agarro fuertemente la pistola que hace unos días le había robado a uno de los integrantes de esa banda delictiva. Miro que estuviera cargada y suspiro quitándose la tensión.
Sabía que tenía mucho que perder si actuaba de esa manera, pero igualmente perdería sino hacia nada, así que ¿Por qué no arriesgarse? Mejor morir luchando que quedarse de brazos cruzados. Calmo su respiración y le apunto a uno de los cinco hombres que se encontraban en el lugar: disparó.
Todos los hombres voltearon hacia su dirección y alzando sus armas esperaron el siguiente movimiento de su agresor. El líder tomo al rubio por el cuello y lo repegó a él usándolo como escudo.
― ¡Si disparas, este chico morirá!―grito mientras ponía una pistola en la sien del oji-verde ―Eso tenlo por seguro.
― Maldición―murmuro la chica sintiéndose acorralada. Si disparaba el chico estaría en peligro, pero también sino lo hacía, la capturarían de todos modos y los asesinarían a los dos. Contraatacaría― y ¿crees que me interesa?
―Yo sé que sí, porque de no ser así, no habrías venido aquí cuando ya eras libre. ¿O me equivoco?―la chica volvió a maldecirse.
― ¡Corre!―escucho que gritaba el rubio y supo que debía arriesgar el todo por el todo. No sería cobarde.
Cerrando los ojos para calmarse y no fallar, corrió hacia donde se encontraba el grupo de delincuentes y comenzó a disparar rápidamente. Sorpresivamente no fallo a ningún blanco, pues ese era su talento: la puntería.
Agitada llego hacia donde se encontraba ese hombre de aspecto desagradable y lo golpeo en el rostro sin darle tiempo a dispararle, haciendo que soltara al rubio.
― ¡Vamos!―dijo mientras ayudaba al chico a levantarse. Miro con precaución a sus alrededor y se dio cuenta que los demás hombres estaban tirados en la tierra retorciéndose de dolor. Corrieron.
― ¿¡Estás loca!? ¿¡Por qué regresaste!? ¡Ya tenias tu libertad!―gritaba histérico el chico; ella solo lo vio ceñuda.
―Malagradecido, todavía que regreso por ti. Quizás si este un poco loca por ayudar a alguien como tú. ―le dijo algo herida por su falta de agradecimiento. ¡Por Dios! Estaba arriesgándose el pellejo por él. Asustada escucho como los ladridos de los perros se escuchaban más cerca y si se quedaban ahí, todo se complicaría un poco más.
― ¡Corramos!―la chica lo jaló de la camiseta y lo hizo correr junto a ella. Sabía que estaba malherido, pero si no se iban, las consecuencias podían ser peores. Ella no quería perderle.
Iban tan rápido como sus cansadas pierdas se lo permitían y aunque quisieran tirarse al piso y rendirse, sabían que no podían hacerlo; pues querían vivir.
De un momento a otro, la chica escucho un ruido pesado y asustada volteo a su lado buscando a su compañero: no lo encontró. Con el pulso a mil, giró ciento ochenta grados y lo vio tirado boca abajo como a diez metros. Estaba agotado y sus heridas le hacían más difícil el escape.
Se apresuró hacia donde se encontraba el chico, pero una voz la detuvo.
― ¡No te muevas, maldita Hyuuga!―le grito despectivamente el hombre al que había golpeado anteriormente en el rostro: estaba sangrando por la nariz. Quizás se la había roto.
Ésta alzo las manos como en signo de derrota, pero solo lo hizo para proteger al chico que estaba tirado en la tierra semiconsciente; el hombre aun no se había percatado que estaba ahí.
―Acércate―le ordenó. La chica se aproximó a paso vacilante, tratando de no delatar a su compañero caído.
― ¿Qué haces, tonta?―la voz del oji-verde la había dejado completamente estática. Su plan de liberarlo se estaba yendo por el caño.
― ¡Ah!―expresó burlón el asqueroso hombre―. Así que el rubiecito estaba tirado ahí ¿eh? Eres muy astuta, Hyuuga. Tratando de que no me diera cuenta de que él se encontraba ahí; tenias dos puntos a tu favor: el primero, que no haya tanta luz y el segundo, que él se encontrara tirado en la tierra semiinconsciente―se rió con sorna, burlándose de la ingenuidad de la jovencita.
―Déjalo ir―quería hacer un trato con ese infame―. No tienes por qué retenerlo más tiempo. Me tienes a mí y creo que eso es más que suficiente.
―No, te equivocas, niñita: aquí los dos sirven. O al menos así lo ve mi jefe, ya que los dos son piezas clave para su plan.
― ¿Plan?―pregunto intrigada. ¿Cuáles serian las magnitudes de ese maléfico plan? Porque ella sabía que nada bueno saldría de eso.
El hombre volvió a reírse con sorna.
―Eso no te concierne. Ahora mejor se obediente y regresa con nosotros. ―sin que ninguno de los dos pudiera predecirlo, de un momento a otro el delincuente se vio en el suelo y un furioso rubio lo golpeó con alevosía: quería vengarse de todas y cada una de las bajezas que le habían hecho tanto a él como a su compañera; principalmente a ella.
― ¡Basta ya!―grito aterrorizada la chica: nunca había visto en tal estado al oji-verde. Parecía un poseso. Daba miedo. A ella le daba miedo.
Se acercó corriendo a él y lo detuvo como pudo. Se conmociono mucho cuando vio el rostro desfigurado de su agresor; totalmente ensangrentado. Casi muerto.
―Vamos, tenemos que huir ―le instó la chica y lo ayudó a levantarse, haciendo que recargara su peso en su menudo cuerpo.
―Lo siento―se disculpó el rubio y ella volteó a verlo confundida―: te asuste.―le aclaró.
―No importa―y siguieron caminando. Para su desgracia los perros volvieron a escucharse y eso hizo que sudaran frío. Todo se ponía de mal en peor. Como pudieron apresuraron el paso, pero una vez más el destino se ponía en su contra.
― ¡Pa-pagarán po-por…esto…mal-malditos! ―alcanzaron a oír el grito lastimero del que ya creían muerto.
Y un disparo mortífero se hizo escuchar por todo el bosque.
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Chan, chan, chan...jejeje,bueno aquí acaba este prólogo.
¿Qué fue lo que pasó? si quieren saber tendrán que leer la historia completa.
Espero que dejen un bello review, donde me digan su opinión sobre este nueva locura; si debería seguirla o no. Se aceptan críticas constructivas, destructivas, sugerencias; lo que sea es bueno.
Se despide de ustedes, sasuhina.18
Que tengan una bonita semana.
