Hola a todos. Este es un nuevo fanfic en el que estoy trabajando. Se me ocurrió principalmente porque pienso que Helga es un gran personaje, tan complejo y maravilloso, y se merece que otros chicos (además de Arnold) lo noten. Así que este fanfic es un Helga/oc; Helga/Arnold. Todos tienen quince años.
Los otros fanfics que tengo están en inglés y como es mi segundo idioma, no tengo tanta libertad para expresar mis ideas como me gustaría, así que probaré escribiendo en español ( mi lengua materna). Si esta historia es buena quizá alguien pueda ayudarme a traducirla. En fin, por favor dejen sus comentarios, me gustaría mejorar.
-En esta historia no pasó "The jungle movie".

¡Hey Arnold no me pertenece!

Mathew Robinson era un quinceañero alto, esbelto con tez morena clara y de cabellos castaños que combinaban con sus ojos color avellana. Su nariz era un tanto prominente y distintiva. No obstante su personalidad y vestimenta discreta – unos jeans negros y una playera gris- tenía un sueño de ser actor. A diferencia de Eugene Horowitz, a la gente no le resultaba obvio que Mathew amara el escenario. Y también, a diferencia del chico salado, no tenía el mismo don, y le costaba el doble de esfuerzo para llamar la atención del profesor de arte dramático, el Sr. Thomas Smith.

Podía memorizar infinidad de diálogos, pero nunca le habían dado un papel estelar, porque según el director, no canalizaba sus emociones de manera correcta. Era irónico que, de todo el reparto, él era quien más había leído obras y novelas, quien aprendía más rápido toda la teoría, y aun así "le faltaba algo". Por eso detestaba a Helga G. Pataki. La rubia, de ojos azules, blusa rosa de tirantes, mezclilla y botas de casquillo, tenía un evidente talento como escritora, sobre todo como poeta, y prefería ocultarlo de todos. ¿Por qué alguien tan dotado querría hacer eso?

Así que ahí estaba él, en clase de literatura a punto de quebrar su lápiz a la mitad mientras el profesor leía otro poema de "anónimo", porque claramente la autora era la muchacha de las coletas. No parecía obvio que el terror Pataki pudiera versar tan ágilmente como insultaba, pero el chico castaño sólo lo sabía porque ella también formaba parte del club de drama como escritora asistente del director Smith y le ayudaba a preparar una obra original al término del ciclo escolar.

En un inicio el profesor Thomas la había invitado al club para ser actriz, pero ella declinó la oferta. Si bien el hombre de mediana edad, bajo y algo bonachón no estaba convencido, al ver su impecable uso del lenguaje, quedó satisfecho. Según había oído de sus compañeros del club, Helga protagonizó en su niñez "Romeo y Julieta" junto con ese muchacho Arnold, el de la cabeza de balón que no heriría una mosca. Aparentemente ella fue "brillante" como la joven Capuleto. Quizá esa era otra razón por la cual Mathew no la hallaba simpática, desaprovechaba su talento, y no entendía qué la motivó en primer lugar a darle una oportunidad al teatro para luego descartarlo de lleno.

Mientras reflexionaba, Mathew no se había dado cuenta que se había quedado mirando a Pataki, que se sentaba a su diagonal derecha, pero el profesor Gregor Green sí.

- Mathew, si ya terminaste de contemplar a Helga ¿podrías leer la página 25? Segundo párrafo – dijo con total seriedad

El salón comenzó a reír, y Mathew se sonrojó cuando el mismísimo terror Pataki volteó a verlo confundida y un tanto molesta antes de sentarse derecha nuevamente. Al parecer, la sesión había continuado por quién sabe cuánto tiempo, y como castigo por no poner atención Green lo había expuesto frente a sus compañeros. Él no la estaba contemplando, él la detestaba. Seguramente el profesor creyó que insinuar una atracción entre el castaño y la rubia lo avergonzaría más.

- Sí, señor Green – contestó con una falsa sonrisa, tratando de aparentar que no podía afectarlo con su mal chiste.

Cuando comenzó a leer las risas fueron apagándose, aunque en realidad hubo un chico, sentado detrás de él, al que no le causó gracia el suceso. El de la cabeza de balón, ojos verdes y cabello rubio, con su camisa roja a cuadros y jeans. Ya había notado que Mathew miraba de reojo a Helga de vez en vez, y de pronto no parecía siquiera parpadear. Claro que desde donde él estaba no podía saber que el castaño en realidad miraba a la muchacha con desdén y no con amor. El resto de la clase se la pasó mirando del uno a la otra, aunque no sabía muy bien por qué. De hecho, lo hizo el resto del día en las otras clases que los tres adolescentes compartían, y Arnold notó que en cada una Mathew le prestaba mucha atención a Helga. Y durante los cambios de clase cuando ambos iban a sus casilleros, que estaban relativamente cercanos, al igual que en el almuerzo.

- Arnoldo, pásame la sal, ¿quieres? -dijo la rubia en tono aburrido, mientras picaba su puré de papas con falta de apetito

- Ah, claro – dijo Arnold saliendo de su trance antes de pasarle el salero a su amiga.

Estaban sentados junto con Gerald y Phoebe, pero nadie parecía darse cuenta de que el melenudo estaba taciturno, quizá por la costumbre de verlo irse a su propio mundo. Decidió que no debía darle tanta importancia al asunto, y puso atención a su amigo moreno. Al parecer el equipo de básquetbol de la secundaria pública 218 había ganado el partido contra la pública 219 el día anterior, y Gerald como capitán del equipo no podía contener su emoción contándole los detalles a sus amigos y su novia. En realidad, fue porque Gerald y Phoebe comenzaron una relación un par de años atrás que Arnold y Helga se habían acercado como amigos. La actitud hostil de la rubia se había vuelto más bien burlona hacia el cabezón, quizá como un acto de lealtad hacia Phoebe, para evitar problemas con Gerald. Y el rubio estaba contento con eso, siempre había tenido el presentimiento de que la joven Pataki se escondía tras una máscara, y había podido conocerla mejor ahora que había bajado un poco sus barreras. Aunque todavía mantenía su fachada de indiferencia, sarcasmo y asertividad, Helga era graciosa, interesante e inteligente.

- ¿Por qué suspiras melenudo? – la muchacha ojiazul inquirió al ojiverde que estaba frente a él, con una expresión aburrida cuyo único signo de duda era parte de su ceja alzada.

- ¿Ah? Uhm, por nada – alzó su cara de su mano y prosiguió con su almuerzo, tratando de ocultar lo nervioso que estaba, ni él sabía que acababa de suspirar.

Helga se alzó de hombros e hizo lo mismo con su comida, seguramente Arnold estaba soñando despierto como de costumbre y siguió escuchando la historia de Gerald con una que otra intervención sarcástica.

Mientras tanto, en una mesa cercana, Dora Taylor de cabello azabache y ojos celestes, menuda y de ropa holgada se sentó con su amigo Mathew. La chica se tomaba todo a la ligera, a diferencia del castaño, y como si nada le hizo un comentario incómodo.

- Escuché que estás enamorado de Pataki – dijo la chica justo antes de tomar un gran bocado de su hamburguesa.

- Pff, sí como no – contestó molesto el castaño mientras jugaba con su ensalada

- Eso dicen todos – continuó apenas hubo terminado de tragar, como si fuera prueba irrefutable

- Por favor, como si pudiera gustarme esa chica. Es irritable, arrogante, sarcástica, y la persona más desinteresada que haya visto. Y lo peor es que aun así tiene buenas notas. Hace casi nada en el taller de teatro, yo me esfuerzo el doble, y a Smith le da lo mismo. – terminó entre dientes mientras apuñalaba su ensalada

- Para ser alguien que detestas, parece que la conoces muy bien. Le das demasiada atención, incluso si es negativa – tomó otro bocado y tragó antes de continuar – pronto me dirás cómo odias el brillo de sus ojos y cómo te roba el sueño.

- ¡Dora! – contestó sonrojado- no digas tonterias.

- Lo siento, lo siento – dijo Dora entre risas – no pude evitarlo. Sólo ignórala viejo – terminó con un pequeño eructo.

Mathew sólo suspiró fastidiado. Estúpida Pataki. Quizá Dora tenía razón, no debería dedicarle tanta energía a su compañera. Ambos prosiguieron charlando y comiendo tranquilamente. Todo fue bien el resto del día hasta que llegó el momento de las actividades extracurriculares.

"Estúpida Pataki, estúpida Pataki, estúpida Pataki" se repetía luego de que el profesor Smith le dijera que iba a darle una oportunidad para el estelar de su nueva obra (ya que le había insistido tanto) pero con la condición de que Helga fuera su tutora. Aceptó, todo por actuar, pero no le parecía divertida la idea. Ambos debían trabajar aparte, en una esquina del escenario.

- ¿Listo para revisar el primer acto? – preguntó aburrida la rubia.

- Seguro – soltó un suspiro, resignado.

Sin embargo, esa fachada apática de la joven se esfumó mientras intercambiaban diálogos, por un momento creyó que de verdad era Mary, la dulce y abnegada princesa que acababa de descubrir su cruel destino para salvar a su pueblo. Quizá era más fluida su actuación porque constantemente leía ese guion. En cambio, Mathew parecía limitarse a leer sus líneas. Él debía ser el joven príncipe, Erick, prometido de la princesa que intentaba salvarla del destino, pero que en un giro trágico resultaba ser el causante de la muerte de la joven. No era una historia feliz, y eso la hacía diferente a las obras de años anteriores. La idea había sido de Pataki, por supuesto.

- De acuerdo amigo, tienes que esforzarte más – dijo rodando los ojos la muchacha de la uniceja

- Pero estoy leyendo con fluidez… - frunció el ceño Mathew

- Sí sí – interrumpió Helga con un movimiento de su mano- lees perfectamente, pero no me refiero a eso.

- No esperarás que haya memorizado las líneas tan pronto.

La rubia rodó los ojos una vez más, y se cruzó de brazos con desaprobación. Mathew se sentía realmente molesto. Esta chica lo criticaba y parecía disfrutar hacerlo sentir como un imbécil.

- No no, hablo de que no estás transmitiendo nada con tus diálogos. ¿Acaso no amas a Mary? Recuerda que es el amor de tu vida, la única persona que te ve por quien eres, sin ella tu vida está vacía – declaró dramáticamente la rubia y mientras explicaba su rostro pasaba de la indiferencia a la desesperación y anhelo.

El castaño la observó y se puso a pensar que era la primera vez que le veía un semblante que transmitiera cualquier emoción. Ni siquiera cuando leían sus poemas se inmutaba, pero ahora sí parecía ser ese tal "anónimo" que derramaba todo su ser en palabras. Pensando que había dejado una pausa muy larga, Mathew aclaró su garganta

- Uhm, de acuerdo. Intentaré una vez más – Alzó su libreto frente a sus ojos y respiró profundo – "Mary, mi dulce Mary, ¿por qué has tardado tanto? He temido por tu ausencia, y te necesito en mis brazos. Baila conmigo, querida".

Helga lo miró un poco irritada antes de darle sus observaciones.

- A eso me refiero. Dijiste la línea sin más. Si yo fuera Mary no sentiría empatía por ti, ni tantita. No hiciste pausas, no utilizaste tu lenguaje corporal, no hubo inflexiones en tu voz – dijo enlistando con los dedos – amigo, eres como un robot. Permíteme darte una demostración.

Helga aclaró su garganta, respiró hondo y se irguió gallarda. Miró fijamente a Mathew antes de soltar su guion. Dio un largo paso hacia él, con un semblante desdichado. Sus párpados caídos, como derrotados. Tomó las manos del castaño y en el proceso tiró su guion.

- ¿Pero qué estás…? – Mathew se sintió nervioso con su brusquedad

- Mary, mi dulce Mary – le susurró con seriedad al castaño, con voz dolida e insegura - ¿por qué has tardado tanto? – entrelazó sus dedos con los suyos y les dio un ligero apretón sin dejar de mirarlo a los ojos. He temido por tu ausencia – poco a poco su mirada se endulzó al igual que su voz – y te necesito en mis brazos – le sonrió, como si fuera imposible no sonreír con sólo verlo, y tiró de él hacia sí colocando las manos en su cintura e inclinó su cabeza – Baila conmigo, querida.

El castaño se había quedado sin palabras por lo repentino del asunto. Casi le contestaba por supuesto" sintiéndose rendido ante su ruego, pero recordó que sólo actuaban. Se preguntó si debía decir los diálogos de la princesa, pero apenas abrió la boca la rubia lo soltó y su mirada aburrida borró su vulnerabilidad.

- Bien, lee el guion de nuevo en tu casa, trata de identificarte con tu personaje, trata de pensar como él. Trata de hacer las acotaciones sugeridas, o siéntete libre de improvisar, pero no te comportes como una estatua. Lo intentaremos de nuevo la próxima, justo ahora tengo una cita con mi sofá y la lucha libre.

El castaño observó a la rubia tomar su libreto del piso antes de bajar las escaleras hacia la salida, apenas murmurando un adiós al señor Smith. Helga llegó hasta donde la esperaba el muchacho rubio, que tenía una expresión atónita, igual a la de Mathew. Y siguió a su amiga hasta la puerta. Mathew en cambio se quedó pasmado, apenas parpadeando en su sitio. De pronto reaccionó.

- ¿Cómo puede ser un mejor príncipe que yo? – apretó los puños y su mandíbula justo antes de recoger su libreto – ¿cómo puede pasar de su apatía a mirarme como si fuera lo único en el mundo – refunfuñó mientras se retiraba también, pero no pudo contener la sangre que llegaba a sus mejillas.

De acuerdo, quizá eso último no era la mejor elección de palabras, qué le interesaba a él ser lo único en el mundo para Pataki. No, esto tampoco estaba bien. Alborotó su cabello molesto. Mientras tanto, Arnold se hacía la misma pregunta mientras caminaba junto a Helga hacia la parada del autobús.

- Uh, así que ¿actuarás en la obra de fin de año? – le preguntó mirando a todos lados

- No en realidad, sólo soy la tutora de Robinson, será el protagonista masculino y si no lo convierto en un buen actor Smith hará efectivas mis faltas y retrasos, y tendré una mala evaluación – contestó la ojiazul antes de morder su emparedado de pastrami.

- Oh, vaya, es que parecía que estabas muy metida en el papel – dijo con la mano en la nuca

- Sí, le daba una pequeña demostración al rarito, hice de príncipe por un momento.

- ¿Príncipe? – le preguntó confundido

- Sí, no hay nada de malo en eso. De eso se trata actuar, ¿sabes? Te conviertes en el personaje. En ese momento yo no era Helga, era Erick, profesándole mi amor a Mary.

Arnold soltó una pequeña risa antes de frotar su hombro derecho

- Espero que Mathew no se haya avergonzado mucho, ya sabes, con eso de que le gustas - dijo algo incómodo – muy sutil Arnold pensó para sí.

- Yo no le gusto, melenudo – declaró como su fuera la cosa más obvia del mundo

- Pero te miraba demasiado en clase… - dijo algo molesto, aunque no sabía por qué

- Eran miradas de odio, Arnoldo. En realidad, no le agrado, no sé por qué y tampoco me importa, sólo quiero sobrevivir al año escolar.

Helga cambió su conversación al proyecto de historia mientras esperaban el autobús. Se sentía más tranquilo ahora que sabía que lo que había presenciado en el auditorio no era una verdadera muestra de afecto. Quizá no debía sorprenderse, después de todo ella solía odiarlo y aun así fue una gran Julieta en el cuarto grado. Pero Arnold no quiso ahondar por qué debía sentir alivio y paso esos pensamientos muy al fondo de su mente.

Horas después, en la casa de los Robinson Mathew leía sus diálogos, los declamaba y trataba de memorizárselos. Luego de un rato cuando se hubo cansado, se recostó en su cama y miró al techo. Cerró los ojos un momento y vino a su mente la imagen de Helga Pataki tomando sus manos y mirándolo fijamente. Rápidamente abrió los ojos y un ligero rubor adornó su cara. Decidió que sólo se trataba del estrés del día. "Estúpida Pataki" fue su último pensamiento antes de quedarse profundamente dormido.