Título: En manos del Fuhrer
Pairing: Roy x Riza
Disclaimer: Fullmetal alchemist no me pertenece, esta fantástica obra es de Hiromu-sensei, a la que adoramos 3
Introducción:
Intentaba que su respiración no se agitara más de lo debido. Él no era nada más y nada menos que Roy Mustang, ¡El coronel Roy Mustang!, pero aquella situación se le estaba escapando de las manos, tragó saliva dificultosamente, ¿Cómo demonios iba a firmar ese maldito papel que cedía a su subordinada más leal a Bradley? No podía cederla de esa manera, ella era la persona que protegía sin descanso su espalda, que le recordaba constantemente el trabajo y le comentaba esporádicamente lo inútil que era bajo la lluvia. ¿Y qué pasaba con sus demás subordinados? ¿Todos debían pagar por su incompetencia?
- Maldita sea… - volvió a morderse el labio inferior, la pluma jugaba entre sus manos, aquel informe de traslado sólo necesitaba su firma, y todo habría acabado (sobretodo para él) Debía haber sido más cuidadoso, se había interpuesto demasiado en el camino del Fuhrer por ese mismo motivo él le estaba sancionando con lo más intocable para él: Su reina
- Jefe creo que debería hacerlo cuanto antes, después de todo y aunque no tenga su firma nos separan, así el Fuhrer lo ha querido – se quejó Havoc mordiendo levemente la boquilla de su cigarro, metió las últimas cosas que le quedaban en la caja de cartón donde se encontraban sus pertenencias, no era sólo duro para su superior, sino también para cada uno de sus subordinados. Habían sido destinados a cada punta de Amestris, con tal de estar alejados de lo que "no les convenía" y por cómo habían sido destinados, podía ser la última vez que se volvieran a encontrar (especialmente en esta vida)
- Lo se Havoc, está deteniendo mis movimientos, es por mi culpa que os trasladen – mordió la uña de su pulgar y se levantó de la silla, no sabía por dónde buscar el lado positivo de esa situación.
- Coronel, debería firmar cuanto antes, sería un problema que el propio Fuhrer viniera a por la solicitud de traslado. – ella se había dirigido a él después de toda la mañana, desde que habían recibido la noticia, el ambiente se había caldeado demasiado, ninguno sabía bien que decir simplemente intentaban actuar lo más normal posible.
- ¿Sabe lo que está diciendo teniente Hawkeye?
- Lo sé, señor, pero no hay otra opción
- Quizá si lo pensara por unos instantes, podría… - se removió el pelo, su mirada estaba clavada en su ventana, cada uno de los soldados de central se encontraban sumidos en sus labores, podía verlo desde su posición, las cosas en Central estaban algo perturbadas y más en su sección.
- Coronel – le advirtió su primera teniente, a pesar de no mirarla a la cara sabía bien que tampoco era fácil para ella, Hawkeye se encargaba de cubrir su espalda, si la separaban de él estaría yendo en contra de su propia promesa de seguirle hasta el infierno.
- Está bien, teniente – suspiró, dirigió una rápida mirada hacia el informe, su rostro reflejaba angustia, pero no quería hacérselo más difícil a sus propios subordinados, tomó la pluma y firmó con rapidez – entrégueselo al Fuhrer cuando ocupe su lugar en su nuevo puesto.
- Sí señor
- No se preocupe, coronel nos irá bien, no tendremos que ahogarnos en el papeleo como solíamos hacer, gracias a usted – bromeó Breda, había terminado de recoger todo, a su lado Fuery parecía que iba a echarse a llorar en cualquier momento, pero intentaba que sus lágrimas no escapasen de sus ojos al fin y al cabo era un soldado no podía permitirlo.
- E…este no es el final, señor – musitó intentando sonar lo más tranquilo posible.
- Si os elegí es porque sé que no moriréis, es una orden, ni se os ocurra morir. – dijo Roy con determinación en sus palabras, no podía perdonarse si algo les pasaba, jamás lo haría.
- ¡No señor! – dijeron todos a la vez con sus manos pegada a su frente realizando el saludo militar.
- Más le vale cuidarse, coronel – rió Falman
- No se preocupe por mí, suboficial.
Cada uno de ellos con su correspondiente caja, salieron uno tras otro de la oficina, como la orden de su superior había dictado, una última mirada a la oficina y se cerró la puerta tras ellos, se había quedado solo, sin ninguno de ellos. El moreno se echó sobre su silla, ¿Por dónde debía comenzar ahora?
