Un pequeño aporte a los fics de reborn en español.
Disclaimer: Ninguno de los personajes de Katekyo Hitman Reborn me pertenece.
Se despertó empapado en su propio sudor. Y no había tenido una pesadilla, no. Solo sabía la consecuencia de aquellos rayos de sol que en ese momento se estaban colando por las cortinas de la habitación de aquel lujoso hotel. Cansado y dolido se levantó y se dirigió al cuarto de baño, con la esperanza de que el agua fría en su cara despejara su mente en aquellos momentos. Alzó la cabeza y se miró en el espejo que había encima del lavadero. Las gotas de agua que viajaban por sus mejillas humedeciéndolas y sus cabellos dorados despeinados salvajemente, no le quitaban esa sensación de malestar y su palidez inusual en él. Respiró profundamente antes de apartar la vista de su reflejo para posarla sobre su joven acompañante. Le conocía demasiado bien como para decir que estaba profundamente dormido. El menor ruido era capaz de despertarle pero supuso que no le apetecía abrir los ojos e irse. Siendo sinceros, Dino tampoco quería que se despertara. Al menos, no por ahora.
Se acercó a él observando su figura. Tocar su piel, tan fina y excitante, era su mayor deseo. Acarició sus cabellos suavemente, como si fuera una muñeca de cristal y temiera romperla. Por suerte o por desgracia, Kyoya estaba lejos de ser una muñeca frágil. Ni siquiera en ese momento, dejando a las sabanas el trabajo de esconder su desnudez, había dejado de lado su elegancia característica de él. Aun así, le amaba. Amaba el olor de sus cabellos, su esencia que se quedaba impregnada como fuego en su piel, su respiración acompasada tan relajante... todo de él, sin excepción. Acercó su cabeza a su cuello y respiró su perfume. Y se dio cuenta de que le extrañaría demasiado.
Y se puso de pie para vestirse y terminar con esa tortura tan exquisita para él. Fue cuestión de segundos que sus ojos se empañaran y tuvo que morderse el labio inferior para no emitir ningún sonido que indicara que las lagrimas ya estaban surcando su cara y no las podía retener. No le permitiría a Kyoya verle llorar. No le permitiría saber que, al final, había acertado y se había enamorado de él. Porque se hubiera reído de él y sus "patéticos" sentimientos y, se hubiera ido dejándole completamente solo. Y no podía permitir que su joven alumno le humillara de esa forma y pisoteara su amor. Por eso se fue sin decir adiós, saliendo de la habitación con pasos ágiles dejando atrás un rastro de sangre proveniente de su labio inferior.
Un suspiro de alivio se escapó de sus labios cuando las puertas del ascensor se cerraron delante de él. Esta vez, no se mordió el labio ya que lo tenia sangrando, y dejó que su propio llanto resonara por todo el lugar. Ahora que ya no podría estar con él, se permitió expresar a partir de lagrimas todo el dolor que estaba sufriendo. Y cuando la puerta se abrió revelando a su mas fiel sirviente, tuvo que limpiarse las lagrimas rápidamente y volver a ser el hombre que era. El jefe de la familia Cavallone, el jefe de una mafia. Respiró profundamente y, caminó rápidamente hacia la salida. Había oído al ascensor ponerse en marcha y, por temor a que fuera Kyoya el que hubiera presionado el botón, quería huir.
- Jefe, – la voz de Romario hizo que se parara - ¿esta usted bien?
- Claro que si – le dijo mientras se daba la vuelta y esbozaba la mejor sonrisa que podía fingir. – Y vamonos ya o perderemos el vuelo a Italia.
Un saludo y espero que os haiga gustado.
Att. Eien Renge
