Este fic está dedicado a Desmoness Raven quien leyó en mi casa el final del manga de Hellsing y se me traumatizó... Ahora está mejor por suerte para ella. El manga, como la vida es como es, hay que aceptar el final que tiene. Afortunadamente uno puede crear una nueva realidad a partir de ahí y el humor es el rasgo humano que sirve para hacer el drama más tolerable. Este es un nuevo comienzo a partir del final del manga. Espero que les guste y que nadie tenga una desagradable sorpresa.
Como habrán notado por lo dicho anteriormente Hellsing no me pertenece.
SINGHELL
CAPÍTULO 1: EL EPÍLOGO DE "HELLSING"
Dos años después del fin del manga Sir Integra falleció de cáncer de pulmón por haber desoído, como había sido siempre su costumbre, los consejos de Alucard para que deje de fumar. Desesperado por la irremediable pérdida de su ama que había abandonado este mundo sin dejarle un heredero Hellsing capaz de controlarlo adecuadamente, el vampiro decidió terminar con su larga existencia. Era fácil: al quedarle sólo una vida simplemente tenía que dispararse a la cabeza y podría pasar toda la eternidad en el infierno junto a Íntegra, quien seguro se hallaría allí condenada por la serie de trabajitos que le había encomendado. Entonces podría ser feliz junto a ella sacándose las ganas de morderle el cuello cuantas veces quisiera y además iba a reencontrarse con sus enemigos favoritos que lo estarían esperando ansiosos para pelear eternamente. Estas expectativas lo emocionaban, de modo que se voló la cabeza con gran alegría. Pero no contó con que Dios no le iba a dar el gusto así como así. Tendría un castigo y una nueva oportunidad de redimirse porque así es la voluntad divina por mucho que a él le pesara. De modo que su alma quedó en el limbo a la espera de un cuerpito acorde al suyo y en el año 2050 San Pedro lo mandó a reencarnar. Veinte años más tarde pocos sabían su nombre, pero era conocido en todo el mundo como "el conde exterminador" o "el conde sanguinario" por razones que cualquiera de nosotros puede imaginar.
La infancia fue dura: su madre murió mientras él nacía y su padre se suicidó unos días después. Huérfano desde tan corta edad heredó el castillo de la familia Culadra y el título de conde, pero fue criado en diferentes reformatorios infantiles. El pequeño Alucard Culadra tenía la mala costumbre de empalar a sus sucesivos tutores y compañeritos de escuela cuando se enojaba, pero tenía a su favor el vivir en una época protectora de los derechos del niño y del adolescente. Gracias a esto y a haber heredado suficiente dinero, puedo comprar al mejor abogado penalista, a algún que otro juez y a varios políticos. Gozaba de total impunidad por ser menor de edad: lo dejaban libre cada dos por tres y volvía a delinquir. Era un "reincidente".
Al cumplir los dieciocho años ya era un asesino temible, frío y sanguinario, justo el tipo de persona solicitada en la cuarta guerra mundial que acababa de comenzar. En su búsqueda de un rival digno de él decidió unirse a "Decenium", una coalición de diez naciones que luchaban contra Inglaterra por razones de lo más diversas. El motivo de Alucard para pelear contra Inglaterra era de lo más previsible: quería medir fuerzas con la poderosa organización "Hellsing", a cuyo cargo estaba la defensa de dicho país.
Pronto se decepcionó. Inglaterra caía como despeñándose por un abismo a pesar de que la organización Hellsing decía contar con un vampiro en su ejército. Alucard descubrió con sorpresa que no había enemigo ni humano ni perro ni monstruo que pudiera derrotarlo ya que poseía una asombrosa facilidad para matar. Hasta que por fin comprendió que sus únicos posibles oponentes estaban entre sus aliados….
El último bastión inglés en caer fue la sede misma de la organización Hellsing y hogar de quien había recibido la sagrada misión de comandarla: Sir Arthur Singhell. Mientras los soldados de "Decenium" intentaban apagar el fuego que se expandía por varios sitios, Alucard y los demás comandantes buscaban ávidamente sobrevivientes ingleses para divertirse a sus anchas. Es así como busca que te busca, llegaron al gran salón en el subsuelo. Minutos después entraron dos soldados que llevaban a cuestas una niña rubia que se defendía como loca gritando y pataleando.
-¿Qué hacemos con ésta? –preguntaron-. La encontramos escondida en los tubos de ventilación.
-Ah! –exclamó Enrico Maxwell-. ¡Una perra inglesa protestante! Debe ser la hija de Sir Arthur Singhell, su heredera. ¿Pero qué vas a heredar, nena? Como ves no te dejamos nada de nada.
- ¡Títere del Vaticano! –le gritó Íntegra-. ¡Walter dice que usted mató a mi papá!
-Walter… ¿Qué Walter?
- ¡El traidor!, ¡el que abrió las puertas y nos entregó! ¡Estoy rodeada de inútiles y traidores!
-Eso no tendría que importarte ya, nenita. Preocupate por lo que te va a pasar en breve. Dejaré que mis hombres se diviertan con vos y te maten.
- ¡Ah, sí! Ya quisieras ver eso, imbécil. ¡No te conviene meterte conmigo! ¡Te va a ir muy mal!
-¡Uy!, ¡Mirá cómo tiemblo!, ¡qué miedo me das!
Pero de repente la niña furiosa mordió la mano de uno de sus captores y liberándose de ellos corrió hacia Alucard, le arrebató el arma con que éste jugueteaba distraído y le apuntó a la cara de Enrico Maxwell.
-¡Eh, pará! –gritó Alucard tomado por sorpresa. Dio un salto hasta la chica y forcejeándole logró recuperar su arma.- ¿Estás loca o qué te pasa? ¿sabés quién soy yo? Me llaman "el conde sanguinario" por si no te queda claro.
- ¡Y a mí qué! Yo soy Sir Integra Fairbrook Wingates Singhell, comandante de la Orden de los Caballeros Protestantes. ¿Quién te creés que sos para entrar a mi casa así armado y pasearte por mi sótano sin mi permiso? ¡Dáme ya tu revólver, mal educado, que lo necesito para destruir a este cura depravado que mató a mi padre y a mis hombres!
- Pero, pero… a este tipo lo tengo que matar yo, no vos –balbuceó Alucard confundido-. Es un contrincante para mí…
-¡ Y entonces qué estás esperando, tarado! Ya sabés: ¡Buscálo y destruílo! ¡Destruílo! ¡Destruílo! –Y furiosa daba saltitos mientras señalaba a Enrico Maxwell.
-¡Uf!, está bien –resopló Alucard y de una le voló los sesos a Enrico-. Pero no seas una histérica malcriada ni me grites así, que no soy sordo y ya te entendí.
-¡Insolente! –le gritó Íntegra estampándole una cachetada en la cara-. ¡Ni se te ocurra tutearme y mucho menos hablarme así… tratarme de "histérica malcriada" a mí! ¡Qué falta de respeto…qué atropello… atrevido y desfachatado!, ¡eso sos!
Y diciendo esto Íntegra se volteó y dando la espalda a Alucard se cruzó de brazos ofendida. Durante unos minutos ninguno de los dos habló.
-Discúlpeme –dijo finalmente Alucard.- ¿cuántos años tiene Ud., Sir Integra?
- Doce, ¿por?
Alucard comenzó a contar con los dedos.
-Porque estaba calculando cuántos años tengo que esperarla para que sea mi novia –le respondió él.
-¿Y qué te hace pensar que voy a aceptar ser tu novia, iluso?
- Que tengo guita, no seré un príncipe azul pero soy conde, bah, de la nobleza…
-Yo también.
-Además soy lindo, sexy y todas las chicas quieren estar conmigo.
-¿Te fijaste lo pálido que sos? Parecés muerto. Y además tenés dientes puntiagudos… feos. ¿Nunca te llevaron a un dentista? Definitivamente necesitás tratamiento de ortodoncia.
-¿De verdad le parecen feos mis dientes? –Y se tapó la boca con las dos manos preocupado.- ¡Y yo que pensé que era el único que notaba que tengo dientes raros! ¡Nadie me dice la verdad!... Excepto usted, claro; por eso tiene que ser mi novia.
-¡Tengo nada! Vos a mí no me decís lo que tengo que hacer. Lo que pasa con vos es que la gente te tiene pánico por la fama que te hiciste y entonces te chupan las medias. Yo no te tengo miedo.
-Sin embargo debería; soy un tipo despiadado, impredecible y además… sos mi prisionera.
-¿¡Soy qué!? –gritó ella furiosa.- ¡Y por si fuera poco otra vez me tuteaste, descarado!
-Disculpe… usted es prisionera de guerra y si yo fuera usted me quedaría conmigo… estos soldados son una manga de degenerados, ya vio lo que le hicieron a su padre y a sus hombres… Yo en cambio puedo llevarla a mi castillo y cuidarla… No es saludable ser inglés en estos tiempos, los están matando a todos… Yo prometo protegerla… Por favor, usted ya no tiene nada ni a nadie ¿acepta ser mi prisionera y vivir conmigo en mi castillo? Siempre estuve muy solo y necesito compañía.
-No puedo irme sin antes haberme vengado del traidor de Walter.
-Eso no es problema, me ocupo personalmente. Usted sólo déme la orden.
-Además está el tema de Seras Victoria.
-¿De quién?
- Tengo una vampiresa inútil ensartada con siete bayonetas benditas en el armario del cuarto de al lado.
-Ah, sí… algo le oí decir al Padre Anderson que se le había escapado una vampiresa… Debe ser de clase z.
-No te creas, Lo que pasa es muy sensible y está en tratamiento psicológico porque nunca superó la muerte de su maestro. ¡Me olvidaba!, antes de irnos tenemos que pasar por una farmacia a comprarle los antidepresivos; es que no puede estar sin sus pastillas.
-Pasamos por la farmacia si a usted le parece.
-Y tenemos que empezar a planear cómo liberar a la reina y devolverle el trono de Inglaterra… ¡Dios salve a la Reina!, ¡Dios salve a nuestra Graciosa Reina!
-Lo que usted ordene, Sir Integra.
-De más está decirte que volveré a montar la organización Hellsing y vos vas a ser mi hombre de confianza, así que fingimos que yo soy tu prisionera pero ni se te ocurra creerte con derecho a darme órdenes.
-¡No, no!, las órdenes las da usted.
-Así está bien. Acepto ser su prisionera.
-Pero mire que es un trato. ¿No se me va a echar atrás?
-¡Imposible! ¡Yo tengo palabra de Singhell!
Y mientras salían del gran salón él volvió a preguntar.
-Y en cuanto a ser mi novia… en unos diez u once años… a pesar de mis dientes… ¿qué le parece?
-Puede ser. Lo voy a pensar. Todavía soy chiquita.
Esta historia continuará...
