Hola! Aquí onee-chan con una nueva historia, desde luego que es de nuestra parejita estrella. :D
Es la adaptación a un libro que me encantó, así que espero que a ustedes también les guste. Obviamente cambiaré algunas cosas para que se amolde dentro del mundillo de Bleach.
Advertencias: Habrá algunas relaciones extrañas entre los personajes, pero no me linchen por favor, con el paso de los capítulos sabrán el por qué.
También habrá un poquito de OoC, pero trataré que sea lo mínimo y también aparecerán algunos personajes originales, ya saben de esos para rellenar, jejej.
Bueno, eso es todo por ahora. Espero que les guste.
Los personajes de Bleach no me pertenecen.
La historia es una adaptación de "La trilogía del malamor" de José Ignacio Valenzuela.
CAPITULO 1: 25 SEGUNDOS Y UN VIAJE REPENTINO
La biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Tokio estaba en completo silencio. La quietud entre sus elegantes paredes era apenas perturbada por el sonido del cambio de páginas de los libros y la suave respiración de los estudiantes.
En medio de aquel ambiente, en una de las mesas junto a la pared de ventanales, una chica de corto cabello negro leía concentradísima un grueso libro a la vez que tomaba apuntes en un cuaderno.
Después de un buen rato dejó el lápiz sobre la mesa y se masajeó el cuello. Miró la hora en su reloj; aún faltaba para su siguiente clase, así que aprovecharía al máximo el tiempo en estudiar. Sin embargo, cuando intentó retomar la lectura, el sagrado silencio de la biblioteca fue perturbado por una estridente música que hizo que todos se sobresaltaran.
Ella frunció el ceño y miró a su alrededor. ¿Quién fue el tonto que dejó su teléfono con volumen máximo?
—Rukia, Rukia, apaga eso. —la regañó una compañera sentada en la mesa frente a ella.
Fue entonces que la muchacha de pelo negro se dio cuenta que había sido ella. Su celular vibraba sobre la mesa, con la odiosa cancioncita rebotando por todos lados.
Con las manos temblorosas y sintiéndose avergonzada, lo desactivó rápidamente sin siquiera revisar la pantalla y metió el aparato en el bolso que también descansaba sobre la mesa. Después de eso volvió a concentrarse en su libro, tratando de ignorar las miradas de reproche del resto de los alumnos.
Cinco minutos después y el bolso vibró. Alguien la estaba llamando nuevamente.
La pelinegra frunció el ceño y sacó el aparato del interior para ver quien era el que insistía tanto. Solo en ese momento se dio cuenta que no era una llamada, sino un mensaje. Ladeó la cabeza, confundida, y entonces recordó que su primo había modificado la configuración de su celular para que sonara con una canción cada vez que recibía un mensaje de texto, pues generalmente ella no se percataba de ellos.
—Un mensaje. —se dijo en voz alta, presionando el botón de "abrir". La bandeja de entrada se abrió al instante, revelando el nuevo mensaje.
Rukia frunció el ceño aun más y apretó con fuerza el teléfono al ver el nombre del remitente: Riruka Dokugamine.
Su primer instinto fue borrarlo. ¡Qué descaro! ¡Como se atrevía Riruka a escribirle!
Ella había sido muy clara con Riruka. Le había pedido con el tono más frío y serio que pudo que nunca más le hablara o le escribiera, de hecho que ni siquiera se le acercara. Ya no eran amigas.
Los ojos violetas de la chica brillaron de rabia y arrojó nuevamente su celular dentro del bolso, dio un suspiro y se masajeó el puente de la nariz para calmarse un poco.
- o -
Al salir de la biblioteca el brillo del sol le llegó directo en la cara y el frío viento de otoño le alborotó el cabello. Parpadeó unas veces hasta acostumbrase a la luz y se acomodó el pelo.
Volvió a revisar la hora en su reloj; veinte minutos antes de su última clase, tiempo suficiente para ir por un café.
Sacó de un bolsillo de su chaqueta su iPod blanco y lo encendió, se puso los audífonos del mismo color y deslizó el dedo por la pantalla táctil hasta encontrar una canción que le gustara.
Mientras que la suave voz de Orikasa Fumiko cantando la canción "Hoshi no hate" inundaba su cabeza, sus pies la llevaban en dirección a la cafetería. Sin embargo una sensación extraña no la dejaba tranquila. No tardó en descubrir qué era, pues la nueva vibración de su bolso le dio la respuesta. ¡El mensaje de Riruka! ¡El mensaje sin leer!
A pesar de todo, decidió ignorar el nuevo anuncio y siguió caminando hasta que llegó a su destino y realizó la compra. Una vez lista, cambió de dirección hacia el aulario en donde tendría su siguiente clase.
Al llegar al edificio se detuvo frente a la escalera. El mensaje de Riruka seguía sin leer y la extraña sensación de alarma que eso le ocasionaba la perturbara bastante. ¿Para qué le había escrito? Obviamente no era para disculparse. ¿Qué quería? ¿Acaso buscaba burlarse de ella contándole sus avances en la investigación? ¡Eso sí que sería el colmo!
Trató de ignorar otra vez esa molesta punzada de desconcierto para entrar al salón, pero la curiosidad le ganó la partida, buscó en su bolso y tomó su celular, seleccionando la opción de la bandeja de entrada.
Al presionar la pantalla para abrir el mensaje de Riruka se dio cuenta que no era un texto, si no un video.
"¿Qué rayos?" pensó más molesta todavía. ¿Acaso le enviaba un video de ella recorriendo los alrededores de Inuzuri o entrevistando a la gente? ¡Qué descaro de su parte!
Reproducir o borrar. Eran las alternativas que tenía.
Y a pesar de la rabia interna que sentía y de lo que su razón le ordenaba, el fino dedo índice de Rukia presionó "reproducir", conectó los audífonos del iPod al celular y esperó a que cargara el video.
La pantalla se llenó con el rostro de Riruka.
Lucía más delgada y pálida de lo que Rukia recordaba, sus ojos se veían opacos y su cabello fucsia estaba alborotado, cubierto por algunas hojas y ramas secas.
"¿Por qué se ve tan delgada?" pensó preocupada, pues ella apenas llevaba dos semanas fuera de Tokio.
Claro que ese pensamiento se evaporó completamente de su mente cuando el resto del video fue avanzando.
El rostro de Riruka se acercó más a la cámara, abrió la boca y los ojos, dejando al descubierto unas profundas ojeras. Se veía muy nerviosa, tal vez a punto de un colapso de histeria, su cuerpo temblaba y en las ocasiones en que intentaba hablar, la voz se le atoraba en la garganta.
Rukia también abrió los ojos, sintiendo una ola de pánico envolviéndola. El presentimiento de una desgracia se le vino a la cabeza de inmediato y su corazón comenzó a palpitar aceleradamente.
Después de unos segundos finalmente la chica de pelo fucsia pudo articular palabra.
—¡Rukia, esto es horrible! ¡Horrible! —se escuchó a través de los audífonos. Su voz sonaba muy agitada. —¡Tienes que ayudarme! ¡Por favor…!
La pelinegra se cubrió la boca con la mano, tratando de ahogar el grito de angustia que subía por su garganta.
—¡Ayúdame! ¡Ven a salvarme, por favor! ¡La culpa es de… es de… au…! —y en ese momento la imagen se cortó abruptamente.
Rukia quedó inmóvil al pie de la escalera, totalmente aturdida. ¿Qué había sido eso? ¿Era una broma? No, no creía que fuera una broma.
El video apenas duraba veinticinco segundos, un pequeño fragmento que a la pelinegra le pareció una película de horror de tres horas.
¿En dónde estaba Riruka? ¿Todavía seguía en Inuzuri? ¿Qué sucedió que la tenía así de asustada?
"La culpa es de au…" había dicho ella. ¿Qué rayos es "au"?
La cabeza le daba vueltas. Su clase quedó olvidada de inmediato al imaginarse que tal vez Riruka, en ese momento a cientos de kilómetros de distancia, estaba en una situación de riesgo, o… de vida o muerte.
Lo primero que hizo fue marcar al número de su ex amiga… o amiga otra vez, ya no estaba segura. Esperaba que si pudo enviarle un mensaje tal vez su celular aún funcionara y en ese caso podría contactarse con ella. Sin embargo sus esperanzas se destruyeron de inmediato al oír la robótica grabación de "lo sentimos, el teléfono al que está llamando se encuentra fuera de servicio"
—¡Maldición! —gruñó ella, preocupándose aún más.
Los alumnos que pasaban junto a ella la miraban extrañados.
Ella no les prestó atención e insistió dos veces más, obteniendo el mismo resultado.
Entonces la universidad comenzó a darle vueltas y parecía que el suelo sucumbía bajo sus pies. Necesitaba salir de ahí con urgencia para poder aclarar su cabeza.
Y aunque no tenía la menor idea de qué hacer a continuación, guardó sus cosas en el bolso y se echó a correr.
Sus piernas se movían ágiles y a máxima velocidad, saltando escalones y esquivando obstáculos. El viento alborotaba sus negros cabellos y sus intensos ojos violetas parecían despedir rayos del mismo color.
Su respiración estaba agitada, pero no podía detenerse a descansar.
- o -
Al llegar a su casa subió directamente las escaleras hasta su habitación, ignorando por completo al personal de servicio que le daba la bienvenida.
Cerró la puerta de su habitación y se recargó sobre ella, y en ese momento fue que todo el peso de la situación se le vino encima.
¿Qué debía hacer? ¿Avisarle a su familia? Riruka solo vivía con su abuelo Giriko en Tokio, el resto de su familia vivía en Kyushu.
¿Debería ir a la policía? Por otro lado, ¿seguiría Riruka en Inuzuri? ¿Fue ahí desde donde le envió el mensaje? ¿Por dónde comenzar a buscarla?
Con todas esas preguntas y sin saber por donde comenzar a responderlas se lanzó contra la cama y apretó con fuerza la almohada contra su cara. Sin darse cuenta las lágrimas de angustia y desesperación recorrieron sus mejillas y de un momento a otro se quedó dormida.
- o -
Rukia y Riruka se habían conocieron en la escuela primaria, justo en el día del cumpleaños de la pelinegra.
Ese día ella se despertó con la sensación de un cambio, y ese cambio fue conocer a la nueva alumna Riruka Dokugamine. Ella había sido transferida desde Kagoshima, Kyushu y ese era su primer día.
La maestra la sentó a su lado y al llegar junto a ella, la chica de coletas le regaló una cálida sonrisa como si fueran amigas de toda la vida.
Rukia era algo callada, retraída y de personalidad distante. Interactuaba muy poco con las niñas de su edad, quienes consideraban su actitud reservada como engreída y arrogante, sin mencionar que el nombre y reputación de su familia tampoco ayudaba mucho a entablar una conversación normal. Sin embargo fue la llegada de Riruka y su avasalladora personalidad la que cambió todo el paisaje, integrando a Rukia con los demás y dando a conocer que ella era mucho más amable, sensible y expresiva de lo que demostraba.
Y así se hicieron las mejores amigas, eran inseparables y al graduarse de secundaria ambas coincidieron en sus deseos de estudiar Antropología Social en la Universidad de Tokio.
Era una amistad de años que se hubiera prolongado de no ser por las ambiciones de Riruka.
Ambas iban en el último año de su carrera y aunque las dos eran muy inteligentes y siempre estudiaban juntas, Rukia era quien sobresalía más. Era la alumna preferida de todos los profesores y siempre obtenía las calificaciones más altas, ocasionando la envidia de la chica de cabello fucsia.
Un día cualquiera en la biblioteca, Rukia por casualidad se encontró con unas hojas viejas; eran fotocopias del diario de un explorador japonés llamado Shunsui Kyoraku de hace sesenta años. En aquellas hojas el hombre relataba la historia de un pueblo que vivía bajo la maldición de una bruja, una joven despechada al ser abandonada por su enamorado y que descargó su odio contra todo el pueblo condenándolo a nunca poder sentir el amor.
Desde ese día, Rukia quedó fascinada por la historia y al investigar un poco más se encontró con que actualmente el pueblo era casi un pueblo fantasma. Eso la convenció aún más y decidió escoger esa historia como su tema de tesis. Quería demostrar como una simple leyenda podía afectar a las sociedades y grupos humanos de un lugar geográfico. Era simplemente perfecto, solo tenía que presentarlo a su profesor guía, inscribir el tema y luego obtener los permisos de la Universidad.
Ella pensaba visitar aquella localidad para entrevistar a los habitantes y ver sus condiciones de vida, y con un poco de suerte, tal vez podría encontrarse con algunos ancianos que podrían contarse sobre el supuesto momento en que la bruja los maldijo.
Claro que nunca, jamás se habría imaginado que Riruka la traicionaría de esa manera.
Su "amiga" se metió a su notebook y borró toda la información del Malamor, no sin antes copiarla en su propia computadora y presentarlo al día siguiente como suyo.
Cuando llegó el momento de presentar y exponer brevemente los temas, Rukia quiso morirse de rabia y desilusión al ver el nombre de su trabajo en la proyección que su amiga exponía frente a todo el salón.
Riruka Dokugamine: Leyenda del Malamor y su repercusión en grupos humanos; un estudio descriptivo en la población de Inuzuri, Japón.
—¡Excelente idea, Riruka! ¡Muy bien! —la alabó el profesor inscribiendo aquel tema a su nombre.
La rabia de Rukia aumentó aún más al darse cuenta que no tenía nada en su computadora, nada de lo que había trabajado en los últimos dos meses, solo tenía esas viejas fotocopias que no servirían para demostrar que ese ese trabajo le pertenecía. Riruka lo había hecho muy bien, había dejado a su amiga en grandes aprietos; ya no tenía tema y entonces no tendría tesis y ese era el último requisito para su egreso, si no lo aprobaba no podría titularse. Estaba contra el tiempo.
Cuando el profesor la llamó adelante para exponer su tema, ella quedó en blanco y no supo que responder. Entonces tuvo que aguantar todo el regaño del profesor tachándola de irresponsable y remarcando la decepción que le causaba, sin mencionar la burla del resto de sus compañeros. Pero aún peor que eso fue la sonrisa de satisfacción que se dibujó en la cara de Riruka, eso fue como una estocada directa al pecho.
- o -
Rukia abrió los ojos de golpe y se frotó los ojos. Otra vez había soñado con la traición de Riruka.
Tomó su celular para ver la hora, ya eran las siete de la tarde. Pronto sería hora de cenar.
Se levantó de la cama y como usualmente lo hacía revisó su lista de llamadas y mensajes en caso que hubiera recibido alguno nuevo.
Al fijarse en el mensaje de Riruka la sangre se le congeló. ¡Casi lo había olvidado! El corazón le latió con fuerza y su respiración se agitó. No podía perder el tiempo así, tenía que ayudarla.
Sí, estaban distanciadas. Sí, ella la había traicionado. Sí, ya no sabía si confiar en ella, pero ahora al parecer estaba en peligro y eso era más importante que todas las trabas anteriores. Ella fue su amiga, de hecho aún lo era, por más que se esforzara en odiarla. Y ahora su amiga necesitaba de su ayuda.
Hace muchos años habían hecho una promesa de estar ahí siempre que la otra la necesitara, y ya era hora de cumplir su palabra. Iría ella misma a buscarla y la traería de vuelta a Tokio sana y salva.
Pero, ¿cómo lo haría? Ella era una simple estudiante, no era detective ni nada. Ni siquiera sabía si Riruka seguía en Inuzuri o si ya había ido a otro lugar.
—Quizás él pueda saberlo. —se dijo en voz alta.
Tal vez su primo Renji quien vivía con ella y era estudiante de ingeniería electrónica informática y un experto en todo ese tipo de cosas podría ayudarla. Estaba segura que le sería muy fácil rastrear la ubicación desde donde salió el mensaje de Riruka. Sin embargo, se arrepintió de su idea, pues Renji estaba muy ocupado con su trabajo y sus exámenes finales y no quería molestarlo. Además que estaba segura que intentaría alertar a alguien y eso no era lo que ella había planeado. Lo mejor sería ir con discreción.
Por otra parte, tampoco sabía como convencer a su hermano para dejarla viajar. Él era muy sobreprotector con ella y decirle que viajaría a un pueblo perdido en la zona más septentrional de Japón para buscar a su amiga desaparecida no sonaba muy inteligente.
Algo tenía que inventar, aunque ella nunca había podido engañarlo.
Los golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos, una de las empleadas le avisaba que su hermano había regresado.
- o -
Rukia llegó a la sala en donde su hermano esperaba. Ella lo saludó con una educada reverencia y se sentó en el sofá frente a él.
—¿Qué ocurre? —preguntó Byakuya al ver que su hermana clavaba la vista en el suelo.
—N-Nii-sama. —respiró profundo y se armó de valor. —Nii-sama, ¿crees que pueda ir con Riruka a visitar a sus padres a Kyushu? —preguntó, sabiendo que ya no había vuelta atrás.
Byakuya clavó sus ojos grises en la cara de Rukia.
—¿A Kyushu? ¿Cuándo?
—Esta noche. —respondió ella, mirando con timidez la elegante estampa de su hermano.
El pelinegro frunció un poco el ceño y la miró extrañado. No era normal que ella hiciera cosas tan precipitadas.
—Por favor, Nii-sama. —insistió. —Riruka quiere ver a sus padres, ya sabes que no puede viajar mucho y aprovecharíamos el receso de otoño en la universidad. Es importante y quiere que la acompañe.
Silencio.
Rukia estaba muy nerviosa y ya casi se sentía descubierta.
—¿Y en qué piensan ir? —preguntó con su voz grave.
—En tren. —mintió.
—¿Tren? —la idea pareció espantarlo. Eso significaba un viaje de al menos diez horas. —Es demasiado tiempo para que viajen solas.
"¡Oh, no!"
—Por favor, Nii-sama. —rogó tratando de controlar las lágrimas que amenazaban con salir. No podía dejar de pensar en Riruka y su cara de miedo y desesperación. —Quiero acompañarla.
Los ojos de Rukia brillaron de una manera extraña, captando la atención del pelinegro. Se veía demasiado interesada. ¿Qué tenía de especial ese viaje? No se sentía muy convencido en dejar a su hermana viajar sola en un transporte tan… público como un tren. Sin mencionar que Riruka no le agradaba mucho que digamos, era demasiado ruidosa y alocada para su gusto y también se le hacía algo envidiosa. Aun así, era la amiga de Rukia y sabía que podía confiar en su hermana. Rukia no era de esas muchachitas alocadas y despreocupadas que buscan problemas, ella era una chica inteligente, fuerte y sensata, un poco mal genio tal vez, pero nada tan terrible.
Además su desempeño en sus estudios siempre había sido excelente, siempre consciente de sus responsabilidades y de lo que el mundo espera de ella, así que tal vez se merecía un descanso.
Y al comenzar el receso en la universidad tampoco habría problemas por el asunto de las clases.
—De acuerdo. —aceptó al fin. —Pero irán en avión. Le diré al piloto que prepare todo.
—N-no es necesario, Nii-sama. Los padres de Riruka nos enviaron los pasajes. —se apuró en decir. ¡No podía ir en un avión privado! Kyushu quedaba en dirección contraria a Inuzuri y tampoco podía comprar algún boleto para algún vuelo comercial, pues al revisar las facturas de la tarjeta de crédito su hermano sabría que le había mentido en lo de ir a Kyushu. La única manera era ir en autobús. —Estaremos bien, no te preocupes.
Pero Byakuya se preocupaba, ese era su trabajo como hermano mayor.
—Está bien. —dijo cerrando los ojos. —Pero yo te llevaré a la estación.
"¡Diablos!" chilló internamente.
—No te preocupes, Nii-sama, yo puedo…
—No lo repetiré.
—Está bien. —aceptó ella y dio un suspiro.
Después de eso y aprovechando que aun no estaba lista la cena subió a su cuarto a preparar su equipaje.
- o -
Rukia cerró la pequeña maleta de color púrpura y la dejó sobre la cama. Había guardado ropa apropiada para el frío, consciente del clima y las temperaturas de Inuzuri.
También guardó la carpeta con las fotocopias del diario de Kyoraku y unas botas impermeables. En su mochila guardó un libro, su notebook, su iPod recién cargado, su celular y los cargadores de éstos.
Luego se acercó al escritorio y abrió un cajón de cuyo interior sacó un gran fajo de billetes. Tendría que sobrevivir con aquel dinero, pues no podía usar las tarjetas de crédito o la descubrirían.
Una vez que alistó su equipaje bajó las escaleras. Renji ya había llegado así que todos se sentaron a cenar.
- o -
—¿Eso es todo? —preguntó Renji guardando la maleta en el portaequipaje.
Rukia asintió.
—¿Segura que no quieres que te acompañe? —le preguntó el pelirrojo sentándose en el asiento del copiloto.
—Ya te dije que no. —lo cortó ella, fastidiada en el asiento trasero. —No necesito niñero.
—No lo hago por ti, tonta. —se defendió él. —Me vendría bien un descanso.
—Vago, ya estás pensando en faltar a clases. —lo regañó la pelinegra.
—¡Ja! ¡Mira quien lo dice! Tú eres la que se perderá por dos semanas.
—Estoy de receso, tonto.
—¡Sí, claro! Holgazana, siempre buscando excusas para no estudiar.
—¡Cállate! Tú eres el que pasa toda la noche metido en su computadora. ¡Quien sabe qué cosas ves por internet!
—¡Cállate! Esa es mi manera de estudiar, tonta. Analizando software y servidores.
—Sí, claro.
—Silencio. —ordenó Byakuya fastidiado y apretando el volante. A veces no podía con esos dos niños.
Renji y Rukia sonrieron algo avergonzados y el resto del viaje permanecieron en silencio.
Al llegar a la estación Rukia vio que su hermano buscaba un lugar para estacionar.
—No te preocupes, Nii-sama. Ya es tarde, iré yo sola. —dijo la pelinegra abriendo la puerta del auto para salir.
Renji se apuró en sacar su maleta del portaequipaje.
—Los llamaré apenas llegue. —se comprometió ella para darle tranquilidad emocional a su hermano.
—Cuídate Rukia y dale saludos a Riruka. —dijo Renji revolviendo los cabellos de su prima.
—Sí, y tú no le causes problemas a Nii-sama. —lo regañó ella con una sonrisa.
Ambos se despidieron con un choque de manos.
Byakuya soltó un suspiro. No entendía por qué se despedían como salvajes.
—Adiós Nii-sama. Nos veremos pronto. —se despidió ella con una sonrisa y una respetuosa reverencia.
Luego se echó a correr y entró en la estación.
Tuvo que esperar a que el elegante auto gris se perdiera de vista para salir y pedir un taxi que la llevara hasta la estación de autobuses al otro lado de la ciudad.
Tenía que abordar el autobús de las once de la noche.
- o -
"Au…Au…Auxilio, aullido, aurora, ausencia, au…"
Rukia se removió en su asiento para acomodarse mientras su cabeza seguía buscando palabras que comenzaran con "au"
Ya llevaba cinco horas de viaje y aun faltaban siete más.
El autobús llegaría hasta la ciudad de Nemuro en la isla de Hokkaido. Una vez ahí buscaría la manera de llegar a la isla Rukongai y localizar el pueblo de Inuzuri.
Ella jamás había ido a esa zona de su país, mucho menos como aventurera, pero confiaba en que podría llegar sin problemas.
Eran las cuatro de la madrugada, la mayoría de los pasajeros dormían, pero ella no podía hacerlo. Miró a través de la ventana y solo pudo admirar el negro de una noche sin luna ni estrellas.
Aburrida tomó el libro que llevaba y trató de leerlo, pero los molestos movimientos del bus no la dejaban enfocar las palabras.
Guardó otra vez el libro y encendió su iPod, se puso los audífonos y subió el volumen para escuchar el OST de un anime de ninjas que veía junto a su primo.
Mientras escuchaba la canción "Closer" cerró los ojos para tratar de dormirse. Sin embargo un fuerte aleteo llamó su atención.
"¿Qué es eso? ¿Un pájaro dentro del bus?" pensó algo extrañada y decidió abrir los ojos para investigar.
Los pasajeros seguían durmiendo, nadie parecía haberse dado cuenta.
Al estirar el cuello sobre el asiento delantero vio una enorme ave volando a toda velocidad hacia ella, su plumaje parecía de plata y sus ojos eran dos enormes lagos amarillos interrumpidos por una pupila negra y dilatada que brillaban furiosos. Tenía las garras orientadas hacia ella, lista para atacarla.
Rukia ahogo un grito de pánico, iba a cubrirse la cara con los brazos para protegerse cuando sintió un toque en el hombro.
—Señorita, despierte, ya llegamos.
La pelinegra abrió los ojos y comprobó que en efecto había sido un sueño.
—¿Estamos en Nemuro? —preguntó confundida y soñolienta.
—Sí, ya tiene que bajar. —la apuró el conductor.
En ese momento se dio cuenta que era la única pasajera al interior del bus y sus mejillas se sonrojaron levemente.
Entonces recordó el sueño que tuvo y la vergüenza se esfumó. Un repentino temor la envolvió y entonces deseó estar de regreso en su casa Tokio, aunque ya era tarde para eso. Estaba a cientos de kilómetros de distancia y tenía una misión; encontrar a Riruka.
Pero primero tenía que buscar una forma de llegar hasta Inuzuri.
- o -
Rukia llevaba una hora buscando alguna forma de llegar a Inuzuri cuando se enteró de un ferri llamado Gotei 13 que partía a la isla Rukongai a las 19:00 hrs. ¡Era perfecto! El problema era que faltaban seis horas para eso, así que tendría que hacer tiempo hasta esa hora.
Aprovechó para llamar a su hermano y decirle que ya estaba instalada con la familia de Riruka en Kagoshima, ciudad de la isla Kyushu.
Odiaba mentirle a su hermano, pero ya había llegado muy lejos y tenía que continuar.
Solo un día de navegación y estaría un poco más cerca de Riruka.
- o -
El enorme monstruo metálico llamado Gotei 13 iba cargado de autos, motocicletas y autobuses de turismo y a cada extremo del barco se erguían los camarotes y restaurantes.
Rukia se detuvo frente a la habitación cuya puerta blanca tenía el número 13.
Había alquilado una de las habitaciones más baratas y esas eran compartidas. A pesar que tenía bastante dinero en efectivo estaba decidida a ahorrar lo más posible, pues no sabía cuanto tiempo estaría en Inuzuri y debía hacerlo durar.
¿Quién le habría tocado de compañero? Solo esperaba que fuera una mujer.
Armándose de valor, abrió la puerta y entró. No había nadie. La habitación era muy pequeña, pero acogedora. Era bastante agradable aunque estaba segura que a su hermano le daría un ataque de verla ahí.
Ella se acercó al armario y guardó su maleta. Estaba muy cansada y le urgía una ducha caliente y un poco de comida.
- o -
Salió de la ducha ya vestida en caso que su compañero desconocido estuviera ahí y caminó hasta su cama.
Un carraspeó se escuchó desde el otro lado de la habitación, ella se tensó y encendió la luz.
Un hombre la miraba fijamente desde la otra cama. Era un anciano panzón de piel tostada, cabello blanco en punta y bigote del mismo color. Una cicatriz cerraba su ojo izquierdo y otra más grande subía por la zona derecha de su cuello, pasando por su barbilla hasta su labio inferior.
—Buenas noches. —dijo ella tratando de mostrarse calmada, aunque ese hombre no le inspiraba la más mínima confianza.
—Buenas. —respondió él sin quitarle la vista de encima.
Ella sintió un escalofrío y decidió salir de la habitación para ir a comer algo al restaurant. Tomó su mochila y estaba a punto de salir cuando el hombre le habló.
—¿A dónde te diriges? —su voz era grave.
—A…a Inuzuri. —respondió ella.
—¿Y por qué una chiquilla como tú va sola a un lugar tan lejano?
¡Cielos! Ya se estaba asustando, pero haciendo gala de su apellido podía ocultar bien su creciente temor.
—Voy a buscar una amiga.
El silencio entonces reinó en la habitación y Rukia suspiró aliviada. Al parecer la conversación se había acabado.
La pelinegra tomó la perilla de la puerta y la giró.
—Tu amiga no va a aparecer.
—¿Qué? —el corazón de Rukia dio un brinco.
—Tu amiga. Lo que se pierde en Inuzuri jamás se encuentra.
Rukia quedó en blanco. ¿Cómo sabía ese hombre que Riruka estaba perdida? Una ola de pánico le envolvió el cuerpo, era como si ese hombre supiera algo que ella desconocía. De pronto tuvo la necesidad de alejarse lo más rápido posible de él.
—¿Cómo se llama tu amiga? —volvió a preguntarle.
La chica dudó en responderle.
—Riruka.
El hombre se levantó de la cama y Rukia retrocedió instintivamente. Lo vio abrir la cortina de la claraboya y mirar hacia afuera.
El cielo ya estaba oscuro, pero aun así él seguía observando.
—Regresa a tu casa, niña. —el tono de su voz sonó a advertencia.
Rukia abrió los ojos espantada y luego frunció el ceño. ¿Quién rayos era ese anciano? No permitiría que la atormentara aún más con sus comentarios.
Iba a contestarle otra vez cuando el golpe en el vidrio la sobresaltó. Algo había chocado contra la claraboya.
Rukia se acercó para ver, entrecerró los ojos y a través de la oscuridad pudo divisar una lechuza de pelaje plateado y ojos amarillos. Era la misma lechuza de su sueño, aunque ahora pudo apreciar unos cuernos a ambos lados de su cabeza.
La pelinegra retrocedió asustada y chocó contra la pared, pero luego se abofeteó mentalmente.
—Bah, es solo una lechuza. —se dijo a sí misma para calmarse.
—No. —le contestó él. —Es el Coo.
El hombre esbozo una leve sonrisa y luego abandonó la habitación.
Rukia quedó sola y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Otra vez el anciano le dejó la impresión de saber cosas que ella ignoraba.
Sacudió su cabeza y se sentó en la cama, sacó su celular del interior de su mochila para buscar algo en internet.
"Coo, Inuzuri, Japón"
El primer resultado le heló la sangre y una gota de sudor frío cayó por su espalda.
"Ave mitológica de Inuzuri, de pelaje plateado, ojos amarillos y pequeños cuernos, que anuncia tragedia. La leyenda dice que cuando aparece en una ventana, es seguro que alguien morirá por ahí cerca".
Un escalofrío terrible recorrió el pequeño cuerpo de Rukia, quien apagó su celular de inmediato y lo guardó en su mochila.
¿En qué se había metido?
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Después de un día entero de navegación, a las siete de la tarde, el Gotei 13 al fin atracó en el puerto a las afueras de Junrinan.
Rukia había decidido pasar la mayor parte del tiempo en la sala común del ferri, viendo televisión o usando su notebook, tratando de evitar al máximo a ese anciano extraño.
Desde lo alto del barco se podía ver el paisaje de la isla. Todo era tan hermoso, las montañas se alzaban majestuosas y eran bañadas por bosques vírgenes que daban una postal perfecta. Incluso el cielo se veía más cerca de ella.
Era un pequeño paraíso alejado de todo ese ruido y ajetreo de las metrópolis.
Rukia esperaba en primera fila, lista para desembarcar. Le extrañó no ver a su compañero de habitación, pues no lo vio al acostarse y tampoco cuando se levantó en la mañana.
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Apenas Rukia puso un pie en el suelo, el sol se escondió por completo y un aguacero le dio la bienvenida.
El cielo tronaba y parecía que se caía a pedazos. Los pasajeros que descendían abrían sus paraguas y se ponían sus impermeables para capear la lluvia, avanzando a paso rápido.
Rukia buscó rápidamente su abrigo impermeable y se lo puso, pero de todas formas se mojó casi completa. Estaba empapada y el viento frío le congelaba la nariz y las manos.
Sintiéndose como un cachorro abandonado caminó lo más rápido que pudo entre todo el barro y charcos de agua. Divisó una parada de autobuses y se refugió ahí para protegerse de la lluvia. Aprovechó para cambiar sus calcetines y ponerse las botas impermeables.
Esperaría ahí hasta que pasara alguien y pediría ayuda para que la llevaran a Junrinan. Después de descansar un poco buscaría una ruta para llegar a Inuzuri.
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Las horas pasaban y aún mirar al frente, la cortina de agua seguía igual de intensa y le llenó de angustia el corazón. Ya había anochecido y el frío era más intenso que antes.
¿Qué estaba haciendo? Estaba tan lejos de su casa y sin ninguna idea de qué hacer. ¿Por qué no llamó a la policía? Seguro ellos se habrían encargado, pero no, ella decidió involucrarse y ahora estaba en el fin del mundo, sin conocer a nadie, atrapada en medio de la lluvia y en un mundo que se le hacía oscuro y tenebroso.
"Es el Coo" recordó las palabras del anciano y se estremeció de miedo. Por más que había utilizado su lado de antropóloga para convencerse de que solo se trataba de una leyenda, la terrorífica imagen de la lechuza que anunciaba la muerte aparecía en su cabeza.
De pronto quiso regresar a su casa y alejarse de todo eso. Quiso estar sentada junto a su hermano, sentir ese calor fraternal y su olor característico. Quiso estar con su primo, con su compañero de aventuras y discusiones.
Quiso acostarse en su cama y abrazar al enorme peluche de Chappy que la esperaba siempre.
—Nii-sama… Renji. —susurró al viento. —Riruka… ¿dónde estás?
Sintió como sus mejillas se humedecían, pero no sabía si era el agua que caía por su cabello o si eran lágrimas de frustración.
Ya era obvio que nadie aparecería. Estaba completamente sola en la oscuridad. ¿A quién podía pedirle ayuda? No podía llamar a nadie. Al parecer tendría que dormir ahí.
Se llevó las rodillas al pecho y permaneció así por un buen rato, tratando de entrar en calor. Estaba muy cansada y el gris del paisaje la deprimía aún más.
¡¿Cómo es que nadie aparecía todavía?!
De pronto la idea de encontrar a Riruka se hacía más y más lejana.
Ya casi estaba a punto de dormirse ahí cuando dos luces se acercaron a ella. A través de la poca visibilidad que ofrecía la lluvia pudo distinguir la silueta de una camioneta blanca en cuyo costado llevaba estampadas unas letras de color verde: BIBLIOTECA MOVIL.
—¡Ven, súbete! —le ordenó el conductor bajando la ventana del copiloto.
Ella se sorprendió y lo miró fijamente.
—Aquí puedes esperar. —agregó el hombre con una sonrisa, mientras le mientras abría la puerta del asiento junto a él.
Los ojos de Rukia brillaron emocionados y de un salto se subió a la camioneta.
¡Alguien había escuchado sus súplicas!
La esperanza de encontrar a Riruka había vuelto.
chan chan! Qué les pareció? Ojalá les haya gustado. Jojo, en esta historia Renji será el primo de Rukia, así que no tendrá que estar en la friendzone XD
¿Quién creen que sea el personaje del final?
Espero sus comentarios, sugerencias, tomatazos y y bla bla...
Matta ;)
