Disclaimer: Ni Katekyo Hitman Reborn, ni sus personajes me pertenecen. Todo propiedad de Akira Amano.
Ojos.
Sus ojos eran un par de abismos en los que le fascinaba adentrarse y perderse hasta hallar un inexistente fondo. Siempre perdido en ello, vagando y delirando con él, con tan sólo ver sus ojos color esmeralda brillante, se sentía en un cielo acogedor que se dignaba a llamar hogar, y al mismo tiempo en un infierno que lo hacía arder en llamas, por completo. Bastaba un parpadeo para que perdiera por completo la razón y la poca cordura que tenía y aún conservaba.
Esos ojos de los que le gustaba guardar una imagen clara en sus pensamientos para estar todo el tiempo absorto sólo imaginándolos. Pensando en un único modo para que, por un efímero lapso de tiempo, le miraran a él.
¿Cómo era posible que unos ojos tan cristalinos ocultasen con tanta facilidad las emociones y pensamientos de su portador? Porque a pesar de ser sus ojos tan preciosos, tan brillantes y tan claros, tales que parecían las verdosas aguas de un lago con perlas resplandecientes en el interior, eran sumamente sombríos, que no se aceptaban de delatar más que un frío pasado y un futuro impredecible al que aún le temía.
Un par de luceros carecedores de todo rastro de emoción, así eran los ojos de el guardián de la tormenta, ocultando todo sentir con una vil desconfianza por el simple pavor de volver a ser lastimado por ello. Él temía abrir su corazón y volver a demostrar en sus ojos esa vulnerabilidad y esa debilidad que tenía la osadía de hacerlo un ser humano.
Le encantaba intentar descifrar en mensaje oculto en sus pupilas y el sentir que debían reflejar sus iris. Aunque no fuera más que un vano intento y nunca pudiese lograrlo, le gustaba imaginar que podía y que tarde o temprano lograría hacer volver la luz y la confianza a esos ojos color esmeralda que lo tenían tan anonadado.
