Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo.
Nada lo hará cambiar.
No tenía sentimientos. Ella era un robot incapaz de expresarse. No le era permitido objetar, ni hablar, ni dar su opinión sobre algo, tampoco espetar cualquier cosa respecto a cualquier tema. Pero al fin, ¿de qué servía? Su capitán nunca le haría caso. Y aunque así fuese, no tomaría ninguna de sus opiniones, ni se tomaría la molestia de intentar lo que ella pudiese proponer.
De nada servía...
Porque pasase lo que pasase, Mayuri hacía lo que placía. Siempre era así. Y la opinión de Nemu era trivial e ignorada al primer momento. En el laboratorio ella no era más que un robot asistente.
—¡Nemu! Dame el antídoto, estúpida. El experimento no está resultando por tu lentitud. —El Kurotsuchi siempre era así de cortante con lo que decía; mejor dicho, ordenaba. Aunque Nemu estuviese hecha de su propia genética, él la consideraba tanto o menos que a un objeto inanimado. Y ella no podía opinar al respecto, por más que lo deseara.
—Mis más sinceras disculpas, Mayuri-sama. —No podía responder de otro modo. No a su capitán.
La muchacha caminó hacia Mayuri con velocidad, recorriendo la corta distancia que los separaba para acatar, al pie de la letra sus órdenes. No volvería a cometer un sólo error para no provocar más disgustos a la persona que podía ser la más preciada para ella; a pesar de que no le permitiese expresarse, que se pasara gran parte del día insultándola, que sólo fuese un objeto más; ella no sentía disgusto ni molestia por Mayuri. Hasta cierto grado, le quería.
Tan absorta estaba en sus propios pensamientos que, sin haberse fijado donde pisaba, tropezó con un cableado del laboratorio que obstruyó su camino. Y cayó de bruces al suelo, sobre sus glúteos, haciendo una mueca de dolor al instante.
El Kurotsuchi tomó el tubo de vidrio de entre las manos de Nemu. Para suerte de la muchacha, había quedado intacto, ni siquiera se había derramado una gota. Y la joven no pudo evitar soltar un suspiro de alivio.
—No te hagas la tonta. ¡Levántate! —Mayuri miró a su teniente con repulsividad por la tontería que acababa de cometer. Ese error pudo haberles costado un experimento de vital importancia. De haber ocurrido eso, Nemu no hubiese salido impune. La teniente asintió con la cabeza y le dio la razón, una vez más a Mayuri, para después disculparse y volver a su puesto a un lado del capitán. Se había acostumbrado ya a no hablar, a no opinar jamás.
Pero no se oponía a ello. ¿Para qué hacerlo? Después de todo, ese era al modo en que trabajaba el doceavo escuadrón y nada haría que cambiase.
