Naruto © Masashi Kishimoto

Sumary: Vivir para vengar, morir para triunfar, sobrevivir para resucitar.
Advertencia: Ligero Spoiler del manga 386. Nada demasiado explícito.

El siguiente es el primero de una serie de One-Shots. Todos estarán relacionados a Sasuke, Naruto o Sakura de alguna manera (Team 7). Si tienen alguna sugerencia o quieren que escriba sobre algo en especial solo díganlo, intentaré hacer lo que pueda. Espero que lo disfruten.


Anda plácidamente entre el ruido y la prisa,

y recuerda que paz puede haber en el silencio...


Vivir para vengar, morir para triunfar, sobrevivir para resucitar.

Destinado por su sangre a matar o morir. Corrompido por la avaricia y la soledad. No habría futuro si sus metas no se cumplían, no habría paz, ni razón, ni esperanza. No habría amor y tampoco tendría un lugar. Porque el suyo (tan inventado y reubicado) estaba ocupado por quien le había maldicho. No existía lugar en el mundo para ambos, uno debía morir. No existía el perdón, ni la compasión. No existía la vida.

Pero sí existe el dolor, la soledad y la oscuridad.

Veía el sufrimiento en el azul de sus ropas, en el negro de sus ojos, en el rojo de sus nubes, pero solo él podía hacerlo, porque el rosado y el amarillo eran tan alegres y distraídos que serian incapaces de encontrarle lo frío a lo cálido.

Porque, además, la paleta de colores en su vida estaba tan mezclada y alborotada que podría pensárselo como un loco. Porque los Sakuras y Narutos (tan brillantes y eléctricos) convivían con los plateados de Kakashi (menos alborotados pero aún así hermosos). Y esos tonos, aunque electrizantes y desgastadores, eran su gama de cálidos, la luminosidad en la habitación, la ampliación de espacios.

Pero debían competir con el azul, el rojo y el negro. Su clan. Su pasado, su presente, su destino, su final. Y el oscuro siempre se sobrepone al claro, entonces los plateados, amarillos y rosados eran siempre invadidos, eran siempre tergiversados, despreciados, maltratados.

Mutilados.

Por eso no llegaban a ser del todo cálidos, porque era ínfima la llama que producían. Y ese hielo que derretían tan lentamente, a tanto sudor y lágrimas, se convertía en agua que los apagaba.

Y de todo tenía él la culpa.

Había sido condenado por sus ojos, por su poder, por su genialidad. Había sido condenado desde los inicios por Madara, por el Mangekyou Sharingan. Pero Itachi había decidido no protegerlo, dejarlo vivir por su propio interés.

Y desde ese fatídico día el rojo y negro lo habían perseguido. No solo en la sangre, no solo en el abanico, no solo en su ropa. Sino en Akatsuki, en la muerte, en las nubes.

En Naruto.

Porque prefería su poder al suyo y lo buscaba, dejándolo atrás incluso en su venganza.

Y es por eso que no podía soportar tanto al rubio. Por él, porque era por culpa de él no poder quedarse y unir sus lazos (tan rotos y gastados, tan iguales). Entonces él debía alejarse, porque no podía garantizarle su amistad, porque de otra manera estaría prometiendo de manera muda no abandonarlo jamás (como Naruto siempre quería, a todos juntos y felices, con él, para siempre) y ambos sabían que por Itachi, por su soberbia, debía irse y acabar con aquello que no dejaba de torturarlo aún por las noches.

Luego estaba Kakashi, su lánguido sensei que había hecho lo posible por hacerlo recapacitar. Que, aunque hubiera un entendimiento mutuo, jamás lograría comprenderlo. Si hubiera parado en la familia Hatake, quizás, solo quizás todo hubiera sido diferente. Si su padre hubiera sido él, jamás tendría que haber culpado a Itachi de todo y entonces todo estaría en orden (en uno perezoso y pervertido, pero orden al fin). Y es que en Kakashi aún había claridad, claridad que se había pulido por él mismo, por el Hokage, por Asuma, por Naruto y por ella.

Sakura.

Le hubiera gustado poder amarla como ella lo hacia. Hacer que todas las noches en las que había soñado con su imagen valieran la pena. Pero no podía. Porque no nacía de él hacer feliz a la gente. Porque era egoísta y no tenía otro propósito en su vida más que destruirle, y ella (tan frágil y constante) no haría más que obstaculizarlo, molestarle, preocuparle y recordarle que tenía alguien esperándolo en Konoha, impidiéndole pensar con claridad y condicionándolo a vencer. Y es que sus rosados y verdes no eran lo suficientemente fuertes ni brillantes, no para sacarlo de la oscuridad. Sakura no era suficiente para él. Y si no lo era ella, no lo era nadie.

Entonces así terminaba su suerte, tan escrita y obvia que hubiera faltado colgarla en un cartel. Decidido a dejar, a cortar, sus vínculos y desear que lo olviden. Que no lo busquen y que descubran que la vida está muy bien sin lo oscuro.

Por eso se iba de allí, De la Hoja. Por eso las promesas de Sakura, ni los ruegos de Naruto lo detendrían.

Porque ellos no comprendían que para comenzar de nuevo necesitaba pisar el pasado. Destruirlo, mortificarlo, mutilarlo. Destrozarlo.



Si Sasuke lo hubiera visto desde lo más profundo, si hubiera tenido la capacidad de adentrarse con su Sharingan en el alma de los demás, hubiera descubierto mucho más. Porque lo claro, no es tan claro sin lo oscuro.