Disclaimer: Avatar: La Leyenda de Korra es propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.

Este Fic participa en la Semana Tahnorra, organizada por el Foro ¡El Cometa de Sozin!


Tahno no era bueno para los poemas. Ni para las muestras de afecto, ni nada que involucrara sentimientos. Sin embargo, ahí estaba él, tratando de escribir unas míseras rimas que le dijeran a esa chica lo mucho que le apreciaba.

La cosa iba así: Korra, el Avatar y en un principio rival de él, cumplía años mañana. ¿Y eso qué? ¿Qué no la odiaba? Pues, resulta que no. Jamás lo hizo. Aunque una parte de su persona se sintió dolida e indignada por su desprecio y atrevimiento de retarle, una parte aún más grande se despertó, esa que le decía que aquella mujer valía la pena, y que estaba guapa. Guapísima en especial cuando le enfrentaba.

Luego, tuvo el placer de platicar con ella, ya no como enemigos, sino como compañeros. Fue la tarde que le regresó sus poderes. Ahí se dio cuenta del enorme corazón de la chica y le estuvo infinitamente agradecido por el gesto.

Después de eso, jamás volvió a verla, ya que no se consideraba su amigo ni mucho menos.

Su mente no era capaz de construir una excusa que no sonara ridícula para invitarla a salir. Peor aún, no tenía su teléfono. Aunque sí sabía dónde vivía; no porque fuera un acosador: Toda Ciudad República conocía el domicilio del Avatar (para bien o para mal).

Por eso, entonces, tuvo la "magnífica" idea de escribirle unas rimas por su cumpleaños.

Llevaba dos horas frente al papel, con varias hojas arrugadas a sus pies, con palabras a medias. Se dijo, entonces, que quizá debió de prestar más atención a sus clases de Literatura. Eso sin duda, le habría ayudado.

Mordió su lápiz, frustrado. ¡Pero qué difícil era expresar sus emociones!

Se masajeó las sienes, obligando a su cerebro a pensar en algo. Y así fue: Su mente reprodujo el instante en que la vio por primera vez, pasando por el combate de Pro-Control y finalizando en el "Nos vemos" que le regaló la chica cuando salió de su casa, justo después de haber recuperado su Agua Control.

Todos los recuerdos estaban frescos, la voz de Korra sonaba tan real como si la tuviera a un lado, susurrándole.

Comenzó a plasmar las letras en el papel, con la velocidad propia de un loco y desesperado enamorado que le escribe a su amada a las tres de la mañana.

Una vez pasó su ataque de inspiración, se vio decepcionado por lo corto que había quedado. Mas no protestó, metió el poema en un sobre y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, con una alegría reflejada en su rostro, escribió la dirección de Korra en el sobre. Sin remitente, pues quería que fuera un asunto "secreto".

Se dirigió al buzón más cercano, y consiente de que el servicio de correo era veloz, metió la carta con un gesto travieso y la seguridad de que hoy mismo ésta sería entregada.

Lamentó no haber estado ahí para ver su reacción al leer las rimas, y lamentó no poder pasar con ella ese día tan especial, pero supuso ese era el camino que los chicos arrogantes como él tenían que seguir. Una vida con pocas amistades honestas y amoríos meramente superficiales.

Se metió en su cama, con zapatos y todo y se limitó a pensar. Ya pasado un buen tiempo, se sintió nervioso. ¿Habría ya recibido la carta? ¿Le gustó? ¿Sospecharía de él?


Había tenido una tarde agitada y divertida, en un bar festejando con sus amistades más cercanas, bebiendo alcohol y comiendo pastel. Recibió varios regalos, que no pudo aguantar la curiosidad y los abrió apenas se los dieron; y, para cerrar con broche de oro el día, llegando a su hogar, sacó la correspondencia y se la llevó con paso cansado a su habitación.

Se quitó sus zapatos y se arropó en la cama, con la intención de leer todas las cartas.

La mayoría provenían de admiradores del Avatar, personas que estaban agradecidas con ella, e incluso, viejos fanáticos de los Hurones de Fuego. También le llegaron postales de parte de su familia. Eska y Desna le mandaron una con sus rostros impresos, "felices" como siempre, y tenía un mensaje que decía "Feliz cumpleaños, prima". Ella se rió levemente. Lo cierto era que se sentía bien que aquellos mellizos ya no la odiaran.

Después de leer varias cartas con letras ilegibles y encontrarse con diversos dibujos (la mayoría de ellos con Korra, Naga y alguien que no conocía), descubrió un poema:

Me gustas tú, leona valiente.

Tus lagunas flamantes me hipnotizaron.

Con tus rugidos salvajes me fuiste conquistando.

Y ahora no puedo de mi mente sacarte.

...

Eres fuego que abraza

Agua que danza

Aire que libera

Y Tierra que marea.

...

Korra, me gustaría decirte a la cara todo lo que siento

Pero con este pedazo de papel me conformo

Espero sepas que no miento

Pues con este poema mi amor te informo.

L. M.

Una sonrisa se le formó en los labios, en parte por el único y original gesto, en parte por lo ridículo de éste. Por obvias razones, salió del corazón e imaginación de un novato, alguien que no era experto en la materia, y al final eso era lo menos importante. La parte que le emocionaba, era que alguien sintiera eso por ella, le halagaba ser una musa, le enamoraron esas pobres rimas.

Lo leyó veinte veces hasta aprendérselo de memoria. Después, se puso a pensar en quién podría ser el autor de tal poema, con esa caligrafía tan bella, esa hoja color lila, y un ligero rocío de loción para hombre. Soltó una carcajada histérica por la obvia respuesta, y con las iniciales firmadas, no cabía duda del escritor. Quién diría que el lobomurciélago ocultaba su lado sensible bajo esa fachada de presumido y chico malo.

Entre joyas, ropa y comida, el poema fue el mejor regalo de su cumpleaños.