Buenos días lectores y lectoras, su amigo FriendlyMushroom por fin ha regresado después de una muy larga ausencia. No se preocupen, pretendo volver a trabajar en mis otras historias, en especial Academia Sanctuary que será la prioridad, pero en esta ocasión quiero hacer algo especial para una compañera escritora y lectora de mis historias con quién ya llevo cierto tiempo hablando fuera de fanfiction, y a quién aprovecho la oportunidad para desearle una feliz Víspera de Navidad. Esta persona me ha pedido mantenerla en el anonimato, le da pena, que linda, jajaja, pero eso no le quita merito a este trabajo que va dedicado a ella, no solo por ser noche buena, también por navidad, y porque quiero desearle un feliz cumpleaños también pues verán, ella cumple años el 27 de Diciembre, y pues eso hace de este obsequio algo más especial.

Para mi estimada anónima, te adelanté un poco el cómo será tu regalo, comenzará hoy en Víspera de Navidad, y tendrá su actualización a primeras horas del 25 de Diciembre. Pero no termina allí, el día 26 de Diciembre puede que no se celebre nada, pero ese día también actualizaré con un tercer capítulo como parte del seguimiento a tu regalo, que culminará el día 27, el día de tu cumpleaños. Así que, básicamente la historia esta pensada para tener una duración de 4 capítulos, comenzando en Nochebuena, y terminando el cumpleaños de… bueno, la cumpleañera, jajaja. Espero que te guste el regalo, es algo ridículo, y algo que no estoy acostumbrado a escribir, así que estoy un poco nervioso por el resultado final, pero con un poco de suerte habré escrito algo que sea de tu agrado.

Habiendo explicado la temática, procedo a explicar la historia en sí. Haré mi mejor esfuerzo porque la historia aparente ser algo creíble en la continuidad de Saint Seiya, y sí, será un Milori. La historia está situada después de la saga de Poseidón y antes de la saga de Hades con Saori viviendo en el Santuario. Pero hay una peculiaridad en esta historia, y es que es navidad así que es épocas de parodias y ridiculeces, ¿recuerdan Cuento de Navidad? Pues esta historia será una parodia de Cuento de Navidad y Saint Seiya, ya sé, ya sé, suena ridículo, hasta yo pienso que es ridículo, jajaja, pero quise escribir algo diferente, divertido, y muy especial y espero que se cumpla el cometido. En fin, estoy que me caigo del sueño porque hice un esfuerzo sobrenatural por permanecer despierto (a pesar de que tengo junta con los directores de la empresa a primeras horas de la mañana jajajajaja), para preparar este regalo, y eso que es solo la primer entrega.

Bueno, me despido y los dejo leer, y para la señorita anónima, lo primero es desearle una muy feliz Víspera de Navidad.

Saint Seiya y Cuento de Navidad no me pertenecen, y no lucro con este material. Este material es estrictamente escrito por fans, para fans y no tienes fines de lucro alguno.


Prólogo:


Mansión Kido, Japón. 25 de Diciembre de 1978.

—¡Abuelo! ¡Despierta, Abuelo! ¡Él llegó! ¡Él llegó! ¡Fui una niña buena y Santa llegó! —cuando Saori Kido tenía solamente ocho años, los dioses y los caballeros solo existían en sus libros de cuentos, así como existía la magia, y existía también la alegría. Lo demostraba así mientras danzaba como siempre descalza por su mansión, hasta llegar a la habitación de Mitsumasa Kido. Saltaba sobre su pansa, le sacaba todo el aire, y lo obligaba a despertar de una forma muy poco placentera—. ¡Él vino! ¡Santa Claus vino! ¡Vamos abuelito! ¡Levántate! —en aquellos tiempos, preocuparse por una fecha como lo era la navidad parecía tan natural. En aquellos tiempos, solo bastaba con preocuparse por ser una niña buena y tener obsequios en lugar de carbón, y no en dioses de los mares o de la creciente amenaza del dios del inframundo. Ser humana, ser niña, era lo único que importaba.

Saori recordaba los colores, los aromas, las sensaciones, el frio de los alrededores, la calidez de un corazón, lo dulce de una taza de chocolate caliente, el ardor de la nieve sobre su rostro, la sensación de la vida emanando de las llamas de una fogata, el inmenso placer de desgarrar la envoltura de un regalo sin esperar nada en especial, y el destello de sus ojos cuando el reflejo del papel metálico brillaba en contra de las lagunas azules en su infantil rostro, mientras extraía el contenido de una caja, y fueran calcetines, o las riendas de un nuevo pony, era algo que la hacía feliz, algo que la hacía sentir viva. El destello de la alegría navideña reflejado en las luces de un árbol navideño era la sensación más grata del corazón de la pequeña.

Aquel recuerdo, aquel sueño, dibujaba una sonrisa en los labios de Saori todas las noches mientras dormía, era un sueño que llegaba junto a la melodía saliente de una pequeña caja de música que ella recordaba con un cariño muy especial, su primer regalo de navidad, el primero de tantos obsequios, el más valioso de todos sus presentes.

Saori observaba a la bailarina en su caja mientras su abuelo leía el periódico junto a la chimenea. Recostada de pecho contra la alfombra, con la bailarina danzando al reflejo de las llamas, era un sueño en verdad placentero. O al menos lo era, hasta que se convertía en pesadilla.

Las llamas de la fogata se extinguían, las luces navideñas perdían su brillo, la grana de las esferas caía en la oscuridad de un suelo helado, e inerte. Su abuelo desaparecía, la mansión quedaba vacía, con los muebles cubiertos de sabanas y el suelo cubierto de polvo y telarañas. Escasas navidades después de aquella en su sueño, solo un hombre esperaba en una puerta abierta. Era su mayordomo y ahora tutor legal, Tatsumi, quien la esperaba, mientras la Saori se cinco años veía a su futuro, llorando en el suelo de su habitación, con aquella cajita musical en sus manos, y una fotografía de su fallecido abuelo.

—Él ahora está en mi reino —escuchó, y al darse la media vuelta encontró a un hombre cubierto de telas oscuras. Sus ojos brillantes como la escarlata la miraban desde el interior de la capucha oscura—. Tarde o temprano, todos llegan a mi reino. Sean dioses, mortales o bestias, el fin de todo es la muerte misma —Saori retrocedió, asustada, sus ojos cubiertos en lágrimas—. Cada vez estoy más cerca. El tiempo se termina, y cuando llegue a su fin ni tu esperanza brillará tan fuerte como para poder sacarte, Athena… —finalizó la figura, y mientras acercaba su mano al rostro de Saori, un destello dorado lo hizo desvanecerse, la habitación fue completamente iluminada por un inmenso resplandor dorado, y Saori, despertó.


Saint Seiya: Una Dorada Navidad

Capítulo 1: Saori y el Sueño de Navidad.


Atenas, Grecia. El Santuario de Athena. 24 de Diciembre de 1986.

La luz era cegadora, lo suficiente para pasar a través de sus parpados y forzarla a levantarse. Estaba en el Santuario, en el templo en honor a su propia divinidad. Se incorporó, agudizó la vista, buscando el epicentro de aquel destello, y lo encontró en la forma de uno de sus caballeros, el de Escorpio, el más cercano a su templo, y que elevaba su cosmos alrededor del recinto, sin que las cortinas pudieran detener la luz que emanaba de su cosmos.

Tras unos breves instantes, Milo, su caballero de Escorpio tranquilizó su cosmos, suspiró, con los ojos cerrados se dirigió a su diosa, y se arrodilló frente a ella, con la cabeza siempre mirando al suelo. Saori estaba sorprendida, pero se puso de pie y atendió a su caballero.

—Mi señora, ruego a usted por su perdón —comenzó el caballero—. La entrada a sus aposentos ha estado siempre celosamente resguardada por el Patriarca del Santuario, quien prohíbe bajo cualquier circunstancia que sus caballeros irrumpan en el interior de su templo. La diosa Athena es sagrada, y no debe ser vista por ojos mortales. Si he de ser castigado por mi falta le ruego enuncie mi penitencia —finalizó, y Saori se mostró sumamente impresionada.

—No estoy acostumbrada, a que alguien se dirija a mí con semejantes modales —le respondió la sorprendida diosa, y Milo continuó bajando la mirada—. No conozco muy bien a mis caballeros dorados, y soy culpable de la poca atención que les he dado. Pero te pido amablemente Milo que no seas tan formal conmigo, semejante atención no es necesaria —intentó explicar la diosa.

—Lo es —enunció el de Escorpio, poniéndose de pie y negándose a abrir los ojos, insistiendo que la visión de su diosa le era prohibida—. Los caballeros dorados debemos siempre proteger a nuestra diosa, somos y siempre seremos la muestra definitiva de su esperanza, y en lugar de ello nos levantamos en su contra por instrucción de un falso Patriarca, redijimos las fuerzas del Santuario a una minoría y la hemos irrespetado a niveles inaceptables. Le seré sincero, jamás en toda la vida del Santuario había existido una orden de Athena tan débil como esta que ahora la defiende, cinco caballeros, de doce. Todo por no cumplir con nuestro deber. Le suplico que me castigue por mi falta, mi diosa —insistió el de Escorpio.

—Si vas a tratarme como una diosa, entonces te ordenaré como tal, Milo de Escorpio —respondió Saori, extendió su mano, y en esta apareció su báculo, la diosa Niké, la cual apuntó en dirección al rostro de su caballero—. Y como diosa, te ordeno no tratarme como una divinidad, y que en lugar de eso, me veas como lo que realmente soy… una humana… con el cosmos divino de Atenea… y que ama a todos sus caballeros por igual —finalizó Saori, y Milo comenzó a morderse los labios con descontento—. Ahora abre tus ojos, y mírame fijamente —ordenó nuevamente, y a Milo no le quedó más que obedecer—. Ahora, ¿serías tan amable de explicarme por qué has irrumpido en mis aposentos? Alguien como tú no podría tener una razón benigna para interrumpir mi sueño —le preguntó Saori.

—Yo… —comenzó el de Escorpio, incomodado, desviando la mirada, lo que llamó la atención de Saori—. Sentí una perturbación en su cosmos y vine a cerciorarme. Alguien la atacaba en sus sueños. Pese a las prohibiciones, irrumpí en su templo por lo que debería ser reprendido por mis acciones… —Saori simplemente lo negó con la cabeza, y Milo no tuvo más que bajar la mirada y aceptar que su falta no sería reprendida—. Dígame mi señora. ¿Acaso ha sido atacada en sus sueños? —preguntó el de Escorpio.

—¿Atacada en mis sueños? Pero si no ha sido más que una pesadilla encausada por las fechas decembrinas. No es nada de lo que debas estar preocupado, Milo —le explicó la diosa, más el de Escorpio no se encontraba convencido—. Solamente fue un sueño navideño, que terminó por transformarse en una pesadilla —insistió, sonrió ante su caballero, y el mismo le regresó una mirada de incredulidad.

—¿Navi… deño? —preguntó Milo, y a Saori no le quedó más que parpadear en un par de ocasiones sin entender lo que ocurría. El de Escorpio se quedó pensativo, como si su cerebro intentara maquinar la información que se le presentaba, pero tristemente, terminó haciendo una mueca de molestia—. Mil disculpas mi diosa, pero me temo que el significado de la palabra navideño me es desconocido —reverenció el de Escorpio.

—¿Eh? —se sorprendió Saori, parpadeó un par de veces, y miró a Milo con incredulidad. Tras unos instantes, un sonido extraño escapó de los labios de la diosa, una pequeña carcajada, ahogada por los modales de Saori que intentó contenerse—. Disculpa… yo… simplemente no pensé que el caballero de Escorpio tuviera semejante sentido del humor… —se cubrió la boca Saori, intentando tranquilizarse, pero al notar que Milo la miraba aún con incredulidad, no lo resistió más—. No estás… bromeando… ¿verdad? —la voz de Saori era quebrada, pero no de dolor, sino de una inocencia infantil: incredulidad, pena, sorpresa, intriga… alegría—. ¿Acaso en el Santuario no celebran la navidad? —preguntó nuevamente, intentando mantener la calma.

—Me temo que pienso no ser el único que jamás ha escuchado ese término, mi señora —afortunadamente, Saori logró calmarse antes de caer víctima de un ataque de risa, por lo que Milo pudo proseguir—. Puedo ver que a mi señora le alegra esta supuesta Navidad, y sin embargo, mi preocupación persiste. Su cosmos se estremeció en sus sueños —insistió, pero Saori le dio muy poca importancia a sus preocupaciones.

—Fue solo una pesadilla, nada más —agregó con cierta tristeza—. Te agradezco tu preocupación, Milo. Y estoy conmovida por tu devoción al venir aquí a pesar de la prohibición de los Patriarcas. Pero te aseguro que no tienes nada de qué preocuparte. La navidad… solía ser una época muy alegre para mí. Pero hace siete años esta dejó de brillar. Yo… ya no puedo ver la alegría en la navidad como solía verla antes. En mi sueño reviví ese momento, probablemente eso fue lo que te despertó y te incitó a venir a auxiliarme. Pero estoy bien —le sonrió.

—No lo está —insistió Milo—. Aún tengo mis dudas, sobre si realmente ha sido solo una pesadilla, o si ha sido algo más. Pero de lo que sí estoy consciente, es de la profunda tristeza que alberga en su ser por esta navidad de la que habla —Saori lo miró incrédula, y pensativa. Desconocía a sus caballeros, desconocía sus personalidades, sus aspiraciones, sus anhelos. Pero la preocupación de Milo parecía genuina—. Usted vive muy aburrida aquí en el Santuario desde la guerra contra el señor de los mares. En aquella batalla los dorados no pudimos auxiliarla por instrucciones del viejo maestro, pero mientras esté en el Santuario, está protegida. Si es posible, me gustaría poder ayudarle a celebrar la navidad que a usted tanto parecía alegrarle. No es justo que una humana tan joven, solo conozca soledad, y deber. Permítame aligerarle la carga —reverenció Milo, y Saori infló sus mejillas y soltó un resoplido ahogado—. ¿Mi señora? —preguntó Milo, pero Saori colocó su mano frente a él y lo hizo callar.

—¿Cómo puedes… hacer una solicitud tan ridícula… de una forma tan formal…? —se susurró a sí misma Saori, intentando que Milo no la escuchara, aunque el de Escorpio logró escucharla—. Perdón… solo… yo… ya no puedo más —por fin no lo soportó más. Se tomó del estómago, y se rio como no se había reído en mucho tiempo. La risa de Saori era tan bella, que el de Escorpio no pudo evitar ruborizarse por el hermoso sonido de su risa—. Perdón, ya me calmé… eso fue… muy fuera de mi naturaleza comúnmente tranquila y apacible —finalizó Saori, y el de Escorpio la miró incrédulo—. ¿De verdad…? —se sonrojó la diosa, lo que no pasó desapercibido por su caballero de Escorpio—. ¿De verdad me ayudarías… a volver a celebrar la navidad? —preguntó Saori, y Milo asintió sin pensarlo cuidadosamente—. Entonces… supongo que tenemos mucho trabajo por hacer, y afortunadamente no se necesita de un reloj de 12 horas para hacerlo. Muchas gracias, Milo… —le sonrió la diosa, y semejante sonrisa, paralizó el corazón del de Escorpio.

Casa de Virgo.

—¿Navidad? —preguntó Shaka a Milo unas horas más tarde cuando el de Escorpio había regresado de su visita a los aposentos de Saori. Tomaban el té, una actividad que solo Milo compartía con Shaka quien no era del todo sociable, pero que intentaba acercarse a sus camaradas dorados siempre que no estuviera meditando—. Desconozco la celebración. Pero eso es cambiar el tema, deberías ser reprendido por irrumpir en los aposentos de la diosa Athena. El que las elecciones al puesto del Patriarca no hayan terminado no te da derecho de abusar de tu candidatura irrumpiendo en la habitación de la señorita. Debiste haber sido castigado —finalizó Shaka mientras bebía su té como si no creyera realmente en sus palabras.

—Considero mi penitencia el organizar esta celebración que la señorita me encomienda —le mencionó Milo, mientras abría un pergamino alrededor de la mesita de té de Shaka y leía—. En la lista hablan del muérdago, probablemente sea una celebración en honor a Dionisio. Lo que entendí sobre los comentarios de la diosa es que es una celebración del invierno, pero eso lo acercaría más a Boreas, y eso aún es dudoso. ¿Hay una entidad griega del invierno? —preguntó.

—Boreas se le parece, pero si tuviera que elegir a una entidad sería Demeter —le respondió Shaka tranquilamente mientras vertía té en la taza de Milo, quien aceptaba la oferta amablemente—. Aunque dudo que la diosa de la cosecha y las estaciones tenga una celebración de invierno mientras Perséfone permanece en el Hades. Y hablando del dios del inframundo, la fecha se acerca. ¿Estás seguro de que la perturbación en el cosmos de nuestra diosa no fue encausada por el cosmos de un espectro? —preguntó.

—Es por eso que fui al templo de Atenea —le respondió Milo—. Si mi diosa corre peligro, es mi deber protegerla pese a las prohibiciones. Si algo o alguien ataca a la señorita en sueños sería cuestión de encender el reloj de las doce casas y repeler a los intrusos. Pero si encendemos el reloj, y resulta no ser una verdadera amenaza… —se preocupó el de Escorpio.

—Estaremos desperdiciando el cosmos primordial de Cronos, y con la fecha de la llegada de Hades tan próxima, podría ser un error fatal —prosiguió Shaka—. El reloj de Cronos no debe encenderse a la ligera, le toma tiempo recuperar su fuerza. Por eso los dorados no pudimos defender a Athena de Poseidón y dejamos todo en manos de los de bronce. El reloj no había recuperado sus fuerzas tras ser encendido en la batalla de las doce casas, si se encendiera nuevamente y Hades llegara para encontrar un reloj apagado… —prosiguió Shaka.

—Enfrentaríamos a 108 espectros que continuamente resucitarían. Y pese a que no son una verdadera amenaza, incluso nuestros cosmos terminarían por ceder —finalizó el de Escorpio, y Shaka asintió—. No he olvidado aquella sensación en el cosmos de Athena. Pero en estos momentos estoy más preocupado por la incomodidad de nuestra diosa, la hemos forzado a permanecer en un Santuario que no hace mucho le declaró la guerra, se siente incómoda. Tal vez esta celebración pueda aligerarle la carga. ¿Qué opinas? —preguntó.

—Opino que es algo infantil. Especialmente considerando que ambos concursamos por el puesto de Patriarca del Santuario —le mencionó Shaka, y Milo asintió—. Pero si son los deseos de nuestra diosa, no somos nadie para negarlos. Solo intenta no molestarme con estas celebraciones, solo asistiré a lo que sea indispensable. No soy muy sociable —menciono.

—Pocos caballeros dorados lo son, y yo tampoco entro en la descripción —fue la respuesta de Milo, que se puso de pie, y reverenció—. Gracias por la invitación al té. Iré a los mercados a comprar lo que Saori anotó en su lista —prosiguió, y Shaka abrió los ojos y observó a Milo con desdén. Fue entonces que Milo se percató de lo que acababa de decir. De la señorita Athena —se disculpó el de Escorpio.

—Cuida tus palabras… —le reprendió Shaka—. La diosa te habrá perdonado por la irrupción en sus aposentos, pero otros no somos tan condescendientes. Acércate demasiado a la diosa y me obligarás a interferir. Athena es sagrada, los mortales no tenemos derecho a tratarla con semejante familiaridad. ¿Lo has entendido? —Milo se limitó a asentir—. Mu tampoco lo aprueba, Aldebarán y Aioria no le prestarán tanta importancia, pero ante los ojos de Mu y de mi has excedido los límites de la caballería —terminó.

—Lo comprendo perfectamente. Y te aseguro que no volveré a cruzar esa línea —le aseguró Milo. Sin embargo, el desdén de Shaka creció, Milo lo notó en su mirada, pero el de Virgo realizó una reverencia, y Milo por fin se dio cuenta de que Saori había entrado en el templo de Virgo—. ¿Mi señora? No me percaté de su presencia —se disculpó el de Escorpio y reverenció.

—Aún estoy aprendiendo a controlar el cosmos de los dioses. Me alegra haber evadido tus agudos sentidos —se alegró Saori, y miró a ambos caballeros arrodillados frente a ella—. De pie, no es necesaria tanta reverencia. Si en verdad esperan que me sienta cómoda en el Santuario deberán tratarme con menos formalidad —les dejó saber. Y aunque Shaka se sintió incomodo, tuvo que aceptar las órdenes de su diosa—. He decidido acompañarte en las compras, Milo. Hace tiempo que no realizo compras navideñas, y según me has contado, el Santuario no tiende a disfrutar de estas celebraciones —agregó la diosa.

—Puede realizar sus compras, siempre y cuando sea dentro de los límites del Santuario, mi señora —le recordó Shaka, lo que no fue muy del agrado de Saori—. Su seguridad es lo primero, no sabemos cuándo podría atacar el enemigo. Le ruego por favor que no abandone los límites del Santuario. La cantidad de caballeros que tenemos a disposición es muy escasa —terminó.

—No saldré de los límites del Santuario, Shaka —suspiró en descontento Saori, y Shaka se apartó y le permitió pasar—. ¿Nos vamos, Milo? —preguntó Saori, intentó tomar del brazo de Milo, que subió su defensa y se apartó un poco, lo que deprimió un poco a Saori, que sin embargo comprendió las razones de Milo—. Me disculpo… yo…—comenzó.

—Mi señorita yo no pretendía… —intentó decir Milo, y un silencio incomodo creció entre los dos por unos instantes, mismos en los que ambos no supieron cómo reaccionar, hasta que Milo aclaró su mente, y comenzó a caminar en dirección a la casa de Leo—. Si lo considera pertinente, solicitaré apoyo de Aioria y de Aldebarán para las compras. No me considero una compañía agradable, pero ese par seguro la alegrará —prosiguió Milo, fingiendo una sonrisa.

—Nadie ha dicho que no seas agradable. Simplemente eres demasiado formal —insistió Saori, se acercó, y lo tomó del brazo, incomodando un poco a Milo—. Las escaleras están resbalosas, asó que estaré a tus cuidados, Milo —el de Escorpio miró al de Virgo, que simplemente ignoró la situación y permaneció en silencio, Saori entonces comenzó a caminar, y a jalar a Milo en dirección al pueblo en las faldas del Santuario.

Pueblo de Atenas.

—Entonces… explícame otra vez esto de la navidad —le susurró Aioria a Milo varias horas más tarde cuando por fin salieron de los dominios de las doce casas. Milo pidió al caballero de Leo y al de Tauro que lo acompañaran a realizar las compras, y actualmente el trio de caballeros cargaba en brazos varias bolsas de cuero con víveres de todo tipo, en su mayoría alimentos, aunque también había muérdago, algunas cuerdas deshilachadas de colores dorados, y cualquier cosa brillosa que Saori consideraba lo suficientemente atractiva para adornar un árbol de navidad, que era lo que el grupo buscaba mientras seguían a su diosa que cubría su cuerpo en sedas blancas bien abrigadas ocultando su identidad de los pueblerinos. Ellos igualmente ocultaban sus identidades, no vestían armaduras, sino que portaban túnicas de entrenamiento para no llamar tanto la atención—. Solo compramos cosas al azar. En un principio me pareció que Athena compraba víveres para un banquete, pero ahora compra cosas brillosas —apuntó Aioria mientras Saori paraba frente a un puesto donde una mercader vendía sedas persas de diferentes colores.

—Lo mismo que tú sabes lo sé yo. Jamás en mi vida había escuchado la palabra navidad —le espetó Milo—. Nací en el Santuario, crecí en el Santuario, y vivo en el Santuario. Esta costumbre parece venir del exterior. No es de la India, por lo que Shaka tampoco la había escuchado. Y Aldebarán no pasó tiempo suficiente en Brasil para educarse bien al respecto. En el caso de Mu, él vivió una existencia de lo más solitaria en Jamir —finalizó Milo.

—Lo que sea la navidad al menos podemos estar seguros de algo, y eso es que a nuestra diosa no se le había visto tan feliz desde que fue obligada a permanecer dentro de los límites del Santuario —apuntó Aldebarán, mientras Saori compraba algunas sedas, y pedía a Milo con la mirada que pagara por ellas.

—Eso puede ser, pero está vaciando las arcas del Santuario —susurró Milo, y pagó por las sedas que había comprado Saori y después la siguió mientras la diosa se acercaba en dirección a los bosques—. ¿Qué sigue en la lista, diosa Athena? —agregó Milo con un tono bajo de voz intentando no descubrir la identidad de la joven ante los pueblerinos.

—Ahora buscamos un pino —agregó ella con una gentil sonrisa, aparentemente divertida, lo que era una visión un tanto extraña pues Saori normalmente era reservada y distante—. La navidad no puede estar completa sin un pino. Iremos al bosque y elegiremos uno. ¿Creen poder levantarlo hasta el templo de Atenea? —preguntó curiosa.

—¿Nos toma por bronces señorita? —se rio Aldebarán con fuerza—. ¡Podría cargar una docena de árboles con una mano atada a la espalda y saltando sobre mi pie izquierdo! ¡JA JA JA JA! —rio Aldebarán con fuerza, y Saori le regresó una gentil sonrisa—. Elija el pino que quiera, lo derribaré a puñetazos para demostrarle lo sencillo que es —presumió el de Tauro, y la diosa se adentró en el bosque seguido de los de Leo y Escorpio. Ya dentro, Saori comenzó a inspeccionar los árboles, encontrando uno alto y de un tronco bastante grueso. Aldebarán se burló, preparó su puño, y estuvo a punto de derribar el gran árbol, pero Saori lo detuvo.

—Alto —habló con delicadeza, y Aldebarán se detuvo—. La punta, solo la punta. Sería injusto matar a un árbol solo por un mes de alegría. Si le cortamos la copa, el árbol seguirá con vida. Solo corta la copa, con eso será suficiente —le pidió.

—Tan concentrado estaba en impresionar a la señorita… que olvidé la vida del árbol —se susurró a sí mismo Aldebarán, y entonces se alegró por el noble corazón de Saori—. Solo la copa entonces. Prepárate a atraparla, Aioria. ¡Gran Cuerno! —elevó su cosmos, lanzó su ataque, y la copa del árbol se partió y comenzó a caer. Aioria de inmediato le entregó los víveres a Milo, corrió hasta donde la copa caía, y la atrapó sin problemas—. Servido mi señorita, un árbol de navidad. Ahora súbelo al Santuario —apuntó Aldebarán.

—No me molesta subir el árbol hasta el templo de la señorita Athena pero… ¿por qué no lo haces tú? —se quejó Aioria, y Aldebarán sacó el pecho con orgullo—. Presuntuoso toro, ¿estás presumiéndome tu fuerza? Porque si es así… —comenzó Aioria.

—Ya basta los dos. Somos caballeros dorados, no niños en pleitos infantiles —los reprendió Milo, y Saori simplemente se rio gentilmente del trio, lo que llamó la atención de todos, que la miraron sorprendidos por la calidez que la diosa emanaba—. Mejor vámonos. Comienza a oscurecer y las nevadas no tardan en comenzar —agregó Milo.

—Será una blanca navidad —susurró Saori mientras observaba el cielo que comenzaba a oscurecerse—. Una navidad como no he tenido en muchos años. Aunque falta mucho tiempo para la navidad —sonrió Saori, y comenzó a seguir al grupo de regreso al pueblo.

El camino al pueblo fue en su mayoría silencioso. Aioria cargaba el árbol, olvidándose de su conflicto con Aldebarán por completo. Milo y Aldebarán cargaban víveres y Saori los guiaba a todos con una gentil sonrisa visible inclusive por debajo de la capucha que vestía.

El desfilar del grupo, con sus bolsas llenas de comida y con varios adornos diversos como telas y espejos brillantes llamaba bastante la atención de los pueblerinos, en especial de los niños, quienes no dejaban de asomarse por los alrededores de los mercados interesados en los objetos brillantes. Saori notó la constante presencia de niños, y miró a Milo que hasta esos momentos se mostraba algo melancólico.

—Milo —mencionó, y la mención de su nombre lo despertó de su trance—. ¿Ocurre algo? Te noto algo distraído —preguntó la diosa, y el de Escorpio movió su cabeza varias veces despabilándose la distracción de encima.

—No es nada señorita —reverenció el de Escorpio, y Saori lo observó con un poco de preocupación, lo que no fue muy del agrado de Milo que se sentía incomodado por el exceso de atención que la diosa le brindaba—. No soy muy afecto al invierno. Eso es todo —confesó.

—Indagaría al respecto, pero eso no te agradaría. ¿Verdad? —preguntó Saori, pero el de Escorpio decidió no decir nada—. ¿Queda dinero suficiente para comprar algunos juguetes? —preguntó Saori. La pregunta lo tomó por sorpresa, pero el de Escorpio se limitó a asentir—. Quiero comprar juguetes para los niños. El Santuario es un lugar muy triste y le hace falta algo de alegría. Pretendo revivir una vieja tradición navideña, sé que es temprano, pero darle algunos obsequios a los niños ayudará a correr la voz y a que los ciudadanos se preparen para revivir las celebraciones decembrinas —explicó Saori, y mientras lo hacía, Aldebarán comenzaba a impacientarse—. Es algo tarde pero. ¿Crees que los mercados sigan abiertos? —preguntó.

—¡Por supuesto que lo están! —gritó Aldebarán, empujando a Milo a un lado que por poco pierde el equilibrio y cae al suelo—. ¡Si lo que quiere es comprar juguetes, tiene al caballero más conocedor sobre juguetes frente a usted! ¡Solo dígame cuantos debo comprar! —preguntó Aldebarán, sobresaltando un poco a Saori.

—Tienes un espíritu muy infantil, Aldebarán —le sonrió la diosa, que entonces le pidió la bolsa de dinero a Milo, que con cierta preocupación se la entregó—. Compra todos los juguetes que puedas. Se los daremos a los niños esta noche —finalizó, y Aldebarán sonrió de oreja a oreja, y salió corriendo al mercado más cercano—. Es una persona bastante enérgica, pero ahora necesito a alguien confiable —prosiguió Saori, y miró en dirección a Aioria—. Caballero de Leo, tengo un favor que pedirte. Necesito que vayas a las doce casas y busques a Mu y a Shaka. El pueblo de Atenas merece alegría, y quiero que los caballeros dorados se acostumbren a darla. Cuando los encuentres, reúnanse con Aldebarán y traigan los juguetes y a un cocinero al orfanato —finalizó.

—De inmediato señorita Athena —dejó Aioria el árbol recargado a una casa, y corrió en dirección a las doce casas en búsqueda de Shaka y de Mu. Milo lo miró partir algo incómodo, en especial porque ahora se quedaba a solas con la diosa, lo que lo disgustaba un poco por el hecho de haberla irrespetado aquella misma mañana, y no recibir penitencia al respecto, lo que lo hacía sentirse afortunado, algo que debería ser prohibido.

—Algo te está molestando, Milo —le mencionó Saori, y el de Escorpio la miró fijamente—. No te conozco, no lo suficiente, pero sé que eres una persona un tanto arrogante. Lo noté en tu batalla contra Seiya y Shiryu, la forma en que los ridiculizaste a pesar de que contaban con la protección de mi cosmos —Milo se impresionó, y Saori simplemente lo miró con delicadeza—. Habré estado sellada bajo la flecha de Sagita, pero lo vi todo. Incluso en tu batalla contra Hyoga solo flaqueaste por tu arrogancia, si hubieras combatido enserio, ninguno de los tres hubiese sobrevivido. ¿O me equivoco? —preguntó.

—Lo de Hyoga fue un error por mi arrogancia, pero eso no le quita mérito al caballero del Cisne —agregó, y Saori sonrió ante la falsa humildad que intentaba transmitir el de Escorpio. La situación incomodaba al de Escorpio, y como si no fuese suficiente, la primera nevada comenzó a caer en ese momento, lo que forzó a Saori a sonreír, y a Milo a ruborizarse por la visión que comenzaba a atormentarlo, ya que traía una revelación sin precedente. El de Escorpio, sentía una atracción física por su diosa, y esta atracción comenzaba a escalar a un nivel sentimental.

—Ven conmigo —le pidió, y el de Escorpio no supo cómo interpretar aquellas palabras—. Los huérfanos merecen un poco de alegría —prosiguió, apuntando a un orfanato y a los niños que entraban en su interior. Saori se apresuró a encuentro de la encargada del establecimiento, apuntó al árbol, apuntó a la comida, y los ojos de la señora se llenaron de lágrimas, asintió, y llamó a varias de las trabajadoras de lugar que en un principio con incredulidad no supieron cómo reaccionar, pero que después aceptaron de brazos de Saori una bolsa con víveres, y Milo comprendió que Saori en verdad era una diosa de bondad.

—Siempre me pareció… tan melancólica… —se tornó pensativo Milo, que veía a una Saori muy diferente de la habitual—. Siempre cerrada n su mundo, con sus barreras bien en alto, impidiendo que nadie se acercara demasiado, escudándose en su identidad como diosa. ¿Cómo no me di cuenta de que bajo esa máscara de indiferencia, latía el corazón de una humana tan noble? —se preguntó Milo, y retrocedió un poco al notar como Saori corría en su dirección y lo tomaba de la mano de improviso—. ¿Mi señorita Athena? —preguntó.

—Saori… estoy de incógnito, ¿lo has olvidado? —le susurró la diosa, que entonces comenzó a jalonear a Milo en dirección al orfanato—. Les he dicho que somos unos voluntarios que adoran a los niños y que desean transmitir ese amor. Pasaremos la noche en el orfanato. Trae el árbol —volvió a sonreír, y Milo, aunque incomodado, asintió y caminó en dirección al árbol, lo levantó, y se aproximó a la entrada del lugar.

—Son una pareja tan buena y linda —comenzó la dueña del lugar, y Milo se detuvo de improviso, inquietado por la comparativa—. Me cuesta creer que una pareja tan joven quiera tanto a los niños, ¿no han pensado en tener los propios? —la mención sobresaltó aún más al de Escorpio, que miró a Saori inquietado. La diosa sin embargo, estaba muy tranquila.

—Yo…no puedo tener hijos —confesó Saori, y la dueña del orfanato entristeció—. Es por eso, que me gustaría considerar a todos los niños o niñas, como si fuesen mis hijos e hijas. Es lo más cerca que jamás estaré a la maternidad —confesó, y Milo la observó con curiosidad.

—¿Y aun así este hombre se ha casado con usted? —preguntó la anciana, enternecida por ese conocimiento—. Mi bella niña, es tan triste saber lo de tu esterilidad. Gustosa aceptamos tus atenciones, por favor considera a cada niño y cada niña en este lugar como hijos tuyos. Las puertas de mi orfanato estarán siempre abiertas para ustedes, por favor pasen —insistió la anciana, y las doncellas del lugar le arrebataron el árbol a un distraído Milo, que entonces intentó hablar.

—Un momento yo… —intentó explicar—. Permítame corregir algunos malentendidos… en realidad yo no… —intentó explicar, pero la gentil risa de Saori lo silenció—. Pero… señorita… —se ruborizó, y Saori se le acercó y lo tomó de la mano.

—Sigue el juego —le susurró, incomodando al de Escorpio—. Apreciamos su hospitalidad, gentil señora —entró Saori, y jaloneó nuevamente a Milo al interior del orfanato—. Esperamos a otros compañeros nuestros, un hombre muy alto y moreno y dos delgados y de cabelleras largas. Traerán regalos para los niños. ¿Hay algún lugar donde podamos montar el árbol? —preguntó, y la anciana se adelantó y fue a preparar un lugar. Milo nuevamente intentó hablar, pero Saori lo detuvo—. Comprendo tu incomodidad, pero la verdad me pareció algo lindo el que nos consideraran una joven pareja casada —Milo intentó hablar nuevamente, pero Saori lo interrumpió—. No hables y solo escucha. No puedo tener hijos, ni amar a nadie sobre a los demás. Pero puedo pretender, al menos solo por esta vez. Solo intenta seguir el juego —sonrió.

—Si es su orden… no me queda más remedio que acatarla, mi señorita —la fulminante respuesta no fue muy del agrado de Saori, pero asintió y jaló a Milo hasta donde el árbol, y hasta donde los niños los miraban y se reunían alrededor del árbol.

—Hola pequeños… —comenzó Saori con una voz suave—. No teman, hoy vengo a enseñarles algo. ¿Alguno ha escuchado alguna vez sobre lo que es la navidad? —preguntó, y los niños intercambiaron miradas, y todos lo negaron—. La navidad, es algo tan bello que no entiendo como pude olvidarlo por tanto tiempo. Es alegría, es esperanza, es familia, amistad y bondad. Y para los niños claro… significan regalos —sonrió, miró a Milo que esperaba en la puerta, y asintió gentilmente. En ese momento, Milo supo que debía abrir la puerta, y al hacerlo encontró a Aldebarán, a Aioria, a Shaka y a Mu afuera y con varias bolsas repletas de juguetes—. ¡Feliz Pre-Navidad! —les deseó Saori, y los niños todos se lanzaron en dirección a los dorados y les arrebataron no muy gentilmente los juguetes en una estampida de niños. Milo, Mi, Aioria y Shaka no apreciaron los escasos modales de los pequeños, Aldebarán por su parte se burló de ellos e incluso cargó a unos cuantos niños y comenzó a jugar con ellos. Saori, era todo alegría.


Pasaron algunas horas, y siguiendo las instrucciones de Saori, los caballeros dorados se encontraron realizando una tarea que jamás pensaron en realizar: adornar un árbol de navidad. Incluso Shaka y Mu habían tenido que acceder a las exigencias de Saori, y si bien no lo hacían de buena gana, eran retribuidos con una extraña satisfacción al complacer a Saori, quién por varias semanas de estadía en el Santuario

—No está bien. A ese lado le hacen falta más telas —apuntaba Mu, que extrañamente se había dado a la tarea de ordenar al resto de los caballeros en la tarea de adornar el árbol—. Aioria, los espejos van en la cima del árbol donde los niños no puedan alcanzarlos, dáselos a Aldebarán. Shaka, lamento tener que ponerme exigente pero, las perlas budistas no van con el contraste del árbol —agregó Mu.

—Es una protección solamente —explicó Shaka, colocando algunos collares alrededor de las hojas de los árboles—. Si he de rebajarme a la labor de preparar ornamentaciones, bien podría aprovechar la orden para extender talismanes que protejan a los pueblerinos. La prioridad sin embargo, debería ser Athena y solo Athena —insistió Shaka.

—Ya se están acabando los adornos —agregó Aioria mientras sacaba más adornos de las bolsas—. ¿Oh? ¿Una estatuilla de Athena? ¿Por qué la diosa compraría una estatua de sí misma? —se preguntó Aioria, y Milo le arrebató la estatuilla de las manos y la miró fijamente, luego miró a la punta del árbol, y colocó la estatuilla allí, amarrando la estatua de la diosa Athena con algunas cuerdas a la punta—. Se ve bien —sonrió Aioria.

—Claro que se ve bien… es un ángel —admiró el adorno Milo, y todos hicieron lo mismo una vez que el árbol terminó completamente adornado. Tras haberlo hecho, todos caminaron en dirección a la mesa, donde las doncellas les acercaron unas sillas para que se sentaran a cenar con los niños.

—Realmente navidad es el 25 de Diciembre, el 24 es Noche Buena —les contaba Saori a los niños, que la escuchaban mientras comían de sus platos—. Hay muchos cuentos de navidad, uno dice que el 25 de diciembre un hombre gordo de barba larga y vistiendo un traje rojo, visita las casas con árboles como este, y deja regalos debajo de sus hojas para los niños, pero solo lo hace si todos los niños están durmiendo. Esa persona, se llama Santa Claus —explicó.

—¿Santa? ¿Es un santo de Athena? —preguntó una de las niñas, lo que a Saori le causó cierta risa—. ¿Por qué Santa no nos ha traído regalos antes? —preguntó la niña inocentemente, a lo que Saori intentó contestar.

—Santa solo trae regalos a los niños que creen en él y que se portan bien —les explicó Saori, y los niños todos intercambiaron miradas—. Pero Santa Claus es solo uno de los muchos cuentos de navidad, hay muchos otros, como por ejemplo los tres espíritus de la navidad. ¿Quieren oir la historia? —les preguntó Saori, y los niños asintieron y todos se acomodaron mejor para poner atención. Los dorados simplemente comieron, muy poco interesados, aunque Milo no dejaba de desviar la mirada en dirección a Saori—. Este cuento habla de un hombre malo al que no le gustaba la navidad porque pensaba que era una excusa para no trabajar. Era un hombre cruel y sin corazón, al que solo le interesaba su propia avaricia y no le importaba pisotear a los demás para lograr sus fines —explicó Saori.

—Suena a Saga —habló Aioria, y Aldebarán no pudo evitar escupir su bebida y bañar a un molesto Mu en ella mientras el de Tauro se soltaba en carcajadas. Saori por su parte, a pesar de no querer reírse por respeto al difunto caballero de Géminis, tuvo que cubrirse la boca para no soltarse en una pequeña carcajada.

—No, no, no —detuvo Saori a los niños que comenzaban a llamar Saga al hombre malo que describía—. Este hombre era Ebenezer Scrooge. Él odiaba la navidad, tanto que pretendía forzar a sus trabajadores a no festejarla. Él tenía un amigo que odiaba la navidad tanto como él, tal vez incluso más, y tras su muerte, fue condenado por los espíritus a una vagancia vacía y de penurias constantes —les explicó.

—Suena a Máscara Mortal —agregó Aioria, y Aldebarán volvió a escupir su bebida sobre Mu, que se fastidió, se puso de pie, y se cambió a otra silla. Saori por su parte se estremeció un poco por el recuerdo de Máscara Mortal, pero se aclaró la garganta y prosiguió.

—Bob Marley —corrigió Saori, un tanto incomodada por las interrupciones de Aioria—. Una noche, Máscara Mortal… digo, ¡Bob Marley! ¡Aioria! —se molestó Saori, y Aioria se aguantó la risa, Saori suspiró, y continuó—. Bob Marley se apareció frente a Ebenezer Scrooge y lo atormentó. Le mostró las cadenas que en muerte lo sujetaban y le aseguró que si Saga, quie-quiero decir, Ebenezer no cambiaba… sus cadenas serían más pesadas aún —los niños se burlaron un poco de la confusión de Saori, que intentó proseguir pese a las interrupciones—. Tres espíritus —continuó Saori—. Tres espíritus de tres navidades, pasado, presente y futuro visitarían a Ebenezer, y le mostrarían lo que fue, lo que es y lo que será con el objetivo de salvarlo de la muerte —terminó Saori.

—Afrodita, Shura y Camus —volvió a interrumpir Aioria, Aldebarán se aguantó la risa, y Milo le abofeteó la nuca a Aioria para que se callara—. ¡Ouch! ¡Oye! —se molestó Aioria y comenzó a frotarse la adolorida nuca.

—Ten más respeto por los caídos, papanatas —le susurró Milo, y entonces desvió la mirada en dirección a Saori, que se frotaba la frente intentando concentrarse en los nombres y no ver a los personajes como si fuesen los difuntos—. Tal vez deberíamos regresar ya al Santuario señorita. Otro día podrá venir a contarle la historia a los niños, le prometo traerla —le mencionó Milo, y Saori asintió, se puso de pie, y tomó la mano de Milo, horrorizando al de Escorpio, y molestando a los otros cuatro.

—Nos vamos entonces —sonrió Saori—. Y recuerden niños, si no se portan bien, Santa Claus les traerá carbón para navidad en lugar de juguetes —finalizó la diosa y continuó con su camino, jaloneando a Milo y siendo seguida por los otros caballeros dorados—. De verdad me he divertido mucho hoy —comenzó Saori, alegre por el grandioso día—. Me sentía como una niña, y todo se lo debo a ustedes, jamás podría terminar de expresar mi agradecimiento. Muchas gracias… en verdad me hicieron muy feliz —finalizó Saori.

—No tiene nada que agradecernos señorita. Solo cumplimos con nuestro deber —fue la respuesta de Milo, y aunque fue una respuesta que no fue muy del agrado de Saori, ella se limitó a sonreírle mientras continuaban con su camino en dirección al Santuario, y a la casa de Aries. Prosiguieron el camino en silencio, hasta llegar a la casa de Aries donde Mu se detuvo e hizo una reverencia.

—Hasta aquí llego yo —comenzó—. Por extraño que parezca, debo admitir que siento cierta satisfacción por lo ocurrido en este día, ha sido una experiencia diferente de lo habitual —Saori asintió, sonrió, y se preparó para partir. Mu observó al grupo, una gentil sonrisa se encontraba dibujada en su rostro.

Llegados a la casa de Tauro, la luna estaba llena y brillante sobre el firmamento. Aldebarán se detuvo, reverenció, sonrió, y Saori reverenció también, agradecida por la compañía del enorme caballero. Se despidieron, continuaron con su camino, y Aldebarán los miró a los cuatro restantes, y al hacerlo, su sonrisa se desvaneció. Tres caballeros seguían subiendo, la diosa los seguía de cerca, pero eran cinco las sombras que ascendían en lugar de cuatro, había una sombra de más.

—¡Invasores! —gritó Aldebarán, y azotó su enorme bota al suelo, forzando al grupo a perder el equilibrio, y a las sombras a estremecerse—. ¡Las sombras! ¡Invasores al Santuario se esconden en nuestras sombras! —gritó Aldebarán, y las sombras se alzaron alrededor de ellos—. ¡Gran Cuerno! —gritó Aldebarán, atacó, y las sombras saltaron y tomaron formas humanoides más completas—. ¿Quiénes son? —preguntó, y una enorme sombra lo derribó.

—¡Estos cosmos! ¿Cómo pudimos no sentirlos siendo que viajaban en nuestras sombras? —se impresionó Shaka, elevó su cosmos, pero una de las sombras lo rodeó y comenzó a atacar su mente—. ¿Atacas mi mente? Tal parece que subestimas el poder de los caballeros dorados, con o sin armadura somos la élite de los caballeros de Athena —repelió la agresión Shaka.

—¡Salgan de su escondite! ¡Cobardes! —gritó Aioria lanzando puñetazos a diestra y siniestra en contra de una sombra que se movía a su alrededor—. ¿Quiénes son? ¿Marinos de Poseidón? ¿Enviados de Hades? —con sus relámpagos impactó el suelo, iluminando toda la habitación.

—¡Shaka! —gritó Milo mientras se mantenía frente a Saori, protegiéndola, y con dos sombras lanzándose sobre ellos, forzando a Milo a tomar a Saori en sus brazos, saltar, y evadir las sombras—. ¡Estos cosmos! ¡Se sienten igual a la perturbación en el cosmos de Athena que sentí esta mañana! —al escuchar aquella noticia, Saori se estremeció, recordando su horrible pesadilla, y fortaleciendo a las sombras—. No hay duda. Son demonios del sueño. ¡Oneiros! —gritó Milo, preparó su aguja, impactó a una de las sombras, pero la otra se alzó sobre Saori—. ¡Morpheo! —gritó, mientras la sombra tomaba forma.

—Ese nombre alguna vez nos definió. Pero ahora somos cinco —se escuchó la burlesca voz de una inmensa sombra, que rodeó a Saori en un manto oscuro, mientras las restantes cuatro mantenían a los dorados al margen, quienes sin la protección de sus armaduras, eran físicamente más vulnerables, pero no menos poderosos, y lo demostraron repeliendo a los agresores con sus cosmos—. Cuando fuimos Morpheo, fuimos un único dios con poder equiparable a nuestro señor Hades. Pero éramos menos efectivos, los sueños son un dominio casi infinito, y por ello fuimos divididos. Y aun así, con nuestras fuerzas divididas, sus esfuerzos son insignificantes —se burló la sombra, y destellos de luz dorada comenzaron a materializarse en los alrededores—. Aun así, es vital que apresuremos la misión. Hemos aprendido a no subestimar la fuerza de los caballeros dorados. ¡Cae Athena! ¡Que tu mente y tu alma por siempre sean selladas dentro del Morphia! ¡Intervención Onírica! —resonó el grito del dios mientras envolvía a Saori en sus sombras.

—¡Extinción de la Luz de las Estrellas! —se escuchó mientras el oneiro invadía la mente de Saori, y destellos de luz atravesaron a las sombras, hiriendo a los dioses, que no pudieron repeler el ataque del único caballero que portaba su armadura. En la distracción, Aldebarán elevó su cosmos, y su armadura lo vistió, cerró los brazos, elevó el cosmos, sacó el pecho, y desató su ira—. ¡Toma a Athena! —le ordenó Mu a Milo, que tomó a una Saori con sus ojos en shock en sus brazos, saltó a un lado, y permitió a Aldebarán lanzar su ataque.

—¡Gran Cuerno! —gritó el de Tauro, arrasó con las sombras, que se estremecieron por el tremendo impacto, y mientras se reponía, el rugido del león resonó a pesar de no llevar la melena puesta.

—¡Plasma Relampagueante! —los destellos cortantes hirieron a los oneiros, que comenzaban a adoptar forma, con apariencia física, y armaduras similares a las suplices—. ¡Ya han adoptado su forma mortal! ¡Ahora podemos destruirlos! —amenazó Aioria.

—Y sellas sus almas para siempre —prosiguió Shaka, elevando su cosmos, y con doce flamas azules rodeándole el cuerpo—. ¡Por el poder investido en mí como prospecto del Patriarca del Santuario, Cronos, dios primordial del tiempo, enciende el reloj de las doce casas del Zodiaco! —finalizó Shaka, y en las caras del reloj aparecieron las doce flamas—. No pretendía usar esta fuerza, no aún. Hades no ha resucitado aún, pero los Oneiros no son un rival pequeño. Bien vale la pena el riesgo, por sellar para siempre las almas de los dioses del sueño —finalizó Shaka, elevó su cosmos nuevamente, Aioria y Milo se le unieron, y de sus respectivas casas bajaron las armaduras doradas que los condecoraban y alimentaban sus cosmos con su fuerza—. Es el fin. En el nombre de Athena, los exterminaremos. Dioses del sueño —finalizó Shaka, mientras los cinco Oneiros tomaban sus formas más humanas.

—Ha sido un despliegue de poder y un discurso bastante emotivo, caballero de Virgo —se burló uno de los Oneiros, de armadura azul, piel pálida, y cabellera blanca—. Es una lástima que su querida Athena no esté despierta para escucharlo —apuntó el dios a la inconsciente de la diosa, a quien Milo dirigía miradas de precaución continuamente—. Bajaron la guardia, mientras estuvieron fuera del Santuario nos ocultamos en sus sombras, y esperamos el momento indicado para salir e intentar poseer a su querida diosa. Matarla era el objetivo, pero en vista del fracaso gracias al caballero de Tauro, nos conformamos con su alma, la cual ahora reside en Morphia —finalizó.

—Lugar de donde la sacaremos, Oneiros —apuntó Mu—. Si es que ese es tu verdadero nombre, espíritu del sueño. Una vez que los asesinemos liberaremos el alma de nuestra diosa—. Elevó su cosmos Mu, y apuntó sus esferas de cosmos.

—Qué lindo, piensa que es así de sencillo —sonrió una mujer en el grupo—. La Intervención Onírica ha desprendido el alma de su diosa de su cuerpo y la ha enviado a Morphia. Su querida diosa ahora es solo un cascarón. Y su reloj, repele las almas que no poseen un cuerpo original. Nos habrán atrapado y evitado nuestro escape. Pero, ¿qué pasará si al término de 12 horas no encuentran el alma de su diosa y las flamas de las doce casas se extinguen? —preguntó la mujer de forma arrogante.

—El alma de Athena se irá al inframundo —se sorprendió Milo—. Hades habrá ganado sin necesidad de una guerra —todos los miraron, e incluso Shaka comenzó a sudar por la preocupación—. ¿Qué hemos hecho? —se molestó Milo, corrió en dirección a Oneiros, y se preparó para desgarrarle la garganta con su aguja.

—Espera Escorpión. Si me matas no podrás recuperar el alma de tu diosa y la habrás condenado al olvido —lo amenazó Onéiros, y Milo detuvo su aguja a escasos centímetros de su cuello—. Bien pensado. Interrumpieron el ataque de la Intervención Onírica, por lo que no fuimos capaces de guiar al alma de Athena a través de Morphia y en dirección al inframundo. Su reloj cerró las puertas, así que el alma de su diosa vaga libremente por Morphia y… ¿Quiénes son los únicos que pueden entrar en Morphia? —se burló Onéiros—. No es que vayamos a llevarlos. Pero solo nosotros podemos abrir la puerta. Si nos matan, adiós a la puerta, y en doce horas el alma de Athena estará atrapada en el Hades —finalizó.

—Entonces la respuesta es sencilla —rugió Aioria—. Los matamos a todos menos a uno, apagamos el reloj, y obligamos al último a meternos a Morphia y a sacar a Athena de allí —sonrió Aioria con orgullo.

—Si apagamos el reloj solo le abriremos a Athena la puerta al Hades —mencionó Shaka, con una mirada de determinación y desprecio en su rostro, y a su vez, parecía transmitir cierta tranquilidad—. En todo caso, el reloj de las doce casas nuevamente se ha convertido en un estrobo en lugar de una ayuda. Nos han engañado. Era de esperarse de los hijos de Hipnos el dios del sueño —reverenció Shaka, y los cinco dioses del sueño aceptaron la reverencia—. Sin embargo, no todo está perdido. Tan solo hay que entrar a Morphia, a través de los sueños de Athena —finalizó Shaka.

—Lo que no es algo que ustedes puedan hacer —habló otro de los onéiros, que se mantenía encorvado—. ¡Encontremos el alma de la diosa! ¡Si la usamos podremos apagar nosotros el reloj y escapar al Hades! ¡Apertura del Mundo de los Sueños! —gritó, Milo reaccionó, lanzó su aguja, pero los cinco dioses del sueño saltaron a un portal y se desvanecieron dentro de la mente de Saori.

—¡Maldición! ¿Qué clase de caballeros somos? ¿Cómo nos permitimos engañar tan sencillamente? —enfureció el de Escorpio, pero el de Virgo lo tranquilizó con un movimiento de su mano.

—Hay una forma. Pero no garantizo que funcione. Los onéiros no son los únicos que pueden abrir puertas a los sueños —enunció Shaka, mientras pedía a Milo con un movimiento de su cabeza que levantara a Saori del suelo y la llevara hasta el piso inferior, donde los caballeros dorados tenían sus aposentos. En ese lugar encontraron una cama donde recostaron a la diosa—. Tomaremos prestada tu cama temporalmente, Aldebarán. La diosa Athena no puede permanecer recostada en el suelo —el de Tauro no se incomodó, simplemente se mostró preocupado por su diosa—. En el budismo, se intenta bloquear la mente para no sentir ni felicidad ni sufrimiento, porque si no se siente una u otra se encuentra uno en equilibrio perfecto y alcanza la paz. A eso se le llama Nirvana, y el camino al Nirvana predica el cierre del dolor y la alegría, para llegar a una única aceptación, la paz. Pero esta aceptación, solo se alcanza cerrando las puertas, como budista, he cerrado algunas puertas, y si bien no las he cerrado todas aún, conozco la ubicación de las mismas. No son simples puertas, sino portales a ya sea al dolor y a la alegría, y entre los portales que conducen a ambas, la puerta de los sueños permanece siempre en medio de ambas —tomó un respiro, Shaka, y miró al grupo intentando saber si entendían lo que intentaba enseñarles.

—Ahora entiendo. Las puertas no son solo una metáfora, realmente existen —mencionó Mu, y Shaka asintió—. El budismo hace trascender el alma y la mente. Eso significa que Shaka posee el poder de encontrar la puerta de los sueños, abrirla, y cruzarla —mencionó Mu.

—Entonces hay que abrir esa puerta y sacar a los onéiros de la mente de Athena —se tronó los nudillos Aioria, pero Aldebarán lo tranquilizó un poco al colocar su mano en su hombro.

—Algo me dice que no es así de sencillo —interrumpió Aldebarán—. De serlo, Shaka no nos estaría explicando y simplemente hubiera actuado y recuperado el alma de Athena. Si nos explica todo esto es porque no es algo que pueda hacer solo.

—En efecto —respondió Shaka—. Cuando uno entra al mundo de los sueños corre el riesgo de perderse dentro de él y confundir el sueño con la realidad. Es por eso que debo permanecer fuera de los sueños de Athena. Si su sueño es tan fuerte como seguramente es, yo soy el único de los presentes que puede abrir, y cerrar la puerta.

—Entonces abre la puerta y déjanos ir —insistió Aioria, pero Shaka nuevamente lo negó—. ¿Acaso no confías en nosotros? —preguntó, y Shaka lo miró fijamente—. Déjanos ir. Traeremos a Athena de vuelta —insistió.

—Así será, pero no los mandaré a todos al interior del sueño al unísono. Necesito la garantía de que no quedarán atrapados en el sueño de Athena —agregó Shaka—. Dentro de un sueño, el tiempo pierde sentido. Aquí fuera tenemos menos de doce horas antes de que el alma de Athena se pierda, dentro, pueden ser años, la mente comenzará a adoptar la realidad que se le presenta, por ello necesito enviarlos en periodos deparados, así unos recordarán a los otros su deber. Pero también deben saber… que si las doce horas se acaban, todo quien permanezca en el sueño de Athena, se irá al Hades con ella —aclaró Shaka.

—Mayor razón para darnos prisa y dejar de perder el tiempo —habló Milo, acercándose a Shaka—. Yo seré el primero. He dicho, no planeo discutirlo. Envíame al sueño de Athena —insistió Milo, y Shaka asintió.

—Para enviarte sin embargo, debes estar dormido —y Milo parpadeó en un par de ocasiones, incrédulo—. Pero no tenemos tiempo que perder. Apaga tu cosmos por completo, tendremos que ponerte a dormir a la fuerza —y tras aquel comentario, Milo escuchó el tronar de los nudillos de Aldebarán—. Probablemente haya un método más placentero. Pero carecemos del tiempo para encontrarlo —se apenó Shaka.

—Sinceramente, me cuesta creerlo pero, tienes un sentido del humor bastante molesto, Shaka —se fastidió Milo, y se quitó el casco, entregándoselo a Aioria—. Te lo advierto, Aldebarán. Si no me noqueas al primer intento, voy a lastimarte —amenazó Milo.

—No es nada personal. Son solo negocios —le mencionó Aldebarán, se volvió a tronar los nudillos, cerró su mano en un puño, e impactó el rostro de Milo con todas sus fuerzas, noqueando al de Escorpio de un solo movimiento—. Ni siquiera chistó. Ese Milo es un verdadero caballero fiel. Dejarse noquear sin protestar, que admirable —sonrió Aldebarán. Aioria simplemente arrastró a Milo hasta una silla de lado de la cama donde yacía Saori, y lo sentó en ella—. ¿Ahora qué? —preguntó Aldebarán.

—Ahora extraemos el alma de Milo de su cuerpo, y la forzamos a cruzar el umbral de la mente de Athena —explicó Shaka, elevando su cosmos a un nivel que intimidó incluso al trio de caballeros dorados restantes—. Esta acción, es una que requerirá de casi todo mi cosmos. Extraer un alma y hacerla cruzar un umbral ya es de por sí difícil, meterla en la mente de una diosa, ronda lo imposible. Si fracaso, el alma de Milo vagará perdida por la eternidad en Morphia —terminó.

—¡Pudiste decirle eso antes de noquearlo! —se quejó Aioria, levemente preocupado—. Aunque conociendo a Milo. Sin importar el riesgo, hubiese aceptado —lo miró Aioria, mientras Shaka elevaba su cosmos alrededor de Milo, y lo redirigía al interior de la mente de Saori.

El Sueño de Athena.

—¿Dónde? —habló Milo, que lentamente comenzó a recuperar la conciencia, observando un cielo oscuro, del cual caía nieve de una forma delicada y que comenzaba a cubrirle el cuerpo—. ¿Nieve? No me gusta la nieve… pero no alcanzo a recordar por qué —suspiró, y su aliento se arremolinó a su alrededor—. ¿Qué es este lugar? ¿Dónde es este lugar? ¿Qué hago aquí? Tenía una misión… pero no la recuerdo… —continuó. Se encontraba sumamente débil.

—Por fin has despertado… comenzaba a temer que no lo harías —escuchó Milo. La voz era familiar, y estaba demasiado cerca. Solo entonces se percató de que su cabeza descansaba sobre un par de piernas delicadas que le servían de almohada improvisada, cubiertas de una larga falda violeta oscuro, parte del vestido del mismo color de una bella joven, que lo miraba desde arriba, con una gentil sonrisa—. ¿Qué hacía un hombre noqueado en medio de un lago congelado? Para tu fortuna el hielo es muy grueso. Si te hubieras desmayado sobre hielo delgado, hubieras caído al agua —le explicó la joven.

—¿Athena? —preguntó Milo, y la joven parpadeó un par de veces—. ¿Eres Athena? Estoy buscando a Athena. Pero no recuerdo que o quién es una Athena. Siento como si me hubiera golpeado muy duro la cabeza —se tomó la frente.

—Al menos no hueles a alcohol. Lo que significa que probablemente te hayas dado muy duro en la cabeza —le mencionó la joven, y con un poco de torpeza ayudó a Milo a ponerse de pie—. Mi nombre es Saori. ¿Tienes un nombre? —preguntó

—Milo… creo… —le respondió él—. Aunque no estoy muy seguro… el nombre es como parte de un sueño… igual que tu rostro… —admitió, y el comentario forzó a Saori a ruborizarse al extremo.

—¿Cómo puede decirle esas cosas a una señorita a la que acaba de conocer? Qué pena —se avergonzó la joven, y Milo no comprendió su vergüenza—. Escuche… le parecerá algo apresurado… pero yo no tengo pareja, y usted al parecer no tiene ni la más remota idea de a dónde va ni a quién busca. Así que. ¿Le apetece acompañarme a una fiesta de navidad? —preguntó Saori, y Milo parpadeó un par de veces, pero sin saber qué más decir o hacer, se limitó a asentir—. ¡Qué bien! —sonrió la joven—. ¡Tío Ebenezer! ¡Tío Ebenezer! ¡Encontré a mi pareja para el baile! —gritó la joven con alegría.

—¡Vah! ¡Pamplinas! —escuchó Milo, y al voltear a buscar al propietario de la voz, se llevó una tremenda sorpresa—. Sobrina tonta. ¿Tan fácil te parece levantar a un indigente y llevarlo al baile? ¡Solo mira la forma en que está vestido! —apuntó el hombre que llegaba, vestido todo de negro, con bufanda azul muy decolorada por el uso, cabello azul marino y con sombrero de copa—. Pero eso ya no importa. Date prisa y no me hagas perder mi tiempo. La navidad no es más que una burda celebración sin sentido. Ahora de prisa, al carruaje, que debo volver a trabajar —se quejó el hombre.

—¿Saga? —preguntó Milo, parpadeó un par de veces, y recobró la razón—. ¿Saga? ¿Saori? ¿Ebenezer? —preguntó Milo, horrorizado, y preocupando a Saori—. Estoy en la mente de Saori… en el sueño de Saori… y la mente de Saori en estos momentos es un ridículo cuento de navidad. ¿Ahora en que Hades me he metido?